jueves, 5 de marzo de 2015

Roma y la conquista de la Península Italiana (700-264) (II): La Recuperación de Roma tras el Saqueo Galo (390-350)


La antigua tradición romana sostenía que Roma había sufrido terriblemente a manos de los galos, pero que la calamidad fue seguida por una recuperación milagrosa. Se nos pide que creamos que, con su ciudad en ruinas, sus recursos humanos drásticamente reducidos, y sus aliados en revuelta tácita o abierta, los romanos fueron capaces de restaurar su anterior posición casi inmediatamente. En una año desde la partida de los galos la ciudad había sido casi completamente reconstruida, y se habían ganado espectaculares batallas contra enemigos por todas partes. Esos extraordinarios éxitos supuestamente debieron mucho al liderato inspirado de Camilo, quien fue considerado como el segundo fundador de Roma.

Los historiadores modernos, no obstante, son propensos a cambiar esta imagen: o bien aceptan que el Saqueo fue ciertamente calamitoso, pero niegan la historia de la rápida recuperación tachándola como ficción, o aceptan el guión básico de los sucesos en los años después de 390, pero minimizan los efectos del Saqueo. Ambas opiniones tienen puntos a su favor. En apoyo de la primera se ha argumentado que la invención de victorias compensatorias a continuación de las derrotas era un hábito regular de los analistas romanos tardíos; que la versión recibida está en desacuerdo con la de Polibio, nuestra autoridad superviviente más antigua; y que no hay mención de las victorias de Camilo en Diodoro, que generalmente se ha supuesto que había seguido una fuente antigua. Por otra parte, hay buenas razones para dudar de la imagen de extensa destrucción y pérdida de vidas que se presenta en el relato analístico. Se sugería allí que el daño físico a la ciudad fue superficial, que la población civil había sido evacuada y que las pérdidas humanas del Allia no fueron grandes.

Un compromiso razonable podría estar en que la patriótica tradición analística exageró tanto la extensión del desastre como la magnitud de la siguientes victorias. Pero si las acciones de Camilo después del ataque galo han sido exageradas, no necesariamente se deduce que son el producto de una pura invención. El mismo Camilo es desde luego histórico, y no hay buenas razones para dudar que dominó los asuntos en los años que siguieron al Saqueo. Figura prominentemente en los fasti, que le acreditan con tres tribunados consulares y tres dictaduras en los años que van desde 389 a 367 a.C. Tal carrera, aunque notable, no tiene paralelo en el registro que sobrevivió del periodo. De hecho, Camilo puede ser considerado como el primero de tales líderes que mantuvieron una multiplicidad de cargos y dominaton la vida política del estado en el siglo IV.

Es cierto, no obstante, que los éxitos de Camilo no son mencionados por Polibio o Diodoro. Algunos historiadores modernos han tomado como axioma que las versiones de Polibio y Diodoro serían preferidos para la tradición analística posterior seguida por Livio, Dionisio de Halicarnaso y Dión Casio. Polibio no da un relato sistemático de los sucesos de este periodo, sino que simplemente alude a ellos de paso en el curso de una interesante digresion sobre las guerras gálicas de Roma. En cuanto a Diodoro, la identidad de la fuente que siguió para su historia romana queda en el msiterio. Que fuera el trabajo de un analísta temprano es posible, pero de ningún modo seguro. En cualquier caso, las noticias de Diodoro de la temprana historia romana son tan escasas, y su eleccion de sucesos es tan idiosincrático, que nada puede deducirse legítimamente de su silencio sobre cualquier tema. Queda el hecho de que Livio es la única fuente que da una historia narrativa de larga duración del siglo IV, y no es buen método considerar automáticamente sospechoso todo en Livio que no esté corroborado por otra fuentes.

En particular, no hay garantía para el punto de vista de que hay dos tradiciones sobre las décadas que siguieron al desastre gálico. Polibio nos cuenta que, tras la destrucción de Roma por Breno, pasaron treinta años antes de que los galos volvieran al Lacio. También afirma que durante el intervalo, los romanos recuperaron su supremacía sobre los latinos. Esto parece ser una alusión específica al hecho, reconocido por Livio, de que de las federaciones hérnicas y latinas retiraron su apoyo a Roma tras el saqueo, y que el tratado casiano quedó en suspenso hasta que fue renovado en 358 a.C. No obstante, esto no significa que los romanos estuvieran durante treinta años reducidos a la impotencia; ni indica necesariamente que les tomó treinta años restaurar el status quo ante. De hecho, la posición del estado romano era mucho más fuerte en la decada de 350 de lo que lo había sido una generación antes. Hacia mediados del siglo IV el alcance de la actividad militar y diplomática de Roma se había expandido enormemente, y por primera vez su poder e influencia se sentían más allá de las fronteras del Lacio.

Vale la pena señalar que en este periodo la línea principal de sucesos como se cuenta en la tradición literaria puede ser aceptado con un grado mucho mayor de confianza. La información en nuestras fuentes mejora notablemente tanto en cantidad como en calidad desde la década de 360 en adelante. Es cierto que el mismo Livio tiene un punto de vista más bien diferente del asunto. Argumenta que el registro es más completo y fiable durante el periodo después del Saqueo, y marca un segundo hito en 343 a.C cuando cambia la escala de su narrativa. Pero los argumentos de Livio están basados no sobre un conocimiento de primera mano, sino sobre impresiones puramente objetivas. Para un lector moderno del texto de Livio está claro que la base probatoria para la narrativa de las décadas después de 390 a.C. no es mejor (aunque no precisamente peor) que para el periodo antes del Saqueo, mientras que hay un marcado cambio en el carácter de la tradición desde c.366 en adelante, cuando el relato de Livio se vuelve mucho más detallado.

Aquí parecen estar las dos razones para esta mejoría. En primer lugar, ahora estamos comenzando a acercarnos al periodo que estaba dentro de la memoria viviente de los primeros historiadores romanos y sus informantes. El historiador romano más antiguo, Fabio Pictor, nació probablemente en el segundo cuarto del siglo III, y habría encontrado y hablado con hombres que recodaban la Gran Guerra samnita (327-304 a.C.) y la censura de Apio Claudio (312), y que habían conocido ellos mismos a hombres de la generación de M. Valerio Corvo (cónsul en 348, 343, etc). En segundo lugar, deberíamos notar que desde la década de 360 Livio comienza a incluir muchas más noticias rutinarias de sucesos anuales, por ejemplos, las muertes de los oficiales, la designación de dictadores para propósitos religiosos o electorales, y, en el estallido de una guerra, el envío de los fetiales y el voto formal de la asamblea centuriada. Tales noticias deben indicar el uso creciente de indicios documentales de registros oficiales. Es tentador conectar la disponibilidad más grande de registros oficiales con los cambios constitucionales de 367 a.C. En cualquier caso, la calidad mejorada del registro no está en duda.

El crecimiento evidente del poder romano entre las décadas de 390 y 350 debe servir para autenticar los éxitos militares romanos que se recuerdan en la época después del Saqueo -ciertamente nos exige presuponerlos. No hay nada particularmente sorprendente en el hecho de que, incluso sin el apoyo de los latinos y hérnicos, los romanos fueron capaces de embarcarse en una agresiva política militar. Como hemos visto, sus recursos físicos no fueron, con certeza, seriamente aminorados por la incursión gala, y las circunstancias les favorecieron generalmente. el punto puede ser ilustrado por un breve estudio de cómo estaban las cosas en la época de la incursión.

a) El factor único en importancia, que contribuyó al reforzamiento de Roma en este tiempo, fue la anexión del territorio de Veii [Veyes] (ager Veientanus) en 396 a.C., que había incrementado el tamaño del territorio de Roma en unos 562 kilómetros cuadrados. Si se cuentan otras ganancias territoriales hechas durante el siglo V (Crustumerium, Ficulea, Fidenae, Labici), es posible calcular que el ager romanus había doblado su tamaño desde la caída de a monarquía, desde unos 822 kilómetros cuadrados en 509 a.C. hasta unos 1582 en 396. Es razonable asumir un incremento correspondiente en recursos humanos.

Después del Saqueo Galo los romanos consolidaron su posesión sobre los nuevos territorios. Los ataques hostiles de las ciudades etruscas fueron rechazados por Camilo en 389 y 386 a.C., después de los cuales no tenemos noticias de ninguna otra amenaza en las fronteras septentrionales de Roma durante casi treinta años. El principal adversario era presumiblemente la ciudad de Tarquinii, con la que Roma compartía ahora una frontera común al noroeste de ager Veientanus, aunque la tradición habla (seguramente de manera errónea) de una empresa conjuntade toda la nación etrusca. En 388 los romanos mismos invadieron el territorio de Tarquinii y capturaron otras dos ciudades, por otra parte desconocidas, Cortuosa y Contenebra. El objetivo general de la política de Roma era establecer una firme frontera junto al monte Cimini, que forma una barrera natural; una fase importante en el proceso fue la fundación de colonias latinas en Sutrium (Sutri) y Nepet (Nepi), probablemente en 383, aunque hay alguna confusión en nuestras fuentes sobre la fecha exacta. La importancia estratégica de esas dos puestos avanzados fue reconocida por Livio, que las compara con 'barreras y puertas de Etruria' ('Etruria...claustra...portaesque': Livio VI.9.4).

Entretanto, el estado romano estaba organizando el asentamiento en el ager Veientanus. unos años antes se habían distribuidos parcelas de tierra veyentina a ciudadanos romanos. Luego, en 389 se confirió la ciudadanía romana a la población nativa superviviente, así como a los habitantes del territorio que había sido arrebatado a los Capenates y los Faliscos en 395 y 394. Livio considera esta concesión de ciudadanía como recompensa para un puñado de colaboracionistas romanos, y sugiere que el núcleo de la población fue vendida como esclava. Aunque algunos autores aceptan la versión de Livio, parece reflejar de hecho las actitudes y prácticas de una época posterior, cuando la ciudadanía romana era altamente valorada, y la esclavización en masa era un rasgo común de la política romana. Es mucho más probable, dada la ausencia en este periodo de un mercado para tan vasto número de esclavos, que solo una minoría de los derrotados veyentinos fuera vendida.

La repoblación del ager Veientanus se completó probablemente en 387 a.C., cuando se crearon cuatro nuevas tribus: la Stellatina, Tromentina, Sabatina y Arniensis. El control romano sobre la región fue la región fue simbolizado por el hecho de que poco después del Saqueo comenzaron a construir una nueva muralla de la ciudad, hecha de piedras cuadradas de las canteras de Grotta Oscura, cerca de Veyes. También es relevante destacar que el muro, que era de unos 11 kilómetros de largo, encerraba un área de c.426 hectáreas. Hacia el comienzo del siglo IV a.C., la ciudad de Roma era el asentamiento urbano más grande de la Italia central.

b) Otra circunstancia que trabajó a favor de los romanos fue su alianza con Caere. Caere había apoyado a Roma contra Veyes y había proporcionado refugio a las Vírgenes Vestales en tiempos del saqueo gálo. Esto fue el producto de una entente de larga duración que continuó después del saqueo. Pero los términos jurídicos precisos de la relación se desconocen y han dado lugar a mucho debate. La cuestión tiene importantes repercusiones, y será necesario delimitar los puntos principales de la controversia en una breve digresión.

En alguna fase de su historia Caere fue incorporada al estado romano con la forma restringida conocida como civitas sine suffragio ('ciudadanía sin sufragio'). Algunas fuentes sostienen que este acto de unión tuvo lugar después de la partida de los galos de Roma en 390 a.C., y que Caere fue la primera comunidad en recibir la civitas sine suffragio. Se destacó que una concesión de ciudadanía sin plenos derechos políticos era una recompensa más bien pobre para la ayuda que el pueblo de Caere había dado a los romanos en su hora de necesidad. La versión de Livio es bastante diferente. Él define la relación entre Roma y Caere como 'amistad de hospedaje pública' ('hospitium publicum'), que probablemente significa que en Roma un ciudadano de Caere podía disfrutar de todos los derechos privados y privilegios de la ciudadanía romana pero estaría libre de sus cargas y obligaciones. Lo mismo se aplicaría a los romanos en Caere. En cierto modo, más tarde, en la década de 350, Livio registra una guerra entre Caere y Roma que terminó en 353 con una tregua (indutiae) de 100 años. Esta información debe implicar que Caere aún era un estado soberano independiente y parece descartar cualquier posibilidad de que los Caeretanos hubieran sido ciudadanos romanos sine suffragio ya fuera en 390 o en 353 a.C., aunque ambas cifras han sido ampliamente sondeadas.

Como compromiso se ha sugerido que la institución de civitas sine suffragio en su origen no implicaba la incorporación al estado romano, pero era una forma de ciudadanía potencial u honorífica similar al derecho latino; y que a lo que Livio se refería como hospitium publicum no era, de hecho, otra cosa que esta civitas sine suffragio original. Un pasaje de Aulo Gelio proporciona un apoyo a esta opinión, que escribe que los caeretanos se convirtieron en los primeros municipes sine suffragio, y recibieron el honor de la ciudadanía sin ninguno de sus compromisos o cargas.

Pero una opinión igualmente plausible es que los anticuarios romanos simplemente estaban equivocados cuando fechaban la civitas sine suffragio en tiempos de la invasión gala. Su error había resultado de una interpretación simplista de un documento o grupo de documentos conocidos como la Tabula Caeritum (el 'Registro de los Caeretanos'). Las tabulae Ceritum eran, al parecer, listas en las que los censores acostumbraban introducir los nombres de los ciudadanos romanos que no poseían plenos derechos de sufragio. El hecho de que las listas fueran llamadas Tabulae Caeritum se tomó para insinuar que hubo un tiempo en que los únicos nombres que contenía eran los de los caeretanos, y por lo tanto, que los caeretanos fueron los primeros en poseer la civitas sine suffragio. Esta conclusión puede ser o no correcta; lo importante es que la relación entre Roma y Caere en los años que siguieron a 390 a.C. implicaba una concesión recíproca de ciudadanía honorífica, y no importa mucho si lo consideramos como hospitium publicum o como una forma primitiva de civitas sine suffragio.

El problema que subsiste es la cuestión de cuándo fue Caere finalmente absorbida en el estado romano como civitas sine suffragio en su forma posterior -que implicaba todas las caras y obligaciones de la misma pero ninguno de los derechos políticos. Aquí la teoría más llamativa es aún la de Beloch, que fechó la incorporación de Caere en 273 a.C., cuando la ciudad fue privada de la mitad de su territorio a raíz de una revuelta.

El origen de la civitas sine suffragio es fundamental para nuestro conocimiento del desarrollo del marco jurídico de las relaciones externas de Roma, y es esta cuestión abstracta la que ha sido el foco de la discusión moderna. Menos atención se ha prestado al problema más específico de cómo afectó la relación entre Roma y Caere a los asuntos políticos y militares de Italia central en el siglo IV. Por ejemplo, no tenemos idea de en que extensión, si la hubiera, el entendimiento entre las dos ciudades implicaba cooperación militar. Pero en cualquier punto de vista está claro que juntas eran una coalición formidable. Se ha argumentado de modo verosímil que eran una amenaza para Dionisio de Siracusa.

Una consecuencia de la entente fue que los romanos comenzaron a prestar más atención al más amplio mundo del  Mediterráneo occidental. Una colección de noticias desconectadas y aparentemente improbables pueden ser unidas en una historia coherente que tiene sentido en el contacto de la alianza con Caere. Justino nos cuenta que en 389 a.C. Roma hizo una alianza formal con Massalia, y añade la información concreta de que los visitantes masaliotas a Roma iban a disfrutar de ciertos privilegios. Esta cláusula parece evocar la institución del hospitium publicum, que probablemente era un rasgo común de los tratados internacionales en este periodo, y no una institución nativa romana en absoluto. Poco después Diodoro registra que los romanos enviaron una colonia de 500 ciudadanos a Cerdeña; y una anécdota de Teofrasto se refiere a un intento romano de colonizar Córcega, pero sin ninguna indicación de la fecha. Debemos destacar, además, que los más recientes estudios de los indicios arqueológicos fechan la fundación de un asentamiento fortificado en Ostia en el periodo 380-350 a.C. no sabemos nada más que esto, así que es imposible si este espíritu romano de aventura tenía objetivos comerciales o piráticos, o si había algún propósito estratégico más amplio.

La evidencia de actividad marítima romana es sorprendente, e inusual en los romanos, quienes más tarde fueron célebres por tener una sana aversión al mar. Algunos estudiosos han rechazado, es verdad, las informaciones del relato. Pero el hecho de que no aparezcan en las fuentes analísticas no es necesariamente un argumento para rechazarlas. El que deriven de una tradición griega independiente (directamente en el caso de Teofrasto) bien puede estar a su favor. Y seguramente es imprudente rechazar las evidencias simplemente sobre el terreno de que no se ajustan a las expectativas.

c) Una tercera circunstancia que favoreció a los romanos en este tiempo fue la relativa debilidad de sus vecinos meridionales. En el curso del siglo V Roma había llegado a dominar a sus vecinos latinos y hérnicos y hacia 400 a.C. había reducido a los volscos y ecuos a la impotencia virtual. Acciones victoriosas contra esos pueblos a fines del siglo V habían dado a los romanos una posición de supremacía en el valle del alto Trerus y la región pontina, aunque todavía no eran capaces de mantener presencia permanente allí, aparte de puntos fortificados donde se establecieron colonias latinas, tales como Velitrae, Vitellia y Circeii. En el medio siglo desde el saqueo galo encontramos al estado romano enfrentado en una guerra casi continua en la región Pontina, el distrito que durante un siglo había estado en manos volscas. A veces se sugiere que los volscos fueron capaces de obtener ventaja de la debiidad de Roma tras la incursión gala, y que en los años siguientes los romanos tuvieron que combatir una renovada ofensiva volsca. Pero este punto de vista no tiene ningún apoyo en las fuentes. De hecho, el registro muestra que las campañas de Roma no fueron operaciones defensivas destinadas a repeler ataques hostiles, sino que eran más bien un intento coordinado para extender su control en la región. El resultado confirma la veracidad general del registro. Teniendo este punto en mente, pues, podemos ahora volvernos a un examen de los sucesos mismos.

En el año de la partida de los galos Camilo derrotó a los volscos de Antium en un lugar al sur de Lanuvium llamado 'ad Maecum'. Esta campaña quizá fuera una respuesta a un ataque volsco, pero no es impensable, dada la localización de la batalla, que los romanos hubieran decidido una demostración de fuerza. En cualquier caso las fuentes están todas de acuerdo en el que el resultado fue decisivo. La victoria fue seguida por lo que en la jerga común sería llamado un 'ataque preventivo' contra los ecuos; los ecuos fueron tomados por sorpresa cuando Camilo y su ejército descendieron sobre ellos cerca de Bolae, que entonces fue capturada en el primer ataque. El año siguiente (388), los tribunos militares 'dirigieron un ejército contra los ecuos, no para hacer la guerra (pues se admite que los ecuos fueron derrotados) sino por el odio, intentando destruir sus tierras y dejándoles sin fuerza para futuros planes'. Después de esto las fuentes no hacen otras menciones de los ecuos hasta su desafortunada rebelión en 304 a.C.



Una indicación de la agresiva postura de los romanos en esta época es dada por la información de su intento de anexionar la llanura Pontina. Se dice que en 388 y 387 los tribunos de la plebe estaban agitados por la distribución del ager Pomptinus o 'territorio Pontino' (es decir, su distribución en parcelas individuales). Una victoriosa campaña de Camilo en 386 (si es que no es un doblete de la de 389) fue seguida por la fundación de colonias en Satricum (Le Ferriere) en 385 y Setia (Sezze) en 382, lugares fortificados que dominaban la llanura pontina desde el norte y este respectivamente. En 383 una comision de cinco hombres fue designada para distribuir el ager Pomptinus (quinqueviri agro dividendo). La tarea no fue totalmente completada hasta 358 a.C., y no podemos decir cuanto progreso se hizo en el intervalo. La demora fue debida casi con certeza en parte a la desesperada resistencia ofrecida por los volscos del distrito pontino, cuya existencia misma como pueblo separado estaba directamente amenazada; los romanos habían decidido claramente seguir la misma política en esta región que la que habían tenido contra Veyes.



Es contra este trasfondo que podemos comenzar a entender el puzzle de las relaciones entre los romanos y sus aliados latinos y hérnicos. Livio habla de una revuelta (defectio) inmediatamente después del Saqueo, pero  el registro de sucesos muestra que Roma no se enfrentó a un levantamiento armado a gran escala del tipo que había ocurrido tras la caída de la monarquía y que iba a ocurrir de nuevo en 340 a.C. Más bien parece que los acuerdos del foedus Cassianum simplemente caducaron, y que la colaboración militar dejó de funcionar. Livio escribe, sobre el año 386 a.C., 'en el mismo año fue demandada satisfacción de los latinos y de los hérnicos, a quienes se preguntó por qué en los últimos años no habían proporcionado contingentes militares como habían acordado hacer'. Lo que desconcertó claramente a Livio y sus fuentes fue el hecho de que los romanos no dieron pasos activos para rectificar este estado de cosas. La sugerencia de que estaban impedidos de hacerlo así en varias ocasiones a causa de los peligros mayores en otros frentes es una racionalización transparente.

La respuesta probablemente es que ya no le convenía a los romanos forzar los términos del foedus Casianum. El tratado, después de todo, había llegado a existir en un época en que Roma y los latinos estaban amenazados por fuerzas externas, y había servido a los intereses de ambas partes; pero ahora que las amenazas externas habían retrocedido ya no era interés de los romanos suscribir un tratado que inhibía sus oportunidades de expansión territorial posterior.

Muchas de las comunidades latinas parecen haber permanecido fieles a Roma. Esto está atestiguado en el caso de Tusculum y Lanuvium, y es probablemente cierto de otras ciudades también, como Aricia, Lavinium y Ardea. Estas comunidades probablemente continuaron enviando tropas y tomando parte en las colonias latinas que fueron fundadas por Roma. La diferencia era que los romanos estaban tratando ahora con cada uno de ellos individualmente en lugar de con todos ellos colectivamente.

Algunos pueblos latinos, no obstante, eran abiertamente hostiles, y se unieron a los volscos en resistencia armada contra Roma. El resultado fue una reversión de lo que había ocurrido en el siglo V, cuando los latinos habían unido fuerzas con Roma en respuesta a los ataques volscos; ahora se estaban uniendo con los volscos contra la amenaza de la invasión romana. Los secesionistas incluían a los colonos latinos de Velitrae y Circeii. Su acción puede ser explicada parcialmente sobre la presunción de que la mayoría de su población realmente consistía en habitantes volscos originales, y en parte por el hecho de que estaban especialmente amenazados por el plan de los romanos de invadir la llanura Pontina. No es del todo sorprendente que la mas cercana de las viejas comunidades latinas, Lanuvium, también es registrada uniéndose a los volscos en 383 a.C., aunque hasta ahora había sido leal.

 

De los estados latinos que se opusieron a los romanos en este periodo los más extensos y poderosos eran Tíbur y Praeneste. Es probable que esas ciudades no hubieran pertenecido a la liga Latina en el siglo V, y solo comenzaron a tomar parte en los asuntos de la región después de la retirada de los ecuos. En todo caso se convirtieron en formidables adversarios de los romanos en el siglo IV. Como se ha visto, las hostilidades entre Roma y Tíbur no comenzaron hasta 361 a.C., pero ya en 382 se registra a los praenestinos atacando a los aliados de Roma y uniéndose a los volscos. El relato de Livio de los éxitos romanos contra Praeneste en 380 a.C. tiene un sonido auténtico: 'Tito Quinctio (Cinncinato) regresó entonces en triunfo a Roma. Obtuvo una victoria en una batalla campal, tomando nueve ciudades por asalto y aceptando la rendicion de Praeneste, y trajo con él una estatua de Iuppiter Imperator que se había llevado de Praeneste. A esta la ubicó entre los santuarios de Iuppiter y Minerva, con una placa fijada por debajo para conmemorar sus hazañas llevando una inscripción a este efecto: "Iuppiter y todos los dioses concedieron que el dictador Tito Quinctio capturara nueve ciudades" '.

Al sur hubo una fiera lucha en el distrito Pontino, con Satricum y Velitrae en el centro de acción. Satricum fue tomada y retomada repetidamente en el periodo entre 386 y 346 a.C.; Velitrae fue objeto de continuos ataques por los romanos y su captura es registrada en 380 y otra vez en 367 después de un largo asedio.

No puede caber duda sobre la naturaleza expansiva y agresiva de la política romana en esta época. La más clara demostración de las intenciones de los romanos ocurrió en 381 a.C. cuando anexionaron Tusculum. En un sentido este paso era lógico, ya que Tusculum estaba ya completamente, o casi completamente rodeado por territorio romano. Las fuentes sugieren que los tusculanos se habían vuelto desafectos, y que realmente se habían unido a los volscos; dado el carácter amenazante de las recientes acciones de Roma, en conjunto no debería resultar sorprendente. Camilo fue enviado con un ejército contra Tusculum, que se rindió sin un golpe. Los habitantes libres fueron admitidos inmediatamente a la ciudadanía romana.

La tradición romana posterior tuvo a bien considerar este acto como de gran generosidad, signo de la humanidad de los romanos en general y de Camilo en particular. Pero esta presentación anacrónica oculta el hecho de que la incorporación de Tusculum marca la aniquilación política de una comunidad independiente. No necesitamos sorprendernos de que Tusculum se uniera a los insurgentes en tiempos de la gran revuelta latina, ni debemos lanzar dudas sobre los intentos registrados de los otros latinos para despegar a Tusculum de Roma.

Parece cierto que los tusculanos recibieron la plena ciudadanía romana (civitas optimo iure) más que la civitas sine suffragio. No obstante, retuvieron su identidad corporativa y estuvieron internamente autogobernados, pero estaban sujetos a todos los deberes y obligaciones de los ciudadanos romanos (sobre el pago del tributum y servicio en las legiones). Así, Tusculum se convirtió en un municipium romano, una palabra cuyo significado original no es seguro, pero que en tiempos posteriores fue el término habitual para cualquier comunidad incorporada al estado romano como un cuerpo autogobernado de ciudadanos romanos. El punto de vista de que el término originalmente se aplicaba solo a cives sine suffragio, y no a cives optimo iure, es probablemente erróneo. Podemos concluir, por tanto, que Tusculum se convirtió en el primer municipium, conclusion que recibe algún apoyo de las fuentes.

De acuerdo con la narración tradicional el periodo desde 376 hasta 363 a.C. fue de paz en comparación, interrumpido solo por el asedio de Velitrae (370-367) y una incursión gala en 367 que puede ser apócrifa. Es cierto que el periodo en cuestion ha sido artificialmente extendido en la tradición varroniana por razones cronológicas, pero incluso después de que se concediera esto, nos quedamos con un intervalo de unos diez años sin ninguna campaña seria. La explicación ofrecida por nuestras fuentes es que los romanos estaban preocupados por problemas domésticos -primero una crisis política y luego una plaga- que les impidió meterse en guerras. Esta información sería absurda en el caso de que los romanos se hubieran defendido contra ataques hostiles; pero tiene sentido en términos de la política agresiva que ha sido postulada más arriba, y es ciertamente una confirmacion directa de ello.

La reanudacion de la guerra en 362 abrió una nueva fase en las relaciones externas de Roma. Una década de vigorosas campañas de éxito llevaron a una serie de victorias sin precedentes (se registran 8 triunfos y una ovación en el periodo entre 361 y 354) y colocó al poder romano sobre una nueva base. Este punto general puede ser afirmado con alguna confianza, incluso si el patrón exacto de sucesos es difícil de reconstruir en detalle. Las fuentes registran campañas romanas simultáneas contra una variedad desconcertante de diferentes adversarios, pero no explican correctamente la relación entre ellos. Además, la tradición analística probablemente continene errores y duplicidades. en esas circunstancias parece mejor ofrecer un breve y tentativo sumario de lo que registra la tradición y comentar de paso los puntos salientes.

La nueva ofensiva de Roma comenzó, al parecer, con una guerra contra los hérnicos. Después de un revés inicial en 362, los romanos capturaron Ferentinum en 361 y obtuvieron otras victorias en 360 y 358. El resultado fue probablemente, la renovacion, en 358, de la alianza que había estado en vigor desde el Saqueo Galo. Sabemos, en cualquier caso, que el tratado con los latinos fue revivido en 358. Puede ser que los nuevos acuerdos se hicieran en términos que eran mucho más favorables a los romanos que los tratados originales, pero las fuetnes no nos ayudan sobre este tema. En todos los casos los latinos fueron obligados a consentir la ocupación romana del ager Pomptinus, y al mismo tiempo los hérnicos fueron obligados a ceder parte de su territorio en el valle del Trerus para la ocupación por colonos romanos. Esas anexiones tuvieron lugar formalmente en 358 a.C., cuando los dos distritos fueron conformados en dos nuevas tribus romanas, respectivamente la Pontina y la Publiana.


Los romanos renovaron su alianza con las Ligas Latina y Hérnica en una época en que el Lacio estaba siendo amenazado una vez más por ataque del exterior -un hecho que probablemente no sea una coincidencia. Ciertamente, este mismo punto es mencionado de forma explícita por Livio e implícitamente por Polibio, los cuales se refieren a la renovación del tratado latino en el contexto de un ataque por los galos. Livio registra varias incursiones en este periodo -en 367, 361, 360, 358 y 357 a.C.- mientras Polibio se refiere a solo uno, que data de treinta años después del Saqueo original. De nuevo, el relato de Livio incluye una serie de victorias romanas, mientras Polibio dice que los romanos evitaron enfrentarse a los galos en el campo de batalla.

Es posible que algunas de las informaciones de Livio sean duplicidades o errores. Sobre todo se añade la sospecha sobre la supuesta victoria de 367 a.C. que capacitó al anciano Camilo a coronar su carrera con una victoria gálica final. El mismo Livio parece ser consciente de alguna confusión aquí, porque destaca que un combate singular entre T. Manlio Torcuato y un gigantesco galo, que él sitúa en el año 361 a.C., fue fechado en 367 por algunos historiadores. Pero no debemos concluir necesariamente que todas las noticias de Livio son ficticias. de hecho, no hay mucho que decir acerca del punto de vista de que los ataques registrados por Livio eran llevados a cabo por bandas de guerreros galos que operaban desde Italia del sur, meintras que Polibio solo toma nota de las invasiones desde el norte.

Una parte integral de la tradición de Livio, y que es poco probable que se haya inventado es la guerra contra Tíbur, que duró desde 361 hasta 354 y en el que los tiburinos se unieron a los galos en sus ataques contra Roma. Evidentemente Tíbur fue excluida del nuevo acuerdo que Roma había hecho con la Liga Latina en 358 a.C. no hay nada particularmente sorprendente sobre esto, ya que hasta donde podemos ver Tíbur nunca había sido un miembro de la Liga Latina. Lo mismo, probablemente, se aplica para Praeneste, que también era hostil a Roma en los años en torno a 350. En 354 tanto Tíbur como Praeneste, fueron obligados a someterse y hacer acuerdos separados con Roma.

En 358 a.C. los romanos también se encontraban en guerra con los etruscos de Tarquinii, quienes fueron acompañados en 357 por Falerii y por Caere en 353. En 356 Livio registra una victoria del dictador C. Marcio Rutilo sobre la nación etrusca entera, pero esto es probablemente una equivocación del analista de una noticia en la que los tarquinianos y sus aliados son citados por el nombre genérico de etruscos. El origen de esta guerra es totalmente oscuro, y su carácter es difícil de valorar a partir de las breves noticias que nos proporciona Livio. Un episodio notable -y probablemente cierto- fue el asesinato de 307 prisioneros romanos en el foro de Tarquinii a continuacion de una victoria etrusca en 358. Hay razones para pernsar que este acto era un ritual expiatorio por la muerte de Tarquinii, y que se vería como una forma de represetación gladiatoria. El gesto se devolvió en especie en 354 a.C., cuando 358 nobles tarquinienses fueron ejecutados en el foro romano. El resultado de la guerra fue una tregua de 100 años con Caere, y treguas de 40 años cada uno con Tarquinii y Falerii (351 a.C.).



En 350 y 349 los galos atacaron una vez más al Lacio. En 349 la Liga Latina no quiso enviar tropas al ejército, y la flota griega asoló la costa. Pero a pesar de esas dificultades los romanos consiguieron derrotar a los galos (en una batalla en la M. Valerio Corvo combatió en un célebre duelo con un campeón galo), y la flota griega finalmente se retiró. La especulación de Livio de que los barcos eran siracusanos probablemente estaba bien fundada. El incidente no se repitió, hasta donde sabemos, un hecho que puede tener algo que ver con la expulsión de Dionisio II y la agitación que siguió en sicilia. Igualmente, no tenemos noticia de otros ataques galos durante varias décadas. En 331, de acuerdo con Polibio, los romanos hicieorn la paz con los galos, que no volvieron durante otros 30 años.

La importancia de las guerras gálicas en el siglo IV es difícil de evaluar. No está claro si visualizamos ataques periódicos como invasiones a gran escala por terroríficas e irresistibles hordas bárbaras, barriendo todo a su paso en orgías de destrucción (que es como se veía la primera gran invasión de 390 por todas las fuentes, y como Polibio imaginaba las siguientes incursiones hasta el siglo III), o si eran pequeñas correrías a cargo de pequeñas bandas de merodeadores que operaban desde el interior de la península (que es el modelo que algunos historiadores han trazado a partir de Livio. En esta perspectiva representaban poco más que una irritación menor para Roma, una vez que hubo aprendido cómo tratar con ellos. El razonamiento para escoger esta idea es que las incursiones galas tuvieron poco efecto a largo plazo en un proceso más amplio y no descompuso el patrón general de las relaciones entre estados en la Italia central. Por tanto, los galos representan un factor externo y en gran medida irrelevante para la histoira romana en esta época.

Esto no quiere decir, no obstante, que los habitantes de la Italia peninsular fueran capaces de ver a los galos con ecuanimidad. Las incursiones eran espantosas e impredecibles, y levantaban profundos e irracionales temores. Su efecto sobre la mentalidad colectiva del pueblo romano fue notable. En tiempos posteirores la amenaza -incluso la menor posibilidad- de un 'estallido galo' (tumultus gallicus) requería la emergencia de reclutamiento de tropas e inducía un estado de pánico extremo. El ejemplo más claro es la serie de disparatados sucesos en 114-3 que estaban provocados por las noticias de la aproximación de los Cimbri (que eran tomados por celtas). En esta ocasión se hicieron sacrificios humanos y lasa vírgenes vestales fueron ejecutadas (a causa de que el peligro hacia el Estado parecía demostrar que ellas no eran castas). Se sabe que los mismos procedimientos habían tenido lugar en casiones anteriores -específicamente en 228 y 216 a.C.-, ambos casos en conexión con las invasiones galas de Italia. El sacrificio humano implicaba el entierro en el Foro Boario de un par de galos y un par de griegos. Se ha sugerido que este curiosos rito tenía sus orígenes a mediados del siglo IV, y representaba una interpretación mágica destinada a neutralizar la amenaza de los dos grandes enemigos externos, los galos y los griegos sicilianos. Pero puede ser una interpretacion demasiado racional de un ritual que realmente no podemos esperar comprender.

No obstante, no puede caber duda, sobre la tendencia principal a la aparición de una desconcertante variedad de breves y oscuras informaciones de campañas a mediados del siglo IV. Ésta era el inexorable crecimiento del poder militar romano, la naturaleza crecientemente ambiciosa de sus enredos extranjeros y el alcance y la escala cada vez más amplia de sus operaciones de guerra. No hay una buena razón para negar la historicidad de la incursión romana sobre Privernum en 357, el ataque sobre los auruncos en 345, o la caputura de Sora el mismo año. Esas aventuras tienen sentido en relacion con los sucesos que iban a seguir; y los horizontes expansivos de Roma son confirmados por dos piezas cardinales de prueba:  el tratado entre Roma y los Samnitas en 354 a.C. y Cartago en 348.

Del primero solo sabemos lo que nos cuenta Livio, que simplemente informa de que se concedió un tratado de alianza (foedus) a los Samnitas, quienes lo habían solicitado porque estaban muy impresionados con una reciente victoria romana sobre los etruscos. De los antecedentes del tratado, de su propósito y de sus términos no sabemos absolutamente nada, pero presuntamente los dos partidos se comprometieron en respetar los intereses del uno hacia el otro, de cualquier manera que estuviera definido. Si se había introducido algún tipo de alianza militar en esta etapa se desconoce. El tratado de Cartago, por otra parte, sería identificado casi seguro con el segundo de los tres tratados que son citados y discutidos por Polibio. El texto dado por Polibio es desgraciadamente vago sobre la extensión precisa del poder romano, y simplemente reconoce la supermacía romana del Lacio y el hecho de que había otros pueblos fuera del Lacio con el que roma tenía relaciones formales. Esos pueblos 'no sometidos', que son descritos teniendo tratados de paz por escrito con Roma, normalmente son identificados con Tíbur, Praeneste, Caere, Tarquinii y Falerii. La existencia de lugares en el Lacio no sometidos a Roma también está implícito; presuntamente la referencia es a ciudades como Antium, que todavía estban bajo control volsco. En la medida en que se refiere a estos lugares, el tratado no prohibe todas las acciones hostiles por los cartagineses (como hacía el tratado de 509 a.C.), por el contrario, les permite conservar el botín de cualquiera de esos lugares que pudiera caer en sus manos, pero insisten en que ellos entreguen la ciudad misma a los romanos. Probablemente lo que está implícito es la posibilidad de incursiones piráticas cartaginesas, más que operaciones bélicas conjuntas de romanos y cartagineses actuando juntos, aunque la última perspectiva no puede ser enteramente descartada.

BIBLIOGRAFÍA.

CORNELL, T. J.: The Recovery of Rome. Capítulo 7 del Volumen VII, parte II de la Cambridge Ancient History. Cambridge University Press, 2008.
 

3 comentarios:

  1. Hola buenas tardes, me gusta mucho visitar tu página,tiene muy buenos artículos y los mapas añaden mayor comprensión a los temas, gracias :D

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    1. Le agradezco su opinión. Tengo que decir que mi labor se reduce a buscar lo que creo que es más esclarecedor a la vista de las investigaciones actuales y traducirlo al castellano para que los hispanohablantes puedan tener una información de primera mano sobre los temas que se tratan en este blog. En concreto, el tema de la conquista de la península italiana está extraido de la Cambridge Ancient History, que es la que me parece más detallada y al mismo tiempo más divulgativa sin entrar en excesivos detalles historiográficos.

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  2. Excelente aporte....

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