Buscar este blog

domingo, 19 de mayo de 2019

Las dinastías musulmanas de Yemen (I). Desde la conquista islámica hasta la invasión ayyubí (s. VII-1174)

La esquina meridional de Arabia, Yemen,  ha sido conocida como al-Yaman (“el Sur”) desde mucho tiempo antes de la aparición del moderno estado de ese nombre. Situada en un área de rutas comerciales estratégicas, Yemen se convirtió en el hogar de un conjunto de estados pre-islámicos (Saba’, Qatabān, Ma‘īn, Hadramawt, Himyar) y llegó a ser una manzana de la discordia entre el Imperio persa Sasánida y los gobernantes de Abisinia a principios del siglo VII. Después, junto con el resto de Arabia occidental, cayó bajo el control del Califato islámico. Su distancia relativa de los centros de poder califal parece haber permitido la creciente presencia de agitadores Šīˁī en el área, lo que, combinado con la mayor autonomía otorgada por los califas sunníes para asegurar la lealtad de los gobernadores locales, alentó el desarrollo de los estados locales. Estos no siempre controlaban toda la región, ya que su geografía permitía la existencia a menudo simultánea de regímenes rivales en Zabīd en el Tihāmah (la llanura costera), en Taˁizz en el interior del sur, en anˁāˀ en el interior central, y en aˁda en el interior del norte. Estas autoridades a menudo reconocían la soberanía de mayores poderes regionales en las cercanías, incluidos los Fāimíes, Ayyūbíes y Mamelucos de Egipto, y más tarde el Imperio Otomano después de 1538. En esta entrada trataré de exponer los acontecimientos políticos de las principales de estas dinastías y la evolución de la región hasta la incorporación de Yemen al imperio ayyūbí.


I. El marco geográfico

El historiador y geógrafo de principios del siglo X, al-Ya‘qubī († 284/897) enumera sus provincias y “una multitud de tribus”. A menudo, no obstante, solamente se mencionan unas pocas divisiones geográficas, por ejemplo, de oeste a este: (1) la llanura costera (Tihāmah), una región de gran importancia, debido a sus puertos marítimos; (2) las tierras altas, llamadas Nadj de Yemen; (3) al-Jawf y Ma’rib; (4) Hadramawt, que se sitúa a lo largo de la costa meridional. Hay otros modos de división, como por ejemplo; San‘ā’ y sus provincias; Hadramawt y sus provincias; al-Janad y sus provincias (que incluye la llanura costera). La totalidad del Yemen estuvo unificado muy raramente, si acaso, y los marcos políticos a menudo no coincidían con ninguna de las divisiones geográficas.

El Yemen se caracteriza por la gran variedad de paisajes y tribus. Su topografía da lugar a una división en un gran número de provincias administrativas, territorios tribales, dominios de señores de la guerra y dinastías, y fortalezas de grupos ideológicos. Las fronteras de todos estos están cambiando constantemente, al igual que las lealtades de los grupos políticos. Además, debido a su aislamiento, por una parte, y de su proximidad a las ciudades santas en el Hijaz, por otra, el Yemen sirvió como refugio para muchos rebeldes. Entre estos se encontraban Kharihíes, Shīˁīes, y muchos otros pretendientes que competían por el poder y los recursos locales, incluyendo el comercio marítimo internacional. La historia de Yemen está, en gran medida, compuesta por los conflictos entre todos esos grupos y dinastías, por una parte, y por otra, por la interacción entre ellos y las estructuras e instituciones sociales yemeníes preislámicas que sobrevivieron a la llegada del Islam. Ciertos estudiosos modernos han destacado que, hablando en líneas generales, el norte tendía a seguir siendo anárquico a través de los siglos, mientras que las partes meridionales solían ser más manipulables para los gobiernos. Esta distinción es, en cierto modo, esquemática, pues Hadramawt, en el sur, era ciertamente anárquica, quizá mucho más que el norte.

Mapa geográfico del Yemen



II. El Yemen como parte del Califato desde el siglo VII hasta principios del IX

Las principales confederaciones tribales mayores en el Yemen en vísperas del Islam eran HimyarHamdanMadhhijKindahHashidBakil y Azd. Además, un aristocrático grupo de origen persa, los Abna’ estaban diseminados a través del país, y eran relevantes en San‘ā’. Los Abna’ posiblemente se adhirieron al zoroastrismo, pues junto con el cristianismo se difundió a través del Yemen. En la época del Profeta, San‘ā’ estaba gobernada por los Abna’ mientras que el resto del país estaba dividido entre jefes y reyes locales, siendo las luchas por el poder un rasgo constante. El Islam fue así introducido en Yemen, y a pesar de todo se convirtió en otro factor en las luchas entre líderes y grupos locales. Se nos informa de las delegaciones yemeníes al Profeta, así como de los nombres de los recaudadores de impuestos, jueces e instructores, que eran enviados por aquel a las regiones y tribus yemeníes. No puede determinarse la extensión de la conversión durante la época del Profeta. Las fuentes son tendenciosas, reflejando los esfuerzos hechos por cada grupo para demostrar su temprana coversión y su contribución al Islam. También debería destacarse que las fuentes tienen la costumbre de aplicar los nombres de federaciones enteras a simples partes de ellas. Así, un informe de que el Profeta envió a alguien sobre Madhhij, por ejemplo, no debería ser tomado literalmente: la persona puede haber sido nombrada simplemente sobre un grupo perteneciente a Madhhij. Finalmente, las fuentes tienden a ignorar el hecho de que, aunque formalmente parte del dominio islámico, gran parte del Yemen siguió siendo como había sido en tiempos preislámicos.

Inicialmente, el Islam contribuyó a las luchas locales, antes que a la unidad del Yemen y sus tribus. Como en otras partes de la península, ciertos jefes tribales se adhirieron al Islam para mejorar su posición contra otros jefes. Los rivales fueron tildados de apóstatas incluso si la rivalidad no giraba en torno a la religión. El más relevante entre los apóstatas era al-Aswad al-‘Ansī, quien supuestamente afirmó ser un profeta y reunió un gran apoyo en 10/632. El hecho de que conquistara San‘ā’ ha llevado a algunos eruditos a creer que sus esfuerzos estaban dirigidos especialemente contra los extranjeros Abna’, algunos de los cuales pueden haber sido musulmanes por esta época. Sea como fuere, una coalición de miembros de los Abna’ y desertores del propio campamento de al-Aswad lograron matarle ese mismo año. El papel del Profeta en esta así llamada apotasía fue aparentemente menor. El sucesor del Profeta, Abū Bakr, jugó un papel más activo al establecer la autoridad musulmana en Yemen. Reclutó fuerzas locales, las reforzó con tropas enviadas desde Medina y finalmente consiguió unir Yemen a los dominios del Islam, al menos formalmente. El centro más importante de su actividad militar estaba en San‘ā’Hadramawt y la Tihāmah. Líderes de los apóstatas, tales como Qays b. al-Makshuh‘Amr b. Ma‘dikarib y el Kindi al-Ash‘ath b. Qays, arrepentidos, fueron perdonados y jugaron importantes roles en las conquistas islámicas. Por lo tanto, los yemeníes dejaron su hogar por miles para participar en las conquistas y establecerse en las nuevas provincias. Jugaron papeles cada vez más importantes en los ejércitos y en la política. A pesar del hecho de que fue vaciado de gran parte de sus recursos humanos, el Yemen no se convirtió en un desierto apartado, como a veces se ha asumido.

Los Rashīdun (término que designa a los cuatro califas “ortodoxos”, que sucedieron al Profeta) enviaron gobernadores al Yemen. Ocasionalmente, las fuentes especifican las asginaciones como San‘ā’, Hadramawt o al-Janad, pero incluso si la asignación es dada, como “el Yemen”, estos gobernadores nunca controlaron la totalidad del país. Sin embargo, San‘ā’ a veces fue la base de un gobernador que controlaba a algunos oficiales subordinados en otras regiones. Los designados eran en su mayor parte Compañeros de alto estatus, como Aban b. Sa‘īd b. al-Asal-Mughira b. Shu‘ba y Ya‘la b. Umayya. Este último gobernó San‘ā’ durante 24 años (632-656), sirviendo a los primeros tres califas, y fue destituido por el cuarto. Se dice que ‘Umar había intervenido en los asuntos en San‘ā’ y había pedido cuentas al gobernador cuando era necesario. Según se informa también, los Rashīdun nombraron jueces e instructores del Qu‘ran. Todo esto indica que dieron importancia al Yemen, aunque en los territorios tribales, los jefes preislámicos a menudo retuvieron susu posiciones, con o sin reconocimiento de los califas. ‘Umar tomó medidas especiales contra las poderosas tribus cristianas de Najran. A pesar de los tratados anteriores que habían celebrado con el Profeta y Abu Bakr, ‘Umar les expulsó del área. A los judios, no obstante, se les permitió quedarse a cambio del pago del impuesto de capitación.

Los principales acontecimientos de la primera guerra civil (656-661) tuvieron lugar fuera de la península arábiga, pero aquellos yemeníes que permanecieron en su tierra natal, se dividieron, como el resto de musulmanes. Tanto ‘Alī como Mu‘awiya enviaron tropas al Yemen. Durante algún tiempo el partido de ‘Alī tuvo la ventaja, pero sus oponentes se rebelaron contra sus gobernadores en San‘ā’ y al-Janad, y el general de Mu‘awiya conquistó Najran y San‘ā’ en 660.

Como sus predecesores, los Omeyas dieron gran importancia al Yemen, aunque su capital cambió, lejos de la Península Arábiga. Los gobernadores fueron nombrados directamente por el califa, pero la jurisdicción del Yemen a veces se adjudicó a la de otras regiones. Así, ‘Abd al-Malik (685-705) nombró a al-Hajjaj b. Yusuf sobre Yamana, el Hijaz y el Yemen. Como norma, los gobernadores eran individuos de alto rango, al mando de Mu‘awiya. No está claro cuánto se extendía el control del gobernador fuera de la ciudad que era su base, pero con seguridad la aristocracia islámica retuvo su estatus.

Durante la segunda guerra civil, el califa de La Meca, ‘Abd Allāh b. al-Zubayr (683-692) tuvo el control de San‘ā’, pero reemplazó constantemente a sus gobernadores, nombrando a veces a locales para el cargo. Esto indica, primero, que no era indiferente a la situación allí, y segundo, que su control no era firme. La falta de control central también es aparente en los sucesos de 686 y 687. Desafiado por los Kharijíes de Oman y Bahrayn, el pueblo de San‘ā’ pago a los invasores una fuerte suma de dinero, en el primer caso, y dio su alianza al invasor, Najda b. ‘Āmir, en el segundo. En estas informaciones no se hace mención de un gobernador. Fue el erudito Wahb b. Munabbih quien intentó, en vano, incitar al pueblo de la ciudad a repeler a los invasores. Que Ibn al-Zubayr no disfrutaba de un fuerte apoyo yemení se demostró fácilmente en 692, cuando San‘ā’ no ofreció resistencia a las tropas marwaníes. Después de la reconquista de Yemen, los califas omeyas continuaron estando implicados directamente en eus asuntos, y algunos inviertieron grandes sumas en su infraestructuras, de manera que la economía del país prosperó. Típicamente, ‘Umar II b. ‘Abd al-Azīz (717-720) se preocupó por reparar las injusticias cometidas a los yemeníes por los califas y sus gobernadores. Como en otros lugares, ‘Umar se convirtió en un modelo de justicia, incluso para los historiadores isma‘īlies y zaydíes.

El Yemen no estuvo unificado bajo la autoridad del gobierno, a pesar de que las fuentes no mencionan muchas revueltas. Algunos kharijíes se establecieron allí después de su derrota por ‘Alī en la batalla de Nahrawan (658), pero no se registran rebeliones abiertas. Los kharijíes procedentes de al-Yamama invadieron Hadramawt y San‘ā’ en 687/8, pero no se quedaron a gobernar. Un rebelde llamado Abbād b. al-Ru‘ayní se alzó en 725/6, y las fuentes están divididas en lo que respecta a su identidad precisa y afiliación sectaria. Algunos dicen que pretendía ser el mesías himyarí, pero otros le identifican como un kharijí. El número de seguidores era de 300. Una sublevación mucho más seria ocurrió en 745/7 durante el califato del segundo omeya, Marwan II. El kindī ‘Abd Allāh b. Yahyā, juez designado del gobernador en Hadramawt, asumió el título de Talīb al-Hāqq (“el que persigue la verdad”) y se proclamó califa. Apoyado por los kharijíes ibadiyya de Omán, logró tomar Hadramawt, San‘ā’, e incluso La Meca y Medina (a través de su agente Abū Hamza); el número de sus seguidores es estimado por algunas fuentes en torno a 30.000 (este número puede ser, por supuesto, un tema de disputa, pues es concurrente, queriendo expresar un gran número). Se le juró alianza en Basra también, lo cual es una indicación no solo de su poder sino también del hecho de que el Yemen no estaba aislado políticamente. Talīb al-Hāqq fue derrotado en 747 por el general de Marwan, ‘Abd al-Malik b. ‘Atiyya, quien en esa ocasión eliminó también a otros rebeldes en la región, Yahya b. ‘Abd Allāh al-Sabaqq y Yahya b. Karib; ambos eran himyaríes que estaban activos en sus territorios tribales, en al-Janad y en la áreas costeras respectivametne. Por orden del califa, Ibn ‘Attiya se fue antes de completar su operación para dirigir la peregrinación en su nombre. Antes de partir alcanzó un acuerdo de paz con los ibadiyya de Hadramawt, concediéndoles eld erecho a elegir sus propios gobernadores. Así, Hadramawt siguió estando bajo gobierno ibadí hasta el reinado de al-Mansūr (754-775).

Los primeros ‘abbāsíes continuaron la política de sus predecesoers. De nuevo, algunas veces el Yemen fue añadido a la jurisdicción del gobernador de Hijaz, quien designaría a un representante allí. Y de nuevo, la gente de alta posición recibió gobernoratos, y los califas a veces reemplazaban a gobernadores a petición de los yemeníes. Miembros de la familia ‘abbāsí sirvieron como gobernadores, así como también los mawalī de los califas, miembros de la aristocracia árabe musulmana (ocasionalmente los mismos yemeníes), e incluso un miembro de la familia Barmakí. En tiempos de estos últimos, que sirvieron bajo Hārūn al-Rashīd (786-809) San‘ā’ prosperó, a pesar de que se informa que el número de gente pobre era grande.

El Yemen sigió estando fragmentado, y los conflictos locales preislámicos continuaron, a veces, entrelazados con oposición sectaria al gobierno. Por ejemplo, un gobernador de origen local, ‘Abd Allāh b. ‘Abd al-Madam, declaró su independencia en 759, lo que indujo a al-Mansūr a enviar a su general Ma‘n b. Za’ida, a restaurar el orden. Durante sus nueve años en el cargo (759-768) Ma‘n sofocó insurrecciones en varias partes del Yemen, incluyendo Sa‘da, al-Janad y Hadramawt, donde el kharijismo ibadí estaba activo. Aplicó duras medidas que dieron como resultado miles de damnificados, y llevó a su asesinato. En este periodo, los ‘Abbāsíes también estacionaron una guarnición en San‘ā’, pero no fue siempre adecuado. Por ejemplo, alrededor de 800 un jefe himyarí, al-Haysam b. ‘Abd al-Samad espoleó una rebelión contra el califa Harūn al-Rashīd, que coincidió con una rebelión en la Tihāmah. El califa envió refuerzos encabezados por un mawla de confianza, Hammad al-Barbari, para restaurar el orden. Como resultado de la actividad de este gobernador (800-810) las rutas de comercio entre San‘ā’, al-Yamama y La Meca llegaron a ser relativamente seguras, y la prosperidad económica siguió. El éxito de Hammad, no obstante, se consiguió a base de tratar a los yemeníes con dureza. Sus quejas al califa al-Amīn no quedaron desatendidas, y Hammad fue sustituido en 810, sin embargo, los yemeníes no permanecieron leales a al-Amīn. Durante el conflicto entre él y su hermano al-Ma’mūn (809-813), el general de este último, Tahir b. al-Husayn, envió un representante al Yemen, Yazīd b. Jarīr. Yazīd provocó que los yemeníes transfirieran su alianza a al-Ma’mūn mediante el empleo de medios no ortodoxos. Por ejemplo, obligó a los yemeníes de origen persa a divorciarse de sus esposas árabes. Otra de las personas designadas de al-Ma’mūn actuó contra todo lo himyarí. Entre otras cosas se informa de que había talado todos los árboles de albaricoques himyaríes.

Al-Ma’mun nombró y sustituyó a unos 15 gobernadores. En 815 un pretendiente ‘álīda procedente de La Meca, Ibrāhīm b. Musa al-Kazīm (hermano del bien conocido ‘Alī al-Ridā, ocupó San‘ā’ y controló la mayor parte de las tierras altas al norte; no queda claro si lo hizo en nombre del rebelde ‘álīda en Kufa, Ibn Tabātabā, o por su propia cuenta. No obstante, se acuñaron dinares en San‘ā’ en su nombre, azuzó conflictos tribales, se entregó al asesinato y al robo de yemeníes, y quizá tomó La Meca también. Chocó con las tropas ‘abbāsíes en las afueras de La Meca durante la peregrinación de 815, y poco después fue derrotado por el ejército de al-Ma’mūn en San‘ā’. Su fortuna cambió, no obstante, con el cambio de política de al-Ma’mūn. Cuando en 817 el califa decidió nombrar al 8º imām ‘Alī al-Ridā, como sucesor, también nombró al hermano de éste, Ibrāhīm b. Musa, primero para La Meca, y luego para el Yemen. El gobernador de al-Ma’mūn desde 815, Hamdawayh (o Ibn Māhān) se negó a ceder el cargo y se rebeló contra el califa. Ejércitos enviados desde Bagdad derrotaron a Hamdawayh en 820 e Ibrāhīm siguió siendo representante de al-Ma’mūn en el Yemen hasta 828.

San‘ā’ iba a quedar bajo el control de los califas durante algun tiempo. Hacia finales del siglo IX, la autoridad califal fue enormemente reducida, debido a las luchas entre los Zaydíes, los Ismailíes y los contendientes locales. En otras partes del Yemen fueron establecidas dinastías independientes ya en la época de al-Ma’mūn. Algunas de ellas surgieron por mera ambición personal, mientras que otras eran la expresión de ideologías sectarias. A diferencia de otras partes del imperio, aquí, las dinastías no provocaban la fragmentación, sino que más bien unificaron partes del país que se habían separado hacía tiempo.


III. Las Dinastías independientes yemeníes hasta la conquista ayyūbí (818-1174)

1. Ziyādíes de Zabīd (818-1018/1050)

Una consecuencia del año de dominación de Ibrāhīm b. Musa sobre Yemen en 817 fue una fracasada revuelta shī‘í en la Tihāmah, o tierras bajas de Yemen, quizá instigada por Ibrāhīm desde La Meca. En julio-agosto de 817, al mismo tiempo que Ibrāhīm b. al-Mahdī, hermanastro de Hārūn al-Rashīd, fue declarado califa por los habitantes de Bagdad, se recibió una carta en la capital con noticias de que las dos tribus de ‘Akk y Ash‘ar, que habitaban en las regiones de los Wadīs Sahām y Maur, al norte de Zabīd, se habían levantado en rebelión contra el gobierno de Hamdawayh. Al-Ma’mūn, más compasivo hacia los shi‘ īes, no estaba dispuesto a permitirles despojarle de su imperio. Cuando las noticias fueron transmitidas a la corte de Marw, el wazīr Ibn Sahl sugirió al califa que nombrara al anti-‘alīda Muhammad b. Ziyād, descendiente de ‘Ubayd Allāh b. Ziyād el Omeya, que había sido traído ante el califa tres años antes, gobernador de la Tihāmah, como medida preventiva contra estas rebeliones, un paso que también libraría a al-Ma’mūn de la turbación de tenerle en la corte. Por tanto, accedió al puesto y poco después de primeros de año de 819, él y sus compañeros se unieron al ejército envado contra el anticalifa al-Mahdī en Bagdad. Desde allí viajaron a la Meca con la caravana de peregrinos, y al cierrre del hağğ entraron en el mismo Yemen. Sin duda, estaba al mando de un cuerpo de tropas pues en enero-febrero de 820 la revuelta había sido reprimida y los cimientos colocados para la ciudad de Zabīd, cuya constitución había sido ordenada por al-Ma’mūn. Zabīd, situada a medio camino entre el mar y las montañas y la orilla norte del Wadi Zabīd, era el principal camino costero desde ‘Aden a La Meca, y por tanto, bien podía servir como sede central para el gobierno sobre Tihāmah. La pacificación de la campiña continuó, pero pasaron muchos años antes de que los sucesores de Muhammad, los Ziyādíes pudieran reclamar la totalidad de las tierras bajas. En 820-1 Ibn Ziyād envió el excedente de impuestos de la región junto con regalos para el califa, ahora en Bagdad, y a cambio recibió refuerzos que totalizaban 1000 jinetes incluyendo 700 khurasaníes.

El nombramiento de Ibn Ziyād dividió la administración de la provincia en dos distritos administrativos aproximadamente iguales: San‘ā’, como sede del gobierno y Tihāmah, como centro del mando militar de Muhammad b. Ziyād; el tamaño y complejidad geográfica de Yemen no permitía un único conjunto administrativo. La sucesión continua de gobernadores, y la intervención de Ibrāhīm b. Musa, había debilitado definitivamente la autoridad de los ‘abbāsíes sobre la costa, y los Banu ‘Akk habían tomado ventaja de esta impotencia en su levantamiento.

La provincia se había asentado en una relativa tranquilidad, que siguió a la captura de Hamdawayh y la llegada de Ibn Ziyad, pero esta calma no duró. La opresión por los funcionarios locales y la consiguiente pérdida de libertad no descansaba fácilmente sobre los Banu ‘Akk, de modo que en 821-2 una vez más estallaron en rebelión. La oportunidad para intervenir era demasiado ventajosa para que los shī‘íes la perdieran, y en consecuencia, un retoño de la casa de ‘Alī, por nombre ‘Abd al-Rahmān b. Ahmad, descendió sobre la tribu rebelde clamando por el reconocimiento de ‘Alī al-Rida como imām. Con rapidez, los habitantes del área hicieron su bai‘a, a los ‘alīes y al hacerlo así adquirían un líder en su lucha contra los ‘abbāsies. Cuando fue informado del levantamiento bajo el liderazgo de Abd Al-Rahmān, al-Mamun envió un ejército bajo el general Dīnar b. Abd Allāh para sofocar la rebelión y llevar a su líder a Bagdad. Después de haber completado el hağğ, Dīnar entró en el país y ofreció su salvoconducto a ‘Abd al-Rahmān, si no ofrecía resistencia. Esto fue aceptado de buena gana por el ‘alīda que partió con el general a Bagdad, en la cual entró en abril de 823. La revuelta de los Banu ‘Akk disminuyó con la defección de su líder y nada más se supo de ellos durante muchos años. Desde esta época en adelante no se nombró ningún gobernador shī‘í sobre la provincia de Yemen, y aunque hubo una sucesión continua durante el resto del reinado de al-Ma’mūn, el país estuvo sin levantamientos religiosos hasta la llegada en 897 del imām zaydí Yahyā b. al-Husayn.

Se dice que Muhammad b. Ziyād había dado a la ciudad de Zabīd su primera muralla, pero de acuerdo con al-Dayba, puede haber sido construida por otro gobernante, al-Husayn b. Salāma, un esclavo etíope que fue wazīr del joven ziyādi colocado sobre el trono. Cualquiera que fuera el caso, al-Muqaddasī, quien murió alrededor de 990, nos cuenta que Zabīd estaba fortificada, de modo que podemos suponer que Zabīd tuvo su primera muralla durante la dinastía ziyādí y no durante el periodo najāhí, como sugiere el mapa de Ibn al-Mujawir.

‘Umāra, cuyo trabajo al-mufīd fī akhbar san‘ā’ wa zabīd sigue siendo la única fuente textual para la historia ziyādí, inspirado en la obra hoy perdida de Abū al-Tamī Jayyāsh b. Najāh, uno de los hijos de Najāh, atribuye a Muhammad b. Ziyād la extensión del territorio ziyādí a la mayor parte de Yemen, es decir, todos los territorios costeros desde el sur, entre Hadramawt y ‘Aden, y al norte, a lo largo del Mar Rojo hasta Hali, ahora en Arabia Saudi. Este gobernante reinó hasta su muerte en 859, y sus descendientes que son solamente conocidos a través de las crónicas fueron su hijo Ibrāhim b. Muhammad (859-896), su nieto Ziyād b. Ibrāhīm, sobre el cual no se sabe casi nada, y su bisnieto Ibn Ziyād (se desconoce el nombre); en 911 sube al trono su tío Abū al-Jaysh Ishāq b. Ibrāhīm, quien murió a edad muy avanzada, atribuyéndosele un reinado de 70 años (911-981), durante el cual alguna de sus provincias se separaron del reino. Entre estas estaban el emirato yu’firí de San‘ā’, en 847, fundado por Yu‘fir b. ‘Abd al-Rahmān, descendiente de los himyaríes; el amīr recitaba la qutba y acuñaba moneda en nombre de los ziyadíes, al igual que Sulaymān b. Tarf, gobernante de ‘Aththar, cuyos dominios se extendían desde Sharjali hasta Hali. Con todo, el reino de Abū al-Jaysh se extendía desde as-Sliar Jail hasta ‘Aden, y desde Ġulāfiqa hasta San‘ā’.

Después del reinado de Ishāq b. Ibrāhīm, ‘Umāra menciona a dos esclavos etíopes, Rushd y Najāh. Para él, Rushd estuvo al servicio de Abū al-Jaysh, y se encargó durante un breve periodo de tiempo del hijo de Ishāq, ‘Abd Allāh, y de su hermana Hind, tras la muerte de su padre.

Cuando Rushd murió su mawla etíope, Husayn b. Salāma, estuvo al cuidado de los ziyadíes. Mientras que la soberanía de estos se estaba desmoronando, él fue capaz de reforzar y gobernar sobre el territorio original ziyadí durante 30 años. A él se deben varias fundaciones, como la ciudad de al-Kadra’, un número considrable de construcciones sobe los dos caminos desde Hadramawt a La Meca, la fundación de la Gran Mezquita de Zabīd y la de Ashā’ir. Tras su muerte en 1011-12, otro heredero ziyadí, Ibrāhīm (o ‘Abd Allāh) fue colocado sobre el trono, mientras que uno de los esclavos etíopes de al-Husayn, Marjān, estuvo a su cuidado. Marjān tenía a su vez dos esclavos etíopes, Nāfis y Najāh, entre los que repartió los deberes de gobierno: Nāfis se hizo cargo de los asuntos de la capital y Najāh de las cuatro provincias septentrionales de al-Kadra’, al-Mahjan, Maur y al-Wadiani. Marjan se inclinaba por Nafis y le favoreció a expensas de Najāh. Cuando le fue insinuado que la princesa Hind mantenía correspondencia con Najāh, se quejó a Marjān, quien puso en sus manos las vidas de los dos ziyadíes. Ibrāhīm (II) b. ‘Abd Allāh y su tía Hind fueron emparedados en vida por Nāfis. Se dice que asumió la dignidad real y acuño moneda propia, pero hasta hoy no se ha encontrado ninguna.

Al tener noticia de los acontecimientos de la capital, Najāh marchó sobre Zabīd y libró las batallas de Rima’ y Fashal, en las llevó la peor parte, y después la de al-Ukda, en la que reultó victorioso y, finalmente, la de al-‘Irk en la que Nāfis perdió la vida cerca de la puerta de Zabīd. Najāh tomó entonces el poder, después de haber dado una sepultura decente a los últimos ziyadíes, y condenó a Marjān a morir emparedado vivo, junto con el cadaver de Nāfis, en el mismo lugar que se hallaron los príncipes.

Este es el relato transmitido por ‘Umāra, el cual no concuerda con los datos aportados con los hallazgos numismáticos. En primer lugar, evita completamente mencionar al sucesor directo de Ziyād b. Ibrāhīm, que solo es citado por al-Masudī, como Ibrāhīm b. Ziyād, que estuvo marcado por el levantamiento de los esclavos etíopes, de los cuales Jāyyash b. Najāh es un descendiente. Luego, el autor najāhí solo menciona al vástago infante de Ishāq b. Ibrāhīm. Pero, ¿por qué un hombre en torno a los 80 años de edad deja un niño como cabeza del estado? Por el contrario, el material numismático nos ofrece una genealogía más plausible.

Se conocen cuatro dinares de un gobernante llamado ‘Alī b. Ibrāhīm, quizá hermano o sobrino de Ishāq, datados en 974, 977 y 978-979; el estilo de las inscripciones es bastante cercano a los últimos dinares del reinado de Ishāq. No obstante, ‘Alī b. Ibrāhīm es desconocido para las fuentes escritas y se desconocen aún los datos precisos de su reinado.

El siguiente gobernante en gobernar, a la luz de los hallazgos numismáticos fue al-Muzaffar b. ‘Alī. Solo cuatro dinares acuñados en Zabīd en nombre de este emir llevan una fecha descifrable. La primera está datada en 980-981; esta fecha está tan cercana a la de los dirhems de ‘Alī b. Ibrāhīm que podemos asumir que al-Muzaffar b. ‘Alī es hijo de ‘Alī b. Ibrāhīm. Otra moneda fue acuñada en 994, una tercera en 996, y una cuarta en 998. Las primera monedas acuñadas, bajo el reinado del califa al-Tā’i‘ (974-991) siguen el especimen precedente, pero las que lo fueron en el reinado de al-Qādir (991-1031) son diferentes: la mayoría de ellas llevan el año 1027, que podemos considerar una fecha “congelada”, debido a sus inscripciones estilizadas. El nombre del califa es relegado al anverso, mientras que en el reverso está inscrito “ha ordenado el amīr / al-Muzaffar b. ‘Alī” dando un lugar más importante al nombre del gobernante ziyādí y a su título, que aparece aquí por primera vez. No obstante, las fuentes dicen que fue concedido por el califa ‘abbāsí sobre Muhammad b. Ziyād.

Después de al-Muzaffar b. ‘Alī, su hijo ‘Alī b. al-Muzaffar se convirtió en gobernante. Dos dinares dan el nombre de este en solitario, siguiendo el tipo que su padre introdujo. Todas las otras monedas de ‘Alī b. al-Muzaffar dan otros nombres variados, identificados con los esclavos etíopes que estaban al servicio de los Ziyādíes. La primera proporciona el nombre de Najāh: el anverso lleva la misma fórmula que las monedas del predecesor de ‘Alī, con el nombre del califa ‘abbāsí al-Qa’īm bi’ amr illāh (1031-1075). Aparecen cambios en el reverso: tras la fórmula “Ha ordenado el amīr ‘Alī b. al-Muzaffar”, el campo lleva el nombre el nombre de Najāh y sus dos títulos de al-Mu’ ayyad Nāsir al-dīn, que le fueron concedidos por el califa ‘abbāsí. Uno de esos dinares está fechado en 1032, otro es de 1042-1043, otros dos dan la fecha 1045-1046 o 1047-1048, mientras que un dinar es claramente de 1047-1048. Otro dinar acuñado en 1042-1043 lleva el nombre de al-Fadl b. al-Mu’ayyad, que es ciertamente uno de los hijos de Najāh ya que su padre es identificado por este título.

De 1046-1047, 1045-1046 o 1047-1048 y 1050-1051, 3 dinares de ‘Alī b. al-Muzaffar llevan el nombre de Rushd en el anverso. Nuevos títulos aparecen en monedas acuñadas en 1042-1043, en 1045-1046 o 1047-1048; el campo del anverso lleva la palabra leída como al-ma‘ār, y en el reverso, los títulos Nāsir ’amīr al-mu’mīn (“Ayudante del Comandante de la Fe”) y al-Sultān hacen un borde alrededor de la leyenda “Ha ordenado el amīr / ‘Alī b. al-Muzaffar”. Este título de al-Sultān es la aparición más temprana del término, pero no sabemos si designa a Najāh, a Rushd, o más probablemente el gobernante ziyādí, ya que el título no aparece en las fuentes textuales. No obstante, es el contexto histórico, habría sido usado solamente en referencia al cabeza del estado, el representante inmediato del califa en las provincias. Así que aquí, al-Sultān, designa ciertamente a ‘Alī b. al-Muzaffar, mientras que su poder estaba desmoronándose y estaba en las manos de su ministro etíope. Por otra parte, el título de al-Nasīr fue conferido antes sobre Najāh por el califa y este nuevo título de Nasīr ’amīr al-mu’mīn puede haber sido un honor adicional. Pero también puede conjeturarse que designa a ‘Alī b. al-Muzaffar, si consideramos que todas las inscripciones en el reverso solo se refieren a una persona. Durante este periodo, las fuentes hablan de la aparición de un nuevo poder político y religioso: en 1047-1048 ‘Alī b. Muhammad al-Sulayhí comenzó a proclamarse ī ismā‘ilí, en nombre del califa fatimí al-Muntasir (1036-1094) en la región montañosa de Masār y el Harār. Este nuevo poder había sido un peligro inmediato para el último ziyādí y el emergente najāhí. El título Nasīr ’amīr al-mu’mīn inscrito en las monedas quizá ha sido una respuesta a este nuevo poder, que también usó armas de propaganda ya que los dirhems sudaysíes, que solo llevan el nombre y título de al-Mustansir, fueron acuñados en Zabīd.

De todo lo expuesto podemos obtener las siguientes conclusiones: al no mencionar a ‘Alī b. Ibrāhīm, ‘Umāra consigue dar más importancia al esclavo etíope al-Husayn b. Maslāma, quien puede haber incrementado el poder ziyādí y consolidado su territorio. Además pasa por alto la figura de Rushd con mucho, al atribuirle menos importancia que a su padre Najāh, que había sido el digno sucesor de los Ziyādíes, dando un entierro decente al último heredero ziyadí tras su asesinato. Pero las monedas no dejan dudas: en la última moneda ziyadí conocida, acuñada en 1048, Rushd es la única figura mencionada con ‘Alī b. al-Muzaffar y el califa ‘abbāsí. Además, no se ha registrado ninguna moneda acuñada solo con el nombre de Najāh. Después de los ziyadíes, las monedas fueron acuñadas en Zabīd en el nombre de los Sulayhíes shī‘íes (desde 1053-1054 hasta 1059) y luego por el najāhí Jayyāsh b. al-Mu’ayyad (desde 1073). Finalmente, como las monedas fueron acuñadas al menos hasta 1050-1051 en nombre del ziyādí ‘Alī b. al-Muzaffar, tendremos que suponer que Jayyāsh b. Najāh fue un usurpador y escribió su historia para darse legitimidad.




2. Yu‘ firíes de Shibām y San‘ā’ (847-997)

En las tierras altas y septentrionales, un jefe himyarí, Yu‘fir b. ‘Abd al-Rahmān perteneciente a los Dhū Hiwāl, procedente de Shibām y del nido de águilas que representaba la fortaleza de Kawkabām, a unos 40 kilómetros al noroeste de San‘ā’, desafió la autoridad ‘abbāsí, representada por los gobernadores de esta ciudad, y que también estaba apoyada por algunos jefes y tribus. Desde 829 se hizo independiente de manera efectiva en su territorio de origen. En 844 fue capaz de resistir las fuerzas del gobernador ‘abbāsí Shār Bamiyān, que intentó desalojarle. Los siguientes gobernadores no fueron más afortunados, y tras la partida de Ja‘far b. Dīnar, Yu‘fir fue capaz de atacar la capital misma. A finales del reinado de al-Wāthiq en 847, el poder abbasi terminó con la derrota del gobernador Himyar b. al-Harith. La dinastía yu‘firí acuñó moneda que llevaba el nombre de los califas abbasies, que también eran mencionados en la khūtba (la oración del viernes).

Hay pocas noticias del reinado de Yu‘fir b. ‘Abd al-Rahmān, aparte que la dinastía poseyó vastas áreas de Yemen, desde Sa‘dah y en Najran en el norte, hasta al-Jannad, cerca de Ta‘izz y Bayham, en el límite del área controlada por los ziyadíes, y durante algun tiempo mantuvieron su alianza hacia el exterior con los ‘abbāsíes. En 871/2 conquistaron Hadramawt también, aunque las fuentes históricas afirman que pagaban tributo al estado sunní más fuerte, el de los ziyādíes. En 872, el viejo y débil Yu‘fir entregó las riendas del poder a su hijo Muhammad b. Yu‘fir.

Muhammad continuó el aparente reconocimiento de la autoridad ‘abbāsí y y se dice que al-Mu‘tamid había redactado un diploma formal de investidura en 870-1, concediendo el gobierno de San‘ā’, para hacer un frente sunní contra los zaydíes y los ismā‘īlíes. A partir de entonces, la historia de esta dinastía se desvía en una extraña dirección. Una inundación que anegó San‘ā’ sirvió de motivo para que Muhammad emprendiera la peregrinación a La Meca; por ello, designó en 876 a su hijo Ibrāhīm para gobernar el territorio yu‘firí mientras tanto. Cuando regresó a Yemen dejó el poder en manos de Ibrāhīm, y decidió abdicar en favor de una devoción de por vida al Islam.

Por razones no totalmente claras, el retirado Yu‘fir, conspiró con Ibrāhīm para matar a Muhammad. Pero la ejecución del plan por parte de Ibrāhīm fue literalmente un exceso: además de matar a su padre y al hermano de éste, Ahmad, en el minarete de la mezquita de Shibām, también asesinó a su primo e incluso a la madre de su padre. Este espantoso crimen llevó el caos extensivo por todo Yemen, con muchas tribus rebelandose contra el asesino Ibrāhīm. Entre 882 y 886 estalló una revuelta popular en San‘ā’. Los yu‘firíes fueron expulsados de la ciudad y se retiraron a Shibām. En 886 el califa nombró un nuevo gobernador de Yemen, pero pronto fue destituido. Los rebeldes bajo Muhammad al-Du‘am recuperaron el control de San‘ā’. Después de unos pocos años la rebelión se fue extinguiendo. En 892 San‘ā’ aceptó un gobernador ‘abbāsí, que llegó a la ciudad en el mes de sha‘bam (septiembre). Aunque el gobernador ‘Alī b. Husayn Juftam restableció el gobierno ‘abbāsí en torno a los alrededores, no persiguió a los yu‘firíes. Como resultado, Juftam partió en 895 y aquellos recuperaron el poder. En 892 Ibrāhīm murió y fue sucedido por su primo ‘Abd al-Qādir b. Ahmad, y apenas unos pocos días después por su hijo Abū‘l-Hasān As‘ad b. Ibrāhīm.

A principios del siglo X hubo luchas entre los seguidores de la marca del Islam Zaydiyyah y otras políticas de las tierras altas de Yemen. El primer imán de zaydí Yahyā al-Hādi ila‘l-Hāqq (897-911) se apoderó temporalmente de San‘ā’ en 901, pero más tarde se vio obligado a abandonar la ciudad. En el mismo período, Ibn Haushāb y ‘Alī b. al-Fadl difundieron el credo de los fatimíes entre las tribus de las tierras altas y adquirieron un gran número de seguidores. Los dos líderes generalmente son citados como qármatas, aunque en realidad fueron nombrados como daīs (líderes) por el gobernante fatimí. Pudieron conquistar San‘ā’ en 905 y limitar el reino de los yu‘firíes a Shibām y Kawkabān. Durante largos períodos, el gobernante yu‘firí Abū‘l-Hasān As‘ad b. Ibrāhīm tuvo que permanecer en la región de Jawf más al norte. San‘ā’ cambió de manos con gran frecuencia en este período; de 901 a 913 se dice que la ciudad fue conquistada 20 veces, se entregó a través de la negociación tres veces y fue asediada cinco veces sin éxito. Finalmente, la dinastía logró derrotar a los seguidores de los fatimíes y recuperar San'a en 915.

Abū‘l-Hasān As‘ad murió en 944 y fue el último gran líder Yu‘firí. Ibn Khaldūn dice que fue sucedido por un hermano llamado Muhammad (844-963). A mediados del siglo X, el declive de la dinastía comenzó cuando los miembros de la familia se peleaban entre sí. El imām Zaydí al-Mukhtar al-Qāsim (imām rival, 934-357) logró adquirir San‘ā’ en 956, pero fue asesinado en el mismo año por un jefe de Hamdān llamado Ibn al-Dahhak que dominó la política hasta 963 y reconoció a los Ziyādíes de Zabīd. Un liberto de los Banū Yu‘fir, ‘Alī b. Wardān, apoyado por Dahhak fue reconocido como señor de San‘ā’. Apenas pudo soportar la oposición de los Khawlaníes, liderados por al-Asmar Yūsuf b. Abī‘ l-Futuh, y murió en 961. Fue sucedido por su hermano Shapūr, con quien Dahhak continuó aliado. Al años siguiente hizo un ataque infructuoso sobre los Khawlaníes, sus fuerzas pueron puestas en fuga y mientras trataban de escapar a Dhamār, Shapūr fue superado por al-Asmar y asesinado. Entonces Dahhak ofreció su sumisión al amīr de Zabīd, Ishāq. Por otro lado, al-Asmār Yusuf estableció al príncipe ‘Abd Allāh b. Qahtān en el trono. ‘Abd Allāh entró en San‘ā’, de donde Dahhak huyó apresuradamente. A continuación siguió una serie de luchas entre las partes contendientes, en las que el imām rassidí, Yusuf b. Yahyā b. an-Nāsir Ahmad ad-Dā‘ī (976-1012) tuvo parte importante, con el resultado de ser reconocido por un tiempo príncipe soberano de la ciudad y provincia. ‘Abd Allāh consiguió, no obstante, recuperar su autoridad y disfrutó de un reinado largo y turbulento. Atacó con éxito a las Ziyādíes en 989, invadiendo y saqueando a Zabīd. Luego dejó de mencionar a los ‘abbāsíes en la khutba y, en cambio, se adhirió al califa fatimí egipcio. ‘Abd Allāh murió en 997 y fue sucedido por su hijo As'ad (II). Sin embargo, la autoridad de los Yufirids en San‘ā’ ahora desapareció y ya no tuvieron importancia. El clan es mencionado ocasionalmente en las crónicas hasta 1280.



3. Najāhíes de Zabīd (c.1050-1159)

Según el relato de ‘Umāra, como se dijo más arriba, cuando el último ziyādí hubo sido ejecutado durante el gobierno del wazir abisinio Marjān, por uno de sus gobernadores esclavos, Nāfis, el otro, Nājah marchó para vengarle. Después de luchar, Nafis fue asesinado y Nājah en Dhu’l-Ka‘da de 412/febrero de 1022, entró en Zabīd, donde emparedó vivo al visir, en venganza exacta por asesinato del ziyādí. Al igual que había hecho su rival Nāfis, Nājah asumió la insignia de la realeza, acuñó su propia moneda e insertó su propio nombre en la khutba después del nombre del califa abbāsí. Este último reconoció bajo el título de al-Mu’ayyad Nāsir al Dīn. Sus territorios se extendían hacia el norte desde Zabīd hasta Harād en Tihāmah septentrional, mientras que las tierras altas siguieron estando divididas entre pequeños gobernantes, de entre los cuales, los Sulayhíes alcanzaron un poder considerable.

Sin embargo, recientemente se ha asumido la hipótesis, a tenor de los hallazgos numismáticos, de que los amīres ziyādies extendieron su gobierno hasta c.1050, puesto que las monedas en las que aparece el nombre de Nājah, siempre es acompañando al amīr ziyādí y nunca en solitario, por lo que se deduce que Nājah ejerció el poder como wazir del último ziyādí ‘Alī b. al-Muzaffar, y desde c.1050 en adelante, como amīr independiente.

El primer sulayhí, Abū Kāmil ‘Alī b. Muhammad consiguió envenenar a Nājah a través de una joven esclava que le envió como regalo. En la confusión que siguió, ‘Alī ocupó Zābīd y los hijos de Nājah huyeron a la isla de Dahlak, en el Mar Rojo. Mientras que el mayor, Mu‘arik se suicidó, los otros dos más jóvenes decidieron recuperar el poder en sus tierras: Sa‘īd al-Ahwal y Abū‘l-Tāmī Jayyāsh, cuya obra perdida, al-Mufīdfī akhbār Zabīd, es muy citada por ‘Umāra, nuestra mejor fuente histórica. Sa‘īd hizo sus preparativos en un escondite de Zabīd y preparó la llegada de Jayyāsh más tarde. Luego, los dos salieron abiertamente, cayeron sobre ‘Alī al-Sulayhí y lo mataron, cuando se dirigía hacia La Meca en 1081. enseguida, Zabīd reconoció a Sa‘īd como señor, apelando en particular al gran número de tropas esclavas abisinias. Pero ‘Asmā’, la viuda de ‘Alī, a la que se mantenía prisionera en Zabīd, persuadió a su hijo, al-Mukarram, para que la rescatara en 1083. Los najāhíes escaparon nuevamente a Dahlak. En 1086 Sa‘īd regresó como gobernante, pero en 1088 fue ejecutado a instigación de la reina sulayhí al-Sayyidah, esposa de al-Mukarram. Jayyāsh escapó a la India con su visir Khalaf b. Tāhir, regresó a Zabīd, disfrazado de indio, conspiró con sus compatriotas y fácilmente recuperó el poder en 1089. Con su muerte en 1105 reinó la confusión. Él mismo tuvo dificultades domésticas, y su anterior ayudante tuvo que huir y hubo feroces enemistades familiares entre sus descendientes.

Su hijo Fātik I, hijo de una muchacha esclava comprada en India, tuvo que defenderse contra sus hermanastros, Ibrāhīm y ‘Abd al-Wahhīd, al tiempo que los esclavos de su padre tomaban parte en las disensiones. Este último fue vencido por Fātik, pero le perdonó y se reconcilió con él; Ibrāhīm, en cambio se refugió con As’ad b. Wa’il b. ‘Isa, que le recibió con extremada generosidad. Mientras tanto, los esclavos de Fātik, habían crecido en número y poder. Murió joven en 1109, dejando un hijo menor de edad, al-Mansūr. Los esclavos de su padre lo colocaron sobre el trono, pero su tío Ibrāhīm reclutó tropas e invadió Tihāmah. Salieron a su paso los esclavos de Jayyāsh y los dos partidos se detuvieron uno frente a otro cerca de una villa llamada Huwayb, en Wadi Zabīd. Habiendo sido vaciada la ciudad por los oficiales de Fātik, que estimaban en poco el poder de Ibrāhīm, se rebeló ‘Abd al-Wāhid, el cual tomó posesión de Zabīd. Los esclavos y sirvientes del niño al-Mansūr consiguieron sacarlo de la ciudad y buscó refugio con los partidarios de su padre Fātik, pero el pueblo se apartó de él y se unió a ‘Abd al-Wāhid, al ser el preferido del las tropas. Cuando Ibrāhīm se dio cuenta de que su hermano se le había anticipado en conseguir el poder supremo en Zabīd y en ocupar las principales fortalezas del país, se unió a Husayn b. Abi ‘l-Hafat, considerado descendiente de Hamdan. En cuanto a al-Mansūr y los esclavos de su padre buscaron refugio con al-Mufaddal b. Abi’l-Barakat, príncipe himyarí de Ta‘kar y en Dhū Jibla, con la reina al-Sayyidah, hija de Ahmad el Sulayhí. Después de un tiempo los esclavos de Fātik se comprometieron por medio de un acuerdo a entregar a al-Mufaddal la cuarta parte del país a cambio de su ayuda contra ‘Abd al-Wahid. En consecuencia, al-Muzaffar b. Abī’l-Barakat le trajo de vuelta en 1111 como vasallo de los sulayhíes.

Debido a que aún era un menor, los visires de la dinastía comenzaron a tomar el control total. El visir de al-Mansūr, Anīs, incluso asumió honores reales. Cuando alcanzó la mayoría de edad, al-Mansūr lo asesinó con sus propias manos en 1123. No obstante, a su vez, fue asesinado enseguida por el siguiente visir, Man ‘Allāh. Este último hizo gobernante al niño Fātik II, hijo de al-Mansūr y una esclava, ‘‘Alam. Esta mujer, que murió en 1150 se esforzó con habilidad por preservar los derechos de su casa contra las usurpaciones de los visires. Man ‘Allāh fue asesinado a instigación suya en 1130. Sus sucesores fueron los esclavos Ruyzak y más tarde al-Muflīh. Contra este último, ‘‘Alam presentó a sus favoritos, Surūr e Ikbal, quienes, no obstante, no estaban ellos mismos en buenas relaciones. Durante sus enfrentamientos los diversos partidos llevaron a otros pequeños gobernantes árabes contra Zabīd. Ikbal envenenó a Fātik II en 1137, temiendo ser ajusticiado por haber matado al hijo de al-Muflīh. Fue seguido por su primo, Fātik III. Surūr, que había estado en el control efectivo desde 1135, fue asesinado en una mezquita de Zabīd en 1156 por un enviado de los Mahdíes, quienes presionaban duramente para conquistar el principado najāhí. Cuando el imām zaydí al-Mutawakkil Ahmad b. Sulaymān fue convocado para ayudar a los Najāhíes, lo hizo con la condición de que Fātik III debería ser depuesto y él mismo reconocido como señor de Zabīd. Se acordó esto, y Fātik III fue asesinado; sin embargo, el imām fue incapaz de permanecer en la ciudad, y en 1159 los mahdíes entraron en Zabīd, fundando la dinastía del mismo nombre (1159-1174)



4. Actividad religiosa y estados sectarios

El Yemen fue el teatro de una intensa actividad religiosa, tanto política como literaria. Desde el punto de vista político-religioso era la Shī‘a, tanto zaydí como ismā‘īlí, la más activa. El ibādismo, eliminado a principios del siglo VIII, se recuperó en Hadramawt, y la comunidad fue enormemente autónoma bajo la égida de los ziyādíes. Durante la primera mitad del siglo X, el ibadismo en Hadramawt se tambaleó, debido principalmente a la actividad de la Shī‘a. Esta actividad fue introducida por Ahmad b. ‘Isa, descendiente del imām ‘alīda Ja‘far al-Sadīq. Ahmad dejó Basra en 930 como resultado de los ataques qarmatíes y emigró a Hadramawt (posteriormente, los descendientes del Profeta en Hadramawt llegaron a ser conocidos como Sayyids). La Shī‘a empezó a ganar adeptos en Hadramawt pero el ibādismo se recuperó en el siglo XI. La proximidad de este territorio a Omán (‘Umān) animó seguramente a los ibādíes Hadramī y en el siglo XI, Hadramawt fue incorporado al imāmato omaní. El colapso de este último, y la conquista de Hadramawt por el ismā‘ilíes al-Sulayhí, puso fin al ibadismo allí, tanto que no dejó una huella duradera.

Hacia fines del siglo IX, el zaydismo y el ismā‘ilismo penetraron en Yemen simultáneamente, contra los antecedentes de división política: el estado zaydí en la Tihāmah; los yu‘firíes himyaríes en San‘ā’ y parte la zona montañosa hacia el sur desde al-Janad; los Manakhíes himyaríes en las tierras altas meridionales; y las tribus del norte, que estaban ocupadas luchando unas contra otras y sin pagar lealtad a ningún poder central. Fue en esta última y fragmentada área donde los zaydíes se establecieron, mientras que los ismā‘ilíes (llamados Qaramitas por los zaydíes para ser distinguidos de los Qarmatíes auténticos de Bahrayn) entraron en el sur, así como también en la parte central de las coordilleras montañosas centrales.

a) Los Imāms Zaydíes

En 897 Yahyā b. al-Husayn al-Hasanī, titulado al-Hādī ila al-Hāqq (el “Líder de la Verdad”) llegó a las tierras altas del norte desde el Hijaz. Como descendiente de ‘Alī y Fātima, y respetada autoridad religiosa, fue invitado por los jefes de las tribus yemeníes en lucha para restaurar la paz y el orden. Su misión en el área unos pocos años antes había terminado en fracaso y su partida, pero esta vez se quedó y logró establecer un régimen zaydí (imāma) basado en la ciudad de Sa‘da. Esforzándose por extender su influencia sobre San‘ā’, combatió a los yu‘firíes y otros jefes tribales, así como al pretendiente ismā‘ilí al poder, ‘Alī b. al-Fadl. Habiendo fracasado en obtener el control firme sobre San‘ā’, al-Hādī regresó a Sa‘da, donde murió en 911.

El periodo entre 897 y 1052 es llamado a veces primer Imāmato Zaydí, pero los mismos imāms continuaron aumentando su número después de esta fecha también, aunque no consecutivamente. El propósito inicial por el que el fundador, al-Hādī, fue invitado al Yemen, en general, no fue conseguido. Aunque algunos de los imāms eran suficientemente fuertes para unificar la región septentrional del Yemen, el imāmato no consiguió establecer una paz o unidad permanentes. De hecho, el régimen zaydí difícilmente puede ser considerado un estado. No existía un aparato administrativo formal y no fijó un patrón de sucesión. El principal criterio para la elegibilidad, además de la descendencia ‘alīda era la actividad militar destinada a establecer el zaydismo. Esto tuvo varias consecuencias. La primera, hubo muchos interrregnos. En segundo lugar, los imāms zaydíes estaban constantemente luchando contra no zaydíes, y ocasionalmente también contra sus propios seguidores tribales, debido a que estos últimos podían oponerse a la aplicación del imām de castigos coránicos (hudud) y a la recaudación del zakat (impuesto de limosnas). De hecho, la ley islámica a menudo chocaba con la atrincherada ley consuetudinaria. Esto explica por qué los imāmes zaydíes eran retratados a veces combatiendo el tribalismo como tal. En tercer lugar, a menudo los zaydíes también estaban en guerra contra ellos mismos. Los miembros de la familia del Profeta, respaldados por diferentes grupos tribales, luchaban unos con otros por el liderato. Los imāmes a menudo llegaban a enredarse en disputas tribales que no tenían que ver con el zaydismo.

Los imāmes zaydíes estaban asociados con una posición protegida de carácter tribal y enclaves sagrados, pero su influencia generalmente se extendía más allá de una tribu. Esta antigua institución yemení sirvió para difundir el zaydismo en el norte de Yemen (aunque debería destacarse que no todos los enclaves eran zaydíes). Hubo muchos enclaves a través del territorios tribales que pueden haber sido independientes unos de otros, pero eran considerados por la historiografía zaydí como partes de un único estado zaydí. Aunque enredado en la vida y la política tribales, los imāms, también llamados sayyids, diferían del resto de líderes tribales (shaykhs) en que ellos llamaban a la jihad, practicaban la comandancia de la Fe y la prohición del mal, prestaban servicios educativos y espirituales, dispensaban justicia islámica, y hacían cumplir la ley islámica en la medida de lo posible. Es destacable que, aunque considerado santo en virtud de la descendencia del Profeta, los imāms zaydíes se caracterizaban por el aprendizaje y el conocimiento de la ley, más que por poderes sobrenaturales. No obstante, no solo se distinguían de los líderes tribales, sino tambén de la élite religiosa que no descendía del Profeta. Aunque altamente considerados, y aunque funcionaban como líderes de la jihad, los imāms zaydíes seguían siendo dependientes de las tribus para su protección, y por tanto, aunque servían como mentores, jueces, árbitros, líderes políticos y comandantes militares no podían ser considerados como la élite gobernantes.

El primer imāmato zaydí era activo en Sa‘da y Najran, ocasionalmente en San‘ā’ y el Jawf, pero Tihāmah generalmente estaba fuera de su alcance. La primera mitad del siglo XI fue un periodo de deterioro y división sectaria. Una importante y nueva secta, liderada por un yemení, Mutarrif b. Shihab, llegó a ser conocida como Mutarrifiyya. Aunque originándose como un cisma, esta secta fue beneficiosa para el zaydismo como totalidad, y mantuvo y difundió la misión cuando los descendientes del Profeta fueron incapaces de hacerlo. Hacia la mitad del siglo el primer imāmato zaydí había llegado a su fin a manos de la dinastía ismā‘ilí, los Sulayhíes. Los zaydíes establecieron su segundo imāmato en 1138, simultáneamente a la desaparición de los Sulayhíes; duró hasta 1585.



b) Las dinastías ismā‘ilíes

La actividad ismā‘ilí (da‘wa) en el Yemen comenzó quizá en la segunda mitad del siglo IX. Hay una información sobre un misionero, al-Hasan al-San‘ā’dīqī, que tenía su base en Mudhaykhin, adquirió muchos seguidores y conquistó el Yemen. Pretendía ser un profeta, cometió muchas atrocidades y fue la causa de una emigración masiva. Los datos sobre todo esto son escasos, incluso en las fuentes yemeníes. Tenemos mejor información sobre la misión organizada y la actividad militar de los ismā‘ilíes hacia el final del siglo IX. Dos misioneros ismā‘ilíes fueron enviados a la región. Uno de ellos, ‘Abū al-Qāsim b. Hawshāb logró conquistar todo el macizo de Jabal Miswar (noroeste de San‘ā’) y llegó a ser conocido como ‘Mansūr al-Yaman’ (= “el Dios ayudó a uno del Yemen”). El otro, ‘Alī b. al-Fadl, estaba activo en el sur, tomó la anterior capital manakhí, Mudhaykhira, en 906, y luego fue a San‘ā’. La ciudad estuvo disputada durante varios años entre los yufiríes, el zaydí al-Hādī ila al-Hāqq, y ‘Alī b. al-Fadl, y finalmente cayó en manos de este último en 911. Animado por su éxito, ‘Alī causó defección de la causa ismā‘ilí, se convirtió en independiente y se volvió para combatir a su antiguo compañero, Mansūr al-Yaman. ‘Alī fue asesinado por un agente de yu‘firíes en 915, después de lo cual su régimen se colapsó. Mansūr al-Yaman siguió siendo leal a la Ismā‘iliyya y a los Fātimíes, quienes mientras tanto habían tomado el poder en el Maghrib (909). Continuó enviando misioneros ismā‘ilíes a otras regiones como Oman, Yamama y Sind. Su régimen llegó a su fin por las querellas internas tras su muerte en 904. Uno de sus sucesores transfirió su alianza a los ‘abbāsíes, y el Ismā‘iliyya en Yemen se convirtió, en su mayor parte, en un movimiento subterráneo hasta el ascenso de los Sulayhíes, una aristocrática familia de la tribu de Hamdan.

(i) Los Sulayhíes de San‘ā’ y Dhū Jibla (1047-1138)

Alī b. Muhammad al-Sulayhí, hijo de un juez sunní procedente del distrito de Harāz (al oeste de San‘ā’), fue elegido como agente para los fatimíes, en el Yemen. Durante la primera mitad del siglo XI se implicó en la actividad clandestina, y adquirió fama y apoyo. Hacia mediados de siglo (c.1047) recibió permiso para actuar en público, y colocó su base en la montaña de Jabal Maswār, en el distrito de Harāz. Habiendo derrotado al imām zaydí de Sa‘da y el distrito de Hadur en el norte, ‘Alī procedió a consolidar su autoridad mediante hazañas militares, diplomáticas e intriga. Después de unos pocos choques con el gobernante de Zabīd, Nājah, este último murió (en 1060; ver más abajo), al parecer por envenamiento, ordenado por el mismo ‘Alī. De este modo, ‘Alī obtuvo el control de la Tihāmah, después de lo cual conquistó la parte sur del Yemen, incluyendo ‘Aden y Hadramawt. Hacia 1063, había unificado Yemen como lo había sido bajo los himyaríes preislámicos, aunque algunas áreas tribales siguieron existiendo como pequeñas jefaturas, tales como al-Qahtan, Banu al-Da‘car y Āl-Faris en Hadramawt. Desde su base en San‘ā’, ‘Alī nombró personalmente gobernadores locales para las provincias, y supervisaba su trabajo, así como el trabajo de los misioneros enviados para difundir la ideología ismā‘ilí. Continuó ligado a la corte de El Cairo, recibía sus órdenes del califa al-Mustansir, y, a menudo, apeló a él para asesoramiento y autorización de sus acciones. ‘Alī al-Sulayhí actuó también en el Hijaz en nombre de sus patronos, aseguró la lealtad de La Meca a El Cairo, y llevó a cabo renovaciones en los Santos Lugares. No obstante, sus relaciones con el sharif de La Meca a veces necesitó la mediación del califa fatimí.

‘Alī al-Sulayhí estaba constantemente en guerra, bien contra las invasiones etíopes, bien contra los numerosos enemigos internos, incluyendo jefes tribales, dinastías y sectas rivales, e ismā‘ilíes que habían ido por el mal camino. Sus enemigos más acérrimos, como siempre, fueron los najāhíes. La lucha entre estos dos estados continuó, cambiando Zabīd frecuentemente de manos, hasta que ambas dinastías llegaron a un fin similar a mediados del siglo XII. Parece que la cuestión de este conflicto no era solo el sunnismo contra el ismā‘ilismo, sino también el control de la Tihāmah, la cual aseguraba el control de la vía comercial del Mar Rojo.

Súbitamente las fuentes guardan silencio; no estamos seguros de la fecha de la muerte de ‘Alī, 1067 o 1080. En cualquier caso fue asesinado por el gobernante nājahí Sa‘īd al-Ahwal en al-Mahjam en la Tihāmah septentrional y su esposa Asmā’ fue tomada prisionera.

‘Alī fue sucedido por su hijo al-Mukarram Ahmad. Confiados tras asesinar a ‘Alī y tomar cautiva a su esposa, los najāhíes fueron capaces de recuperar la mayor parte del territorio que habían controlado anteriormente en Tihāmah, e incluso presionaron duramente a los Sulayhíes en sus fortalezas de Harāz y al-Ta‘kar. Es muy posible que en esta época el territorio sulayhí fuera reducido al área de San‘ā’. En 1068 al-Mukarram Ahmad consiguió rescatar a su madre de manos de los najāhíes, y los ejércitos sulayhíes comenzaron a luchar de nuevo en todas partes, llevando al estado sulayhí a su cenit. La extensión de su poder puede ser estimada a partir del hecho de que en 1068, según se informa, consiguió derrotar a una coalición tribal que ascendía a 30.000 hombres (este número puede ser una convención, pero expresa un gran número). Otra indicación de su relevancia es que en 1075, el califa le encargó dirigir la misión ismā‘ilí a la India.

Una vez más nos deslizamos por un periodo confuso de la historia sulayhí. En 1069, al-Mukarram Ahmad contrajo matrimonio con una dama que iba a ser famosa incluso fuera del páis, al-Malika al-Sayyidah bint Ahmad (erróneamente llamada Arwa, que realmente es el nombre de una de sus hijas). En 1074 o 1086 él cedió los asuntos de estado a su esposa, que le había dado cuatro hijos, de los cuales ‘Alī II al-Mukarram al-Ashgar, fue el sucesor, al menos nominalmente. Es posible que al-Mukarram Ahmad ejerciera algún tipo de influencia sobre el gobierno hasta su muerte en la fortaleza de Ashyah en 1091. Quizá en 1087 al-Sayyidah renunció a San‘ā’ como capital del estado sulayhí y la dejó por una ciudad más pequeña, fundada en 1066, que descansaba debajo de la imponente montaña de al-Ta‘kar, en las tierras altas meridionales. Así comienza el periodo de gobierno de los sulayhíes desde Dhū Jibla, periodo de cierta brillantez, presidido por la famosa reina yemení al-Sayyidah bint Ahmad, Bilkīs al-Sughra como es conocida en la tradición yemení.

La Dama Libre (al-Sayyida al-Hurra) fue reconocida por el Califa en El Cairo, y continuó las luchas contra najāhíes y sus oponentes. También estuvo envuelta en el movimiento ismā‘ilí en general. En el cisma que estalló en 1094 se alineó con los egipcios que apoyaban a al-Musta‘lī bi Allāh (en contra de su hermano Nizar). Al-Musta‘lī (1094-1101), a cambio reconfirmó su posición tanto como gobernante como jefe misionero. El misionero ismā‘ilí ‘Imād al-Dīn († 1468) describe a al-Sayyidah como una mujer piadosa y estudiosa que llevó a cabo con éxito sus tareas tanto políticas como religiosas. Pero parece que siendo una mujer, al-Sayyidah no podía ella misma actuar como misionero, del mismo modo que no dirigía ella misma las tropas a la batalla. Un juez principal enviado desde Egipto, Lamak b. Malik, y su hijo actuaron por parte de ella como jefes misioneros.

La reina nombró a tres funcionarios: el primero, Abū Himyar Saba’ b. Ahmad, fue famoso por su feroz hostilidad hacia los najāhíes, contra los que combatió con gran vigor. Aunque se casó con al-Sayyidah tras la muerte de al-Mukarram Ahmad, a instancias del califa al-Mustansir (1036-1094), su enlace solo fue un medio de que la reina se mantuviera en el poder, pues parece que no consiguió persuadirla para consumar el matrimonio. Pertenecía al línaje sulayhí, al ser primo lejano tanto de al-Mukarram Ahmad como de al-Sayyidah, y fue titular del estado sulayhí hasta su muerte en 1099; a partir de dicha fecha la reina quedó gobernando en solitario.

El segundo funcionario, extremadamente leal, fue al-Mufaddal b. Abi’l-Barakat, señor de al-Ta‘kar, la elevada fortaleza al sur de Dhū Jibla. Originalmente había sido designado por al-Mukarram Ahmad, y parece haber estado bajo su supervisión el traslado de los tesoros sulayhíes al-Ta‘kar por motivos de seguridad. Al-Mufaddal también participó enérgicamente en las guerras contra los Najāhíes en Tihāmah.

El tercer funcionario esterechamene asociado con el gobierno de la reina al-Sayyidah fue Ibn Najīb al-Dawla. Entró en Yemen en 1119, enviado, según parece, por los fātimíes en un intento de revivir la agotada fortuna de los sulayhíes en Yemen. Operando desde al-Janad, hizo mucho por pacificar la áreas meridionales y controlarlas dentro del redil sulayhí, así como unir en el esfuerzo principal de mantener a raya a los Najāhíes. Sin embargo, en 1125, argumentando que la mente de la reina ya no estaba en forma para gobernar los territorios de la dinastía, intentó expulsarle y ponerla en aislamiento. Pero al-Sayyidah luchó y sus seguidores asediaron a Ibn Najīb al-Dawla en al-Janad. Fue llevado, humillado, ante la reina en Dhū Jibla. Su sentencia fue que debía ser enviado de vuelta a Egipto en una jaula de madera, y es así como dejó la capital sulayhí. No obstante, nunca alcanzó Egipto, muriendo en el mar.

Quizá su género fuese también una de las causas que llevaron al socavamiento de la autoridad de al-Sayyidah por sus propios subordinados (aunque ‘Imād al-Dīn niega esto expresamente). Además, fue incapaz de conservar la superioridad militar sulayhí, y sus ejército fueron sonoramente derrotados por una coalición de Zaydíes y Najāhíes en 1087. San‘ā’, la cual había estado cambiando de manos entre los gobernadores sulayhíes y los gobernantes hamdaníes locales, ya en la época de al-Mukarram, cayó en manos de la familia al-Hātim en 1098. Durante la crisis de El Cairo de 1130 al-Sayyidah permaneció leal al regente (‘Abd al-Majīd al-Hāfīz, 1130-1149). Esta crisis le distanció de la corte fatimí y debilitó aún más al estado sulayhí el cual se contrajo y deterioró. Nuestras fuentes se agotan; al-Sayyidah murió a la avanzada edad de 88 años en 1138. No hubo nadie de la dinastía para continuar, los Banu Zuray‘í de ‘Aden tomaron el control en Dhū Jibla.


(ii) Hamdāníes de San‘ā’ (1087-1174)

La da‘wa Hāfizī en Yemen también fue apoyada por, al menos, alguno de los gobernantes hamdāníes de San‘ā’, quien como los Zuray‘íes habían sido ismā‘īlíes y pertenecían a la confederación tribal de Hamdān. San‘ā’ y sus alrededores fueron gobernadas por los extensos e influyentes Banū Hamdān, muchos de cuyos clanes se adhirieron al shī‘īsmo zaydí o ismā‘īlí. Alrededor de 1087, cuando el segundo gobernante sulayhí al-Mukarram Ahmad se retiró a Dhū Jibla y dejó los asuntos de estado a su consorte al-Malika al-Sayyida, San‘ā’ fue colocada bajo el gobierno de al-Qādi ‘Imrām b. al-Fadl y As‘ad b. Shihāb, tío de al-Mukarram. ‘Imrām, uno de los líderes de los Banū Hamdān del clan de Yām, había apoyado al fundador de la dinastía sulayhí en la mayoría de sus campañas y también emprendido una misión en su nombre a El Cairo en 1067, urgiendo a al-Mustansir para que permitiera la visita de ‘Alī b. Muhammad al-Sulayhí a la corte fātimí. Más tarde, ‘Imrām, quien, como los Sulayhíes se adhirió al ismā‘īlísmo fātimí, se convirtió en el comandante del ejército sulayhí. El gobierno de ‘Imrām sobre San‘ā’, no obstante, no duró mucho. Por alguna razón desconocida, pronto ocurrió allí un distanciamiento entre al-Mukarram e ‘Imrām, quien fue cesado de su cargo. Parece que ‘Imrām había estado intrigando contra los Sulayhíes, probablemente por resentimiento por la autoridad jercida por al-Sayyidah. También se había vuelto envidioso del poder y posición de Lamak b. Mālik al-Hammādi en el estado sulayhí. Mientras que los sucesores de Lamak se convirtieron en dā‘īs de los Tayyibíes (partidarios del desposeído hijo del califa al-Āmir, Abū al-Qāsim al-Tayyib), los descendientes de ‘Imrām estuvieron entre aquellos gobernantes hamdāníes que apoyaban la da‘wa Hāfizī (partidarios del califa al-Hāfiz). La fortuna creciente de al-Mufaddal b. Abi’l-Barakāt († 1110), confidente de al-Sayyidah que luchó contra Najāhíes y Zuray‘íes, fue otro factor que socavó la lealtad de los estos últimos y de los Hamdāníes hacia los Sulayhíes. En cualquier caso, debido a la popularidad de la reina sulayhí, por todo Yemen, ‘Imrām no pudo oponerse a ella abiertamente. De hecho, ‘Imrām combatió por ella en la guerra sulayhí contra los Najāhíes en 1086.

Entretanto, los distintos clanes hamdāníes habían estado intentado obtener su independencia de la autoridad central sulayhí. En 1098-1099, habían separado San‘ā’ del estado sulayhí. La ciudad y sus distritos circundantes cayeron bajo el gobierno de Hātim b. al-Ghasīm al-Mughallasī, otro líder hamdāní que fundó la primera de las tres dinastías hamdāníes de San‘ā’.

Hātim murió en 1109 y fue sucedido por sus hijos ‘Abd Allāh (1109-1111), el cual, aunque fue reconocido como un gobernante justo, fue enveneado, y después Ma‘n; ambos se enfrentaron a una seria oposición desde dentro de los Banū Hamdān. En 1116, Ma‘n fue formalmente depuesto por el qādī Ahmad b. ‘Imrām b. al-Fadl, hijo del anterior gobernador sulayhí de San‘ā’, que había asumido el liderato de los clanes hamdāníes. Hishām b. al-Qubayb, de otra familia hamdāní y de tendencia ismā‘īlí musta‘lí, fue ahora instalado como el nuevo gobernante de San‘ā’. Hishām, fundador de la segunda dinastía hamdāní murió alrededor de 1124, y fue sucedido por al-Humās b. al-Qubayb. Fue durante su reinado cuando al-‘Āmir murió y al-Hāfiz reclamó el imāmato. Al-Humās fue el primer gobernante hamdāní en apoyar la causa de al-Hāfiz en Yemen. Murió en 1133, poco después del cisma Hāfizī-Tuyyibī, y su hijo Hātim (II) asumió el estado hamdāní. Él también se adhirió al ismā‘īlismo Hāfizī.

Cuando Hātim b. al-Humās murió en 1139, poco después de al-Sayyidah, sus hijos discutieron sobre su sucesión y apareció la disensión tribal una vez más dentro de los Banū Hamdān. Fue bajo esta circunstancia que la casa hamdāní de ‘Imrām, con la aprobación de los líderes tribales, asumió la resposabilidad de gobernar sobre San‘ā’. El control del área de esta ciudad pasó así en 1138 a manos de Hamīd al-Dawla b. Ahmad b. ‘Imrām, que fundó la tercera dinastía hamdāní de San‘ā’, los Banū Hātim. La herencia perdida por ‘Imrām fue así recuperada por su nieto, quien hacia 1150, mantenía bajo su control todo el país al norte de San‘ā’, con la importante excepción de Sa‘da, el principal centro zaydí en Yemen. Hātim, como los Banū’l-Qubayb, apoyaban la da‘wa Hāfizī en los distritos bajo su gobierno. Las diferencias políticas jugaron su papel en los continuos enredos entre el Hāfizī Hātim y el imām rassidí al-Mutawakkil Ahmad b. Sulaymān, quien en 1138 había proclamado su liderato sobre los zaydíes yemeníes en Sa‘da. Estos conflictos comenzaron en 1150, cuando los zaydíes atacaron a las fuerzas de Hātim y arrebataron temporalmente el control de San‘ā’ de manos de los Hamdāníes, y continuaron hasta la muerte de Hātim en 1161. Cuando Hātim recuperó el control de San‘ā’, restauró la inscripción sobre la mezquita de la ciudad, que contenía los nombres de los imāmes ismā‘īlíes fātimíes, que habían sido borradas por el imām zaydí al-Mutawakkil Ahmad († 1170).

Hātim fue sucedido por su hijo ‘Alī, el último miembro gobernante de su dinastía. El sultán
‘Alī b. Hātim consolidó su posición y expandió sus territoros hacia el norte, ganando temporalmente el control, incluso en Sa‘da, y hacia el oeste hasta Harāz, donde por entonces iban a encontrarse un numero significativo de hāfizies. El hamdaní ‘Alī b. Hātim, que lideró la causa de la da‘wa Hāfizī en la región de San‘ā’, libró una prolongada guerra contra Hātim b. Ibrāhīm al-Hāmidī, que en 1162 había accedido como tercer dā‘ī mutlaq al liderato de los Tayyibíes. Esto también represetnaba la más seria competición militar entre los partidos Hāfizī y Tayyibī en Yemen. Las hostilidades duraron tres años comenzando en 1165 cuando el dā‘ī tuyyibí Hātim, con el apoyo creciente de un gran número de tribus hamdāníes, se alzó contra ‘Alī b. Hātim y tomó la fortaleza de Kawkabān, cerca de San‘ā’. ‘Alī b. Hātim tomó represalias y combatió al dā‘ī Hātim, derrotándolo finalmente. Kawkabān se rindió e 1168-1169, y el dā‘ī se retiró a Ray‘ān y Lu’lu’a, antes de establecerse en Harāz. Los Hamdāníes destruyeron la mayor parte del territorio alrededor de Kawkabān y Shibām. El sultán ‘Alī también jugó un papel destacado al formar una alianza con sus correligionarios zuray‘íes y algunos clanes hamdaníes contra el gobernante kharijí de Zabīd, ‘Abd al-Nabī, hijo de ‘Alī b. al-Mahdī († 1159), que había tomado Zabīd de manos de los Najāhíes y fundó una nueva dinastía allí. ‘Abd al-Nabī, en su propia campaña de expansión territorial, había puesto asedio a ‘Aden, obligando a los Zuray‘íes a buscar la ayuda militar de los Hamdāníes, siendo ambas dinastías Yāmíes e Ismā‘īlíes Hāfizīes. El Mahdī fue derrotado en 1173 y expulsado de vuelta a Zabīd por la fuerzas combinadas de las dinastías ismā‘īlíes y sus guerreros tribales. Por esa época, los Ayyūbíes ya habían comenzado su penetración en Yemen, la cual iba a dar lugar al colapso de las dinastías Zuray‘í, Hamdāní y Mahdí. Solamente los imāms Zaydíes que gobernaban desde Sa‘da escaparon al sometimiento ayyūbí del sur de Arabia.

Poco después de que ‘Alī b. Hātim regreara a San‘ā’ de su campaña contra los Mahdíes, los Ayyūbíes, al mando de Tūrān-Šāh, consiguieron alcanzar las afueras de la ciudad en 1174. ‘Alī huyó a la seguridad de su fortaleza de Birāsh, mientras que Tūrān-Šāh aseguraba San‘ā’ temporalmente, abandonada por los Hamdāníes. Esto marcó el fin del gobierno hamdāní, aunque una serie de hamdāníes continuó controlando varias localidades alrededor de San‘ā’, después de que Tūrān-Šāh abandonara Yemen en dirección a Egipto en 1175 y opusiera una vigorosa resistencia contra los Ayyūbíes con la ayuda de su hermano Bīsh b. Hātim y otros parientes. No fue hasta 1189 cuando el segundo gobernante ayyubí, al-Malik al-‘Azīz Tugh-Takīn b. Ayyūb (1181-1197), habiendo resuelto los asuntos en el sur, entró en San‘ā’, por entonces aún en manos de los Hamdāníes Hāzifīes. Sin embargo, los hermanos de ‘Alī b. Hātim y otros Hamdāníes, dispersos sobre un amplio área alrededor de San‘ā’, continuaron manteniendo una serie de fortalezas durante el periodo ayyūbí en Yemen (1173-1229). El mismo ‘Alī b. Hātim siguió en posesión de diferentes fortalezas hasta su muerte en 1202-1203.



(iii) Zuray‘íes de ‘Aden (1080-1174)

La fuente principal para la historia de los Zuray‘íes es ‘Umāra, que tenía estrechas relaciones con varios miembros de la dinastía. ‘Umāra, celoso partidario de los fatimíes, escribió la historia de Yemen en el año 1167-1168, a petición de al-Qādī al-Fādil, a la vez secretario principal del califa al-‘Ādid y, en consecuencia, un estrecho compañero de Saladino. Más tarde, historiadores árabes del sur, como al-Khazrajī († 1410) añadieron poco al relato de ‘Umāra sobre la dinastía Zuray‘í. Los Zuray‘íes, que pertenecían a la rama Yam de los Banū Hamdān, habían llegado a la prominencia durante el reinado de los últimos sulayhíes. En reconocimiento de sus servicios a estos y a la causa de la da‘wa fātimí en el Yemen, el segundo gobernante sulayhí al-Mukarram Ahmad concedió en 1080 el gobierno de ‘Aden y sus regiones circundantes a los hermanos al-‘Abbās y al-Mas‘ūd b. Karam (al-Mukarram). Gobernaron conjuntamente y fundaron la dinastía ismā‘īlí de los Zuray‘íes de ‘Aden. El nombre generalmente aceptado de la casa, los Banū Zuray‘ o Zuray‘iyya, se deriva del nombre de un gobernante posterior, Zuray‘ b. al-‘Abbās. A al-‘Abbās se le entregó el interior de ‘Aden, gobernando desde Hisn al-Ta‘kar, mientras que al-Mas‘ūd recibió el puerto y la línea costera, estableciendo su residencia en la fortaleza de al-Khadrā. El sistema conjunto de gobierno, con rivalidad constante entre las dos ramas de la familia zuray‘í, continuó durante un tiempo.

Ambas ramas también poseían, o adquirieron, territorios interiores; de hecho, hacia 1135-1136 o incluso antes ambas ramas residían en el interior y estaban representados en la ciudad por gobernadores. Los dos gobernantes juntos pagarían originalmente un tributo de aproximadamente 100.000 dinares a al-Sayyidah, a quien ‘Alī al-Sulayhí había concedido el derecho a los ingresos de la ciudad, cuando contrajo matrimonio con al-Mukarram. Los Banu’l-Karam estaban activos en el servicio de los Sulayhíes tanto antes como después de su instalación en ‘Aden. Por ejemplo, cuando en 1087 al-Sayyidah envió a su general y consejero principal al-Mufaddal b. Abi’l-Barakat a Zabīd para combatir a los najāhíes, los gobernantes zuray‘íes al-Mas‘ūd y Zuray‘, que había sucedido a su padre al-‘Abbās en 1084 combatieron al lado de los sulayhíes y perdieron sus vidas en esa campaña. Pero en cualquier momento que se presentaba la posibilidad dejaban de pagar el tributo a al-Sayyidah. En una ocasión, después de 1091, al-Mufaddal tuvo que ser enviado con un gran ejército a ‘Aden para forzar la renovada sumisión de los gobernantes zuray‘íes Abu’l-Su‘ūd b. Zuray‘ y ‘Abu’l-Gharāt. Después de la muerte de al-Mufaddal en 1110, al-Sayyida envió a un primo de aquel, As‘ad, contra los Zuray‘íes, los cuales se habían rebelado de nuevo, rehusando pagar el acostumbrado tributo. En cada revuelta la cantidad a pagar se reducía a la mitad de la cifra anterior; pero, finalmente, en 1121, una expedición dirigida por Ibn Najīb al-Dawla fracasó en restaurar los pagos y el tributo cesó permanentemente. No obstante, aunque ellos rehusaron pagarlo, los Banu’l-Karam participaron en el último ataque sobre Ibn Najīb al-Dawla, según se informa, organizado por al-Sayyidah; pero después de la campaña de Ibn Najīb al-Dawla contra ellos, habrían tenido suficientes motivos para atacarle a su vez.

Fue Saba’ b. Abu’l-Su‘ūd, nieto de Zuray‘, quien unió el puerto y el interior bajo su propio gobierno. De acuerdo con ‘Umāra, las hostilidades se iniciaron alrededor de 1135-36, por los Banū Mas‘ūd, cuyo gobernador en la ciudad usurpó los ingresos que se suponía que iban a ir para los zurayíes y espoleó la oposicion a ellos entre la población de la ciudad. Saba’ dejó que las cosas siguiesen su curso por algún tiempo, pero justo en el momento crítico reaccionó al instalar a Bilāl b. Jarīr como gobernador en ‘Aden, con órdenes de contrarrestar la oposición anti-zurayí por la fuerza si fuera necesario. El mismo dā‘ī mientras tanto reunió tropas en al-Dumluwa procedentes de Hamdān y otras tribus. Ocupó una posición en Wadi Lahj, en la villa de Banū Abbah, enfrentándose a ‘Alī b. Abi’l-Gharāt, cabeza de los Banū Mas‘ūd, en el pueblo de ar-Ra’ari. Tuvieron lugar algunos combates serios, pero fue solamente después de dos años cuando Saba’ derrotó definitivamete a sus primos en Lahj, mientras que en ese mismo día, Bilāl tomó al-Khadra’, la fortaleza de los Banū Mas‘ūd en ‘Aden. Saba murió solo 7 meses después de entrar en la ciudad en 1138.

La unificación de los dominios de los Banū’l-Karam por Saba’ y Bilāl marca el comienzo del periodo zuray‘í per se en Yemen meridional. En general, la estructura básica de la administración siguió igual hasta el tiempo de la conquista de Tūrān-Shāh en 1174. Bilāl, después de la captura de la ciudadela de ‘Aden, permaneció allí como gobernante semiautónomo hasta su muerte, y fue sucedido en esta posición por dos de sus hijos sucesivamente, hasta que el último de estos fue derrotado por Tūrān-Shāh. Los mismos dinastas residían mayormente en una de sus posesiones tierra ‘Adentro: primero la fortaleza de al-Dumluwa, luego, por un tiempo, Dhū Jibla, después de su adquisición por Muhammad, y finalmente de nuevo en al-Dumluwa. Ellos habían hecho lo mismo antes de que Saba’ unificara el país, de modo que la nueva situación era análoga a la que había existido previamente, con la posición de Bilāl en ‘Aden correspondiente a la que anteriormente había sido mantenida por los Banū Mas‘ūd. Así, el reino continuó bajo un gobierno conjunto, pero en este caso los zurayies podían visitar o residir en ‘Aden a voluntad, prueba de que el gobernante de ‘Aden estaba ahora subordinado al de al-Dumluwa. Esta naturaleza dual del reino, dividido entre las tierras altas árabes y el bajo país meridional en torno a ‘Aden, puede estar reflejada en el título de ‘Imrām de dā‘ī, “Rey de los Árabes y Yemen”.

Hacia el final de su vida, Saba’ había comenzado a ejercer su independencia de al-Malika al-Sayyida, tomando el control de varias fortalezas en las tierras altas meridionales de Yemen, que pertenecían a los sulayhíes. Saba’ también enriqueció el tesoro zuray‘í al prosperar el floreciente comercio entre el Egipto fātimí e India, que pasaba a través del Mar Rojo y el puerto de ‘Aden. Cuando el califa fātimí al-Hāfiz proclamó el imāmato en 1132, indudablemente siguió una amarga lucha en la corte de los Sulayhíes y por toda la comunidad ismā‘īlí musta‘li en Yemen. Como resultado los ismā‘īlíes yemeníes, siempre estrechamente conectados con los cuarteles generales de la da‘wa fātimí en Egipto, se dividieron en dos facciones. La reina sulayhí defendió la causa de al-Tayyib y se convirtió en la líder oficial de la facción tayyibí en el Yemen. Por otra parte, los Zuray‘íes se convirtieron en los líderes del partido Hāfizī (Majīdí), reconociendo a ‘Abd al-Majīd al-Hāfiz, como su nuevo imām tras al-Āmir. Probablemente fue inmediatamente después del cisma Hāfizī-Tayyibī cuando el zuray‘í Saba’, bajo oscuras circunstancias, se alió con al-Hāfiz y asumió el título de dā‘ī en nombre de la da‘wa Hāfizī en Yemen. Parece que sus sucesores llegaron a ser designados como dā‘īs por los cuarteles generales de la da‘wa Hāfizī en El Cairo.

Saba’ había sido sucedido inicialmente en 1139 por su hijo ‘Alī al-A‘azz, que murió al sucumbir por tuberculosis un año más tarde. ‘Alī designó como herederos a sus cuatro hijos menores de edad, que residían en al-Dumluwa (al igual que su padre) bajo la tutela del mameluco de ‘Alī, Anīs al-Habashī, gobernador de la fortaleza. No obstante, Bilāl, rechazó reconocer esta sucesión, quizá porque temía que Anīs intentara llevar a cabo la intención de ‘Alī de ejecutarlo. Durante el reinado de ‘Alī, su hermano Muhammad había tenido que huir de él, junto a al-Mansūr al-Mufaddal en Ta‘izz; entonces Bilāl llevó a Muhammad a ‘Aden y le hizo el juramento de alianza. Muhammad contrajo matrimonio con una de las hijas de Bilāl y fue armado con un ejército para asediar al-Dumluwa. Aunque la fortaleza era considerada inexpugnable, Anīs pronto fue obligado a someterla por la amenaza de asesinato desde el harem de ‘Alī, que prefería a Muhammad como señor antes que a Anīs.

Mientras, al-Qādī al-Rashīd Ahmad b. ‘Alī al-Zubayr había partido desde El Cairo con una carta de investidura emitida por al-Hāfiz, nombrando a ‘Alī b. Saba’ para el cargo de dā‘ī de la da‘wa Majīdí en Yemen. Por la época de la llegada de al-Qādī al-Rashīd a Yemen ‘Alī había muerto, y por consiguiente, el dā‘īato fue transferido al siguiente gobernante zuray‘í Muhammad b. Saba’. Al-Hāfiz también concedió varios títulos honoríficos al visir zuray‘í, Bilāl por su lealtad a los fātimíes y a la da‘wa Hāfizī. Bilāl, que había casado a su hija con Muhammad b. Saba’, fue seguido en el visirato por sus dos hijos.

Bajo Muhammad y Bilāl el dominio zurayí alcanzó su mayor extensión y poder, aunque militarmente era relativamente inactivo. Solo se mencionan en las fuentes dos campañas: una expedición naval (más bien inusual en la historia yemení) a cargo de Bilāl contra la costa de Zabīd, que no parece haber tenido otro efecto que el de interrumpir el comercio entre las dos ciudades durante cuatro años, y una victoria final sobre los Banū Mas‘ūd, en la que ‘Alī b. Banu’l-Gharāt y dos de sus parientes fueron muertos.

El mayor éxito de Muhammad se obtuvo no por guerra sino por la diplomacia, apoyada por la riqueza que ‘Aden producía para él; esta fue la adquisición procedente de al-Mansūr al-Mufaddal de las ciudades y fortalezas, anteriormente sulayhíes, que incluían Ta‘kar, Dhū Jibla e Ibb (pero no Ta‘izz, que continuó siendo la sede de al-Mansūr). El costo de las fortalezas fue de 100.000 dinares. La transferencia fue acomopañada por el divorcio de la esposa de al-Mansūr, Arwa bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh al-Sulayhí, y su matrimonio con Muhammad. En virtud de esta transacción, Muhammad no solo ganaba una nueva esposa y algunos valiosos territorios; también ganaba apoyo para su pretensión a ser el heredero político de los Sulayhíes, justo cuando podía reclamar ser su heredero espiritual, debido a su posición como dā‘ī oficialmente reconocido del califato egipcio.

Durante los últimos años de su vida Muhamad fue probablemente el príncipe más poderoso de Yemen; afortunadamente para los otros gobernantes del país, no parece haber estado inclinado a usar su poder agresivamente. En 1154-5 fue invitado por ‘Alī b. Mahdī para unirse en una alianza contra los najāhíes, pero rehusó el trato con ‘Alī e insistó en que ‘Umāra actuara como intermediario para transmitir el rechazo del ofrecimiento. Ciertamente, una importante fuente de la fuerza de Muhammad era su acceso a los ingresos de ‘Aden, pero el éxito de su padre contra los Banū Mas‘ūd que habían controlado previamente el puerto demuestra que las porciones del interior del reino zuray‘í también aportaban importantes elementos a su poder. Estos elementos incluirían su control de las rutas de comercio interiores desde ‘Aden; los ingresos de las considerables tierras agrícolas en sus dominios; su posesión de numerosas sólidas fortalezas, entre las que destaca al inexpugnable al-Dumluwa; y por último, pero no menos importante, el poder militar de las tribus árabes montañesas que reconocían la autoridad de los zuray‘íes. El prestigio que se derivaba de la reclamación a la herencia sulayhí debe haber sido importante a la hora de mantener el reconocimiento por parte de estas tribus de su supremacía; pero también su habilidad para distribuir la riqueza de ‘Aden entre ellos en momentos críticos ayudó a confirmar su lealtad.

Bilāl b. Jarīr murió a finales de 1150 o 1151, pero la autonomía de ‘Aden continuó bajo sus hijos que fueron nombrados por Muhammad en su lugar: primero Mudāfi, y luego al-Shaykh Abu’l-Faraj Yāsir, que retuvo su cargo hasta que Tūrān-Shāh tomó la ciudad en 1174. El mismo Muhammad residió algún tiempo en Dhū Jibla antes de regresar a al-Dumluwa para morir allí, probablemente en 1155.

Muhammad fue sucedido por su hijo ‘Imrām, que continuó la política de su padre y mantuvo a Yasīr b. Bilāl como gobernador de ‘Aden. ‘Imrām fue el primero de su familia en serle concedido el título al-Malik por los fatimíes. El mayor acontecimiento de su era, el ascenso al poder de los Mahdíes en Zabīd, parece que no afectó mucho a su reino durante su vida, excepto por una incursión mahdí, que puede haber haber penetrado hasta Abyan (justo fuera de ‘Aden), y dio lugar a una importante batalla en al-Ju‘wa, debajo de al-Dumluwa, en septiembre-octubre de 1164. ‘Umāra, escribiendo en 1168 o 1169, informa que los zuray‘íes, en esa época, pagaban tributo a ‘Abd an-Nabī b. ‘Alī b. Mahdī , pero esto no puede haber comenzado hasta después de la muerte de ‘Imrām. Murió en ‘Aden el 12 de febrero de 1165, y su cuerpo fue llevado a La Meca y enterrado allí. La soberanía titular recayó sobre sus tres hijos menores de edad, mientras el poder real fue dividido entre Yasīr en ‘Aden y el guardián de los niños, Jawhar b. ‘Abd Allāh al-Mu‘azzamī en al-Dumluwa.

Jawhar y Yasīr continuaron en sus puestos hasta la llegada de Tūrānshāh a Yemen en 1174. Yasīr fue tomado prisionero por Tūrānshāh y más tarde ejecutado, mientras que Jawhar había reducido sus dominios a la vecindad inmediata de al-Dumluwa, que poseía a condición del pago de un tributo. En 1189 vendió la fortaleza a Tugh-Takīn y fue a Etiopía con sus protegidos, MuhammadMansūr y Abū’l-Su‘ūd, finalizando la historia de la dinastía en Yemen. Se informa de que Yasīr y Jawhar habían cooperado en su gobierno, pero no hay evidencia de esto ni en la campaña de 1163 contra ‘Abd an-Nabī ni en su resistencia a Turān-Shāh. De hecho ambos parecen haberse adherido a una política defensiva pasiva en su administración, posiblemente debido a que como mamelucos etíopes no podían comandar el apoyo de las tropas árabes en una política militar activa. Así, en 1172-1173, cuando ‘Aden estaba asediada por ‘Abd an-Nabī, fue un miembro de la casa zuray‘í, Hātim b. ‘Alī b. Saba’ b. Abi’l-Suūd quien fue a San‘ā’ y Dhamar y dirigió a los árabes de estas regiones en una campaña que rechazó con éxito a ‘Abd an-Nabī a Zabīd. Con el apoyo del prestigio de su familia y sus conexiones tribalescon los Hātimíes de San‘ā’, Hātim pudo obtener la colaboración de los árabes donde Jawhar habría sido ineficaz.


5. Mahdíes de Zabīd (1159-1174)

El fundador del estado mahdí, ‘Alī b. Mahdī era nativo de la llanura costera entre Zabīd y el Mar Rojo, donde fue educado en una atmósfera de piedad y devoción religiosa. En su peregrinación a La Meca encontró predicadores y eruditos de Iraq, y asimiló sus enseñanzas. En 1136-1137 comenzó a predicar en los pueblos y la campiña de su región. Sus sermones defendian una mezcla de regeneración religiosa y moral con reformas sociales, dirigidas principalmente contra los Najāhíes y sus mamelucos etíopes que, en esa época gobernaban Zabīd y su área de influencia. Pronto obtuvo un gran seguimiento entre la población de este área, y también ganó el favor de la influyente ‘Alam Umm Fātik, concubina de un gobernante najāhí, madre de otro y tía del amīr titular en este periodo.

El patrocinio de ‘Alam hizo que él y sus seguidores fueran eximidos de pagar el kharaj, el impuesto sobre la tierra, y en poco tiempo llegaron a ser prósperos y poderosos. En 1143, se sintió lo suficientemente fuerte para atacar la ciudad najāhí de al-Kadra’, al norte de Zabīd, pero él y sus partidarios fueron rechazados, teniendo que huir a las montañas, donde permanecieron hasta 1146, cuando escribió a la reina ‘Alam, pidiéndole regresar y ésta, en contra de la opinión de sus consejeros, les permitió volver. Durante su vida ella evitó que los etíopes emprendiera acciones contra él, quien por su parte, refrenó otros intentos de rebelión. Pero tras la muerte de ‘Alam en 1152, dejó su país de origen y se instaló en as-Sharaf, un fuerte casi inaccesible en las montañas que dominan la vista de Zabīd. Allí fue apoyado por las tribus khaulanī del área y por los de sus seguidorees que subieron a la montaña con él, sobre todo de las tribus de las tierras bajas, al-Ash‘ar y ‘Akk. Desde este puesto de defensa, ‘Alī emprendió una serie de incursiones en las tierras de cultivo que rodean Zabīd, devastando la campiña y obligando a la población a buscar refugio en la ciudad o incorporándose a su ejército.

En los primeros años sus incursiones o parecen haber sido más que una molestia para los etíopes, pues hasta 1155-1156 ‘Umāra muestra a sus tropas apresurándose de una parte a otra de su reino, sin preocuparse mucho, al parecer, de las actividades de ‘Alī. El año anterior (1154) ‘Alī había intentado incrementar su poder a través de una alianza con el da‘i fatimí Muhammad b. Saba’, pero fue rechazado. En 1156, ‘Alī cambió radicalmente el equilibrio de poder al instigar el asesinato del general etíope Surūr en la mezquita de Zabīd. Tras la muerte de este hombre fuerte, que había sido el soberano real del estado Najāhí, los líderes del ejército se dedicaron a la lucha política sobre la sucesión a este puesto. Simultáneamente, las incursiones de ‘Alī se intensificaron hasta que controló toda la campiña fuera de los muros de la ciudad.

El asedio así colocado alrededor de Zabīd redujo a sus habitantes a una gran privación. Finalmente, una facción ofreció la soberanía al imām zaydí al-Mutawakkil, competidor de ‘Alī por el carismático liderazgo religioso en Yemen. Al-Mutawakkil logró evitar las tropas de ‘Alī y entró en la ciudad, donde ejecutó al último de los gobernantes najāhíes, Fātik III b. Muhammad, y purgó a la clase dirigente militar etíope; pero fue incapaz de proporcionar cualquier asistencia real contra los sitiadores y se retiró después de ocho días.

Tras repetidos asaltos, las tropas de ‘Alī lograron finalmente en agosto de 1159 conquistar la ciudad. Entonces, menos de tres meses después de conseguir el objetivo de su vida, ‘Alī murió en octubre de 1159.

En la mayoría de las fuentes islámicas, el estado mahdí es descrito como un régimen kharijí, pero en realidad eran shī‘íes ismā‘īlíes, al menos políticamente, ya que la mayoría de los líderes yemeníes de la época seguían a los fātimíes. Hubo dos razones por las que se le califica de kharijí: la primera es que rechazaba al califa ‘abbāsí y se declaró imām,y la segunda es que adoptó dos práctica kharijíes, la de ejecutar al pueblo por cometer uno de los “kaba’ir” (grandes pecados en el Islam) y por legalizar la esclavización de mujeres y niños musulmanes a quienes había conquistado por ser, desde su punto de vista, no creyentes.

Los acontecimientos que siguieron a la muerte de ‘Alī son difíciles de desenmarañar y nuestras fuentes difieren en sus relatos. Mientras que ‘Umāra nos dice que le sucedió en solitario el mayor de sus hijos, Mahdī b. ‘Alī, Khazrajī dice que le sucedieron conjuntamente Mahdī y ‘Abd al-Nabi b. ‘Alī, haciéndose cargo el primero de los asuntos civiles y el segundo de los militares. En cualquier caso, ‘Alī fue sucedido por su hijo Mahdī, cuya primera tarea fue el entierro de su padre, de acuerdo con sus instrucciones, en una mezquita de Zabīd, lo cual se hizo en una mezquita congregacional (siguiendo el precedente de al-Sayyidah en Dhū Jibla). En adelante, esta mezquita sustituyó a la anterior mezquita congregacional etíope, que fue arrasada. La tumba de ‘Alī se convirtió en centro de peregrinación, reemplazando la peregrinación a La Meca.

Después de establecer su gobierno firmemente en Zabīd, Mahdī comenzó sus campañas militares con un ataque sobre Lahj en septiembre u octubre de 1161. Posiblemente esto está conectado con la campaña mencionada por Ibn Samura en ese mismo año, en el que Mahdī tomó las fortalezas de al-HurramHalana y Raishan de manos de ‘Alī b. Abi’l-Futuh.

En 1162-1163 Mahdī se hizo con Ta‘izz y su fuerte satélite Sabir que poseía Ahmad b. la-Mansur al-Mufaddal. Más adelante, en ese año, en agosto de 1163, hizo una incursión sobre Lahj con gran devastación, matando y saqueando en su primer ataque. Probablemente, a su vuelta de Kahj tomó al-Janad en septiembre de 1163. Muchos habitantes de la ciudad fueron muertos, incluidos los que buscaban santuario en la mezquita. Los cuerpos fueron lanzados en el pozo de la mezquita, la cual fue entonces incendiada, según Ibn Mujawir, porque había sido cotaminada por el uso ismailí. Poco después, Mahdī enfermó; murió en Zabīd en octubre o diciembre de 1163.

Mahdī fue sucedido por su hermano ‘Abd an-Nabī, que, según ‘Umāra, fue depuesto poco después, pero luego recuperó el poder, después de un breve intervalo, durante el cual, al parecer, el poder fue ocupado por un tercer hermano, ‘Abd Allāh. Alguna información sobre este oscuro periodo se encuentra en la An. Mil. (una historia anónima de los imāms zaydíes conservada en la Biblioteca Ambrosiana de Milán), en un contexto que arroja alguna luz sobre la política interna del régimen y quizá explica el retorno de ‘Abd an-Nabī al poder. De acuerdo con este texto, se envió una fuerza desde Zabīd, a finales de 1163 o principios de 1164, al territorio de Janbi, alrededor de Dhamār. Aproximadamente al mismo tiempo al-Mutawakkil llegó a este área para tratar asuntos que no tienen que ver con los mahdíes. No obstante, los shaykhs de Janb dijeron a los comandantes mahdíes que el imām había acudido a ayudarles contra los propios Mahdíes, de modo que como les habían ordenado que no se enfrentaran al imām, regresaron a Zabīd.

Cuando los Mahdíes se enteraron sobre las verdaderas intenciones de al-Mutawakkil, su ejército regresó y derrotó severament a los Janbis. Entonces, estos recurrieron en serio al imām, quien llegó al país y él les juró lealtad. Las noticias d e esto provocó en Zabīd que un gran cuerpo de hombres de la tribu ‘Akk, el pilar de las fuerzas mahdíes, se retirara de Zabīd y entrara en comunicación con el imām. Una de sus cartas fue traída a la atención de ‘Abd Allāh, que inmediatamene comenzó a intentar traer de vuelta a la alianza a los renegados con sobornos y otros incentivos. Una vez que hubo cumplido esto, entonces se volvió contra ellos y ejecutó a 350 de los líderes ‘Akk y alguno de los etíopes supervivientes que habían tomado servicio en su ejército. De acuerdo con la fuente zaydí, los mahdíes debilitaron mucho su poder por esta purga, ya que estos ejecutados incluían a la mayoría de sus líderes militares y consejeros. También se dice que habían causado disensión y enemistad entre los hijos de ‘Alī b. Mahdi, y parece posible, si este relato es correcto que fue en esta situación de disturbios que ‘Abd an-Nabī fue capaz de recuperar el poder.

‘Abd an-Nabī no perdió el tiempo en volver a asumir la política agresiva de su familia con incursiones en varias direcciones. Al principio del primer año de su reinado, el 13 de enero de 1164, atacó y quemó la ciudad de Abyan, un puerto de alguna importancia al este de ‘Aden. Más tarde, en ese mismo año, atacó de nuevo los territorios zuray‘íes, derrotando a ‘Imrām y sus tropas en al-Juwwa, más abajo de al-Dumluwa, al parecer el 29 de octubre. El año siguiente, 1164-1165 hubo una severa sequía en la Tihāmah, la cual impidió a ‘Abd an-Nabī hacer campaña, pero al años siguiente atacó a los sharifs Sulaymaníes en su frontera norte. Los Sulaymaníes fueron derrotados. En la fuga que siguió ‘Abd an-Nabī atrapó y mató a una pequeña partida de ellos que incluían a Wahhās b. Ghānim, hermano del cabeza de la familia, al-Qāsim (o Hāshim). Aunque ‘Abd an-Nabī se jactó de esto en unos versos, este suceso, al final, llevó a su caída, pues la llamada de al-Qāsim en 1172-1173 a Tūrān-Shāh, pidiendo ayuda para vengar a su hermano, fue un factor que influyó en la llgada de los Ayyūbíes a Yemen.

En ese mismo año, ‘Abd an-Nabī envió a su hermano Ahmad a reconstruir la ciudad de al-Janad. Luego, Ahmad se dirigió a al-Juwwa donde las tropas mahdíes se enfrentaron de nuevo con las de ‘Imrām b. Muhammad, derrotándolas y quemando la ciudad. Esta serie de ataques sobre los territorios zuray‘íes, que comenzaron con las incursiones de Mahdi en 1162, parece contradecir la afirmación de al-Janadi de que ‘Imrām hizo la paz con Mahdi a cambio de tributo y que los Mahdíes no molestaron las tierras zuray‘íes. Esta incursión es, sin embargo, el último ataque mencionado hasta 1173; de modo que puede ser que la afirmación de ‘Umāra de que los zuray‘íes pagaban tributo en la época de su escrito (c.1173-1174) sea correcta. El tributo puede haber comenzado después de la muerte de ‘Imrām, cuando su reino estaba gobernado por mamelucos etíopes.

Al parecer, las actividades militares de ‘Abd an-Nabī finalizaron durante algún tiempo con una campaña importante a Mikhlaf Ja‘far, al norte de Ta‘kar y Dhū Jibla. Entre el 27 de diciembre de 1166 y el 2 de enero de 1167 tomó las fortalezas de al-Majma‘a, Ibb y al-Shamakhi. No se sabe con certeza a quien pertenecían estos fuertes. En al-Shamaki, ‘Abd an-Nabī tomó prisionero al sultán Abu’n-Nur b. Abi’l-Futuh, que murió en cautividad en Zabīd, lo cual no implica necesariamente que fuera el señor de la fortaleza. En 1152 Ibb fue parte de la dote de Asma’ bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh as-Sulayhí, cuando se casó con el da‘i zuray‘í Muhammad b. Saba’, supuestamene en 1166 era todavía parte de los dominios zuray‘íes. Al-Majma‘a puede haber sido también isma‘ilí, ya que un qadi de esa secta, Yahyā b. Ahmad b. Abi Yahyā, fue muerto en su toma. El 16 de enero de 1166 ‘Abd an-Nabī mató a los Banu’l-Haitham en al-Janad; esta era probablemente la familia de Muhammad b. Abi’l-Agharr de la que ‘Umāra dice que fue muerta a traición por “Ibn Mahdi”.

Seis años de inactividad siguieron a esta campaña. Por esta etapa de su carrera, ‘Abd an-Nabī poseía toda la Tihāmah que estaba al alcance de la mano de Zabīd, así como alguna regió montañosa arriba de la ciudad; Ta‘izz y las áreas al noreste de ella, al menos hasta Ibb; y probablemente la mayoría de la región montañosa situada entre las líneas Ta‘izz-Zabīd y Ta‘izz-Dhamar. Al-Juwwa y los territorios zuray‘íes alrededor de ‘Aden, incluyendo a Lahj y Abyan no estaban permanentemente ocupados con probabilidad, y no podía haber sido mientras los zuray‘íes retuvieran la inexpugnable fortaleza de al-Dumluwa sobre al-juwwa, que controlaba la ruta principal (en esa época) entre Ta‘izz y ‘Aden. Los repetidos ataques mahdíes parecen haber obligado a los zuray‘íes a buscar alivio a través del pago de un tributo. Al norte, del mismo modo, el control de los Mahdíes debe haber sido limitado, pues los sharifs sulaymaníes no fueron exterminados, y probablemente restablecieron su gobierno tan pronto como las tropas mahdíes se retiraron.

A finales de 1173, ‘Abd an-Nabī terminó su periodo de aparente inactividad poniendo asedio a ‘Aden. Esta acción llevó a una guerra general que envolvió a todas las potencias importantes del Yemen central y meridional: los Zuray‘íes, los Hātimíes, los Mahdíes y los gobernantes Madhhijíes de la región de Dhamar. La guerra se conoce por una única fuente, el Kifaya de al-Khazraji, que reproduce para este episodio el perdido Kitab al-Iqd ah-thamin de Muhammad ibn Hātim. Ya que Ibn Hātim era descendiente de Hātim b. ‘Alī b. Saba’ es posible que el papel de este ancestro en la lucha sea en cierto modo exagerado en el Kiyafa, pero, por otra parte, el relato parece ser correcto y fiable. En cualquier caso no tenemos eleccion sino seguirlo para describir el curso de los sucesos.

Ya que las fuerzas de ‘Aden eran incapaces de romper el asedio, un miembro de la familia zuray‘í, Hātim b. ‘Alī b. Saba’, fue a San‘ā’ para buscar ayuda de ‘Alī b. Hātim contra los Mahdíes. Llegó allí el 19 de junio de 1173. ‘Alī le recibió bien, pero acordaría salir de campaña solo si las tribus Janbi y Madhhjí le prestaban su apoyo. Por tanto, Hātim fue a Dhamar y obtuvo el acuerdo de ‘Abd Allāh b. Yahya de Janb y del shaykh Zayd b. ‘Amr de Madhhij. Entonces escribió a ‘Alī informándole de esto.

‘Alī partió de San‘a’ el 23 de septiembre de 1173, con tropas extraídas de Hamdan, Sanhan, Nahd, Banū Shihab y otras. Se quedó en Dhamar tres días y luego emprendió el camino a Ta‘izz, marchando delante de Zayd y ‘Abd Allāh con ocasionales paradas para permitirles alcanzarle. El 27 de octubre la fuerzas combinadas acamparon al norte de Ibb. El ejército mahdí había sido dividido en tres partes, una en Dhū Jibla, y las otras dos en puntos cercanos. El 11 de octubre los aliados atacaron y derrotaron a las tropas de al-Kh.bali, descrito como el mejor del ejército de ‘Abd an-Nabī. Al día siguiente continuaron hasta Dhū Jibla. Allí encontraron que las tropas del mahdí habían huido de la ciudad, excepto por unos pocos que habían tomado refugio en la casa de la sulayhí Arwa bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh. A ella y a estas tropas les fue concedida amnistía y a estas se les permitió partir con sus armas y otras posesiones. Un poco más tarde, Arwa fue enviada al castillo sulayhí de Qayzam.

El 16 de octubre ‘Alī llegó a al-Janad y encontró que había sido completamente evacuada por las tropas y por su populacho. Acamparon fuera de la ciudad hasta el 25 de octubre. Habiendo sabido que ‘Abd an-Nabī había llegado a Ta‘izz y concentraba sus tropas allí, ‘Alī partió a encontrarse con ellos. Tuvo lugar una feroz batalla en Dhū ‘Udaina, un suburbio debajo de los muros de Ta‘izz. Según consta, ‘Alī ganó la batalla, pero, no obstante, fue incapaz, al parecer, de tomar Ta‘izz; él se retiró a al-Janad.

En al-Janad, el 26 de octubre, ‘Alī recibió noticias de que la fuerza mahdí se había retirado de ‘Aden. Sin duda había sido llamada a Ta‘izz para reforzar a ‘Abd an-Nabī. En este punto ‘Alī decidió atacar a los mahdíes en la Tihāmah. Consultó a las tribus a su mando, que apoyaron su decisión; ‘Abd Allāh y Zayd también estuvieron de acuerdo. No obstante, cuando ellos consultaron a sus seguidores, Janb no quiso participar; al-Khazrajī comenta que era el hábito de Janb rechazar cualquier cosa que sus líderes defendieran.

Por tanto, ‘Alī partió para San‘a’ el 28 de octubre. Pasó seis días en Dhū Jibla para arrasar el palacio sulayhí de allí, al-Dar al-Kabir. Estos edificios se destruyeron para evitar su uso por los mahdíes, de quien, sin duda, se esperaba que regresaran a estas ciudades tan pronto como las fuerzas aliadas se fueran. ‘Alī llegó a San‘a’ el 9 de noviembre de 1173. ‘Abd an-Nabī se fue de vuelta a Zabīd.

Así a pesar del éxito de las tropas aliadas, la guerra de 1173 tuvo poco efecto en la situación política de Yemen, más que impedir la conquista de ‘Aden por ‘Abd an-Nabī. Las diversas fuerzas implicadas regresaron a sus respectivos dominios. El resultado principal fue debilitar al ejército mahdí que iba a tener que enfrentarse en el mismo año al ejército invasor del ayyūbí Tūrān-Shāh. Quizá, de no ser por estas derrotas los mahdíes podrían haber opuesto más resistencia a los ayyūbíes, pero, de hecho, las tropas de estos últimos eran tan abrumadoramente superiores que poca diferencia habría habido en el desenlace.

Poco después Tūrān-Shāh llegó a Tihāmah septentrional con sus tropas ayyūbíes desde Egipto. Uniéndose al sulaymāní al-Qāsim b. Ghānim, que estaba ansioso de vengar la muerte de su hermano Wahhās, los ayyūbíes se precipitaron hacia el sur a través de Tihāmah, tomando Zabīd el 14 de mayo de 1174, después de dos días de combate, y arrestando a ‘Abd an-Nabī y sus hermanos Ahmad y Yahyā. Nueve meses más tarde, mientras Tūrān-Shāh estaba en Dhū Jibla, al este de Ibb, durante su campaña de conquista en las montañas de Yemen, tuvo noticia de intentos de recuperar el control de Zabīd por parte de los Mahdíes, por lo que hizo ejecutar a los tres hermanos por estrangulamiento (1176).



Situación política de Yemen hacia 1174


BIBLIOGRAFÍA:

H. C. KAY: Yaman, its early medieval history. 1882.
PELI, AUDREY: A history of the ziyadids through their coinage (203-442/818-1050). Proceedings of the Seminar from Arabian Studies 38 (2008)
DAFTARY FARHAD: The Isma‘ilis: Their History and Doctrines (2007)
BATES, M.C.: Yemen and its conquest by the Ayyubids of Egypt (A.D. 1137-1202). 1975

E.J. Brill's Encyclopaedia of Islam: Artículos correspondientes a Ziyadids, Najahids, Sulayhids, Hamdanids, Zuray'ids, Mahdids y Yu'firids.

Para la cronología recomiendo, como siempre, la página de Ian Mlajov, donde podrán encontrar las listas dinásticas sobre el tema en cuestión, genealogías y mapas.