1. El Fin del Reino Visigodo y la invasión
musulmana
La invasión musulmana del Reino Visigodo de Hispania y Septimania fue resultado en parte de la crisis sucesoria
planteada a la muerte del rey visigodo Vitiza
el 710. A Vitiza pretendieron sucederle Rodrigo
(Roderich) y Akhila II, el primero de
los cuales no tardó en ganar terreno a su rival. Frente a los reveses
militares, los partidarios de Akhila solicitaron ayuda a los jefes musulmanes
del norte de África que pasaron a la península y derrotaron a las tropas de
Rodrigo, probablemente a orillas del río Guadalete
(711).
El rápido éxito inicial indujo a los jefes musulmanes a transformar
la intervención militar en una auténtica invasión y ocupar las principales
plazas de la península entre 711 y el 714: Toledo, Sevilla, Mérida, Murcia,
Alicante, Zaragoza, etc. Un sector de la nobleza de la Septimania y parte de la
Tarraconense no aceptó los hechos consumados y se dispuso a resistir bajo la
dirección primero, de Akhila II (asociado a Vitiza, 708-710; rival legitimista
y pretendiente, 710-716) y después de un personaje de perfiles imprecisos
denominado Ardó (o Ardabast)
(716-720).
En 713, Musa b. Nusayr,
valí de Ifriqiyya (698-713) entra en la actual Cataluña. Parece que una ciudad
del litoral, probablemente Tarragona ofreció una resistencia firme y fue
destruida. Después, en otras expediciones musulmanas capitularon Barcelona
(hacia 718) y otras ciudades. Aproximadamente, los límites de la conquista se
pueden situar en la cordillera pirenaica, determinados por Roda de Ribagorza, Àger
y el Alto Urgell. Los musulmanes
dominaron militar y políticamente toda Cataluña (Afranŷ), con la excepcion quizá de la zona más montañosa de Pallars y
Ribagorza; pero su dominio fue desigual: en la Cataluña Vieja (las actuales
provincias de Barcelona y Girona y la parte septentrional de la provincia de
Lérida) permanecieron unos cien años y en la Cataluña Nueva unos cuatrocientos.
En 720, el 4º valí de al-Andalus, al-Samh b. Malik al-Jawlani (719-721) conquistó Béziers, Lodeve,
Agde y Magalonne; en 721 llega hasta cerca de Toulouse, donde fue derrotado y
muerto por Eudes, duque de
Aquitania. Hubo otra expedición, comandada por el 7º amir, 'Anbasa b. Suhaym al-Kalbí (721-726), quien partiendo de
Narbonne, rindió Carcasonne; luego se dirigió al otro extremo de Septimania y
sometió Nimes. Uno de sus sucesores, Abd
ar-Rahman b. Abd Allah al-Gafiqi (721 y 730-732), preparó otra expedición
más importante, que pasaba por Navarra y Burdeos, y fue deshecha por Carlos Martel (Charles Martel), mayordomo del reino de Austrasia (715-741) y del
de Neustria (717-741), en Poitiers (732).
La expansión iniciada en época de Carlos Martel y continuada por su
hijo Pipino el Breve encuentra
dificultades en el reino de Aquitania y en Provenza, que solo fueron ocupadas
en los años 759 (Provenza) y 760-768 (Aquitania). Las poblaciones de una y otra
comarca no aceptaron de buen grado el dominio franco, y su proximidad a los
dominios musulmanes y a las tribus independientes de los Pirineos supuso
siempre un peligro que Carlomagno se
apresuró a conjurar impulsando su acción más hacia el sur; las campañas de 778,
terminadas con la derrota de Roncesvalles
-cantada en la Chanson de Roland-,
son un claro intento de someter a los vascos de Pamplona, y serán estos los que
ataquen a los carolingios de los Pirineos orientales durante treinta años.
Unidos a los Banu Qasi
del Ebro, los pamploneses mantendrán su independencia frente a Córdoba y contra
Aquisgrán hasta que Amrús, valí de
Huesca, ponga fin a la revuelta muladí en el año 806. Pamplona, aislada, acepta
la presencia franca para protegerse de los ataques cordobeses, pero solo hasta
que sus aliados naturales, los Banu Qasi, logran sacudirse la tutela omeya y
ayudan a los vascos a expulsar a los condes francos, en el año 824.
La desastrosa campaña de 778 tuvo una compensación en los
movimientos independentistas iniciados por Girona y Urgell-Cerdanya, cuyos
habitantes buscaron la alianza con los francos contra los musulmanes y
aceptaron la autoridad carolingia en el año 785. Si Abd ar-Rahman I, ocupado en pacificar sus dominios, no pudo intervenir,
no ocurrió lo mismo con Hisham I,
que recuperó las comarcas sublevadas y saqueó los territorios francos entre
Narbonne y Toulouse. El peligro musulmán era demasiado grave y Carlomagno
presionó militarmente sobre Urgell, donde la presencia militar carolingia fue
acompañada de la renovación eclesiástica tras la deposición y condena del
adopcionista Félix de Urgell, en el
año 798.
Simultáneamente a los avances sobre Urgell, los carolingios toman
Aragón, Pallars-Ribagorza, Vic, Cardona y Pamplona; controlada la barrera
pirenaica, Carlomagno intenta ocupar las ciudades de Huesca, Lérida, Barcelona
y Tortosa como único medio de mantener sus conquistas, pero fracasó en todas
las expediciones, excepto en la dirigida contra Barcelona, conquistada en 801.
El gobierno de los nuevos dominios fue confiado a personajes francos o
hispanovisigodos refugiados en las tierras carolingias: el gascón Velasco en Navarra; los francos Aureolo en Aragón y Guillaume de Gellone, en
Pallars-Ribagorza; los hispanovisigodos Borrell,
en Urgell-Cerdanya, y Bera, en
Barcelona.
Estas comarcas habían aceptado a los carolingios para liberarse de
los musulmanes, pero sus dirigente aspiran a la independencia y pronto
intentarán sacudirse la tutela franca; en Navarra, hacia el año 816-817, los Arista expulsan a Velasco; a la muerte
de Aureolo de Aragón (809) le sucede un indígena, Aznar, que ocho años más tarde será depuesto, al aliarse el condado
aragonés con los Aristas de Pamplona y con los Banu Qasi frente a los
carolingios. En Barcelona, el conde Bera intentará seguir los pasos de navarros
y aragoneses, y será destituido en el 820 por Luis el Piadoso, quien en adelante desconfiará de la nobleza
indígena y entregará el gobierno de las comarcas fronterizas a personajes
francos.
2. La Marca Hispánica
El uso de la expresión Marca Hispánica por los textos del siglo IX y la posterior
unión política de los condados de la zona catalana, han hecho creer a los
historiadores que las tierras limítrofes a los dominios musulmanes habían sido
agrupadas en una entidad administrativa y militar con mando único; según esta
teoría, del mismo modo que existía el reino de Aquitania habría existido en el
Imperio Carolingio una marca (frontera), dirigida por un marqués, cuya autoridad se extendería a todos los condados próximos
a los dominios musulmanes.
Esta marca en sus orígenes, habría incluido las regiones de Toulouse, de Septimania y los condados
catalanes; se habrían fragmentado en dos hacia el 817, con motivo de la
división del Imperio, realizada por Luis el Piadoso; al oeste habría quedado la
Marca Tolosana (Toulouse,
Carcassonne, y Pallars-Ribagorza), y al este la Marca Gótico-Hispánica, que comprendería los condados de
Urgell-Cerdanya, Girona, Barcelona, Narbonne, Rosselló y Empúries); la primera
tendría como capital Toulouse y la segunda Barcelona, y los condes de ambas
ciudades llevarían el título de duque o marqués como símbolo de sus poderes
militares. La marca Gótico-Hispánica habría sobrevivido hasta el año 865, en
que los condados de Narbonne y Rosselló, situados al norte de los pirineos,
formarían la Marca Gótica y los demás integrarían la Marca Hispánica
propiamente dicha: con ello, de alguna forma podría asegurarse que las tierras
catalanas estuvieron unidas, tuvieron unidad desde el siglo IX.
Los estudios de Ramón D'Abadal han probado que la denominación Marca Hispánica corresponde a un
concepto geográfico; sirve a los cronistas para designar una parte de los
dominios carolingios, pero no corresponde a una división administrativo-militar
del Imperio, dirigida por un jefe único; la región conocida con el nombre de Marca Hispánica o Regnum Hispanicum se
halla dividida en condados independientes unos de otros; cuando una misma
persona está al frente de varios condados, recibe el nombre de duque o marqués
para indicar su fuerza, pero estos condados pueden ser divididos por el rey, y
de hecho se disgregan y reagrupan continuamente de acuerdo con la voluntad del
monarca. Como norma general, cada condado tiene su conde y cada conde ejerce su
autoridad sobre un solo condado, pero de esta norma se exceptúan pronto los
condados sitos en zonas de peligro para lograr una mayor coordinación en la
defensa del territorio se acumulan en una misma persona varios condados: en
812, Bera es conde de Barcelona, y Girona está regido por Odiló, y tres años después, consecuencia de un ataque musulmán,
Barcelona y Girona se unen en manos de Bera.
La sustitución, en el año 820, del hispanovisigodo Bera por el
franco Rampó y el nombramiento
posterior de Bernard de Septimania
(826-832 y 835-844) es indicio de un peligro mayor que el que pudieran
representar los musulmanes; los condes francos, altos personajes de la corte
carolingia, tienen una misión política muy concreta: poner fin a los afanes
independentistas del conde de Barcelona-Girona y de sus seguidores, que
llegaron a aliarse a los musulmanes contra los carolingios. Sometidos los
rebeldes, Bernard de Septimania recibió, en premio a sus servicios o para
facilitar la defensa del territorio, el condado de Narbonne.
La historia política de los condados catalanes durante el siglo IX
resulta ininteligible si se ignora la historia del Imperio Carolingio y no se
tiene en cuenta que dentro del Imperio, cada conde (tanto hispano como franco)
aspira a convertir en hereditario su cargo y las posesiones recibidas con él.
Teóricamente, el emperador encarna toda la autoridad y todo el poder, gobierna
por medio de asambleas anuales, a través de los administradores locales -los
condes- y por mediación de los missi dominici o delegados del rey
con funciones de inspección. Centro de esta organización es el conde, al que se
confían la administración, la justicia, la política interior, y en caso
necesario, la defensa militar del territorio; su autoridad, prácticamente
absoluta, depende de la voluntad del rey, y en última instancia, del poder que
éste tenga.
Las guerras provocadas por Luis el Piadoso, al dividir el reino
entre sus hijos obligan a los condes a tomar partido y, de acuerdo con las
alternativas de la guerra, consolidan o pierden sus cargos; al mismo tiempo,
cada candidato al trono se ve forzado a hacer concesiones a sus partidarios,
con lo que la monarquía, sea quien sea el triunfador, sale debilitada de la
lucha y no puede evitar la formación de clanes y partidos con una fuerza tal
vez superior a la de los condes oficialmente nombrados por el vencedor.
La división efectuada por Luis el Piadoso entre sus hijos Pipino, Luis el Joven y Carlos el
Calvo dio lugar a una sublevación en la que Bernard de Septimania apoyó a
los rebeldes, y al ser estos vencidos fue destituido por el emperador en el año
832; también Gaucelm, hermano de
Bernard, perdió los condados de Rosselló y Empúries, que, junto a los de
Barcelona, Girona y Narbonne fueron entregados al fiel Berenguer, conde Pallars-Ribagorza y Toulouse. El nuevo conde no
pudo mantener tan extensos dominios: el año 834, Galindo de Urgell-Cerdanya se apoderaba de Pallars-Ribagorza, el
emperador premiaba a otro de sus fieles, Sunyer
con el nombramiento de conde de Rosselló y Empúries, y Bernard de Septimania
recuperaba los condados cedidos a Berenguer y unía a ellos el de Carcasonne.
Muerto Luis el Piadoso (840), Bernard de Septimania apoyó a Luis el
Joven contra sus hermanos Lotario y Carlos, y por su actitud perdía el condado
al firmarse el tratado de Verdún
(843); en este, las tierras catalanas eran concedidas a Carlos el Calvo, quien
confió los condados de Barcelona, Girona y Narbonne a Sunifred I, conde de Urgell-Cerdanya y hermano de Sunyer de
Empúries y Rosselló, pertenecientes a la casa condal de Carcassonne, fundada
por su padre, el conde Belló de
Carcassonne († 812); estos no disponían de fuerza para hacer efectivos los
nombramientos, y fueron derrotados por los fieles de Bernard en 848. Tras un
periodo de inseguridad y anarquía, en los que Guillem, hijo de Bernard de Septimania usurpó los condados
(848-850), Carlos el Calvo pudo recuperarlos y poner al frente a personajes
francos, como Alerán, conde de
Troyes (850-852) y Odalric
(852-858). Su sucesor, Humfrid o Unifred (858-864), logró reunir de
nuevo en sus manos Barcelona, Narbonne, Rosselló, Empúries, Pallars, Ribagorza,
Toulouse y Carcasonne.
Humfrid, al igual que sus antecesor (fueran estos francos o
hispanos) intentó hacer hereditarios los condados y se enfrentó abiertamente al
rey, quien lo sustituyó por Bernard de
Gotia, hijo del conde Bernard de Poitiers, al que nombró conde de
Barcelona, Narbonne y Rosselló (865-878), pero tampoco este cambio puso fin a
las tendencias secesionistas. No se mantuvo fiel al soberano sino que participó
en diversas rebeliones antes y después de la muerte de Carlos el Calvo. En tal
ocasión, Guifré el Pilós (= Wifredo
el Velloso) y su hermano Miró, desde
Urgell, combatieron al rebelde como fieles a los carolingios, de tal modo que
en 878, al ser coronado Luis el Tartamudo y procederse a la distribución de
bienes de Bernard de Gotia, fueron dados Barcelona a Guifré I, -que ya poseía
Urgell desde 870, desde la muerte del conde Salomó (848-869), administrador los bienes de Sunifred I durante la
minoridad de sus hijos-, Rosselló y Conflent a su hermano Miró I el Viejo, y el
primo de ambos Sunyer II, recuperó
el condado paterno, Empúries. Con ello se inicia la dinastía catalana que
perduró hasta 1410.
La tendencia a la hereditariedad de los cargos, visible en los
intentos de los hijos de Bera y de Bernard de Septimania, de recuperar las
funciones paternas, se observa igualmente en la política de los monarcas
carolingios, que nombran condes a los hijos de Sunifred y Sunyer, treinta años
después de la muerte de estos; la función condal lleva consigo una serie de
privilegios que no se extinguen con la deposición de los titulares: éstos o sus
herederos disponen de fuerzas y riquezas suficientes para inquietar al poder, y
para combatir a los rebeldes el rey está forzado a basarse en las grandes
familias, en las dinastías condales, con lo que, indirectamente contribuye a
acentuar el carácter hereditario del cargo condal.
La propensión a hacer hereditarios los cargos cristaliza a la muerte
de Carlos el Calvo (877); en un periodo de once años se suceden al frente del
reino tres monarcas, ninguno de los cuales es capaz de conjurar el peligro
normando ni los ataques musulmanes y, en consecuencia, dejan en gran libertad a
los condes. Uno de estos, Eudes,
será elegido rey en el año 888, y la ruptura de la continuidad dinástica
proporcionará a los condes catalanes el pretexto necesario para afianzar su
independencia de idéntica forma que los condes de Flandes, los duques de
Borgoña y Aquitania, los marqueses de Toulouse, etc.; el Imperio Carolingio ha
desaparecido, es solo un recuerdo al que se refieren los antiguos súbditos
fechando los documentos por los años de reinado de sus monarcas, a los que, por
lo demás, ignoran.
La independencia se manifiesta en el reparto y distribución de los
condados entre los hijos del conde; los condados no son ya bienes públicos, sino
propiedades del conde, que, del mismo modo que distribuye sus tierras propias,
reparte los condados entre sus hijos, llegando, si es preciso, a crear nuevos
condados y dividir los ya existentes. Esta independencia política resulta
insuficiente si no va acompañada del control de los eclesiásticos, y los reyes
carolingios dieron el ejemplo al sustituir el clero adopcionista por el franco
y al imponer en los monasterios de obediencia visigoda la regla benedictina;
dentro del sistema carolingio, los eclesiásticos y su organización desempeñan
un papel fundamental; la sociedad se organiza alrededor de parroquias y
castillos, y cada condado tiene su propio obispo, que contrarresta o
complementa la acción del conde; por este motivo los condes catalanes intentarán
controlar a los eclesiásticos de su territorio sustrayéndolos a la autoridad
eclesiástica franca y procurando evitar que obispos radicados en otros condados
o dependientes de otro conde tengan autoridad en sus dominios. El primer
intento de logra la independencia eclesiástica se produce en el año 888, con la
creación de un obispado en Urgell, del que dependerían las diócesis de
Barcelona, Girona, Vic y Pallars, donde surge un nuevo obispado a petición del
conde Ramón I, que no se resigna a
depender eclesiásticamente ni de los carolingios ni de los restantes condes
catalanes.
Esta primera tentativa fracasó a causa de la rivalidad existente
entre los condes; aunque situada en los dominios de Guifré, la nueva sede
metropolitana benefició fundamentalmente a Ramón de Pallars y a Sunyer de
Empúries; el primero obtuvo la creación de un obispado propio y el segundo
logró del nuevo arzobispo la deposición del obispo de Girona -del que dependía
eclesiásticamente Empúries- y el nombramiento para el cargo de uno de sus fieles.
La negativa de Guifré de aceptar esta sustitución llevó al arzobispo y a los
obispos nombrados por él a reconocer como rey a Eudes; inseguro en sus dominios
y ante el temor a un ataque franco, Guifré reconoció a su vez al monarca, y con
la ayuda del arzobispo de Narbonne -de él dependían las sedes emancipadas-
consiguió la supresión del arzobispado urgelitano y la deposición del obispo
gerundense, mas no que desapareciera el obispado de Pallars.
La continuas divisiones y reagrupamientos de los condados hicieron
imposible que en cada uno existiera una sede episcopal, y en algunos caso el
territorio de un condado perteneció eclesiásticamente a dos diócesis situadas
fuera de los dominios del conde; para evitar la posible injerencia de extraños,
solo quedaba un recurso: favorecer a los monasterios de la zona y lograr para
ellos la exención, es decir, la independencia respecto al obispado
correspondiente. A estas circunstancias debió parte de su grandeza el
monasterio de Eixalada-Cuixá,
fundado hacia 840 por particulares y engrandecido por Miró I el viejo, conde de
Rosselló y Conflent, que se hizo nombrar patrono del monasterio por Carlos el
Calvo y logró importantes privilegios, entre ellos una relativa independencia
del obispado de Elna, situado en el
condado de Rosselló.
La dependencia de los condados catalanes del mundo carolingio ha
hecho que se preste especial atención a la crisis del Imperio para explicar la
progresiva desvinculación de los condes, pero esta sería inexplicable sin la
existencia del mundo islámico; por un lado, la presencia de los musulmanes
incita a la población a apoyar a los condes porque ve en ellos -únicos que de
hecho defienden el territorio- a sus jefes naturales por encima del rey, cuya
lejanía e impotencia le resta importancia ante los súbditos; por otra parte, es
indudable que la separación de los condados se vio facilitada por las
disensiones internas entre los musulmanes; la existencia de un poder musulmán fuerte
al sur de los pirineos habría obligado a los condes a mantener vínculos más
estrechos con el mundo carolingios para evitar ser absorbidos por los omeyas.
Ni cordobeses ni carolingios se hallaban en condiciones de imponerse a los
catalanes.
Gracias a las disensiones musulmanas, pudo Guifré ocupar sin grandes
dificultades la comarca de Vic, la extensa tierra de nadie entre carolingios y
musulmanes, y crear en ella el condado de Osona,
el obispado de Vic, y los
monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas; la fundación
de estos monasterios obedece al deseo de repoblar las tierra conquistadas y de
situar en ellas a los hijos de Guifré: en el primero ingresa como monje Adulfo, que aporta a Ripoll la parte
que le correspondía en la herencia paterna, y la primera abadesa del segundo
sería Emma, hija del conde.
En un documento de 890 Guifré asume también el título de marqués. Al
término de su gobierno, toda la Marca era efectivamente suya, pues sucedió a su
hermano Miró I el Viejo en Conflent (896), y poseía ya Urgell-Cerdanya desde
870, Barcelona-Girona-Osona desde 878, con la única excepción de Empúries, en
donde era conde Sunyer II. Un largo periodo de paz, iniciado en 857, había
permitido a Cataluña desarrollarse sin la amenaza de los musulmanes. Por el
contrario, relaciones pacíficas se establecían entre Francia y Córdoba a través
de Barcelona en un comercio del que los judíos eran los principales gestores y
los esclavos mercancía. En 891 Sunyer II hizo una expedición marítima a
Almería, como pirata y como mercader; pero en 883 las hostilidades comenzaron,
no con el amir, sino con Isma'il b. Musa,
el Banu Qasi que había fortificado Lérida, que acaso pretendía ocupar. El conde
murió en 897 como consecuencia de las heridas que recibiera en una batalla
contra los musulmanes. Dejará a su hijo Sunifred
II, el condado de Urgell; a Miró II,
los de Cerdanya y Besalú; a Guifré II
Borrell y Sunyer (conjuntamente)
los Barcelona, Girona y Osona (Vic) y a su hermano Radulf el de Besalú.
3. El condado de Barcelona desde los siglos IX
al XII
A la muerte del rey ilegítimo Eudes (898), los hijos y nietos de
Guifré reconocerían todavía como reyes a los decadentes monarcas carolingios
del siglo X, pero este legitimismo seguramente se teñiría cada vez más de
utilitarismo: era útil reconocer como autoridad superior a unos reyes que ya no
podían cambiar el esquema político catalán -la sucesión hereditaria-, pero
todavía podían mediante diplomas legitimarlo: donaciones más nominales que
efectivas de bienes fiscales a los condes catalanes y a sus colaboradores.
El hijo menor de Guifré, Sunyer, gobernó Barcelona-Girona-Osona de
911 a 947. Mientras, sus hermanos y sobrinos gobernaban en Urgell, Cerdanya y
Besalú; unos parientes ostentaban la dignidad condal en Empúries-Rosselló, y
unos condes, con los que pronto se establecerían lazos de amistad y vínculos de
parentesco regían las tierras de Pallars-Ribagorza. Ya desde el siglo X los
condados de Barcelona-Girona y Osona siempre unidos, con escasas excepciones,
constituyeron el soporte de una autoridad condal, la del conde barcelonés, que
parecía como la más importante de la vieja Marca, capaz incluso de negociar,
con el temible califato de Córdoba en nombre de todos los condes catalanes,
tratados de paz, de delimitación de fronteras y quizá el pago de tributos como
garantía de supervivencia. Sunyer representa esta época en que la dinastía
catalana ganó tiempo para arraigar y consolidarse en el poder.
La generación de los nietos y biznietos de Guifré, representada por Borrell II (948-992) y Ramon Borrell (992-1017/8), recogería
los frutos de esta labor, aunque no sin sobresaltos. Borrell II, que controlaba
con firmeza a la jerarquía eclesiástica de sus condados, intentó ir más allá y
romper los lazos de dependencia que unían a los prelados catalanes con el
arzobispo de Narbonne, último vínculo relativamente efectivo heredado de la
época carolingia. En compañía del obispo Atón
de Vic viajó el año 970 a Roma, donde consiguió que el papa consagrara a Atón
arzobispo y le encomendara, de hecho, la jefatura de la Iglesia catalana.
Si esta maniobra política hubiera tenido continuidad, sin duda,
Borrell habría fortalecido enormemente su poder en la vieja Marca, toda vez que
el control que ejercía sobre el prelado de Vic le permitiría indirectamente
intervenir en la vida política y religiosa de los restantes condados no
sometidos directamente a su autoridad. No obstante, al regreso del viaje a
Roma, Atón fue asesinado y el proyecto yugulado.
En la época que consideramos, algunas disidencias de miembros de la
nobleza, la revuelta de los magnates del condado de Besalú (957), la infidelidad
de algunos vizcondes y las confiscaciones de bienes decretadas por los
tribunales condales revelan que no toda la nobleza aceptó en bloque y sin
contrapartidas la autoridad de unos condes que ya se autoconsideraban
plenamente soberanos.
Estos primeros nobles rebeldes debían considerar a las familias
condales catalanas como unos linajes afortunados que en el tránsito del dominio
carolingio a la independencia habían conseguido privatizar un cargo público, el
más importante de Cataluña. Algunos linajes probablemente aspiraban sin fortuna
a emularlos, otros se conformaron con privatizar la posesión de los castillos
cuya guardia les había sido encomendada. Diríamos que las fuerzas disociadoras
pugnaban por disputar a los condes el control del territorio, pero que
demasiado débiles todavía se limitaron a arañar parcelas de poder.
Titulándose duques, a veces, y príncipes casi siempre, Borrell II y
su hermano Miró afirmaban su
absoluta independencia. En 977, siendo ya Borrell conde único por fallecimiento
de Miró (966), un documento contiene la primera neta declaración de
independencia: "año veintitres de
Lotario, rey de Francia, imperante sin embargo entre nosotros nuestro señor
Jesucristo". El conde Barcelona pasaba a serlo, como todos los reyes,
por la gracia de Dios.
Borrell II y Ramón Borrell fueron, de hecho, monarcas fuertes y
necesarios. Los embajadores de Borrell viajaron al menos cuatro veces (950,
966, 971, 974) a la corte califa, en Córdoba, para tratar del mantenimiento de
la paz con el poderoso vecino del sur y asegurar la estabilidad de las
fronteras. Al final, el deterioro de la situación social y política de
al-Andalus, como bien es sabido, condujo a la dictadura de Almanzor, quien descargó una terrible razzia sobre Barcelona el
verano de 985. Fue como una prueba de fuerza para los viejos condados. Borrell
no pudo evitar el alud y los defensores de Barcelona -nobles, eclesiásticos,
ciudadanos- , gente de la ciudad y gente venida de otros condados para la
defensa, perecieron en la lucha o fueron esclavizados y llevados a Córdoba para
su venta o rescate. A Borrell le correspondió después de reorganizar el
gobierno y defensa de sus condados, y a sus súbditos, especialmente los
eclesiásticos, reunir el dinero -testamentarías, limosnas- para liberar a los cautivos
de las cárceles de Córdoba. A nivel de psicología colectiva es probable que los
hechos de 985 actuaran como una especie de aldabonazo sobre la conciencia de
grupo que quizá, entonces empezaba a formarse. Los dirigentes nobles y
eclesiásticos de aquella sociedad -un puñado de familias- interesados todos en
la defensa de la frontera y de su baluarte, Barcelona, debieron entonces más
que nunca cerrar filas detrás de Borrell y su sucesor, Ramón Borrell, el hombre
que, cuando empezaba la desintegración del califato, les llevó a la lucrativa
expedición de 1010 a Córdoba.
La ayuda solicitada por Borrell II al rey Lotario de Francia nunca
llegó. Más tarde Hugues I Capeto,
primer rey de la nueva dinastía Capeta en Francia, por medio de Gerbert, su secretario, prometió
socorrerlo, con la condición de que el conde de Barcelona reconociera la
legitimidad de la nueva dinastía. Sin embargo, después de que Borrell pudiera
restaurar sus estado sin ayuda exterior, quedó demostrado que si no podía
llegar auxilio militar tampoco el rey de Francia podría combatir las veleidades
independentistas de los condados catalanes de la frontera, por lo que Borrell
no hará acto explícito de vasallaje hacia los Capetos. Al morir en 992, Borrell
II fue sucedido por sus hijos Ramón Borrell en el bloque condal barcelonés,
mientras que su segundo hijo Ermengol
heredó el condado de Urgell, que Borrell había recibido a la muerte de su tío
Sunifred II en 948. El linaje de Ermengol I perduró hasta 1231, aunque el
condado pasó a la Casa de los Vizcondes
de Cabrera (1199-1314), tras una larga querella sucesoria, y en 1314 fue
integrado en la Corona.
Desde su asunción al trono condal, Ramón Borrell, con la ayuda
constante de su hermano Ermengol de Urgell, había suprimido toda relación con
Francia, mostrando en cambio más decidido interés todavía que su padre en la
ganancia de tierras al Islam. En consecuencia los musulmanes habían penetrado
en el Bagés entre los años 1000 y 1002 haciendo sufrir daños a Manresa. Apenas
muerto Almanzor, el conde de Barcelona hizo una expedición hasta los
alrededores de Lérida. 'Abd al-Malik,
hijo de Almanzor, replicó con una campaña hasta Igualada y Manresa (1003) que,
forzó a Ramón Borrell a solicitar la paz, según los cronista musulmanes.
Aprovechando el amplio descontento que los árabes y muladíes, en
especial el pueblo de Córdoba, cuyos sufrimientos habían sido muy grandes,
sentían hacia los bereberes, Wadih,
comandante de los tropas de Toledo y Medinaceli, intentó a su vez la revolución contra el califa Sulayman,
impuesto con ayuda castellana en 1009 y a favor del depuesto Muhammad II;
para compensar su debilidad, Wadih entró en negociaciones con Ramón Borrell y
su hermano Ermengol. Las tropas catalanas se reunieron en Montmagastre y,
juntándose en Toledo con las musulmanas, llegaron a componer un ejército de
cuarenta mil hombres. En el castillo de El Vacar, Sulayman fue derrotado (22 de
mayo de 1010) y huyó a Játiva. En la batalla murió Ermengol. Los berberiscos
con su jefe Zawi b. Ziri al frente,
evacuaron Córdoba retirándose hacia el sur. Los catalanes hicieron su entrada
causando aún mayores daños que los anteriores ocupantes, cristianos o
musulmanes. En esta ocasión Madinat al-Zahra fue destruida. Los catalanes
persiguieron a los berberiscos, refugiados en la serranía de Ronda, pero
sufrieron una derrota a orillas del Guadiaro (21 de junio de 1010). Entonces
volvieron cargados con su botín a Barcelona. La repoblación adquiere, enseguida
un ritmo más rápido. Los obispos de Vic repueblan Calaf y la Segarra, y aparecen
colonos en la conca de Barberá y el Campo de Tarragona.
El 25 de febrero de 1018, regresando de su segunda expedición a
Córdoba, había muerto Ramón Borrell. Su hijo Berenguer Ramón I, llamado el
Curvo quizá por un defecto físico, solo tenía doce años. Bajo la regencia
de su madre la enérgica Ermesinda o Ermessendis y con la ayuda del famoso
abad Oliba de Ripoll -que no
tardaría en convertirse en obispo de Vic- el gobierno se mantuvo. La influencia
religiosa y cultural de Oliba hicieron de Cataluña uno de los centros más
importantes de Europa.
Los cronistas posteriores reprocharán a Berenguer Ramón I su
pacifismo; sin embargo, las luchas eran continuas en la frontera occidental y
la repoblación progresaba por la Segarra. En el momento de morir (1035) hizo un
reparto dejando al mayor de sus hijos, Ramón
Berenguer I el Viejo, Barcelona y
Girona, al segundo, Sanç, las marcas
del sur del Llobregat (Olérdola) y al tercero, Guillem, el condado de Osona. El reparto previsto en el testamento
de Berenguer Ramón el Curvo no alteró
la unidad de Cataluña por dos razones, primera porque la madre del difunto,
Ermesinda, conservó el condominio que su marido Ramón Borrell le otorgara y,
con ello, la dirección política de los tres condados, y segunda por que los
hermanos mayores Sanç y Guillem hicieron cesión de sus derechos al mayor en
1049 y 1054 respectivamente. Algunos importantes colaboradores de la anciana
condesa, como el abad Oliba, el juez Ponç
Bonfill o el obispo Pere de Girona,
contribuyeron muy eficazmente al mantenimiento de la unidad. El largo reinado
de Ramón Berenguer el Viejo, que sobrepasó los cuarenta años, permitió
consolidar Cataluña mediante la sumisión de todos los condados al gobierno de
Barcelona; es lícito considerarle como el fundador del principado.
La alianza estrecha con Ermengol
III, conde de Urgell, resultó precisa para Ramón Berenguer; su persistencia
indicaba la identidad de puntos de vista en el seno de de la comunidad
catalana. Esta alianza atrajo hacia Lérida y contra los Banu Hud de Zaragoza el impulso barcelonés; al mismo tiempo ofreció
ayuda decisiva para el sometimiento de Cerdeña a vasallaje. En 1050, recobrada
definitivamente Ager, los catalanes se habían apoderado de Camarasa (1060) y
estaban emprendiendo amplios movimientos de repoblación que cerraban
enteramente a los demás condados el camino hacia la frontera del Islam. Las
malas relaciones que desde 1039 separaban a Ermesinda de su nieto, favorecieron
los intentos de Mir Geribert,
vizconde de Barcelona, pariente de la dinastía y auténtico gestor de los
intereses de Sanç. Mir quería constituir un dominio propio al otro lado del
Llobregat. Para impedirlo Ramón Berenguer se reconcilió con su abuela, indujo a
Sanç a renunciar, y emprendió una guerra interior hasta dominar el Vallés y el
Penedés.
En esta guerra se mezcló con otras cuestiones como el matrimonio del
conde de Barcelona con Almodis de La
Marche, que había sido repudiada sucesivamente por sus dos maridos, Hugues de Lusignan y Pons de Toulouse, o la enemistad
renacida de Ramón Berenger y Ermesinda. Pero en 1059 la lucha había terminado:
Mir Geribert estaba sometido y la anciana condesa renunció a todos sus
derechos. El Noguera ribagorzana se incorporaba por este tiempo a Cataluña.
Hacia el sur, Tarragona, ya era claramente el objetivo pues en este mismo año
se nombra vizconde de esta ciudad a Bernat
Amat de Claramunt. En 1063, Ramón Berenguer y Ermengol de Urgell firmaban
un pacto comprometiéndose a defender los dominios recíprocos. El condado de
Urgell se reconocía vasallo de Barcelona.
Hacia 1070 Almodis adquirió
para su hijo Ramón Berenguer II
los derechos hereditarios del condado de Carcassonne-Razès y puso así los
cimientos del imperio occitánico de Cataluña. Esta política costaba mucho dinero.
Se estima que el desembolso efectuado ascendía a diez mil onzas de oro, suma
enorme para la época. La procedencia de tal cantidad de oro procedía de las
parias de Lérida, Tortosa y Denia, que los condes de Barcelona percibieron en
una tasa al parecer mucho más elevada que la que cobraban los castellanos.
Almodis trataba de favorecer a sus propios hijos con estas compras en
detrimento del infante Pere Ramón,
nacido del matrimonio anterior con Isabel de Beziers. Entre él y su madrastra
se engendró un odio tan grande que, el 16 de octubre de 1071, Pere Ramón
asesinó a Almodis. El Papa Gregorio VII castigó al asesino con una dura
penitencia de 24 años, que no llegó a cumplir porque murió en Tierra Santa
antes que su padre.
Ramón Berenguer I llevó a término una gran obra legislativa,
promulgando (hacia 1064), asistido de sus barones, los Usatges de Barcelona, el
primer derecho consuetudinario de Cataluña. El conde murió en 1076 y fue
sepultado en la nueva catedral de Barcelona, construida en 1058, al lado de su
esposa Almodis, madre de dos gemelos, Berenguer y Ramón.
Al morir Ramón Berenguer I, le sucedieron sus hijos gemelos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, cuyo gobierno
conjunto (1076-1082) empezó con grandes ambiciones y terminó en desastre. Durante
los periodos en que la Taifa de Zaragoza, bajo la dinastía de los Banu Hud se
dividía para dotar a los distintos miembros de la dinastía, los condes de
Barcelona a veces había podido cobrar parias de las taifas resultantes de ello,
Lérida y Tortosa, más débiles. A cambio de estas parias, los condes de
Barcelona daban su alianza contra Zaragoza. En algún momento entre 1076 y 1078,
los gobernantes gemelos de Barcelona negociaron un acuerdo con el conde Ermengol IV de Urgell, por el que el
gobernante de las tierras altas pasó a ser aliado-capitán mercenario de los
gemelos en un plan que tenía por objeto cobrar parias, no solo de Lérida y
Tortosa sino también de Valencia, Denia, Murcia y Granada. Tenían el propósito
de imponer su soberanía a todo el mundo musulmán de la costa mediterránea. La
recompensa para el conde de Urgell sería una parte de las parias todos los
años.
A pesar de la unión de la fuerza de Barcelona y la de Urgell, estas
ambiciones rebasaban sus perspectivas verdaderas. Una campaña contra Murcia que
se reemprendió en 1077, incluso aliados con al-Mu'tamid de Sevilla, chocó con los recursos superiores de al-Ma'mun de Toledo, que tenía la
ciudad de Murcia en su poder. La expedición barcelonesa tuvo que retirarse.
Puede que la continua frustración de sus planes contribuyera al creciente
distanciamiento de los gemelos. Sea como fuere, un día de 1082 encontraron el
cadáver del conde Ramón Berenguer II en un barranco de Barcelona, víctima,
evidentemente, de un asesinato. A pesar de que negó toda responsabilidad en lo
ocurrido, enseguida se sospechó del hermano del muerto. A partir de ese momento
el gobierno de Berenguer Ramón II se vería dificultado por la continua
oposición de una parte de la nobleza del condado, que se agrupó alrededor de la
viuda del asesinado.
En 1083 Berenguer Ramón se unió a Sancho Ramírez de Aragón para apoyar a al-Mundhir de Lérida contra el ataque de al-Mutamin de Zaragoza y
su aliado el Cid Campeador, pero
fueron derrotados y hechos prisioneros en la batalla de Almenar. El conde de
Barcelona fue liberado con la condición de que se retirase de la alianza. A
principio de 1086 secundó a al-Mundhir en su intento de impedir que Alfonso VI introdujese al ex-rey de Toledo, al-Qadir en Valencia, pero las tropas
leonesas al mando de Álvar Fáñez
lograron su objetivo. Después de 1086 el Cid dejaría de estar al servicio de
Zaragoza y empezaría a edificar un principado para sí mismo basándose en las
parias de Valencia. Esta confrontación parecía estar bastante más igualada, y
en 1089 Berenguer Ramón intentó poner sitio a Valencia con el propósito de
quedarse con ella. Sin embargo, un contrabloqueo por parte de Rodrigo Díaz le
obligó a renunciar a ello. Al morir al-Mundhir de Lérida en 1090, pareció que
el Cid estaba a punto de imponer su autoridad a aquella taifa. Pero Berenguer
Ramón volvió a intervenir, esta vez aliado con al-Musta'in de Zaragoza, aunque solo le sirvió para que una vez más
le derrotaran y apresaran, en ocasión en la batalla de Tevar. Entonces el Cid
implantó su control indirecto sobre aquella ciudad y directo sobre Valencia en
1094.
Al parecer, en 1096 o 1097 sus enemigos internos le obligaron a
someterse a un duelo judicial para demostrar que era inocente del asesinato de
su hermano. El conde fue vencido en la ordalía, tuvo que abdicar y se exilió en
Tierra Santa, donde murió al cabo de algún tiempo. La Corona condal pasó
entonces a Ramón Berenguer III
(1097-1131), hijo del difunto hermano del fratricida. El nuevo conde tenía solo
15 años de edad cuando subió al trono, estaba destinado a reinar durante mucho
tiempo y más tarde recibiría el apodo de "el Grande".
4. El reinado de Ramón Berenguer III el Grande
Barcelona iba a vivir bajo la sombra de un inminente ataque
almorávide durante los siguientes veinte años, y parecía que el joven conde
poco podía hacer, por sí mismo, para cambiar la situación de forma fundamental.
Pero en 1104, Ramón Berenguer III participó en la toma de Balaguer; la caída de
esta fortaleza situada a orillas del río Segre dejó vía libre para la comunicación,
la coordinación y la cooperación con Aragón contra el enemigo común. Casi la
misma importancia, a la larga, tuvo el hecho de que esta iniciativa contribuyó
a que el condado de Urgell, donde se hablaba el catalán, permaneciera fuera de
la órbita de Aragón, cuya lengua era el castellano.
El difunto rey de Aragón, Pedro I, había sido nombrado heredero del
condado de Urgell por Ermengol IV, antes de 1086, por si este moría sin dejar
descendientes directos. La madre de Ermengol era hija de Ramiro I de Aragón. Tal vez fue una suerte para Barcelona que
Ermengol V se casara con una hija del magnate leonés Pedro Ansúrez, por lo que cuando el de Urgell fue muerto en
Mollerusa en 1102 Ansúrez se hizo cargo de la regencia del condado. La ayuda
para Barcelona sería la misma, pero la amenaza de engrandecimiento de Urgell
fue menor en el caso del leones de lo que hubiera sido de haber recaído en
Alfonso I de Aragón. Así, las cosas, Pedro Ansúrez juzgó necesario jura
fidelidad al aragonés y prometer que el joven Ermengol VI haría lo mismo cuando se hiciera cargo personalmente
del condado. Con todo, en conjunto parece que a principios del siglo XII la
incorporación de todos los condados catalanes en el ascendiente reino de Aragón
parecía más probable que el nacimiento del peculiar título de conde-rey de
Barcelona y Aragón.
Ramón Berenguer III actuó con rapidez para consolidar el reino que iba a nacer. En octubre de 1107
concertó el matrimonio de su hija María, que tenía entonces siete años con el
conde Bernat III de Besalú, que era
viudo, contaba más de cincuenta años y no gozaba de buena salud. Una de las
condiciones del matrimonio era que a falta de hijos de esta curiosa unión, los
dominios del conde pasarían al condado de Barcelona al morir él. Cuando murió
Bernat III en 1111, antes de que pudiera engendrar un hijo, su condado de
Besalú y el territorio asociado de Vallespir pasaron al condado de Barcelona.
Al cabo de seis años la importancia de esta agregación de territorio se vio
aumentada todavía más cuando el conde Bernat
Guillem de Cerdanya murió. Amigo íntimo y colaborador del barcelonés, que
era también su pariente más próximo, el conde murió sin hijos y el condado de
Cerdanya y sus comarcas asociadas del Conflent, el Capcir y Berga pasaron a ser
controladas por Ramón Berenguer. En conjunto, estas adquisiciones incrementaron
las tierras que se encontraban bajo el control político directo de Barcelona.
Rosselló y Empúries en el norte, y Urgell y Pallars en el oeste, seguirían
relacionados políticamente solo por vínculos de vasallaje durante muchos años,
pero entre las tierras de lengua catalana la preponderancia de los condes de
Barcelona se había vuelto indiscutible.
Durante la segunda mitad del siglo XI los condados de Carcassonne y
Razès pasaron a poder de la familia condal catalana, pero esta los perdió luego
en beneficio del valiente vizconde Bernard
Atto de Béziers. Posteriormente, el vizconde había cedido la posesión de
Razés a Alfonso I de Aragón.
Renunciando al intento de conquistarlos, el conde de Barcelona reconoció en
1112 la posesión de los mismos por parte de Bernard y de Alfonso si estos se
avenían a tenerlos en calidad de feudos con derecho a una posible devolución a
Barcelona. Unos cuantos meses después de la resolución de este asunto, Ramón
Berenguer contrajo matrimonio con la heredera Dulce de Provenza. Esta unión le convirtió en conde de Provenza
también, lo cual le permitía controlar todo el litoral del sur de Francia desde
los Alpes franceses hasta el Ródano. Este hecho puso contra él los intereses
del emperador alemán Enrique V, de
los Baux, los magnates provenzales,
y de los condes de Toulouse.
Consecuencia inseparable de todo ello fue la aparición de Barcelona
como potencia en los asuntos marítimos y navales del Mediterráneo occidental.
La presencia de mercaderes y piratas musulmanes que operaban desde hacía siglos
venía preocupando a los navegantes de aquel litoral, y el conde de Barcelona se
uniría ahora a los pisanos y al Papado para tratar de ordenar el equilibrio
naval frente a la costa meridional de Francia. En 1113 el Papa Pascual II respondió a las peticiones
de los pisanos a predicar una cruzada contra los musulmanes en el mar; y aquel
mismo año zarpó una expedición en la que había barcos de toda la costa
occidental de Italia desde la Lombardía hasta Roma. Una parte de esta flota
pasó el invierno en la costa de Cataluña, donde entabló negociaciones con Ramón
Berenguer, que aceptó la jefatura de la empresa y accedió a organizar el
refuerzo de la misma. A comienzos del verano de 1114 una flota con un ejército
integrado por contingentes de Barcelona, Narbonne, Montpellier, Nimes y
Provenza, además de Pisa, se hizo a la mar y conquistó Ibiza a principios de
agosto. Luego se dirigió a Mallorca y en abril del año siguiente ya había
tomado la capital. A la larga resultaría imposible de mantener unidas a las
abigarradas fuerzas que componían la expedición, y en 1116 la isla sería
reconquistada por una flota almorávide enviada por el amir 'Alí b. Yusuf. Diez años después, en 1127, incluso la orgullosa
Génova pidió y obtuvo la misma protección y los mismos derechos en los puertos
catalanes de los que ya gozaban los barcos de Montpellier, y accedió a pagar
diez morabetinos por nave a cambio de ellos. El conde se vio envuelto en
importantes operaciones militares en Provenza con la casa de magnates de Baux
durante una visita que efectuó en 1116 y ello demostró claramente que las
posesiones nuevas serían fuente de debilidad en lugar de fuerza. Ante esta
posibilidad, Ramón Berenguer firmó en septiembre de 1125 un tratado de
partición con el conde Alfonse-Jordán
de Toulouse. En virtud del tratado, Barcelona cedía a Toulouse la totalidad de
la Provenza desde el río Durance en el norte hasta el río Isère. A cambio de
ello, Toulouse reconocía los derechos de Barcelona a la totalidad de la costa
provenzal en el norte hasta el Durance, y desde los Alpes hasta el Ródano.
Hacia el sur, la siguiente llanura costera que valía explotar era la
que la antigua ciudad romana de Tarragona dominaba desde lo alto de su colina.
No obstante, este domino potencialmente rico se encontraba desierto en gran
parte desde hacía siglos debido a su posición de frontera. Los barceloneses
habían permanecida posados en su borde septentrional, en lo que es actualmente
Villafranca del Penedés, hasta que los ataques almorávides de 1107 borraron del
mapa el asentamiento cristiano que había allí. Ahora el rechazo de los
almorávides ante Barcelona misma en 1107-1108 y, más recientemente, la tremenda
derrota que las fuerzas conjuntas de Zaragoza y Valencia sufrieron en las
afueras de Barcelona en 1114, mientras Ramón Berenguer estaba ocupado en las
Baleares, dejaron la vía libre para un nuevo intento de expansión al sur. En
1116, el papa Pascual II expidió una bula de cruzada cuyo objeto era liberar
Tarragona de los musulmanes. Su sucesor, Gelasio
II, nombró a Oleguer de
Barcelona arzobispo de Tarragona en 1118 y estipuló que musulmana Tortosa,
quedara sometida a su jurisdicción cuando fuera conquistada. Las victorias de
Alfonso I de Aragón en Zaragoza en 1118 y Cutando en 1120 fueron las que
permitirían que Barcelona avanzara hacia el sur siguiendo la sota mediterránea.
Las dos batallas citadas rompieron para siempre el poderío de los almorávides
en la llanura del Ebro y obligaron a las antiguas ciudades sometidas de Lérida
y Tortosa a depender de sus propios recursos. Ante el peligro de conquista de
Alfonso I ambas ciudades aceptaron en 1119 y 1120 la soberanía de Barcelona.
Ambas reanudaron el pago de parias. A partir de entonces ninguna pudo seguir
bloqueando el avance de Ramón Berenguer por la llanura de Tarragona. No
obstante, la resistencia local en los hinterlands
de Tarragona seguía siendo fuerte aunque se hubiera anulado a sus protectores
más poderosos. El sucesor de Gelasio, Calixto
II (1119-1124), intentaría colocar a Oleguer al frente de una cruzada, pero
no obtuvo ningún resultado tangible. El primero, desesperado de hallar una
forma mejor de asegurar los territorios de su sede metropolitana, en 1128 los
concedió en feudo al aventurero normando Robert
Burdet. A partir de entonces la fuerza de los cristianos en los alrededores
de Tarragona empezó a crecer progresivamente, pero cuando el arzobispo Oleguer
murió en 1137 aún no le había resultado factible establecer su residencia en su
propia capital provincial.
Hacia el final de su reinado el mismo Ramón Berenguer III se mostró
más preocupado por los problemas de su frontera occidental. Estaba claro que
Alfonso I de Aragón tenía la mirada puesta tanto en Lérida como en Fraga, y la
capacidad de resistencia de las dos ciudades musulmanas inspiraba poca
confianza. Si pasaban a poder del nuevo Aragón, Barcelona se encontraría
encerrada de forma permanente en una pequeña bolsa del norte peninsular. En tal
caso, su único destino posible habría sido convertirse en una extensión
territorial del Languedoc, o bien en un satélite del gran Aragón, cuando no en
parte del mismo. Ante el peligro aragonés, Ramón Berenguer negoció el
matrimonio de su hija mayor, y la alianza consiguiente, con Alfonso VII de
León-Castilla.
Durante treinta y cinco años el condado de Barcelona se había
metamorfoseado en el "reino de Cataluña", o casi. Puede decirse que
también se había transformado en un reino imperial cuya influencia y poder se
extendía a lo largo de la costa meridional de Francia y que tenía amigos
significativos entre las potencias marítimas de la costa occidental de Italia.
El 19 de julio de 1131 Ramón Berenguer III dejó la mayor parte de este legado a
su primogénito y sucesor, Ramón
Berenguer IV, que a la sazón contaba diecisiete años de edad. Provenza la
separó del resto y se la legó a sus segundo hijo, Berenguer Ramón.
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Condes de Barcelona-Gerona-Osona |
5. La evolución política en el resto de
condados catalanes: Cerdanya, Besalú, Empúries, Rosselló, Urgell, Pallars y
Ribagorza.
El bloque de condados formados por Barcelona-Girona-Osona, heredados
por Guifré II y su hermano Sunyer constituyeron los territorios con
posibilidades reales de expansión, tanto por dominar el litoral catalán, como
por ser zona de frontera con posibilidades de reconquista. Incluso, como se ha
visto, se les sumó el condado occidental de Urgell, aunque no llegó a
integrarse en el bloque, pues fue rápidamente desgajado a favor de Ermengol I.
Los condados interiores y transpirenaicos quedaron en manos de otras ramas de
la dinastía que con diversas vicisitudes consiguieron sobrevivir a la
supremacía barcelonesa, unos hasta principios del siglo XII y otros incluso
hasta el siglo XV. Los condados de Ribagorza y Pallars, aunque tuvieron un
origen común bajo una dinastía distinta a la Bellónida, se integraron, el
primero en Navarra, y luego en Aragón, y el segundo en la Corona
Catalano-aragonesa.
a) Condados de Cerdanya-Besalú
Los condados de Cerdanya y Conflent constituyeron la rama menor de
los descendientes de Guifré I el Pilós. En 897 estos condados fueron poseídos
por Miró II (897-927), quien heredó
el de Besalú, después de la muerte de su tío Radulf en 920. Al morir, fiel a la
tradición patrimonial da la dinastía los condados se dividieron, Cerdanya para Sunifred II (927-965/8), mientras que
Besalú pasó a su segundo hijo Guifré II
(927-957),quien hizo algunos viajes a la corte de Francia, y murió asesinado en
las sublevaciones nobiliarias citadas más arriba. Al no tener descendencia
Besalú pasó a su hermano mayor. En 965 ó 968 murió Sunifred II y ambos condados
volvieron a separarse, en manos de los dos hijos de Miró II que aún vivían:
Cerdanya lo gobernaron mancomunadamente Miró
III Bonfill y Oliba I Cabreta, que combatió a Roger el
Viejo, conde de Carcasonne (981) de la casa de Commiges, y en Besalú lo heredó
Miró III Bonfill, obispo de Girona, quien mantuvo relaciones literarias con
Gerbert y que tuvo que luchar con Borrell II de Barcelona, que invadió su
territorio; concurrió al concilio romano de 983. Muerto Miró III, volvieron a
quedar unidos los dos condados en manos de Oliba Cabreta. Este conde, acompañado del abad Guari, de Sant Romuald y
de Juan Gradénigo emprendió un azaroso viaje a Italia (988), donde pasó sus
últimos años en el monasterio de Montecassino. En 988 abdicó y se produjo un nuevo reparto de los condados, esta
vez definitivo, entre sus hijos: Bernat
I recibía Besalú, Guifré II el de Cerdanya y un tercer
hijo, luego famoso abad, Oliba II se
convertía en conde de Berga y Ripoll (988-1002/3). El conde Oliba renunció a
sus condados, entregando Ripoll a su hermano Bernat y Berga a Guifré, para
ingresar en el monasterio de Ripoll, del que se convirtió en abad en 1008. En
1018 fue nombrado obispo de Vic, y una de las personalidades religiosas y
políticas más influyentes de Cataluña en su época.
Bernat I, llamado Tallaferro, por su vigor y padre de la patria por
su acierto en el gobierno hizo un viaje a Mallorca y consiguió la erección de
Besalú en obispado y la supresión del convento de San Juan, cuyos monjes eran
acusados de diversos delitos. De este modo, extendió más firmemente su domino y
añadió a sus títulos el de conde de Ripoll (1003). Auxilió más tarde (1020) a
Gausfred II de Rosselló contra su tío Hug I de Empúries, y participó en la
expedición a Córdoba de 1010. En un viaje a Provenza para tratar sobre el
casamiento de su hijo, quiso atravesar el Ródano a caballo, y murió ahogado. La
sucedió su hijo Guillem I
(1020-1052) en los condados de Besalú y Ripoll, que fue excomulgado por sus
expropiaciones de bienes eclesiásticos y murió en 1052, sucedido conjuntamente
por sus hijos Guillem II y Bernat II. Iracundo y violento de
carácter, Guillem murió asesinado por sus súbditos. Bernat II, casado con Ermengarda de Empúries, protegió a los
legados del Papa contra las imposiciones del arzobispo de Narbonne. Fue hecho
caballero de la iglesia romana, a la cual estaba obligado a satisface un
tributo. En parte ejerció como regente por su sobrino Bernat III, quien le sucedió a su muerte en 1097. Bernat III fue el
último conde de Besalú de esta dinastía. Estaba casado con una hija de Ramón
Berenguer III, y en virtud de los pactos instituidos entre ellos, en caso de
morir sin descendencia, el conde barcelonés debía ser su heredero universal.
Así sucedió que a su muerte en 1111, la casa de Barcelona aumento sus
territorios con Besalú y Ripoll.
En el condado de Cerdenya, Guifré II participó a lado de Ramón
Borrell de Barcelona, Bernat I Tallaferro
de Besalú y Ermengol I de Urgell, en la defensa de la incursión de Abd al-Malik al-Muzaffar contra la
Segarra y Ribagorza, en la batalla de Torá. Heredó Berga de su hermano Oliba y
en 1035 se retiró como monje al monasterio de Sant Martí del Canonigó, muriendo
en 1049. Repartió sus posesiones entre sus dos hijos mayores: Ramón I heredó la Cerdanya y el menor Bernat I, el condado de Berga, que a su
muerte en 1050 pasó a un tercer hermano, Berenguer
I. Sin embargo, la elección de Berenguer en ese mismo año como obispo de
Girona, le llevó a renunciar a Berga y cederla a su hermano Ramón. Su hijo y
sucesor Guillem I fue conde de
Cerdanya, Berga y Conflent y senescal de Barcelona. Casó con Sança, la hija de Ramón Berenguer I de
Barcelona, por lo que fue tutor de su sobrino Ramón Berenguer III el Grande. En
1094 cedió el condado de Berga a sus dos hijos Guillem II y Bernat I
(II de Berga) para gobernarlo conjuntamente; no obstante, el condado de
Cerdanya fue heredado únicamente por el hijo mayor, Guillem, quien contribuyó a
restaurar a su primo Bertrand en el condado de Tolosa que le había sido
arrebatado por el duque de Aquitania. En 1102 viaja hasta Palestina como
cruzado acompañando a Raymond IV de
Toulouse, hermanastro de su madre. En 1105 sustituyó a su tío, por elección del
ejército y voluntad del difunto, en el mando de las tropas en el asedio de
Trípoli, y fue conocido por los árabes como al-Cerdaní. En 1109 el ejército
cruzado conquistó Trípoli y Guillem consiguió muchas victorias frente a los
musulmanes. Cuando su primo Bertrand
llegó a Palestina para reclamar las posesiones de su padre, Guillem Jordá no
quiso entregárselas, pretextando que las tierras de Raymond le pertenecían por
derecho de herencia y que además las había defendido y aumentado. Obligado por
el rey de Jerusalén, Guillem Jordá conservaba Tortosa y Arqa, y a Bertrand se
le adjudicaban Jebail y Trípoli en cuanto fuera conquistada. Cuando Bertrand
tomó posesión de la ciudad, Guillem Jordá fue alcanzado por una flecha. Parece
ser que intervino en una escaramuza entre dos mozos y cuando intentaba
pararlos, alguien disparó el arco. La sospecha recayó en Bertrand, pero nada
pudo probarse y se hizo con las tierras de su primo.
Su sucesor fue su hermano Bernat, que luchó con Ramón Berenguer III
por la posesión del condado de Besalú, al ser esté feudo de Cerdanya. A pesar
de esta oposición, renunció a favor de
su primo y cuando se extinguió con él su dinastía en 1117/8, Cerdanya, Berga y
Conflent pasaron a manos de Barcelona.
b) Los condados de Empúries y Rosselló.
El conde Sunyer II poseía
ya Empúries desde 862 y Rosselló pasó a su poder a la muerte de Miró I el
Viejo, hermano de Guifré I el Pilós. Su hermano Delá fue conde adjunto de Empúries hasta su muerte en 894. Junto
con su hermano intentaron ocupar el condado de Girona, pero Guifré I se lo
impidió. En 888 viajó a Orleans para rendir homenaje al rey Eudes I de Francia, y en 891 inició una
expedición marítima contra Pechina, cerca Almería, alcanzando una tregua que se
extendió durante las primeras décadas del siglo X. A su muerte sus condados son
heredados conjuntamente por sus hijos Benció
(915-916) y Gausbert (915-931), el
cual reedificó la iglesia de Empúries, donde una inscripción conmemora sus
victorias, calificándolo de héroe triunfante. Gausbert fue sucedido por su hijo
Gausfred I (931-991), a favor del cual el rey Lotario expidió un diploma
(981) concediéndole ciertas tierras y tratándolo con el título de duque. Al
morir repartió sus condados entre sus hijos: Hug I recibió Empúries y Peralada, y Guislabert I Rosselló. La separación de los condados significó la
desvinculación definitiva de unos territorios que habían permanecido como parte
de herencias indivisibles desde la época carolingia.
Posiblemente partió de Guislabert I la iniciativa de cambiar la
residencia habitual de Castellrosselló
por la de Perpiñán. Por su parte, Hug I tomó parte en la expedición de los
condes catalanes a Córdoba en 1010, organizados por Ramón Borrell de Barcelona,
en la que los cristianos fueron derrotados y en su retirada saquearon Córdoba.
En 1113 murió Guislabert I de Rosselló, y Hug trató de unificar los condados
que habían sido divididos en el testamento de Gausfred. Además disputó el
condado a su sobrino Gausfred II,
que contaba con la ayuda de Bernat I Tallaferro de Besalú. Finalmente ambos
firmaron la paz en 1020, para lo cual debió mediar el obispo Oliba, antiguo
conde de Berga y Ripoll hasta 1003; el Rosselló quedó en manos de Gausfred II.
En 1018, tras la muerte de Ramón Borrell de Barcelona, Hug de
Empúrias aprovechó la minoridad de Berenguer Ramón I para intentar recuperar el
dominio de Ullastret, que había
vendido a Ramón Borrell. El conde de Empúries alegó que el pacto era nulo
porque se había suscrito durante su minoría y, sobre todo, que el territorio se
encontraba dentro de Empúries y correspondería al conde su soberanía.
Ermessenda, regente del condado de Barcelona, propuso someter la cuestión a
juicio, pero Hug rechazó la idea y quiso que el asunto lo resolvieran en
singular batalla un caballero suyo y uno de la condesa. Ermessenda se negó
porque el procedimiento propuesto por Hug no estaba permitido en la ley gótica.
El conde invadió entonces Ullastret, y Ermessenda pidió ayuda a Bernat
Tallaferro de Besalú. Entre ambos consiguieron contener a Hug y llevar el
delicado asunto a juicio. En 1019 los jueces de los obispados de Girona, Osona
y Barcelona, bajo la presidencia del prestigioso abad Oliba y de Bernat
Tallaferro dieron la razón a Ermessenda. La decisión fue aceptada por Hug, que
a finales del mismo año, acompañó a la condesa y a su hijo a la fundación de la
vida canónica de la iglesia de Girona y ofreció para su dotación un censo sobre
la villa de Castelló. En 1021 Hug tuvo desavenencias con el abad Pere, del
monasterio de Rodes, después de haber participado en actos de pillaje contra
sus posesiones, junto con otros nobles de la zona. El abad escribió al papa
Benedicto VIII suplicando que amenazase con el anatema a los que no
restituyesen los bienes enajenados, pero él mismo pidió que no se excomulgara a
Hug, lo que demuestra que los problemas se solucionaron.
Dos años después (1023) el abad Oliba debió intervenir de nuevo para
solventar las diferencias entre Hug y los condes de Cerdanya y Besalú. El
historiador Ramón d’Abadal opinaba que la época en la que gobernó Hug de
Empúries se caracterizó por una gran desintegración política en la que los
condes pretendieron obtener las superior autoridad de los reyes. En el proceso
que enfrentó a Ermessenda, el conde, argumentó que debería tener la misma
potestad en su condado que el rey en su reino. D’Abadal interpretó esto como un
producto del desorden jurídico y de la falta de una autoridad soberana. Por su
parte, Gausfred II de Rosselló intervinó en 1025 en Perpiñán, donde su padre
había fijado la residencia de los condes de Rosselló, en la consagración de la
iglesia de San Joan.
A la muerte de Hug I en 1040 le sucedió su hijo Ponç I (1040-1078). Durante su
gobierno se constituyó y consagró el Convento de Sant Miuqel de Fluviá (1045) y
se comenzó la construcción de la catedral de Castelló de Empúries, consagrada
en 1064 con la presencia de Ponç, Ramón Berenguer I y Almodis, condes de
Barcelona y Guillem II de Besalú. Su poítica estuvo destinada a asegurar las
buenas relaciones con sus vecinos y vasallos; en 1064 acudió a Toluges
(Rosselló) donde firmó solemnemente la paz y la Tregua de Dios. Entre 1065 y
1066 tantno Ponç com Gausfred acudieron al sínodo de Toluges, junto con Guillem
II de Besalú, Ramón I de Cerdanya, y otros condes. Hacia 1067 Ponç prestó
vasallaje a Ramón Berenguer I de Barcelona y reconoció su supremacía jurídica.
Un año después participó en el Concilio de Girona, presidido por el legado
papal Hugo Cándido y en 1075 estableció un tratado de amistad con Guislabert II
de Rosselló, que había sido asociado al trono condal ya en 1065, en sucesión a
su padre Gausfred II, por medio del cual se fijaban los derechos y obligaciones
de cada condado, por causa de las apetencias de Hug sobre su condado. En virtud
de este pacto, Guislabert fue reconocido por Ponç como propietario de la mitad
del obispado de Elna, y sus rentas, y de la mitad de los castillos de Quermançó,
Salses, Rocabertí y Rocamora, Oltrera, Sant Cristau y Requesens: asimismo
legitimó sus derechos sobre la mitad del vizcondado de Rosselló y de las
abadías de San Pere de Rodes, Sant Andreu de Sureda , Sant Esteve de la Tet y
de Sant Genís de Fontanes; por último recibió reconocimiento de sus duelos
sobre la ciudad de Empúries.
En 1078 murió Ponç I, y aunque había establecido la indivisibilidad
de su patrimonio y el dominio conjunto de los territorios por sus herederos,
sus hijos dividieron el condado a su muerte: Hug II heredó Empúries, mientras que Berenguer se convertía en señor del pagus de Peralada. Hug
continuó la amistad con el condado de Rosselló, ya declarada por Ponç I, en
1075, y al acceder al condado estableció un pacto de amistad, defensa y
colaboración en ciertos asuntos internos con el conde Guislabert II, rtificando
la posesión por parte de éste de la mitad del obispado de Elna y sus rentas y
ciertos castillos y aldeas.
Hombre muy religioso, Hug II realizó peregrinación a Galicia y a Jerusalén
y favoreció a la iglesia con diferentes donaciones, en especial al monasterio
de Rodes, pero tuvo disputas con el obispo de Girona, Berenguer Guifré, a
propósito de la posesión de ciertos alodios y bienes de las parroquias de Santa
María de Castelló. Además colaboró con Ramón Berenguer III en la preparación de
la expedición para la conquista de Mallorca e Ibiza, en l aque el conde de
Barcelona lideró un ejército pisano. Por su amistad con Barcelona, Hug fue el
primer comes privatius de Empúries, con funciones financieras que le
permitieron acuñar moneda con su nombre en su condado. Le sucedió en 1116 su
hijo Ponç II.
En Rosselló, el conde Guislabert II murió en 1102, poco después de
que asistiera a la fundación de la capilla de Sant Joan de Perpinyá,
sucediéndole su hijo Girard I
(1102-1113), quien durante su juventud participó en la I Cruzada, en el rescate
de los prisioneros de Antioquía (1098) y Jerusalén (1199). Antes de la muerte
de su padre regresó a Rosselló, y permaneció ejerciendo el cargo de conde hasta
1109, año que volvió a tierra Santa. Girard I regresó a sus tierras en 1112,
solo para ser asesinado al año siguiente. De su esposa, Agnes, a la que dejó el gobierno del condado entre 1109 y 1112,
tuvo a su sucesor Gausfred III,
durante cuya minoría ejerció la regencia su tío abuelo Arnau, que probablemente
colaboró con la madre del conde en las labores de gobierno, tomando el título
de conde. En 1110, Gausfred ya había sido prometido a Ermengarda de Carcasonne-Bezièrs, llamada Trencavella por ser hermana del vizconde de Bezièrs, Raymond Trencavel I.
En 1121 Ponç II renovó la tradicional amistad con Rosselló y prestó
juramento vasallático a Gausfred III, pero al año siguiente el conde de
Rosselló fue obligado a jurar fidelidad a Ramón Berenguer III y Ponç se vio
obligado a ceder al conde de Barcelona las plazas fronterizas de Boadella,
Ceret, Terrades y Molins. A partir de aquel momento la situación de Empúries
fue crítica, rodeada por posesiones del condado de Barcelona. En 1128 Ponç II
inició una campaña de conquistas en los condados vecinos, Ocupando posesiones
de Peralada, prohibió, además, a su pariente Berenguer Renard de Peralada que abriese sus mercados, se apropió
de los diezmos y otros derechos otorgados por la iglesia de Castelló a los
obispos de Girona, también invadió el condado de Besalú, donde tomó los
castillos de Anvat y Avignonet, prohibiendo el paso por sus dominios a los
hombres de los condados de Girona y Besalú. Finalmente fue vencido por Ramón
Berenguer III en la batalla de Qarmençó (1128) y obligado a firmar un tratado
de paz y a compensar a aquellos a quienes hubiese agredido.
En 1130, dándose cuenta de la debilidad de la casa barcelonesa, Ponç
nombró heredero del condado de Empúries a su pariente Gausfred III de Rosselló,
aunque esto no llegó a ocurrir por el nacimiento de un heredero de Ponç. En
1131, al morir Ramón Berenguer III retomó la política agresiva hacia los
condados vecinos, arrogándose de nuevo los diezmos del obispado de Girona y
desposeyendo de sus derechos a algunos de sus vasallos. También en esta ocasión
intervino el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que con una liga de
barones neutrales, le obligó a firmar un tratado de paz (1138), a devolver los
diezmos al obispado de Girona y a renovar la dependencia vasallática de la casa
de Empúries hacia la de Barcelona; a cambio recibió las plazas fronterizas que
en 1122 había cedido a Ramón Berenguer III. Hacia 1147 tuvo disputas por el
castillo de Requesens con Gausfred III y el vizconde Jofré de Rocabertí, descendiente de Berenguer Renard. Aquel mismo
año luchó junto al conde Barcelona en una expedición contra Almería, y dos años
después en la campaña de Lérida.
Hacia 1149 Gausfred III de Rosselló repudió a su esposa, para
casarse con una mujer de nombre desconocido. Este hecho le valió la enemistad
del vizconde de Bezièrs, que saqueó el Rosselló como represalia y quiso hacer
valer los derechos de su sobrino Girard, como legítimo heredero de Gausfred. El
papa Eugenio III excomulgó en 1149
al conde ya su esposa, y el anatema fue confirmado por sus sucesores, Adriano IV (1154-1159) y Alejandro III (1159-1181). Aquel año
Gausfred asoció al trono a su hijo Girard y dos años después le nombró su
heredero y le permitió participar directamente en el gobierno del condado, al
nombrar a su hijo conde en 1161. Los hijos del segundo matrimonio fueron excluidos
de la sucesión en virtud de los sucesivos anatemas de los diferentes papas.
Entretanto, Hug III había
sucedido a su padre Ponç II en 1153 y renovó la alianza que ya habían
establecido su padre y su abuelo con el condado de Rosselló; y aquel mismo año
ayudó a Gausfred III a sofocar al revuelta encabezada por su heredero Girard,
apoyado por Raymond Trencavel. Cuando Gausfred III murió en 1164 y le sucedió
Girard II firmó un acuerdo de amistad con el vizconde Guillem IV de Castellnou y al año siguiente recibió
homenaje de Ramón, vizconde de
Tatzó. A su muerte sin descendencia reclamó el condado Hug III de Empúries,
pero este pasó al rey Alfonso II, respetando el testamento de Girard.
Hug III se vio obligado a hipotecar a la catedral de Girona, la
villa de Ullá (1167) y la villa de Alagó (Aragón) a la Orden de los
Hospitalarios (1472), debido a la catastrófica situación de las finanzas
heredadas de su padre, estado que legó a su hijo Ponç III (1173-1200). La situación empeoró enormemente con las
epidemias y hambrunas de 1193. Debido a un asunto sobre los ingresos del
condado de Empúries hacia el obispado de Girona, Ponç fue excomulgado por el
obispo de la sede en 1193 y en respuesta, el conde puso Empúries bajo la
protección de la Santa Sede. El asunto de la excomunión debió resolverse, ya
que en 1197 el conde de Empúries participó en las cortes de Girona y estaban en
buenas relaciones con la monarquía. Hombre piadoso, Ponç III protegió a la
Orden de los Templarios a quienes entregó Sant Llorenç de les Aenes; desde el
comienzo de su ejercicio condal realizó constantes donaciones a los monasterios
de Sant Pere de la Roda y Sant Quirza de Colera, otorgando además inmunidades a
los mismo. Casó en primeras nupcias con Adelaida, probable hija de Guillem Ramón IV, de quien nació su
heredero Hug; su segundo matrimonio fue con Ermessenda de Peratallada.
En 1200 le sucedió Hug IV
y al casarse con María de Vilademuls, heredó la baronía de Vilademuls y el
castillo de La roca, cerca de Perpiñán; de ella tuvo a su heredero Ponç IV. Trató de romper la enemistad
que había existido con sus antecesores entre el condado de Empúries y el
obispado de Girona e hizo donaciones al monasterio de Amer. En 1210 prestó homenaje a Pedro
II, a quien acompañó dos años después en la batalla de las Navas de Tolosa;
en 1213 participó en la batalla de Muret junto a Bernat Boades. Aunque se mantuvo en paz durante la minoría de Jaime I, intervino en asuntos
eclesiásticos y dio refugio a algunos albigenses, lo cual le valió la
excomunión por parte de Inocencio III.
Firmó varios tratados de amistad con la tradicional aliada de Empúries, la casa
de Rossellón, cuyo conde Nuño, ya
sometido a la casa real de Aragón, le ayudó a subyugar en 1220 a su rebelde
vasallo, Gausbert de Palol. En 1226
suavizó las condiciones de vida del campesinado al suprimir el impuesto de cagucia
(que se debía pagar al señor en caso de adulterio femenino) y el derecho de eixorquia
(que posibilitaba al señor a absorber las propiedades de los campesinos que
muriesen sin descendencia).
Acudió a la asamblea de 1228, en la cual se decidió la conquista de
Mallorca. Después participó activamente en las acciones militares, dirigieron
el flanco derecho del ejército catalán durante la batalla de Portopí (1229). Tras ello luchó
enérgicamente en la toma de Mallorca y consiguió por ello un magnífico botín en
el reparto posterior a la conquista: tres molinos y 849 corceles. Murió al poco
tiempo, aquejado de la peste. Su hijo Ponç IV le acompañó en Mallorca y heredó
sus posesiones.
Desde comienzos de su gobierno Ponç trató de revitalizar las rentas
del condado a través de ventas y permutas: en 1301 vendió al abad de Santa
María de Roses las tierras de la ciudad de Tonyá por 4080 sous. Cinco años
después, al servicio de Jaime I de Aragón, de quien fue consejero, acudio a las
cortes generales de Montsó. También luchó junto al rey aragonés en la conquista
de Valencia y en 1246 fue enviado como embajador a Túnez. En 1248 cambio a
Jaime I las posesiones que el conde tenía en el Rosselló por la vecina villa de
Banyuls, ocupada por el rey. Ponç IV de Empúries fue designado en las cortes de
Alcanyís (1250) juez para solucionar las disensiones entre Jaime I y su
primogénito, el príncipe Alfonso. Un año después, el conde rindió homenaje al
infante don Pedro como heredero de la corona aragonesa. En 1252 el conde acogió
en Castelló una asamblea de nobles y prelados en la que se dictaron varias
ordenanzas para la regulación del condado. Dos años depués pago homenaje al
obispo de Elna. En 1261 vendió a la Corona los castillos de Millars, Talteül y Torrelles por
113.400 sous, después de haberlos obtenido cambiándoselos a Ponç de Vermet por la ciudad de
Cadaqués. El conde, acompañado del obispo de Barcelona Arnau Gurb, viajó en 1264 a la corte de Luis IX de Francia para
negociar un acuerdo respecto a la ciudad de Montpellier y para establecer
relaciones matrimoniales entre los reinos de Aragón y Francia. El año siguiente
Ponç tuvo que sofocar la rebelión de su vasallo Ponç Guillem, señor de Torroella de Montgrí. En 1267 otorgó
importantes privilegios a los habitantes de Castelló y sobre Fonollers y otros
derechos a cambio de que el vizconde viviese en la plaza seis meses por año.
Ponç se casó dos veces: la primera con Benita de Torres, de
Sardinia; su segundo matrimonio con Teresa Fernández de Lara, del linaje de los
señores de Albarrracín, que probablemente, fue la madre de su sucesor Hug V. Durante su gobierno se mostró
como un protector de la iglesia, con constantes donaciones al monasterio de San
Quirce de Colera. En 1238 fundó el convento de la Mercé, en Castelló.
En 1269, le sucedió su hijo
Hug V, quien ya en 1265 había colaborado con su padre en el sometimiento
de Ponç Guillem. Entre ese año y el siguiente, Hug tomó parte por el monarca
aragonés en la guerra contra los musulmanes de Murcia. Por su matrimonio con Sibila de Pala (c.1262), vizcondesa de
Bas, se convirtió en vizconde consorte de Bas; además adquirió el señorío sobre
varias villas del vizconde de Rocabertí.
En 1274 tomó parte en una rebelión contra Jaime I encabezada por Ferrán Sanxis de Castre, en la que
además participaron los condes de Pallars y Urgell, el vizconde de Rocabertí y
poderosos linajes como los Anglesola, Cervelló y Cervera. El conde de Empúries
saqueó Figueres en 1274 y llegó a amenazar Girona. Sin embargo, la revuelta
terminó con la muerte de su líder de 1275 y Jaime I perdonó a Hug de Empúries.
Con todo, su reinado fue muy breve y en 1277 fue sucedido por su hijo Ponç V, quien en fecha desconocida casó
con Marquesa de Cabrera. En cuanto se hizo con el control de Empúries dedicó
sus esfuerzos al desarrollo de la administración interna. En 1280 otorgó una
carta de franquicias a los habitantes de Cadaqués. Un año después no pudo
evitar la enajenación del vizcondado de Bas, pertenecientes a su madre, cuando
ésta lo vendió a Pedro III. En 1283 Ponç eliminó ciertas tasas a los moradores
de la villa y el castillo de Fortià. Aquel mismo año el conde ordenó la
fortificación del castillo de Sant Salvador de Verdera.
El conde de Empúries era vasallo del rey de Aragón y luchó al lado
de Pedro III contra la invasión del país por los franceses en 1285. Formó parte
del consejo militar del infante Alfonso y Pedro III durante la guerra, ocupando
Aragón por los franceses, y recibió el encargo directo de defender el
vizcondado de Bas. Por estos servicios obtuvo el señorío de varias villas y
ciudades. A la muerte de Pedro III en 1285 subió al trono aragonés Alfonso III y el conde de Empúries fue
su consejero personal y confidente. A su servicio se enfrentó a nuevos intentos
de invasión francesa entre los años 1286 y 1288, en Qarmençó y otras plazas
fronterizas. Ponç de Empúries viajó a Sicilia a la muerte de Alfonso III en
1291 para rendir homenaje a su nuevo rey, Jaime II, y volvió junto con el
monarca a Cataluña. Un año después el conde tomó parte en las Cortes de
Barcelona, pero pronto empeoraron las relaciones entre el rey y el conde y el
primero se apoderó de la fortaleza de Montgrí y prohibió a Ponç construir
nuevas fortificaciones. Jaime II condenó a ciertos vasallos del conde rebelados
contra él en 1293 y otorgó a Ponç el impuesto sobre la pesca de Cadaqués. El conde
de Empúries compró aquel mismo año al rey la jurisdicción sobre el vizcondado
de Bas y más tarde se lo entregó a su hermano Hug.
El conde de Empúries volvió a luchar al lado del rey de Aragón en
1299, año en que aportó varias galeras para la batalla de Cap Orlando. Pero en
1303 Ponç V se vio implicado en el proceso que los tribunales reales iniciaron
contra el primo y vasallo del conde de Empúries, Bernat-Amat de Cardona y Empúries, acusado de cometer ciertos
abusos contra el obispado de Girona. Ponç reaccionó tomando medidas contra la
Corona: desvió el curso del río Ter de ciertas ciudades dependientes del rey y
del obispado de Girona; subió el precio de la sal de Castelló a las gentes del
rey y de la Iglesia; detuvo la exportación de carne a ciudades de jurisdicción
regia y prohibió el uso del dinero real en sus estados. En 1306 el conde, arruinado
y con su poder muy menguado, se rindió el rey en Tarragona.
Tras el asesinato de su primogénito, Hug, en Sicilia (1309), Ponç V
arregló el matrimonio de su segundo hijo, llamado Malgaulí, con la princesa
Isabel, hija de Federico II de Sicilia. En 1311 se iniciaron nuevos procesos contra
el conde tras el ataque a una galera de Empúries a una nave veneciana. Las
investigaciones, llevadas a cabo por civiles al servicio del rey, ayudaron a
propagar el rumor de una supuesta homosexualidad del conde. En la propagación
de este rumor había participado el propio hijo de Ponç, que acusó a su futuro
asesino, Pere de Xesa o de Eixesa, de ser el amante de su padre. Jaime II
invadió el condado por mar y tierra en 1313 y obligó a Ponç a rendirse. Muy
enfermo, aquel mismo año tomó el control del condado su hijo Malgaulí, que tomó el nombre de Ponç VI. En el testamento de Ponç V
quedó establecido que ante la ausencia de descendientes de Ponç VI se
instituyese como herederos del condado, primero a su hermano Ramón, prior de la Orden del Hospital
en Cataluña, después a su primo Ramón
Folc V de Cardona por último a la
Orden del Hospital de Jerusalén.
Ponç VI se vio obligado a reconocer al obispado de Girona el derecho
de pescar en el mar y en los lagos de tierra. Al poco tiempo fue excomulgado
como resultado de una confrontación por la jurisdicción de Colomers con el abad
de Amer, monasterio favorecido por sus antepasados.
Tomó partido por la familia de Cardona en sus luchas conta la
Corona, en el problema de la sucesión en el condado de Urgell y reclutó tropas
francesas para combatir al vizconde Dalmau
IV de Rocabertí. Fue vencido por Jaime II en 1315 y tras reconciliarse con
el rey recibió el vizcondado de Bas,
arrebatado tiempo antes por Jaime II a su tío Hug. Sin embargo, arruinado y
agobiado por las deudas, Ponç VI vendió al obispado de Girona una serie de
regalías, propiedades y tasas, por 140.000 sous. En 1320 mantuvo una guerra
privada con el señor de Navata, Guerau
de Rocabertí. De su matrimonio con Isabel de Sicilia, tuvo una hija póstuma,
llamada Marquesa, que fue desposeída
poco antes de cumplir un año. En virtud del testamento de Ponç V, que había
previsto el caso, el condado pasó a Hug de Cardona, que gobernó con el nombre
de Hug VI de Empúries en 1322. En
1325, Hug hizo una permuta con el infante Pere
I de Aragón, hijo menor de Jaime II, recibiendo a cambio del condado los
castillos de Aixa y Pego, con lo que se extinguió la dinastía condal Bellónida,
descendiente de Sunyer I, en Empúries y pasó a adquirir la condición de condado
apanagístico, en manos de una rama de la familia real aragonesa.
En 1341 Pere I cedió el condado a su hermano Ramón Berenguer I (1341-1364). Esta rama se extendió hasta 1402 en
que Pere II, nieto de Ramón
Berenguer, murió sin descendencia y el condado, en virtud de las condiciones de
las permutas de 1324 y 1341, que preveían que en caso de extinción de la línea
directa el condado debería integrarse en la Corona, volvió a la misma en 1402.
c) Los condes privativos de Urgell
A la muerte de Borrell II de Barcelona decidió escindir el
territorio de Urgell para su segundo hijo Ermengol
I (992-1010), siguiendo la tradición patrimonial de la familia Bellónida.
Fue asociado en Urgell en 989 y tomó el control pleno al morir su padre. Casó
con Guislla, que en los documentos también es nombrada como Guilla y Tetberga.
En el año 992 inició un viaje a Roma junto con Gualdo, pretendiente a la mitra
de Vic, para visitar los sepulcros de San Pedro y San Pablo y se entrevistó con
el papa Gregorio V; volvió a viajar a Roma en 1001 acompañado del obispo Salla
de Urgell, con el fin de solicitar al papa Silvestre II unos privilegios para
la iglesia-catedral de Seo e instalar en ella la reforma aquisgraniense. En
1003 Armengol atacó el reino musulmán de Lérida como respuesta a la invasión de
Urgell por parte de Abd al-Malik al-Muzaffar, hijo de Almanzor, y el conde cayó
prisionero en Albesa el año siguiente, pero pudo lograr su libertad poco
después mediante el pago de un rescate. El conde de Urgell se unió al de
Barcelona para realizar expediciones de ataque contra Córdoba, en respuesta a
la petición de ayuda que una facción cordobesa hizo a los condes catalanes. A
principios de mayo de 1010 vencieron a una coalición de musulmanes cordobeses y
cristianos en la batalla de Acbatalbacar y fueron derrotados el 21 de junio
cerca del rio Guadaira; en su retirada los condes saquearon Córdoba y
consiguieron un magnífico botín. Ermengol fue herido en la batalla o durante el
saqueo, el 28 de julio dejó testamento y murió poco después; su cadáver fue
trasladado a Ripoll, donde recibió sepultura. Le sucedió su único hijo Ermengol
II, con apenas un año de edad.
Durante su ejercicio condal Ermengol I colaboró con la Iglesia y
ayudó a la instalación en Cataluña de la reforma aquisgranense, a través de la
ya mencionada mediación ante el papa de la catedral de Seo. También buscó la
unión de los monasterios de San Clemente de Codinet y san Andrés de Tresponts y
favoreció al monasterio de Ripoll y a la iglesia de Santa Cruz de Barcelona
mediante importantes donaciones. En su testamento legó al monasterio de Santa
María de Cósol cinco onzas de oro para comprar libros, lo que denota la
preocupación por la cultura que tuvo el conde.
Su hijo Ermengol II
heredó el condado en 1010, gobernando hasta 1038. Durante su minoría de edad,
hasta 1018, se ocupó de su tutela y de sus estados su tío, el conde Ramón
Borrell de Barcelona. El 18 de noviembre de 1010 Ermengol asistió, junto con su
madre y sus tutores, a la institución de la vida canónica en la catedral de
Urgell. El 28 de septiembre de 1011, Ermengol II recibió de su tío el conde de
Barcelona, los castillos de Alós, Artesa y Montmagastre como feudo. Su primera
acción de gobierno conocida tras alcanzar la mayoría de edad fue la recepción
en audiencia solemne a una comisión de nobles encabezada por el obispo de
Urgell, San Ermengol y el juez Bolfill, que solicitaban la restitución al
vizconde Guillén de Urgell de las propiedades de su difunta esposa, el 13 de
marzo de 1019.
Ermengol II incrementó las tierras que había recibido en herencia
mediante la lucha contra los musulmanes y la conquista de castillos; en 1034
tomó junto con Arnau Mir de Tost el
castillo y territorio de Ager y un año después arrebató a los musulmanes la
fortaleza de Santaliña, a cuyos habitantes concedió la liberación de impuestos.
Entre 1023 y 1035 el conde aparece en
documentación variada, que incluye compraventas, donaciones y confirmaciones de
privilegios: el 25 de diciembre de 1033 donó la villa de Tuixent a la catedral
de Santa María de Seo, regentada por el obispo San Ermengol; el 5 de agosto de
1030 vendió por 1000 sueldos el castillo de Montanisell y el 21 de febrero de
1033 traspasó por 2000 sueldos el castillo de Llordá a Arnau Mir de Tost; el 15
de septiembre de 1035 cedió, junto con su esposa Constanza, el castillo de
Santa Liña a la catedral de Santa María de Seo; los condes Urgell ampliaron las
franquicias a los vecinos de Santa Liña, en un documento fechado el 18 de junio
de 1037. Después de 1038 Ermengol viajó a Jerusalén, donde murió y recibió
cristiana sepultura.
El sucesor de Ermengol II el Peregrino fue su
hijo Ermengol III, llamado “el de
Barbastro” (1038-1065), siendo aún muy niño. Se crió con su madre en
las tierras altas al norte de sus estados, mientras en el Bajo Urgell gobernaba
Arnau Mir de Tost, un capitán de su padre con el que también suscribió
frecuentes pactos Ermengol III. El conde de Urgell asistió junto con su madre a
la consagración de la iglesia de Urgell el 23 de octubre de 1040 y ocho años
después realizó una importante donación a dicha iglesia. Se supone el
matrimonio de Ermengol III hacia 1050, año en que su madre Constanza deja de
aparecer en la documentación junto él. En total casó con cuatro esposas:
Adaleta, Clemencia (nombrada en la documentación desde 1057), Elvira y Sancha
de Aragón; de sus numerosos matrimonios nacieron Ramón, Berenguer, Guillem y
Felicia, esta última madre de tres reyes de Aragón: Pedro I, Alfonso I el
Batallador y Ramiro II el Monje.
Ermengol III firmó una alianza con Ramón
Berenguer I contra Cerdeña (1053) y más tarde contra cualquier enemigo,
principalmente los musulmanes, que obligaba al conde de Urgell a participar en
todas las expediciones a que fuera convocado por el conde de Barcelona y le
otorgaba la tercera parte de las conquistas comunes. Hacia 1062 ambos condes se
unieron para luchar contra el rey musulmán de Zaragoza, que había atacado las
tierras de Ribagorza y juntos lograron que les pagaran tributo Balaguer,
Lérida, Barbastro, Monzón y otros lugares. En 1066 Ermengol recibió de Ramón
Berenguer I el castillo de Miravet
para que éste prosiguiera la guerra contra los musulmanes. Desde 1064 habían
mantenido entrevistas Ermengol III y su yerno, Sancho Ramírez de Aragón, en las que concertaron la toma de Huesca y Barbastro, habiendo sido esta última, que se encontraba sometida
por los musulmanes, tributaria del conde de Urgell. El asedio de la ciudad duró
un año entero y el rey musulmán de Huesca fue tomada, pero Ermengol III perdió
la vida en el intento. Sus restos mortales fueron trasladados por Arnau Mir de
Tost a Ager, siendo enterrados en la iglesia de San pedro el 13 de abril de
1065.
Ermengol
IV “el de Gerp” heredó el condado de su
padre (1065-1092). Durante su juventud cedió el control de sus dominios a dos
magnates: los condes del alto Urgell, con residencia en Castellbó y el del Bajo
Urgell, ubicado en Ager, siendo en 1069 la primera vez que se tiene constancia
de la existencia de dos vizcondes en Urgell. Ese mismo año Ermengol fundó, con
permiso del obispo de Urgell, el monasterio de Santa María de Gualter, a
orillas del Segre. En 1072, el conde de Urgell entró en guerra con el vizconde
de Ager, Ponç Guerau, que buscaba
romper a dependencia con Ermengol; la paz, que se firmó el 7 de abril de 1074,
supuso el final de la independencia del señorío de Ager y en ella se concedió
al vizconde el dominio del castillo y territorio de Ager, con la obligación de
defenderlo. Ermengol IV organizó la defensa del castillo de Gerp, que usó como
base de operaciones para la conquista del llano de Urgell, a la vez que como
residencia oficial. En 1076 sometió el castillo de Agramunt, junto con la zona
norte de la sierra de almenara. Entre 1076 y 1078 tomó los castillos de
Tartareu y Privá y obligó al rey musulmán de Lérida, Yusuf al-Muzaffar, a pagarle tributos anuales. Ermengol IV tomó
desde entonces en la documentación el título de marqués además de conde por poseer marcas, territorios fronterizos con los musulmanes. Entre 1078 y
1081 la ciudad de Balaguer pasó a ser tributaria del conde de Urgell, y por las
mismas fechas, éste atacó y expulsó a los albigenses del castillo de Montlleó,
entregando después dicho castillo al caballero Arnau de Parapertusa. Ermengol IV luchó en 1084 en la toma de
Huesca, ayudando a su cuñado, el rey Sancho Ramírez, por lo cual recibió Bolea
como feudo. Un año después hizo tributario suyo al rey musulmán de Zaragoza, Yusuf al-Mu’tamin (1081-1085) y antes
de 1090 había conquistado los castillos de Gavasa, Calasanz y Caserres. En la
primavera de 1091 logró hacer tributarias suyas a Lérida, Fraga y Tortosa,
finalizando la Reconquista en el condado de Urgell y extendiendo éste más allá
de sus límites naturales. En verano del mismo año tuvo lugar la conquista de
Balaguer, en la que Ermengol luchó junto con el conde de Pallars, el vizconde
de Cardona y el obispo Fulcó de Urgell. Ermengol IV se casó dos veces: su
primera esposa, Lucía, fue la madre de su sucesor Ermengol V, cuya tutela fue
confiada a Bernardo, obispo de
Urgell († 1090), la segunda Adelaida, era condesa de Provenza, señora de
Avignon y de otras ciudades. De este matrimonio nacieron Guillem y Sança.
Su hijo Ermengol
V “el de Moyerusa” heredó el condado (1092-1102). Era primo de los
reyes de Aragón, Pedro I, Alfonso I y Ramiro II. Se educó en la corte del rey
Alfonso VI de Castilla. El 21 de mayo de 1095 contrajo matrimonio con la hija
del conde Pedro Ansúrez y recibió
como dote de la boda la ciudad de Valladolid. Tras su matrimonio vivió casi
siempre en Castilla, entregando el control de Urgell a un vizconde, en
ocasiones de manera provisional, pero en otros casos de forma hereditaria, como
sucedió con Volard y con Udalard Bernat.
En 1094 Ermengol V ayudó a Sancho Ramírez de Aragón († 1094) en el
sitio de Huesca y ese mismo año entregó, como hiciera su padre, el castillo de
Gerp al obispo de Urgell, Guillem Arnau
de Montferrer. El conde volvió a participar en el ataque de Huesca del lado
de Pedro I, sucesor de Sancho Ramírez, hasta eu la toma de la ciudad fue
consumada el 28 de noviembre de 1096. Un año después, con motivo de su viaje a
Castilla, Ermengol nombró gobernador del Bajo Urgell al vizconde Guerau, señor de Ager y en 1098 cedió
el castillo de Gerp a Guerau Ponç,
vizconde de Ager. Murió en 1102, cuando acudía en socorro de las tropas de
Alfonso VI, en Mollerusa, en el reino de León, siendo su cuerpo trasladado
después a Santa María de Solsona. De su matrimonio con maría Ansúrez tuvo
varios hijos: Ermengol, llamado “el de Castilla” que heredó el condado; Mayor,
que casó con Pedro Fernández de Trava, conde de Trastámara; Estefanía, casada
con Ponce de Minerva, mayordomo de Alfonso VII; Teresa, que contrajo matrimonio
con Guillem Folc, vizconde de Cardona, y Pedro, muerto aún niño.
Durante la infancia de Ermengol
VI (1102-1154) fue regente su abuelo Pedro y se ocuparon del gobierno dos
vizcondes, Guerau Ponç y Ramón Mir, duplicidad que la primera
vez se producía en el condado de Urgell. Siendo muy niño viajó con su abuelo
Pedro Ansúrez a la ciudad de Balaguer, en la cual los musulmanes se negaban a
pagar tributo; la ciudad fue tomada con ayuda de Ramón Berenguer III. En 1113
Ermengol ayudó al conde de Barcelona en la citada expedición para conquistar
las Baleares, que fracasó al tener que regresar las tropas cristianas para la
defensa de Barcelona, atacada por los musulmanes. Dos años después se
encontraba en Castilla y en 1118 tomó parte en la conquista de Zaragoza, en
auxilio de Alfonso I el Batallador, rey consorte de Castilla.
De su primera esposa tuvo a Ermengol y Galcerán de Salas; su
segundo matrimonio con Elvira Rouric no dio hijos, aunque el historiador Monfar
afirma que Galcerán de Salas fue hijo de Elvira y no de la primera esposa de
Ermengol. En 1119 casó por tercera vez con Arsenda, hija de los condes de Ager,
con quien tuvo dos hijas, Isabel y Estefanía. Entre el año de su boda y 1124 el
conde hizo una serie de donaciones a Santa María de Solsona. En 1225 fueron
atacados los estados de Urgell, encontrándose el conde en Castilla, por lo que
la defensa corrió a cargo del conde de Castilla, con gentes propias y del
territorio de Urgell. En 1126 ya había vuelto a su condado, lo que queda
atestiguado por las donaciones que el conde y su esposa hicieron a la iglesia
de Santa María, fechadas ese año y confirmadas en 1128. Residió en Cataluña y
se trasladó a Castilla hacia 1133, tomando posesión de los territorios de su abuelo
Pedro Ansúrez, a la muerte de éste. Tras la muerte de Alfonso I el Batallador
(1134) acudió a Zaragoza para prestar juramento de fidelidad al Alfonso VII el
Emperador de Castilla, y éste le nombró marqués de Zaragoza, si bien es posible
que el dominio de la ciudad lo obtuviese solo en tercería, pues ya había
recibido Zaragoza como feudo el rey de Navarra, García Ramírez. En todo caso,
la amistad que unió a Ermengol VI con los distintos monarcas cristianos quedó
patente con la confirmación sobre el señorío de Bolea que Ramiro II de Aragón
hizo poco después al conde. Ermengol VI participó junto al emperador en la toma
de Almería (1147) y se distinguió en la de Calatrava, cuyo señorío se le
entregó. En 1149 asoció al trono del condado a su hijo Ermengol, que gobernaría
como Ermengol VII. Después volvió a luchar junto a Alfonso VII en Córdoba
(1150) y Guadiz (1152) y en las expediciones contra Lérida y Provenza. A su
muerte fue enterrado en el monasterio de Valbuena, fundado por su hermana cerca
de Valladolid, contradiciendo los deseos mostrados en su testamento, en que
ordenaba que sus restos descansasen en Santa María de Solsona, a la que el
conde había hecho tantas donaciones.
Su sucesor en el condado fue Ermengol
VII “el de Valencia” o “el de Requena” (1154-1184). Pronto
se distinguió como un buen diplomático en su intervención en la disputa entre
el emperador Alfonso y los reyes musulmanes de Valencia y Murcia. Por aquellas
fechas el conde de Urgell ayudaba al conde de Barcelona Ramón Berenguer IV en
su guerra contra Navarra. Antes de 1157 Ermengol casó con Dolça y en febrero
del año siguiente participó como juez de paz en la concordia entre Ramón
Berenguer IV y Sancho III de Castilla a propósito de la devolución a Aragón de
Zaragoza, Calatayud y otras ciudades que habían sido conquistadas por Alfonso
VII, a lo cual accedió el rey castellano.
En contra de la tradición de su familia, Ermengol VII sirvió al rey
de León, Fernando II y así formó
parte de la nutrida compañía del monarca leonés en su encuentro con el recién
coronado rey de Aragón, Alfonso II (1162) Por sus servicios a Fernando II fue
nombrado mayordomo del rey de León. Aquel año Ermengol y su hermano Galcerán
lucharon contra Granada en guerra contra el rey Rey Lobo de Murcia, siendo
derrotado este último. En 1163 el conde de Urgell concedió a Agramunt su famosa
carta puebla. En 1166 donó a Juan de
Orgañá territorios en el monte Malet en los que éste fundó un monasterio
premonstratense que siempre fue favorecido por los condes de Urgell: el de
Bellpuig, consagrado en 1169. En 1167 Ermengol VII luchó contra el rey de León
en la toma de Alcántara y fue tan decisiva su intervención que Fernando II le
concedió el gobierno de la villa (23 de noviembre de 1167). Desde aquel momento
el conde residió habitualmente en Alcántara. Hacia 1069 viajó a su condado de
Urgell para interesarse acerca de la construcción de Bellpuig y volvió a
Castilla antes del mayo del siguiente año.
Estuvo presente en la firma de la paz entre Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón (1170), tomando
partido por el bando castellano. Después de 1073 Ermengol solo abandonó
Castilla para ocuparse temporalmente de los asuntos de Urgell. En 1174 acompañó
a Zaragoza a la infanta doña Sancha para su boda con Alfonso II y desde allí
visitó sus territorios condales, donde concedió no pocas exenciones a los
habitantes de Balaguer. Ermengol hizo testamento en julio de 1177, en previsión
de su muerte en la toma de Cuenca, empresa en que se acaban de comprometer los
reyes de Castilla, León y Aragón. La toma de Cuenca tuvo lugar en septiembre de
1177 y tras ello el ejército marchó a la conquista de Alarcón, que también se
consumó. En 1180 el conde de Urgell permanecía en León y comenzó a firmar como
“mayordomo del rey Fernando”. En 1183 concedió terrenos en la ribera del Segre
para la construcción de un nuevo monasterio premonstratense: el de Bellpuig de
las Avellanas. Aquel año dejó la mayordomía del reino de León en manos de su
hijo y marchó a Belvis, donde se presentó a Alfonso VIII con muchos caballeros
para acometer la toma de Valencia. A la vuelta de su victoriosa campaña por la
vega valenciana Ermengol fue sorprendido en una emboscada en la que resultó
muerto (1184). Fue enterrado en Alarcón y finalmente se trasladaron sus restos
a Santa María de Bellpuig.
Su hijo Ermengol VIII “el de San Hilario” (1184-1209) fue el último descendiente masculino de la
línea bellónida de Guifré I en Urgell, iniciada en 992. Se educó en la corte de
Fernando II de León, reino en el que Ermengol VIII había recibido honores y
señoríos. Casó con Elvira en 1185, cuyo matrimonio nació Aurembiaix. El conde de Urgell residió en Castilla, probablemente
por enemistad con el rey Alfonso II de Aragón. Tuvo además por enemigo a su
propio cuñado, el vizconde Ponç III
de Cabrera y de Ager (1180-1199), que se negaba a reconocerle la soberanía de
los castillos de Ager y Os, y decía tener por el rey, no por el conde, los de
Camporrels, Torrefellona y Montmagastre, lo cual era apoyado por Alfonso II. El
10 de febrero de 1186 Ermengol firmó en Valladolid una concordia con Ponç III
por la cual ambos se prometían mutuo auxilio en caso de guerra excepto si ésta
fuese contra el rey de Aragón.
En aquellos primeros años de reinado tuvo una importancia
extraordinaria la figura de doña Dolça, viuda del anterior monarca, que gobernó
el condado en las ausencias de su hijo: en 1186 suprimió los tribunales de
justicia las pruebas ordalías del agua hirviendo y helada; también estuvo
presente doña Dolça en 1185, cuando el vizconde de Catellbó presentó homenaje a
Ermengol VIII; por deseo suyo se edificó en 1187 el monasterio de Santa María
de las Franquesas, que el conde entregó junto con una gran donación a su
primera abadesa, Guilla; la autoridad de la madre del conde quedó patente
cuando e 5 de mayo de 1189 suscribió un documento que autorizaba una junta de
hombres encargados de la construcción y conservación de las murallas de
Balaguer.
El 29 de mayo de 1187 Ermengol VIII estableció en sus tierras la paz
de Dios, lo cual también fue suscrito por Ponç Guerau, el vizconde de Cabrera.
En 1190 el conde y el rey Alfonso II se reconciliaron y firmaron un compromiso
para guardar la tregua con Ponç hasta Pascua, aunque se comprometían a
socorrerse mutuamente en caso de guerra contra el vizconde cuando la tregua
terminase. Los castillos del vizconde fueron repartidos entre Ermengol y
Alfonso, pero Ponç de Cabrera vivió hasta 1199 sin haber visto recortado su
poder territorial. Desde los últimos años del siglo, Ermengol pasó a residir en
sus estados de Urgell, pues no gozó del favor de Alfonso IX, sucesor de Fernando
II de León, siendo Ponç de Cabrera favorecido por el nuevo rey. La permanencia
del conde en sus tierras trajo a ellas un periodo de paz y prosperidad.
En 1203 Ermengol asistió a la colocación de la primera piedra de la
catedral de Lérida, junto a Pedro II. Los condes de Urgell, desde Ermengol VI,
habían seguido una política de introducción de la orden cisterciense en sus
dominios y Ermengol VIII continuó la costumbre de sus antecesores: en 1205
colocó el santuario de Bonrepós bajo la custodia de Bellpuig, que tuvo así la
primera casa dependiente del monasterio; los condes confirmaron además todas
las donaciones que Bellpuig poseía en el condado y se declararon “defensores y
protectores del monasterio”. Esto supuso un paso decisivo en la introducción en
Cataluña de los premonstratenses.
Al morir Ermengol VIII sin herederos masculinos estalló una lucha
por la sucesión, pues su hija y heredera Aurembiaix,
bajo la regencia de su madre doña Elvira fue cuestionada por el vizconde Guerau IV de Cabrera, nieto de Ermengol
VII, a través de su madre, Marquesa, casada con el vizconde Ponç III, alegando
tener prioridad en la sucesión al ser varón. En 1209 doña Elvira cedió
temporalmente su condado al rey Pedro II de Aragón, como medio de intentar
conservar sus dominios, pero Guerau se apoderó de muchas tierras del condado:
Balaguer, Agramunt y Liñola. El rey, tomando el título de conde de Urgell,
encargó la defensa del condado a Guillem
de Cardona y su hijo Folc, quienes
sitiaron Balaguer, teniendo Guerau que huir y refugiarse en Llorens, donde fue
apresado (agosto de 1211); permaneció encarcelado en Jaca hasta la muerte de
Pedro II, mientras que su mujer e hijos fueron llevados a Loarre. En 1213,
Guerau aprovechó la minoría del rey para hacerse con el condado que mantuvo
durante 15 años sin que Aurembiaix reclamara sus derechos, que mientras tanto
se había casado con Alvar Pérez de
Castro, cuñado de Guerau y residía en Castilla.
En 1217 se declaró amigo y protegido de Jaime I en las cortes de
Monzón y año siguiente sirvió como consejero real en Zaragoza. Guerau IV
comenzó a titularse Conde de Urgell
desde 1218, lo cual fue confirmado en el convenio de Terrer (21 de diciembre de
1222) que daba a Guerau la posesión del condado bajo la soberanía real, siempre
que Aurembiaix no lo reclamase, en cuyo caso sería el tribunal real el que
decidiría. Estos acuerdos fueron confirmados por Jaime I el Conquistador el 20
de abril de 1223. En su gobierno, Guerau de Cabrera se alió al vizconde de
Cardona y tuvo en contra a la familia Montcada. Ponç, hijo de Guerau IV comenzó a titularse conde de Urgell en vez
de su padre desde 1227, restituyendo al año siguiente al monasterio de Bellpuig
los derechos y propiedades que Guerau les había quitado. El 1 de agosto de 1228
Aurembiaix reclamó a Jaime I el condado y quiso hacer valer sus derechos. Con
arreglo a lo pactado en el convenio de Terrer, el conde fue llamado a la
presencia del tribunal regio pero no acudió, por lo que el rey entregó Urgell a
Aurembiaix como feudo. La muerte de Aurembiaix en 1231 hizo que Ponç se creyera
legítimo heredero del condado, ya que Ermengol VIII había indicado en su
testamento que en caso de muerte sin sucesión de Aurembiaix, el condado pasaría
a los hijos de su hermana Marquesa. Comenzó entonces una guerra entre Jaime I y
Ponç, ya que el rey se negó a reconocer el testamento de Ermengol, y en cambio
se tituló a sí mismo conde de Urgell.
En 1235 Ponç, sin soldados ni dinero para defender sus derechos, llegó a un
compromiso con el rey, en el que mediaron los obispos de Urgell y Lérida y por
el cual pasaron a la Corona las ciudades de Lérida y Balaguer; Ponç obtuvo in feudo las ciudades de Agramunt,
Menarguens y Liñola, y en propiedad los lugares y castillos de Ager, Calasanz,
Tartareu y Pilzán; en 1242 el rey devolvió Balaguer al conde. Ponç I de Urgell gobernó en paz sus
tierras hasta su muerte en 1243.
Su primer hijo, menor de edad, le sucedió con el nombre de Ermengol IX, tutelado por su madre y
Jaume de Cervera, pero murió en el mismo año, sucediéndole su hermano Alvar I. En Castilla tomó el nombre de
Rodrigo y en Cataluña el de Alvar. Pasó su infancia en Burgos y con 14 años
viajó a Balaguer para hacerse cargo de sus obligaciones condales. Su tutor, Rodrigo Fernández de Castro, murió en
1252, por lo que durante su minoría se hizo cargo del condado Jaume de Cervera,
que ya se había ocupado de Urgell durante el gobierno de en minoría de edad de
Ermengol IX. A su llegada a Cataluña se casó precipitadamente con Constanza de
Montcada, sobrina de Jaime I el Conquistador, a pesar de su voluntad de
desposarse con Cecilia de Foix y de las intrigas de los principales magnates de
Urgell, sobre todo Jaume de Cervera, que deseaban verle casado con Sibila, hija
de Berenguer de Anglesola.
El conde, obligado a contraer ese matrimonio con Constanza, en 1256
declaró que solo cumpliría las cláusulas matrimoniales si se le pagaban los
6000 ducados de la dote de su esposa, lo cual no ocurrió, por lo que Alvar
contrajo nuevas nupcias con Cecilia, hija de Roger Bernat, que aportó como dote
30.000 sueldos melgareses. Esta boda solucionó las diferencias internas que
existían entre Urgell, Foix y Castellbó, relativas a la posesión de castillos.
Ya en 1257 el obispo Esteban, delegado del papa, declaró válido el matrimonio
de Constanza, con quien Álvar tenía ya una hija, Leonor, e invalidó el
posterior matrimonio con Cecilia de Foix, con la que tuvo dos hijos: Ermengol X
que heredó el condado a su muerte y Álvar,
que fue vizconde de Ager.
Hacia 1256 se hizo cargo personalmente del condado de Urgell y tres
años después Jaime I el Conquistador, para asegurarse el cumplimiento de la
sentencia que el obispo de Huesca había dado sobre el matrimonio del conde, le
exigió la entrega de los castillos de Balager, Agramunt, Lióla y Oliana; Álvar
abandonó la obediencia del rey con el apoyo de muchos nobles y caballeros, bien
por considerar que tenía la razón frente al rey, bien por motivos de
parentesco. El conde manifestó que recuperaría sus castillos por la fuerza y
pasó a residir en Lérida, donde permaneció hasta finales de 1259. El 10 de
marzo del año siguiente se firmó la paz entre Álvar I y el rey.
El conde se negó a reconocer la sentencia del obispo de Huesca y la
situación empeoró hasta tal punto que San
Raimundo de Penyafort escribió a papa para que se ocupase personalmente del
caso. La sentencia pontificia volvió a declarar como legítimo el matrimonio con
Constanza y de nuevo Álvar desobedeció la orden papal, lo que hizo caer sobre
sus estados el entredicho y pasados tributos durante años. El rey se apoyó en
el fallo papal con el fin de apoderarse de los estados del conde y éste,
debilitado en su salud se retiró a Foix, donde murió de una afección pulmonar
en 1268, sucediéndole su hijo Ermengol X.
Aquel año su tío Guerau Cabrera, que
también reclamaba el condado, cedió sus derechos a Jaime I. Aunque Ermengol se
tituló conde de Urgell desde 1271, el
rey de Aragón hizo valer sus derechos hasta su muerte y será con su sucesor,
Pedro III cuando Ermengol fue reconocido conde de Urgell (1278), aunque en feudo no en posesión; recibió, además
el título de vizconde de Ager. Aquel año confirmó todas las donaciones hechas
por sus antepasados a Santa María de Bellpuig y en junio de 1280 amplió los
derechos del monasterio. En 1280 Ermengol X, junto con su hermano Álvar y el
vizconde de Cardona Ramón Folc, se enfrentaron al monarca aragonés, que venció
y tomó la ciudad de Balaguer (24 de julio de 1281). En la concordia posterior,
firmada en Berga el 30 de julio de 1281, Pedro III perdonó a los insurrectos y
devolvió cuanto les había conquistado.
El 3 de junio de 1282 Ermengol partió junto con el rey de Aragón
hacia África o Sicilia, en cabeza de un de los tres grupos en que se dividió el
ejército, lo que atestigua la mejora de las relaciones entre ambos. El año
siguiente el conde confirmó los privilegios de Balaguer y los amplió con
concesiones en 1296 y 1311; también siguió favoreciendo a Bellpuig, y así en
1184 confirmó todas las inmunidades, gracias y privilegios que sus antecesores
habían hecho al monasterio, aumentándolos en 1290. El 20 de junio de 1285,
Ermengol volvió a recibir el condado en
feudo del nuevo monarca aragonés, Alfonso
III el Liberal, que revocó los pactos que su padre había hecho con el conde
de Foix, Roger Bernard y premió los servicios de Ermengol a la corona. El conde
de Urgell, como había sido tradición, concedió un nuevo privilegio a Santa
María de Solsona en 1289.
De nuevo volvió Ermengol a la guerra de Sicilia, siguiendo la
llamada de Jaime II en 1298. En tierras italianas el conde fue el encargado de
sofocar la rebelión que se produjo en Bucceri, pero tuvo que regresar a Aragón
junto con el rey en julio de 1299. En la toma de Siracusa había sido apresado
Álvar, su hermano, que murió preso en Catena, por lo que el conde de Urgell
pasó además a ser vizconde de Ager. Ermengol negocio con los sicilianos para
traer los restos de su hermano a Aragón y una vez que lo consiguió mandó
construir para él un suntuoso mausoleo en Bellpuig.
En 1300 Ermengol casó en segundas nupcias con Faida, hija del
vizconde de Illa, habiendo muerto su primera esposa, Sibila de Montcada, que no
le dio descendencia. Desde entonces residió en las montañas de Ribagorza, en
busca de aire sano, pues, como su padre padeció una enfermedad pulmonar. El
empeoramiento de su salud le llevó a retirarse a Camporrells, en 1314, muriendo
al poco tiempo, sin descendencia masculina y habiendo dejado testamento. Sus
restos fueron transportados y sepultados en el monasterio de Bellpuig.
Al morir sin descendencia, Ermengol X llegó a un acuerdo con el rey
Jaime II para nombrar heredera al condado de Urgell y al vizcondado de Ager a
su sobrina-nieta Teresa de Entença,
hija de Constanza de Antillon y Cabrera, quien a su vez era hija de Leonor,
hermana de Ermengol. Las cláusulas de su testamento obligaban a que ella
recibiera el condado al casar con un hijo del rey de Aragón que no fuese a
reinar, impidiendo así que el condado fuese absorbido por la Corona de Aragón.
El mismo año de la muerte de Ermengol, Teresa contrajo matrimonio con el
infante Alfonso, hijo de Jaime II.
Sin embargo, el primogénito del rey se retiro a la vida contemplativa, y el
marido de Teresa se convirtió en el heredero a la Corona en 1319. Cuando Teresa
murió en 1327, su marido el rey Alfonso IV heredó el condado, pero renunció a
favor de su hijo segundo Jaume I,
dando lugar a una rama de los condes de los condes Urgell pertenecientes a la
familia real aragonesa, que se extinguió en la persona de su nieto Jaume II, quien al morir el rey Martín el Humano (1410) sin
descendencia presentó su candidatura a la corona en virtud de su parentesco con
la familia real, siendo, no obstante elegido rey Fernando de Antequera. Al
sublevarse en 1413 contra el ya rey Fernando I, fue derrotado y desposeído de
todos sus dominios, con lo que el condado de Urgell se incorporó
definitivamente a la corona de Aragón.
d) Los condados de Pallars y Ribagorza
(i) Origen de los condados
de Pallars y Ribagorza
La historia primitiva
de estos condados a raíz de su incorporación al imperio carolingio se confunde
con la del condado de Toulouse. Sus habitantes buscaron la protección del conde
San Guillaume de Gellone y fueron liberados del dominio
musulmán hacia 806. Sus sucesores Begón
(806-816) y Berenguer (816-835)
dotaron el monasterio de Alaón, el primero hacia 814 en tiempos del abad Crisógono, y el segundo hacia 824 a
favor del abad Teodoredo.
La crisis política
del Imperio carolingio bajo Luis el Piadoso hizo que Galindo Aznar, desposeído del condado de Aragón, ocupase Pallars;
también distinguió a Alaón y a su abad Asaldo antes del 837; pero recuperado
Aragón, de nuevo Pallars volvió al dominio de los condes tolosanos. Frédol (844-852) concedió a Trasbado, abad de Villanova le Lavaix,
ciertas aprisiones y protegió a Gerri; su hermano el conde Raymond I (852-863) dispensó ayuda al monasterio de Les Maleses, y
el hijo de éste, Bernard (865-874),
figura en el 871 atendiendo las reclamaciones de un abad Frugelo.
Tras la muerte
violenta del conde tolosano Bernard, un conde, Ramón I (872-920), perteneciente a la familia condal de Bigorra,
probablemente hijo de Llop I de
Bigorra, de la casa ducal de Gascuña, y de una hermana del conde tolosano
asesinado (tal vez recordado en las varias villas Lupones del condado), domina
Pallars junto con Sobrarbe y Ribagorza. En la segunda mitad del siglo X, la
documentación recoge con claridad la existencia de un comitatus ripacorcensis
pero no es posible determinar con seguridad los pasos previos. La
interpretación más acertada es la que sitúa el final del dominio de la casa
condal de Toulouse sobre los territorios de Pallars y Ribagorza, al ser
ocupados por Ramón I, a quien D’Abadal califica de primer conde independiente
de Pallars y Ribagorza. Es interesante el papel de Ramón en cuanto a sus relaciones con los musulmanes
de la Marca Superior: tras la derrota sufrida en 904 por la incursión de Lubb b. Muhammad sobre Pallars, Ramón
se aliaría con los Banu Qasi por matrimonio, lo que explicaría que la crónica
ribagorzana dijera que en la primera década del siglo X, “Pallars servía a los moros”. Pero el conde Ramón mantuvo también
relaciones con los otros dirigentes cristianos, ya que casó a su hijo Bernat
con Toda, hija del conde Galindo Aznárez de Aragón, y su hermana
Dadildis estaría casada con García Jiménez de Navarra, padre de
Sancho Garcés, a quien Ramón ayudaría a subir al trono.
Parece claro que el comes
orientó su política hacia el sur en lugar de hacia el norte de los Pirineos,
pero los constantes contactos del conde Ramón con los musulmanes de la frontera
no necesitan ser justificados como contrapeso a las posibles reivindicaciones
de Toulouse, sino que más bien se dan en un ámbito de normalidad de relaciones
entre los jefes cristianos del Pirineo y los musulmanes de la frontera en estos
momentos (siglo X).
De todos modos,
aunque está claro el dominio del conde Ramón
sobe Pallars, no lo es tanto para Ribagorza, donde de nuevo pueden
apreciarse diferencias sustanciales de interpretación entre los historiadores
en relación al gobierno del conde Unifred
I Bernat, hijo de Ramón. Según D’Abadal, llegaría al condado por herencia
de su padre Ramón I, y recupera el territorio ribagorzano, que había sido
ocupado por Muhammad al-Tawil. D’Abadal
considera que en época de los hijos de Ramón I, se dividieron los condados de
Pallars y Ribagorza. Parece que el gobierno de Pallars recayó en Isarn y Llop, el mayor y el menor de los hijos de Ramón, mientras que Unifred I Bernat y Miró se ocuparían
del gobierno de Ribagorza, todos con el título de comes.
(ii) Los condes de
Ribagorza hasta su anexión a Navarra
El mayor de los
hermanos, Unifred I Bernat, gozaría de cierta preeminencia en el gobierno. Las
noticias documentales que se conservan de éste le sitúan entre 916 y 950
realizando donaciones a los monasterios de Lavaix, Obarra y Alaón. Su hermano
Miró también aparece en algunos documentos del cartulario de Alaón y del fondo
de Obarra, con el título de comes. El cogobierno parece
continuar con los hijos de ambos: Guillem
I, hijo de Miró, y Ramón II,
hijo de Unifred I Bernat, y también entre los hijos de éste último: Unifred II, Arnau e Isarn II, todos
con el título de comes. La práctica del sistema de cogobierno no es extraña en
los condados pirenaicos en estos momentos, ya que está bien documentada en los
condados orientales de la península en el siglo IX y principios del X.
Las noticias del
siglo IX, como se ha dicho, se refieren al pago de Orrit, en el Noguera
Ribagorzana, pero probablemente ello es debido a que solo el cartulario de
Alaón, ubicado en dicho pago aporta información. El ámbito se amplía en la primera
mitad del siglo X, con la documentación de Obarra. Pero es sobre todo en la
segunda mitad del siglo X cuando aparece claramente ampliada la lista de
enclaves ribagorzanos conocidos. Así, aparecen documentados algunos otros castra en los valles del Isábena y del Esera, quizá
fruto de la ocupación de Unifred I Bernat o simplemente fruto de la lenta
expansión.
La muerte de Isarn II
en 1011, último de los hijos de Ramón II, deja a su hermana Toda chometissa al frente del
condado, marcando, como señala Galtier, el comienzo de una crisis dinástica,
complicada además por las razzias de Abd
al-Malik. A raíz de ello, las relaciones con el condado de Pallars
volvieron a ser estrechas. El matrimonio de Toda con su tío, el conde Sunyer de Pallars, ambos de edad
avanzada, ha sido visto como un acto de amparo y acogida a la sobrina sola. Sin
embargo, parece más propio interpretarlo como una auténtica estrategia
matrimonial de Sunyer teniendo en cuenta que Toda no tenía descendencia y que él
o sus hijos podían acabar controlando el condado ribagorzano. O, en todo caso,
es una clara oportunidad para Sunyer de ampliar su territorio de gobierno. La
situación no debió funcionar, puesto que, según la crónica, a los pocos años,
Toda llamó al hijo natural de su hermano Isarn, Guillem, que vivía en Castilla con su tía Ava. Al mismo tiempo,
Mayor, hija de Ava y sobrina de la condesa Toda se casaba con el conde Ramón de
Pallars. Según Galtier, la autoridad de Guillem Isárnez fue reconocida en los
valles del Baliera, del Isábena y en el Soperún (que había pertenecido al conde
Unifred I Bernat por derecho de conquista), mientras que los condes de Pallars,
Ramón y doña Mayor, continuaron gobernando en el valle del Noguera Ribagorzana.
El final de la dinastía
viene marcado por la muerte de Guillem II Isárnez, que según la crónica, fue
asesinado por los araneses estando en el valle de Arán. De este episodio se
desconocen los detalles, pero parece interesante la reacción de los araneses
que se resistían al dominio de Guillem. Puede que fuera por instigación del
conde de Pallars, como insinúa la crónica, pero cabe pensar que el problema
está más relacionado con la propia estructura social del cerrado valle.
La anexión del
territorio ribagorzano por Sancho III el Mayor de Navarra, amparándose en los
derechos de su esposa Mayor (o Munia), nieta de la condesa Ava, se dio en el
marco de la actividad expansiva de dicho monarca que le llevó a dominar en el
primer tercio del siglo XI un amplio territorio, desde el condado de Castilla
hasta el valle del Isábena.
(iii) Las dinastías
condales de Pallars
Ya hemos visto que
los sucesores de Ramón en el Pallars fueron sus hijos Isarn y Llop. Isarn
(920-948) fue preso de los musulmanes de Tudela, liberándole su primo Sancho Garcés
I; casó dos veces, y de Adelaida, su segunda esposa, nacieron Guillém I y Ermengarda; en el 945 restauró San Pedro de Burgal, donde luego fue
abadesa su hija Ermengarda; concedió bienes al monasterio de San Vicente de
Gerri en el 948 y, casado en segundas nupcias, debió de morir al poco tiempo,
dejando el condado a su hermano Llop
y su hijo Guillém I (948-960), que falleció sin descendencia. Llop (920-c.947),
casado con Goltregodo de Cerdaña, tuvo cinco hijos, y de ellos Ramón II, Borrell y Sunyer heredaron
el gobierno conjunto de P. El primero, Ramón II (948-c.995), ha dejado varios
documentos: fue protector de Gerri y no tuvo descendencia; el segundo, Borrell,
casado con Ermengarda, engendró entre otros hijos a Ermengol, que figura como conde de Pallars en compañía de su tio
Sunyer hacia c.995 y que debió morir c.1010; el tercero, Sunyer, documentado
para los años 986-1011, tuvo de su primera esposa dos hijos, Ramón III y Guillem II, entre los que repartió el condado: la parte norte o
Jussá y la sur o Sobirá, de modo que estos dos condes inauguraron dos dinastías
que por algunos siglos gobernaron el país.
La Dinastía Condal de Pallars Jussá.
Herencia de Ramón III
(1011-47), duró algo más de siglo y medio. Era éste un pequeño condado que
comprendía el valle del Flanisell, las tierras de la margen izquierda del
Noguera Ribagorzana, la Pola de Segur, con frontera con el Islam a través de la
cuenca de Tramp. Muy pronto quedó constreñido por el reino de Aragón
(Ribagorza) y el condado de Urgell, que iban a impedir su expansión territorial
por el sur a costa del vecino andalusí del sur. Casó el conde Ramón con Mayor,
hija del conde castellano García Fernández; fue protector de Gerri, Lavaix,
Obarra y Alaón; en 1029 casó en segundas nupcias con Ermesinda; mantuvo tratos
con Ermengol III de Urgell y con el caudillo Arnau Mir de Tost; de Mayor tuvo a
Ramón IV y Sunyer. Ramón IV
(1047-98) afianzó las relaciones con Arnau Mir de Tost casando con Valença,
hija de éste, en 1055; tuvieron tres hijos, Pere, Arnau y Bernat. El mayor y
heredero, Pere Ramón (1098-1113),
entabló tratos con Pedro I de Aragón y gobernó junto con sus hermanos Arnau (1098-1111) y Bernat (1113-1124); sin descendencia
Pere Ramón, heredaron el condado los hijos de Arnau Ramón: el primogénito, Arnau Mir (1124-1174), casado con Oria,
fundadora del monasterio de Casbas de Huesca, iba a detentar un buen número de tenencias y honores en Aragón (Buil,
Lascuarre, Luzás, Ricla o Fraga), siendo por tanto feudatario del rey aragonés.
A la muerte de Alfonso I se inclinó por el heredero Ramiro II, a quien prestó
ayuda desde los primeros momentos, y con quien mantuvo unas importantes
relaciones de amistad. Figuró, por tanto,
en el séquito de Ramiro II, Ramón Berenguer IV y Alfonso II, participó
en la conquista de Tortosa y Lérida y fue preso del rey de Navarra hacia 1164.
Su hijo y sucesor Ramón V
(1174-1177) encomendará la tutela de su hija Valença a Alfonso II, condesa que morirá sin sucesión al poco
tiempo, heredándola su tía Dolça,
hija del conde Bernat Ramón. Dolça, última condesa de Pallars Jussá, donará el
condado de Pallars Jussá (1192) al rey Alfonso II, y así quedaba integrado en
la Corona de Aragón, y sus villas y castillos incorporados a “uso y costumbre
del condado de Barcelona”.
La Dinastía Condal de Pallars Sobirá.
Fue herencia de Guillén II Sunyer (1011-35), que
favoreció a los monasterios de Gerri y Lavaix; de su esposa Estefanía nació
Bernat II Guillén (1035-49), que gobernó asociado a su hermano Sunyer o Artau I (1035-81); éste casó primero con Constanza y hacia 1058 con
Lucía de La Marche; protegió a Gerri y a Bellera y pactó con Ramón IV de
Pallars Jussá la división del condado; persona de mala fama, murió excomulgado.
Su hijo Artau II (1081-1124) casó
con la castellana Eslonza hacia 1083, cayó prisionero del rey de Zaragoza hacia
1109 y confirmó los pactos en el otro Pallars; su hermano Ot fue obispo de Urgell (1095-1122) y murió en olor de santidad. El
hijo y sucesor Artau III
(1124-1167), por su casamiento con Ximena
II de Pereç, señora de Alagó (municipio de la provincia de Zaragoza), se
convirtió en Artau I de Alagó, teniendo un hijo (el futuro Palacín I de Alagó (nacido en 1163). Anteriormente había casado con
una tal Agnes, hacia 1130, de la que tuvo a su heredero en el condado pallarés,
Artau IV, y una hija del mismo
nombre que la madre que casó con Ramón,
señor de Erill. El 1110 o 1111 fue hecho prisionero por los almorávides
en una razzia por tierras catalanas y retenido en Zaragoza (se encontraba en
1111), donde aprendió el árabe, cosa nada habitual en un señor de un condado
montañoso con poco contacto con los musulmanes. En 1140 recibió de manos de
Ramón Berenguer IV la señoría, también aragonesa, de Sobradiel, siendo
considerado habitualmente el primer señor de esta, aunque es muy posible que,
anteriormente, estuviera en manos de Gastón de Bearn y su mujer, la famosa Doña
Talesa. Parece que, en el condado de Pallars Sobirà, ejerció pacíficamente su
gobierno sin luchas con sus vecinos.
Le sucedió su hijo
Artau IV (1167-1182), casado con Guillema, que ya viuda gobernó hasta 1205,
premuriéndole su hijo Bernat III en
1199; la heredera fue otra hija, llamada Guillema
I (1199-1229) como la madre, que casó en primer lugar con Guillem de Erill,
y en segundas nupcias, entre 1210 y 1216 con Roger II, vizconde de Couserans (1211-1240) de la Casa de Comminges; de este matrimonio no tuvo hijos,
por lo que vendió Pallars Sobirá por 15.000 maravedíes a su marido en 1229,
pudiendo ser heredado por los hijos de aquel, y se retiró al monasterio de
Vallbona. El conde Roger I de
Commiges (1229-1236) había participado activamente en la cruzada albigense
dirigida por Simón de Monfort contra Raymond
VI de Toulouse, que arrasó el territorio vizcondal, del que no se
desentendió nunca, aunque prefirió Pallars. Le sucedió el hijo tenido en una
unión anterior, Roger II (III de
Couserans), cuya personalidad histórica ha sido confundía con la de su padre
hasta ahora. Roger I abdicó en su hijo en 1236.
Roger II unió en su
persona el importante lote de los Berga, por su matrimonio con Sibila de Berga
o de Saga (1234), y el condado pallarés (1236-1256), en la sucesión del cual,
subsanando una disposición paterna, hizo entrar (1244) a las mujeres e incluso
los bastardos, originados en el homónimo hijo suyo Roger de Commiges (nacido Roger
IV de Coserans) y conocidos a menudo con el apellido Espanha, que,
despojados finalmente de los bienes cispirenaicos, reclamaron con luchas
armadas la herencia del Pallars. Ejecutando y retocando su plan (1256), puso al
frente del condado su hijo Arnau Roger I
de Pallars y señaló el orden definitivo en la sucesión, prefiriendo la rama
masculina en la femenina. Decantó la mirada final del Pallars hacia la casa
catalana, iniciando, con su participación activa en las conquistas de Burriana,
el Puig y Valencia, un periodo glorioso de colaboración entusiasta con los
reyes, llevada al punto máximo por su hijo y sucesor condal Arnau Roger I, y
luego llevó a cabo los enlaces de sus hijos con casas nobles del Pirineo
catalán, cuyas propiedades redondearon el territorio pallarés por todos lados,
sin menospreciar sus deberes con los condes de Tolosa por sus feudos y alodios
de Couserans.
Arnau Roger I
(1256-1288) fue una de las grandes figuras de las revueltas nobiliarias de 1275
y 1280, pero luego colaboró activamente con Pedro el Grande en Túnez, Sicilia y
el Principado, donde luchó contra la invasión francesa (1285). Fue uno de los
cuarenta prohombres que hicieron fianza por el rey con motivo del desafío de
Burdeos y, más tarde, en Peralada salvó el infante Alfonso, que sirvió también
fielmente llegado a rey (Alfonso III) y le hizo de intermediario con los nobles
aragoneses de la Unión. Fue uno de los tres rehenes ofrecidos por la liberación
del príncipe de Salerno. De su mujer Làscaris, princesa griega, tuvo tres
hijas, la mayor de las cuales, Sibila, le sucedería, aunque no inmediatamente, pues a la muerte de Arnau
Roger I en 1288, obtuvo el gobierno su hermano Ramón Roger I (1288-1295), quien ya antes gobernaba el condado
durante las ausencias del titular. Involucrado en el movimiento nobiliario
contra Jaime I y Pedro II (pactos de Ager, 1274), fue hecho prisionero en
Balaguer (1280), pero recibió el perdón real. Luchó con el conde Roger Bernat III de Foix en el bando
francés durante la invasión de Cataluña de 1285. Adoptó entonces una línea de
fidelidad a la monarquía y se enfrentó a los unionistas de Aragón. Emprendió
también una larga contienda contra los vizcondes de Couserans, con el apoyo del
rey Alfonso el Liberal. En los conflictos nobiliarios del 1293 se alió con los
Cardona contra los Montcada y contra los condes de Empúries y de Urgell. Casado
con Blanca de Bellera, no tuvo descendencia, y el condado pasó a su sobrina
Sibila.
Sibila I sucedió su tío Ramón
Roger I, al cumplirse las previsiones establecidas por su padre. Muy joven y
debiendo pagar a los albaceas 150 000 sueldos melgoresos, vendió el patrimonio
al rey Jaime II, que se lo devolvió
(1297) y le ayudó contra las acometidas de sus primos los vizcondes de
Coserans, que pretendían el condado (habían sido desheredados en 1256)
amparados por los condes de Foix y los reyes de Francia, que codiciaban el
Valle de Aran. Mantuvo la integridad territorial, a pesar invasiones y ataques
(1295-1311), ya resuelto el conflicto del Valle de Aran (1313), en la concordia
del 1327. Agregó a sus dominios los castillos de Tamarit, L'Arboç, Gelida y
Cervelló, a cambio de unos del Berguedà con el mismo rey en 1309. Concedió
nuevas franquicias en los pueblos del valle de Àneu (1313), y en 1319 vio
visitado el monasterio de Gerri por un grupo de obispos orientales. Completó la
catalanidad del tronco familiar y acrecentó el territorio con una señoría del
Ripollès en casarse con el barón Hug VII
de Mataplana, hijo de Ramon
d’Urtx-Mataplana quien se convirtió en el conde Hug I de Pallars en 1297. Tuvo siete hijos, el heredero de los
cuales, Arnau Roger II, fue asociado
al gobierno ya en 1321. Le sucedió en solitario en 1328, teniendo que defender
el condado contra las pretensiones de los Commiges de Couserans, ayudado por el
rey Alfonso III, su cuñado, pues sus esposas Teresa y Urraca de Entença eran
hermanas. Muerto sin hijos (1343) heredó el condado su hermano, Ramón Roger II, quien a la muerte de su
padre había recibido las baronías de Mataplana, Vall de
Toses y Cervelló y un amplio dominio de las Garrigues que incluía las Borges,
Arbeca y Castelldans. Al morir su hermano, Arnau Roger II, sin hijos, los
Commiges representados por el conde Jaime I de Urgell, marido de Cecilia de
Commiges, reivindicaron el condado, pero Pedro III hizo investidura a favor de
Ramón Roger. Convertido en hombre de confianza del Ceremonioso, junto a los
Cabrera, los Montcada y el vizconde de Isla, participó en la segunda campaña
del Rosellón (1343) y se enfrentó repetidamente a Jaime III, al cual, después
de decidir la suerte en la asamblea parlamentaria de Barcelona de 1344,
contribuyó a derrotar definitivamente en la batalla de Llucmajor (1349). El
1345 hizo cesión a su hermano Pere Roger
Bernat de la baronía de Mataplana y otras señorías. Prestó también apoyo a
la causa de la realeza en los conflictos de la Unión. Estuvo casado con Sibila
de Cardona y le sucedió su hijo Hug
Roger I (1350-1366), quien participó
en la defensa de Aragón contra los ataques castellanos de 1363.
A Hug Roger I le
sucedieron sus hijos Arnau Roger III
(1366-1369) y Hug Roger II
(1369-1416). Éste se casó con Blanca de Foix-Castellbó y después con Violant de
Orcau. Fue chambelán y consejero del infante Juan, y colaborador suyo cuando
éste llegó a rey. Rechazó la invasión Armagnac en 1389-90, se alineó con la
reina Sibila, al morir Pere IV el Ceremonioso (1387) y combatió con éxito
contra la incursión de su sobrino Mateo de Foix en 1396. Durante el interregno
fue valedor de Luis de Calabria. Se opuso a la revuelta de Jaime de Urgell en
1412-13. Su sucesor fue su hijo Roger Bernat I. Se casó con Beatriz de Cardona,
y fue padre de Arnau Roger IV. En vida de su padre, asistió a la coronación de
Martín I en Zaragoza (1399) y en las cortes de Barcelona de 1410, que apresura
al Humano el nombramiento de sucesor. Pese participar con su padre en la lucha
de Fernando contra Jaime II de Urgel, pronto se convirtió en uno de los líderes
del partido pactista defensor a ultranza de las libertades y los privilegios de
las clases dirigentes catalanas frente al autoritarismo de la nueva dinastía
Trastámara. Con Bernat de Cabrera, Dalmau de Rocabertí, Ramonde Perellós y
Francisco de Erill, en la corte de Barcelona del 1416, presidió la facción
nobiliaria que rehusó a Alfonso IV los subsidios para la guerra contra Génova.
También formó parte de la Junta de Molins de Rei (1418), creada para enviar una
embajada al rey y exigirle la reforma del gobierno y la expulsión de los
extranjeros de los cargos públicos del Principado de Cataluña. Como jefe de la
facción contraria a cualquier compromiso con la monarquía, contribuyó a
desencadenar la ofensiva pactista de las cortes de Barcelona de 1421-23. Con
todo, en 1423 fue con su cuñado Joan
Ramon Folc I de Cardona al reino de Nápoles, donde, sirviendo el Magnánimo,
luchó en la conquista de la capital. A su muerte (1424) fue sucedido por su
hijo Arnau Roger IV, y es posible
que otro hijo, Bernat Roger I (†
1442?), fuera asociado, aunque no hay pruebas definitivas.
Arnau Roger IV fue virrey de Sicilia (1424) y
se casó con Juana de Cardona. Pródigo e impulsivo, entró en conflicto con la
reina María y con la ciudad de Barcelona por razón de sus deudas y las
extorsiones de que hacía víctima su abuela Blanca. También se enemistó con su
pariente y vecino Juan de Foix, que invadió el Pallars (1435) en ayuda de los
Bellera atacados por Arnau Roger. En 1438, como condestable de la corona, defendió
el Valle de Aran contra una fuerte acometida francesa y luego intervino
activamente en las cortes de Lérida (1440).
Le sucedió su hijo Hug Roger III (1451-1491), casado con Catalina, hija del prohombre
rosellonés Felipe de Albert. En 1461 formó parte de la embajada que reclamó de
Juan II la libertad de Carlos de Viana, y del Consejo del Principado, y estuvo
en pugna con su tío Joan Ramon Folc III
de Cardona, conde de Prades. En 1462, como jefe militar supremo del Principado,
combatió los remensas, sitió la reina Juana
Enríquez y el infante Fernando, a la Fuerza de Girona y defendió Barcelona.
Fue diputado del general en 1464-67, cayó prisionero de Joan II en 1466, fue
liberado en 1470 y prosiguió la lucha hasta la capitulación de Pedralbes, de la
que fue excluido (1472). Entonces mantuvo una campaña de continua hostilización
del Pallars y las tierras vecinas desde su refugio de Valencia d'Àneu. En 1475 aceptó
treguas, y en 1480 hizo acto de sumisión y obtuvo el perdón para él y sus
partidarios, pero en 1484 volvió a la lucha. Acorralado por sus parientes y
enemigos, los Cardona, tuvo que huir en 1488, mientras su esposa continuaba
resistiendo heroicamente en València d'Àneu, donde estuvo sitiada durante tres
años. En 1491 sus dominios pasaron a los Cardona, con la denominación de
marquesado de Pallars. Exiliado en Francia, entró al servicio de Carlos VIII, y
le acompañó a Nápoles en 1494. Fue gobernador del Castillo Nuevo, y cayó
prisionero del Gran Capitán (1503). Después de haber sido recluido en esta
fortaleza, fue llevado a Barcelona, y habiendo sido conmutada la sentencia de
muerte que pesaba sobre él por la de prisión perpetua, fue trasladado al castillo
de Xàtiva, donde murió.
6. La Unión dinástica entre la Casa de Aragón y
la Casa de Barcelona
a) La expansión del reino aragonés bajo Alfonso I el batallador
En 1104, al morir Pedro I
(1094-1104), la dinastía de Aragón estaba preparada para lanzar un gran ataque
contra la taifa de Zaragoza. Desde los tiempos del padre de Pedro, Sancho Ramírez (1063-1094), las
agresiones de aquel reino montañés alrededor del perímetro septentrional del reino
musulmán habían sido continuas y en general victoriosas. Los aragoneses habían
obtenido pocas victorias resonantes, tales como la toma de la importante ciudad
de Huesca en 1096, pero a lo largo de más de cuarenta años las fortalezas
fronterizas de los Ibn Hud habían ido cayendo una tras otra y el camino estaba
ahora despejado para descender a la gran llanura del Ebro. No obstante, el
nuevo rey de Aragón se encontraba ante un problema que en términos normales
eran insuperables: las tierras dominadas por Aragón, incluyendo los territorios
orientales de Navarra y con las nuevas tierras en las fronteras de Zaragoza,
abarcaban una extensión de unos 9.000 kilómetros cuadrados, mientras que su
objetivo se extendía a lo largo y ancho de 30.000 kilómetros cuadrados o más.
Luego, además de la capital, se encontraban las ciudades de Tudela, Tarazona,
Calatayud y Daroca, todas ellas formidables para un atacante que dispusiera
solo de tan escasos recursos.
La mayor ventaja de los
monarcas aragoneses había radicado siempre en la debilidad de la dinastía rival
de los Ibn hud. En 1104 ya habían perdido Lérida y Tortosa, en la parte
oriental de sus territorios, como consecuencia de divisiones y rivalidades
entre hermanos y tíos de la dinastía que siempre eran fomentadas por los condes
de Barcelona y el entonces Cid de Valencia. El resultado final de las conjuras
y las agresiones había sido la ocupación de aquellas tierras por los
almorávides. Otros territorios del este –Calasanz, Barbastro, Balaguer- habían
caído uno tras otro en manos de Pedro de Aragón o del conde de Urgell en los
años que siguieron a la rendición de Huesca. Con todo el intento de Pedro
contra Zaragoza en 1101 no dio fruto.
En enero de 1110 Alfonso I tuvo que volver apresuradamente de León,
en donde era rey consorte por su matrimonio
con Urraca de Castilla y
León, para rechazar una ofensiva zaragozana y había derrotado y muerto a al-Musta’in en la batalla de Valtierra.
Su puesto lo ocupó su hijo ‘Abd al-Malik,
pero Alfonso no pudo aprovechar su ventaja al tener que acudir a sofocar una
revuelta en Galicia. Al mismo tiempo una rebelión de partidarios de los
almorávides dentro de la ciudad había derrocado a ‘Abd al-Malik, y 31 de aquel
año el gobernador africano de Valencia tomó posesión de Zaragoza y puso una
guarnición en ella. El destronado rey se retiró al castillo de Rueda del Jalón,
desde donde siguió reivindicando su trono zaragozano. A pesar de todos sus
intentos, Alfonso no pudo conseguir conquistar a los almorávides Zaragoza;
incluso el gobernador tomó la ofensiva y atacó incluso al norte de Huesca, y en
1114 todavía le quedaron fuerzas para lanzar un ataque general contra
Barcelona. Fue relevado poco después y su sucesor n consiguió nada digno de
mención y murió en 1117. Por entonces, Alfonso I ya habría puesto sitio a la
ciudad antes de que llegara otro jefe de la misma categoría. Reuniendo tropas
procedentes de los feudos transpirenaicos franceses (Commiges, Bigorre, Bearn,
etc), mercenarios experimentados en la Iª Cruzada e incluso del conde de Urgell,
puso sitio a la ciudad en mayo de 1118. Siete meses después la ciudad caía en
manos del Batallador, con lo cual las demás fortalezas fueron cayendo una tras
otra: Tudela y Tarazona y Borja en 1119, y con ello la totalidad de las cuencas
alta y media del Ebro. En 1120 avanzó hasta poner sitio a Calatayud, mientras
parte de sus fuerzas se dirigían hasta la ciudad de Daroca. Los almorávides
reunieron un ejército con contingentes que procedían de Murcia, reforzado con
tropas de Lérida, en el norte. Alfonso I pudo hacer sus preparativos con
antelación, añadiendo a sus fuerzas a ‘Abd al-Malik de Rueda, que combatió al
lado de los aragoneses. La batalla tuvo lugar en Cutanda en 1120 y la derrota
de los almorávides fue total. Aquel año cayó Calatayud y Daroca, y en 1124 los
cristianos ya habían subido el valle del Jiloca hasta llegar a Monreal del
Campo.
En 1125-26 inició una campaña militar que llevó a recorrer
Andalucía, que era en gran medida preventiva. Su objetivo no
era conquistar ciudades sino devastar sus hinterlands.
La destrucción de cosechas, vides, árboles y ganado a lo largo de la futura
ruta de invasión hizo que durante mucho tiempo a los ejércitos les costase
utilizarla. En 1129 el amir
almorávide, 'Ali b. Yusuf preparó
otra ofensiva para el este. Fuerzas enviadas desde África se unieron a las de
Murcia, Córdoba y Sevilla, bajo el mando del gobernador de esta última, y
marcharon hacia el norte penetrando en territorio valenciano. Alfonso I partió
hacia el sur y volvió a apuntarse una impresionante victoria en Cullera, cerca
de la desembocadura del río Júcar, en mayo de 1129, lo que le permitió ocupar
algunas fortalezas en la región. Durante el año 1130, el rey aragonés reforzó
sus fronteras, pero no estaría excesivamente ocupado, porque ya estaba trazando
planes para recuperar las porciones que quedaban de la histórica taifa de
Zaragoza y someterlas a su domino. Estos restos se encontraban en el este y
comprendían las tierras de las ciudades de Lérida y Tortosa, que también había
formado parte del patrimonio Ibn Hud. Lérida era la meta más próxima, pero, al
parecer los aragoneses tenían la intención de que las fuerzas que la sitiaran
fuesen aprovisionadas desde Zaragoza. El acceso desde esta dirección estaba
vigilado por las plazas fuertes de Mequinenza, donde al Ebro se le une el río
Segre, que pasa por Lérida, y de Fraga, unos 18 kilómetros más al norte. Desde
enero de 1133 hasta julio de 1134 la última campaña de Alfonso de Aragón dio
vueltas en torno a los dos puntos citados. Mequinenza fue tomada casi
inmediatamente, pero Fraga resistió con tenacidad. Los ciudadanos de Lérida
dirigían sus peticiones de auxilio al gobernador almorávide de Valencia, quien
por lo menos en dos ocasiones avanzó a socorrer a Fraga. Durante la segunda
ocasión, el 17 de julio de 1134, el ataque almorávide coincidió con la salida
de los defensores de Fraga. Pillados por sorpresa los aragoneses fueron
derrotados y diezmados. El rey resultó malherido y murió en septiembre a
consecuencias de las heridas.
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La Reconquista en el Principado Catalán y en el reino de Aragón |
La desaparición
del Batallador después de treinta años de actividad puso inmediatamente en duda
la supervivencia del nuevo Aragón, cuya construcción había sido la obra de su
vida. No tuvo hijos, y aunque había otros miembros de la dinastía había tomado
la singularísima medida de legar su reino a una serie de órdenes religiosas. Y
había reafirmado su voluntad el 4 de septiembre de 1134, muy poco antes de
morir. La muerte del rey de Aragón en estas circunstancias provocó una crisis
de todo el reino que tardaría tres años en resolverse, y su solución sería una
novedad de lo más inimaginable y verosimil.
El heredero más
cercano era el hermano menor del rey, Ramiro
Sánchez, quien había ingresado en el monasterio de Saint-Pons de Thomières
a la edad de seis o siete años. Fue elegido obispo de Burgos, en 1114 hasta
1117; justo después de la batalla de Fraga su hermano le presentaba como
candidato a la sede de Barbastro, cuyo obispo había muerto en dicha batalla.
Sin embargo, cuando Alfonso murió, partió inmediatamente a Jaca, sede tradicional
de los reyes de Aragón. Allí le aclamó rey la asamblea de obispos y notables
del reino. Uno de sus primeros pasos había consistido en negociar una tregua de
dos años con Ibn Ganiya, el vencedor de Fraga y gobernador almorávide de
Valencia y Murcia.
b) La herencia de Alfonso I el Batallador de Aragón
Uno de los aspectos más notables del reinado de Ramiro II fue la
solución dada al problema de la sucesión dinástica en el reino aragonés. El
rey-monje decidía contraer matrimonio, a pesar de su estado eclesiástico, y en
otoño de 1135 casaba con Inés de Poitou
(era viuda desde 1127 de Aimeric V,
vizconde de Thouars, y madre de tres hijos que presumían, al menos, la futura
fertilidad de la desposada), que, a mediados de 1136, alumbraba una niña, de
nombre Petronila, que iba a heredar los derechos al trono aragonés. Desde este
momento comenzaron las gestiones para desposar a la neófita, que, tras una
larga serie de negociaciones, fue entregada, con apenas un año de edad, a Ramón
Berenguer IV, conde de Barcelona desde 1131, que se convertía así en la figura
clave de la historia del reino aragonés y de los condados catalanes, unidos
desde entonces dinásticamente: se estaba gestando el nacimiento de la Corona de
Aragón que tan trascendental papel desempeñó en el posterior desarrollo de la
historia peninsular, mediterránea y occidental.
Los documentos conservados al respecto establecen que Ramino II
entregaba a Ramón Berenguer, conde y marqués, el 11 de agosto de 1137, en la
ciudad de Barbastro, a su hija, “como esposa,
con todo el reino de los aragoneses”; además, si Ramón Berenguer sobrevivía
a Petronila, el conde recibiría el reino, libre e inmutable, a la muerte de su
suegro, Ramiro. El texto finaliza acordando que: “yo, Ramiro, seré rey, señor y padre en el citado reino y en todos tus
condados [del conde de Barcelona], mientras me plazca”.
Ramón Berenguer IV recorrerá desde entonces las ciudades del reino
de Aragón para recibir el juramento de fidelidad y de obediencia de sus nuevos
vasallos. Como conde de Barcelona por linaje, y príncipe de Aragón por su
matrimonio, actuará indistintamente como dueño y señor en ambos territorios.
Ramiro II abandonaba voluntariamente la vida política, retirándose al
monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, no sin antes exhortar a sus
“hombres” (caballeros y peones, clérigos y laicos) a que prestaran a su yerno,
Ramón Berenguer, la obediencia debida a él mismo.
El matrimonio no se celebró hasta agosto de 1150, fecha en la que
Petronila alcanzaba su mayoría de edad, es decir, catorce años, siendo Lérida,
recientemente conquistada por Ramón Berenguer IV y situada a medio camino entre
Barcelona y Zaragoza, el lugar elegido para sus esponsales. Una vez consolidada
su situación política en el interior del reino, donde fue reconocida sin
oposición alguna su potestad regia -aunque la chancillería nunca le designaría
como rey-, Ramón Berenguer IV se hacía cargo del gobierno.
Por otro lado,
hubo que llegar a un acuerdo con las tres órdenes religiosas que eran las
herederas legales de Alfonso I de acuerdo con su testamento final. En
septiembre de 1140 la orden del Santo Sepulcro y la de los Hospitalarios
hicieron una oferta conjunta a Ramón Berenguer, en la que éste basó su
contraoferta. Casi un año después el patriarca Guillermo de Jerusalén y el prior de la orden del Santo Sepulcro
cedieron el título que recibieran al amparo del testamento, a Ramón Berenguer
IV y sus hijos, a perpetuidad. Sin embargo si la estirpe de este se extinguía,
el título volvería al patriarca y al prior. Dos años después, en 1143, el
maestre de los caballeros Templarios hizo lo mismo. A cambio de la cesión las
órdenes se convirtieron, en Aragón y Cataluña en poseedoras de diversas
propiedades y privilegios que administraban para sostener un establecimiento en
el Levante.
El gobernante de
Aragón-Barcelona tenía dos preocupaciones apremiantes: una era la consolidación
de su inverosímil reino. En 1150 la infanta aragonesa, Petronila, cumplió catorce años y en seguida la casaron con el
conde de Barcelona. Luego, en 1152, parece que ocurrió algún accidente al dar a
luz, y Ramón Berenguer se alarmó ante la posibilidad de que su esposa no
sobreviviera o no diese a luz otro niño. Por tanto, le pidieron que redactara
un testamento dejando todos sus territorios a su esposo si no tenían un heredero. De hecho hubo
herederos, pero a la muerte del conde-rey, en 1162, el único de sus hijos
varones que vivía contaba solo cinco años de edad, el futuro Alfonso II.
Ramón Berenguer se
convirtió en regente de su joven sobrino en Provenza y maniobró hasta imponerse
por completo al nuevo conde de Toulouse, hijo del conde Alfonse Jordán en 1147,
cuando participaba en la segunda cruzada. Consiguió sucesivamente la sumisión
feudal de Béziers, Carcassonne y Razés, aliado desde hacía mucho tiempo con
Montpellier, así como de la casal condal de Commiges antes de 1150. En 1154 fue
nombrado también regente del joven vástago de los vizcondados de Bearn y
Bigorre, con lo que se convirtió en el gobernante más poderoso de todo el
Languedoc al sur de Toulouse. Por consiguiente, cuando aquel mismo año Leonor
de Aquitania se casó con el conde de Anjou y Maine, que pronto sería también
rey de Inglaterra, Ramón Berenguer buscó una alianza con Enrique Plantagenet en
el suroeste. En 1156 el conde-rey de Aragón-Barcelona y el rey de Inglaterra
pondrían conjuntamente sitio a Toulouse. Este nuevo capítulo de los esfuerzos
por edificar conjuntamente un imperio en el Languedoc, que tendría un final
sangriento en el campo de batalla de Muret en 1214, haría que durante mucho
tiempo Aragón-Barcelona no prestara atención a las posibilidades de conquista
en el sur.
En cierto modo, la
unión de dominios y política que de dicha unión se derivaba, eran puramente
personales. Superando las diferencias lingüísticas y de costumbres, Ramón
Berenguer practicó una acción ultrapirenaica que los trovadores calificarían
poco después de occitánica; a ella le empujaba la estrecha relación con su
hermano Berenguer ramón, conde de Provenza y luego la tutoría que hubo de
ejercer sobre el hijo de éste, Ramón Berenguer, cuando heredó el condado siendo
de corta edad. Esta política ultrapirenaica conectaba con los intereses de la
Casa real de Inglaterra. Enrique II era, por su mujer, duque de Aquitania. En
1159 Enrique y Ramón Berenguer celebraron una entrevista en Toulouse acordando
un matrimonio acordando un matrimonio entre hijos que no llegaría a celebrarse.
A partir de esa fecha, la amistad entre Inglaterra y Cataluña se hizo cordial.
En consecuencia, la política occitánica se perfilaba como antifrancesa,
aumentando el compromiso exterior. Esta misma razón empujó al conde-rey a
buscar la amistad del emperador Federico Barbarroja: en el verano de 1162 Ramón
Berenguer emprendió el viaje a Italia, en donde estaba prevista una reunión con
el Hohenstaufen. Entre otras cosas se intentaba entonces por primera vez frenar
las ambiciones de Génova, que se dirigían ahora contra Mallorca y Valencia. En
el curso de este viaje murió el conde en Turín, el 6 de agosto.
Petronila, viuda y
reina propietaria de Aragón, convocó en Huesca una Curia extraordinaria para
comunicar el testamento de su marido. Éste dejaba los condados catalanes a su
hijo Alfonso Ramón, nacido en 1158, segregando como feudos de Cataluña a favor
de otro hijo menor, Pedro, los estados de Béziers, Narbonne y Carcassonne.
Había que crear una regencia pues el nuevo conde de Barcelona era menor de
edad. Ramón Berenguer de Provenza, con el auxilio del senescal Guillem de
Montcada y otros magnates catalanes, se encargó de ella. Antes de dos años, el
18 de julio de 1164, Petronila hizo renuncia al trono en su hijo. De esta
suerte, Aragón y Cataluña permanecerían unidas en adelante.
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