Cuando en 1204 la Cuarta Cruzada desvió su camino hacia Tierra Santa para dirigirse contra Constantinopla modificó absolutamente el destino del Viejo Imperio Romano de Oriente. El resultado de la expedición no fue solamente la sustitución de un emperador bizantino por otro pretendiente, sino la implantación en territorio griego de un nuevo estado, el Imperio Latino de Constantinopla (1204-1261) centrado en los territorios alrededor de la capital y la antigua Tracia, en el cual se instauró el modelo feudal de la Europa Occidental, en lugar del Imperio Bizantino, dominador del Mediterráneo oriental durante 800 años.
En toda Grecia, desde Tesalia hasta el Peloponeso, proliferó una nobleza feudal con las típicas relaciones vasalláticas, propias de la Europa Occidental, cuyos titulares tuvieron orígenes diversos, predominando los franceses en tierra firme y los italianos (venecianos sobre todo) en las islas del Mar Egeo (Cícladas y Eubea). Este panorama político de atomización territorial fue el escenario ideal para la proliferación de las bandas armadas de mercenarios de nacionalidades diversas para ponerse al servicio del mejor postor. Entre ellas destacó una de ellas por el alcance y su implantación en el territorio griego: La Compañía Catalana de los Almogávares de Roger de Flor.
I. El nacimiento y desarrollo de los Estados Catalanes en Grecia.
1. La irrupción de los Almogávares en la escena política griega.
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I. El nacimiento y desarrollo de los Estados Catalanes en Grecia.
1. La irrupción de los Almogávares en la escena política griega.
La empresas de la Compañía Catalana en el Levante Mediterráneo caracterizan dos fases netamente diferenciadas. Una primera, anarcoide, en la que los catalanes cambiaban a menudo de jefe, pasando del servicio del emperador bizantino al de Carlos de Valois y al de Gautier I de Brienne. La segunda, posterior a la batalla de Almyros (también llamada del río Céfiso) corresponde al periodo de asentamiento en Grecia, de la sumisión indirecta al rey de Sicilia y de la ampliación y consolidación de los territorios conquistados.
La Gran Compañía fue organizada por primera vez por un antiguo templario, Roger de Flor, natural de Brindisi, poco después de que el tratado de Caltabellotta (1302) hubiera puesto fin a la guerra de veinte años de duración entre las Casas de Anjou y Aragón por el dominio de la isla de Sicilia. Al firmarse la paz, los miembros de la Compañía quedaron desocupados y sintieron la necesidad de buscar un nuevo empleo. La expedición oriental surge de la confluencia de tres intereses: el de Federico II de Sicilia de deshacerse de los Almogávares, pues causaban desórdenes en la isla; el de Roger de Flor, que temía ser entregado por sus antecedentes en manos de sus enemigos, y finalmente, la del emperador Andrónico II, que tenía urgente necesidad de tropas para conjurar el peligro turco que avanzaba desde Asia Menor. Sus condiciones eran exorbitantes pero el Emperador accedió de buen grado a pagarles cuatro meses de soldada por adelantado y a otorgar la mano de su sobrina, María de Bulgaria, a su jefe. Durante el convite de boda estalla una lucha entre catalanes y genoveses que tiene que calmar el megaduque. Ante esta situación el Emperador decide enviar cuanto antes a los almogávares lejos de Constantinopla.
La Compañía Catalana aportó dudosos beneficios. En septiembre de de 1303 llegaron a Constantinopla unos 6.500 hombres y casi inmediatamente provocaron desórdenes y saqueos. En 1304 descendieron hacia Anatolia y levantaron el sitio de Filadelfia. Pero, en adelante, las operaciones contra los turcos fueron llevadas más bien en beneficio propio que de los bizantinos. El Emperador se dio cuenta de que era mucho más manejable una banda de mercenarios al mando de un griego que un grupo de hombres que no obedecían más órdenes que de su propio jefe. Roger de Flor planeó establecer un principado propio en Asia Menor y solo muy a disgusto hizo volver a sus tropas a sus cuarteles de invierno de Gallípolis. En esta ciudad recibieron refuerzos procedentes de España. Se negaron a empezar otra campaña hasta que no se pusiese al día el pago de sus soldadas, y el Emperador se vio en dificultades para encontrar el dinero. Su hijo Miguel IX proclamó abiertamente su desconfianza hacia los catalanes, no incluyéndoles en el ejército que formó para hacer frente a los búlgaros. Finalmente Roger de Flor accedió a volver al combate a comienzos de 1305. Antes de partir visitó el campamento de Miguel IX en Adrianópolis, y estando en él fue asesinado por un alano del ejército de Miguel. Junto con él fueron asesinados trescientos hombres de su ejército.
Los restantes catalanes achacaron a los bizantinos el crimen. Eligieron a Berenguer de Entenza como nuevo jefe y organizaron un pretendido estado hispánico independiente en la península de Gallípolis. Durante una incursión Entenza es tomado prisionero y es sustituido por Bernat de Rocafort; más tarde, se reincorporará otro líder almogávar, Fernándo Eximénez d'Arenós. Ambos lideraron la Compañía, mientras duró el encarcelamiento de Entenza y durante más de dos años mantuvieron en jaque a la región situada al oeste de Constantinopla, y todos los esfuerzos de Miguel IX para desalojarlos por la fuerza y de su padre para llegar a un acuerdo con ellos fueron inútiles. Quisieron ganar a su causa a un gran número de turcos, invitándoles a atrevesar el Helesponto. Una vez que Entenza fue liberado, la dirección de la Compañía fue compartida por los tres capitanes, actuando cada uno por su cuenta, mientras Ramón Montaner guardaba la fortaleza de Gallípoli, con una pequeña tropa.
En 1307, los almogávares piden vasallaje a Federico II de Sicilia, quien al aceptar envía a su primo Ferrán, hijo de Jaume II de Mallorca, para dirigir en su nombre la Compañia. Rocafort, que pretendía hacerse con el mando del ejército catalán pide que Ferrán sea nombrado jefe de la Compañia por su estatus de noble pero no en nombre de Federico II , a lo que se niega por no traicionar a su primo, y se dispone a volver a Sicilia, una vez que conduzca a la Compañía a Salónica. Con ello Rocafort consigue que la Compañía siga estando al mando de los tres líderes, cada uno comandando su propia tropa y saqueando Tracia por separado.
Una vez que hubieron agotado todos los recursos en Tracia, se trasladaron hacia Occidente, en dirección a Salónica, no sin antes quemar y destruir el que había sido durante los últimos años su bastión, Gallípoli. Durante el camino la hueste se divide en dos grupos, el de Entenza y el de Rocafort. El odio entre ambos líderes desemboca en un combate en el transcurso del cual Rocafort mata a Berenguer de Entenza y queda como único líder. En 1308 llegaron a Calcídica y saquearon los monasterios del monte Atos.
En ese momento, entra en escena Carlos de Valois, quien en 1301 se había casado con la "autotitulada" emperatriz Catalina de Courtenay, titular del Imperio Latino de Constantinopla y que ansiaba resucitar los planes de conquista en tierras griegas de Carlos de Anjou, rey de Nápoles, y ahora que Bizancio estaba sumida en el caos mostraba claramente sus pretensiones a la corona imperial. En 1308, el mandatario de Carlos, Teobaldo de Capoy, desembarcó en Eubea con once navíos venecianos y de allí se dirigió a Casandria, donde recibió en nombre de su señor, el juramente de fidelidad de la compañía catalana. Sin embargo, pronto Cepoy se convence de que el líder, Rocafort cada vez está más violento y despótico, incluso para sus propios hombres, alguno de los cuales le plantean el cambio de jefe. Cepoy convoca el Consejo Almogávar que con el apoyo de los conspiradores destituye a Rocafort, bajo la acusación de haber utilizado a la Compañía para su propio beneficio personal, y lo manda encadenado a Napoles donde Roberto de Anjou lo encierra en el castillo de Aversa, dejándolo morir de hambre. En estos momento el líder es Teobaldo de Cepoy, quien ordena la marcha hacia Tesalia, al haber acabado con los recursos de la Calcídica.
En ese momento, entra en escena Carlos de Valois, quien en 1301 se había casado con la "autotitulada" emperatriz Catalina de Courtenay, titular del Imperio Latino de Constantinopla y que ansiaba resucitar los planes de conquista en tierras griegas de Carlos de Anjou, rey de Nápoles, y ahora que Bizancio estaba sumida en el caos mostraba claramente sus pretensiones a la corona imperial. En 1308, el mandatario de Carlos, Teobaldo de Capoy, desembarcó en Eubea con once navíos venecianos y de allí se dirigió a Casandria, donde recibió en nombre de su señor, el juramente de fidelidad de la compañía catalana. Sin embargo, pronto Cepoy se convence de que el líder, Rocafort cada vez está más violento y despótico, incluso para sus propios hombres, alguno de los cuales le plantean el cambio de jefe. Cepoy convoca el Consejo Almogávar que con el apoyo de los conspiradores destituye a Rocafort, bajo la acusación de haber utilizado a la Compañía para su propio beneficio personal, y lo manda encadenado a Napoles donde Roberto de Anjou lo encierra en el castillo de Aversa, dejándolo morir de hambre. En estos momento el líder es Teobaldo de Cepoy, quien ordena la marcha hacia Tesalia, al haber acabado con los recursos de la Calcídica.
Reinaba en ella Ioannes II (1303-1318), nieto del sebastocrator Ioannes Ángelos. Este adolescente de escasa salud, tras haber estado bajo la tutela del duque de Atenas Guy II de La Roche, a la muerte de este (1308), se había inclinado del lado bizantino. La debilidad de su gobierno impidió cualquier resistencia a los catalanes. Durante un año, vivieron sin ningún tipo de preocupaciones de los productos que le proporcionaba la tierra fértil. Despúes, en la primavera de 1310 la compañía descendió Grecia central y se puso al servicio de Gautier de Atenas, para luchar contra el Despotado de Arta, recuperando una treintena de castillos.
Al igual que lo sucedido con Andrónikos II, también para Brienne el enrolamiento de los catalanes probó ser un arma de doble filo. En efecto, al Compañía, desgastada en su largo peregrinaje por Grecia acusaba cansancio. Es por eso que cuando Brienne les invitó a entregar los castillos y prendas conquistados por su predecesor, catalanes y turcos respondieron que no querían entregarlos porque no sabían a donde ir. Recordaban así que estaban cansados de la lucha contra amigos y enemigos. Gauthier de Brienne, por el contrario, una vez alcanzados sus fines había querido librarse de los auxiliares incómodos. El resultado de esta confrontación fue la batalla del río Céfiso, también llamada de Almyros en 1311, en la que los franceses fueron totalmente derrotados.
Itinerario de las campañas de la Compañía Catalana |
2. Establecimiento y consolidación de la Compañía en Atenas
Las consecuencias de la victoria fueron variadas: en el orden militar demostró que el nervio de la guerra es el hombre a pie y el arma arrojadiza; en el social que la fuerza ya no pertenece a la nobleza sino al pueblo bajo. La transformación es repentina y significativa: se asiste también a una inserción violenta de los catalanes en la sociedad local, por el interés del botín. El nuevo jefe, mariscal y rector de las universidades (unidades de habitantes con representación propia), guió a los mercenarios en la ocupación de Tebas y reglamentó la distribución "de todas las ciudades y castillos de los ducados".
Definida y consolidada su propia situación en el ducado, los catalanes afrontaron el problema de colocarse bajo la égida de un gran señor, que en su nombre regularizara la situación internacional de la Compañía. Por tanto, se volvió hacia el rey Federico II de Sicilia, que, a petición suya, nombró duque de Atenas a su hijo segundo, Manfredo, de cinco años de edad. La aceptación del régimen catalano-siciliano por parte de la Compañía fue negociada por Roger Deslaur a principios de 1312.
Los "Capitula" estipulados por la corte de Federico, demuestran antes que nada la voluntad de la Compañía de no reconocer la autoridad de Federico II, sino de mantener su propia autonomía, con la elección de un señor propio. La relación además que uniría a "fieles y vasallos" sería de la misma naturaleza que la existente en Aragón o Barcelona. Por su parte, Federico II, en nombre de su hijo, se comprometía a defender y mantener la Compañía, y a cada uno de sus miembros en semejante estado, oficio y feudo como "él entonces tenía", aunque ellos adquirieran en el Ática y Beocia tales derechos feudales y regalías como se obtenían en el reino de Aragón.
3. El Desarrollo político de los ducados catalanes (1312-1388)
a) Los gobiernos de los duques Manfredo y Guillermo II (1312-1338)
Federico, dada la poca edad del infante Manfredo envió como vicario general a Berenguer Estanyol, de Ampurias. Resultó ser un hábil gobernante y bajo su régimen pudieron los catalanes consolidar su posición en el Ática y en Beocia. Los protegió contra la hostilidad de los venecianos de Negroponte, de los griegos de Tesalia y Epiro, y contra los partidarios de Brienne, en Argos y Nauplia (Morea). En 1316 falleció Berenguer, tras prolongada enfermedad y los catalanes eligieron a Guillem de Thomás, como capitán y vicerregente, hasta la llegada a Atenas del hijo natural del rey Federico II, Alfonso Fadrique, que había sido nombrado vicario general del infante-duque Manfredo. En 1317 Manfredo murió al caer de su caballo. Su hermano menor, Guillem II se convirtió en duque de Atenas (1317-1338). Por tanto, Alfonso Fadrique ocupó el cargo principal en el ducado de Atenas. El periodo de su gobierno es el más espléndido para el dominio catalán, que alcanza su máxima expansión.
Alfonso Fadrique casó con Marulla, hija de Bonifacio de Verona, triarca de Negroponte, y como dote obtuvo los castillos de Karystos y Larmena en Negroponte, la isla de Égina y "trece buenos castillos en tierra firme". En 1318, la muerte del sebastocrator Ioannes II Ángelos le abrió el camino de Tesalia. De manera que pudo conquistar cómodamente Neopatria, Siderocastron, Loidoriki, Domokos y Fársala, a la que agregó Zeitounion y Gardiki, que le correspondía por parte de su mujer. El territorio conseguido (1319) fue organizado en un nuevo ducado que tomó el nombre de la plaza fuerte de Neopatria.
La presencia catalán en Grecia, al subvertir el equilibrio de fuerzas que se instauraron en la Península Balcánica durante el siglo XIII, plantearon nuevos problemas c¡de convivencia. Sus enemigos eran: el emperador Andrónikos II Paleólogo, su gobernador imperial en Mistra; el soberano griego Ioannes II Comnenos de Tesalia y su pariente la espina Juana de Epiro; los barones francos de Acaya, vasallos del príncipe Felipe I de Tarento; el alcalde veneciano de Negroponte y los feudatarios venecianos del Archipiélago y finalmente el Papa en Aviñón, el celoso vigilante de la legitimidad latina en el Oriente como en otras partes.
Venecia, había preferido en Oriente, en vez de las conquistas territoriales la posesión y el control, mucho más importante a los fines de su tráfico marítimo de una cadena de bases estratégicas. Desde Cefalonia a Modón, Corón, las islas de Cérigo, Creta, Santorini, Naxos, Andros y Negroponte. Su actitud respecto a los catalanes, sentados en el centro de esta red de posesiones era de espera. Sin embargo, los catalanes, en unión con los turcos, estaban poniendo en práctica toda una serie de razzias piráticas que causaban desesperación en la república adriática. Después de minuciosas negociaciones, en 1319 se firmó una tregua entre Alfonso y la Compañía, y el alcalde Francisco Dándolo. En este acuerdo los catalanes se comprometían a no armar ninguna otra nave de las ya existentes, las cuales debían ser llevadas a puerto y desarmadas. Venecia obtenía pacíficamente la práctica renuncia catalana a esa flota que sólo podía representar un verdadero peligro para sus posesiones.
También es coherente la posición asumida por el Papado respecto de la Compañía. Después de la batalla del Céfiso, Clemente V, a petición de Felipe de Tarento, había protestado enérgicamente contra los catalanes residentes "in partibus romaniae" al considerarlos usurpadores de os derechos de Brienne y les invitó a abandonar el ducado. El anatema lanzado contra la "societas" puso a los catalanes, católicos, en el mismo plano que los cismáticos y los musulmanes. Pero nada se obtuvo; además, el papado y sus aliados, Francia y Nápoles, no estarán en condiciones de promover una acción de fuerza, y esto se debe también a que no lograrán superar el escollo de la política moderada de Venecia.
La presión de las fuerzas de Alfonso Fadrique se desplaza de Oriente a Occidente, hacia Acaya, poniendo en serias dificultades el principado franco. En vista de la situación, 1321, las autoridades y los habitantes de Morea ofrecieron la señoría a Venecia que la rechazó.
En 1324 y en adelante se observa una reanudación de la actividad militar y diplomática de los franco-angevinos. En vista de una expedición de Juan de Gravina, Roberto de Anjou se dirige a la república adriática para tener su apoyo, pero Venecia recuerda al rey que está en paz tanto con el Emperador de Oriente como con la compañía. La intervención en Morea de Gravina se reduce a una apurada y simple toma de posesión del Principado.
Por su parte, Juan XXII apoya decididamente las reivindicaciones de Gautier II de Brienne, hijo del último duque franco del ducado de Atenas. En 1330 da la Bula de Cruzada contra los catalanes, a la que solo se adhiere Roberto de Nápoles. En 1331 Gautier reune un ejército que desembarcó en Epiro. No encontró ningún apoyo entre los griegos nativos. La expedición fue un fracaso y regresó a Brindisi en el verano de 1332. Durante los años de 1334 y 1335 consideró hacer otro ataque. Juan XXII reiteró su excomunión sobre los catalanes. La Señoría de Venecia volvió a rehusar y Gautier nunca volvió a Grecia, aunque siempre pensó en hacerlo.
Poco después de la expedición de Brienne en 1331-1332, los catalanes de Grecia disfrutaban de un periodo de relativa paz y prosperidad; cuando hacia 1330 (o quizá 1326) Alfonso Fadrique fue retirado como vicario general, tal vez debido a la insistencia de los venecianos, como precio a su neutralidad, la política de expansión catalana tocó a su fin. Los turcos se convirtieron en una amenaza para los catalanes no menor que para los venecianos de Negroponte. A la muerte de Alfonso Fadrique en 1338, las relaciones de los catalanes con los venecianos se hicieron aún más amistosas.
A través de estas experiencias bélicas y diplomáticas la vida de los ducado se fue consolidando en el plano internacional. Pero ésta, al mismo tiempo, inició un proceso de decadencia, dado que justo en esta época, la Compañía, al transformarse internamente de ente en el que prevalecía el aspecto militar a una realidad exclusivamente política, empezó a perder esa fuerza que la había convertido en un sólido instrumento de guerra, al que era dificil que otros hubieran podido resistir.
b) Los gobiernos de Juan II y Federico I (1338-1355)
El rey Federico II de Sicilia murió en 1337; Guillermo II quedaba confirmado en los ducados catalanes de Atenas y Neopatria. La enfermedad del joven duque y la confusión que siguió en Sicilia al fallecimiento de Federico II impidieron que llegase a efectuar un viaje a Grecia. En 1338 murió; su hermano menor, el marqués de Randazzo, fue duque de Atenas como Juan II. En 1344 pensó en reclutar un ejército de 600 caballeros y 4.000 almogávares en Aragón para una expedición contra los turcos de Oriente. En 1348 Juan de Randazzo fue víctima de la Peste Negra; su hijo Federico I le sucedió, pero falleció a su vez consecuencia de la peste en 1355.
En 1451, los catalanes de Oriente se vieron implicados en la reanudación de la guerra comercial entre Venecia y Génova (1350-1355). El rey Pedro IV de Aragón tenía mucho interés sobre los dominios griegos de la rama siciliana de su familia, interés que, al parecer no suscitaba resentimiento ni oposición en Sicilia. En 1351 se concertó un tratado entre Venecia y Pedro IV para destruir a Génova. Los catalanes cooperaron en esta guerra con tropas para impedir que los genoveses se establecieran en Negroponte. Después de esto, sobre si los catalanes de Atenas y Tebas desempeñaron algún papel en la guerra no se ha conservado ningún testimonio.
c) Federico III de Sicilia, duque-rey. La lucha por la supervivencia.
Federico I fue sucedido por su primo Federico II, que poco después se convirtió en el rey Federico III de Sicilia. El gobierno de este rey jamás fue fuerte en la isla, donde se encontraba; no podías ser menos débil en Atenas, donde no se hallaba presente, pero prolongó su fracaso como soberano desde 1355 hasta 1377.
Cuando en 1361 el vicario general Mateu de Montcada abandonó Tebas para ir a Sicilia, un tal Pere de Pou le sucedió en el cargo. Fue una mala elección, pues su conducta provocó una conspiración dirigida por Roger de Llúria, mariscal de la Compañía, el cual se apoderó de la ciudad de Tebas y gobernó los ducados de Atenas y Neopatria hasta su muerte en 1369 o principios de 1370.
En 1362, posiblemente como resultado de haber confiscado el dinero de o la propiedad perteneciente a un ciudadano veneciano, el mariscal Roger de Llúria y sus partidarios se encontraban prácticamente en guerra con Pietro Mocénigo, alcalde veneciano de Negroponte. Aunque sabemos poco de la extensión de las operaciones catalanas o venecianas las hostilidades continuaron hasta 1365. Había discordia en los ducados catalanes y Roger de Llúria carecía de base legal para ejercer la autoridad. Buscó el apoyo de los turcos, como Alfonso Fadrique una generación antes, y a comienzos de 1363 los turcos fueron admitidos dentro de los muros de Tebas.
El mariscal no había elegido el mejor momento para esta acción, puesto que en Europa soplaban vientos de cruzada. Es el momento en que Pedro I de Chipre se encontraba recorriendo Europa buscando ayuda contra los turcos que ponían en serio peligro su reino insular. El Papa Urbano V escribió una carta a los hermanos Roger y Joan de Llúria ordenándoles que despidiesen a sus mercenarios turcos y tomasen las armas contra ellos.
El alcalde angevino del principado de Acaya y Manuel Cantacuzeno, el Déspota de Mistra, junto con los venecianos y los Hospitalarios, emplearon mancomunadamente sus recursos para hacer frente al peligro turco. Los turcos fueron derrotados en una batalla naval cerca de Megara, fortaleza meridional del ducado de Atenas; se refugiaron en Tebas, con Llúria. Pero, a la larga, los derrotados turcos se convertirían en mal aliado, y el indigno Papa, los hostiles angevinos y el prudente veneciano en los peores enemigos. Llúria buscó la paz con los venecianos de Negroponte; en 1365 el Senado sancionó el cese de hostilidades. Después de la marcha de los turcos volvieron a establecerse estrechas relaciones entre los rebeldes catalanes del Ducado de Atenas, y su rey y duque, en la lejana Sicilia. En una carta enviada por la Compañía (9 de agosto de 1365) se informaba al rey de la maltrecha situación de los ducados, desprovistos de protección, y se pedía ayuda inmediata o habría que hacer una alianza con el Dux y la República de Génova. Federico no podía soportar la idea de perder Grecia, el adorno provincial de su corona, que sus predecesores habían conquistado por la fuerza de las armas.
Aunque el gobierno de Llúria fuese ilegal y éste no pudiese defender al ducado de Atenas contra la depredación de los venecianos, no había medio de deshacerse de él. Había que llevar a cabo una vasta reorganización política y dado que Federico III se veía obligado a aceptar los hechos consumados era preciso recompenzar a algunos de sus súbditos rebeldes por haberse separado voluntariamente de la Corona. En la documentación de estos años aparecen frecuentes nombramientos para castellanos y capitanes de por vida, concesiones de notariados hereditarios, etc.
A principios de 1367, los habitantes de los ducados habían reunido en sus propias ciudades consejos para proveer para el futuro. En Tebas se reunió una asamblea general que preparó una petición para presentar al rey Federico III de Sicilia. La respuesta fue: insistir en conservar el derecho definitivo de nombramiento para los importantes castillos de Levadia, Neopatria y Siderocastron; acceder a una renovación del nombramiento de Roger de Llúria como vicario general, y la expropiación de las propiedades del difunto Pere de Pou en favor del mariscal en compensación por los gastos que había hecho y que había sufrido.
A comienzos de la octava década del s.XIV, Federico III de Sicilia había perdido de un modo tan completo la confianza de los feudatarios catalanes en Grecia que en varias ocasiones, estos habían manifestado el deseo de unirse a la Corona de Aragón; los intentos del rey por restablecer su gobierno en Grecia nombrando para castellanías, capitanías y otros cargos a seguidores supuestamente leales a sus intereses, apenas lograron siquiera un mediano éxito.
Por otra parte, a fines de 1374, a la muerte del vicario general Peralta, Neri Acciaiuoli, señor florentino de Corinto, se apoderó de castillo catalán de Mégara, que dominaba la ruta del Istmo hacia Atenas y Tebas. Pero antes incluso de la muerte de Peralta, a mediados de 1374, las luchas intestinas comenzaban a escindir los ducados catalanes: el joven Lluis, nieto de Alfonso Fadrique se vió enzarzado en un duro combate con Galcerán de Peralta que no había obedecido la orden de entregar la castellanía y la veguería de Atenas. La antigua rivalidad entre Atenas y Tebas renació al recibir Lluis el apoyo de esta última ciudad, así como de Levadia. Más tarde, el propio Luis llegaría a ser vicario general (1375-1381).
El rey Federico III de Sicilia murió en 1377; con el tocó fin la rama masculina de la dinastía catalana de Sicilia. Él había deseado legar a su hija María, de 15 años de edad, tanto Sicilia como Atenas y Neopatria, aunque la voluntad del rey Federico II (†1337) había excluido de la sucesión real a las mujeres de su casa. Por consiguiente, el rey Pedro IV de Aragón presentó sus pretensiones al reino insular de Sicilia y a los ducados catalanes de Grecia. Cuando María casó con Martín, nieto de Pedro IV, las pretensiones dinásticas rivales se reconciliaron. La joven reina María de Sicilia gobernó los ducados desde 1377 a 1381. Pero en 1381, a pesar de la supuesta oposición de la facción siciliana en el ducado de Atenas, Pedro IV, con el apoyo de Lluis Fadrique, obtuvo finalmente la anexión de los ducados de Atenas y Neopatria a la Corona de Aragón.
d) La unión efectiva con la Corona de Aragón y el fin del dominio catalán en Grecia.
La toma de posesión de Pedro IV de los ducados coincidió con el ataque que llevó a cabo sobre Tebas la llamada Compañía Navarra, acaudillada por un hábil capitán llamado Juan de Urtubia.
La Compañía Navarra había luchado en la guerra entre Carlos II el Malo y Carlos V de Francia. Al terminar la guerra en 1366, los navarros entraron al servicio de Luis de Evreux, hermano de Carlos II de Navarra. Luis se dispuso a apoyar por las armas la pretensión al "Reino de Albania", que acababa de adquirir por su matrimonio con la princesa Jeanne de la Casa de Anjou, duquesa de Durazzo. Tras reforzar la Compañía en 1375 y 1376 ésta se dirigió a Albania y tomaron Durazzo en verano de 1376. Pero Luis falleció en aquella época, y Jeanne casó con el duque Robert de Artois. Los navarros consideraron que su alianza con Jeanne había acabado con el segundo matrimonio de ésta y a principio de 1377 intentaron ingresar al servicio del rey Pedro IV de Aragón, pero finalmente fueron contratados en 1378 por la Orden del Hospital con sede en Morea. La actitud de los Hospitalarios hacia los catalanes en Tebas y Atenas era hostil, e instigaban claramente el ataque de la Compañía Navarra contra Tebas.
En el comienzo de 1379 Juan de Urtubia y la Compañía Navarra salieron de Navarino o Kalamata, en Morea; atravesaron la baronía corintia de Neri Acciaiuoli y desencadenaron un ataque contra Tebas. Los dos años de incertidumbre que siguieron a la muerte de Federico III no había preparado a los catalanes del ducado de Atenas para resistir un fuerte asalto. En 1379 los catalanes ya no tenían la fuerza que habían poseído cuando derrotaron a Gautier de Brienne. Además, la destrucción del castillo de St. Omer por los catalanes con ocasión de la expedición de Brienne, por temor de que él pudiese ocupar el castillo y retenerlo contra ellos, hizo que Tebas, aun siendo capital del ducado meridional fuese menos fácil de defender que la Acrópolis. Tebas cayó en mayo o junio de 1379. Urtubia encontró otros aliados además de Neri Acciaiuoli en Nicolo II dalle Carceri, señor de 2/3 de Negroponte y duque del Archipiélago (Naxos), y en Francesco I Giorgio, margrave de Boudonitza.
Pedro IV nombró al vizconde de Rocabertí como vicario general el 13/IX/1379. No está claro en qué medida el rey Pedro IV había estado dispuesto a hacer valer sus derechos sobre Atenas y Neopatria hasta que la invasión navarra arrojó en sus brazos a los habitantes catalanes de los ducados. En 1380 o comienzos de 1381, el castillo de Levadia cayó también en manos de los navarros. Por tanto, al iniciarse la penúltima década del siglo XIV el dominio catalán en Grecia continental se limitaba a la ciudad de Atenas misma y Neopatria, juto con algunas de sus dependencias y finalmente, el "condado de Salona", en manos de los Fadrique.
Cuando se calmó la conmoción provocada por la invasión navarra se reunió en Atenas un parlamento al cual fueron convocados los síndicos prohombres y consejo de la corporación municipal. Este parlamento preparó una petición en 1380 para Pedro IV, quien fijaría las condiciones bajo las cuales los principales funcionarios y ciudadanos de Atenas se convertirían en vasallos de la Corona de Aragón. De los 16 ó 17 artículos que contiene solo 4 ó 5 se refieren a los intereses comunes del Estado y la comunidad. Los 12 restantes apenas consisten en peticiones personales que, al parecer, no tienen en cuenta la peligrosa situación en que se hallaba el ducado de Atenas, y el hecho de que con la caída de Atenas, Neopatria se perdería también. Los catalanes concluían su solicitud con una solemne petición: la de que el rey conservase en Atenas "los estatutos, constituciones, usos y costumbres de Barcelona, y jamás enajenase los dominios ducales de Grecia de la Corona de Aragón".
El 28 de abril de 1381, Pedro IV confirmó el nombramiento de Rocabertí, como vicario suyo, virrey y lugarteniente en los ducados griegos y tierras adyacentes, y concretó con cierto detalle sus múltiples responsabilidades administrativas y judiciales. Rocabertí tuvo una actuación breve en Grecia, de donde partió en la primavera de 1382. Si bien no obró prodigios militares en los ducados, al menos concertó una tregua con Neri Acciaiuoli y alcanzó una especie de alianza con los navarros que quizá por entonces ya no tenían Tebas en su poder, pasando a manos de Neri.
Las discrepancias entre Pedro IV, que ordenaba a Rocabertí partir inmediatamente hacia Oriente, y su lugarteniente, que demoraba constantemente su marcha, retrasaban las ayudas militares prometidas, pues desde 1385 Neri estaba reclutando fuerzas de tierra y contratando galeras venecianas. Parece ser que invadió el Ática por tierra, y probablemente entró con su galera en el Pireo, apoderándose de los puertos y de la altura de Muniquio. Un documento veneciano del 7/VII/1385 muestra que el Senado reconocía a Neri como señor del ducado de Atenas y de la baronía de Corinto. El 15/I/1387 hizo desde la ciudad baja de Atenas una confirmación de tierras a la rama griega de la familia Medicis, dándose a sí mismo el nombre de "Señor de la castellanía de Corinto, del ducado de Atenas y de sus dependencias".
Pedro IV murió el 5/I/1387. Su hijo Juan le sucedió como rey de Aragón, conde de Barcelona y duque de Atenas. La presión de Neri Acciaiuoli se fue incrementando hasta que la Acrópolis no pudo resistir y las tropas de Neri entraron en la ciudadela. Era el 2 de mayo de 1388. El ducado de Neopatria aun pudo resistir hasta 1391.
La historia de la dominación catalana de Atenas no cesa enteramente con la caída de la ciudad en manos de los florentinos. Los reyes de Sicilia y la Corona de Aragón no cedían en sus pretensiones a sus dominios de ultramar, pero este gesto carecía en absoluto de trascendencia. Todas las principales potencias relacionadas con los asuntos de Oriente habían reconocido a Antonio I Acciaiuoli, hijo de Neri (muerto en 1394), como señor de Atenas y Tebas, una vez que se hubo reconciliado con la República de Venecia.
El último reducto de la presencia catalana en Grecia lo constituye el Señorío de Egina, gobernado a fines del siglo XIV por Aliot I de Caupena, que procedía de una familia noble. Su estirpe seguiría gobernando la pequeña isla de Egina durante cuatro décadas. Después de Aliot III jamás volvió a restablecerse en Egina el régimen catalán. El último miembro varón de la última familia catalana que gobernó Grecia falleció en 1648. Por otra parte, los catalanes desplegaron una cierta actividad en Grecia durante la mayor parte del siglo XV, pues hay noticias de que galeras catalanas eran empleadas por el Papa Martín V, para servir al arzobispo Pandolfo Malatesta de Patrás hacia 1430.
II. Gobierno y administración civil y eclesiásticos.
1. La Compañía Catalana.
Durante aproximadamente 20 años la Compañía mantuvo su forma de organismo esencialmente militar. Su transformación en ente político fue tardía por exigencia de la consolidación y defensa que caracteriza la vida en esta época. Continuó siendo la "universidad del feliz ejército de Romania", y solo más tarde empezará a llamarse "societas". Para los venecianos se llamará siempre "Compañía" y "Societas Cathalanorum " para los pontífices.
Jefe absoluto de la Compañía era el duque -en realidad su autoridad fue puramente nominal- que delegaba su poder en un gobernador que se llamó "presidens" como Alfonso Fadrique, o también "vicarius generalis" como Nicolás Lancia. Sin embargo, en este primer periodo el gobernador asumía en sus manos la autoridad civil y militar.
En un segundo momento (después de 1331) los dos poderes estuvieron disociados: de hecho Lancia era el vicario general, cuando Ort de Novelles era "marescalcus", jefe del ejército de la Compañía. La intervención directa de la Compañía en el ejercicio del poder y en la estipulación de los actos oficiales que asumían la responsabilidad de toda la comunidad, se explicaba a través de "síndicos y consejeros" que en ese momento eran elegidos por toda la Compañía, mientras luego, en cambio, lo fueron los exponentes de las ciudades dominicales. La cancillería era de nominación ducal.
2. Los Ducados
La organización del nuevo Estado catalán en Grecia ilustra perfectamente la teoría del pacto entre el gobernante y su pueblo, designado como un contrato, capítula et conventiones, en las primeras palabras del documento de 1312. La Compañía seguía siendo dueña legal de las tierras que había conquistado y que ahora retenía por derecho de conquista; pero buscando, quizá, una base más constitucional para su autoridad y una ulterior protección en tiempos de necesidad, había entregado y vuelto a recibir del duque catalán de Sicilia sus feudos y oficios del ducado de Atenas. Sin embargo, el gran enfeudamiento de 1312, en virtud del cual el duque se vió obligado a confirmar la distribución de la tierra que la Compañía había efectuado ya entre sus miembros, era, en gran parte, teórico, porque fue la Compañía la que le concedió el dominio ducal a él, y no él quien concedió los feudos.
Desde la época de su primer establecimiento en Grecia, la Compañía poseía también Capitula o Estatutos escritos, redactados en catalán, y basados en gran parte en las Constituciones de Cataluña y las Costumbres de Barcelona. El canciller ponía el sello de la Compañía en los documentos más importantes.
El duque nombró al vicario general jefe ejecutivo del ducado, que juró fidelidad al duque en Sicilia, y a su llegada a Atenas o Tebas prestó juramento ante unos representantes de la Compañía de que cumpliría con los deberes de su cargo, según los Capítulos de la Compañía. Sin embargo, el duque adquirió rápidamente el derecho de nombrar el principal cargo militar en el Estado catalán, el del mariscal del ducado (marescalcus ducatus) o después de que en 1319 Alfonso Fadrique añadiese el ducado de Neopatria al de Atenas, el de mariscal de los ducados (marescalcus exercitus ducatuum). Los cargos más importantes estaban reservados a los mismo catalanes, incluidos el de mariscal, que fue ocupado durante casi dos generaciones por la importante familia de los Novelles.
Tebas era la capital del ducado de Atenas. Los catalanes en Atenas organizaron una corporación municipal, con sus propios oficiales civiles y militares (capitá, veguer, castellá) y con sus propios síndicos, prohombres y consejo municipal. La ciudad de Neopatria era la capital del ducado septentrional, dentro de cuyos límites estaba situado el importante castillo y la ciudad de Zeitunion, la antigua Lamia. Un capitán gobernaba la ciudad de Neopatria y un castellán tenía el mando de la guarnición del castillo. Las condiciones de Neopatria, debido a su semiaislamiento en el norte eran en cierta manera especiales, por lo que la autoridad residía casi directamente en el duque soberano de Sicilia, y después de 1381 en los monarcas de la Corona de Aragón.
Las municipalidades de los dos ducados poseían notarios, escribanos, jueces y alguaciles, y estaban representadas por sus síndicos y consejeros locales, gobernadas por sus propios veguers y capitanes, y protegidas por sus comandantes militares locales (castellani). En los consejos municipales de Atenas, Levadia y Neopatría había funcionarios griegos. Las Usanzas y Estatutos de Romania (Libro de le Uxanze e Statuti de lo Imperio de Romania) que probablemente constituía la ley feudal de la Atenas borgoñona, dieron paso, en 1311, a los Usos (Usatges) de Barcelona,que ahora constituían la base de la ley pública y privada del ducado de Atenas. El alto tribunal de la baronía franca fue sustituído por el tribuna del vicario general, que residía en Tebas. Después de 1355, el duque de Atenas fue también, en la persona de Federico III, rey de Sicilia, lo que aumentó la dignidad ducal y su poder. El duque designaba, por lo general, a los veguers y castellanos de las principales ciudades y fortalezas del ducado. Los feudatarios catalanes, las municipalidades e incluso el clero poseían menos derechos jurisdiccionales privados que sus predecesores francos. Por otra parte, Federico II evitó nuevas e importantes enfeudaciones y respetó el derecho sobre los grandes de sus castillos. El único feudatario importante fue Alfonso Fadrique, que a los bienes de la dote de su esposa añadió la enfeudación de unos castillos. Estos feudatarios estarán encabezados por la dinastía de los Fadrique que con Llúria y Novelles serán los verdaderos señores de los ducados.
El funcionario administrativo más importante del ducado de Atenas, el vicario general, era siempre un gran señor. Podía ser de origen catalano-siciliano (Alfonso Fadrique), un gran señor catalán en Grecia (Roger de Llúria y Luis Fadrique) o un feudatario catalano-aragonés, como los últimos que fueron nombrados pra este cargo. En el gran enfeudamiento de 1312, al duque de Atenas se le garantizaban los derechos y regalías que se le debían al gobernante soberano "conforme a las leyes de Aragón y los Usos de Barcelona". Por tanto, había ciertas rentas y derechos de la Corona, impuestos que se recaudaban de las ciudades y de los distritos menores, diversos peajes y contribuciones, tributos feudales, etc, que antes pertenecieron a los duques borgoñones. Sin embargo, parece que las rentas ducales de Atenas y Neopatria eran más bien una fuente de prestigio más que de ingresos. Para conservar la lealtad de sus súbditos en aquella tierra tan lejana y que se inclinaban a la independencia, el duque se veía obligado a ser generoso o hacer concesiones de tierras y rentas.
El dominio ducal incluía los cinco municipios de: 1) Tebas, la capital; 2) Atenas; 3) Levadia; 4) Siderocastron y finalmente 5) Neopatria, capital del ducado septentrional al cual de nombre. Los funcionarios locales más importantes de los ducados eran el veguer (vigerius, veguer), el capitán (capitaneus, capitá) y el castellano (castellanus, castellá). El vicariato y la capitanía general eran propiamente dos cargos diferentes, pero por lo común se ejerce conjuntamente. El cargo de veguer fue importado al ducado de Atenas, desde el condado de Barcelona, donde conservó el nombre y el recuerdo del antiguo vicario carolingio (vicarius). En la Cataluña medieval la Cort de Veguería tenía su sello propio, pero parece que no existen pruebas de que fuese utilizado en el ducado de Atenas. Los veguers oían casos tanto civiles como criminales. Es posible que sus funciones y su jurisdicción en el ducado de atenas tuviese algunas peculiaridades desconocidas, pues la Compañía tenía sus propios estatutos. Existen cargos de veguers en Atenas, Tebas y Levadia y quizá también en Neopatria. Sin embargo, las mismas funciones que las del veguer eran ejercidas por el capitán en Neopatria y Siderocastron, título y cargo importado desde Sicilia, donde no había veguers. En Sicilia los capitanes oían casos civiles y criminales, aunque, a veces, se limitaba a estos últimos. Cuando en los ducados se efectuaba el nombramiento para el solo cargo de veguer o de capitán, el veguer todavía oía casos de ambos tipos, pero el capitán entendía únicamente en las causas criminales.
Tanto el veguer como el capitán estaban asistidos por un consejo integrado pro un juez, un asesor y un notario, nombrados por el rey. Aun cuando los cargos de veguer y capitán eran en su origen y en su función dos cargos diferentes, en el ducado de Atenas eran desempeñados por una sola persona, llamado "veguer o capitán" y con menor frecuencia "veguer y capitán". El capitán y veguer prestaba juramento de fidelidad al real duque y repetía el juramento en presencia de los síndicos del municipio en el debía ejercer su cargo. El periodo de ejercicio se limitaba a tres años, aunque el rey Federico III hizo el nombramiento para los cargos de veguers y capitán, y castellano de duración indefinida. Los notables catalanes del ducado protestaron enérgicamente contra tales nombramientos.
El cargo de castellano comportaba la responsabilidad de defender un determinado castillo y ostentar el mando de su guarnición. Algunos castillos de los ducados fueron concedidos, como cabría pensar en una sociedad feudal, como feudos hereditarios. No obstante, la Compañía consideraba los castillos de las comunidades importantes como bienes propios, aunque bajo la administración del duque soberano. La Compañía intentó reservar sus derechos sobre los grandes castillos de Atenas, Levadia y Siderocastron, y el rey y la Compañía no perdían de vista su custodia. Tal vez no hacía falta castellano en la ciudad de Tebas, donde tenía su residencia tanto el vicario general como el mariscal de la Compañía. A veces, los cargos de castellano, capitán y veguer eran ocupados por una sola persona que desempañaba así las principales funciones militares, judiciales y civiles en el castillo y ciudad de su jurisdicción. Puede que la Corona y la Compañía mirasen con recelo tal pluralidad, pero apenas podían hacer nada para remediarlo. En las últimas décadas del dominio catalán en Grecia, los nobles estaban estableciendo señoríos para ellos mismos bajo la apariencia de cargos, algo parecido a los vicarios papales contemporáneos en Italia.
3. Organización eclesiástica
Sobre la organización eclesiástica de los ducados catalanes de Atenas y Neopatria existe gran cantidad de información exacta, aunque no dejan de detectarse lagunas para algunos asuntos concretos. Había tres provincias (Atenas, Tebas y Neopatria) sobre las cuales tenía potestad teóricamente el "Patriarca de Constantinopla" latino, sujeto siempre al Papado de Avignon y finalmente a Roma. Las jurisdicciones de los arzobispos de Tebas y Neopatria caían enteramente dentro del territorio catalán, pero la del arzobispo de Atenas se extendía más allá de los límites de los ducados. La historia de la Iglesia latina de Oriente se ha visto siempre complicada por las figuras fantasmales de obispos titulares que pululaban en los documentos. La tradición canóniga ligaba a un obispo a su sede, pero no podía vivir en una diócesis, aunque fuese antigua, que se hubiera visto ocupada por infieles o cismáticos que le negasen la residencia. Naturalmente tal falta de residencia no le hacía perder la dignidad episcopal.
Los obispos titulares de sedes orientales ocupadas se mostraban reacios a abandonar los derechos y dignidades inherentes a su cargo; tale sedes a menudo poseían valiosas propiedades en Europa. Entre los enviados y consejeros titulares de los reyes catalanes de Sicilia encontramos obispos titulares de sedes "in partibus Graeciae" que jamás habían visto sus iglesias catedrales, y probablemente solo tenían una idea remota de donde se encontraban.
Aunque el Papado estaba cercenando el derecho del cabildo a elegir arzobispos y obispos, parece que los canónigos eligieron a los arzobispos latinos de Atenas durante la primera mitad del siglo XIV. Debido a esta reacción continuaron efectuando designaciones de presentación par el nombramiento de obispos en Grecia, a veces incluso para las iglesias catedrales que en realidad ya no existían. Es decir, crearon obispos titulares.
En el siglo que precedió a la IV Cruzada, Atenas ocupaba el número veintiocho dentro de la escala jerárquica de las sedes archiepiscopales del Imperio Bizantino (en 1142-1143) como las siguientes: 1) Euripos, la antigua Calcis (la Negroponte medieval); 2) Daulia y 3) Coronea en Beocia; 4) Andros; 5) Orcos, en el extremo septentrional de Eubea; 6) Esciro; 7) Caristos; 8) Portmo; 9) Aulon; 10) Siro y Sérifos, y 11) Cea (Ceos) y Termia en las Cícladas. Durante el siglo borgoñón no se introdujeron cambios drásticos en la estructura titular de la Iglesia ateniense.
La archidiócesis de Atenas quedó bajo la autoridad del patriarca latino de Constantinopla, pero la autoridad y los recursos de la sede patriarcal había declinado tan lamentablemente que, en 1241, Gregorio IX ordenó que se pagase un diezmo al patriarca latino sobre las rentas de las iglesias catedrales, monasterios y clero, tanto latino y griego, de Morea, Negroponte y las islas sujetas a la entonces sede de Constantinopla.
Un registro aragonés de 1380-1381 nos proporciona un registro del clero episcopal de los ducados de Atenas y Neopatria durante el último decenio del régimen catalán. Se mencionan los tres arzobispados, el de Atenas, Tebas y el de Neopatria. Antoni Ballester es identificado como arzobispo de Atenas; bajo él hay trece obispos sufragáneos, dos más que en época de Miguel Choniates. Según esa lista, sin embargo, solamente cuatro de esos trece obispos poseían sedes situadas en el ducado de Atenas, a saber, los obispos de Megara, Daulia, Salona y Boudonitza. Pero Megara apenas ers un territorio catalán en aquel entonces, porque Neri Acciaiuoli se había apoderado de la ciudad en 1374. El arzobispo de Tebas no tenía bajo su jurisdicción a ningún obispo sufragáneo. Aún sin sufragáneos tuvo ya suficientes dificultades, porque los navarros habían ocupado su ciudad un año antes de que esa lista se confeccionase. Parece que el obispo de Zeitunion, cuya sede se encontraba dentro del ducado de Neopatria era el único obispado bajo la autoridad del de Neopatria. A estos se añaden, la sede titular de Coronea de Beocia, y hacia el año 1380, también Egina se convirtió en obispado. La jerarquía católica en los Estados catalanes de Grecia constaba así de tres arzobispos y siete obispos, y el metropolitano ateniense (con trece sufragáneos) era, exceptuando el patriarca latino, el prelado más importante de la Grecia central.
III. Lenguaje y cultura. Condiciones sociales bajo los catalanes.
Cuando los catalanes ocuparon el ducado de Atenas, en la Acrópolis y en la Cadmea, la lingua franca fue sustituida por la llengua catalana. A diferencia de los duques borgoñones de Atenas, que a veces usaban el griego vulgar, así como el francés y el latín, los catalanes redactaron, una vez que se unieron a la Corona de Aragón, la mayor parte de sus documentos en catalán.
Así, junto al latín, la lengua oficial de los ducados de Atenas y Neopatria fue el catalán. El latín solo se utilizaba para los contactos con los estados extranjeros para evitar la confusión entre tantas lenguas vernáculas que empezaban a difundirse por Europa.
Tan solo media docena de documentos han llegado hasta nosotros, redactados en la cancillería ateniense durante el periodo catalán, y la mitad de ellos están en latín, pero los más largos, y con mucho los más importantes, los Capítulos de Atenas, con excepción del preámbulo y de la conclusión, en latín, están redactados en catalán.
En el siglo XIV el catalán era casi tan conocido como el italiano en el Mediterráneo. En Constantinopla, en tiempos de Juan Cantacuzeno, había numerosos griegos que conocían el catalán. Por otra parte, las comunicaciones que se han conservado del rey Pedro IV y su hijo Juan I, en los últimos años de la dominación, dirigida no solo a funcionarios individuos o municipios de los ducados de Atenas y Neopatria, sino también a varios dignatarios de la Morea y de la Grecia continental, están más frecuentemente redactados en catalán que en latín.
En cuanto a la cultura apenas hay información. Quizá podamos suponer que la vida intelectual de Atenas bajo los catalanes no fuera inferior a lo que había sido un siglo y medio antes, cuando Miguel Choniates residía en el palacio episcopal de la Acrópolis, como arzobispo de Atenas (1182-1204). La ciencia médica y los clásicos griegos no se hallaban del todo negligidos en Atenas durante el periodo catalán, pero, sin duda, los contemporáneos griegos no tuvieron de la vida cultural de Atenas en el siglo XIV una visión más elevada que la que tuvo en su día el metropolitano Choniates.
No es posible determinar la población de Atenas en el siglo XIV durante el periodo catalán, pero pueden efectuarse algunos cálculos razonables a base de hechos contemporáneos y cifras posteriores. Así, en los Capítulos de Atenas se hace a veces referencias y resalta la pobreza de la ciudad, mientras que al rechazar su solicitud de que se le permitiese entregar propiedades a la Iglesia, Pedro IV recordó a los catalanes que eran pocos en número, y que los ducados catalanes se encontrarían en apuros si los pocos que había dejaban sus propiedades a la Iglesia, porque entonces no habría hombres armados que viviesen en los ducados para defenderlos contra los enemigos. Por tanto, los catalanes mismos eran en 1380 pobres y escasos. En cuanto a la población griega del campo, no hay medio de determinar su número. Sin embargo, Rubió i Lluch ha calculado que la población catalana del ducado de Atenas, esparcida por todo el Ática y Beocia no era superior a cinco o seis mil personas. Los centros más densamente poblados eran ciertamente las ciudades de Atenas y Tebas, y Rubió se atreve a suponer que un tercio de la población de Atenas era catalana en 1371-1380. Según K. Setton, la población de Atenas estaría entre 9.000 y 11.000 personas de las cuales 3.000 mil eran catalanes.
Apenas puede haber duda acerca de la crueldad de los catalanes en su recorrido terrible desde Gallípoli hacia el oeste, a través de la Tracia y la Macedonia, en 1307-1308 y el recuerdo del precio que exigieron a los griegos por los errores cometidos por estos tras el asesinato de su caudillo Roger de Flor (1305) ha perdurado hasta tiempos modernos. La Gran Compañía Catalana estaba integrada casi por completo por mercenarios; se encontraban lejos de su país, temiendo por su seguridad y siempre impulsados por su afán de lucro. Al parecer el nombre mismo de "catalán" fue usado durante siglos como término de reproche en Tesalia y Eubea, Ática, Beocia, Albania, Acarnania y en Morea. Pero la compañía Catalana no era la única responsable de la siniestra reputación de los catalanes en Grecia, pues sus compatriotas aventureros actuaron como piratas asolando las tierras costeras de la Greca continental, Morea e islas. La Tebas catalana era un centro de tráfico de esclavos en el siglo XIV.
Existen dos posturas historiográficas contrastadas a este respecto: por una parte se hallaría los historiadores nacionalistas griegos como K.N. Paparregopoulos, K.N. Sathas o E. Smatiades que condenaron durísimamente la actuación catalan en Grecia. La misma actitud puede encontrarse en el historiador inglés George Finley que habla de las "inhumanas devastaciones de los catalanes", y se maravilla de sus éxitos militares, habida cuenta de la completa anarquía que reinaba en la Compañía, pues los jefes se asesinaban unos a otros, las tropas mataban o expulsaban a sus generales, etc. Hay que decir, analizando objetivamente los hechos, que estos historiadores manifiestan una actitud sumamente subjetiva, que no ayuda a clarificar el fenómeno catalán en Grecia.
Por otra parte, igual orgullo nacional manifiesta Rubió y Lluch que ha glorificado en demasía las gestas de la Compañía Catalan en Oriente. Ha pretendido que los catalanes fueron mucho más fácilmente los amos que los borgoñones o los florentinos. Afirma que durante el periodo 1311-1388 el pueblo griego está presente en la historia; sin embargo, esto es una exageración, puesto que como él mismo ha dicho, solamente 3 griegos tienen una historia personal en Atenas durante los tres regímenes latinos: el arzobispo Miguel Choniates (fines del siglo XII y primeros 20 años del siglo XIII); el notario Demetrio Rendi (segunda mitad del siglo XIV); y el historiador Laónico Calcocóndilas a mediados del siglo XIV, lo cual no es mucho en trescientos años de la historia de Atenas.
Durante el régimen borgoñón no sabemos nada de la vida de los griegos en el Ática y la Beocia; no hay ninguna prueba de que hubiese una conciencia nacional entre los atenienses ni que los griegos hubiesen intentado resistirse o sacudirse el yugo de Borgoña. El pueblo griego desapareció tan completamente de la historia del Ática que no encontramos vestigios de su vida social en las ciudades; no hay prueba alguna de la supervivencia de su literatura, y ni siquiera un solo nombre de un burgués griego aparece en algún cargo de la corte, en el Estado o en el ejército.
El historiador Gregorovius creía que, que cuando los catalanes tomaron Atenas las condiciones fueron de mal en peor para los griegos a los que los catalanes consideraban "sus mortales enemigos y una raza inferior". Así como el labrador del Ática y de la Beocia estaba vinculado a la gleba, el griego que habitaba en las ciudades (mercaderes, artesanos y clérigos) estaban excluidos de la plena franquicia y si la vida era más fácil que la de sus desdichados compatriotas del campo, vivía sujeto a grandes restricciones. Ningún griego podía disponer de su propiedad según sus deseos, o en favor de su familia o de cualquier otra persona, ni adquirir o vender muebles o inmuebles sin haber obtenido una patente de libertad y la condición franca.
Sobre la Iglesia griega hay poco de decir, en la Atenas del siglo XIV. Pero en muchos documentos, después de 1364, vislumbramos algo de las actividades del metropolitano griego de Atenas como miembro del Santo Sínodo de Constantinopla, que, bajo el patriarca ecuménico, mantuvo su autoridad sobe la Iglesia ortodoxa de Grecia, durante el periodo de la dominación catalana en Atenas. Pero estos documentos casi no nos dicen nada en relación con las condiciones que reinaban en la ciudad de Atenas.
A las mujeres católicas, en virtud de un artículo de los estatutos de la Compañía Catalana, que por desgracia no se han conservado, se les prohibía casarse con griegos. Esto constituía una medida de precaución que, por otra parte, también observaron los venecianos en Creta; la desobediencia a tal disposición era motivo de que el veneciano perdiese su feudo y franquicia y fuese expulsado de la isla. Hubo prohibiciones análogas en las ciudades venecianas de Modón y Corón, en el Peloponeso. Es indudable que existía una línea casi absoluta de separación entre los griegos vencidos y los catalanes vencedores. Los catalanes, como les recordaba Pedro IV, eran pocos en comparación con los griegos de Beocia y Ática. En realidad, se conocen numerosos matrimonios entre catalanes y griegos: Ot de Novelles, mariscal de la Compañía Catalana (1331-1335), casó con la hermana de un tal Misilino, arconte griego de Kastri y Liconia; Luis Fadrique, conde de Salona, casó con la princesa griega Elena Cantacuzena; Berenguer de Tebas se casó con una tal Amendula, probablemente griega, etc.
Comúnmente, a los griegos no se les permitía heredar o legar bienes sin restricción, pero Demetrio Rendi y Constantino Mauro-Nichola fueron prominentes excepciones a la regla. En tanto que no sabemos de una sola concesión de ciudadanía franca que se hiciese a algún griego durante todo el siglo borgoñón en Atenas, y de solo dos de tales concesiones durante el periodo florentino, conocemos diez o doce griegos que obtuvieron la franquicia catalana por unos documentos que se han conservado referentes al gobierno catalán en el ducado de Atenas. Hubo ciertamente durante el periodo de dominio catalán muchas excepciones a las duras restricciones de los catalanes como de los borgoñones que les precedieron; poco después de la batalla del río Céfiso, cuando unos habitantes de Livadia abrieron sus puertas a los catalanes, la Compañía les concedió la franquicia con la mayor parte de los derechos y privilegios que hasta entonces habían disfrutado, y debido a la firme adhesión de los ciudadanos de Livadia a la corona de Aragón dos generaciones después y a la valerosa resistencia que ofrecieron a los navarros, Pedro IV les concedió "seguir, disfrutar todos y cada uno de ellos, las franquicias, privilegios, libertades y costumbres, usos, constituciones y usatges de Barcelona". Por el contrario, en tiempos de la invasión navarra, un griego, el notario Gascode Durazzo, perdió su propiedad de Livadia y su franquicia por tratado de traicionar la causa catalano-aragonesa. Demetrio Rendi llegó a se canciller de Atenas; Constantino Mauro-Nicola sucedió a su padre Nicolas como notario de Livadia, etc. Tanto en Atenas como en Neopatria, los griegos servían con los catalanes en los concejos municipales como los demogerontes o vecchiades de las épocas florentina y turca. Los griegos fueron empleados, a veces, como soldados. No obstante, los catalanes empleaban de ordinario como mercenarios a albaneses o turcos.
Cuando en 1318-139 Alfonso Fadrique se apoderó de Tesalia a la muerte del joven sebastócrator Ioannes II, los catalanes se encontraron por primera vez con los albaneses que empezaban a abrirse paso hacia las partes oriental y meridional de la Península, donde estaban destinados a desempeñar un importante papel. El publicista veneciano Marino Sanudo nos informa de que en 1325, Alfonso Fadrique firmó una alianza con los griegos con objeto de expulsar a los albaneses de la Tesalia recientemente conquistada. Pero los albaneses resultaban más útiles como aliados que como enemigos. En 1350 se unieron a los catalanes en un ataque contra el centro comercial veneciano de Ptelion, a la entrada del Golfo de Volos, adquirido por la Serenísima en 1318-1319, mientras Alfonso Fadrique invadía la Tesalia.
Un "Conde Dimitri", cabecilla albanés, tenía 1500 soldados de a caballo a su servicio, y llevaba la bandera de Aragón-Cataluña como leal vasallo de Pedro IV. El dominio del conde Dimitri se encontraba, al parecer, en el sudeste de Tesalia. Por otro lado, los albaneses de Arta resultaban malos vecinos para los catalanes en el condado de Salona. En abril de 1381 Pedro IV tuvo ocasión de dar gracias no solo al conde Dimitri por los servicios que le había prestado dos años atrás en la lucha contra los navarros, sino también a "todos los otros albaneses que habitan la región de Tesalia (Allada). Tan considerablemente había sido el despoblamiento del Ática y de Beocia en la primavera y verano de 1379 que en 1382 Pedro IV ofreció a todos los griegos y albaneses que quisieran establecerse en el ducado de Atenas una exención tributaria durante dos años. Pero, al parecer, no fue posible llevar a cabo ninguna política consistente de reconstrucción, porque el vizconde de Rocabertí, el vicario general, después de una residencia de menos de un año en la Acrópolis (1381-1382) fue llamado por el rey para que acudiese a la Península y a la Sicilia desgarrada por las revueltas.
Es poco lo que se sabe sobre la población griega nativa de Ática y Beocia en el siglo XV. Pero el metropolitano Miguel Choniates nos ha dejado un abundante testimonio de la condición mísera y de la ignorancia de su pueblo a fines del siglo XII y principios del XIII; es muy probable que estuviesen peor bajo sus amos latinos, los cuales estarían separados de sus súbditos griegos nativos por una triple barrera de lengua, religión y cultura. Entre los regímenes latinos no vale la pena hacer distinciones; si tuviéramos en cantidades iguales material del mismo valor de los tres periodos de régimen latino de Atenas, sobre la que basar nuestro juicio, llegaríamos a la conclusión de que resultaría que los griegos vivían menos bien bajo los borgoñones pero disfrutando de más paz; algo mejor bajo los catalanes, una vez que hubo pasado el primer choque de la conquista; y lo mejor de todo bajo los florentinos con los cuales volvieron a aparecer las familias arcónticas griegas.
El final del siglo XIV y el comienzo del XV marcaron el gran resurgimiento del espíritu helénico, una mayor conciencia étnica que había de mantener el carácter de Grecia como nación y de los griegos como pueblo a través de cuatro siglos de dominación turca. Este nuevo espíritu, alentado y guiado por la Iglesia ortodoxa puso una poderosa arma en manos de las familias arcónticas griegas.
Por último, solo queda decir que el recuerdo de la dominación catalana en Atenas quedó vívidamente marcada en el recuedo de los europeos y sobre todo en los catalano-aragoneses. Fueron muchas las obras literarias en las que se hacían duques de Atenas a personajes mitológicos clásicos como Teseo o Menelao. Por otra parte, los catalanes no dejaron a la ciudad actual nada digno de mención, salvo una reputación más bien siniestra, y no imprimieron la menor huella en la cultura y el lenguaje de los modernos atenienses. Ciertamente, fue mayor la huella dejada por Atenas en la Corona de Aragón.
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Bibliografía:
K. Setton: Los Catalanes en Grecia
Georg Meier: Bizancio. Historia Universal Siglo XXI
G. Ostrogorsky: Historia del Imperio Bizantino.
David Agustí: Los Almogávares. La Expansión mediterránea de la Corona de Aragón