I. Orígenes etnográficos de
los suevos
Desde el año 72 a.C. en que
Ariovisto invadió la Galia, pasando por la época de Cesar, que los expulsó
hacia el norte y Tácito, que los sitúa al este del Elba, hasta los narradores
del siglo IV, los suevos fueron mencionados en gran número de ocasiones, siendo
uno de los pueblos que cuenta con una más larga tradición historiográfica
imperial romana. Sin embargo, esas tradiciones están de acuerdo en que la
denominación "suevos" es un nombre colectivo que engloba un número
muy elevado de grupos diferenciados.
El 31 de diciembre de 406,
grupos de invasores suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rhin helado,
atravesando las fronteras del imperio. Durante tres años erraron por la Galia
hasta que en 409 entraron en la Península Ibérica. Debemos aceptar que el grupo
de invasores que entra en Hispania en el 409, junto con vándalos y
alanos, forma parte del antiguo tronco suevo, siendo, casi con seguridad quados, aunque en la percepción externa
que luego se impuso se les recordó por el nombre genérico de suevos, quizá porque
llegaron acompañados de grupos menores, igualmente suevos, que se les pudieron
unir en los años de estancia en la Galia.
Parece que ellos mismo se
autodenominaban "Suaba". Los autores del siglo V preservaron
la forma "suevos" conocida desde las referencias de Julio Cesar. La oscuridad de
antecedentes de este grupo invasor quizá deba ponerse en relación con el hecho
de que el contingente suevo que atravesó los Pirineos en 409 probablemente
fuese el producto de una mezcla de grupos diferentes, algunos de ellos suevos,
otros no necesariamente. El hecho de que en los años de la Galia el
protagonismo recaiga esencialmente en los vándalos (asdingos y silingos) y en
los alanos, reapareciendo los suevos (los quados del historiador Jerónimo) al cruzar los Pirineos,
podría avalar esa idea. Sería en la Galia donde se habría conformado una nueva
entidad política en torno a un grupo concreto cuya élite aristocrática
proporcionaría una estirpe regia reconocida por los demás. Dentro de ella pudo
elegirse un jefe guerrero cuyos éxitos y capacidad de conquistar le habría
conferido el título de rey. Es razonable pensar que el grupo dirigente de esta
unidad política en formación era suevo y que asumieron el nombre de suevos como
elemento de identidad grupal.
II. Las invasiones en la
Península Ibérica en el contexto de la política imperial.
La entrada de los suevos,
vándalos y alanos en la Península Ibérica coincide con un grave proceso de
descomposición de la autoridad romana en el extremo occidental del Imperio.
Desde el 406/7 el emperador Honorio ha tenido que hacer frente a una
serie de usurpaciones que han dejado a la Península Ibérica al margen de la
autoridad imperial. La apropiación por parte de Constantino III de los territorios peninsulares
debilitó la posibilidad de organizar una defensa eficaz de las provincias
hispanas frente a los invasores. Los testimonios de Zósimo, Olympiodoro y Sozomeno dan a entender que dos hermanos
nobles y ricos, Dídimo y Veriniano, parientes de
Honorio, junto a otros dos hermanos suyos, Theodosiolo y Lagodio estaban al frente de las
provincias hispanas y Constantino III temía que desde allí le atacasen mientras
que Honorio lo hacía desde Italia. Constante,
hijo mayor de Constantino fue designado por su padre como César antes de
enviarle a Hispania y nombra a sus propios
gobernadores al tiempo que ordena la captura de Dídimo y Veriniano, quienes
llevados ante Constantino III fueron ejecutados.
La autoridad imperial es
inmediatamente sustituida por la del usurpador. Los magistrados (iudices)
enviados por Constantino III a Hispania fueron recibidos ahora con obediencia
por las provincias. Junto a Constante se desplaza el entorno cancilleresco
necesario para desempeñar sus funciones de caesar e imprescindible para el control
de toda una diócesis. Cuando menos, sabemos que le acompañaba un general de
nombre Geroncio, un
prefecto del pretorio de nombre Apolinar y probablemente un magister officiorum de nombre Décimo Rústico, que se encargaron
de designar a magistrados civiles y militares.
Constante ha pasado a Hispania con tropas bárbaras, aliadas de antaño
e integradas en el ejército a las que, según Orosio, se las conocía por el
apelativo de honoriaci.
Según este autor, fueron estos aliados de Constantino III, quienes mataron a
Dídimo y Veriniano y recibieron como pago por su área el derecho a saquear las
llanuras de la Meseta Septentrional, los Palentinis
Campis, a la vez que quedaban encargados de controlar el paso de los
Pirineos en lugar de la guarnición de campesinos nativos que lo habían hecho
desde entonces. Al frente de estas tropas Constante habría dejado al general
Geroncio. En unas circunstancias que no conocemos muy bien, parece que Geroncio
habría levantado a los bárbaros asentados en la Galia contra el mismo
Constantino quien vuelve a enviar a su hijo a Hispania,
ahora acompañado de un nuevo general, Justo,
probablemente con la intención de sustituir a Geroncio. En este momento -a
comienzos del otoño de 409- los honoriaci habrían dejado entrar en la península
a los bárbaros que se movían por la Galia, uniéndose a ellos.
El efecto inmediato fue que
los pueblos bárbaros, cuyo nivel de compromiso con Geroncio ignoramos,
saquearon la diocesis
Hispaniarum en compañía
de los honoriaci,
enfrentándose a las tropas fieles a Constantino III y probablemente a los
residuos de fidelidad a Honorio. Por otro lado, las tropas leales a Constantino
III agotaban los recursos de las
ciudades que teóricamente protegían y la maquinaria administrativa ejercería
una política opresiva que también escandalizó al obispo gallego Hidacio. Esta situación se
prolongó por dos años. Parece que en 411 los bárbaros cambian las armas por la
agricultura, merced a los pactos celebrados probablemente, no con el poder legítimo
teodosiano, sino con Geroncio, o con el personaje al que este ha nombrado como augustus para la diocesis Hispaniarum, un
individuo de nombre Máximo,
probablemente un hispano, cliente (domesticus) de Geroncio, colocado en Hispania como su hombre de confianza para poder
actuar con libertad en la Galia contra Constantino.
El reparto del territorio,
consecuencia de estos pactos, entre los bárbaros llevaría a los vándalos asdingos a Gallaecia.
A los suevos les correspondió la zona de esta misma provincia más próxima al
mar, el conuentus de Lucus y el de Bracara, mientras que
los vándalos ocuparían la zona de la Meseta norte de la Península Ibérica, el conuentus de Clunia y el de Asturica, que en la
reforma diocleciana había sido parte de Gallaecia.
El conuentus asturicense puede haber correspondido
a los suevos. Los alanos se instalaron en la Lusitania y la Cartaginense, mientras que los vándalos silingos ocuparon la Bética. Por otra parte resulta
difícil establecer el criterio de reparto, si este obedeció a la fuerza
demográfica o militar de cada uno de los grupos, lo que hubiera sido razonable,
o fue meramente aleatorio, con lo que la aparente desproporción de los territorios
asignados a cada grupo debería explicarse por su ignorancia de la geografía
penínsular.
El reparto de la provincia Gallaecia entre suevos y vándalos asdingos (411) |
Este reparto tendría lugar en
411 e ignora el destino de la provincia Tarraconense, la provincia que mejor
amparaba sus intereses inmediatos en la Galia. Constante había instalado su
corte en Zaragoza. Muy pronto las fuerzas de Honorio se reorganizaron y acabaron
con la resistencia de Constantino III en Arles, mientras que Geroncio ya había
acabado en Vienne con su hijo Constante. Sin embargo, la situación de Geroncio
era precaria, sus tropas desertaron y se vio obligado a huir a Hispania, donde tampoco contaba
ya con la fidelidad de sus hombres; asediado por éstos en su propia casa, se
suicidó. mientras, Máximo fue despojado de la púrpura y siguió viviendo,
desterrado, entre los bárbaros. De cara al poder legítimo romano, los bárbaros
se encontraban ahora desvinculados de todo compromiso.
La desaparición de Geroncio y
el temporal extrañamiento de Máximo cuya pista se pierde hasta 420, iban a
significar la recuperación de la soberanía de Rávena sobre los territorios
hispanos. Es ahora cuando los pueblos asentados en Hispania pidieron un acuerdo con el Imperio.
Según Hidacio, el patricio Constancio,
responsable en estos momentos de los asuntos de Galia e Hispania, impulsó a los
visigodos, primero a Ataulfo y tras su muerte violenta a Valia, con el cual había firmado
un acuerdo de paz en 416, para que llevasen la guerra a la Península, contra
los alanos que se habían establecido en la Lusitania y contra los vándalos
silingos, a quienes en el reparto de 411 les había correspondido la Bética.
Estas eran las contrapartidas militares, ahora absolutamente evidentes, a
cambio de las cuales los visigodos recibieron formalmente en 418 tierras para
cultivar y una zona de asentamiento en el sur de la Galia.
Para ese momento, la
presencia de tropas regulares del Imperio en Hispania parece haber desaparecido por
completo, aunque la corte de Rávena pugnará hasta su desaparición por ejercer
algún control sobre la Península Ibérica, quizá con el establecimiento de
alguna guarnición temporal. De momento este control solo alcanzaba a la
Tarraconense y el protagonismo inicial se cede a los godos que incluso instalan
una capital temporal en Barcelona. Durante dos años (418-420) Rávena recupera
la iniciativa en la Península Ibérica. En estos años se nombró por última vez
un vicarius Hispaniae, Maurocello, y en 420 sabemos
que un tal Astirio, Hispaniarum comite, luchaba
contra los bárbaros en Hispania,
quizá con un ejército de nueva creación que se ha identificado con las tropas
recogidas en la Notitia
Dignitatum Occidentalis.
La actuación de los visigodos
de Valia dio lugar a un encadenamiento de conflictos entre los pueblos
bárbaros. Hidacio dice que Valia acabó con los silingos, dirigidos por su rey Fridibaldo. Los alanos, que por
un tiempo se habían impuesto sobre suevos y vándalos asdingos, sufrieron tales
pérdidas que los supervivientes muerto su rey Addax,
no volvieron a pensar en un reino propio y se colocaron bajo la protección del
vándalo Gunderico, que estaba asentado en Gallaecia.
Los godos interrumpieron en este momento su campaña cuando son reclamados por
el patricio Constancio para que regresen a la Galia donde les son entregados
las tierras de Aquitania, entre Tolosa y el océano. Es posible que la corte
pretendiera impedir que los visigodos se apropiasen de los territorios
hispanos, conservando un control administrativo y militar directo.
Quizá la retirada de Valia
animase a vándalos y suevos a extender sus respectivas áreas de dominio. Los
vándalos asdingos se encontraban reforzados por los grupos residuales supervivientes
de alanos y quizá también de silingos, por lo que parece que el rey Gunderico atacó a los suevos del rey Hermerico. En estas
circunstancias, la corte de Rávena envió al comes Asterio y al vicarius Maurocello, para acabar con los
germanos en Hispania, pero también para evitar la recuperación del usurpador
Máximo, al que Orosio había mencionado por última vez refugiado entre los
bárbaros de Hispania, y
que ahora parecía moverse en el séquito de Gunderico. Estos enviados atacan a
los vándalos, simplemente porque eran los más fuertes, quienes se vieron
obligados a abandonar Gallaecia,
y se trasladan a la Bética; parece que se asentaron sobre todo entre el
Guadiana y el Guadalquivir, la costa de Málaga, e incluso zonas de la Lusitania
en el territorio del actual Beja.
Constancio, elegido el año
anterior como colega de honorio, muere en 421. En 422 Rávena envió al magister militum Castino, el cual contaba con un
gran ejército. Cuando los vándalos habían sido reducidos y parecían dispuestos
a rendirse, aslieron a campo abierto y en la batalla, traicionados por
auxiliares godos, los romanos fueron derrotados y Castino tuvo que retirarse a
Tarraco. El historiador Courtois cree que los años 423-424 los vándalos seguían
pugnando por el control de la Bética central. La ciudad de Córdoba parece
poderosa en este periodo y fue capaz de convertirse en un bastión independiente
importante hasta la época de Leovigildo. En 425 los vándalos se dirigen hacia Cartago Spataria, las islas
Baleares y Sevilla, a la vez que hacen una primera incursión en Mauritania. En
el caso de Sevilla no se puede aseverar si Gunderico fue capaz de ocuparla de
manera permanente; quizá no lo hizo hasta 428, cuando muere en la ciudad y es
sucedido por su hermano Gaiserico (también llamado Genserico).
En mayo de 429 los vándalos
cruzaron a África. Según Victor de Vita serían unas 80.000 personas en total.
Es posible que aprovechasen el desorden que la revuelta del comes Bonifacio en 427 había llevado a la
zona; incluso pueden haber sido llamados por éste. En cualquier caso, eran unas
provincia ricas y no contaban con ningún otro pueblo germano competidor. En Hispania los suevos no eran fuertes en ese
momento, pero el mismo Hidacio informa que Gaiserico, mientras organizaba el
paso del estrecho, volvió sobre sus pasos hasta Lusitania donde una banda de
suevos saqueaba la provincia. Parte de los soldados de esta banda fueron
muertos y su cabecilla, Heremigario,
aunque consiguió huir, se ahogaría después en el río Guadiana.
III. La primera monarquía. De
Hermerico a Rechiario.
De entre los pueblos que
cruzan los Pirineos en 409 parece que los suevos eran los más débiles y los
menos numerosos, lo que no impidió que en los años siguientes aprovecharan en
su propio beneficio esa supuesta debilidad. Sin embargo, la salida de los
vándalos de Hispania abre una nueva fase de acontecimientos
en la península. Desde 429 en adelante el único obstáculo para la recuperación
del orden romano son, en principio, los suevos, quienes a partir de esta fecha
adquirieron en la Crónica de Hidacio un protagonismo nuevo. Si los vándalos han
encontrado oposición en las ciudades del sur hispano los suevos son presentados
inmediatamente en guerra con la población del noroeste. Los suevos, que
prácticamente habían desaparecido de la narración en los últimos diez años,
irrumpen para ser el centro de la misma durante las siguientes cuatro décadas.
Han pasado veinte años desde que los suevos ocuparon la Gallaecia occidental. Los pillajes que ahora denuncia Hidacio en las áreas centrales de la provincia son una muestra de que no cuentan todavía con bases sólidas. Aparentemente no han fijado aún un lugar de residencia permanente y se siguen comportando como merodeadores, bandas seminómadas frente a los cuales la población local ha organizado un sistema de defensa. Incluso han negociado individualmente con la aristocracia local acuerdos, pactos de convivencia que se rompen y se restablecen constantemente. El carácter precario de la situación lo demostraría la nueva ruptura que al año siguiente, en 431, hacen de esos tratados, momento en el cual se nos indica claramente las partes contratantes del acuerdo: los suevos y los habitantes de Gallaecia.
Para protestar por esos
pillajes, el mismo Hidacio encabeza una embajada ante el dux Aecio, que se encontraba en la
Galia en campaña contra los francos. de momento, Aecio va a enviar, de vuelta
con Hidacio, al comes Censorio para que se entreviste con los
suevos. el recurso a las autoridades es una muestra del deseo de Hidacio por
revertir la situación. El hecho de que un enviado de Aecio busque un encuentro
con los suevos es un intento de reconducir igualmente las relaciones con los
únicos bárbaros que aparentemente se encuentran en Hispania fuera del control de las autoridades
imperiales.
La mediación de Censorio, y
probablemente del mismo Hidacio, consigue, previa entrega de rehenes, un nuevo
acuerdo entre el rey suevo Hermerico, y aquellos "gallecis" a
los que constantemente saqueaba. Inmediatamente, el rey suevo envía al obispo Symphosio como embajador ante las
autoridades imperiales, lo que interpretamos como una primera muestra de que
ciertos sectores de la sociedad galaica se mostraban dispuestos a colaborar o
mediar con el rey suevo. Esta embajada tiene lugar en 433. Rávena no está aún
dispuesta a claudicar ante las exigencias suevas. Noros, francos y burgundios,
sin olvidar los problemas con los visigodos, tienen ocupado a Aecio en la
Galia, donde la corte parece haber centrado ahora sus mermadas fuerzas en
detrimento de zonas más periféricas. En el año 437, Censorio acompañado de un
tal Fretimundo, llega de
nuevo como embajador ante los suevos. Inmediatamente se establece un nuevo
tratado de paz entre los bárbaros "cum parte plebis Calaeciae cui
aduersabantur", otra referencia a que la población local
galaico-romana estaba construyendo estructuras de poder particularizadas,
capaces de negociar individualmente con los suevos.
Sin embargo, en ningún caso
se dio un reconocimiento de su posición legal en Gallaecia, por más que ese
fuese el objetivo que los suevos buscaban. El reconocimiento suevo por parte
del imperio tuvo que esperar hasta 452-454; mientras, el dialogante Hermerico
abdicó en 438 en su hijo Rechila.
En tanto que Hermerico había centrado su actuación en una esfera local,
aparentemente dentro de los límites de la Gallaecia que le había tocado en suerte en 411,
su hijo va a emprender una política agresiva hacia el sur de Hispania. Las campañas en las
provincias de Lusitania y Bética parecen responder a un doble objetivo:
estratégico y económico. La riqueza de la Bética, en comparación con las
tierras del extremo noroccidental, era indudable, mientras que la Cartaginense
y especialmente, la Tarraconense aún parecen contar con un relativo control
imperial. En la misma noticia que Hidacio da cuenta de la inauguración del
reinado de Rechila, informa que éste ha llevado una incursión en la Bética,
derrotando a las tropas de un tal Andevoto cerca del río Genil. Tal victoria
le reportó un gran tesoro de oro y plata.
La identidad de Andevoto es
controvertida: podría haber sido representante de la autoridad oficial romana,
o líder de alguna de los múltiples bandos de bárbaros que aún se movían por la
península buscando fortuna. Otra hipótesis más remota es que fuese el jefe de
una milicia local, organizada por la aristocracia bética.
La campaña de Rechila hacia
el sur es mencionada por Hidacio a continuación de la paz que ha establecido en
438 con una parte de la "plebis" de Gallaecia con la que litigaba, la cual aparenta
ser una iniciativa destinada a asegurar la retaguardia antes de iniciar la
campaña. En el año 439 Rechila toma Mérida. Unos meses más tarde, en el 440 el comes Censorio, enviado de nuevo ante los
suevos como embajador, es apresado por Rechila en Mértola. Seguramente fue
tomado como rehén, pues estaba en Sevilla cuando fue asesinado en 449. La toma
de Mérida y Mértola es un indicio de carácter estratégico que tenía la campaña
de Rechila. Mérida era la capital de Lusitania y sede del vicario de Hispania; Mértola era un puerto
fluvial importante aguas abajo. La ocupación de ambas ciudades implicaba el
control de la salida al Atlántico, una vía comercial de enorme importancia.
Inmediatamente, el mismo año
441, en que Hidacio anuncia la muerte del rey Hermerico, tras cuatro años de
enfermedad, Rechila se dirige a Sevilla, la conquista y acto seguido se apodera
de toda la Bética y la Cartaginense. Los suevos han extendido su control, al
menos nominalmente, sobre toda Hispania,
excepto la Tarraconense. De hecho, cuando en 441 y 443 el emperador envíe
tropas a Hispania, al
mando respectivo de Asterio,
en calidad de dux utriusque
militiae, y del yerno de éste, Merobaudo,
como su sucesor, será para combatir a los bagaudas del valle del Ebro. El
control suevo sobre el sur de Hispania se prolongó aparentemente hasta el
458, que probablemente realiza desde sus bases de Sevilla y Mérida, incursiones
peródicas a la búsqueda de botín, lo que en la práctica suponía un recuerdo de su
autoridad nominal. La mencionada presencia de tropas imperiales en la
Tarraconense fue seguida del envío de una expedición hacia las zonas costeras
del sur. En 446, Vito, en
calidad de magister
utriusque militiae, acompañado de un ejército de auxiliares godos,
saquea la Bética y la Cartaginense, pero huye derrotado ante la llegada de los
suevos y su rey, que a su vez vuelven a saquear esas provincias. Es posible que
Cartago Spataria estuviese en manos de las autoridades romanas, pero la
actuación de Vito no es la que se llevaría a cabo sobre una zona controlada.
En agosto de 448 Rechila muere en Mérida, donde parece haber instalado su corte temporalmente. A pesar de la oposición de una parte de su parentela es sucedido por su hijo Rechiario, quizá porque era católico, mientras que su padre era arriano. Inmediatamente después de acceder al trono, Rechiario invade "ulteriores regiones" en busca de botín. Esta referencia evoca claramente la primitiva denominación romana de la Bética como provincia ulterior, especialmente si tenemos en cuenta que Hidacio está escribiendo desde Gallaecia. En 449 el comes Censorio, que había sido capturado en Mérida en 440 es degollado en Sevilla, a manos de un tal Agiulfo, varno de nacimiento, que después veremos entre las tropas visigodas que se enfrentarán a los suevos. Los motivos que llevaron a la ejecución de Censorio no son fáciles de explicar, aunque su muerte debe ponerse en relación con una aproximación estratégica entre suevos y godos, quizá como respuesta al acuerdo que en 442 el imperio formalizó con los vándalos. Dicha alianza suevo-goda debió producirse en todo caso en 446, ya que en ese año auxiliares godos aún acompañaban a Vito en su expedición contra los suevos en la Bética. Este acuerdo se consolidaría por vía matrimonial en 449, cuando el rey Rechiario se case con la hija del rey visigodo Teodorico, hecho que es celebrado con una campaña contra los vascones en febrero. En julio visita la corte visigoda y de regreso se une a los bagaudas de Basilio y saquea Lérida y la región de Zaragoza, aunque Isidoro prefiere creer que lo hace en compañía de los mismos godos.
En 451 el rey godo Teodorico
llega a un acuerdo con el Imperio y lucha junto a Aecio contra los hunos, en la
batalla de los Campos Cataláunicos; el rey visigodo muere allí y le sucede su
hijo Turismundo. Alejada
la amenaza huna, el Imperio retoma la actividad diplomática con respecto a
Hispania y los suevos. En 452 se nombró un nuevo comes Hispaniarum, Mansueto. Éste, acompañado de
otro comes, Fronto, llegó ante los suevos a
negociar la paz y establecer los términos de la misma. Dos años después, tras
asesinar a Aecio, Valentiniano
III envió un nuevo embajador
ante los suevos, Justiniano,
puesto que muerto el dux y patricius Aecio, el emperador quería confirmar
los acuerdos alcanzados con los bárbaros por su general en los años anteriores.
Sabemos que los suevos devolvieron la Cartaginense a los romanos, y el
historiador godo Jordanes indica que los territorios en que
estaban asentados los suevos eran Gallaecia y Lusitania, los territorios de la
franja occidental limítrofes con el Atlántico. Parece seguro que Mérida y
Sevilla continuaron bajo el control suevo. La frontera oriental es Autrigonia, lo que implica que
incluía toda la Gallaecia diocleciana. Por medio de este acuerdo
la corte de Rávena recuperaba toda la costa mediterránea, incluido el estrecho
de Gibraltar, lo que era fundamental, especialmente si se rompían los acuerdos
con los vándalos.
La muerte de Valentiniano III
alteró profundamente el equilibrio en el Mediterráneo occidental. La confusión
creada por la efímera sucesión de Petronio
Máximo, la usurpación de Avito,
su reconocimiento, incluso su posterior derrocamiento, no eran las mejores
circunstancias para la estabilidad: los suevos, liberados de sus compromisos
con Rávena por la muerte de Valentiniano III, rompen sus pactos e invaden la
Cartaginense. Avito envió al comes Fronto, y Teodorico II, que había asesinado a su hermano
Turismundo en 453, a sus propios
embajadores para que los suevos respetasen las promesas dadas. Sin embargo, los
suevos despidieron a los legados y "rompiendo todos los juramentos,
invadieron la provincia Tarraconense que estaba sujeta al Imperio Romano".
una nueva embajada visigoda al año siguiente fue seguida de otra invasión de
Rechiario sobe la misma provincia Tarraconense, con saqueo y toma de numeroso
cautivos.
La respuesta fue contundente.
Por orden de Avito, el rey godo Teodorico II entró con su ejército en Hispania y el 5 de octubre de 456 derrotó a los
suevos en las proximidades de Asturica Augusta, en las riberas del río Órbigo.
Huido Rechiario hacia el interior de Gallaecia,
abandonada toda resistencia, Teodorico II saqueó Braga, el 28 de octubre,
sometiéndola a un humillante saqueo que afectó tanto a romanos como a suevos.
Entretanto, Rechiario se había refugiado en Portus
Cale (Porto), quizá con la
pretensión de huir por mar, pero fue capturado y llevado ante el rey visigodo
que por un tiempo le mantiene prisionero. Los suevos supervivientes del combate
del Órbigo se rindieron ahora, es posible que desmoralizados por la prisión de
su rey. Parte de ellos fueron asesinados en ese momento; debían ser individuos
importantes dentro del entorno del poder. Tras la ejecución de Rechiario, que
tuvo lugar en diciembre, Teodorico pasó inmediatamente de Gallaecia a
Lusitania, y tomó Mérida, donde los suevos se habían establecido desde la
conquista de Rechila. En este caso se pudo cortar el pillaje, quizá por la
negociación entre godos y los hispanorromanos de la ciudad, o quizá
directamente con las autoridades religiosas. Un grupo de godos se establece en
Mérida en estas fechas, instalándose en la ciudad de manera definitiva.
La desaparición de la
dinastía de Hermerico había sido vista por el cronista Hidacio como sinónimo de
la desaparición del reino suevo. Teóricamente, sus tierras y los restos de su
pueblo quedaban sometidos al poder visigodo. Sin embargo, por los datos que
conocemos parece claro que la victoria de Teodorico sobre Rechiario sirvió para
crear anarquía e incertidumbre, para romper durante un tiempo la solidaridad
que había dado a la monarquía la consistencia y la fuerza suficientes para
extender su poder prácticamente por toda la Península, pero en ningún caso para
proporcionar a los godos, ni para devolver a Roma la soberanía sobre la
provincia.
La primera noticia que
Hidacio incorpora, tras anunciar la ejecución de Rechiario en diciembre de 456
y el paso de Teodorico a Lusitania está referida a los saqueos protagonizados
por bandidos en una parte del conuentus de Braga. Es evidente que la
desaparición del poder suevo dio paso a la aparición de fenómenos de violencia
al no ser sustituidos por una estructura equivalente. Las dos noticias
siguientes redundan en la misma idea de un espacio donde impera el desgobierno,
y que estimulan la ambición de poder. Por un lado, un individuo de nombre Aiulfo, desertando de los godos
se instala en Gallaecia;
en junio de 457 muere en Porto, mientras aspira al reino de los suevos. Por
otro lado, los suevos que habían permanecido en las partes más alejadas de la
provincia se dan por rey a un individuo de nombre Maldras. A Aiulfo se identifica
con el Agiulfo que en 449 había degollado a
Censorio en Sevilla, pero resulta difícil conocer cuando ha pasado a vincularse
a Teodorico. Esta posibilidad no es descartable si se trataba de un jefe varno
que contaría con un séquito de guerreros propio y podría vender su fidelidad al
mejor postor. La presencia de Aiulfo en Gallaecia no responde en principio a una
usurpación sino al encargo del rey godo para que se ocupe de la administración
de la provincia. Es la traición de Aiulfo la que provoca la segunda
intervención de Teodorico en la Gallaecia central. Sin embargo, se dirige hacia Astorga, donde entra utilizando
un subterfugio, la saquea sin respetar a la población romana, otro tanto ocurre
con Palentia,
identificada con Palencia, y solo el castro Couiacense,
la Coyanza medieval (Valencia de Don Juan),
resistió su violencia. Sin embargo,
en ninguna de estas ciudades se alude a la presencia de los suevos.
En julio de 458, resueltos
los problemas internos en la Galia y recompuestas las relaciones con el
Imperio, Teodorico vuelve a enviar su ejército a Hispania. El dux Cyrila avanzó sobre la Bética, al mismo
tiempo que embajadores godos llegaban ante los suevos. Es probable que la
Bética fuese definitivamente arrebatada a los suevos ahora, y que Sevilla fuese
recuperada. En 459, Teodorico envía nuevas tropas a la Bética, al mando ahora
del dux Sunierico, al tiempo que Cyrila
es reclamado en la Galia. Es posible que el Imperio reforzase esa campaña con
el envío de federados hérulos que, de camino a la Bética, se entretienen
saqueando la costa norte de Gallaecia.
El pueblo hérulo fue uno de los que el Imperio occidental utilizó como
federados en los últimos años de su existencia, y ya habían actuado en la misma
costa del "conuentus lucensis" en vísperas de la gran ofensiva
de Teodorico sobre Gallaecia tres años antes. Entonces tendrían como
objetivo dispersar el potencial militar suevo; sin embargo, ahora los debilitados
suevos se limitan a correrías por Gallaecia y Lusitania, por lo que estos hérulos
buscan reforzar la presencia de los federados en el sur de Hispania ante la nueva ofensiva vándala. Los
vándalos habían aprovechado la muerte de Valentiniano III para ocupar desde 455
las islas del Mediterráneo occidental y, aparentemente, la costa de Mauritania.
Para el imperio resulta fundamental evitar que la asociación de suevos y
vándalos se cierre como una cuña sobre la maltrecha soberanía imperial.
Operaciones visigodas contra suevos, vándalos y alanos en el siglo V |
En el mismo año 459,
Teodorico y el emperador Mayoriano establecen un nuevo arreglo de
paz. De común acuerdo, sus máximos oficiales militares, el comes Sunierico y el magister militiae Nepotiano, envían embajadas a
los galaicos dando cuenta de tal pacto. En la Pascua de 460, los suevos
entraron en Lugo, segura dentro de sus poderosas murallas, y mataron a algunos
romanos, incluyendo a su rector,
un noble cuya autoridad ignoramos de dónde podía proceder. Lo más lógico es
pensar que un líder local, una especie de defensor
ciuitatis, cuyo poder podría alcanzar incluso un nivel regional, suficiente
para ser reconocido desde fuera como representante de los gallaeci.
En mayo de 460 se iba a cerrar
el último capítulo de la intervención imperial en Hispania. El emperador
Mayoriano entró en Hispania,
se dirigió a la Cartaginense, desde donde preparaba una flota para pasar a
África en una campaña contra los vándalos. Sin embargo, los vándalos fueron
avisados desde la costa cartaginense por unos traidores (proditores),
capturaron una parte de la flota y Mayoriano se tuvo que volver a Italia. Este
golpe de efecto fue aprovechado por Geiserico para firmar un acuerdo con los
romanos, en el cual se reconocía el control vándalo sobre toda África, Córcega,
Cerdeña y las Baleares. A partir de entonces los asuntos de Hispania quedaron definitivamente fuera del
control de Rávena.
A la muerte de Aiulfo, en
junio de 457, los suevos habían quedado divididos: una parte reconocieron como
rey a Maldras, otra a Framta,
quizás elegido éste último por aquellos que habían apoyado a Aiulfo, pero su
liderazgo fue efímero; murió poco después, entre la Pascua y Pentecostés del
año siguiente. Maldras es un personaje que al obispo Hidacio le resulta
especialmente digno de reprobación. En 457 saquea la Lusitania, mata romanos,
obtiene abundante botín y bajo pretexto de paz entra incluso en Lisboa. Al año
siguiente, 458, inmediatamente después de la muerte de Framta, saquea parte de
la Gallaecia limítrofe con el Duero, ese mismo año
atacó Porto y de nuevo asesinó a gente de condición aristocrática, la política
de pactos parece rota y se recurre al saqueo y a la violencia.
La cohesión y centralización
alcanzados por Rechiario dio lugar a una pugna entre grupos tribales. No
sabemos cuál era el mecanismo, si se enfrentaban grupos étnicos distintos o
familias de la aristocracia tribal con capacidad para reclamar jefaturas
militares tradicionales, e incluso el título de rex, como da a entender
Hidacio. La filiación de Maldras como hijo del desconocido Massila no sería casual y debía de tener
importancia para los contemporáneos y seguramente también algún valor
legitimador. Massila podría ser un jefe guerrero reconocido que, desaparecida la
dinastía de Hermerico, reclamó su legitimidad. Con todo, Maldras parece tener
problemas incluso dentro de su familia: en 459 mata a un hermano suyo, y el
único motivo que resulta razonable esgrimir es una lucha por el poder; incluso
su muerte en febrero de 460, debe relacionarse con un crimen
"doméstico" relacionado con desavenencias en la competencia por el
poder o en la manera de ejercitarlo. Por otro lado, da la sensación de que la
elección de Maldras contó con algún tipo de apoyo popular; la fórmula "los
suevos […] se dan como rey a Maldras", remite a una tradición
participativa, una asamblea de guerreros, cuando menos de notables, que
entroncaría con formas ancestrales de caudillaje militar.
La muerte de Franta no había
acabado con la division de los suevos. Al mismo tiempo que Maldras saqueaba
Lusitania, otros suevos, con Rechimundo al frente, hacían otro tanto en Gallaecia. Jordanes nos dice
que, tras la muerte de Aiulfo, los suevos enviaron a unos sacerdotes como
embajadores a Teodorico, y que éste movido por la piedad, les permitió que
eligiesen a un príncipe de su raza, y así designaron para el cargo a Rimismundo. Se introduce aquí
un problema de difícil solución, saber si Rechimundo y Rimismundo, o Remismundo
como lo llama Hidacio, son un solo personaje o dos. En Hidacio, Rechimundo es
mencionado al frente de una partida de suevos, aparentemente como sucesor de la
línea que viene de Franta, Aiulfo e incluso Rechiario, cuando pugna con un tal Frumario para apoderarse "de regni
potestate". Ese Frumario tampoco es denominado rey, sino que está al
frente de otra facción, probablemente la de Maldras, pues aparece en el texto
tras la desaparición de éste último. En 464 Hidacio informa de la muerte de
Frumario, y el nombre de Remismundo sustituye en la crónica a Rechimundo, pero
ahora asume sus derechos como rey y coloca a todos los suevos bajo su soberanía.
Sabemos que un noble de Gallaecia, de nombre Palogorio, probablemente
enviado por los provinciales ha ido a entrevistarse con Teodorico. De regreso a Gallaecia, adonde vuelve con
Cyrila, embajador de Teodorico, se cruzan con otra embajada que Rechimundo
envía, por su parte, al rey visigodo. Vuelven sobre sus pasos y reciben a
Cyrila en la ciudad de Lugo. Cyrila regresa a la Galia, mientras los suevos siguen
haciendo depredaciones en Gallaecia.
En este contexto de viajes y embajadas entre la corte visigoda en Tolosa y la
ciudad de Lugo, donde Rechimundo reside, éste desaparece misteriosamente del
relato de Hidacio y en su lugar aparece Remismundo. La explicación que menos
problemas crea es que se trate de una confusión de copistas, incluso puede
aceptarse un cambio de nombre, pero no hay ruptura en el discurso y plantear
que sean dos personajes distintos es absolutamente problemático. Cyrila es
enviado de nuevo a la provincia y lo hace acompañar de Remismundo y un número
de godos que ya previamente habían venido a Gallaecia.
Cyrila permanece aquí y Remismundo torna a la Galia rápidamente. Entretanto, el
desorden se apodera de las relaciones entre suevos y galaicos.
En la práctica los suevos
estuvieron sin monarquía entre 460 en que muere Maldras y 465 en que aparece
como tal Remismundo. Ignoramos el carácter de las negociaciones establecidas. Isidoro considera que Remismundo se
dirigió a Teodorico una vez elegido rey, después de haber recibido autorización
del rey visigodo para su elección. La relación quedaba sellada en un
intercambio posterior de embajadas y en el envío por parte de Teodorico de
armas y regalos que marcaban en este caso la sumisión de quien las recibía, así
como de la esposa de Remismundo que Teodorico había guardado con él.
En los años inmediatos, la
tutela de los visigodos se iba a manifestar de manera reiterada. Los
intercambios de embajadas fueron constantes: en el año 465 ó 466 un individuo
de nombre Aiax, de origen
gálata pero llegado de la Galia goda fue responsable de la conversión de los
suevos al arrianismo con el concurso del rey. sin embargo, la hipotética
sumisión del rey suevo al godo no resulta tan evidente: a finales de 465 los
suevos entraron por traición en Conimbriga donde se ensañaron con la familia de
un noble, Cantaber,
llevándose a la madre y a la hija; al año siguiente (466) se nos dice que una
embajada de Teodorico intentó en vano, que los suevos levantasen el asedio al
que tenían sometido a los auonenses: los embajadores fueron rechazados con
desprecio. Una ulterior embajada del mismo rey a Remismundo, encabezada por el dux Sulla, a quien veremos unos
años después reconstruyendo el puente de Mérida, probablemente tuvo el mismo
objetivo.
V. La etapa oscura
En el año 466 Eurico asesinó a su hermano Teodorico II
y se proclamó rey de los visigodos. Inmediatamente, envió embajadas, entre
otros, al rey de los suevos. Remismundo la devolvió inmediatamente y a su vez
despachó embajadas propias, tanto a los godos como a los vándalos y al
emperador. La muerte del rey godo pudo ser interpretada como una liberación de
los acuerdos establecidos con él; los primeros en sufrir las consecuencias de
la nueva coyuntura y el sentimiento de independencia del rey suevo fueron los habitantes
de Gallaecia. En primer
lugar, los mencionados aunonenses, con los que los suevos alcanzarán una paz
separada en 468. Pero a continuación parece que los suevos salieron de botín en
todas direcciones, pero se entiende que en las inmediaciones; pero pasados unos
meses (467) el mismo rey encabezó una expedición a Conimbriga, en Lusitania, cuyo
objetivo parece cuando menos alcanzar el Tajo. A comienzos del año siguiente,
los suevos toman Lisboa con el apoyo de un individuo llamado Lusidio, uno de los habitantes
que estaban al frente de la ciudad, ante lo cual, los godos reaccionaron
atacando a los suevos y a los romanos que les estaban sometiendo la Lusitania,
donde habían establecido áreas de influencia bien definidas. Sin embargo, poco
después, los suevos vuelven a saquear lugares de Lusitania pero también el conuentus de Asturica, donde sus bases de poder
eran escasas. Los godos respondieron con equivalente hostilidad saqueando el
citado conuentus y distintas partes de la Lusitania. La
situación resulta desesperada pues tenemos noticia de una embajada despachada
por Remismundo para ver al emperador, en la que, junto a algunos suevos del
entorno de confianza del rey, participa Lusidio. Probablemente buscaba una
mediación con Eurico, frente al cual su pulso de fuerza parecía perdido.
El obispo Hidacio interrumpe
su narración en 469, con lo que no tenemos ninguna crónica que nos informe
sobre los acontecimientos suevos durante unos 80 años. El reino suevo aún
sobreviviría por más de un siglo. De alguna manera los suevos llegaron a un
acuerdo con Eurico. Pasamos de una situación de acoso de las fronteras suevas
en 469, cuando Remismundo ha enviado una embajada ante Antemio, a la aparente
independencia y consolidación del reino que hallaremos unos años después. Tras
la muerte del emperador Antemio, en 472, Eurico se desentiende de todo
compromiso con el Imperio. Ese mismo año procedió a ocupar la Tarraconense,
donde, según parece, aún se obedecía al emperador, que contaba con
representación administrativa y posiblemente algún tipo de presencia militar.
En 476 los godos han tomado Zaragoza y Pamplona y enseguida controlarían ya
toda la provincia. En ese momento Eurico ha alcanzado una indudable
consolidación política de su reino y ha fijado la frontera en los ríos Loira y
Ródano; ha conquistado la Auvernia y con la toma de Marsella, ha llevado sus
territorios hasta el mar y los confines de la Península Itálica. Un acuerdo con
el emperador Nepote en 475 reconoce ya el control godo
sobre Hispania.
Ante la nueva coyuntura, la
resolución del conflicto con los suevos inevitablemente pasó a segundo plano.
Más aún, cuando poco después de la muerte de Eurico en 484 francos, burgundios
y alamanes empezaron a presionar en el norte, el interés político por Hispania se transformó en un proceso de
expansión vital. En la última década del siglo, dos entradas de la crónica de
Zaragoza reconocen ya un sistemático asentamiento de población goda, que
ocuparon sobre todo los parajes centro-orientales de la meseta castellana y zonas
limítrofes. Estos territorios habían formado parte del antiguo conuentus de Clunia, adscrito a Gallaecia en la reforma de Diocleciano, y la
crónica de Albelda se referiría a ellos como “campos góticos”. La
derrota de los godos en Vouillé en 507, frente a los francos, con la muerte del
rey incluida, abría un nuevo periodo de la historia goda y en la historia de la
península ibérica: en el nuevo escenario los suevos iban a encontrar ocasión
para culminar el desarrollo de un reino absolutamente independiente.
Entre los años 469 y 510 los
suevos consolidaron una frontera al norte del Tajo, quizá entre este río y el
Mondego, mientras que hacia oriente parecen haber estabilizado su territorio
aproximadamente en la línea que marcaba la antigua vía romana que unía Mérida y
Astorga, siguiendo al norte del Duero, quizá la línea del río Esla hasta la
Cordillera Cantábrica.
La interrupción de la crónica nos impide saber por cuanto tiempo
Remismundo continuó siendo rey de los suevos. Isidoro escribe que entre
Remismundo y Teodomiro hubo muchos reyes, pero no fue capaz de nombrarlos.
Fuentes de valor no contrastado parecen incorporar dos reyes en esa etapa
desconocida; uno sería el Veremundo,
procedente de una inscripción de San Salvador de Vairâo, fechada en torno a
485, aunque con dificultades de lectura; el otro, de nombre Theodemundo, aparece que un
texto medieval vinculado con la transmisión de la Divisio Wambae, Aunque se
correspondiesen con reyes existente serían solo nombres.
VI. Los últimos reyes suevos
Si tomamos como referencia a
Isidoro de Sevilla, el único autor del periodo que intentó escribir una
historia sueva, tendríamos que aceptar que el primer rey conocido del siglo VI
es Teodemiro, el que saca
del anonimato a aquella serie de reyes arrianos que habrían sucedido a
Remismundo. A él se atribuye la vuelta de los suevos al catolicismo con la
colaboración de Martín,
obispo de Dumio. Sin
embargo, existe una justificada duda sobre esta secuencia simple de acontecimientos.
Gregorio de Tours asocia la primera aproximación al catolicismo en esta etapa a
un rey de nombre Carrarico,
al cual no conocemos por ninguna otra referencia, y las actas del Concilio I de
Braga del año 561 dicen que se celebran con el consentimiento del rey Ariamiro.
Cuando habla de Carrarico,
Gregorio está interesado en narrar prodigios realizados por su santo patrón de
Tours, por lo que este milagro de conversión realizado a distancia no
necesitaba de excesiva comprobación, ni por lo tanto de gran precisión
histórica. Por otro lado, se ha sugerido que Carrarico nunca existió o que, en
realidad, es un error por Ariamiro; y por otro, se ha planteado que Ariamiro y
Teodomiro son la misma persona, e igualmente se pueden identificar a Carrarico
y Teodomiro. Según como entendamos y combinemos estas propuestas podríamos
aceptar tres reyes, reducirlos a dos o incluso a uno.
El carácter hagiográfico del
texto de Gregorio de Tours y que no sea mencionado en ninguna otra fuente,
arroja muchas sombras sobre la historicidad de Carrarico. La duda surge ahora
al intentar comprender por qué Isidoro de Sevilla, ignora la figura de
Ariamiro. Este personaje es elogiado por los otros obispos reunidos en Braga en
el año 562, el tercero de su reinado según el texto, por haber devuelto a la
iglesia de Gallaecia la libertad de reunirse en concilio,
haberles dado vía libre para perseguir a la herejía, y por tanto, aunque
permaneciese como arriano, para reorganizar la Iglesia en el reino y abrir el
camino a la conversión de todo el reino suevo. En este caso se puede argumentar
que Isidoro creyó que era un único rey, o que no conocía las actas de Braga, o
que conscientemente decidió reanudar la enumeración de reyes suevos con el
primero que se convirtió al catolicismo. La solución del problema afirmando que
Ariamiro cambió su nombre en Teodomiro al ser bautizado es ingeniosa, pero no
está refrendada por ninguna fuente. Juan
de Biclaro tampoco resuelve
la confusión; el sitúa a finales del año 569, o quizá ya en 570, el acceso al
trono de Miro, tras
suceder a Teodomiro, sin especificar las condiciones en que se produce; ni
siquiera sabemos si se trata de una sucesión padre/hijo, ni da cuenta tampoco
de los años que había sido rey.
La asociación
Ariamiro/Teodomiro, sean dos personajes o uno solo, retrotrae nuestro
conocimiento de la secuencia de reyes solo a 558 ó 559. Sin embargo, Gregorio
de Tours, en su historia, nos dice que Martín de Braga murió en 580, después de
un mínimo de 30 en el episcopado, y que está elección episcopal ocurrió al
tiempo que la llegada de las reliquias de Martín de Tours. Como en su relato de
los milagros de San Martín ha asociado la llegada de estas reliquias con este
rey Carrarico, debemos pensar que antes de Ariamiro/Teodomiro ha habido otro
rey; no importa la fantasía del relato de Gregorio; ese rey pudo existir,
aunque las demás fuentes no hayan dejado referencia del mismo. De esta manera,
aun aceptando que el valor de las distintas fuentes no es comparable, debemos
considerar que el primer rey suevo conocido del siglo VI sea Carrarico, quien
habría sido rey desde antes de 550 hasta algún momento anterior a mayo de 559.
Si damos por cierta la transmisión de los concilios bracarenses, debemos
aceptar que en estas fechas llega al trono Ariamiro, pues en el momento de la
celebración del conocido como primer concilio de Braga, el día 1 de mayo de
561, estaba en el tercer añó de reinado. No sabemos cuando fue Ariamiro
sucedido por Teodomiro, pero rechazamos que sean el mismo personaje. Teodomiro
se asocia con un hipotético concilio celebrado en Lugo en 569, del cual se ha
guardado memoria en el texto del Parrochiale
Suevum. Juan de Biclaro que narra la sucesión de todos los reyes suevos
con posterioridad a 567 en que inicia su crónica, da cuenta de la sucesión de
Teodomiro en Miro, pero no
da la llegada al trono del primero, por lo que podemos suponer que se ha
producido entre mayo de 561, cuando Ariamiro autoriza celebrar el concilio
primero de Braga, y el momento en que se inicia su crónica (567). Difícilmente
habría ignorado el acceso al poder de un rey suevo en esos años; sería
sustituido por Miro en el año 570, ahora ya con el testimonio firme del mismo
Juan de Biclaro.
Un poco más de información
nos llega con la figura de Miro, al que se ha hecho hijo del anterior con el
único fundamento de la proximidad fonética de sus nombres. En una entrada que
Juan de Biclaro hace en su crónica en 571 ó 572, nos dice que Miro llevó la
guerra contra los runcones. Se trata de la primera referencia a una actuación
sueva fuera de los límites territoriales consolidados en el periodo oscuro. Es
posible que este pueblo merodease en la frontera norte del reino. Ni tampoco
podemos afirmar si esta actuación en el exterior provocó una reacción por parte
de los visigodos, pues, al año siguiente, Leovigildo aparece en campañas contra
los sappos, en Sabaria, en territorios que se
han asociado con la frontera sueva del Duero. Es posible que se hubiese
iniciado de esta manera una escalada de enfrentamientos donde algunos
identifican a los suevos con los “pervasores” que habrían invadido la
provincia de Cantabria y que Leovigildo habría aniquilado en 573 ó 574, al
tiempo que tomaba Amaya. Un año después, el biclarense narra la entrada del rey
visigodo en los montes Aregenses, cuya resistencia asocia con un “loci
seniorem”, pero que Isidoro identifica con una ciudad, o incluso con un pueblo,
en cualquier caso ubicados entre León y Orense. Esta sucesión de campañas no
parecen ser sino un preludio, una preparación para su irrupción en el reino
suevo. Pocos meses después Leovigildo llevó sus acciones directamente contra la
frontera sueva, aunque ante los ruegos del rey Miro se retira, pero reconoce el
cronista que fue una paz poco duradera.
Puede que Leovigildo
prefiriera una paz circunstancial ante el cúmulo de frentes en los cuales
estaba combatiendo. Simultáneamente a las campañas mencionadas, Leovigildo ha
estado luchando contra los imperiales instalados en el sur de la Península
desde verano de 572, cuando llamados por Atanagildo para hacer frente a las tropas de Agila, decidieron no abandonar
el territorio tras la victoria del primero. Fruto de este esfuerzo ha sido la
toma de algunas fortalezas importantes y probablemente la fragmentación del
espacio ocupado por los soldados bizantinos. Su esfuerzo se ha dirigido
igualmente a reducir la resistencia de las ciudades que se mantenían rebeldes
al poder visigodo, entre las cuales Córdoba, tomada en 571, fue la que mostró
una resistencia más encarnizada. Sucesión de campañas que culminaría con la
conquista de la Orospeda,
“provincia” situada en el sureste de la Península aunque de localización
incierta, que el rey se apropia tras la toma de ciudades y fortalezas.
En la narración de Juan de
Biclaro, el sometimiento total de Hispania estaba pendiente exclusivamente de la
conquista de Gallaecia y de la expulsión de los reductos
bizantinos. Si atendemos el criterio del biclarense, en 577 la sensación de
tranquilidad interna y de victoria era absoluta, hasta el punto de que pudo
dedicar sus esfuerzos a fundar una ciudad de claro signo dinástico y
propagandístico. Sin embargo, al año siguiente, un aparentemente inesperado
acontecimiento iba a alterar la victoriosa serie de campañas de Leovigildo. Su
hijo Hermenegildo, al que
podría haber entregado una parte de su reino para su gobierno, se levanta
contra el rey, se hace fuerte en Sevilla y consigue aunar en su favor a un
considerable número de ciudades y fortalezas. El usurpador va a llamar en su
auxilio a bizantinos y suevos, quizá también a los francos, pero el único que
de manera efectiva va a presentase en auxilio del pretendiente va a ser el rey
Miro.
El episodio es en realidad
bastante poco glorioso, incluso ambiguo. Juan de Biclaro dice que Miro llegó en
ayuda de Hermengildo para tomar Sevilla y allí murió, aunque el relativo
“cuius” puede hacer pensar también que acude en ayuda de Leovigildo. Se ha
interpretado que apoya al rebelde porque se ha dado mayor credibilidad al
relato detallado de Gregorio de Tours, según el cual, miro se acercó a las
proximidades de Sevilla y estaba aguardando el desarrollo de las operaciones,
especialmente la toma de la fortaleza de Osser (San Juan de Aznalfarache), donde
Hermenegildo se había refugiado con 300 hombres, para atacar a Leovigildo. Pero
fue sorprendido y rodeado, inmediatamente se rinde y jura fidelidad a
Leovigildo con quien intercambia regalos para sellar la alianza.
Isidoro interpretó los hechos
de forma diferente, considerando que Miro había llegado a Sevilla en auxilio de
Leovigildo. Es probable que esta afirmación proceda de una interpretación en
este sentido del texto del biclarense o quizá del desarrollo posterior de los
acontecimientos, especialmente del juramento de fidelidad que hace el rey Miro,
y que muerto este, es inmediatamente renovado por su hijo Eborico, de manera que la
sucesión en el reino de Gallaecia parece una concesión graciosa por
parte del rey visigodo. De hecho, Juan de Biclaro da a entender que la elección
como rey del joven hijo de Miro se ha hecho en la misma Sevilla, mientras que
Gregorio de Tours dice que Miro murió unos días después de regresar a Gallaecia, enfermo por las
malas aguas y el aire insano de Hispania.
El biclarense incluso deja entrever que Leovigildo solo interviene en Gallaecia cuando Eborico es depuesto por un
usurpador ilegítimo. Como última alternativa explicativa, cabría imaginar que
Miro llegase a Sevilla con una ambigüedad calculada; ni Isidoro ni Gregorio
afirman que entre en combate, sino que se encuentra a la espera mientras que
los otros contendientes están en plena batalla. Es posible que, dada su escasa
capacidad militar, el rey suevo estuviese atento al desarrollo de los
acontecimientos; en cuanto la situación beneficia a Leovigildo, se apresura a
jurarle fidelidad, o a renovarla, si en 576, como quieren algunos, se ha fijado
ya una postura de sumisión por parte de Miro.
Una noticia aparentemente
descontextualizada de Gregorio de Tours, dice que el rey Miro envió una
embajada a la corte del rey Gontram de Borgoña, pero que interceptada
por los hombres de Chilperico en las proximidades de Poitiers,
los legados fueron capturados y retenidos durante un año. Es probable que el
rey de Borgoña se había mantenido remiso ante los requerimientos del rebelde y
es creíble que Miro buscase ahora incrementar la alianza contra Leovigildo
consciente de que era, a medio plazo, el único medio de asegurar la
supervivencia del reino.
Sin embargo a falta de apoyo
exterior eficaz, el destino del reino tras la inútil expedición de Miro a la Bética
estaba decidido. Por un lado, la expedición habría generado un elemento de
debilidad. La estabilidad que miro había aportado al reino en sus trece años de
reinado no aseguró la sucesión de su hijo Eborico. Apenas un año después de
acceder al trono, éste fue depuesto por Andeca,
quien se casó con la viuda del rey Miro, Siseguntia y mandó a Eborico a profesar como
monje en un monasterio. Es posible que la deposición de Eborico fuese un acto
de protesta dentro del circulo de poder más próximo a la corte. Andeca, además
de casase con la viuda de Miro, en un acto que buscaba la legitimidad, estaba
emparentado previamente con el rey; según Gregorio de Tours estaba casado con
una hija. La explicación más plausible es que se intentase recuperar la
soberanía que los sucesivos juramentos de fidelidad, presuntamente forzados, de
Miro y Eborico habían puesto en entredicho. Asimismo, Isidoro insiste en la juventud de Eborico, a
quien llama adolescente; desde este punto de vista, la excesiva juventud sería
un argumento para forzar una sustitución en el mismo entorno cortesano: el
matrimonio de Andeca con su madre se asemeja a una apropiación de la dinastía.
De ahí que Juan de Biclaro llame al acto de Andeca tiranía, esto es, usurpación
de un gobierno ilegítimo, legitimidad que como había ocurrido el siglo anterior
procedía de la tutela visigoda.
En esta línea de
justificación Juan de Biclaro presenta la campaña de Leovigildo en Gallaecia como una restitución amparada en la
legalidad. Andeca, una vez capturado y privado del reino, es tonsurado, lo que
le incapacitaba para volver a reinar, se le obliga a aceptar las órdenes del
presbiterado y es deportado a Lusitania. Sin embargo, los visigodos no
restauran al monarca legítimo. Depuesto Andeca el reino suevo es convertido en
una provincia de los godos, apropiándose Leovigildo de su reino, su pueblo y su
tesoro. La nueva situación no fue aceptada sin resistencia; las tropas que el
rey visigodo dejó en Gallaecia tuvieron que atajar el intento
de un tal Malarico por restaurar la monarquía sueva; el
biclarense, que de nuevo llama tirano a este pretendiente muestra que estuvo a
punto de conseguir su objetivo. Sin embargo, fue el único episodio conocido de
la historia sueva; el reino que como anotaba Isidoro había durado 177 años,
quedaba ahora subsumido como una parte del visigodo y las referencias suevas
fueron borradas del recuerdo de los cronistas y de las fuentes posteriores del
reino.
Relaciones de parentesco y sucesorias entre los reyes suevos |
Bibliografía:
PABLO C. DÍAZ MARTÍNEZ: El Reino Suevo. Ediciones Akal, 2011.
HAROLD V. LIVERMORE: Orígenes de España y Portugal. Biblioteca Histórica Orbis, 1985; Vols. nº 42 y 43.
FERNANDO GARCÍA DE CORTAZAR: Atlas de Historia de España. Editorial planeta, 2005.
PABLO C. DÍAZ MARTÍNEZ: El Reino Suevo. Ediciones Akal, 2011.
HAROLD V. LIVERMORE: Orígenes de España y Portugal. Biblioteca Histórica Orbis, 1985; Vols. nº 42 y 43.
FERNANDO GARCÍA DE CORTAZAR: Atlas de Historia de España. Editorial planeta, 2005.
Excelente artículo sobre el reino suevo.
ResponderEliminarMuchas gracias