(Extraido y traducido de Bosworth, C.E.: Tahirids and Saffarids. Capítulo III del Volumen IV de la Cambridge History of Iran: the Period From the Arab Invasion to the Saljuqs.]
1. Los Saffaríes de la línea Laythí (861-923)
Los primeros Saffaríes tuvieron una significancia en
la historia del Califato desproporcionada para la duración de su poder, pues el
periodo de su florecimiento se extendió durante poco más de 50 años. Los
Saffaríes perduraron mucho tiempo después de esto, demostrando gran tenacidad,
pero raramente fueron una potencia fuera de su Sistán nativo. El significado
principal de los primeros Saffaríes es que al establecer un vasto pero fugaz
imperio en el este islámico, imperio que abarcaba desde Bamiyan y Kabul en el
este hasta Ahvaz e Isfahan en el oeste, crearon la primera gran brecha en la
integridad territorial del Califato Abbasí. Los Tahiríes se elevaron a partir
del entorno de oficiales y militares de los Califas; como gobernadores, fueron agradables para los Abbasíes y para la
institución religiosa ortodoxa. Ya’qub b. al-Laith, por otra parte, consiguió
el poder en Sistán sin ventajas de nacimiento o conexiones oficiales. En las
partes de Persia oriental y meridional de las que él se apoderó no hubo
transferencia de poder suave, sino más bien, la imposición de un régimen de
ocupación militar; en consecuencia, este régimen solo se mantuvo mientras los
emires saffaríes tuvieron el vigor para mantener sus territorios contra
rivales. Cuando los Califas confirmaron las conquistas de Ya’qub y ‘Amr –siendo
considerado el acto de confirmación desde el punto de vista de la teoría
constitucional como la concesión de un gobernorato- esto se hizo solo a
regañadientes. De ahí que cuando aparecieron rivales a los que se pudieran
incitar contra los Saffaríes, tales como Rafi’ b. Harthama al-Sayyari o Isma’il
b. Ahmad el Samaní, las concesiones a los Saffaríes fueron rápidamente
retiradas. De hecho fueron los Samaníes de Transoxiana quienes al final
expulsaron a ‘Amr b. al-Laith, arrebataron Khurasan a los Saffaríes y
finalmente extendieron su propia soberanía sobre los sucesores más débiles de
‘Amr.
En el pasado no ha sido fácil formar un retrato
equilibrado de los primeros Saffaríes y sus logros. Las fuentes históricas
habituales en el mundo iranio oriental, árabe y luego desde el siglo V/XI en
adelante, persas también, son generalmente hostiles a ellos. La mayoría de esos
historiadores reflejan la atmósfera socialmente jerárquica y aristocrática del
Califato Abbasí y los imperios Samaní, Ghaznawí y Saljuqí. Ellos consideraban
con desdén los orígenes plebeyos de los Saffaríes, tratándolos como rebeldes
contra la autoridad legítima de los Califas, y sobre todo les veían como poco
más que bandidos. Los primeros Saffaríes no parecen haber tenido personalmente
ningún sentimiento religioso fuerte, aunque hay señales de que no eran
ignorantes de la necesidad de conciliar las clases religiosas ortodoxas. No
obstante, los historiadores frecuentemente les acusan de heterodoxia, sobre todo,
de simpatías kharidjíes, pues el Kharidjismo persistió en Sistán mucho más
tiempo que en la mayoría del mundo islámico oriental. El que mantuvieran una
creencia kharidjí positiva es improbable, qunque no se puede negar que Ya’qub
incorporó tropas kharidjíes en su ejército, tomando ventaja de sus cualidades
de combate. Nizam al-Mulk, obsesionado como estaba por la amenaza para la
formación del imperio saljuqí por parte
de extremistas Assasins Shi’íes incluso hace a Ya’qub un converso al
isma’ilismo. Solo en un escritor con simpatías shi’íes como Mas’udi encontramos
una valoración favorable de las indudables cualidades de Ya’qub como líder
militar.
Afortunadamente, hemos adquirido en décadas
recientes un vigoroso correctivo a la hostilidad de las fuentes ortodoxas
sunníes en el Tarikh-i Sistan, una parte
esencial del cual fue compilada por un autor local anónimo en años medios del
siglo V/XI. Muestra un intenso patriotismo local y considera los éxitos de
Ya’qub y ‘Amr con orgullo, pues esos líderes habían convertido a la periférica e intrascendente provincia de
Sistán, durante un tiempo, en el centro de un vasto imperio, expulsando a los
Tahiríes y humillando a los Califas Ababsíes. El Tarikh-i Sistan trata los Saffaríes durante los dos primeros siglos
de su existencia en tal detalle que puede bien considerarse una historia
especial de esa dinastía.
El control califal sobre Sistán se había vuelto
tenue incluso antes del ascenso de los hermanos Saffaríes. Cuando el virrey
omeya al-Hajjaj b. Yusuf y sus generales despejaron Persia de sectarios
kharidjíes de la Azariqa, muchos de estos últimos huyeron hacia el este a
Kirman, Sistán y regiones adyacentes. Durante el curso del siglo II/VIII la
ferocidad de la Azariqa (que era una de las más extremas de las subsectas kharidjíes) se moderó de
algún modo, aunque de ningún modo totalmente extinguida. En el mundo islámico
oriental, únicamente era en Sistán, Kuhistán y Badghis (la región alrededor de
Herat) donde el Kharidjismo retenía su vitalidad, probablemente porque utilizaba
el descontento social y religioso endémico en el campo persa durante los siglos
II/VIII y III/IX, descontento que puede ser trazado en los brotes tales como
los de al-Muqanna’, Ustadhsis y Babak al-Khurrami. Ciertamente, la fortaleza
del Kharidjismo en Sistán se situaba en áreas rurales; las grandes ciudades,
como la capital Zarang y Bust, estaban guarnecidas por las tropas de los
gobernadores califales y se mantuvieron firmes a la conexión oficial. Los
gobernadores estaban perpetuamente acosados por revueltas campesinas y brotes
kharidjíes, movimientos de protesta locales contra las exacciones de los
recaudadores de impuestos califales. Estas culminaron en la gran rebelión que
comenzó en 179/795-6 o justo después, liderada por Hamza b. Adharak o ‘Abd
‘Allah. Durante treinta años Hamza desafió con éxito a los Califas y sus
gobernadors, reclamó el título de “Comandante de la Fe” para sí mismo, y no
murió hasta 213/828. Después de esto, la khutba en Zarang fue mantenida para
los Abbasíes, pero no se envió ningunas rentas a Iraq. Los Tahiríes nombraron
delegados para gobernar Sistán y a veces enviaron tropas (uno de los
comandantes empleados allí fue Ilyas b. Asad de la familia Samaní), pero su
incapacidad para recolectar recursos era crónica; los kharidjíes permanecieron
activos en el ámbito rural y el mandato del gobernador raramente se extendía
más allá de los muros de Zarang.
En este periodo de mengua de la autoridad califal,
los elementos legitimistas ortodoxos en Sistán se vieron limitados a sus propios
medios. De ahí que se alzaran allí en las ciudades, sobre todo en Zarang y
Bust, bandas de vigilantes para combatir a los kharidjíes. Estos son llamados a
veces en las fuentes muttawwi’a “luchadores voluntarios por la fe”, pero más
a menudo por el más oprobioso término de ‘ayyarun
“rufianes, merodeadores” pues los ‘ayyars eran a menudo un azote tanto para el
ortodoxo y honrado como para los kharidjíes.
Ya’qub b. al-Laith primero saltó a la fama al unirse
a uno de esas bandas de ‘ayyars. Había nacido en uno de los pueblos de Sistán y
había trabajado en el humilde comercio de calderero (en árabe saffar, de ahí el nombre de la
dinastía). Él y sus tres hermanos, ‘Amr, Tahir y ‘Ali, tenían ambiciones
militares. Ya’qub se unió a la banda ‘ayyar de Salih b. al-Nadr o al-Nasr,
quien en 238/852 fue reconocido por el pueblo de Bust como su Amir. Salih
aspiraba a asumir la totalidad de Sistán, y en 239/854 expulsó al gobernador
tahirí, Ibrahim b. al-Hudain de Zarang; con la expulsión de Ibrahim, todo
control directo califal sobre Sistán cesó. La antigua rivalidad de Bust y
Zarang debilitó la posición de Salih en esta última ciudad, y en 244/858 fue
reemplazado allí como amir por otro
líder ‘ayyar, Dirham b. Nasr. La parte de Ya’qub en estos sucesos no queda
clara, pues en 247/861 el mismo Ya’qub expulsó a Dirham y emergió como amir de
Sistán.
Los primeros años de Ya’qub como amir estuvieron
dedicados a fortalecer su posición en la provincia. El depuesto Salih se
refugió en al-Rukhkhaj o Aracosia, la región alrededor de Qandahar en
Afganistán suroriental, y obtuvo ayuda del gobernante local allí, el Zunbil. No
fue hasta comienzos de 865 que Salih fue capturado y muerto, siendo muerto
también el Zunbil; dos años más tarde, un primo del Zunbil, que había sido
hecho gobernador de al-Rukhhkhaj por los Saffaríes, se rebeló sin éxito contra
Ya’qub. La pacificación de la campiña de Sistán era obviamente esencial. En la
época de la ascensión de Ya’qub, el lider de las bandas kharidjíes era Ammar b.
Yasir, pero Ya’qub logró en 251/865 derrotarle y matarlo en Nishak en Sistán,
después de lo cual “todos los Khawarij se quebraron en espíritu y huyeron a las
montañas de Isfizar (moderno Sabzavar, entre Zarang y Herat ) y las tierras
bajas de Hindqanan”. La expedición de Ya’qub a Herat en 257/870-1 y sus
operaciones en Badghis fueron también la ocasión para un ataque sobre los
kharidjíes de esa región. La ciudad de Kharukh, al noreste de Herat era una de
sus fortalezas; unos cien años más tarde el geográfo Muqaddasi les describe
como todavía numerosos allí. Kharukh había sido durante 30 años el cuartel
general de Abd al-Rahman o Abd al-Rahim, que reclamaba el título de “Califa de
los Kharidjíes” y el honorífico de al-Mutawakkil
‘ala ’llah. Reunió 10.000 hombres, pero fue derrotado y se sometió a
Ya’qub. De acuerdo con Tabari Ya’qub mató a Abd al-Rahman, pero el relato más
circunstancial del Tarikh-i Sistan dice
que se sometió y que fue hecho gobernador sobre Isfizar y los kurdos que
nomadeaban en las estepas circundantes. Solo después de esto fue asesinado por
un grupo descontento de Kharidjíes que entonces alzó a Ibrahim b. Akhdar para
ser su líder. Ya’qub determinó todo el asunto en la manera que había adoptado
con éxito previamente, al incorporar a los guerreros kharidjíes en sus fuerzas.
En 248/862 uno de los comandantes de Ya’qub había ganado unos 1000 de los
kharidjíes de Sistán de este modo: “Entonces Ya’qub dio togas ceremoniales a
los líderes kharidjíes y dijo, ‘aquellos entre vosotros que son sarbangs los promoveré a amires,
aquellos de vosotros que son tropas de caballería ordinaria los promoveré a sarbangs, y a los que son de infantería
los promoveré a soldados de caballería. Además, cuando en el futuro vea especial
habilidad en alguno le daré promoción especial y honor’”. Igualmente, los
seguidores de Ibrahim b. Akhdar fueron ahora incorporados al ejército safari y
se le asignaron salarios regulares del divan de Ya’qub; ellos formaron una
sección especial conocida como el jaish
al-shurat.
Uno de los más importantes aspectos de la temprana
política safari, de significación para la difusión del Islam en Afganistán y
sobre las fronteras de la India mucho después de que su imperio se hubiera
colapsado fue el de la expansión en el Afganistán oriental. Los primeros
gobernadores árabes de Sistán habían penetrado en tiempos hasta Ghazna y Qabul,
pero habían sido poco más que incursiones buscando esclavos y botín. Hubo una
fiera resistencia por parte de los gobernantes de esas regiones, sobre todo de
la línea de los Zunbils que reinaban en Zamindavar y Zabulistán y que eran
probablemente epigoni del reino hephtalita meridional o chionita; en más de
una ocasión, esos Zunbils infligieron duras derrotas a los musulmanes. Los Zunbils
estaban relacionados con los Qabul-Shahs de la dinastía Turki-Shahí; todo el
valle del río de Qabul en ese tiempo era religiosa y culturalmente un puesto de
avanzada del mundo hindú, como, por supuesto, había sido en los siglos
tempranos durante el apogeo de la
civilización budista de Gandhara.
Cuando finalmente hubo dispuesto de Salih b.
al-Nadr, Ya’qub había capturado varios miembros del Zunbil, aliado de Salih. En
255/869 el hijo del Zunbil escapó de la cautividad en Bust y rápidamente
levantó un ejército en al-Rukhkhaj, una indicación de la popularidad de su
dinastía y de profundas raíces allí. Fue obligado a huir con el Qabul-Shah,
pero Ya’qub fue incapaz de perseguirle hacia el norte a causa del comienzo del
invierno. Las fuentes árabes se refieren al Zunbil –si es al hombre al que
Ya’qub mató en 251/865 o a su hijo no está claro- no bajo este título o
designación, sino bajo lo que aparentemente era su nombre personal de Firuz b.
Kabk (?). Se menciona una incursión sobre Zabulistán desde Balkh en el norte
por Da’wud b. al-Abbas, de los Abu Da’wudíes de Khuttal, en los años centrales
del siglo, y Mas’udi habla con asombro de inexpugnabilidad de la fortaleza de
Firuz b. Kabk en Zabulistán. Ya’qub hizo una incursión más en Afganistán
oriental en 256/870, destinada a Qabul, donde el hijo del Zunbil había
encontrado refugio. Marchó a través de Panjway y Tiginabad en Zamindavar;
capturó Ghazna y destruyó su ciudadela; e impuso un tributo de 10.000 dirhams
per annum sobre el soberano local de Gardiz, Abu Mansur Aflah. Se volvió al
norte a Bamiyan y luego Balkh, donde destruyó el palacio de Da’wud b. al-Abbas,
que había huido ante él. Esas conquistas en la región del Hindu Kush dieron a
Ya’qub el control sobre el valle del río Panjhir y las minas de plata del
distrito de Andaraba; las primeras monedas Saffaríes existentes fueron acuñadas
por Ya’qub en Panjhir entre 259/873 y 261/875, pero después de esto, la
posesión de Panjhir revirtió a los Abu Da’wudíes o Banijuríes. Kabul fue
también tomada, y de acuerdo con Gardizi aquí “Firuz” (sc. el hijo de Zunbil)
fue capturado.
Las actividades de Ya’qub en esas remotas fronteras
del mundo islámico fueron ampliamente divulgadas en las tierras centrales del
Califato a causa del cuidado de los Saffaríes para enviar regalos de sus
saqueos a los Abbasíes. Cincuenta ídolos de oro y plata fueron enviados desde
Kabul por Ya’qub a al-Mu’tamid, quien los remitió a La Meca. Amr b. al-Laith
dirigió una expedición hasta Sakawand en el valle Logar entre Ghazna y Kabul,
descrito como un centro de peregrinación de los hindúes. En 283/896 causó
sensación cuando llegaron los obsequios de los ídolos capturados de Zamindavar
y las fronteras indias, incluyendo un ídolo de cobre en forma de mujer, con
cuatro brazos y dos fajas de platas colocadas con joyas, con otros ídolos más
pequeños delante, siendo montado todo sobre un carro adecuado para ser tirado
por camellos. Las siguientes cinco décadas en la historia de esta región son
muy oscuras, pero es sintomático del imperfecto control musulmán allí el que en
286/899 o a principios de 287/900, durante la ausencia de ‘Amr b. al-Laith en
Gurgan, dos príncipes indios atacaron Ghazna y temporalmente expulsaron al
gobernador saffarí. Pero aunque el poder de los gobernantes locales en Afganistán
oriental no estaba aún completamente quebrado, el Islam logró un gran paso
adelante, y a pesar de nuestra falta de información sobre el periodo antes del
ascenso de los Ghaznawíes, es probable que la islamización de la región se
abriera paso rápidamente.
Las campañas contra los kharidjíes y los infieles
del Afganistán oriental dieron a los Saffaríes prestigio a los ojos de la
ortodoxia, pero las ambiciones de Ya’qub también se fijaron sobre las mucho más
ricas tierras colonizadas de Persia. Aquí tenía que entrar en conflicto con los
representantes del orden establecido: con los gobernadors califales en Persia
meridional, donde todavía se mantenía alguna apariencia de control directo, y
con los Tahiríes de Khurasán.
El historiador Ya’qubi dice que Ya’qub invadió la
provincia adyacente de Kirmán poco después de que se convirtiera en amir de
Sistán, y fue reconocido como gobernador allí por el gobernador de Khurasán
Muhammad b. Tahir a petición del Califa al-Musta’in (colocando así el suceso
antes del comienzo de 252/866). Esta invasión quizá puede haber sido parte de
las operaciones de Ya’qub contra los kharidjíes, que eran también fuertes en
Kirmán, y especialmente en la ciudad de Bam. La información puede, por otra
parte, referirse a la indudable invasión de Kirman que Ya’qub emprendió en
255/869, es decir, al final del califato de al-Mu’tazz. De acuerdo al relato en
Tabari, Kirmán era una dependencia de los Tahiríes, pero el gobernador califal
de Fars, ‘Ali b. al-Husayn, buscó añadirlo a sus propios territorios aduciendo
la debilidad de los Tahiríes. Al-Mu’tazz astutamente concedió los derechos de
investidura tanto a ‘Ali como a Ya’qub, esperando involucrar a esas dos
poderosas figuras una con la otra. Ya’qub derrotó al general de ‘Ali, Tauq b.
al-Mughallis y pronto ocupó Kirmán. ‘Ali organizó la resistencia en su capital
de Shiraz, convocando la ayuda de los kurdos de Fars y los montañeses
(Kufichis) de la región de Jabal Bariz de Kirmán, pero fue derrotado y
capturado por Ya’qub. El califa, cuyo plan era neutralizar a los dos líderes,
había fallado, y fue conciliado por los ricos presentes del botín capturado.
Los ummal
califales o recaudadores de impuestos reaparecieron en Fars cuando Ya’qub se
retiró a Sistán, pero Kirman quedó como base para una futura revancha. Ya’qub
estuvo en Makran y Fars en 257/871 y en Fars de nuevo el año siguiente. Después
de 255/869, Fars había caído en manos de Muhammad b. Wasil al-Hanzali, que
había tomado el poder desde el gobernador califal. Fars y Ahvaz estaban entre
los territorios concedidos por el Califa al-Mu’tamid a su hermano al-Muwaffaq
en 257/871, y, durante un tiempo, la autoridad abbasí fue restaurada. Pero en
261/875 Muhammad b. Wasil era de nuevo independiente en Fars, habiendo matado
al gobernador designado por el general turco Musa b. Bugha al-Kabir. Así que
cuando Ya’qub decidió la invasión a gran escala de Fars sostuvo una cierta
reclamación engañosa de librar al Califa de un rebelde. Capturó rápidamente el
tesoro de Muhammad b. Wazil en Istakhr y le derrotó en al-Baida’. Las victorias
de Ya’qub le llevaron ahora a Ramhurmuz y las fronteras de Ahvaz (262/875). La
rica provincia de Fars, de la que los Abbasíes dependían en una buena
proporción de sus rentas, estaba seguramente en sus manos. El avance siguiente
hacia el oeste le llevaría a Iraq, y hubo un temor obvio de que Ya’qub pudiera
unir fuerzas con los rebeldes Zanj, los esclavos negros que habían estado
teniendo ocupados a grandes ejércitos Abbasíes en el bajo Iraq y Ahvaz (de
hecho, Ya’qub parece haber rechazado ofrecimientos de una alianza por parte del
líder Zanj ‘Ali b. Muhammad). Totalmente alarmado, al-Mu’tamid procuró
aplacar a Ya’qub con la concesión de Khurasan, Tabaristán, Gurgan, Ray y Fars,
añadiéndolas a sus actuales provincias de Sistán, Kirmán, Makran y Sind.
También tendría el officio de shahib al-shurta en Bagdad en lugar de los
Tahiríes, y su nombre aparecería en la khutba en La Meca y Medina; esas
concesiones fueron públicamente proclamadas a los mercaderes y a los peregrinos
de Khurasán por al-Muwaffaq. No obstante, Ya’qub continuó su avance y ocupó
Wasit. Ahora al-Muwaffaq hizo un esfuerzo supremo, y detuvo y derrotó a Ya’qub
en Dair al-‘Aqul sobre el Tigris, solo a 15 millas de Bagdad misma (262/876).
Esta fue la mayor derrota de Ya’qub y salvó a la capital de lo que parecía ser
una captura cierta.
Incluso así, Fars permaneció firmemente en manos Saffaríes,
y entre 263/876-7 y 264/877-8 Ahvaz fue recuperada. Muhammad b. Wasil
reapareció en Fars como candidato califal para gobernador, pero no consiguió
ningún éxito duradero. Justo antes de la muerte de Ya’qub en Jundishapur en
265/879 al-Mu’tamid reconoció la fortaleza del domino saffarí en Fars y envió a
Ya’qub un diploma para su gobierno. En adelante, Fars permaneció de manera
legal continuamente bajo el control de los amires Saffaríes o sus comandantes
militares hasta el tiempo del quinto amir, Muhammad b. Ali b. al-Laith
(298/910-11); existe un número de monedas mayor procedente de las cecas de Fars
que de las de Sistán o Khurasán.
En 253/867 Ya’qub marchó a Herat, expulsó al
gobernador Tahirí, Husayn b. Abd Allah b. Tahir, y luego derrotó en Pushang al
comandante en jefe del ejército Tahirí de Khurasán, Ibrahim b. Ilyas Samani.
Fue después de esto cuando se emprendieron las operaciones contra los
kharidjíes de Badghis. El ataque de Ya’qub sobre Herat fue una provocación
deliberada hacia los Tahiríes, pero Muhammad b. Tahir juzgó prudente inclinarse
a la evidente fortaleza de los Saffaríes, e invistió a Ya’qub con el gobierno
bajo los Tahiríes de “Sistán, Kabul, Kirman y Fars”. Con esta legitimación de
su autoridad, Ya’qub celebró por primera vez la khutba en Zarang para sí mismo.
En 257/871 al-Muwaffaq envió a Ya’qub un diploma para Balkh y Tukharistán. De
acuerdo con Gardizi, ésta había sido ocupada el año anterior durante el curso
de la campaña de Kabul; el banijurí Da’wud b. al-Abbas fue expulsado a
Transoxiana, y se impusieron diversas cargas financieras sobre Balkh. No
obstante, el sucesor de Da’wud, Muhammad, estaba acuñando moneda en 258/872 en
Andaraba, en Badakhstan, y el dominio saffarí sobre Tukharistán, obviamente,
fue breve.
Cada vez fue más evidente que el poder Tahirí en
Khurasán estaba desmoronándose. En la frontera occidental, la autoridad tahirí
estaba amenazada por el movimiento shi’í Zaydí en Tabaristán bajo Muhammad b.
Zayd. Después de su éxito en Herat, Fars y Afganistán oriental, Ya’qub se
sintió lo bastante fuerte como para provocar una guerra con el amir tahirí. Se
encontró un pretexto en el refugió que dio este último en Nishapur a un
fugitivo de la ira de Ya’qub, ‘Abd Allah al-Sijzi o ‘Abd Allah b. Muhammad b.
Salih. Al oir noticias del acercamiento de Ya’qub huyó inmediatamente a Damghan
y la región caspiana, abandonando a
Muhammad b. Tahir a sus suerte. En 259/873 Ya’qub entró en la capital de
Khurasán sin derramamiento de sangre, y finalizó allí el dominio de cincuenta
años de los Tahiríes.
Muhammad b. Tahir despreció la huida, y él y varios
miembros de su familia y séquito (ascendiendo a 70 personas, de acuerdo con
Gardizi) fueron tomadas por Ya’qub en un honorable confinamiento. El Tarikh-i Sistan dice que Muhammad b.
Tahir murió más tarde en cautividad en Zarang, pero las noticias en Tabari,
Gardizi y otras fuentes (incluyendo una parte posterior del Tarikh-i Sistan mismo) sobre su vida
posterior, contienen la verdad. De acuerdo con estas informaciones, Muhammad b.
Tahir acompañó a Ya’qub durante la expedición de Fars y Ahvaz de 261/875, y
logró escapar a Bagdad tras la derrota en Dair al-‘Aqul. Al-Mu’tamid le designó
de nuevo gobernador de Khurasán tras la retirada de Ya’qub de Iraq, pero nunca
consideró seguro o prudente dejar Bagdad y asumir el cargo. En Nishapur los
notables mostraron preocupación por la legitimidad del apartamiento de los
Tahiríes por parte de Ya’qub. Se dice que Ya’qub los reunió ante él, y entonces
les mostró una espada yemení desenvainada, verdadero símbolo de su autoridad y
más potente que un mero documento de investidura. La destreza como conquistador
de Ya’qub hizo ahora que muchos líderes ‘ayyar de Khurasán se pusieran de su
lado. Los tesoros Tahiríes de Nishapur proporcionaron un rico botín de monedas,
vestidos y armas; de éstas, Ya’qub equipó a 2.000 de sus ghulams con escudos, y mazas de oro y plata. Después de esto, el
gobierno tahirí en Khurasán fue solo cumplido esporádicamente por el hermano de
Muhammad, Husayn b. Tahir, en una o dos ocasiones en Nishapur mismo, más
continuamente en Marv; después de 267/880-1, no obstante, Husayn se desvanece
de los asuntos khurasaníes.
Abd ‘Allah al-Sijzi mientras tanto se había aliado
con el soberano álida de Tabaristán, al-Hasan b. Zayd. Ya’qub le persiguió hasta
la costa del Mar Caspio, y derrotó a
ambos oponentes en Sari, después de que al-Hasan huyera hacia el interior
montañoso de Daylam (260/874). Ahora Ya’qub recaudó fuertes impuestos en las
ciudades de Sari y Amul. Pero las impenetrables junglas de la costa y el
pantano y el clima febril allí, derrotó al saffarí igual que había derrotado a
invasores anteriores. Con sus tropas diezmadas por la enfermedad, Ya’qub
retornó a Nishapur en 261/874-5. Abd ‘Allah fue, de acuerdo con el Tarikh-i
Sistan, entregado a Ya’qub por el “Marzban de Tabaristán" (¿uno de los Bawandíes
o Baduspaníes?) y muerto; de acuerdo con Tabari y otras fuentes huyó a Ray, pero
a petición de Ya’qub fue entregado por el gobernador al-Salani o al-Salabi, el
elegido de Musa b. Bugha, y muerto. Al-Salani murió en 262/875/6, y durante un
tiempo, la autoridad safari se instaló en Ray, de acuerdo con la concesión
califal a Ya’qub en ese año; de 262/875-6 se fecha la única moneda saffarí
acuñada en Ray.
La expulsión de los Tahiríes difícilmente puso ser
ignorada por los Abbasíes, pues como titulares virtualmente hereditarios de la
shurta y el gobierno de Bagdad eran muy influyentes allí. Ya’qub había escrito
a al-Mu’tamid anunciando el encarcelamiento de Muhammad b. Tahir y enviando
como medida conciliadora la cabeza del kharidjí ‘Abd al-Rahman. En 261/874 el
Califa reunió a los peregrinos de Khurasán y denunció su anexión por Ya’qub
como ilegal, aunque el avance de Ya’qub hacia Iraq pronto forzó a al-Mu’tamid a
hacer un indigno cambio de política. Mientras Ya’qub se mantenía ocupado en sus
campañas en Tabaristán y Persia meridional, un nuevo factor había aparecido en
los asuntos políticos de Khurasán en la persona de Ahmad b. Abd ‘Allah
al-Khujistani (de Khujistán, un distrito de Badghis). Khujistani era un
anterior soldado de los Tahiríes que se había unido a Ya’qub cuando éste ocupó
Nishapur. Pero cuando Ya’qub retornó a Sistán después de la expedición de
Tabaristán, Khujistani vio una
oportunidad de alcanzar sus propias ambiciones. Expulsó de Nishapur al
gobernador de Ya’qub, Uzair b. al-Sari y celebró la khutba por los Tahiríes
(comienzos de 262/ finales de 875). Después marchó para atacar Herat, donde
Ya’qub había dejado a su hermano 'Amr como gobernador, pero en su ausencia,
Nishapur fue capturada por el ghulam Abu Talha Mansur b. Sharbab, quien, sin
embargo, guardó la khutba para Muhammad b. Tahir (después del revés de Ya’qub
en Dair al-‘Aqul, Muhammad se había convertido una vez más gobernador de
Khurasán). Khujistani reconquistó Nishapur, al parecer en 265/878-9, derrotando
a Abu Talha y a su aliado, el álida al-Hasan b. Zayd.
En este punto, Amr b. al-Laith sucedió a su hermano
Ya’qub como amir. Parece que otro hermano, ‘Ali, fue, al principio el candidato
favorito tanto de Ya’qub como del ejército, pero las artimañas y la crueldad le
aseguraron el trono. ‘Ali nunca se reconcilió por esta imposición; ‘Amr le puso
en cautividad, pero poco después, se puso traidoramente en contacto con el
enemigo de ‘Amr, Khujistani, y finalmente desertó a otro oponente, Rafi’ b.
Harthama. Se dice que el mismo ‘Amr había comenzado su vida alquilando mulas o
como albañil; había estado asociado a Ya’qub en muchas de sus campañas y en
261/875 había sido hecho gobernador de Herat. ‘Amr expresó su obediencia al
Califa, se le entregaron vestiduras de honor y una orden de investidura para
Khurasán, Fars, Isfahan, Sistán, Kirman y Sind (y de acuerdo al Tarikh-i Sistan para Gurgan y Tabaristán
también), a cambio de un tributo de un millón de dirhams. Esta legitimación
proporcionó una considerable ayuda en su lucha contra Khujistani en Khurasán,
pues los ghazis y las clases
religiosas dieron su apoyo ahora a ‘Amr. Fue capaz de designar como delegado
para la shurta de Bagdad a ‘Ubayd ‘Allah b. ‘Abd Allah b. Tahir (quien estaba,
como hemos visto más arriba, en malos términos con otros miembros de su
familia), y como su delegado en La Meca, a Muhammad b. Abi’l-Saj (266/879).
El restablecimiento del control saffarí en Khurasán
iba a ser un proceso largo y pesado. Durante su último año, Ya’qub había estado
ocupado con sucesos en Persia meridional e Iraq, y varios rivales habían
aparecido en el este. Herat había caído en manos del hermano de Abu Talha,
Ya’mar y luego en las de Khujistani. Éste último había estado haciendo campaña
en las provincias caspianas contra al-Hasan b. Zayd, y ahora repelió
decisivamente a ‘Amr de Nishapur. ‘Amr tuvo que buscar refugio en Herat,
mientras que Khujistani se dirigía a invadir Sistán, asediando infructuosamente
Zarang (266-7/880). En ausencia de Khujistani, tuvo lugar un levantamiento
pro-saffarí en Nishapur, dirigido por los ‘ayyars, pero Khujistani volvió de
Sistán y restauró su autoridad. ‘Amr se hizo, como aliado contra Khujistani,
con Abu Talha, que en ese tiempo estaba en Tukharistán; pero Abu Talha no pudo
conseguir ningún éxito significativo. La influencia con el Califa le aseguró
durante un tiempo el encarcelamiento en Bagdad de Muhammad b. Tahir, con la
excusa de que éste último había estado urgiendo a Khujistani contra él. El
prestigio de ‘Amr estaba alto incluso en La Meca. Durante los ritos de
Peregrinación de 267/881, el representante de ‘Amr estuvo envuelto en una
disputa sobre la preferencia con el lugarteniente de Ahmad b. Tulun, gobernador
de Egipto; al final, el interés saffarí prevaleció, y la bandera de ‘Amr fue colgada en el lado derecho del minbar o púlpito del Profeta.
Hasta ahora, Khujistani había sido vasallo nominal
de los Tahiríes pero durante 267/880-1 cesó de mencionarles en la khutba en
Nishapur, y la hizo para el Califa y él mismo solamente. También asumió otra de
las prerrogativas de soberanía independiente y acuñó sus propios dirhams y dinares; existen dirhams suyos de
Nishapur y Herat durante los años 267/880-1 y 268/881-2. Khujistani ocupó
Tukharistán y Herat en el primero de esos dos años, pero hacia el fin de
268/882 fue asesinado por uno de sus propios ghulams. Abu Talha asumió
Nishapur, y durante un tiempo, él y ‘Amr fueron reconocidos amos de Khurasán,
apareciendo sus nombres conjuntamente en las monedas de Nishapur de 269/882-3.
Las monedas fueron acuñadas también en Isfahan en este año. Isfahan había sido
gobernada por la familia Abu Dulaf, y cuando en 265/879 la ciudad fue otorgada
a ‘Amr, retuvo al Abu Dulafí Ahmad b. Abd Aziz allí como gobernador; los nombre
de Ahmad y su soberano aparecen en este dirham de 269/882-3.
Un impedimento para el establecimiento de la
autoridad saffarí en Khurasán se había eliminado con la muerte de Khujistani, pero
emergió una nueva amenaza de Rafi’ b. Harthama, anterior partidario de los Tahiríes
que se había convertido en comandante en jefe de Khujistani. El ejército sin
jefe de Khujistani reconoció a Rafi’ en Herat como su líder. Rafi’ restauró la
khutba tahirí en Herat y Nishapur, e hizo incursiones hacia Sistán hasta Farah.
Abu Talha era en este momento el soberano independiente de Marv, y un complejo
conflicto triangular entre ‘Amr, Abu Talha y Rafi’ siguió ahora. Durante estas
luchas, Abu Talha huyó a la Transoxiana Samaní; obtuvo ayuda del hermano del
amir Nasr, Isma’il b. Ahmad, y en 271/885 recobró Marv. A final de este año, Abu
Talha y Amr se reconciliaron, y ‘Amr le designó como gobernador delegado de
Khurasán por su hijo Muhammad b. ‘Amr. Después Amr y Muhammad salieron hacia
Fars en 272/885.
Aprovechando la oportunidad de las dificultades de
‘Amr en Khurasán, al-Muwaffaq había reunido en 271/885 a los peregrinos de
Khurasán y ordenó la condena pública de ’Amr. Muhammad b. Tahir fue reinvestido
con Khurasán, y él inmediatamente hizo a Rafi´b. Harthama su suplente allí. El
poder de Rafi’ creció rápidamente. Con la ayuda de tropas samaníes y el
comandante ‘Ali b. Husayn Marvarrudhi, expulsó a Abu Talha de Marv y al
delegado de este último de Herat (272/885-6). En este mismo año también hizo
una incursión en Khwarizm y volvió a Nishapur con un rico botín. En 275/888-9
atacó Gurgan y Tabaristán y derrotó en Chalus al álida Muhammad b. Zayd; y al
año siguiente fue a Qazvin y después a Ray, donde permaneció hasta la muerte de
al-Muwaffaq en 278/891. Mientras que Rafi’ estaba en Tabaristán se unió a ‘Ali
b. al-Layth, que había huido de Kirman, donde su hermano donde su hermano lo
había estado manteniendo cautivo.
La concentración forzosa
de al-Muwaffaq sobre la revuelta Zanj en
el Bajo Iraq había significado que la mordaza de ‘Amr sobre Fars había
permanecido generalmente firme dejándole bastante libre para tratar con la más
peligrosa situación de Khurasán. Se recuerdan dos campañas en Fars de los
primeros años de su reinado, en 266/879-80 y en 268/871. La última fue para
reprimir la revuelta del gobernador allí, Muhammad b. al-Layth (¿su propio
hijo, Muhammad b. ‘Amr b. al-Layth?); Muhammad fue capturado y su cuartel en
Istakhr saqueado. ‘Amr utilizó el prestigio de su victoria para recaudar un
tributo de 300.000 dirhams del gobernador Abu Dulafí de Isfahan, Ahmad b. Abd
al-Aziz, y este dinero, junto con ricos presentes fue enviado a al-Muwaffaq.
También mandó una expedición con éxito contra un jefe kurdo de Fars, Muhammad b. Ubayd Allah b. Azadmard, un antiguo
partidario de Ya’qub b. al-Layth, que era sospechoso de ayudar a los rebeldes
Zanj. Al-Muwaffaq dio ahora un diploma nuevo, y ‘Amr, a su vez, envió un
tributo de 4.000.000 de dirhams a Bagdad (270/883).
Pero en este año los
Zanj fueron finalmente dominados. También, la estrella de Rafi’ b. Harthama
estaba en ascenso en Khurasán, con las correspondientes dificultades para los
Saffaríes. Como se dice más arriba,
al-Muwaffaq, en consecuencia destituyó a ‘Amr de todos sus gobernoratos,
y dio pasos para arrebatarle Fars. En
271/884 Ahmad b. Abd al-Aziz fue investido con Fars y Kirman. El visir de
al-Muwaffaq, Dhu’l-Wizaratain Sa’id b. Makhlad, fue enviado desde Wasit, a
Fars, y se hizo un ataque general sobre la posición saffarí allí. Los reveses
iniciales forzaron a ‘Amr y su hijo Muhammad a apresurarse hacia Fars a
comienzos de 272/verano de 885. El general califal Tark b. al-Ababs fue
derrotado, pero en 273/886 Ahmad b. Abd al-Aziz infligió una severa derrota a
‘Amr; ‘Amr se retiró a Sirjan sobre la frontera de Kirman, y Fars pasó al
control de al-Mu’tadid, hijo de al-Muwaffaq y futuro califa. ‘Amr invadió Fars
una vez más, y en 274/887 al-Muwaffaq vino personalmente con un ejército. ‘Amr
fue de nuevo obligado a retirarse a Kirman; en el curso de estas operaciones el
aliado de ‘Amr, Abu Talha, murió. No obstante, al-Muwaffaq no se atrevió a
perseguir a ‘Amr a través del desierto que separa Kirman de Sistán.
Las amenazas a la
posición del califato en Siria y al-Jazirah, donde tanto el tuluní Khumarawayh
como los bizantinos estaban activos, inclinaron a al-Muwaffaq a la paz. En
275/888-9 los gobernoratos de ‘Amr en Khurasán, Fars, y Kirman fueron
restaurados a cambio de un tributo de 10 millones de dirhams; su nombre fue
inscrito en las banderas, lanzas y escudos; y su agente ‘Ubayd Allah b. ‘Abd Allah
b. Tahir fue designado de nuevo para la shurta de Bagdad. Los oficiales de ‘Amr
volvieron a asumir la administración de Fars. Sin embargo, al año siguiente,
al-Muwaffaq rescindió esas concesiones, y Ahmad b. ‘Abd al-Aziz recibió la
misión una vez más de invadir Fars. ‘Amr
contraatacó omitiendo el nombre de al-Muwaffaq en la khutba; derrotó a Ahmad y
avanzó hacia Ahvaz. Las negociaciones se abrieron con el visir Isma’il b.
Bulbul, y se hizo la paz; las series de monedas acuñadas por ‘Amr en Fars durante
esos años demuestran que permaneció con bastante continuidad en posesión de
Fars hasta la ascensión de al-Mu’tadid en 279/892.
La última década del
siglo IX vió a ‘Amr en el cenit de su poder. Rafi’ b. Harthama continuaba
siendo la mayor amenaza en Khurasán. En 273/886 Rafi’ estaba en Transoxiana ayudando a
Isma’il b. Ahmad contra el amir samaní Nasr, y en 276/889 se estableció en Ray.
Cuando al-Mu’tadid llegó al trono, se esforzó por eliminar la amenaza sobre
Djibal que suponía la posición dirigente de Rafi’ en Ray. Invistió a ‘Amr con
Khurasán, y el estandarte enviado desde Bagdad fue públicamente expuesto en
Nishapur durante tres días como signo visible del favor califal. Al-Mu’tadid
exigió de Rafi’ que evacuara Ray, y comisionó a Ahmad b. ‘Abd al-Aziz a expulsarle.
Rafi’ huyó a Gurgan, pero retornó a Ray y decidió hacer la paz con Ahmad y
concentrarse en la reconquista de Khurasán. Hizo las paces con Muhammad b. Zayd
y se le prometió un contingente de guerreros Daylamíes. En Tabaristán y Gurgan
había hecho la khutba para los Álidas. Esta renuncia pública de alianza hacia
los Abbasíes dio a ‘Amr la ventaja moral con la que pudo reunir el apoyo de la
ortodoxia y las clases religiosas en Khurasán contra Rafi’. Fue en este tiempo
(283/896) cuando ‘Amr envió a Bagdad 4 millones de dirhams y una generosa
selección de regalos capturados por él en Afganistán oriental. Rafi’ invadió
Khurasán, estando entre sus comandantes Mu’addal y Layth, los dos hijos de
‘Ali, el hermano de ‘Amr. En este punto, mientras ‘Amr estaba en Sarakhs, Rafi’
ocupó Nishapur, haciendo allí la khutba para los Álidas y adoptando el color
blanco de estos en lugar del negro abbasí. También acusó a al-Mu’tadid de haber
acelerado el fin de su tío al-Mu’tamid, débil mental, para asegurarse el poder
para sí mismo. Desafortunadamente para Rafi’, la ayuda prometida por Muhammad
b. Zayd nunca se materializó. Fue expulsado de Nishapur, derrotado en Baihaq y
Tus y finalmente muerto en Khwarizm (283/896). ‘Amr envió la cabeza del rebelde
a Bagdad, y con Khurasan libre de toda oposición, su prestigio nunca había
estado más alto; en 284/897 el califa le invistió con Ray, añadiéndolo a sus
territorios anteriores. Cabe señalar que fue probablemente durante esos años
del reinado de ‘Amr que la autoridad saffarí fue reconcoida en la otra costa
del Golfo Pérsico, en ‘Uman. Esto no se menciona en las fuentes literarias,
pero existe una moneda de allí, datada en 295/907-8 llevando el nombre del
sucesor de ‘Amr, Tahir; parece probable que hubiera sido ‘Amr más que el débil
Tahir quien estableciera su soberanía allí.
La caida de ‘Amr ahora
sobrevino por la soberbia. Aspiraba a seguir a su predecesor Tahirí para
extender su señorío más allá del Oxus. En Nishapur recibió el homenaje de un
Muhammad b. ‘Amr al-Khwarizmí, y le envió de vuelta a Khwarizm con un apoyo
militar como protegido saffarí. Esto era una provocación de los Samaníes de
Transoxiana que reclamaban ejercer la soberanía los Khwarizm-Shahs Afrighíes.
Obviamente resultaba atractivo para el beneficio del astuto al-Mu’tamid ampliar
la brecha entre los Saffaríes y los Samaníes. De acuerdo con el relato del Tarikh-i Sistan, la interferencia de
‘Amr en los asuntos khwarizmíes llevó a luchar con Isma’il b. Ahmad, en el que
los Saffaríes fueron derrotados; en su enfado, ‘Amr escribió al Califa buscando
la concesión de Transoxiana y prometiendo subyugar a los Álidas de la región
caspiana. No obstante, esto parece ser una inversión del orden verdadero de los
acontecimientos. En 285/898 al-Mu’tadid envió a ‘Amr ricos regalos y un
diploma para Transoxiana y Balkh, y se leyó
en Bagdad un decreto en público deponiendo a Isma’il para los peregrinos khurasaníes. ‘Amr marchó
hacia el norte para tomar posesión de sus nuevos territorios concedidos, no
solo los pertenecientes a los Samaníes sino también de los pequeños gobernantes
de Tukharistán y Juzján, los ‘Abu Da’wudíes y los Farighuníes. Hubo una lucha
considerable al sur del Oxus, en la que primero el general de ‘Amr Muhammad b.
Bishr fue muerto y luego, en 287/900, el mismo ‘Amr fue derrotado cerca de
Balkh. ‘Amr fue capturado y finalmente enviado a al-Mu’tadid, quien le mató en
289/902. De acuerdo con el Tarikh-i Sistan primero deseaba un rescate por
‘Amr, pero los sucesores de éste en el emirato saffarí, sus nietos Tahir y Ya’qub
b. Muhammad b. ‘Amr no quisieron hacerlo. El Califa no cabía de gozo por la
victoria de Isma’il, aunque técnicamente era un acto de oposición a su
proclamación previa por la que deponía a Isma’il, y ahora invistió al amir samaní con
todas las posesiones orientales de ‘Amr.
Con la captura de ‘Amr,
la dinámica del imperio saffarí, que había dominado al mundo islámico oriental
durante cuarenta años, decayó, y sus territorios se redujeron. Los Samaníes se
apoderaron de Khurasán, e iban a mantenerlo durante un siglo hasta la llegada
de los Ghaznawíes. Fars era vulnerable a los ataques califales, y al-Mu’tadid
fue sucedido en 289/902 por su igualmente enérgico hijo al-Muktafi. Incluso
así, Fars y Kirman fueron retenidas normalmente por los Saffaríes o su
sirviente nominal Sebük-eri (Subkari), y se acuñaron allí monedas de tipo
saffarí, hasta la definitiva asunción de la autoridad abbasí en Fars en
298/911. También, el núcleo de Sistán mismo fue defendido durante una década
hasta que los Samaníes aparecieron allí.
El sucesor de ‘Amr,
Tahir, había sido gobernador de Marv en vida de su abuelo, apareciendo los
nombres de ‘Amr y el suyo propio en las monedas acuñadas allí. Fue elevado al
emirato en Sistán por los generales Saffaríes, y gobernó en estrecha conjunción
con su hermano Ya’qub, pero hubo también una facción a favor de Layth b. ‘Ali
b. al-Layth, en parte porque su padre ‘Ali había sido, de hecho, el sucesor
deseado de Ya’qub b. al-Layth. Comparado con sus predecesores Tahir emerge de
las fuentes como un soberano débil y frívolo, adicto a la caza y a la vida
lujuriosa. Durante su reinado (287-296/900-909) la mayor parte de los 36
millones que se apropió del tesoro de ‘Amr en Zaranj se gastaron en palacios y
jardines. Mientras duró el dinero los impuestos no se recaudaron, los ingresos
disminuyeron y por 293/906 el tesoro estaba completamente vacío. Además, la
capial Zaranj estaba en este tiempo sujeta a luchas social-religiosas de
facciones, correspondiendo las dos parte, aproximadamente a los partidarios de
las escuelas de leyes Hanafí y Shafi’i respectivamente; esta división persistió
hasta la ocupación Ghaznawí un siglo más tarde. Los poderes reales tras el
trono de Tahir eran su tío Layth b. ‘Ali, el comandante esclavo Sebük-eri (que
había sido capturado durante una incursión saffarí en Zabulistán y era uno de
los libertos de ‘Amr) y el coadjutor de este último ‘Abd Allah b. Muhammad, de
la vieja familia de Nishapur de los Mikalis.
En 288/901 Tahir expulsó
a los oficiales califales de Fars y estableció su autoridad allí, pero una
amenazante invasión de Sistán por Isma’il b. Ahmad, cuya concesión por parte de
al-Mu’tadid de los antiguos territorios orientales de ‘Amr incluía Sistán, le
forzó a retornar allá. No obstante, Layth b. ‘Ali mantuvo Fars frente contra el
general califal Badr hasta que Tahir pudo volver; al-Muktafi estuvo de este
modo obligado a enviar en 290/903 un diploma para el gobierno de Fars. Tahir y
Ya’qub gastaron mucho de su tiempo en festividades en Zaranj y Bust; Fars
permaneció en manos de Sebük-eri, que por 292/905 estaba mostrando signos de
independencia y cortó todas las rentas de Fars y Kirmán hacia Tahir.
La situación financiera
de Tahir era ahora arriesgada, y se convirtió complemente dependiente de Layth
b. ‘Ali, quien en 295/908 le envió los ingresos que había recaudado de su
gobierno de Makran y de Kirmán. Aparte de esto, Tahir pudo enviar tributo al
nuevo Califa al-Muqtadir, y fue confirmado por este último en sus posesiones.
Layth, no obstante, pronto decidio poner fin al débil y negligente gobierno de
Tahir. Marchó a Zaranj y asedió a Tahir en el centro de la ciudad o shahristan .Los superiores recursos
financieros de Layth contaron en la lucha; la mayoría de los comandantes de
Tahir desertaron y la ciudad cayó para Layth, y Tahir y Ya’qub huyeron hacia el
oeste (296/909). Pensaron primero buscar la ayuda de Sebük-eri en Fars, pero
estaban dudosos de su buena fe como sirviente de los Saffaríes, considerando
que se estaba inclinando hacia una política pro-califal. Esta sospecha estaba
justificada; Sebük-eri compró a los comandantes de Tahir y Ya’qub que quedaban,
y cuando los dos hermanos cayeron en sus manos los envió cautivos a Bagdad. La
toma de Fars por Sebük-eri había sido sin autorización califal, pero ahora
formalmente fue investido como gobernador de la provincia.
El nuevo amir, Layth
(296/909-10) , había enviado en primer lugar a su hermano Mu’addal a reprimir
disturbios en Zabulistán (297/909), y luego resolvió invadir Fars para castigar
a Sebük-eri por su traición. Invadió Kirmán con 7.000 unidades de caballería,
derrotó a Sebük-eri y saqueo Istakhr y Shiraz. Sebúk-eri apeló al califa por
ayuda, y el general esclavo Mu’nis fue enviado. Mu’nis pronto concluyó una paz
por separado con Layth, pero Sebük-eri combatió y derrotó a este último en Fars.
Layth fue capturado y enviado a Bagdad, muriendo en Raqqa en 317/929, pero
Mu’addal escapó a Kirmán (298/910). Las buenas relaciones de Sebük-eri con el
Califa no duraron mucho. Solo pudo recaudar 10 de los 16 millones de dirhams
estipulados como tributo de Fars, de modo que se envió una expedición punitiva
contra él. Derrotado en Shiraz no se atrevió a ir a Sistán, pero huyó a través
del Gran Desierto a Herat y Marv; fue capturado por el samaní Ahmad b. Isma’il
y enviado a Bagdad como prisionero, donde murió en 305/917-8. Layth b. ‘Alí fue
el último Saffarí en haber controlado Fars; ahora fue colocada bajo el general
esclavo del Califa, Qunbuj al-Afshini.
En Sistán, Muhammad, el
hermano de Layth (298/910-11) se convirtió en emir a comienzos de 298/verano de
910, pero solo fue reconocido en Sistán, Zamindavar, Zabulistán y Kabul; no
parece que exista ninguna moneda suya o de su hermano Mu’addal. En este punto,
al-Muqtadir invistió a Ahmad b. Isma’il con Sistán y le ordenó que finalizara
el gobierno de los Saffaríes para siempre. Muhammad carecía de experiencia
militar. Liberó de la cautividad a Mu’addal, quien inmediatamente y a traición
tomó Zaranj para sí mismo. Muhammad tuvo que retirarse a Bust, donde adquirió
una mala reputación por las exacciones
que hizo en su desesperada necesidad de dinero. En consecuencia, cuando el amir
Ahmad vino de Farah a Bust, encontró poca oposición allí. Poco después,
Mu’addal sometió Zaranj al general samaní Simjur al-Dawati. Tanto Muhammad como
Mu’addal fueron llevados como cautivos; el gobierno saffarí fue de momento
despojado de su provincia nativa, y se nombró un gobernador samaní allí
(298/911).
El imperio saffarí en su
apogeo bajo Ya’qub y ‘Amr era esencialmente una creación militar basada sobre
la fuerza de las armas solamente; en una anécdota contada por Nizam al-Mulk,
Ya’qub presume ante el enviado del Califa que ha logrado su alta posición no por
nacimiento, como los Abbasíes, sino por su audacia y valor (‘ayyari wa shir-mardi). La desvergonzada
proclamación de los Saffaríes de la superioridad de la fuerza sobre las
consideraciones morales que se suponía que apuntalaban el gobierno temporal
delegado por Dios en el hombre explicaba mucha de la hostilidad hacia ellos en
las fuentes musulmanas clásicas. En diversas ocasiones los amires mostraron su
desprecio por la doctrina constitucional, generalmente observada por los
gobernadores provinciales, de que todo el poder secular deriva del Califa, y
los gobernantes menores solo tienen
autoridad de iure en tanto que
obtenían la investidura del Califa y le enviaban el tributo adecuado. Ya’qub y ‘Amr estaban preparados para estar
de acuerdo con esto cuando convenía a sus propósitos. De este modo ‘Amr era
consciente del valor de la aprobación califal en una provincia tan fuertemente
ortodoxa como Khurasán e hizo muchas de sus campañas contra los Álidas de la
región caspianas y contra los paganos
del Afganistán oriental, enviando a Bagdad ricos presentes de los saqueos
realizados allí. Sin embargo, ‘Amr siempre supo que la espada era más poderosa
que el diploma, y expresó esta visión volublemente cuando en 285/898 recibió
del enviado de al-Mu’tadid el diploma de investidura para Transoxiana: “Que voy
a hacer con esto? Esta provincia solo puede ser arrebatada a Isma’il con la ayuda
de 100.000 espadas desenvainadas”. También se dice que ‘Amr fue el primer
gobernante provincial en colocar su propio nombre en la khutba, hasta entonces
solo se leía en nombre del Califa, pero la narración del Tarikh-i sistan y
otras fuentes tales como Narshakhi de muestran que Ya’qub colocó su propio
nombre en la khutba de sus territorios desde c.253/867 en adelante.
Es, ciertamente,
abundantemente claro que los califas y los Saffaríes nunca confiaron los unos
con los otros ni una vez. Los diplomas de investidura fueron rápidamente
revocados cuando la fortuna de los Saffaríes disminuyó, cuando todavía existían
allí oportunidades de restaurar a los Tahiríes en Khurasán y cuando el poder
emergente de los ortodoxos y obedientes Samaníes pudo ser usado contra los
Saffaríes. En el Tarikh-i Sistan
Ya’qub enfáticamente pone al descubierto su odio y desconfianza de los
Abbasíes: “A menudo acostumbraba a decir que los Abbasíes habían basado su
gobierno en las malas obras y las artimañas-‘¿no has visto lo que le hicieron a
Abu Salama, Abu Muslim, a la familia Barmakíi y a Fadl b. Sahl, a pesar de lo
que esos hombres habían hecho por el mantenimiento de la dinastía? ¡Que nadie
confíe jamás en ellos! ’.
Dada la naturaleza
militar del imperio saffarí, el ejército era, por fuerza, de primera necesidad.
Ya’qub y ‘Amr eran ellos mismos hábiles comandantes, inmunizados frente a las
privaciones, y que seguían un modo de vida sencillo, estableciendo por tanto un
ejemplo para sus tropas y evitando agobiar al ejército con una impedimenta
innecesaria. La comida de Ya’qub se describe como tosca pero eficaz,
consistiendo en los productos básicos de la dieta de Sistán tales como pan de
cebada, puerros, cebollas y pescado. El núcleo del ejército consistía en tropas
Sagzi locales y ‘ayyars, tanto caballería como infantería; la infantería de
Sistán había sido renovada desde los tiempos sasánidas, y aproximadamente un
siglo más tarde, los Ghaznawíes emplearon la infantería Sagzi. Pero el ejército
saffarí también estaba influenciado por las tendencias en organización militar
prevalentes en el mundo islámico del siglo III/IX, en el que los ejércitos
profesionales de esclavos (ghilman,
mamalik) extraídos de una multitud de nacionalidades distintas eran
empleados cada vez más. Del mismo modo, Ya’qub y ‘Amr dieron la bienvenida en
los rangos de sus tropas a soldados capaces de cualquier raza; además de los
Sagzis y los Khurasaníes, no solo estaban los ominipresentes turcos, sino
también árabes, indios y pueblos de las fronteras indoafagnas. Las tropas de
campesinos (hasharha-yi rusta’i)
también eran obligadas a prestar servicio en tiempos de necesidad, pero a
menudo eran de dudosa calidad de combate; cuando Muhammad b. ‘Ali b. Layth
estaba intentado defender Sistán contras los Samaníes invasores en 298/911, su hashar¸se quebró a la primera carga.
De acuerdo con Mas’udi,
que en su Muruj al-dhahab cita
procedente de un relato de los Saffaríes mucho más extenso que insertó en su
perdido Akhbar al-zaman, Ya’qub
ejerció una disciplina sin paralelo sobre sus tropas, requiriéndoles que
estuvieran listas para la batalla o para movilizarse en cualquier momento, y
para abstenerse de saquear hasta que se les permitiera hacerlo expresamente.
Cuando se presentaba un recluta para el ejército saffarí, Ya’qub personalmente
probaba su destreza. Entonces el recluta tenía que entregar todas sus
posesiones y equipamiento; éstas eran convertidas en dinero y se ingresaba en
el diván. Si más tarde se le encontraba inadecuado y era liberado, esta suma se
le devolvía; pero si permanecía al servicio saffarí era equipado con ropas,
armas y una montura del propio almacén del ejército, existiendo un fondo común
de monturas que era propiedad del mismo amir. Hay varios ejemplos en las
fuentes del celo de los amires por atraer buenos hombres a sus fuerzas. El
máximo vencedor de los cuerpos de Yaqub de los
Kharidjíes de Sistán y Badghis había sido notorio, ya que tiene el
interesante hecho de que uno de esos cuerpos preservaba su identidad separada
dentro del ejercito saffarí como el jaish
al-shurat. Después de que Ya qub hubiera puesto fin al gobierno de los
Tahiríes en Nishapur y hubiera combatido enérgicamente contra los álidas de las
provincias caspianas, su reputación provocó que varios de los comandantes de
los Tahiríes y los líderes ayyars de Khurasán se pusieran de su parte; entre
esos estaban Abu Talha Mansur b. Sharkab y Ahmad b. Abd Allah Khujistani, los
cuales eran prominentes en los asuntos khurasaníes.
Como otros gobernantes
contemporáneos, los amires Saffaríes tenían un cuerpo de ghulams de palacio,
probablemente en su mayor parte turco, que era usada como una fuerza de élite y
para ocasiones ceremoniales. Cuando Nishapur fue capturada, Ya’qub equipo a
2.000 de estos con armas encontradas en el tesoro tahirí; luego, mantuvo una
corte como un rey, con dos líneas de ghulams dispuestas ante él. La evidente
similitud en armas, equipamiento y funciones, de esos guardias esclavos con los
ghulams de palacio ghaznawíes es llamativa, e ilustrativa de la continuidad de
las técnicas militares en el mundo islámico oriental. Tanto Ya’qub como ‘Amr
estaban vivamente interesados en la adquisición y entrenamiento de esos
ghulams. De acuerdo con Mas’udi, ver los progresos de la educación de sus
jóvenes esclavos era la única diversión de Ya’qub, quien no estaba interesado
en nada que no fuera su carrera militar. Se dice que ‘Amr había entrenado
esclavos jóvenes, de nuevo una anticipación
de la costumbre Ghaznawí de tales espías o mushrifs. En cuanto al número, se afirma que había poseído 10.000
ghulams de palacio a su muerte, pero esto parece exagerado.
Para mantener la moral y
la disciplina del ejército, Ya’qub y ‘Amr fueron cuidadosos a la hora de pagar
rápido y completamente. El pago generalmente se entregaba en una asignación (razqa, bistgani) cada tres meses,
mientras que las pagas extras podían efectuarse después de cualquier suceso
destacado; así, en 275/888, tras su segunda ocupación de Fars y su
establecimiento de la paz con el Califa, ‘Amr distribuyó 2 millones de dirhams
a su ejército. Esos pagos se hacían tras una inspección general (‘ard) de las tropas, su equipamiento y
bagajes; de acuerdo con el historiador de Khurasán Sallami, el ‘arid o cabeza del Departamento para los
Asuntos Militares lo inspeccionaba todo, desde el mismo amir hacia abajo. Ibn Khallikan, que cita a Sallami, relaciona
esas inspecciones con la práctica de los emperadores sasánidas, y aquí también
vemos una continuidad con el pasado iranio. Además del reparto de la paga,
Tahir b. Muhammad b. ‘Amr en 289/902 distribuyó concesiones de tierra o iqta’s a sus tropas en Fars. Mientras
que el sistema de mantener tropas con
los ingresos procedentes de las tierras y el patrimonio era, en esta época,
escasamente conocido en Khurasán y el este, estaba, con seguridad, ampliamente
extendido en Iraq y Persia occidental, y los Saffaríes en este caso meramente
adaptaron una práctica local a sus
propias necesidades.
Poco conocemos de la
administración interna del imperio Saffarí. En el caso de provincias como
Khurasán, Fars y Ahvaz, la autoridad del amir era interrumpida a menudo por las
ocupaciones de enemigos o rivales. Aquí, el gobierno central saffarí estaba
representado principalmente por los recaudadores de impuestos (‘ummal). El
gasto de mantenimiento de un enorme ejército profesional en el campo de batalla
era difícil casi con toda seguridad. Es improbable que esos oficiales de
impuestos se condujeran de una manera delicada, aunque al parecer, eran los
territorios recién conquistados u hostiles los que fueron multados más severamente. Durante el curso de su
campaña de 261/874 contra al-Hasan b. Zayd, los oficiales de Ya’qub impusieron
un kharaj de un año procedente del pueblo de Amul y Sari en Tabaristán, y los
refugiados de las costas caspianas llevaron sus quejas hasta el Califa en Iraq.
Pero si un amir estaba en una situación desesperada, el corazón del imperio
podía sufrir igualmente. Muhammad b. ‘Ali b. al-Layth tanto oprimió al pueblo
de Bust en 298/910 que ellos dieron la bienvenida al disciplinado y benevolente
ejército samaní; cuando hubo ocupado Bust, el amir samaní restauró a sus
propietarios anteriores los bienes y propiedades confiscados por Muhammad.
Claramente, las peticiones de moneda del gobierno con frecuencia presionaron duramente sobre
los ra’iyya o súbditos. El emir Tahir
rechazó recaudar ingresos sobre la base explícita de que no quería incurrir en
el odio de la opresión y la tiranía; ni usó labores de corveas para la
construcción de sus nuevos palacios. La tendencia general hacia un gobierno
severo probablemente no se niega por el énfasis en el Tarikh-i Sistan sobre la piedad y la justicia de Ya’qub, su rechazo
a recaudar impuestos de los muy pobres, su atención de las mazalim o quejas de mala conducta oficial, y su cuidado para ver que el amir-i ab (el oficial a cargo de al división de las aguas de
regadío), factor vital en la prosperidad agrícola de las provincias orientales)
funcionaba equitativamente; y la misa reserva se aplica a las obras de caridad
de ‘Amr en forma de nuevas mezquitas, ribats,
puentes, piedras marcando las huellas a través de los desiertos, etc.
A causa de la escasez de
la información, es difícil estimar cuan avanzada era en organización la
administración saffarí, y cuanto debió al Califato Abbasí por sus instituciones
y técnicas, pues la administración califal fue el modelo para la de sus estados
sucesores. Ya’qub emprendió la creación de su propio divan y la designación de
sus propios oficiales tan pronto como Sistán estuvo bajo su control en 247/861,
y la cabeza de su cancillería parece haber sido el poeta y literato Muhammad b.
Vasif. Hasta el reinado de ‘Amr no escuchamos de un visir como jefe ejecutivo
principal del amir, pero el oficio es frecuentemente mencionado desde los años
iniciales del siglo IV/X en adelante. La habilidad administrativa y buen
gobierno de ‘Amr son mencionados específicamente, y Gardizi (usando información
de Sallami) describe cómo tenía cuatro tesoros. Uno era, en efecto, una
armería, y contenía un almacén de armas. Los otros tres eran reservas
financieras y estaban enteramente a disposición personal del amir. La primera
comprendía rentas de los impuestos de la tierra y otros impuestos, y era usado
para los salarios del ejército. La segunda comprendía ingresos de las
propiedades y patrimonio personales del amir (el mal-i khass), que era usado para los gastos de la corte, comida,
etc. La tercera comprendía ingresos de recaudaciones ocasionales y
extraordinarias, y confiscaciones de la riqueza de los soldados que se habían
pasado al enemigo; de todos estos, las recompensas especiales y pagos se daban
a los extraordinariamente bravos guerreros y para espías y enviados. El mismo
autor continúa diciendo que ‘Amr siempre era cuidadoso en hacer las
confiscaciones en épocas adecuadas y con pretextos plausibles. Al margen de
todos estos ingresos, el tributo se enviaba solo ocasionalmente al Califato,
aunque cuando se enviaba el dinero la suma relacionada podías ser tan alta como
10 ó 20 millones de dirhams. La buena gestión de los dos primeros Saffaríes se
ve en los tesoros bien repletos que cada uno de ellos dejaron tras de sí.
Ya’qub dejó a su muerte 50 millones de dirhams y otros cuatro millones ( o
alternativamente, 800.000) de dinares, y ‘Amr dejo 36 millones de dirhams, más
un gran número de dinares, joyas, ropajes, armas, etc; su sucesor, carente de
previsión, Tahir liquidó todo esto en seis años.
Cualquiera que fuera la reputación
desfavorable que los Safaríes puedan haber dejado atrás en las provincias fuera
de su tierra natal, hay mucho que demuestra que eran genuinamente populares en
Sistán, que ellos expresaban algo del espíritu local y particularista allí, y
que tenían, en alguna medida, los intereses de Sistán en su mente. En los
primeros años de la carrera de Ya’qub, cuando era un comandante ‘ayyar al
servicio de Salih b. al-Nadr, se dice que había refrenado a las tropas,
predominantemente Busti, del ejército de Salih de saquear Zarang, ya que el
empobrecimiento de la capital solo podía beneficiar a la ciudad rival de Bust.
Más explícito son los intentos de un miembro de la familia gobernante, Muhammad
b. Khalaf b. al-Layth para calmar las luchas de facciones entre los dos grupos
de los Samakiyya y los Sadaqiyya. Su tema es que la unidad y cohesión de Sistán
sufriría de las disensiones: “Él dijo, ‘que no haya más lucha (ta’assub), pues ya estamos en un grave
problema. Habéis visto el estado actual de los asuntos y las divisiones que han
surgido desde las muertes de Ya’qub y ‘Amr; no debéis dejar que surja ningún
conflicto de división más. En cambio, debe reinar la concordia entre vosotros,
de manera que incluso si todas la provincias periféricas del imperio se
perdieran, al menos esta provincia permanecería en vuestras manos y estaría
fuera del alcance de los intrusos y los indignos’”. Por otra parte, durante el
periodo de gobierno en Khurasán, los Saffaríes hicieron algún esfuerzo por
conseguir el apoyo y simpatía de los ‘ulama
y los eruditos de allí. Ya’qub había causado alguna destrucción en Nishapur
cuando la hubo capturado, pero ‘Amr añadió a la mezquita del viernes y
construyó el dar al-imara o palacio
del gobernador allí. Los Saffaríes emplearon como secretario al poeta Ibrahim
al-Mughaithi y se menciona que ‘Amr recompensó al jurista versado en la
tradición Muhammad al-Bushanji con 20.000 dinares.
De innegable importancia
es el estímulo saffarí al renacimiento de la nueva literatura persa y la
cultura en la última parte del siglo III/IX. En este movimiento, el entorno
plebeyo de los Saffaríes formó parte, así como la corte aristocrática y feudal
samaní. De acuerdo con el Tarikh-i Sistan,
Ya’qub se rodeó de poetas quienes, después de la conquista de Herat y
Pushang del gobernador Tahirí, le elogiaron en versos árabes. Ya’qub no pudo
entender estos, y preguntó al secretario de su cancillería, Muhammad b. Vasif,
“¿Por qué debe recitarse algo que no puedo entender?" Por tanto Muhammad b.
Vasif compuso algunos versos en persa. El que la aparición de la literatura
vernácula en Sistán en este tiempo fuera algo nuevo está ímplícito por la
historia local misma cuando el autor contrasta que el valor de la nueva
literatura persa de Ya’qub con los eulogios y versos puramente árabes de los
kharidjíes de Sistán. Muhammad b. Vasif se hizo él mismo poeta de la corte y
comentarista de los sucesos que afectaban a los Saffaríes; así, celebra la
pacificación de ‘Amr del Khurasán tras la muerte de Rafi’, y lamenta la captura
de Tahir y Ya’qub b. Muhammad b. ‘Amr. En este sentido, los Saffaríes fueron
uno de los agentes catalíticos en el nacimiento de una cultura y sentimiento
específicamente irano-islámico.
En los siglos que
siguieron, los Saffaríes continuaron siendo el punto de reunión de los
sentimientos locales y deseos por la independencia. La genealogía exacta de las
generaciones posteriores de la dinastía no están claras, pero el carisma del
nombre Saffarí, si no las conexiones de sangre, persistía claramente. Durante
150 años aproximadamente después de la conquista samaní, descendiente
indudables de Ya’qub y ‘Amr y sus parientes encabezaron la resistencia al
control externo, y es con esos amires del periodo antes de la conquista
Ghaznawí de 393/1003 (a veces distinguidos como la “segunda dinastía Saffarí”)
con los que debemos estar ocupados.
2. El periodo de ocupación Samaní (911-923)
En 298/911 el gobierno
samaní había sido impuesto en Sistán, y Mansur b. Ishaq, primo del amir Ahmad
b. Isma’il, fue nombrado gobernador allí en 299/912. Mansur pronto se hizo
impopular por sus excesivas peticiones fiscales, bastante más del millón de
dírhams considerado como el ‘amal ,o
impuesto sobre el rendimiento, usual de la provincia. Fue desatada una rebelión
contra el gobierno samaní por un cierto Muhammad b. Hurmuz, llamado Maula
Sandali, quien, de acuerdo con Gardizi, fue anteriormente un kharidjí y más
tarde soldado en el ejercito samaní, epro había sido descartado como demasiado
viejo para un servicio más. Durante un levantamiento popular con éxito fue
necesario tener a un Saffarí como figura decorativa, y éste se encontró en la
persona del chico de 10 años Abu Hafs ‘Amr b. Ya’qub b. Muhammad b. ‘Amr b.
al-Layth, aparentemente el único superviviente entonces en Sistán de las líneas
directas de Ya’qub y ‘Amr (otros estaban cautivos en Bagdad en ese tiempo).
Muhammad b. Hurmuz levantó a los ‘ayyars de Sistán, mató a la guarnición samaní
en Zarang y capturó a Mansur b. Ishaq (299/912). Muhammad b. Hurmuz hizo ahora
la khutba para sí mismo y no para ‘Amr b. Ya’qub, y su objetivo era claramente
su propio enaltecimiento personal. No obstante, las fuerzas pro-saffaríes se
reunieron, le derrotaron y establecieron a ‘Amr b. Ya’qub como amir.
Finalmente, un ejército samaní bajo Husayn b. ‘Ali Marvarrudhi fue enviado para
tratar con la rebelión. El breve amirato de ‘Amr fue finalizado; fue enviado al
exilio en Samarcanda y los líderes ‘ayyars masacrados. Siguió una segunda
ocupación samaní, esta vez con el general esclavo turco Simjur al-Dawati como
gobernador (301/913).
En 301/914 comenzó un
periodo de caos y debilidad para el estado samaní cuando el amir Ahmad b.
Isma’il fue asesinado por sus ghulams. La regencia del reino fue asumida en nombre del niño Nasr II b. Ahmad por el visir
Jaihani, pero el dominio sobre las periferias del imperio era inevitablemente
laxo. En Sistán, era la ocasión para que los Abbasíes reafirmaran brevemente su
autoridad; como demostraron los sucesos, ésta fue por última vez. El gobernador
de Fars, Badr b. Abd Allah al-Hammami nombró a Fadl b. Hamid como su delegado
en Sistán. Fadl y Khalid b. Muhammad, gobernador de Kirmán, se hicieron cargo de Sistán,
habiendo huido Simjur; al enviar expediciones a Bust, al-Rukhkhaj y Zabulistán,
expulsaron a los gobernadores samaníes y establecieron la autoridad califal por
el este hasta Ghazna. Sin embargo, resultó difícil para los Abbasíes mantener
estos distantes puestos de avanzada del Califato. La situación en Sistán
continuó siendo inestable, y, muy pronto la provincia estaba en manos de los
‘ayyars una vez más. Un aventurero, Kathir b. Ahmad, emergió como amir por
aclamación popular desde 304/917 hasta 306/919, seguido por Ahmad b. Qudam.
Bust parece haber sido mantenido generalmente por un grupo de ghulams turcos de
los samaníes, dejados originalmente allí como guarnición; y en 317/929, después
del fracaso de un intento para alzar al hermano de Nasr b. Ahmad, Yahya, al
trono en Bukhara, el general Qara-Tegin Isfijabi se instaló allí.
3. Los Saffaríes de la línea Khalafí (923-1003)
En medio de estos
confusos acontecimientos, los ‘ayyars de Zarang estallaron en rebelión y
alzaron al trono a un miembro de la familia Saffarí, Abu Ja’far Ahmad b.
Muhammad b. Khalaf, cuyo abuelo había sido un estrecho socio de Ya’qub y ‘Amr,
y quien estaba relacionado también con los fundadores de la dinastía a través
de su madre Banu. El amir Ahmad (311-52/923-63) pronto ganó a su alianza a Bust
y al-Rukhkhaj, y comenzó a restaurar a Sistán a la prosperidad y efectividad en
los asuntos políticos del mundo oriental. El historiador local de Sistán dice:
“Entonces todos ellos hicieron un juramento de alianza al amir Abu Ja’far, y su
gobierno fue universalmente reconocido. El ejército, comprendiendo a los
esclavos (mawali), los líderes
‘ayyars (sarhangan) y las tropas
Sagzi libres, todos llegaron a unirse, y todo el desorden finalizó”.
En los primeros años de
Ahmad, se persiguió una vigorosa política. En 317/929, un año en que los
Abbasíes estaban distraidos por la deposición temporal y restauración de
al-Muqtadir, y en la que el estado samaní también estaba sacudido por el putsch en Bukhara mencionado arriba, las
tropas de Ahmad marcharon a Kirman y
recaudaron un impuesto de millón de dirhams; probablemente esto estaba
conectado con un suceso recordado durante el año precedente en el que se dice
que un rebelde (khariji) había
marchado de Sistán hacia Fars, pero que había sido muerto por sus propias
tropas antes de que llegara allí. En 320/932 un levantamiento de Qara-tegin y
los turcos de Bust fue reprimido. Los Abbasíes, aunque cada vez más debilitados
y acercándose al punto más bajo de su fortuna, todavía no estaban dispuestos a
dar por perdido Sistán. En 318/930 al-Muqtadir designó a su hijo Harun
gobernador de Fars, Kirman, Makran y Sistán, y al año siguiente Muhammad b.
Yaqut fue investido con Sistán; pero no hay registro, histórico o numismático,
de que esas investiduras tuvieran ninguna consecuencia práctica. En 321/933 el
Saffarí Abu Hafs ‘Amr b. Ya’qub, que había reinado brevemente como amir de
299/911 a 301/913, retornó a Sistán desde Bagdad; posiblemente el Califa
esperaba de ese modo introducir un elemento de discordia en los asuntos
políticos de Sistán. Otros dos Saffaríes, los nietos de ‘Amr b. Layth, Tahir y
Ya’qub, habían sido liberados de su cautividad en Bagdad en 310/922-3 y estaban
viviendo allí en un estado honorable.
El prestigio del amir
Ahmad se extendió más allá de los confines de Sistán. El Tarikh-i Sistan enumera ricos presentes enviado a él por Nasr b.
Ahmad y da el texto in extenso de una
extensa oda por el poeta de la corte samaní Rudaki alabando a Ahmad como “el
más destacado entre los nobles y orgullo de Iran, ese justo rey y sol de la edad…procedente del glorioso orbe
del linaje de Sasan”; el poema ganó para Rudaki un regalo de Ahmad de 10.000
dinares. Los últimos años del reinado de Ahmad vieron un cierto debilitamiento
en el estado. El comandante en jefe Abu’l-Fath fue durante un tiempo la
influencia dominante, pero un poco después de 341/952/3, inició un
levantamiento en Jarwadkan y Baskar a favor de un hijo del anterior amir Tahir
b. Muhammad b. ‘Amr. Hubo algún apoyo para este pretendiente a cuenta su
descendencia directa de ‘Amr b. al-Layth pero Ahmad reprimió la revuelta con la
ayuda de los turcos de Bust.
Ahmad fue asesinado por
sus propios ghulams en 352/963 y le sucedió su hijo Abu Ahmad Khalaf, el último
y más celebrado de los Saffaríes del siglo IV/X. Khalaf tuvo que apartar a otro
miembro de la familia antes de que pudiera consolidar su poder, y en los
comienzos de su reinado fue dependiente de Tahir b. Muhammad (o Tahir b. [Abi]
‘Ali) Tamimi. Tahir había sido un general en el ejército samaní, y había
combatido contra el rebelde daylamí Makan b. Kaki; en el reinado de de Ahmad
había sido un popular gobernador en Bust, y luego, a petición del amir samaní
fue nombrado gobernador de Farah por Khalaf. La madre de Tahir era la nieta del
Saffarí ‘Ali b. al-Layth, y Khalaf ahora formalmente asoció a Tahir en su
gobierno, siendo proclamado sus nombres conjuntamente en la khutba. En 353/964
Khalaf dejó Sistán para cumplir un voto de hacer peregrinación a los Santos
Lugares, dejando a Tahir como regente. Bajo el inteligente gobierno de Tahir,
el país floreció; aparte de la lucha perenne de facciones de Zarang, el país
estuvo en paz y el kharaj fue recaudado “dirham por dirham”, es decir,
estrictamente de acuerdo con el cálculo y no con el usual dang o lo exigido en exceso. En 357/968 o poco después, la
autoridad del gran soberano Buyí ‘Adud al-Dawla que acababa de conquistar
Kirmán de los Ilyasíes, fueron reconocidos en la khutba de Sistán. También en
357/968 Tahir dirigió una expedición contra los turcos que habían tomado el
control de Bust; Gardizi insinúa que esos turcos eran anteriores ghulams de
Qara-tegin. Sin embargo, poco después, Bust cayó de nuevo en manos de un jefe
turco llamado en el Tarikh-i Sistan
Yüz-Temür. Este hombre pudo ser el Baituz conocido a partir de fuentes
tempranas Ghaznawíes que había gobernado en Bust cuando Sebük-Tegin la
conquistó en 367/977-8 y también conocido como el acuñador de una moneda de
cobre existente en Bust en 359/970; el famoso retórico y autor Abu’l-Fath Busti
había sido secretario de Baituz antes de pasar al servicio de Sebük-Tegin.
Era natural que Tahir fuera reacio a dejar el poder cuando en
358/969 Khalaf volvió del oeste. Khalaf tuvo la precaución de ir primero a la
corte samaní y obtener ayuda militar de Mansur b. Nuh, pero fue incapaz de
imponerse a la bien atrincherada posición de Tahir en Sistán; no fue hasta la
muerte de Tahir en 359/870 cuando Khalaf logró ocupar Zarang y realizar una
purga entre los anteriores seguidores de Tahir. La lucha contra Khalaf fue
asumida ahora por el hijo de Tahir, Husayn, del cual se conserva una moneda.
Husayn se retiró a Bukhara; Khalaf cortó el tributo y los presentes que habitualmente
enviaba a Bukhara, de ahí que Husayn retornara con un poderoso ejército samaní,
incluyendo al general Abu’l-Hasan Simjuri. Siguió unlargo asedio de Khalaf
dentro de la ciudadela de Zarang pero no pudo ser sacado (372/982-3). Se
arregló entonces una paz por los samaníes, pero la lucha estalló de nuevo, esta
vez con Husayn encerrado dentro de la ciudadela de Zarang. Husayn buscó en vano
la ayuda de Sebük-Tegin en Ghazna, y tuvo que someterse en 373/983-4; se hizo
la paz, pero Husayn murió poco después.
Khalaf era ahora el amo
indiscutido de Sistán. Se aseguró un diploma de investidura del Califa y asumió
el título honorífico de wali al-Dawla.
Como su padre, Khalaf fue un gran patrocinador de los ‘ulama y los estudiosos. Uno de sus panegiristas fue el gran poeta
y autor de maqamat, Badi' al-Zaman
al-Hamadani. Combinaba la avaricia extrema y la hipocresía con la piedad
ostentosa, y se dice que había ordenado un gran comentario del Qur’an, que
finalmente abarcó 100 volúmenes; comprendían todos los comentarios previos,
establecía todas las diversas lecturas, exploraba todas las cuestiones
gramaticales y establecía todas las tradiciones de sonido. Externamente, Khalaf
se sintió bastante fuerte en 376/986-7 para enviar un ejército a Bust y
Zabulistán mientras Sebük-Tegin estaba ausente luchando contra el rajá
hindushahí Jaipal, pero tuvo que evacuar Bust a la vuelta del Ghaznawí. Fue
enviada una expedición bajo su hijo ‘Amr en 381/991-2 a la provincia buyí de
Kirman, tomando ventaja de las disensiones entre los buyíes tras la muerte de
Sharaf al-Dawla, pero las tropas saffaríes finalmente fueron rechazadas. No
obstante, Khalaf siguió codiciando Kirmán; en 384/994 su ejército invadió de
nuevo la provincia, pero fue repelido por el general buyí Abu Ja’far b. Ustadh-Hurmuz.
Tras el fracaso de sus
intentos por recobrar Bust, las relaciones de Khalaf con Sebük-Tegin habían
sido buenas, y envió tropas para ayudar a aquel contra Abu ‘Ali Simjuri. Sin
embargo, la extensión de la autoridad Ghaznawí sobre Khurasán era claramente
perjudicial para los intereses saffaríes, y Khalaf intentó inducir al Qarakhaní
Ilig Khan Nasr, que también estaba amenazando a los últimos samaníes en
Bukhara, para atacar a los Ghaznawíes (386/996). Tras la muerte de Sebük-Tegin
el año siguiente, sus hijos Mahmud e Isma’il estuvieron bloqueados varios meses
en una lucha de sucesión, y Khalaf aprovechó la oportunidad de arrancar Pushang
y Kuhistán del hermano de Sebük-Tegin, Bughrachuq, siendo muerto este último
por el hijo de Khalaf, Tahir (388/998). Pero una vez que Mahmud estuvo
firmemente en control de Ghazna, Khalaf no pudo pedir paz, pagando un tributo
de 100.000 dinares o de dirhams (ambos términos son dados en las fuentes) y
colocando el nombre de Mahmud en la khutba (390/1000). Khalaf tuvo un solo hijo
superviviente, Tahir, habiendo condenado a muerte ‘Amr tras el fracaso de la
empresa de Kirman. Los sucesos de los últimos diez años del reinado de Khalaf
son de cualquier modo confusos. Alguans fuentes dicen que Khalaf renunció el
trono a favor de Tahir, y luego se lo arrebató de nuevo; otros, que Tahir se
rebeló contra su padre, marchó a Kirmán, pero fue derrotado allí y tuvo que
volver a Sistán. Con ayuda ‘ayyar aseguró Zarang, pero fue capturado a traición
y asesinado por Khalaf (392/1003). Resultó un severo cambio de sentimiento
contra Khalaf. Un grupo de líderes militares de Sistán invitaron a Mahmud de
Ghazna, y después de un asedio en la fortaleza de Taq, Khalaf se sometió y
abdicó (393/1003). Eligió el exilio con los Farighuníes de Guzgan, pero después
de conspirar una vez más con los Qarakhaníes durante su invasión de Khurasán en
397/1006-7, fue trasladado a Gardiz durante los dos últimos años de su vida.
Tal es la narración de las fuentes históricas, aunque la existencia de una
moneda lelvando los nombres de Tahir y Mahmud apunta a la posibilidad de que
Tahir ya hubiera reconocido la supremacía de los Ghaznawíes antes de su muerte.
Ahora Sistán se
convirtió en una provincia del imperio Ghaznawí bajo el gobierno del hermano de
Mahmud, Nasr, pero la provincia nunca se resignó al yugo de los Ghaznawíes y
sus codiciosos recaudadores de impuestos. Las revueltas fueron frecuentes; las
actividades de los ‘ayyars, ahora más que nunca ligadas a la causa del
patriotismo local, se incrementaron; y no pasó mucho tiempo antes de que
reaparecieran vástagos de la dinastía Saffarí en su patria ancestral.