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lunes, 17 de agosto de 2015

El Ducado de Naxos (1207-1572) (I): Las dinastías Sanudo (1227-1371) y Dalle Carceri (1371-1383)

1. La Dinastía Sanudo (1227-1371)

En el reparto del territorio que siguió a la conquista de Constantinopla por los señores latinos de la IV Cruzada en 1204, las islas griegas en su mayor parte, fueron asignadas a Venecia a través del tratado de partición, estando las Cícladas entre ellas. Pero el gobierno veneciano, con su habitual astucia comercial, pronto llegó a la conclusion de que la conquista de ese extenso grupo de islas gravaría severamente los recursos del Estado. Por tanto se decidió dejar la tarea de ocuparlas a ciudadanos privados, que plantarían las colonias venecianas en el Egeo, y vivieron en términos amistosos con la República. No hubo falta de iniciativa entre los venecianos de esa generación, y así ocurrió que en ese mismo momento la colonia veneciana de Constantinopla contenía al hombre adecuado para tal empresa. El viejo dux Dandolo había llevado consigo en la cruzada a su sobrino, Marco Sanudo, un atrevido guerrero y hábil diplomático, que se había señalado al negociar la venta de Creta a la República, y estaba ocupando entonces el puesto de juez en lo que debemos llamar la corte consular en Constantinopla. Al conocer la decisión de su gobierno, Sanudo dejó la magistratura, reunió en torno suyo a una banda de espíritus aventureros, a los que prometió feudos en el Dorado del Egeo, equipó ocho galeras a su costa, y navegó con ellas para tallarse un ducado para sí mismo en las islas del Archipiélago. Nadie le disputó su pretensión, aunque León Gabalas, el arconte griego de Rodas y Kárpatos, se titulaba él mismo "Señor de las Cícladas", e incluso "César". Diecisiete islas se sometieron rápidamente, y solo en un lugar encontró Sanudo alguna resistencia auténtica. Naxos siempre había sido la perla del Egeo: los poetas colocaron allí el bello mito de Ariadna y Dionisos; Herodoto la describe como "sobrepasando a las otras islas en prosperidad"; incluso hoy día, cuando tantas de las Cícladas son rocas estériles, las arboledas de naranjos y limoneros de Naxos le dieron el derecho, incluso más que a Zante, al orgulloso nombre de "flor del Levante". Esta fue la isla que se opuso a los filibusteros venecianos, como siglos antes se había opuesto a los persas. Un cuerpo de piratas genoveses habían ocupado el castillo bizantino antes de la llegada de Sanudo; pero ese perspicaz líder, que sabía el valor de la temeridad en una emergencia, quemó sus galeras, y luego ordenó a sus compañeros a conquistar o morir. El castillo se sometió después de un asedio de cinco semanas, de manera que hacia 1207 Sanudo y sus camaradas habían conquistado un ducado, que duró entre tres y cuatro siglos. Su ducado incluía, además de Naxos, donde fijó su capital, la famosa isla marmórea de Paros; Antíparos, con su curiosa gruta; Kímolos, célebre por su fructífera tierra; Milo, cuya triste fortuna había  aportado Tucídides en una de los más curiosos pasajes de la historia; Amorgos, hogar de Simónides, Íos o Nío, la supuesta tumba de Homero: Citnos, Síkinos y Sifnos; y Siros, destinada en una fecha mucho más tardía a ser la más importante de todas las Cícladas. Fiel a su promesa, Sanudo dividió alguna de las islas entre sus compañeros; así, Marino Dandolo, otro sobrino del gran dux, que había capturado Andros, poseyó esa bella isla, la segunda más grande del grupo, como un subfeudo del ducado de su primo; Leonardo Foscolo recibió en similares condiciones la distante isla de Anafi; la isla volcánica de Santorini, como era llamada la clásica Thera en la edad media a partir del martirio en sus rocas de una de las muchas Santas Irenes en el calendario griego, cayó en la parte de Jacopo Barozzi, y Astipalea, o Stampalia, a la de los Quirini con cuyo nombre todavía está asociados el de una calle, un puente y un palacio en Venecia. Los hermanos Andrea y Geremia Ghisi, ambos hombres intrépidos, no solo adquirieron Tinos y Míconos, sino que extendieron sus conquistas a las Espóradas septentrionales, ocupando Esciros, Escópelos, y Esciathos, sin tener en cuenta que dos de esas islas, Tinos y Esciros, pertenecían al Emperador de Romania, de acuerdo a la escritura de partición. Con la ayuda de Domenico Michieli y Pietro Giustiniani, añadieron a su dominio insular la pequeña Sérifos, la Bahía de la botánica del temprano Imperio Romano, y Ceos, refugio de Akominátos, que unos años antes había rechazado a los recaudadores de impuestos de Eubea.

El Ducado de Naxos y sus Baronías hacia 1212

La capital bizantina había estado en el sur, donde las ruinas del castillo de Aparili todavía marcan el lugar. El conquistador fundó la ciudad actual. Allí, sobre la colina por encima del mar, donde los arcos y tortuosas carriles de la ciudad alta aún recuerdan los pintorescos pueblos rocosos de la Riviera italiana, construyó un fuerte castillo, flanqueado con doce grandes torres y un gran torreón cuadrado en el centro, un fragmento del cual permanece hoy día, monumento, como la torre en Paros, del gobierno italiano en el Archipiélago. Allí, también, erigió una catedral católica, en la que, a pesar de su restauración en el siglo XVII, aún pueden verse sus armas; mientras abajo, los restos de un enorme muelle hablan de sus esfuerzos por defender el puerto sobre el otro lado. También fue él quien hizo cobertizos para barcos para una pequeña flota de galeras, tan necesarias para el señor de un reino insular.

Sanudo, aunque ciudadano veneciano y descendiente, como pretendían tan aduladoramente los genealogistas posteriores, del historiador Livio, no tenía la intención de reconocer la soberanía de la república y de llegar a ser un simple gobernador republicano, aunque el escrito de partición había asignado Andros y la mayoría de las otras Cícladas a los venecianos. Rindió homenaje al emperador latino Henri de Flandes, señor supremo de los estados francos en el Levante, que le invistió con sus islas "con una posesión más libre que cualquier que estuviera entonces en todo el Imperio de Romania", y y las erigió en un ducado, conocido entonces por su viejo nombre bizantino de "el Dodekánesos" (o "las Doce Islas"), pero pronto llamado el "ducado de Naxos", o, "del Archipiélago" -forma en la que los latinos corrompieron el término griego "Aigaion Pélagos". El duque Marco I se mantuvo fiel a su soberano; un relato le representa estando al lado del emperador cuando murió en Salónica. No obstante, hacia el país de su madre no era tan leal. Cuando, en 1212, los cretenses, bajo el liderazgo de los Hagiostephanitai, se alzaron contra venecia, Tiepolo, entonces duque de Candia, convocó a Marco Sanudo en su ayuda, estimulándo su patriotismo con la promesa de los honorarios de 30 caballeros en la colonia. De acuerdo con otro relato, a Sanudo ya se le había prometido extensas tierras en Creta como recompensa de sus servicios en la época de la venta de la isla a Venecia. En cualquier caso, llegó con una gran tropa de hombres, que sofocó rápidamente la rebelión, y reclamó su recompensa. Cuando Tiepolo demoró llevar a cabo su parte del trato, el duque de Naxos escuchó voluntariamente la traidora sugerencia de un arconte cretense, llamado Skordili, de que tomara la isla con la ayuda de los griegos. La idea resultó atractiva a su ambición, y sus soldados, descontentos en la escasez de pan en el mercado, se alegraron de tener una excusa para la guerra; el duque veneciano, disfrazado como una mujer, se descolgó desde el muro, y escapó al vecino castillo de Temenos, que el conqusitador bizantino Nicéforo Focas había fundado 250 años antes en doble colina que es un punto de referencia tan prominente para el marinero. Marco, dejando a su pariente Stefano a cargo de la ciudad, partió entonces con su ejército de griegos e italianos a conquistar la otra fortaleza de la isla. Pero su carrera de conquista fue detenida por la llegada de refuerzos venecianos en el puerto de Buenos Puertos, con lo cual Tiepolo se dirigió desde su fortaleza, ocupó y fortificó una posición de mando en Alta Sivriti, la moderna Amari, mientras Marco era obligado a esconderse en una cueva esperando ayuda desde su ducado insular. Entonces Tiepolo mediante un brillante coup de main recuperó Candia sin baño de sangre y encadenó al comandante. Aunque el castillo de Belvedere en el sur y todos los distritos desde Mylopotamos hasta el cabo Spada al oeste eran todavía suyos, Marco vio que toda resistencia era inútil; pero consiguió, como podía esperarse de tan astuto diplomático, los términos más favorables para sí mismo. Con la condición de que sometería los siete castillos que poseía, iba a recibir 2.500 hyperperi, tomar de la tierra que todavía ocupaba sus 3.000 fanegas de grano y 2.000 de avena, mientras que a 20 arcontes griegos que se habían comprometido en la rebelión se les permitió dejar la isla con todas sus propiedades. Sanudo prometió que nunca volvería a poner un pie en Creta de nuevo, a menos que el duque de Candia le convocara en su ayuda, y en 1213 regresó a Naxos. Pero el fracaso de este intento de hacerse "rey de Creta" no enfrió su ardor en lo más mínimo. Equipo otras ocho galeras, descendió sobre la costa de Asia Menor, y capturó Esmirna; pero la flota de Teodoro Laskaris, emperador de Nicea, casi cuatro veces más grande que la suya, le derrotó y capturó. Fue obligado a devolver sus conquistas, pero su valor y presencia llamó la atención tan fuertemente al emperador, que no solo liberó a su prisionero, sino que le concedió la mano de su hermana.

Aliado así por matrimonio con un soberano ortodoxo, el primer duque de Naxos, quien, como veneciano, probablemente no sería un fanático, mostró naturalmente un sabio espíritu de tolerancia por la religión de sus súbditos griegos. Al cuidar que su iglesia no fuera molestada, ellos pusieron pocas objeciones a ser gobernados por un italiano; así, cuando vieron que no tenía intención de desterrar a su metropolitano -una posición dos veces ofrecida al exiliado Miguel Akominátos de Atenas por el patriarca de Nicea- o de gravar sus monasterios, su gobierno llegó a ser popular en el Borgo y la adyacente "Neochorió", o ciudad nueva, donde los griegos se apiñaban al pie de la colina del castillo. Muchos católicos, no obstante, acudieron, sin duda, en masa a las Cícladas para hacer su fortuna en el apetecible ducado que él había fundado, y por tanto, se estableció un arzobispado para su bienestar en Naxos, con cuatro sufragáneos en Melos, Santorin, Tinos y Suda, como fue llamada Sira en la Edad Media, mientras que el obispo de Andros fue colocado tras la sede de Atenas. Tal fue el comienzo de la Iglesia Latina en el Archipiélago, que se demostró el más duradero de todas las instituciones francas en el Levante; pues incluso hoy día son numerosos allí y aún reside un arzobispo católico en la ciudad de Naxos. En torno al año 1227 el creador del nuevo Estado cerró su próspera carrera, la carrera de un típico aventurero veneciano, bravo, testarudo, egoista y sin escrúpulos; en resumen, justo el tipo de hombre para fundar una dinastía en una edad en que un imperio débil había sido desmembrado y en una parte del mundo donde la inteligencia cuenta más que la heróica simplicidad de carácter.

Su hijo y sucesor, Angelo (1227-1262),  aunque hijo de madre griega, prestó leal servicio al decadente Imperio Latino, rindiendo homenaje sucesivamente a Robert I de Courtenay (1220-1228), Jean de Brienne (1229-1237), y Baudouin II de Courtenay (1237-1261) y distinguiéndose, -se dice- por su vigor en la defensa de Constantinopla contra los griegos de Nicea y sus aliados búlgaros en 1236, cuando su extenso contingente de barcos tuvo un gran cumplimiento, y lideró la vanguardia con Geoffroy II de Acaya (1218-1245). Este incidente tuvo un profundo efecto sobre las relaciones externas del ducado; pues fue como muestra de gratitud hacia el príncipe de Acaya que el emperador Baudouin II otorgó a éste último la soberanía sobre el Archipiélago. Angelo recibió del emperador una pesada carga al establecer esta nueva frontera feudal, por la que los duques de Naxos se convirtieron en vasallos y pares del principado de Acaya, y que, aunque ocasionalmente disputada con Venecia, todavía estaba en vigor al término del siglo XIV. En virtud de este acuerdo, Angelo y los otros señores de las Cícladas fueron convocado por su soberano, el príncipe Guillaume de Acaya, para asistirle en el asedio de Monemvasia en 1247, y ayudarle en su malograda campaña, que finalizó con la batalla de Pelagonia en 1259. Tanto Angelo como el Gran Duque de Lemnos fueron invitados por Venecia para unirse en el mantenimiento de la desmoronada estructura del Imperio Latino en 1260; y al año siguiente, cuando el emperador Baudouin II desembarcó en Negroponte y avanzó hacia Tebas, la duquesa de Naxos, una dama francesa de alto grado que se había casado en su palacio de Constantinopla en días más felices, le recibió con grandes obsequios. El indigente emperador no tenía nada sustancial que darle a cambio; pero él nombró caballero a su hijo Marco, el futuro duque, que había estudiado en la mejor escuela de caballería, la corte de Guillaume de Acaya y confirió sobre su marido el título vacío de "Rey". Sin embargo, por su ayuda al Imperio Latino, Angelo había incurrido en la ira de Vatatzes, el emperador de Nicea, quien se vengó capturandole la isla de Amorgos y concediéndosela a Geremia Ghisi, jefe de una familia veneciana relacionada a los Sanudi, que ya tenían todo o parte de no menos de ocho islas, y era por tanto eran los segundos tras la dinastía ducal en solitario. Procedentes originalmente de Aquileya, los Ghisi eran más leales a Venecia que sus independientes primos, y cada día de San Marcos la ofrenda de un enorme cirio de cera en la gran iglesia significaba que permanecían hijos de la República. Angelo se comportó con los venecianos igual que lo había hecho su padre. Cuando estalló un viva rebelión contra su gobierno en Creta en 1229, obedeció la convocatoria del duque de Candia, y construyó a petición suya, el castillo de Suda. Pero cuando los cretenses imploraron la ayuda de Vatatzes, una flota niceana de 33 navíos llegó a las afueras de la isla, Angelo abandonó la causa veneciana y regresó a su ducado, sobornado, se dice, por el dinero del emperador griego. Finalizó su largo reinado en 1262 "amado por su pueblo", si podemos creer a un panegirista posterior, y "digno", de acuerdo con la misma autoridad, "del Imperio de Oriente".

Casi medio siglo había pasado ya desde la fundación del ducado, y el gobierno latino parecía estar bien establecido. Un documento veneciano de este periodo nos informa de que todas las islas poseían sus fortalezas, de las que las pintorescas ruinas del castillo de Andros pueden ser tomadas como muestra. Situada en una roca en la boca del puerto, y vecina a un puente de piedra de una sola arcada, que había desafiado las enormes tormentas de siete siglos, y por tres pasos, llevaba sobre la entrada una estatua de Mercurio. La estatua ha desaparecido, pero el castillo de piedra gris, obra de Marino Dandolo, su primer señor veneciano, todavía permanece, aunque el mar ha ido erosionando su fachada hasta estar tan irregular como los dientes de una sierra, y una bóveda dentro de uno de los bloques de mampostería puede haber sido la capilla baronial. A veces, como en el caso de la torre de Paros, los pequeños señores de las islas construían sus residencias fuera de los fragmentos marmóreos de algún monumento clásico, y así destruyeron lo que hasta ese momento escapó a la destrucción. Pero aunque cada barón insular necesitaba uno o más castillos para su propia residencia o para la protección de sus súbditos contra los corsarios, no siempre residía allí él mismo. Mientras que los duques vivían habitualmente en su pintoresco ducado, no pocos de sus vasallos, que tenían propiedades o cargos oficiales en Creta, Negroponte, o en algunas otras colonias venecianas, preferían la más brillante y entretenida sociedad de esos lugares al solitario esplendor de un triste castillo baronial en alguna roca en el Egeo, que los antiguos romanos, de los que se consideraban descendientes, habían considerado como un deprimente exilio más que como un agradable placer. Así, Marino Dandolo de Andros, una de los más placenteras y fértiles de las Cícladas, isla de arroyos, limoneros y helechos, generalmente la gobernaba desde su palacio en Venecia, y los Barozzi de Santorini pasaban menos tiempo en su castillo de Skarós que en sus estados cretenses. Además, con el paso del tiempo, las baronías del Archipiélago se convirtieron en una escuela para los gobernadores y diplomáticos a los que la república de San Marcos requerían en el Levante, y y fue de ahí que a menudo seleccionaba a sus bailíos (magistrados o gobernadores) de Negroponte y sus capitanes de Modon y Coron.

Ya, en las bocas de los colonos y navegantes venecianos, la nomenclatura de las Cícladas había sido extrañamente distorsionada. Delos se había convertido en "Sdili"; Syra era "Lasudha"; Patmos es escasamente reconocible bajo "Sanctus Joannes de Palmasa"; "Serfentò" y "Sifantò" eran las corrupciones de "Serifos" y "Sifnos"; "Fermene" había tomado el lugar de Thermia o Kythnos. También ya, en el documento arriba mencionado, el nombre "Arcipelago" es usado para los Egeos -Egeopelagus, como figura en los títulos latinos de los duques posteriores.

El gobierno de los latinos sobre las Cícladas recibió, no obstante, un severo golpe durante el reinado de Marco II (1262-1292>), el tercer duque. La causa griega estaba en todas parte en ascenso, pues no solo había caído el Imperio latino, sino que la doble águila bizantina ondeaba ahora sobre el sureste de la Morea, de donde los Tzakones y mestizos acudían an masa a la flota de Miguel (Μιχαήλ) VIII Paleólogo, cuyo almirante, Filantropenos, fue enviado contra las islas egeas. La población nativa de las Cícladas estaba naturalmente exitada por esos éxitos de su raza, y la isla de Melos, la más cercana a la gran fortaleza griega de Monemvasia y situada sobre la ruta principal entre ese lugar y Constantinopla, estaba especialmente afectada por el movimiento nacional. Un monje griego se colocó a la cabeza de los insurgentes, que tomaron el castillo y expulsaron a los latinos. Pero Marco II poseía todo el vigor de su familia. reunió una flota de 16 galeras, y con la ayuda de algunos aventureros franceses de Constantinopla, ganaron la fortaleza de Melos en un par de horas, pero sabiamente perdonó a los rebeldes, con la excepción de los cabecillas. Al monje, no obstante, estimó necesario castigarlo, como ejemplo a los otros. Por tanto, le ató de manos y los pies, y le lanzó al mar. Esta combinación de clemencia y crueldad obtuvo el deseo deseado. Pero un lejano antagonista apareció entonces en el Archipiélago. Un italiano de Eubea, Licario, fue expulsado por los señores lombardos de la isla y se puso al servicio del emperador griego. Tomó Skópelos, una isla que se suponía inexpugnable, a los Ghisi; pero esta fue solo una de las hazañas en el Archipiélago. El resto de las Espóradas Septentrionales -Skyros, Skiathos y Chiliodromia, fueron ahora recuperadas para el Imperio Bizantino; y Lemnos, el feudo de los Navigajoso, compartió su destino. La isla estaba fuertemente fortificada, y el castillo principal estaba ocupado por Paolo Navigajoso, que todavía llevaban el arrogante título de Gran Duque, o Lord Alto Almirante, del caído Imperio Latino, con una guarnición de 700 hombres. Tan desesperada era su resistencia, que el emperador griego le ofreció 60.000 hyperperi de oro por su castillo -una oferta desdeñosamente rechazada por ese bravo y acaudalado noble. Incluso después de la muerte de Paolo, la Gran Duquesa, hermana del duque Marco II de Naxos, todavía resistía; hasta que, cuando el asedio había durado tres años, ella partió con todo el grano de los graneros, el plomo de fuera del techo del palacio, y las ropas y dinero que había en el castillo. A partir de entonces, Lemnos, como las Espóradas Septentrionales, permanecieron en manos griegas hasta la caída de Constantinopla. Otras diez islas se perdieron en esa misma época durante veinte años o más y sus señores latinos fueron expulsados. Los Ghisi fueron echados de Amorgos, Serifos y Keos; los Barozzi huyeron de Santorini; el duque de Naxos fue privado de Ios, Sifnos, Sikinos y Poliandros; los Quirini, que alardeaban de que eran de un origen más noble incluso que los Sanudi, perteneciendo a la misma familia que el emperador romano Galba, fueron desalojados de Astipalea; y el terrible corsario Giovanni de lo Cavo liberó su isla nativa de AnafI de los Foscoli. Solo dos dinastías -los Sanudi y sus vasallos los Ghisi, quedaron en todo el Archipiélago; y ambas fueron agraciadas con ser incluidas por los venecianos en los tratados de paz que la república celebró con el Imperio Bizantino en 1277 y 1285, con la condición de que no amparara a corsarios.  En su tratado anterior de 1265 la república había abandonado "todas las islas que han estado bajo la soberanía del imperio Latino o del principado de Acaya" a merced de Miguel VIII; ahora obtuveiron más importancia para su conservación, y no olvidaron que sus gobernantes eran de origen veneciano y podían más los objetivos venecianos contra sus grandes rivales comerciales, los genoveses. Los últimos habían obtenido del emperador griego, por el tratado de Ninfeo en 1261 el derecho de esblecer factorías comerciales en Lesbos y Quios -el inicio de la famosa conexión entre Genova y la rica isla de caolín.

El creciente deseo de Venecia de adquirir autoridad directa sobre el ducado se demostraba ahora por su intento de reclamar la soberanía sobre ella -una reclamación repudiada con fuerza y éxito por el duque Marco II. Los asuntos de Andros permitieron una excusa para las pretensiones venecianas. A la muerte de Marino Dandolo, el primer barón de esa isla, sin herederos directos, el duque Angelo, en estricta concodancia con el código feudal de romania, había dejdo la mitad de la baronía a la viuda y había investido a Geremia Ghisi con la otra mitad. Pero Ghisi era un poderoso hombre sin escrúpulos -de hecho, el más grande filibustero en todo el Archipiélago; se hizo señor de toda la isla, y levantó su bandera sobre el castillo. la viuda, en su desesperacion, buscó la ayuda del galante Jacopo Quirini de Astipalea, un influyente veneciano en el que ella encontró un segundo marido y un cálido defensor. Quirini apeló a Venecia, que perentoriamente ordenó a Ghisi someter la isla a un plenipotenciario de la república. Pero Ghisi, también tenía amigos en la corte; pues su hija estaba casada con un hijo del Dux; así que los asuntos se fueron demorando en el usual estilo dilatorio de la justicia italiana, hasta que al final, tanto Ghisi como la Señora de Andros estuvieron muertos. Sobre esto, Marco II, que ahora era duque de Naxos, se hizo cargo de la posesión de toda la isla, al no haber hecho su aparición ningún pretendiente. No obstante, dos días antes de que hubiera expirado el periodo de dos años y dos días permitidos por el código feudal, desembarcó allí en Naxos, Niccolò Quirini, hijo de la señora de Andros de su segundo matrimonio, y pidió la parte de su madre. El duque pudo haber imitado a Geoffroy I de Acaya, y haber esquivado al pretendiente entre las bahías de sus islas durante un par de días, hasta que el plazo hubiera expirado completamente. Pero era suficientemente escrupuloso como para no acogerse a esta objeción, y expresó su disposición a acatar la decisión de la corte feudal de Acaya, de cuyo estado él era vasallo. Esto no satisfizo al reclamante, quien, como su padre, apeló a Venecia esperando que apoyaría la causa de uno que había sido su representante en Tierra Santa. Después de otra larga demora, Marco II, fue finalmente citado en 1282 para aparecer ante el Dux. A esta convocatoria el duque replicó en un documento de estado muy fiable en el que señalaba mediante una evidencia histórica irrefutable que Venecia no era su soberana, y que por tanto no tenía jurisdicción sobre él.

Era cierto que el documento de la partición, mediante el que los venecianos basaban su reclamación, había asignado Andros a la República. Pero su abuelo la había conquistado y el resto de su ducado a su costa; había sido investido con su dominio insular por el emperador Henri (1206-1216), y que el sucesor de esa soberanía, Baudouin II, había transferido la soberanía sobre el ducado a príncipe de Acaya. En 1267, por el Tratado de Viterbo, Baudouin II había cedido la soberanía sobe ese principado y todas sus dependencias, una de las cuales era el ducado, a Charles de Anjou, y había otorgado expresamente a ese monarca "todas las islas pertenecientes al Imperio Latino", excepto cuatro fuera de los límites de las Cícladas. Como consecuencia, a la muerte del príncipe Guillaume de Acaya en 1278, Marco II, había rendido homenaje al rey Charles, que era su soberano legal, y había mandado tres galeras en la flota que el soberano envió a atacar al Imperio Griego. Por tanto, sería a la corte feudal de este último, y no a Venecia, donde debería ser consultada una apelacion. Al mismo tiempo dio a Venecia una significativa insinuación de que no cruzara el camino de un poderoso soberano como el rey de Nápoles, entonces en la cima de su poder. Por tanto, la República abandonó el asunto; Marco era bastante sabio como para pacificar a los Quirini, que disfrutaban de gran influencia en Venecia -fue él quien construyó el todavía existente Palazzo Quirini-Stampalia en esa ciudad- por un pago en dinero. No se volvió a oir de un caso que había durado aproximadamente medio siglo; los Sanudi retuvieron la posesion de Andros mientras su dinastía existió, y ellos añadieron su nombre al título ducal, titulándose "Señores del Ducado de Naxos y Andros", y residiendo a veces en el castillo golpeado por las olas de Marino Dandolo.

La campaña de Licario en el Archipiélago tuvo otro efecto, más desastroso incluso que la pérdida de las islas. La piratería ha sido el destino del Egeo en todas las épocas, y en ese tiempo los corsarios de cada nación infestaban ese bello mar. Skopelos y Keos, la volcánica bahía de Santorini, y el bello puerto de Ios, eran las guaridas favortias de los piratas; Infestaban el terrible canal Doro entre Andros y Eubea, y asaltaban a uno de los barones isleños en el refugio de milo. Los gobernadores de griegos, que fueron nombrados para administrar las islas conquistadas, estaban en connivencia con las obras de los corsarios, que incluso podían ondear la bandera imperial y titularse "Señor alto Almirante" como Giovanni de lo Cavo de Anafi, mientras la reducción de la armada imperial por Andrónico (Ανδρόνικος) II convirtió a una multitud de marinos mestizos en piratas. La terrible devastación que desencadenaron sobre las islas más pequeñas e indefensas puede imaginarse fácilmente. A veces las consecuencias más remotas de esas incursiones eran peores que las mismas incursiones. Así, en 1286, en una de esas incursiones, algunos corsarios robaron un valioso asno perteneciente a uno de los Ghisi, y lo vendieron al hijo del duque Marco II, Guglielmo, que era barón de Sira. El comprador no se hacía ilusiones sobre la propiedad del asno, por lo que fue marcado con las iniciales de su amo, pero era perfectamente consciente de que estaba comprando bienes robados. Viendo esto, Ghisi invadió Sira, y puso asedio al castillo. Pero el destino del asno había levantado amplias simpatías, y estaba agitando todo el pequeño mundo del Archipiélago. Justo en este momento sucedió que el almirante de Charles II de Nápoles, que era ahora el soberano de los Sanudi, se había detenido en Milo para aprovisionarse. La ley feudal le obligaba a asistir al vasallo de su señor; los ruegos de la bella chatelaine de Melos, Donna Cassandra Sanudo, conquistó cualquier vacilación que pudo haber sentido; de manera que partió hacia Sira, y con la ayuda de las tropas ducales, forzó a Ghisi a levantar el asedio. El gran caso del asno fue entonces sometido al la decisión del bailío veneciano en Eubea, quien reconcilió a las dos grandes familias del Archipiélago y restauró la paz del ducado, pero solo después de que hubieran sido gastados "más de 30.000 contundentes soldi" para el beneficio del animal, pero probablemente había muerto entre tanto.

Un nuevo desastre cayó sobre el archipiélago en 1292, cuando el almirante aragonés, Roger de Lluria, llegó en su expedición punitiva contra el Imperio Griego. Latinos o griegos eran todo lo mismo para este saqueador autorizado, cuando iba a tener lugar la incursión. Andros, Tinos, Míconos, y Citnos fueron todas asoladas  por los navegantes, que dieron así a Grecia un anticipo de la crueldad catalana. Sin embargo, si podemos dar crédito a un historiador posterior, incluso en este mismo periodo, Naxos era una isla floreciente. Se nos cuenta que la fértil llanura de Drymalia entonces "contenia doce extensos pueblos, una serie de casas de campo, y más de 10.000 habitantes -un total sin duda parcial debido a la inmigración de la población de Amorgos medio siglo antes.

Hacia el fin de su largo reinado, Marco II, tuvo la satisfacción de ver la recuperación de varias de las islas perdidas. Durante los siete años de guerra entre Venecia y Andrónikos II, apoyado por los genoveses, que comenzó en 1296, la República de San Marcos repitió las tácticas de noventa años antes, y dio rienda suelta a una multitud de corsarios sobre el Archipiélago. Se le ordenó al bailío de Negroponte que equipara navíos para cazar a los griegos, y como ocurría que ese oficial era uno de los Barozzi, los destronados barones de Santorini, naturalmente llevó a cabo sus órdenes con el mayor celo. Otros señores isleños desposeidos se unieron a esta expedición de filibusterismo, los Ghisi, los Michieli, y los Giustiniani, mientras una nueva y bourgeois familia procedente de Venecia, los Schiavi, volvieron a capturar la isla de Ios para el duque de Naxos y la recibieron como feudo de sus manos. Los patricios exilados fueron igualmente exitosos; los Barozzi recuperaron Santorini y Thirasia, los Ghisi y sus compañeros Amorgos, Keos y Sérifos, y esas cinco islas fueron especialmente confirmadas a los conquistadores en el tratado que Venecia celebró con el emperador griego en 1303. Pero las relaciones feudales de esos barones no permanecieron mucho tiempo sobe la misma base. Fue bajo los auspicios venenecianos y por la diplomacia veneciana por lo que recuperaron u retuvieron sus islas perdidas, y fue en adelante Venecia, y no el duque de Naxos, al que ellos consideraron su soberano. Tal actitud de independencia provocó naturalmente rencor y llevó a disputas entre él y ellos, y destruyó así la unidad del ducado latino. Además, la larga guerra, a pesar de que había sido exitosa, había añadido otro azote más al archipiélago, y todos los isleños no eran tan afortunados como los de Ceos, que recibieron compensación de la república genovesa por el daño infligido por sus súbditos sobre esa más que conveniente estación marítima, donde las galeras podían obtener provisiones en su caminio hacia el Este. Pero los catalanes eran menos escrupulosos que los genoveses; su líder, Roger de Flor, asoló Ceos en 1303, llevándose muchos de sus isleños, e infligieron un daño, contra el que las quejas eran inútiles.

Marco II parece haber muerto en ese año, y fue enterrado, y fue enterrado en la iglesia de Santa Catalina en la llanura fuera de la ciudad de Naxos, que servía como capilla ducal, y en el que su tumba se encontró después, marcada por una inscripción y las armas de su familia. Guglielmo I, su hijo mayor, héroe de la famosa Guerra del Asno, le siguió como cuarto duque y se esforzó por obligar a los reinstalados barones de las otras islas a retornar a su vieja alianza al ducado. Como podía inferirse de su hazaña anterior, probablemente no iba a verse ralentizado por los escrúpulos. En consecuencia, cuando Jacopo Barozzi, señor de Santorini, estaba atravesando el Archipiélago, le capturó por medio de corsarios y le arrojó en los peligros de Naxos, no obstante, esto era más de lo que Venecia podía soportar, pues el barón secuestrado había sido su bailío en Negroponte y su gobernador en Creta. Por tanto, se envió un ultimatum al duque, ofreciéndole enviar a su cautivo a Negroponte en una semana, so pena de ser tratado como un forajido. Este mensaje tuvo el efecto deseado; el duque dejó ir a su prisionero, y los hombres vieron que el nombre de Venecia era más poderoso que el de Sanudo en el Egeo. Pero Guglielmo no se desconcertaba fácilmente. Envió a su fiel vasallo y almirante, Domenico Schiavo de Ios, contra la isla de Amorgos de los Ghisi, en este momento desguarnecida y la reunió con su ducado. Gracias, también, a la débil política de Andrónico II, los griegos continuaron perdiendo el terreno que habían adquirido bajo el enérgico gobierno de su predecesor. En 1307 toda una tanda de islas fueron recuperadas por los latinos. Giovanni, o Januli I Da Corogna, cuyo nombre indica que su nombre había venido originalmente desde La Coruña, y que pertenecía a los Caballeros de San Juan, capturó Sifnos, abandonó su alianza a su Orden, y se declaró soberano libre e independiente, a pesar de las protestas de los Sanudi, que todavía consideraban la isla suya. Al mismo tiempo, su tocayo Januli Gozzadini, miembro de esa antigua y casi extinguida familia de Bologna, una rama de la cual se había establecido en Grecia durante el pasado medio siglo, volvió a capturar la distante isla de Anafi, o Namfio, de la que se convirtió en el pequeño soberano. Así, exactamente un siglo después de la conquista latina, dos nuevas familias latinas, una española, una italiana, se establecieron en el Archipiélago. Los Gozzadini todavían gobernaban allí en el siglo XVII, mientras la ruinosa "cancillería" del castillo de Sifnos todavía llevaba una inscripción de Januli II da Corogna, fechada en 1374, y la familia aún florece en Santorini. Finalmente, en 1310 los Quirini, ayudados por otra familia veneciana, los Grimani, recuperaron su isla perdida de Estampalia, por la que ellos rindieron homenaje a Venecia y que estaba demasiado lejana de Naxos para ser molestada por el celoso duque. Así, el gobierno griego había sido una vez más eliminado de las islas, pero el lugar de los gobernadores bizantinos había sido asumido por los vasallos venecianos o señores independientes.

Fuera de las fronteras del ducado la causa latina en el Levante en ese tiempo estaba reforzada por dos importantes conquistas. En 1304, Benedetto Zaccaria, el rico genovés que ya era dueño de las valiosas minas de alumbre de Focea y que se había casado con una hermana del futuro emperador Miguel VIII, ocupó la isla de Quíos, nominalmente como vasallo del Imperio Griego, en realidad como príncipe independiente. Cinco años más tarde, los Caballeros de San Juan, en busca de un nuevo hogar, ahora que habían sido expulsados de tierra Santa, conquistaron Rodas a los corsarios turcos, que se habían hecho sus amos. El viejo Sanudo nos cuenta especialmente que el duque de Naxos envió a su galante hijo Niccolò con una flota de galeras para ayudarles en sus conquistas. Quizá fue por sugerencia del duque que conquistaran la clásica isla de Delos, donde el emperador Cantacuzeno les describe estableciéndose veinte años más tarde, y donde los restos de su castillo han sido esbozados por algunos arqueológos en la cima del monte Kynthos, por otros en Rheneia. El duque estaba satisfecho de ver a los caballeros guerreros instalados en Rodas, y a los Zaccaria en Quíos, pues probablemente ellos iban a defender al Archipiélago contra los piratas turcos procedentes de la costa de Asia Menor, que habían comenzado ahora a hacer su aparición. En 1318 los encontramos saqueando la rica isla de Santorini, y algunas de las Cícladas ya estaban casi despobladas por sus incursiones. Pero Marinio Sanudo escribió en 1331 que Milo podía proveer con piedras de molino y las otras Cícladas con un montón de ganado grande y pequeño, así como madera y paja para su proyectada cruzada.

Tanto Guglielmo Sanudo como su hijo mayor Niccolò fueron hombres intrépidos, figuras destacadas en el periodo critico que vio el establecimiento de los catalanes en el ducado de Atenas. Guglielmo fue uno de los invitados al gran torneo en el istmo de Corinto en 1305; y su heredero, que se casó con la hermanastra de Gautier de Brienne, comandaba un contigente de Naxos a la gran batalla del Céfiso, donde recibió dos heridas, y estuvo entre los pocos nobles latinos que fueron capturados vivos, mientras que un magnate del Archipiélago, Giorgio Ghisi de Tinos estaba entre los muertos. Decidido por esta experiencia de guerra, fue en ayuda del soberano de su padre, Matilda de Acaya, en 1316, cuando ese principado estaba siendo atacado por el infante de Mallorca, y en la batalla que tuvo lugar en Elide fue tomado prisionero de nuevo. En venganza por esas dos encuentros y por la hostilidad contra la Compañía, Alfonso Fadrique saqueo la isla de Milo, y se llevó 700 cautivos. Cuando los venecianos protestaron al rey Federico de Sicilia en esta invasión, este último replicó que, en la ley feudal del Archipiélago, poseía sus islas como feudo de la princesa de Acaya, y por tanto "la república no tenía jurisdicción" en ninguna de ellas.

Niccolò, que sucedió a su padre en 1323, fue escrupulosamene fiel a los lazos feudales, y le encontramos asistiendo a Jean de Gravina, su soberano, en su campaña contra los griegos de la Morea. Juntos intentaron en vano capturar el fuerte castillo de Karytaina y cuando el principe de Acaya volvió a Italia, le dejó atrás como comandante de todas sus fuerzas. En  calidad de tal derrotó a los griegos con grandes pérdidas en la llanura de Elide, no lejos de donde en una ocasión había sido tomado prisionero.

De una personalidad tan inquieta no se podía esperar que consintiera la continuada independencia de los barones vasallos del ducado. Como su padre, pero con más éxito, Niccolò atacó a los Barozzi de Santorini y Thirasia, y las unió a sus propias posesiones (1335). Los Barozzi nunca recuperaron la baronía de sus ancestros, que permaneció unida con el ducado durante un siglo; se retiraron a Creta, y de ahí emigraron, después de la conquista de esa isla, a Naxos, donde se podían ver sus tumbas y donde todavía existían a finales del siglo XVIII. Los Sanudi no descuidaron su nueva adquisición; fomentaron las plantaciones de algodón sobre el suelo vocánico de Santorini, renovaron las fortificaciones; y, para la gran seguridad de la isla, Niccolò, en 1336, concedió la fortaleza de "La Ponta", o Akrotiri, como se llama ahora, a los Gozzadini, que recientemente se había establecido con su consentimiento en la isla de Citnos o Thermia, que formaba una porción del ducado. Tan fuerte era este castillo, como testifican todavía sus ruinas , que permaneció en manos de los Gozzadini mucho tiempo después de la conquista turca. No fue hasta 1617 finalmente sucumbió a la media luna. Como los plebeyos Schiavi de Ios, habían sido inducidos a renunciarlo en favor de su señor, el ducado era ahora más importante de lo que lo había sido desde los antiguos días de Marco II, y por primera vez tuvo una moneda de su propiedad. Ahora el ducado tenía en su posesion inmediata las islas más grandes y ricas -Naxos, Andros (donde residieron a veces), Paros y Antíparos, Milo y Kímolos, Santorini, Siros e Íos, donde los Gozzadini de Citnos y los Schiavi y Grimani, a los que el último duque había concedido la isla de Amorgos (la última familia veneciana comprometida en el comercio de alumbre), eran sus vasallos. Sus rivales hereditarios, los Ghisi, no obstante, todavía poseían Tinos y Míconos bajo soberanía veneciana; los Quirini y Grimani miraban a la república para proteger su isla de Stampalia (Astipalea); recien llegados, como los Premarini de Keos y los Bragadini de Sérifos, eran venecianos por raza, y tan ligados a su viejo hogar como los Giustiniani y Michieli, quienes dividieron sus islas con ellos; los caballeros de Rodas tenían una guarnición en Delos; mientras, en Anafi los Gozzadini, y en Sifnos los Da Corogna, afirmaron su independencia, tanto de Venecia como del duque.

En un periodo tan crítico, cuando los turcos estaban avanzando rápidamente, era más importante que las celebridades menores del Archipiélago se concentraran alrededor del duque. El historiador Sanudo el Viejo, consideraba que su ambicioso pariente debería enterrar su antigua enemistad con los Ghisi y unirse a ellos en mantener una galera, mientras los barones genoveses de Quíos debería mantener otra, contra el enemigo común de la Cristiandad. "Los Turcos", escribió en 1326, "infestan estas islas especialmente, que son dependencias del Principado de la Morea" (es decir), el ducado de Naxos); "y si la ayuda no llegaba, ellos se perderían". Dos años antes, los turcos habían saqueado Naxos durante la ausencia del duque de Acaya, dos años más tarde el baillío veneciano de Negroponte escribía que la totalidad del Archipiélago amenazaba con caer en manos de estos corsarios, que habían habían arrastrado lejos de las islas a unos 15.000 hombres en una serie de incursiones; en una de esas terribles visitas, nomenos de 380 navíos turcos con 40.000 manos a bordo recorrió su comercio mortal en el bello Egeo y se llevaron más de 10.000 almas. Pero incluso estas severas lecciones fracasaron en hacer permanente cualquier impresión  sobre los celosos latinos del Levante. En un momento encontramos a Niccolò Sanudo unirse a los Ghisi y a los Caballeros de Rodas en una liga contra los trucos; y en otro nos enteramos de que ha atacado Míconos en ausencia de su colega, y se llevó a su esposa. Incluso envía seis navíos y 100 jinetes para ayudar al emperador griego Andrónico III a capturar Quíos de manos del osado genovés Martino Zaccaría, "Rey de Asia Menor" titular, en la heráldica del Imperio Latino fantasma, que había matado o capturado no menos de 10.000 turcos en sus 15 años de permanencia en esa isla, y que mostraba su amistad al emperador al aparecer en persona para presentar sus respetos y ofrecer sus presentes. Su pariente, Marino, explica que él había sido obligado a actuar así por la apatía de aquellos de los que él tenía derecho a esperar ayuda para recuperar y preservar sus dominios -una excusa hecha generalmente para alianzas antinaturales en el próximo Oriente hoy en día. Pero el duque estaba bastante preparado para unirse a los Caballeros de Rodas y a Cattaneo, señor de Focea, para atacar a la isla griega de Lesbos cuando se presentó la oportunidad. En esta ocasión, sin embargo, Niccolò fue bien servido por Cattaneo, que impidió a sus aliados saquear y dividir la isla entre ellos mismos. El resultado de esas enemistades entre los cristianos se vio en 1341, último año del reinado del duque, cuando Umar Beg de Aydin, el mismo sátrapa que había tenido a bien titularse "Príncipe de Acaya", o Morbasan, saqueó las islas del Archipiélago con una gran flota, y los obligó por primera vez a pagar un tributo anual.

El hermano y sucesor de Niccolò, Giovanni I, tomó parte activa en los turbulentos sucesos  de un periodo que vio a los turcos cruzar a Europa y a los genoveses establecerse en el Egeo. Contribuyó con una galera, a la flota aliada, que bajo los auspicios del papa Clemente VI, atacó y tomó Esmirna en 1343. Al año siguiente una tropa de turcos, liderados por un pirata genovés, ocupó la ciudad baja de Naxos, saqueó la ciudad, y se llevó a 6.000 de sus súbditos esclavizados. Dos años más tarde, la "Muerte Negra" atravesó el Archipiélago en su camino a través de Europa, muriendo tanto animales como seres humanos en su abrazo. Su fidelidad a Venecia, que le había ayudado con armas contra los turcos, le envolvió en la gran guerra entre las repúblicas veneciana y genovesa de la cual el Levante fue el teatro a mediados del siglo XIV. Tan entusiasta fue en ayuda de su viejo hogar, que, en una ocasión, unió su flotilla a la armada veneciana, y estaba a punto de dirigirse personalmente a Venecia, cuando el escuadrón de 15 galeras apareció fuera de su capital. La ciudad de Naxos se sometió, y en 1354, el duque llevado como prisionero a Genova. Ceos fue asolada; Milo y otras islas cayeron presa de los genoveses; pero  en la paz de 1355 el duque fue liberado, y le fueron restauradas. La críticas circunstancias de la época la sabiduría de asegurar la unidad de su dominio insular; por tanto,  hizo la paz con los Ghisi al conferirles la isla de Amorgos, que su padre había tomado de ellos, como feudo de su ducado, y compró cualquier reclamación de los Barozzi de Santorini por un pago monetario. No obstante, los Ghisi, no retuvieron mucho tiempo la isla; el barón de Amorgos era tan impulsivo que tomó parte en la gran insurrección de los colonos venecianos contra la madre patria en 1363; expió este acto de traición a la patria con el cadalso, y Venecia tomó posesión de la isla. Pero las Cícladas ya no eran adquisiciones deseables, pues había una completa escasez de mano de obra para cultivar la tierra. Se nos dice que en este tiempo los siervos habían huido desde Anafi, Amorgos, y Stampalia (Astipalea) a Creta, porque no pensaban que valiera la pena sembrar, para que los turcos y los catalanes pudieran cosechar. La única excepción a este estado general de desolación era la isla de Sérifos, una roca escarpada, dotada, no obstante de riqueza mineral, que aún es explotada. Una gran parte de la costa de esta isla había pasado a Ermolao Minotto, un noble veneciano, que trabajó las minas de hierro y la hizo uno de los lugares más ricos del Archipiélago. Los siervos habían salvado suficiente dinero para conseguir su emancipación, y la importancia del lugar puede ser juzgada del hecho de que Gregorio XI incluyó a Minotto entre los dignatarios a los que convocó al congreso en Tebas en 1373.

Giovanni I de Naxos murió en 1361, dejando una única hija, Fiorenza, una joven viuda extremadamente idónea, pues era la única duquesa del Archipiélago, pero había contraído matrimonio con uno del gran clan Dalle Carceri, que poseía dos de las tres grandes baronías de Eubea, y con el que ella había tenido un único hijo. Fue la primera vez que este romántico ducado fue gobernado por una mujer, y no hace falta decir que no faltaron competidores para la mano de la bella Fiorenza. Sobre su segundo matrimonio se desató una guerra diplomática, que fue librada por Venecia, con toda la falta de escrúpulos demostrados por esa astuta república siempre que su supremacía estaba en juego. El primero de los pretendientes de esta Penélope medieval fue un genovés, el más importante de los aventureros comerciantes, o maonesi, que poseían la rica isla de Quíos, del mismo modo que las modernas compañías habían poseído partes de África bajo la soberanía del gobierno patrio. Venecia había visto con creciente alarma el reciente establecimiento de la influencia genovesa en Quíos y Lesbos, y estaba decidida a que ningún ciudadano genovés se instalara en Naxos y en Eubea como consorte de Fiorenza. Por tanto, la señora fue avisada solemnemente de que no concediera su mano a un enemigo de la república, cuando podían encontrarse tantos maridos adecuados en Venecia o en las colonias venecianas de Creta y Eubea. Al mismo tiempo, el bailío de Negroponte recibió instrucciones para detener el matrimonio genovés por las buenas o por las malas. La bella madre de Fiorenza replicó dócilmente que su hija nunca había soñado casarse con alguien inaceptable para la mayor parte de la Serena República; pero poco después la joven viuda mostró el deseo de aceptar el noviazgo de Nerio Acciajuoli, el futuro duque de Atenas, cuya familia hacía tiempo que la tenía a la vista como un partido deseable para uno de sus miembros. La República vetó esta alianza con el mismo énfasis que la anterior; pero el Acciajuoli tenía mucha influencia en la corte napolitana, y Nerio, por tanto, fue capaz de obtener el consentimiento de Robert de Tarento, quien, como príncipe de Acaya, era el soberano del ducado. A su carta pidiendo a Venecia que no interfiriera en los acuerdos matrimoniales de sus vasallos, los venecianos replicaron que Fiorenza era también una hija de la República, que sus ancestros habían ganado el ducado bajo sus auspicios, habían sido protegidos por sus flotas, y debían la continuada existencia de sus dominios a su diplomacia. Se enviaron órdenes simultáneas al comandante de la flota veneciana en aguas griegas para oponerse, por la fuerza si fuera necesario, al desembarco de Nerio en la Cícladas. no obstante, los agentes venecianos en el Levante, no tuvieron necesidad de otras instrucciones. Sabían lo que se esperaba de ellos, y estaban confiados de que su acción, si tuviera éxito, no sería rechazada. Fiorenza fue raptada, colocada a bordo de una galera veneciana, y tranquilamente transportada a Creta. Allí fue tratada con cada señal de respeto, pero al mismo tiempo era claramente informada de que, si ella deseaba ver de nuevo su amada Naxos de nuevo, debería casarse con su primo Niccolò Sanudo "Spezzabanda", el candidato de la República e hijo de un gran propietario en Eubea. La osadía de este joven, que le había proporcionado su sobrenombre, "el que dispersa la hueste", pudo haber impresionado a la susceptible duquesa no menos que las dificultades de su situación. En cualquier caso, consintió en casarse con él; la República expresó su completa satisfacción, y se comprometió a proteger el ducado contra todos sus enemigos. "Spezzabanda" mostró su gratitud a sus patronos venecianos al ir con una flotilla para ayudar a sofocar la gran insurrección cretense de este periodo, y administró lealmente, con el título de duque, los dominios de su esposa hasta su muerte en 1371. Como su hijastro aún no había llegado a la mayoría de edad continuó gobernando el ducado en su nombre, como avogier, o tutor. Fue a su influencia en esta capacidad a lo que podemos atribuir la concesión de Andros, la segunda isla del Archipiélago, como feudo a su pequeña hija María Sanudo -un acto que debilitó al estado en un momento en que necesitaba una administración centralizada. Andros había sido una posesión directa de los duques durante más de un siglo; nunca más disfrutó de una unión personal con Naxos. 

Cuando el joven Niccolò dalle Carceri llegó a la mayoría de edad, demostró ser el peor gobernante que nunca hubiera reinado sobre el Archipiélago. Hasta ahora, los duques no tenían intereses fuera de su ducado, y siempre habían residido en él, bien en Naxos, o bien en Andros. Pero su sucesor fue, desafortunadamente, un gran barón en Eubea también, y vivía la mayor parte del tiempo en esta último isla, por la que se preocupaba más  que por su trono ducal. Dejando a uno de los Gozzadini de Anafi para actuar como regente suyo en Naxos, planeó extender sus posesiones en Eubea, y en 1380, mientras Venecia estaba en guerra con Génova, urdió la captura de la ciudad de Negroponte con la asistencia de la Compañía Navarra, que había entrado entonces en el Atica. Mientras este acto de traición irritó a Venecia, que le había ayudado con una galera contra los turcos, se levantó entre sus súbditos el más fuerte resentimiento por su extorsión, y encontró un líder preparado en un italiano que recientemente había llegado a conectarse por matrimonio con la familia Sanudo. Este hombre, Francesco Crispo pertenecía, como los Dalle Carceri, a una familia lombarda de Verona, que se había establecido en Negroponte, donde Francesco, o Franguli, como le llamaban los griegos, ocupaba la baronía de Astrogidis. Uno pocos años antes se había casado con la hija de Marco Sanudo, otra Fiorenza, hermano del duque Giovanni I, y barón de Milo, que parece que había prosperado enormemente bajo su gobierno. Crispo había sucedido a su suegro como barón de esa isla, pero apuntaba a ser algo más que un vasallo del joven duque de Naxos. Sondeó a los descontentos en varias islas, y partió para Naxos, donde se arriesgó a que estuviera Niccolò. De acuerdo con una historia, el duque encontró su destino en su capital; de acuerdo con otra, una fiesta de caza en el interior de la isla dio a Crispo la oportunidad para llevar a cabo su plan. La alegre banda de cazadores partió para el encantador valle de Melanes, un paraíso de naranjas y limones, donde el duque tenía una villa, aún llamada Aphentikó, "el dominio del señor". Después del almuerzo, se dirigieron a un lugar donde el juego era abundante, encabezando Crispo el camino con los amigos más fieles del duque, de manera que su desprevenida tropa fue dejada con sus propios secuaces. Súbitamente, en la ladera de la montaña, los compañeros del duque cayeron sobre él; en vano intentó defenderse; un corte de espada le dejó muerto sobre el terreno. Los asesinos, cuidadosamente instruidos por su empleador, se apresuraron tras él, y contaron como el duque había sido atcado por una tropas de extraños jinetes, que le habían matado o se lo habían llevado -cual de los dos no se habían parado a averiguar. Crispo fingió asombro e indignación en el destino de su pariente; estaba por volver a la escena del crimen inmediatamente, pero se permitió ser disuadido por sus partidarios, que le rogaron que expusiera su vida también en una emboscada. Dos jinetes, enviados de vuelta para investigar, informaron que habían encontrado al duque tendido en su sangre; uno de los compinches de Crispo le urgió a tomar las fortalezas de la isla de inmediato, para impedir las intenciones de los misteriosos asaltantes del desafortunado Niccolò. Crispo al punto ocupó el castillo ducal de Naxos; y los naxiotas, contentos de verse libres de su tirano, por unanimidad le aceptaron como su duque, pues, en virtud de su esposa, él era el pariente más cercano al último gobernante, con la excepción de de las dos hermanastras de Niccolò. Así, en 1383, una nueva dinastía surgió en el Archipiélago, que duró casi 200 años. Los Sanudi desaparecieron de Naxos; pero descendientes ilegítimos de los Dalle Carceri quedaron allí hasta el siglo XVII, y sus armas todavía adornan el pavimento ante la puerta de la catedral griega. 




A continuación, presento algunas de las genealogías del periodo de las dos primeras dinastías. La familia Ghisi se extinguió aproximadamente en la misma época que las primeras dinastías ducales; la familia Foscolo, desposeida por la reconquista bizantina de 1278 no recuperó sus posesiones; la familia Barozzi, sí consiguió tomar posesión nuevamente de ellas, pero fueron expulsados por los duques; y finalmente la familia Dandolo se extinguió con la muerte de su fundador, Marino, pues su esposa Felisa solo pudo disfrutar de la mitad de Andros, y esto solo de manera titular, pues Geremia Ghisi se apoderó de toda la isla ilegalmente. En la segunda parte de la historia de este ducado intentaré presentar las genealogías de las otras familias fundadoras (Michieli, Giustiniani y Quirini), que perduraron hasta la conquista otomana, así como de las nuevas llegadas de Europa occidental (Sommaripa, Da Corogna, Premarini, Grimani y Gozzadini).





 
BIBLIOGRAFÍA:

W. MILLER: The Latins in the Levant. A History of Frankish Greece (1204-1566). 1908.
A.M.H.J. STOKVIS: Manuel d'Histoire, de Genealogie et de Chronologie de tous les Etats de Globe. 1966.