lunes, 13 de febrero de 2012

Los Tahiríes de Khurasán (821-873)


(extraido y traducido de BOSWORTH, C.E.: The Cambridge History of Iran. Volume IV. Cap. 3, Tahirids and Saffarids) 

Durante el tercer tercio del s.IX, cuatro generaciones de la familia Tahirí se sucedieron una a la otra hereditariamente como gobernadores para los Califas abasíes (205-59/821-873). La línea es considerada a menudo como la primera dinastía en el este en hacerse autónoma de los califas en Iraq; su papel en la disolución de la unidad política del Califato Islámico correspondería, de acuerdo con esta perspectiva, con los roles de los Aghlabíes de Ifriqiya o Tunisia en el lejano occidente y de los Tuluníes en Egipto y Siria. Hay, como veremos más abajo, contundentes objeciones a esta visión tanto desde el punto de vista de la teoría constitucional como desde la conducta real de los Tahiríes; de todas maneras es un análisis del tema superficial y engañoso. Sin embargo,  es probablemente cierto que la continuidad en el poder de los Tahiríes favoreciera los comienzos del resurgimiento del sentimiento y cultura nacionales persas, aunque Spuler quizá está siendo excesivamente dogmatico cuando señala, respecto a la sucesión de los primeros Tahiríes en el gobierno de Irán; “en teoría, nada especial había cambiado, pero, en la práctica, se había establecido la primera dinastía musulmana en tierra iraní, comenzó el renacimiento político de la nación persa.

Previamente, el  Khurasán había estado  económica y socialmente atrasado comparado con el resto de Persia. Había perdurado una sucesión de gobernadores enviados desde Iraq, normalmente árabes que tenían poca preocupación por la prosperidad duradera de la provincia; los cambios contra los gobernadores eran a menudo rápidos, proporcionando una tentación para aprovechar el cargo y llenar los bolsillos mientras lo permitiera la oportunidad. Los Tahiríes estaban altamente arabizados, pero, no obstante, eran persas. El firme y justo gobierno que dieron al mundo iranio oriental favoreció un progreso material y cultural, mientras que la anterior y más antigua cultura irania, la indígena,  había sido debilitada por el impacto dinámico de la religión islámica y el dominio político árabe. Los efectos prácticos de esas tendencias inauguradas por los Tahiríes se vieron, de cualquier modo, más tarde, en las políticas gubernamentales y en el clima cultural de las dinastías que siguieron –Saffaríes y Samaníes- en Persia Oriental, las diversas dinastías daylamitas y kurdas en el oeste, cuyos lazos con el Califato Abbasí eran perceptiblemente más laxos y cuyo respeto hacia la teoría constitucional de que todo el poder político era una delegación de los Califas era mucho más débil.

Los fundadores de la fortuna de la familia Tahirí fueron los típicos persas que habían prestado su apoyo, primero al da’wa anti-omeya de Abu Muslim, y luego al nuevo régimen de los Abbasíes que en 132/749 emergió de esa agitación. Desde la ascensión en ese año del Califa al-Saffah hasta la muerte de al-Ma’mun, unos ochenta años más tarde, las tropas khurasaníes formaron la columna del ejército abasí y el pilar principal de la dinastía, mereciendo totalmente su designación de abna’ al-dawla “hijos de la dinastía”. Sus servicios contribuyeron grandemente a la victoria de al-Ma’mun, que comandaba los recursos humanos y materiales de Persia, sobre su hermano al-Amin, cuyo apoyo principal venía de los árabes de Iraq. Solo con la ascensión en 218/833 de al-Mu’tasim el elemento persa en el ejército califal ocupó el segundo lugar respecto a los nuevos grupos, más prominentes, entre los que estaban los Turcos de las estepas del Asia Central y la Rusia meridional.

Ruzaiq, ancestro del primer gobernador Tahirí de Khurasán, Tahir b. al-Husayn, fue un mawla o cliente de Talha b. Abd Allah al-Khuza’i, conocido como “el incomparable Talha” (Talha al-Talahat), que había sido gobernador de Sistán hacia el fin del siglo I/VII. El abuelo de Tahir, Mus’ab b. Ruzaiq tuvo parte en la revolución abbasí en Khurasán, actuando como secretario para el da’i o propagandista abbasí, Sulayman b. Kathir al-Khuza’i. Como recompensa por sus servicios, estos primeros Tahiríes adquirieron gobernoratos en Khurasán Oriental. Mus’ab fue gobernador de Pushang y al parecer también de Herat. Ciertamente estaba gobernando Pushang para el Califa al-Mahdi en 160/776-7, pues en ese año fue expulsado de la ciudad por el rebelde kharidjí Yusuf b. Ibrahim al-Barm al-Thaqafi. Esos fueron años de considerable transtorno social, político y religioso en Khurasán, pero los Tahiríes no florecieron espectacularmente, y su continúo control sobre Pushang anunció el papel más profundo que desempeñaron más tarde en Khurasán: tanto al-Husayn como Tahir, hijo y nieto de Mus’ab, se sucedieron en Pushang. Las fuentes están de acuerdo en que los Tahiríes eran étnicamente persas y que adquirieron el nisba o gentilicio de al-Khuza’ia través del clientelismo con la tribu árabe de Khuza’a. La lengua normal de Tahir al-Husayn era el persa, e Ibn Tayfur deja constancia de sus últimas palabras en esa lengua. Cuando los Tahiríes estuvieron en el cenit de su poder sus partidarios hicieron intentos por inflar sus modestos orígenes. Mas’udi establece que ellos reclamaban descender del héroe Rustam, y el poeta árabe Di’bil b. Alí, de genuino linaje Khuza’i, satiriza los intentos tahiríes por conectarse por una parte con Quraysh (ya que Khuza’a había controlado en una ocasión La Meca, en tiempos preislámicos) y por otra parte con los emperadores persas.

En 194/809-10 Tahir se unió al general Harthama b. A’yan en operaciones contra Rafi’ b. Layth, nieto del último gobernador omeya de Khurasán Nasr b. Sayyar. Rafi’ se había alzado en un  serio levantamiento contra la autoridad califal, atrayendo apoyos de las poblaciones iranias de Transoxiana y Khwarizm así como de los turcos de las estepas circundantes. Hacia 194/810 la frágil paz entre los dos hermanos abasíes al-Amin y al-Ma’mun, los dos herederos principales del poder de su padre Harun al-Rashid ya se estaba desmoronando. En la compleja sucesión de arreglos hecha por Harun al-Rashid en 182/798 y confirmado en La Meca en 186/802 se había establecido que al-Ma’mun, gobernador de todas las tierras persas al este de Hamadan, seguiría a al-Amin en el Califato, con un tercer hermano, al-Qasim al-Mu’tamin, gobernador de al-Jazira y las fortalezas a lo largo de la frontera bizantina, como siguiente en la sucesión. Apremiado por su visir al-Fadl b. al-Rabi y por Alí b. Isa b. Mahan, anterior gobernador de Khurasán, al-Amin en 194/810 declaró nulos e inválidos los derechos sucesorios de al-Ma’mun y al-Qasim, y proclamó a su hijo infante Musa como heredero, con el honorífico al-Natiq bi’l-haqq. Al-Ma’mun respondió retirando el nombre de su hermano de la khutba o sermón del viernes en sus territorios y de las monedas acuñadas allí, y cortando las redes barids de comunicación entre Khurasan e Iraq.

En 195/810-11 Tahir se convirtió en comandante del ejército situado por al-Ma’mun en Rayy para enfrentarse a las fuerzas de al-Amin en Hamadan. En la subsiguiente batalla, Alí b. Isa b. Mahan fue derrotado y muerto; y una de las explicaciones dadas para el sobrenombre de Tahir de Dhu’l-Yaminain “el hombre con dos manos derechas” o “el ambidextro” es que en esta batalla cortó a un hombre en dos con su mano derecha. El historiador alaba el hábil generalato en desplegar sus tropas, a las que instaba a “atacar con la furia de los Kharidjíes” (ihmilu hamlatan kharijiyyatan), y también su uso de espías. La ulterior victoria es generalmente considerada como un triunfo del este persa sobre el Iraq árabe. Su causa fue ciertamente ayudada por las memorias locales del tiránico gobierno de Alí b. Isa b. Mahan en Khurasán, y las denuncias de Tahir en Rayy acusando al ejército enemigo de ser una chusma de beduinos depredadores y bandidos montañeses; la descendencia materna de al-Ma’mun desde Marajil al-Badghsiyya, una de las concubinas persas de Harun al-Rashid, y sus conocidas simpatías persas, también debió de haber ayudado. Tahir siguió adelante tras su victorias en Rayy e invadió la totalidad de Djibal, infligiendo aún más golpes al ejército de al-Amin y avanzando a través de al-Ahvaz hacia la capital misma. Cuando Bagdad finalmente cayó en manos de Harthama  y Tahir, los soldados persas de Tahir mataron al cautivo al-Amin (198/813); ciertas fuentes mencionan que al-Ma’mun más tarde hizo responsable a Tahir del asesinato de su hermano.


El nuevo Califa al-Ma’mun permaneció durante varios años en sus cuarteles generales orientales de Marv. Aunque Tahir fue uno de los arquitectos de su triunfo, le ordenó abandonar el control de Persia Occidental, Iraq y la Península arábiga a favor de al-Hasan, hermano de su principal consejero, el persa al-Fadl b. Sahl, llamado Dhu’l-Riyasatain (“el hombre cargado con dos funciones, al-tadbir wa’l-harb”, es decir, poder civil y militar). A cambio, fue designado gobernador de al-Jazira y Siria, con la misión específica de combatir al jefe árabe local, Nasr b. Shabath al-Uqaylí, que había iniciado una revuelta de elementos pro-aminíes. En la práctica, no hizo progresos reales, y Nasr b. Shabath continuó causando problemas durante unos 10 años, hasta que su centro de poder en Kaisum, al norte de Alepo fue capturado.

La base de Tahir durante esos años estaba en Raqqa sobre el Éufrates, pero también adquirió más oficios en Iraq, convirtiéndose en sahib al-shurta, el oficial responsable del orden público y servicios de policía en Bagdad, asumiendo la responsabilidad para la recaudación de ingresos del Sawad de Iraq, la fértil y próspera región agrícola del Iraq central. Mientras que los Tahiríes han venido a ser conocidos principalmente por su gobierno en Khurasán, esos cargos administrativos en Bagdad eran difícilmente de menor importancia para el mantenimiento del poder de la familia; en realidad, varios tahiríes fueron sus titulares hasta los primeros años del siglo X, mucho tiempo después de que Khurasan se hubiera perdido a favor de los Saffaríes. Eran, sin duda muy lucrativos. De acuerdo con Ya’qubi, el kharaj o impuesto territorial bajo los Tahiríes ascendía a 40 millones de dirhams, pero además de esto, sus intereses  en Iraq les proporcionaban 13 millones extras de dirhams, más otros ingresos en especie. En el interior de la ciudad de Bagdad, los tahiríes eran titulares de ricas propiedades. El Harim de Tahir b. al-Husayn, una de las más opulentas construcciones en la parte oeste de Bagdad, era la residencia de los gobernadores Tahiríes de Bagdad, y más tarde, de los Califas mismo; en un una época tan temprana como la de Abd Allah b. Tahir, adquirió un estatus casi real, con los consiguientes derchos de santuario (de ahí el nombre harim “lugar inviolable, santuario”). Por medio de esos oficios, los Tahiríes fueron capaces de ejercer influencia en el centro del Califato, y ya que su sede estaba en Bagdad, eran menos afectados por la violencia de los guardias turcos que dominaban y a menudo aterrorizaban a los Califas en Samarra. Así, la presión tahirí en Bagdad obligó al Califa al-Mu’tamid a tomar una actitud firme, si bien sólo temporalmente, contra Ya’qub b. al-Layth cuando en 259/873 capturó Nishapur de Muhammad b. Tahir.

Tahir se convirtió en gobernador de todas las tierras califales al este de Iraq en 205/821. Se dice que deliberadamente había buscado la investidura de aquellas para retirarse de la corte, temiendo que al-Ma’mun se hubiera vuelto contra él. El gobierno estaba asegurado realmente por una pizca de intriga desagradable, en el que la intercesión del visir de al-Ma’mun Ahmad b. Abi Khalid fue empleada contra el gobernador titular de Khurasán, Ghassan b. Abbad, protegido y pariente del visir previo al-Hasan b. Sahl. Poco después de su llegada al este, Tahir comenzó a dejar el nombre de al-Ma’mun fuera de la khutba, y varias monedas acuñadas por él en 206/821-2 también omitió el nombre del Califa; ambas acciones eran virtualmente declaraciones de independencia de Bagdad. No obstante, en este punto murió en Marv (207/822).

Obviamente es difícil de estimar los motivos de Tahir, ya que no sabemos como pudieron producirse los acontecimientos. Hay ciertas contradicciones y diferencias de cronología en los registros de los historiadores, y es posible que Tahir fuera envenenado por orden de Ahmad b. Abi Khalid, interesado en  reivindicar su propia lealtad al Califa, ahora que el hombre al que había recomendado para el puesto se había mostrado rebelde. Es posible que el significado de la acción de Tahir hubiera sido exagerado. A pesar de ello, los Califas no vacilaron en nombrar a los hijos y otros miembros de la familia al gobierno de Khurasán y su poder en Bagdad e Iraq continuó intacto. Ninguno de los Tahiríes que siguieron emularon a Tahir; todos se comportaron de manera cautelosa y con total corrección hacia los Califas.

Cuando Tahir murió, su hijo Talha sumió el mando del ejército en Khurasán, aunque no pudo hacer nada para impedir que las tropas saquearan los tesoros de su padre. Finalmente al-Ma’mun confirmó a Talha en el gobierno de Khurasán; ciertas fuentes dicen que el Califa primero designó a otro hijo, Abd Allah b. Tahir, pero la preocupación de Abd Allah en al-Jazira con la rebelión de Nasr b. Sabath le llevó a hacer a Talha su representante en el este. Cualquiera que fuera las circunstancias exactas del ascenso de Talha al poder, el punto significativo es que al-Ma’mun, aparentemente sobre aviso de Ahmad b. Abi Khalid, mantuvo a un hijo de Tahir en Khurasán. O bien el gesto de Tahir de rebeldía no fue considerado seriamente, o el Califa y sus consejeros se dieron cuenta de que lo más sabio era en esas circunstancias era encomendar Persia a la familia indígena de los Tahiríes. Ciertamente, la autoridad califal era asaltada por las dificultades en ese tiempo. El oeste árabe aún no estaba reconciliado con al-Ma’mun, con Nasr b. Shabath fugado y con disturbios en Egipto. En el este, Sistán aún estaba en la agonía de la prolongada rebelión del Kharidjí Hamza b. Adharak o Abd Allah, y el más serio de todos esos movimientos revolucionarios, los sectarios Khurramiyya Neomazdakí, bajo su lider Babak, controlaba Arran y Azerbaijan y estaba amenazando Jibal. En el plano intelectual, el Califa estaba intentando asegurar la armonía religiosa al hacer concesiones a la Shi’a (visto en la adopción del 8º Imam Shi’í , Alí al-Rida, como heredero en 201/816, y al alentar las visiones la secta Mu’tazilí en tópicos tales como la creación del Qur’an; esas políticas solo tuvieron éxito en un conservadurismo que despertaba, fuerzas ortodoxas para la defensa de la Sunna, y habían agravado más que arreglado las disensiones religiosas dentro del Califato.  De este modo al retener a los Tahiríes en el Khurasán tomaron la línea de resistencia mínima y aseguraron un grado de continuidad en el este.

Talha b. Tahir gobernó Khurasán hasta su muerte en 213/828. Después de la muerte de Tahir hubiera sido informada a Bagdad, al-Ma’mun había enviado a Ahmad b. Abi Khalid con poderes militares, para instalar una presencia califal en el este. El visir lideró una expedición a través del Oxus en Ushrushana, la región situada justo al sur del Syr Darya medio, donde el gobernante local, el Afshin Kawus, había cesado de pagar tributo (el sucesor en Ushrushana de este Kawus fue el famoso Khaidar o Haidar, vencedor en el reinado de al-Mu’tasim del khurramí Babak).

Se dice que Ahmad b. Abi Khalid había dado apoyo a los Samaníes en Transoxiana, y haber ayudado a Ahmad b. Asad en Farghana, una región que estaba, como Ushrusana, solo parcialmente islamizada (207/822-3). En el siguiente año, el enérgico visir estaba en Kirmán suprimiendo una revuelta de un miembro disidente de la familia Tahirí, al-Hasan b. al-Husayn b. Mus’ab. Ahmad b. Abi Khalid parece haber quedado satisfecho con la bona fides de Talha, especialemente cuando este último había dado juiciosamente al visir un ofrecimiento munificente de trece millones de dirhams en moneda y un valor de dos millones de dirhams en regalos. Durante el tiempo que estuvo como gobernador Talha, la amenaza principal para los Abbasíes y la autoridad tahirí en el este vino del movimiento kharidjí centrado en Sistán y liderado por Hamza b. Adharak o Abd Allah. El movimiento tuvo un aspecto social y político así como religioso, pues los Kharidjíes utilizaron el descontento rural contra los oficiales abbasíes y recaudadores de impuestos. Los Tahiríes no pudieron por tanto permanecer ajenos a las implicaciones más amplias de la revuelta de Hamza (su efecto disolvente de la totalidad de la estructura de la autoridad califal y ortodoxia sunní en Sistán y las provincias adyacentes del este. Nishapur, Baihaq, Herat y otras ciudades del propio Khurasán eran afectadas a veces por las depredaciones kharidjíes, y Gardizi cita que Talha estuvo muy ocupado con la guerra contra los Hamziyya. No obstante, Hamza no murió hasta 213/828, año de la muerte del propio Talha.

Talha es de cualquier modo una figura enigmática, en las fuentes, pero existe una gran abundancia de referencias al otro hijo de Tahir, Abd Allah, quizá el mas grande de los Tahiríes y ciertamente el único que ha dejado la mas profunda impresión sobre la historia y cultura de su tiempo. De acuerdo con Shabusti, Abd Allah había sido durante mucho tiempo un favorito de al-Ma-mun, y el Califa le había “tratado como uno de sus propios hijos y le había criado (tabannahu wa'rabbahu). La mayor parte de la carrera temprana de Abd Allah la paso en el este tratando con los disturbios originados por la guerra civil ente al-Amin y al-Ma’mun. Siguió a su padre Tahir a Raqqa en las operaciones contra Nasr b. Shabath, y en 209/824-5 o al año siguiente, finalmente obligo a este ultimo a someterse. En 210/825-6 también estuvo en Egipto, sofocando un antiguo alzamiento liderado por Abd Allah b. Sari, revuelta que había sido agravada por un grupo de piratas de la España musulmana, que habían tomado el control de Alejandria. En 214/829 estuvo en Dinawar con la misión de atacar a Babak, pero entonces fue transferido por al-Ma’mun al Khurasan para combatir las incursiones kharidjies allí. (La derrota final y captura del líder khurrami sera el trabajo del Afshin Haydar, quien en 222/837, tras unas largas y reñidas campañas en Azerbaijan y Mughan, capturó la fortaleza de Babak de Badhdh; el príncipe armenio Sahl b. Sunbadh entrego a Babak al Afshin, y fue ejecutado en Samarra en 223/838.) Cuando en 213/828 sobrevino la muerte de Talha b. Tahir, su hermano Ali estaba en el lugar en Khurasan, y actúo como gobernador representante hasta que Abd Allah, el gobernador oficial, llego en 215/830 a Nishapur, a la que hizo su capital.

Durante su gobierno de quince años en el Irán central y oriental (215-30/830-845), Abd Allah fue el señor indiscutible en su propia casa, sin, no obstante, actuar irrespetuosamente hacia los Abbasíes. Tanto Tahir como Abd Allah habían sido tenidos en alta consideración por al-Ma’mun. De acuerdo con Gardizi, el nuevo Califa al-Mu’tasim (218-27/833-842) odiaba a Abd Allah, ostensiblemente a causa de un desaire que había experimentado en la corte por parte de Abd Allah durante la vida de su hermano al-Ma’mun. Se pretendía que al-Mu’tasim había intentado  envenenar a Abd Allah, y más adelante en el reinado, el Afshín Haydar fue animado en sus propias ambiciones por Khurasan por las palabras del Califa indicando que el quería a los Tahiríes eliminados de Khurasan. Esto puede ser así, pero por otra parte, al-Mu’tasim parecía tener una alta consideración por Abd Allah y sus cualidades. En su ascensión, confirmo a Abd Allah en su gobernorato, y Abd Allah retuvo los antiguos intereses de su familia en Iraq. A su muerte era titular, además de Khurasan,  las provincias de Rayy, Tabaristan y Kirman, y era el administrador del Sawad de Iraq y comandante militar de Bagdad (wali al-harb wal-shurta), siendo los ingresos totales de sus territorios 48 millones de dirhams. Abd Allah siguió una política de cautela y no provocación en sus tratos con los califas, y nunca dejaría sus territorios ni visitaría la corte califal en Samarra. Cuando en un punto Abd Allah anunció su intención de ir hacia el oeste y realizar la Peregrinación, su secretario Isma’il protestó, “¡Oh Amir, eres demasiado sensible para comprometerte en tal asunto sin sentido!”; el Tahirí accedió, y dijo que él solo había deseado probarlo.

El gobierno de Abd Allah estuvo salpicado por periodos de actividad militar. En Transoxiana los esfuerzos tahiríes estuvieron dirigidas a reforzar la posición de sus vasallos Samaníes, con la esperanza de lograr la islamización final de la provincia y rechazar los ataques de los turcos paganos. Protegidos de este modo los primeros Samaníes fueron capaces de poner las bases de su futuro poderoso emirato en Transoxiana y Khurasan. Así, en este punto, Abd Allah envió a su hijo Tahir a las estepas Oghuz, probablemente con ayuda samaní, y penetró hasta lugares donde ninguna fuerza había estado jamás. El interés tahirí sobre Transoxiana es también explicable por el hecho de que los mismos califas abbasíes aún tenían importantes intereses directos allí.

Los lazos comerciales de Transoxiana y Bagdad se mantenían, a pesar de la gran distancia que implicaba; Tha’alibi menciona la exportación de melones de Khwarizm a Bagdad durante los califatos de al-Ma’mun y al-Wathiq. Los Califas también poseían estados privados allí. Al-Mu’tasim fue convencido, si bien es cierto que a regañadientes, para contribuir con dos millones de dirhams destinados a la excavación de un canal de irrigación en la provincia de Shash, y más avanzado el siglo, al-Mu’tamid cedió ingresos de propiedades en Ishtikhan  e Iskijkath en Sogdia a favor de Muhammad b. Tahir b. Abd Allah. Pero el primer factor económico aquí fue, por supuesto, el tráfico de esclavos turcos procedentes de las estepas de Asia Central, por el que la demanda (y por tanto los precios) subieron repentinamente en el curso del siglo III/IX. Los Tahiríes, y más tarde los Samaníes, controlaron este tráfico. Contribuyó tanto a la prosperidad de Transoxiana y Khurasán como a la gran riqueza particular de los Tahiríes. Esos esclavos formaron parte del tributo enviado a Bagdad por los Tahiríes, y engrosaron las filas de las guardias militares del Califa (Gilman, mamalik); de este modo, entorno a su ascensión en 232/847 al-Mutawakkil recibió un regalo de 200 esclavos de ambos sexos de los Tahiríes. Los esclavos eran traídos también de la lejana periferia del mundo iránico; entre el tributo enviado por el Shah de Qabul durante el gobierno de Abd Allah b. Tahir se encontraban 2.000 esclavos Oghuz valorados en 600.000 dirhams. Fue a mediados de siglo cuando uno de los tributarios de los tahiríes, el emir Abu Da’wdí o Banijurí Da’wud b. Abi Da’wud emprendió una oscura pero sin duda fructífera expedición al Afganistán oriental y Zabulistán; se hace constar que en 250/864 Muhammad b. Tahir envió al Califa dos elefantes capturados en Qabul, idolos, y sustancias aromáticas (¿almizcle del Tibet?). Esas fronteras orientales fueron también el escenario en 219/834 de un levantamiento Álida liderado por un descendiente de al-Husayn, Muhammad b. al-Qasim, que apareció en Taliqan en Juzjan, pero fue finalmente capturado por las tropas de Abd Allah b. Tahir.

La más grave amenaza para las posesiones tahiríes en Persia aún venían de las provincias caspianas. Esta era una región cuyo clima y vegetación subtropicales la hizo notoriamente insalubre para los forasteros; por tanto, fue durante mucho tiempo inaccesible para los ejércitos musulmanes. El Islam llegó tarde allí, y las antiguas prácticas iranias perduraron. Cuando el Islam se afianzó, algunos sectores de la población local enfatizaron su continuada diferenciación al adoptar formas heterodoxas de la nueva fe, en particular, el shi’ismo zaydí. Tabaristán estaba bajo la jurisdicción de Abd Allah b. Tahir, pero en 224/839 el gobernante local, el ispahbad Mazyar b. Qarin b. Vindadhhurmuz (un recién convertido al Islam). Rehusó pagar tributo al Califato a través de la intermediación de los Tahiríes, insistiendo en el acceso directo con los califas. Así, Mazyar puso en su punto de mira a la reducida influencia tahirí sobre Tabaristán, de manera que pudo ejercer sin impedimentos una política de agresión que ya había emprendido en el interior montañoso de la provincia. Él había preparado un rival de la vecina dinastía bawandí, y mantenía correspondencia con el Afshin Haydar. En este tiempo, el prestigio del Afshin estaba en alza, como vencedor de Babak y por haber participado  en la campaña de Amorium de al-Mu’tasim de 223/838 contra los bizantinos. Contemplaba a los Tahiríes con envidia y codiciaba el lucrativo gobierno de Khurasán para sí mismo, pretensiones animadas, de acuerdo con Tabari, por la antipatía de al-Mu’tasim hacia los Tahiríes. Al enterarse del desfaío de Mazyar, Abd Allah b. Tahir envió a su tío al-Hasan b. al-Husayn b. Mus’ab a Gurgan y mandó fuerzas a través de las montañas Alburz para invadir Tabaristán desde el sur. Al tomar ventaja de la oposición en las montañas al expansionismo de Mazyar (estando basado el poder de Mazyar en los tierras bajas costeras y ciudades como Amul, Sari y Chalus), y al subordinar otros miembros de la familia de Mazyar para traicionarle, y finalmente capturó a Mazyar y le envió a Iraq. El Afshin Haydar estaba ahora decayendo en el favor califal; se vio afectado negativamente por la revuelta de sus parientes en Azerbaijan, y era sospechoso de desviar el botín capturado de Khurramiyya a su provincia natal de Ushrusana y lejos del Califa en Iraq. Finalmente,  fue acusado de simpatía  por las más antiguas religiones de Transoxiana (¿maniqueísmo o budismo?) , de apostasía del Islam y de desear ver a los árabes y turcos humillados, y las antiguas glorias de Persia restauradas. En un juicio celebrado, fue condenado y murió en prisión en 226/841. Mazyar confesó en Samarra la participación con el Afshin y sus planes, y fue ejecutado, siendo ahorcado con el de Babak (225/840). 

Abd Allah b. Tahir murió en Nishapur en 230/fines de 844. El epitafio de Ya’qubi para él fue que “había gobernado Khurasán como nadie lo había hecho antes, de manera que todas las tierras estaban sometidas a él, y sus órdenes eran universalmente reconocidas”. De acuerdo con Suli y Shabushti, que citan a Ahmad b. Abi Du’ad, qadí principal bajo al-Mu’tasim y al-Wathiq, el Califa designó primero para Khurasán a un tahirí de una rama colateral, Ishaq b. Ibrahim b. Mus’ab; supuestamente al-Wathiq era rehacio a animar la sucesión hereditaria directa del linaje de Tahir b. al-Husayn. No obstante, luego canceló la nominación de Ishaq y designó al hijo de Abd Allah, Tahir, designación confirmada posteriormente por al-Mutawakkil, al-Muntasir y al-Musta’in. El gobierno justo de Tahir b. Abd Allah y sus virtudes personales son alabadas por los historiadores en los mismos términos elogiosos que los empleados para su padre, y Ya’qubi dice de nuevo que “gobernó Khurasán de una manera recta (waliyaha mustaqim al-amr). Sin embargo, los historiadores tienen poco que decir respecto a los sucesos en Khurasán durante su gobierno (230-48/845-62);  todavía sabemos que los disturbios políticos y sociales, del tipo de las de Babak y Hamza al-Khariji, continuaron en zonas periféricas de Irán. En 231/845-6 el general califal Wasif tuvo que marchar a Djibal y Fars para suprimir disturbios entre los kurdos locales, y un año más tarde, un tahirí, Muhammad b. Ibrahim b. al-Husayn b. Mus’ab, fue designado gobernador de Fars. En Azerbaijan, hubo una rebelión en Marand al norte del lago Urmiya liderada por un antiguo oficial, Muhammad b. al-Ba’ith, que fue reprimida por el general de al-Mutawakkil Bugha el Joven (234-5/848-50). Fue también durante el gobierno de Tahir cuando el control directo sobre Sistán, dependencia administrativa de Khurasán, se perdió, pues en 239/854 el lider ‘ayyar Salih b. al-Nadr de Bust asumió el poder en la capital Zarang, expulsando al gobernador tahirí y preparando el camino para el triunfo final de los Saffaríes allí.

Otros miembros de la familia tahirí continuaron manteniendo puesos oficiales en Iraq y las tierras centrales del Califato. No obstante, la estabilidad básica obtenida en Khurasán bajo Abd Allah y su hijo Tahir se estaba perdiendo en el oeste, y allí, los tahiríes occidentales compartían de algún modo las vicisitudes y tribulaciones de los Abbasíes. En 236/850-1 ocurrió una sórdida secuencia de intrigas contra esos Tahiríes. Muhammad b. Ibrahim b. al-Husayn b. Mus’ab, gobernador de Fars, se opuso a la designación de su sobrino Muhammad b. Ishaq b. Ibrahim para el gobierno de Bagdad, un oficio al que Muhammad b. Ishaq añadió aún más responsabilidad hacia Bahrayn, la Yamama, el camino a través de Arabia hasta La Meca y Medina, y el propio Fars. Por tanto, Muhammad b. Ishaq ordenó la deposición de su tío de Fars y su sustitución por al-Husayn b. Isma’il b. Ibrahim, quien asesinó a Muhammad b. Ibrahim y le sucedió en el gobierno. El resultado de estas querellas internas fue que en 237/851 Muhammad b. Abd Allah b. Tahir fue desde Khurasán para asumir el gobierno del Sawad y de Fars, ejerciendo esas funciones en el oeste hasta su muerte en 253/867. De acuerdo con Shabisti, actuó además como hajib o chambelán para los Califas, y en 251/865 organizó una infructuosa defensa de Bagdad para al-Musta’in contra los turcos que apoyaban a al-Mu’tazz.

Ya’qubi dice que la muerte de Tahir en 248/862 fue bien recibida por el Califa con la creencia, “pues no había ninguno más temido por el séquito de al-Musta’in que el gobernador de Khurasán”. El Califa invitó a Muhammad b. Abd Allah b. Tahir a pasar desde Bagdad a Khurasán, pero éste rehusó. De manera que al-Musta’in tuvo que seguir la propia wasiyya o disposición testamentaria de Tahir y designó a su joven hijo Muhammad b. Tahir para Khurasán, siendo, al mismo tiempo, confirmado Muhammad b. Abd Allah como gobernador de Iraq y las Ciudades Santas, shahib al-shurta de Bagdad y controlador de las finanzas del Sawad.

Quizá a causa de su fracaso final en Khurasán y la pérdida de su provincia a manos de los Saffaríes, Muhammad b. Tahir es visto en las fuentes como una figura señaladamente inferior comparado con sus predecesores, y como un voluptuoso débil y negligente. Tuvo mala suerte en que, poco después de asumir el poder, las provincias caspianas estallaran en una revuelta general tan seria y duradera en sus efectos que el control desde el exterior nunca pudo volver a ser restablecido allí. De este modo, el movimiento revolucionario shi’í Zaydí en Tabaristán es, de hecho, una temprana manifestación del ascenso de los elementos iranios sumergidos hasta ahora, por encima de todo de los Daylamíes que caracterizaría los siglos IV/X y principios del V/XI.

Las décadas centrales del siglo III/IX fue testigo de una actividad generalizada por parte de varios pretendientes Álidas, que aprovecharon su oportunidad cuando el Califato Abbasí llegó a paralizarse en el centro con levantamientos y golpes militares. En 250/864 tuvo lugar la revuelta de Yahya b. Umar en la región de Kufa en Iraq, que fue sofocada por las fuerzas de Muhammad b. Abd Allah b. Tahir. Una amenaza mucho más seria planteó por el movimiento de al-Hasan b. Zayd en Tabaristán. Una mala administración llevada a cabo por miembros de la familia Tahirí y sus oficiales contribuyeron mucho a la exasperación popular allí, llegando al final a la rebelión. El Iraq Ajamí o Persia Occidental, incluyendo las provincias caspianas, cayeron bajo Muhammad b. Abd Allah, que había designado a su hermano Sulayman como su representante en Tabaristán y Gurgan. Los oficiales de Sulayman, y especialmente uno, Muhammad b. Aus al-Balkhi, se comportaba de manera opresiva. Particularmente molestas eran las acciones de un oficial cristiano de los Tahiríes sobre los estados califales en Chalus y Kalar, en las fronteras de Tabaristán y Daylam, que había sido otorgadas a un cierto Muhammad b. Abd Allah. Este agente había confiscado las mawat, tierras “muertas” ( es decir, las no cultivadas) anteriormente usadas por la población local como pasto comunal. Siguió un levantamiento del pueblo de Tabaristán y Ruyan, encabezados por dos “hijos de Rustam”, y ayudó a los Daylamíes de las montañas al oeste. El Álida al-Hasan b. Zayd, llamado al-Da’i al-Kabir “el gran convocante a la fe vedadera”, vino después desde Rayy. Normalmente fue reconocido  como emir de Tabaristán; Sulayman b. Abd Allah y los recaudadores de impuestos fueron expulsados a Gurgan, y durante un tiempo los insurgentes incluso mantuvieron Rayy. La ignominiosa derrota de Sulayman no impidió su nominación para el gobierno de Bagdad y el Sawad en 255/869, dos años después de que su hermano Muhammad hubiera muerto ejerciendo esos oficios. No obstante, atrajo sobre su cabeza las sátiras del poeta Ibn al-Rumi.

Al-Hasan b. Zayd estaba controlado en Tabaristán, pero se retiró al oeste en Daylam, donde extendió de manera enérgica la forma shi’í del Islam en unas regiones hasta el momento paganas, y logró reputación de gobernante justo y sabio. En 251/865 se produjo otro levantamiento Álida contra oficiales tahiríes en Qazwin y Znajan dirigido por al-Husayn b. Ahmad al-Kaukabi, ayudado por el soberano justaní de Daylam. Dos años más tarde, al-Kaukabi fue rechazado a Daylam por Musa b. Bughra, pero al-Hasan b. Zayd mantuvo su posición en la región caspiana, y en 259/873 cruzó las montañas Alburz y ocupó la provincia de Qumis. Continuó gobernando Tabaristán hasta su muerte en 270/884, y su gobierno equitativo allí fue alabado por historiadores imparciales.

La historia del gobierno de Muhammad b. Tahir en Khurasán se funde ahora con el del primer Saffarí, Ya’qub b. al-Layth, que gradualmente extendió su poder en Sistán, expulsando a los gobernadores Tahiríes de las  ciudades del Khurasán oriental, y finalmente en 259/873 ocupando Nishapur y deponiendo a Muhammad b. Tahir; todos esos acontecimientos serán tratados con más detalle más abajo.

El fracaso de Muhammad b. Tahir marca el fin del control tahirí durante 50 años sobre el Khurasán, aunque su hermano al-Husayn se mantuviera en Marv durante un algún tiempo más, y varios comandantes militares hostiles a los Saffaríes combatieron bajo las banderas de la legitimidad y la restauración de los Tahiríes. Muhammad b. Tahir fue más tarde vuelto a designar por el Califa al-Mu’tamid a Khurasán, pero nunca se atrevió a mostrarse allí. Se convirtió en gobernador de Bagdad en 270/883-4, y murió en 297/910 o, quizá el año siguiente. Su tío Ubayd Allah b. Abd Allah b. Tahir mantuvo el gobierno y la shurta de Bagdad en diversas ocasiones bajo al-Mu’tazz y al-Mu’tamid, incluido después de la muerte de Muhammad b. Tahir. Durante el reinado de al-Mu’tadid estuvo inmerso en una cierta cantidad de penurias, en las que fue ayudado financieramente por el Califa, y murió en 300/913. Parece que Ubayd Allah estuvo en malos términos con su hermano Sulayman y su sobrino Muhammad, y esta hostilidad explicaría presumiblemente por qué Ubayd Allah actuó como representante en Iraq para los Saffaríes Ya’qub y Amr b. al-Layth durante aquellos periodos en que pudieron ejercer su influencia allí. La familia Tahirí ni mucho menos desapareció en el siglo IV/X, aunque ya no volvió a ejercer ningún poder político. Tha’alibi menciona a un cierto Abu’l-Tayyib al-Tahiri, quien en la segunda mitad del siglo vivía de las rentas provenientes de los anteriores estados tahiríes, concedidas por los Samaníes, pero nunca dejó de odiar a estos como suplantadores de su familia. 

De este modo los Tahiríes tuvieron cincuenta años de gobierno sin interrupción en el Khurasán, lo que  no está claro es si puede hablarse de ellos como una dinastía separada allí. El gobierno de Khurasán fue solo uno de los varios oficios, si bien es cierto que el más importante, que mantuvieron simultáneamente, y algunos de esos oficios siguieron manteniéndolos tras la pérdida de Khurasán para los Saffaríes. Las monedas de los Tahiríes son poco diferentes de las de los otros gobernadores abbasíes. Con las excepciones citadas más arriba en el caso de Tahir b. al-Husayn, el nombre del Califa se reconoció siempre, y en verdad, las monedas fueron acuñadas en muchos lugares que estuvieron con seguridad bajo control tahirí que no mencionan a los Tahiríes en absoluto. La evidencia parece demostrar que los Tahiríes conservaron Khurasán a causa de que el Califato se estaba volviendo cada vez más inestable y su autoridad directa sobre las provincias periféricas estaba contrayéndose; los Tahiríes dieron un firme gobierno a una gran parte de Persia, respetó los derechos constitucionales del Califato y dieron tan pocos problemas como se pudo esperar.

Culturalmente, los Tahiríes compartieron todo en la civilización araboislámica de su tiempo. Actuaron como patronos de muchas de las grandes figuras de la literatura arábiga contemporánea, tales como Alí b. Jahm, Ishaq al-Mawsili e Ibn al-Rumi. El poeta y autor Abu’l-Amaithal al-A’rabi sirvió con Tahir b. al-Husayn y después con Abd Allah, convirtiéndose en tutor del hijo de este último. Casi todas las figuras importantes de la familia Tahirí lograron alguna fama como eruditos o poetas por sí mismos, desde Tahir b. al-Husayn en adelante. La epístola de Tahir a al-Ma’mun sobre la captura de Bagdad y su carga moralizante a su hijo Abd Allah cuando asumió el gobierno de Raqqa llegó a ser especialmente famoso. Al-Ma’mun ordenó hacer copias de esta última para que se mandaran a sus otros gobernadores. De acuerdo con el Kitab al-aghani, tanto Abd Allah como su hijo Ubayd Allah compusieron numerosas melodías para que los poemas pudieran ser cantados, pero no les gustaba que su nombre estuviera conectado con el indigno asunto, para  un estadista, de componer, de manera que los atribuían a sus esclavas. Más aún, Abd Allah, junto con Ibrahim b. al-Mahi competían en cantar en su corte. El Fihrist de Ibn al-Nadim tuvo, incluso, una sección especial dedicada a los Tahiríes como eruditos y literatos. El sobrino de Abd Allah, Mansur b. Talha, gobernador del Khurasán septentrional y Khwarizm, escribió libros sobre, filosofía, música, astronomía y matemáticas, y fue conocido como la “sabiduría de los Tahiríes”. Ubayd Allah b. Abd Allah es descrito en el Kitab al-aghani como “preeminente en literatura y todos sus variados aspectos, en la transmisión y recitación de poesía, en gramática, y en conocimiento de los antiguos filósofos y autorices sobre música, geometría, etc., hasta una amplitud que es demasiado vasta para una adecuada descripción y demasiado larga para ser enumerada”. Además, Ubayd Allah escribió una historia de los poetas y un tratado de gobierno, y sus epístolas a Ibn al-Mu’tazz y su divan de poesía eran coleccionadas juntas.

La actitud de los Tahiríes hacia la cultura persa es más difícil de evaluar. ‘Aufi y Daulatshah, escribiendo ambos varios siglos más tarde, afirman que eran hostiles a las tradiciones populares y la literatura persas. Daulatshah dice que ‘Abd allah b. Tahir ordenó en una ocasión que una copia del romance persa de Vamiq-u’ Adhra’fuera destruido, y que todos los demás libros peras y zoroastricos en su territorio fueran quemados. Esto es casi completamente falso. Es improbable que la literatura persa que apareciera en Iran Oriental bajo los primeros Saffaríes no tuviera precursores en el periodo Tahirí, y realmente, se dice que al-Ma’mun fue recibido por un oda en Persa la primera vez que entró en Marv.

A causa de su opulento y aristocrático modo de vida y su preocupación por  el mantenimiento del status quo ortodoxo, los Tahiríes son tratados con una tibia aprobación por las fuentes históricas posteriores, y las anecdotas ilustrando su gobierno benevolente y justo abundan en la literatura adab y en los trabajos del género “Espejo para príncipes”. Su gobierno en Khurasán ha sido calificado por Barthold como un absolutismo ilustrado, en el que intentan proporcionar un gobierno estable, después del periodo de trastornos sociales, políticos y económicos en Persia que siguieron a la revolución abbasí. De acuerdo con el gran visir saldjuqí Nizam al-Mulk, Abd Allah b. Tahir fue siempre cuidadoso en elegir honestos y piadoso hombres como sus amiles o recaudadores de impuestos; su tumba en Nishapur se convirtió en lugar de peregrinación, todavía frecuentado en el propio tiempo del autor, unos dos siglos más tarde. Sobre todo se interesó por la restauración de la agricultura y la preservación de los campesinos de explotaciones indebidas. Al oir las fecuentes disputas sobre los derechos del agua y el mantenimiento de los qanats o canales de irrigación subterráneos, Abd Allah encargó a eruditos de Khurasán e Iraq componer un libro autorizado sobre la ley y la práctica considerando los derechos del agua. Este Kitab al-quniy todavía era usado en Khurasán en tiempo de los Ghaznawíes. Las actividades Tahiríes para la pacificación del la campiña persa fueron en gran medida dirigidos  contra movimientos sectarios como los Kharidjíes en Sistán y los Shi’íes en las provincias caspianas, de manera que la familia viniera a ser considerada como los titulares par excellence de la Sunna y la autoridad moral de los Califas. No obstante, hay ciertas referencias en las fuentes que imputan simpatías shi’íes a algunos de los Tahiríes. Aunque este fue un periodo en el que el Shi’ismo todavía no había cristalizado en un rígido movimiento dogmático, y todavía era posible, para los buenos sunníes tener una simpatía emocional por la casa de ‘Ali, esas imputaciones no parecen haber tenido una base firme; los poetas pro-shi´’es como Di’bil b. ‘Ali satirizaron a los Tahiríes, y Tahir b. al-Husayn se alegro mucho cuando al-Ma’mun y su corte alcanzaron Bagdad en 204/819 y consintió, a solicitud de Tahir, restaurar el color oficial abbasí, el negro (había sido verde en el periodo de intento de acercamiento a los Shi’íes, cuando el Imam ‘Ali al-Rida había sido proclamado heredero al Califato).

viernes, 10 de febrero de 2012

Los Hamdaníes de Mosul y Alepo (905-1003)

[Traducido del articulo " Hamdanides" de M. CANARD, incluido en el volumen III de la Encyclopedie de lIslam] 

a) Los inicios de la familia Hamdaní

El surgimiento de esta dinastía se inscribe en el fenómeno de la fragmentación del Califato Abbasí de Bagdad que comenzó en las provincias de las fronteras este y oeste del Imperio Islámico y a principios del s.IX  ya alcanzó a las provincias centrales de Iraq. El primer miembro de la familia sobre el que se posee referencias históricas es Hamdan b. Hamdun b. al-Harith, cuya genealogía se remonta hasta Adnan: Hamdan b. Hamdun b. al-Harith b. Luqman b.Rashid b. Muthana b. Rafi b. al-Harith b. Utayf b. Mujzia b. Harith b. Malik b. Ubayd b. Adi b. Usama b. Malik b. Bakr b. Habib or Hubayb b. Amr b. Ghanimb. Taghlib b. Wail b. Nizarb. Qasit b. Hanb b. Afsaibn b. Du'mi b. Du'mi  b. Jadilat b. Rabi'ah b. Nizar b. Ma'add b. Adnan. Hamdan, al que vemos aparecer en 868 con otros Taghlibíes, en un ejército que lucha contra los Kharidjíes de Jazirah, pero a partir de 879-80 y sobre todo 885-6 en las filas de los Kharidjíes, de ahí su sobrenombre de al-Shari. En 892-3, en el momento en que al-Mu’tamid toma el poder y decide restablecer la autoridad del Califa en Jazirah, Hamdan b. Hamdun está en posesión de varias plazas de esta zona, entre ellas Mardin y, sobre la orilla izquierda del Tigris Ardumusht. En 895, el Califa se apodera de Mardin, que Hamdan había liberado. Después sus tropas tomaron Ardumusht, que el hijo de Hamdan, Husayn, al que su padre, al huir, había dejado la guardia de la fortaleza, entregó a las fuerzas califales y se reúne con él. Hamdan, después de una movida persecución por las dos orillas del Tigris se rinde al Califa frente a Mosul y es hecho prisionero.

Su hijo Husayn b. Hamdan, que se le había unido, se convirtió en un precioso auxiliar para el Califa en su lucha contra los Kharidjíes y su jefe, Harun al-Shari. Gracias a él, éste último fue capturado, y el Califa, agradecido, acordó el perdón para su padre Hamdan y el mando de un cuerpo de caballería Taghlibí en el que se integraron muchos miembros de su familia. Participó en las luchas en Djibal contra Bakr b. Abd al-Aziz b. Abi Dulaf (de la familia de los Dulafíes) en 896 y en las expediciones contra los Qarmatas. Durante el reinado del Califa al-Muktafi, en 903, bajo las órdenes de Muhammad b. Sulayman, sahib diwan al-djaysh, fue el artífice de la victoria en Siria sobre el Sahib al-Khal, que fue capturado. Tomó parte en la expedición del mismo Muhammad b. Sulayman que reconquistó Egipto al último amīr Tuluní en 904-5, y rehusó  ser nombrado gobernador de Egipto. Combatió de nuevo a los Qármatas en Siria en 907-8. Habiendo participado en la conjura que tenía por objetivo colocar en el trono a Ibn al-Mu’tazz en diciembre de 908, huyó después del fracaso de complot. Su hermano, Abū’l-Haydja Ahmad b. Hamdan fue encargado de perseguirle pero no pudo alcanzarle. Finalmente, Husayn pide el aman a través de su hermano Ibrāhīm y lo obtiene. Él mismo fue nombrado gobernador de Kumm y Qashan en Djibal. De vuelta a Bagdad recibe en 910 el gobierno de Diyar Rabi’a, pero entró en conflicto con el eunuco Mu’nis en 916. Tomado prisionero fue muerto en oscuras circunstancias, quizá a consecuencia de un complot shi’i en el que había participado desde su prisión, pues tenía claras simpatías shi’ies.

La región de al-Jazirah, con sus subdivisiones, Diyar Rabi'a, Diyar Bakr y Diyar Mudar

Los hermanos de Husayn, Abū’l-Haydja Abd Sa‛īd, Ibrāhīm, Da’wud y Sa’id quedaron fieles al Califa. El primero había sido nombrado gobernador de Mosul en 905-6. Sometió a los kurdos de la región; dirigió, como ya se vió, las operaciones contra su hermano Husayn en 908, pero fue destituido  en 913-4 por razones poco claras, se rebeló, pero se sometió a Mu’nis, fue perdonado y recobró su gobierno de Mosul en 914-5. Sospechoso, cuando la revuelta de Husayn en 916 y encarcelado varias veces, al igual que su hermano Ibrāhīm, volvió a encontrar pronto un mando en el ejército y combatió a las órdenes de Mu’nis contra Yusuf b. Abi’-Sadj, gobernador de Azerbaijan y Armenia, alzado en rebelión en 307/919. Mientras que su hermano Ibrāhīm recibía en 307/919 el gobierno de Diyar Rabi’a (donde  a su muerte en 308/920 fue reemplazado por su hermano Da’wud), Abū’l-Haydja’ fue designado en 308/920 para gobernar Tarik, Khurasán y Dinawar, y estando allí añade en 313/925-6 el gobierno de Mosul, que recobra y que comprendió al cabo de un tiempo las regiones de Bazabda y de Karda sobre la orilla izquierda del Tigris. Abū’l-Haydj’ conservó sus funciones hasta su muerte en 317/929, jugando un papel político y militar totalmente  activo en la historia del Califato, que le alejó de Mosul, donde dejó como lugarteniente a su hijo al-Hasan, futuro Nāsir al-Dawla. En 311/923-4 se encargó de asegurar la seguridad en la ruta de peregrinación: atacado a su vuelta por el qármata Abū Tahir Sulayman, fue hecho prisionero, pero recobró la libertad en 312/924. En 315/927-8, los Qármatas, habiendo llegado hasta ‘Ayn al-Tamr, en las proximidades de al-Anbar sobre el Éufrates amenazaron seriamente Bagdad. Abū’l-Haydj’, con sus tres hermanos, Sulayman, Sa’id y Nasr, formó parte del ejército enviado para detener a los invasores. Según una tradición, está fue una iniciativa de Abū’l-Haydj’, que obtuvo el mando del ejército, con el que cortó el puente de Nahr Zubara, gracias a lo cual Bagdad debió su salvación, teniendo los Qármatas que dirigir sus operaciones a otro lugar.

Mientras, Harun b. Gharib, hijo del tío materno del Califa al-Muktadir, que pretendía ocupar el puesto del general en jefe, el eunuco Mu’nis, amigo de los Hamdaníes, había conseguido el gobierno de Djibal y destituyó a Abū’l-Hadj’ de su gobierno de Dinawar. Entonces, se dirigió a Bagdad con sus tropas. Tomó parte del complot que estalló a principios de febrero de 929, y tuvo por objetivo derribar a al-Muktadir y sustituirle por su hermano Muhammad al-Qahir. En estrecha unión con el prefecto de policía, Nazuk, jugó allí un importante papel. Es quien instala a al-Qahir en palacio y obtiene la abdicación de al-Muktadir; al mismo tiempo, no perdiendo de vista sus intereses se hizo conceder un enorme gobierno territorial. Pero se produjo una nueva contrainsurrección, y el nuevo Califa fue asediado en su palacio. Abū’l-Hadj’ murió heroicamente en la defensa  hasta el fin de al-Qahir. Al-Muktadir, restablecido en su autoridad, manifestó el más vivo pesar por la muerte de Abū’l-Haydj’.

Los dos hijos de Abū’l-Hadj’ llegaron a ser los más célebres de la familia Hamdaní, y, herederos del prestigio de su padre, siguieron su ejemplo político e ilustraron los dos amīratos que gobernaron, los de Mosul y Alepo. Pero Abū’l-Hadj’ puede ser considerado el fundador del amīrato de Mosul y de la dinastía de los Hamdaníes. 

b) El amirato Hamdaní de Mosul 

Abū Muhammad Al-Hasan b. Abd Allāh b. Hamdan, hijo de Abū’l-Hadj’, futuro Nāsir al-Dawla,  tuvo, a continuación, algunos problemas en imponerse como amīr en Mosul. A la muerte de su padre heredó una parte de sus dominios sobre la orilla izquierda del Tigris, y se vió fustrado de Mosul, que recobra, sin embargo,  en 930, pero fue privado de nuevo a consecuencia de las intrigas de sus tíos Nasr y Sa’id, que le dejaron solamente la parte occidental de Diyar Rabi’a. En 322/934, vuelve a ser jefe de Mosul y de Diyar Rabi’a, pero fue suplantado por las intrigas en Bagdad de su tío Sa’id. Se desembaraza por medio de él mediante asesinato; después Mosul fue ocupada por las tropas del visir Ibn Mukla. Hasan, que había huido a Armenia, preparó desde allí la reconquista de Mosul. Triunfa sobre los lugartenientes del Califa y del clan taghlibí rival, los Banu Habi que habían tomado parte contra él. Al final de 935, recibe finalmente del califa al-Radi el gobierno de Mosul, y de tres provincias de Jazira (Diyar Rabi’a, Diyar Mudar y Diyar Bakr). Le hizo falta, por otra parte, la ayuda de su hermano menor ‛Alī, el futuro Sayf al-Dawla, para conquistar tras dura lucha la Yazira y en adelante, se propuso a dar vía libre a sus ambiciones.


La crisis del Califato que había forzado al Califa, al-Radi a dejar su puesto en manos del amir al-umara’, suscitó la rivalidad entre todos los candidatos a este cargo. Hasan, fuerte por el  poder  que le confiere estar en posesión de una rica provincia, ambiciona el puesto, entra en conflicto con el amir al-umara’ Badjkam, que intenta, sin éxito desposeerle de Mosul. Hasan sostuvo durante un instante a otro amir al-umara’, Ibn Ra’ik, y al Califa al-Muttaki, que estaba siendo amenazado por el ambicioso Ahmad al-Baridi de Basora, pero hizo asesinar a Ibn Ra’ik y tomó su lugar en Bagdad en 330/942, tras haber restablecido al Califa en su capital (4 de junio de 942). Antes, había recibido el título de Nāsir al-Dawla (‘Defensor de la Dinastía’), en tanto que su hermano ‛Alī, que le había secundado con su primo Husayn b. Sa‛īd b. Hamdan, obtuvo de él el de Sayf al-Dawla (‘Espada de la Dinastía’). Nāsir al-Dawla gobierna el Imperio Abbasí durante un año aproximadamente, pero debe ceder el poder a uno de sus oficiales que se había rebelado, el turco Tuzun, y vuelve a Mosul. El Califa al-Muttaki en desacuerdo con Tuzun, se coloca bajo la protección Hamdaní, pero Hasan, habiendo sido vencido por Tuzun, abandona al Califa, que después de haber intaentado buscar un apoyo junto al Al-Ikhshidí de Egipto, jefe de la Siria, vuelve a Bagdad. Nāsir al-Dawla concluye con Tuzun en 332/944 un pacto que le asegura el gobierno de la Jazira. Se opone, sin éxito, a continuación al Buwayhí Mu’izz al-Dawla, cuando este tomó el control de la capital, y firmó un acuerdo con él en 334/enero 946. Fue confirmado en sus posesiones, y el buwayhí le sostuvo frente a sus tropas rebeladas. Pero Mu’izz al-Dawla entra en conflicto con él, en 337/948-9 y en 347/958-9, a causa del rechazo de Nāsir al-Dawla de acatar estrictamente sus obligaciones financieras respecto del poder central representado por el buwayhí. En 347 debió refugiarse, incluso, junto a su hermano Sayf al-Dawla, señor de Alepo, hasta la conclusión de un nuevo tratado que Mu’izz al-Dawla pactó con Sayf al-Dawla, considerando a Nāsir al-Dawla como subordinado de su hermano. Otra vez más fue apartado de Mosul por el buwayhí, siempre por las mismas razones en 353/964, pero pudo regresar allí victoriosamente con sus hijos. Mientras, Mu’izz al-Dawla no quiso negociar con Abū Taghlib, hijo mayor de Nāsir al-Dawla, que comenzó a dirigir ya un política personal.

Este año 353 marca el declive del poder de Nāsir al-Dawla, que viejo y en conflicto con sus hijos, fue depuesto por ellos y exiliado en 356/967 a Ardumusht, donde murió en 358/969.

El poder de Nāsir al-Dawla se extendía sobre Diyar Rabi’a, Mosul, los distritos de la orilla izquierda del río Tigris y Rahba en el Diyar Mudar. Había dejado Diyar Bakr a su hermano Sayf al-Dawla, que tenía ya también la parte más grande de Diyar Mudar. Al inicio de su reinado, Nāsir al-Dawla había intentado sin éxito por dos veces, en 324/935-6 y 333/944, extender sus dominios en Azerbaijan. Del mismo modo penetró solo temporalmente en Armenia en 323/935 cuando tuvo que alejarse de Mosul. Es dudoso que intentara allí que se reconociera su autoridad, lo que hizo más tarde Sayf al-Dawla. En la guerra con los bizantinos jugó un papel poco importante.

Tuvo como sucesor a su hijo Fadl Allāh Abū Taghlib al-Ghadanfar. Abū Taghlib entra en conflicto enseguida con su hermano Hamdan, quien fue el único que se opuso a la destitución de su padre Nāsir, y que disponía de un cierto poder, ya que tenía el gobierno de Diyar Rabi’a, Nisibe, Mardin, y en el Diyar Mudar, Rahba, y, por otra parte se apoderó de Raqqa y Tafiqa tras la muerte de Sayf de Alepo. Para luchar cotra Hamdan, Abū Taghlib se entendió con Bakhtiyar, hijo y sucesor de Mu’izz al-Dawla, y Hamdan tuvo que alejarse de sus posesiones y refugiarse en Bagdad. Bakhtiyar rechazó volver a restaurarle en Rahba en 359/970. Pero la guerra  empezó de nuevo entre los dos hermanos, marcado por un combate en el que Hamdan hiere mortalmente a otro de sus hermanos, y por nuevas disensiones en la familia hamdaní donde varios miembros abandonaron a Abū Taghlib. Mientras, Hamdan fue vencido y obligado nuevamente a refugiarse en Bagdad donde le encontró su hermano Abū Tāhir Ibrāhīm en 971.

Abū Taghlib, por el contrario, no choca con su primo de Alepo, Abū’l-Ma’ali Sharif, sucesor de Sayf al-Dawla, quien teniendo dificultades en Siria acepta tácitamente la soberanía nominal del amīrato de Mosul sobre el de Alepo, que había sido reconocida a Abū Taghlib por el Califa al-Muti, quien no alteró el estado de las cosas desde la época de Nāsir al-Dawla. Tampoco se opuso más al embargo de Abū Taghlib sobre Diyar Bakr y el Diyar Mudar.

Pero el adversario principal de Abū Taghlib fue el Buwayhí Bakhtiyar, jefe del Califato y representante del poder central al que el hamdaní debía pagar tributo. Las hostilidades entre ambos fueron inevitables, tanto más cuanto que Abū Taghlib soñaba jugar en Bagdad el mismo papel que antes había tenido su padre Nāsir al-Dawla, y que dos de sus hermanos estaban allí y sobre todo uno, Hamdan,  incitaba a Bakhtiyar a expulsar a Abū Taghlib de Mosul. A continuación, Abū Taghlib y Bakhtiyar iniciaron una política de entendimiento que se manifiesta en la actitud común que observaron en la consideración de los Qármatas y los Fatimíes, pero en 363/973, a instancias de Hamdan, Bakhtiyar retomó la conquista de Mosul, marchando sobre la villa. Un afortunado movimiento de diversión de Abū Taghlib en dirección a Bagdad obliga a Bakhtiyar a negociar. El acuerdo, una cláusula del cual obligaba al reavituallamiento de Bagdad por el hamdaní,  no fue respetado por ninguna de las dos partes, y las hostilidados comenzaron de nuevo para terminar en un nuevo acuerdo en 974. Las relaciones mejoraron, y Abū Taghlib, al que Bakhtiyar había hecho otorgar por el Califa el laqab de Uddat al-Dawla, sostuvo a aquel contra los jefes turcos rebeldes y él mismo avanza hasta Bagdad. Pero es gracias a la intervención del buwayhí de Shiraz, Adud al-Dawla (hijo de Rukn al-Dawla de Rayy) que Bakhtiyar es depuesto del trono de Bagdad. Abū Taghlib obtuvo un nuevo tratado que le liberaba del tributo, en 364/975. Cuando Adud al-Dawla decide en 367/977 sustituir a su primo Bakhtiyar en Bagdad y enviarle a buscar fortuna en Siria, Abū Taghlib decide apoyar la causa de éste último, con la idea de conquistar Bagdad, a cambio de la entrega de su hermano Hamdan, que acompañaba a Bakhtiyar, y le hizo condenar a muerte. Pero las tropas unidas de ambos aliados fueron derrotadas por Adud al-Dawla en 367/978. El buwayhí se apodera de Mosul obligando a Abū Taghlib a huir. Llega a Nisibe, después a Mayyafariqin, más tarde a Arzan y Armenia, luego a Hisn Ziyad en el territorio bizantino de Anzitene en posesión del rebelde bizantino Skleros, esperando obtener un seguro,  y se liga a él por una alianza. Pero sus esperanzas fueron vanas. Volvió a Amida, sin ser inquietado por las tropas buwayhíes ocupadas en Mayyafariqin. Después de la toma de esta ciudad en 368/978 no se encontró seguro y se dirigió a Rahba. Desde allí intenta vanamente entenderse con Adud, en adelante señor de la mayor parte de Jazira y decide pasar a Siria, en tanto que el ejército buwayhí vino a ocupar el Diyar Mudar. Evitando pasar por las posesiones de su primo de Alepo, Sa’d al-Dawla, que había reconocido la soberanía de Adud y le fue confiada la captura de su primo fugitivo, llegó al Hawran. Esperaba entrar en Damasco y  y obtener del Califa Fatimí el gobierno de esta ciudad, cuidada en ese momento por un rebelde, al-Kassar. Pero le permitió la entrada, y después de las escaramuzas, se dirige al sur y llega a Kafr ‘Akib sobre el lago Tiberíades. Entró en negociaciones con el general fatimí Fadl y le prometió ayudarle a conquistar Damasco. Pero este estaba obligado a sostener a Mufarridj b. Daghfal b. al-Djarrah, señor de Ramla, inquieto por la presencia y las intenciones de Abū Taghlib. Fadl, violando sus compromisos, promete Ramla al Hamdaní. Finalmente se entrevista con los enemigos de Mufarridj, los Banu Uqayl, y lleva a cabo con ellos una acción contra él. Entonces Mufarridj apeló a Fadl. En la batalla que se entabló Abū Taghlib fue hecho prisionero y mandado matar por Mufarridj (369/979). 

Abū Taghlib tuvo que sufrir violentos ataques en 972, pero, al año siguiente, su lugarteniente hizo prisionero  al domésticos Melias, que murió en cautividad. En 974, a su vez, el emperador asola Mesopotamia. Parece que, en esta época, Abū Taghlib pagaba tributo al Imperio. Cuando la revuelta de Skleros, tras la muerte del emperador Ioannes Tzimiscés (Juan I) en 976, el rebelde bizantino se apoyó sobre Abū Taghlib con el que acuerda un pacto, y en 368/978 vemos que pasa algún tiempo en Hisn Ziyad, cuartel general de Skleros.

La dinastía Hamdaní de Mosul terminó trágicamente. Vemos que su existencia había sido precaria desde la llegada de Mu'izz al-Dawla a Bagdad.

La hermana de Abū Taghlib, Djamila, que había acompañado a su hermano en su huida, murió también trágicamente. Entregada a Adud al-Dawla se suicidó, según una tradición. Los otros miembros de la familia hamdaní de Mosul se unieron al Buwayhí, sobre todo los dos hermanos de Abū Taghlib, Abū Abd Allāh Husayn y Abū Tahir Ibrāhīm. Tras la muerte de Adud, un amīr kurdo, Badh, había tomado posesión de Diyar Bakr. Para detener las tentativas de Badh sobre el resto de la Jazira, el buwayhí Samsam al-Dawla, elevado al trono en 379/989, concede a los dos hermanos autorización para volver a Mosul. Intentaron volver a tomar el poder y lucharon contra Badh con la ayuda de los Banu Uqyl. Badh fue muerto en un combate que libró Husayn en la región de Balad. Su sucesor, su sobrino Abū Alī b. Marwan, continúa la lucha contra los dos hermanos, e hizo prisionero a Husayn, pero le libera por la intervención del Califa fatimí al-Aziz, que le acoge en Siria y le concede el gobierno de Tyr en 387/997. Otro hermano de Abū Taghlib, Abū’l-Muta’ Dhu’l-Qarnayn, entra, igualmente, al servicio del fatimí y se convirtió en gobernador de Damasco en 401/1010-1. En cuanto a Abū Tahir Ibrāhīm, fue arrestado y condenado a muerte por el amīr uqaylí con el que había combatido a Badh. Desde entonces, Mosul paso al poder de la dinastía Uqaylí.

Un nieto de Husayn, Husayn Abū Muhammad, que fue apellidado Nāsir al-Dawla, como su ancestro, juega un papel importante en Egipto bajo el reinado de al-Mustansir, primero como gobernador de Siria, y después en El Cairo durante los problemas de los años 459 y siguientes. En un momento determinado fue el señor absoluto de El Cairo, intentó restablecer la soberanía abbasí, y quitó toda la autoridad al Califa. Murió en 465/1072, víctima de un complot con su hermano Fakhr al-‘Arab



c) El amirato Hamdaní de Alepo 

La constitución del amīrato hamdaní de Alepo es obra de ‘Alī b. Abī’l-Haydj’ Abd Allāh b.Hamdan, Sayf al-Dawla. Nāsir al-Dawla había intentado, después del asesinato de Ibn Ra'ik, devolver bajo su autoridad su feudo Diyar Mudar y el norte de Siria. Pero los lugartenientes que había enviado allí no tenían más que una autoridad precaria y estaban dispuestos a jurar lealtad a Abū Bakr Muḥammad al-Iḫšīd, amīr de Egipto. En 332/944, protegido del Hamdaní, busca apoyarse sobre el amīr al-Iḫšīd y quiso visitar Siria. Temiendo que toda la Siria y el Diyar Mudar cayera en manos del al-Iḫšīd, Nāsir al-Dawla envía tropas comandadas por Husayn b. Sa’id b. Hamdan que puso las manos en Alepo. El Califa partió hacia Raqqa, acompañado o mejor vigilado por Sayf al-Dawla, que había abandonado Nisibe junto a él. Sin embargo, al-Iḫšīd, que había expulsado a Husayn b. Sa’id de Alepo, estaba llegando a Raqqa para encontrarse allí con le Califa. Éste último tuvo una entrevista con el al-Iḫšīd y le confirmó en posesión de la Siria. Después al-Iḫšīd, que había rehusado participar además, regresó a Egipto en tanto que el Califa tomó el camino de Bagdad. Pareciendo más bien precaria la autoridad de los prefectos nombrados por el al-Iḫšīd en Siria del Norte, Sayf al-Dawla decide, con la ayuda de tropas y dinero que le ofrece su hermano, apoderarse de la Siria septentrional. Entra en Alepo en rabi’ I 33/octubre 944, de acuerdo con los Kilabíes de la región sin resistencia. Al-Iḫšīd reacciona. Después de una lucha de más de dos años detenida por una tregua, en 334/945, que la muerte de al-Iḫšīd empuja a Sayf al-Dawla a repudiar, se concluye una paz definitiva entre el Hamdaní y el hijo y sucesor de al-Iḫšīd, Abū al-Qāsim Ūnūĵūr (946-964), y Sayf al-Dawla se convierte en 336/947 en jefe de un estado que comprendía la Siria septentrional (djund de Homs y de Qinasrin, ‘Awasim), la marca fronteriza siria que se sometió a él desde 335/946, el Diyar Mudar en su mayor parte y el Diyar Bakr. Este estado sirio-mesopotámico quedaba teóricamente subordinado al de Mosul, siendo Nāsir al-Dawla el mayor, pero en la práctica era, territorial y políticamente más importante,  y Sayf al-Dawla que había combatido hasta entonces por cuenta de Nāsir al-Dawla en Iraq, Mesopotamia, en Armenia misma donde en 328/940 había recibido la sumisión de los príncipes armenios, y contra los bizantinos, se convirtió en independiente de él y del Califa.


A partir de aquel día fue el señor de Alepo, responsable de la defensa de la frontera sirio-mesopotámica que se extendía desde la Cilicia hasta Shimshat y Kalikala en Armenia, la tarea principal de Sayf al-Dawla fue la defensa contra los bizantinos, pero también tuvo que luchar contra las tribus rebeldes de Siria. Se hizo construir un espléndido palacio en el exterior de Alepo, su capital principal, siendo la segunda Mayyafariqin, en la que puso toda su atención también. Reunió a su alrededor a un número de miembros de su familia, incluyendo a su primo Abū Faras que el había nombrado gobernador de Manbidj, y se constituye una corte que los poetas que la frecuentaron la hicieron famosa. El primer periodo de su reinado estuvo marcado por el éxito tanto en el interior como en el exterior, pero en el último periodo, a partir de 350/961-2 conoció serios reveses, la ocupación temporal de su capital por los bizantinos, la pérdida de Cilicia, problemas internos y rebeliones, la enfermedad (hemiplegia), y murió en safar 356/febrero 967 en Alepo a los 51 años. 

El sucesor de Sayf al-Dawla fue su hijo Abū al-Maālī Šarīf I Sad al-Dawla, que estaba entonces en Mayyafariqin y llegó a Alepo en junio-julio de 967. Hijo de la hermana de Abū Faras b. al-Harith Abīl-‘Ula’ Saīd, teniendo solo 15 años. Tuvo que hacer frente a la rebelión de Abū Faras, primo de su padre, entonces gobernador de Homs. Abū Faras fue muerto en combate en 357/abril 968. Sa‛d al-Dawla tuvo que liberar a Alepo de la amenaza de los ejércitos bizantinos que llegaron a fines de 968 hasta Homs y Trípoli, pero,  no obstante, no inquietaron a Alepo, donde Sa‛d al-Dawla había dejado a Qarġuwayh, el chambelán (hadjib) de su padre y que había ejercido ya el poder en Alepo en ausencia de Sayf al-Dawla. Sa‛d al-Dawla no pudo regresar a Alepo una vez que la tormenta pasó; parece que Qarġuwayh, deseoso de se apropiarse del poder, entró en rebelión abierta (358/968). El joven amīr, despojado de Alepo por Qarġuwayh, de Raqqa por Abū Taghlib, vagó de Sarudj a Harran, Mayyafariqin, Manbidj, desde donde avanza contra Alepo. Pero tuvo que retirarse ante la presencia de las tropas bizantinas. En efecto, Pedro el Estratopedarca y Miguel Bourtzes entraron en Alepo e impusieron a Qarġuwayh un tratado de protectorado (safas 359/diciembre 969/enero 970), que excluía a Sa‛d al-Dawla en beneficio de Qarġuwayh, y después de él, de su lugarteniente Bakĵūr. Sa‛d al-Dawla encontró refugio en Homs, desde donde logró entrar en Alepo en 367/977, después de que Qarġuwayh fuera eliminado por su lugarteniente Bakĵūr.

La autoridad de Sa‛d al-Dawla se extendía sobre todo sobre las provincias sirias, habiéndose apoderado Abū Taghlib de toda la Jazira. En 360/971.  Sin embargo, tuvo éxito, al reconocer la soberanía de Adud al-Dawla en 368/979 (la cual le valió para obtener del Califa el laqab de Sa‛d al-Dawla), en recuperar el Diyar Mudar excepto Raqqa y Rahba. Había nombrado a Bakĵūr gobernador de Homs, pero no tarda en entrar en conflicto con él. Bakĵūr se apoya en el Famití que le había prometido el gobierno de Damasco y donde la idea era aprovechar el desacuerdo  entre Bakĵūr y Sa‛d al-Dawla para apoderarse del amīrato de Alepo. Sa‛d al-Dawla para luchar contra Bakĵūr se apoya en Bizancio que  en 371/981-2, había enviado un ejército ante Alepo, para recordar al amīr las obligaciones que le imponía el tratado de 359 y por lo tanto tuvo que empezar a cumplir más o menos escrupulosamente. Fue un ejército bizantino el que, en 373/983, fuerza a Bakĵūr, que estaba asediando Alepo, a levantar el sitio y que rindió igualmente Homs a Sa‛d al-Dawla. La lucha entre ambos contendientes cesa durante el tiempo en que el primero, expulsado de Homs, fue gobernador de Damasco para el Califa fatimí al-Azīz (975-996), y estando los buwayhíes de decadencia, Sa‛d al-Dawla se acerca a los fatimíes y reconoce su ciudadanía en 376/986. Pero las hostilidades se retomaron cuando Bakĵūr, en conflicto con el visir fatimí  Ibn Killis, tuvo que abandonar Damasco e instalarse en Raqqa, desde donde se puso en marcha contra Alepo. Mal apoyado por los fatimíes, en tanto que Sa‛d al-Dawla tenía refuerzos bizantinos, fue vencido en Na’ura, al este de Alepo, en 381/991, capturado y ejecutado. Pero Sa’d al-Dawla se peleó con el Califa fatimí a propósito del arresto de los hijos de Bakĵūr no cumpliendo la promesa hecha, y si no hubiera muerto en el mes de shawal 381/diciembre 991 de hemiplegia, como su padre,  no habría dejado de iniciar las hostilidades contra las posesiones fatimíes en Siria, como había amenazado con arrogancia al embajador fatimí.

La política de Sa‛d al-Dawla consistía en bascular entre Bizancio, el Buwayhí y el Fatimí. No fue absolutamente leal ni a los Fatimíes, ni al Emperador, porque, en 375/985, éste último debió intervenir contra su territorio, parece que para recordarle sus obligaciones. Sa‛d al-Dawla se vengó de esta intervención, que llevó a la toma de Killis y el bombardeo de Apamea y de Kafartab, enviando a Qarġuwayh contra el monasterio de Dayr Sam’an, donde masacró un gran número de monjes y a otros los llevaron en cautividad a Alepo. Sin embargo, se concluyó un nuevo acuerdo en 376/mayo 986, el cual no impidió que Sa’d al-Dawla sostuviera al rebelde Skleros cuando fue liberado por el buwayhí a fines del año 986, y de otra parte, de reconocer en la misma época (diciembre 986) la soberanía fatimí. En el interior, no tuvo más que una precaria autoridad.

Sa‛d al-Dawla tuvo como sucesor a su hijo Saīd Abū al-Faḍāil Saīd al-Dawla (991-1002). La historia de su reinado es casi exclusivamente la de las tentativas del Egipto fatimí por apoderarse del amīrato de Alepo, a lo que se opone el emperador bizantino. Una primera tentativa, en 382/992, del general fatimí Mangutegin, que asedia Alepo, fracasó, no tanto por  las operaciones de Bourtzes, gobernador bizantino de Antioquía, como por la lasitud de Mangutegin y la excelente defensa de Alepo. Una segunda tentativa del mismo Mangutegin en 384/994 fue casi un éxito, porque Bourtzes, llamado por Sa‛īd al-Dawla y su ministro Lulu’, antiguo chambelán de Sa‛d al-Dawla, fue vencido en Gue del Orontes, y Alepo fue asediada durante unos once meses. Pero, de una parte, la resolución de Lu’lu’ y, de otra, la llegada del emperador Basilio II en persona, reclamado desde Bulgaria por un embajador hamdaní. En primavera de 995, forzaron a Mangutegin a retirarse. El amīr hamdaní y Lu’lu’ se postraron humildemente ante el emperador en signo de reconocimiento. A continuación, los egipcios extendieron cada vez más su autoridad sobre el territorio del amīrato de Alepo. Aún infligieron una derrota a los Bizantinos en 998 ante Apamea, la cual quedó en manos de los egipcios. Una nueva campaña bizantina, en 389/999, que llegó hasta Beirut, refuerza la defensa de Alepo contra los egipcios por el establecimiento de una guarnición bizantina en Shayzar. Pero Basilio II, en 391/1001, concluyó un tratado de paz con el Califa fatimí al-Ḥākim (996-1021), que, por su parte, firma un tratado  con el amīr de Alepo.

El amīrato de Alepo no hizo más que declinar. Después del inicio del reinado de Sa‛īd al-Dawla, un gran número de ghulams hamdaníes, se pasaron al servicio de Egipto. Lu’lu’ aspiraba a tomar totalmente el poder que ya ejercía de hecho, ya que él dominaba enteramente a Sa‛īd al-Dawla, al que había hecho casar con su hija. Así, en 392/1002, hizo asesinar a Sa‛īd al-Dawla. A partir de entonces, toma el poder que reparte con su hijo Mansūr. En 394/1004, se desembaraza de los miembros de la familia hamdaní: los dos hijos de Sa’id al-Dawla, Abūl-Hasan ‛Alī II Abūl-Maali Šarīf II fueron exiliados a El Cairo. Un hijo de Sa‛d al-Dawla, Abū’l-Haydja’, se fue disfrazado de mujer tras el emperador Basilio.

Lu’lu’ murió en 399/1008. Su hijo Abū-Naṣr Mansūr le sucede y recibe del Califa fatimí la investidura y el título de Murtadā al-Dawla. Su reinado estuvo marcado por  una tentativa de restauración hamdaní en la persona de Abū’l-Haydja’, a petición de un partido numeroso en Alepo; su cuñado, el Marwaní Mumahhid al-Dawla de Diyar Bakr, obtuvo del emperador que dejara a Abū’l-Haydja’ en Constantinopla. Conquista Mayyafariqin desde donde marcha contra Alepo con una pequeña tropa. Pero no fue apoyado por el emperador. Mansūr b. Lu’lu’, soborna a los Kilabíes que se habían unido a Abū’l-Haydja’ y obtiene por otra parte un alivio egipcio, ya que apenas era más que un gobernador fatimí. Abū’l-Hadja’, vencido se dirige a Malatya, y de ahí a Constantinopla. El emperador quiso volver a enviarle a territorio musulmán, pero Mansur intercedió ante el emperador para que lo mantuviera cerca de él. Es probable que se convirtiera y sirviera en el ejército bizantino, por que se posee de él un sello con, por una cara, su nombre en árabe, y por el otro, la efigie de un personaje llevando un tocado militar y un cinturón con una leyenda en griego “Hagis Theodoros” (San Teodoro) Stratilate?).

Por un curioso cambio de situaciones, Mansūr b. Lu’lu’, cuando fue destronado por Sālih b. Mirdās en 406/1015-6, se refugia también en territorio bizantino y recibe en feudo el castillo de Shih al-Laylun, cerca de la frontera; también intentó sin éxito volver  a Alepo y servir en el ejército bizantino, puesto que se encuentra en las filas de Romano Argyros en la batalla de A’zaz en 421/1030.

Así termina, después que los Hamdaníes de Mosul, la dinastía de los Hamdaníes de Alepo.