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lunes, 7 de mayo de 2012

Las Dinastías Saffaríes de Sistán (861-1003)

(Extraido y traducido de Bosworth, C.E.: Tahirids and Saffarids. Capítulo III del Volumen IV de la Cambridge History of Iran: the Period From the Arab Invasion to the Saljuqs.]

1. Los Saffaríes de la línea Laythí (861-923)

Los primeros Saffaríes tuvieron una significancia en la historia del Califato desproporcionada para la duración de su poder, pues el periodo de su florecimiento se extendió durante poco más de 50 años. Los Saffaríes perduraron mucho tiempo después de esto, demostrando gran tenacidad, pero raramente fueron una potencia fuera de su Sistán nativo. El significado principal de los primeros Saffaríes es que al establecer un vasto pero fugaz imperio en el este islámico, imperio que abarcaba desde Bamiyan y Kabul en el este hasta Ahvaz e Isfahan en el oeste, crearon la primera gran brecha en la integridad territorial del Califato Abbasí. Los Tahiríes se elevaron a partir del entorno de oficiales y militares de los Califas; como gobernadores,  fueron agradables para los Abbasíes y para la institución religiosa ortodoxa. Ya’qub b. al-Laith, por otra parte, consiguió el poder en Sistán sin ventajas de nacimiento o conexiones oficiales. En las partes de Persia oriental y meridional de las que él se apoderó no hubo transferencia de poder suave, sino más bien, la imposición de un régimen de ocupación militar; en consecuencia, este régimen solo se mantuvo mientras los emires saffaríes tuvieron el vigor para mantener sus territorios contra rivales. Cuando los Califas confirmaron las conquistas de Ya’qub y ‘Amr –siendo considerado el acto de confirmación desde el punto de vista de la teoría constitucional como la concesión de un gobernorato- esto se hizo solo a regañadientes. De ahí que cuando aparecieron rivales a los que se pudieran incitar contra los Saffaríes, tales como Rafi’ b. Harthama al-Sayyari o Isma’il b. Ahmad el Samaní, las concesiones a los Saffaríes fueron rápidamente retiradas. De hecho fueron los Samaníes de Transoxiana quienes al final expulsaron a ‘Amr b. al-Laith, arrebataron Khurasan a los Saffaríes y finalmente extendieron su propia soberanía sobre los sucesores más débiles de ‘Amr.

En el pasado no ha sido fácil formar un retrato equilibrado de los primeros Saffaríes y sus logros. Las fuentes históricas habituales en el mundo iranio oriental, árabe y luego desde el siglo V/XI en adelante, persas también, son generalmente hostiles a ellos. La mayoría de esos historiadores reflejan la atmósfera socialmente jerárquica y aristocrática del Califato Abbasí y los imperios Samaní, Ghaznawí y Saljuqí. Ellos consideraban con desdén los orígenes plebeyos de los Saffaríes, tratándolos como rebeldes contra la autoridad legítima de los Califas, y sobre todo les veían como poco más que bandidos. Los primeros Saffaríes no parecen haber tenido personalmente ningún sentimiento religioso fuerte, aunque hay señales de que no eran ignorantes de la necesidad de conciliar las clases religiosas ortodoxas. No obstante, los historiadores frecuentemente les acusan de heterodoxia, sobre todo, de simpatías kharidjíes, pues el Kharidjismo persistió en Sistán mucho más tiempo que en la mayoría del mundo islámico oriental. El que mantuvieran una creencia kharidjí positiva es improbable, qunque no se puede negar que Ya’qub incorporó tropas kharidjíes en su ejército, tomando ventaja de sus cualidades de combate. Nizam al-Mulk, obsesionado como estaba por la amenaza para la formación del imperio saljuqí  por parte de extremistas Assasins Shi’íes incluso hace a Ya’qub un converso al isma’ilismo. Solo en un escritor con simpatías shi’íes como Mas’udi encontramos una valoración favorable de las indudables cualidades de Ya’qub como líder militar.

Afortunadamente, hemos adquirido en décadas recientes un vigoroso correctivo a la hostilidad de las fuentes ortodoxas sunníes en el Tarikh-i Sistan, una parte esencial del cual fue compilada por un autor local anónimo en años medios del siglo V/XI. Muestra un intenso patriotismo local y considera los éxitos de Ya’qub y ‘Amr con orgullo, pues esos líderes habían convertido  a la periférica e intrascendente provincia de Sistán, durante un tiempo, en el centro de un vasto imperio, expulsando a los Tahiríes y humillando a los Califas Ababsíes. El Tarikh-i Sistan trata los Saffaríes durante los dos primeros siglos de su existencia en tal detalle que puede bien considerarse una historia especial de esa dinastía.

El control califal sobre Sistán se había vuelto tenue incluso antes del ascenso de los hermanos Saffaríes. Cuando el virrey omeya al-Hajjaj b. Yusuf y sus generales despejaron Persia de sectarios kharidjíes de la Azariqa, muchos de estos últimos huyeron hacia el este a Kirman, Sistán y regiones adyacentes. Durante el curso del siglo II/VIII la ferocidad de la Azariqa (que era una de las más extremas  de las subsectas kharidjíes) se moderó de algún modo, aunque de ningún modo totalmente extinguida. En el mundo islámico oriental, únicamente era en Sistán, Kuhistán y Badghis (la región alrededor de Herat) donde el Kharidjismo retenía su vitalidad, probablemente porque utilizaba el descontento social y religioso endémico en el campo persa durante los siglos II/VIII y III/IX, descontento que puede ser trazado en los brotes tales como los de al-Muqanna’, Ustadhsis y Babak al-Khurrami. Ciertamente, la fortaleza del Kharidjismo en Sistán se situaba en áreas rurales; las grandes ciudades, como la capital Zarang y Bust, estaban guarnecidas por las tropas de los gobernadores califales y se mantuvieron firmes a la conexión oficial. Los gobernadores estaban perpetuamente acosados por revueltas campesinas y brotes kharidjíes, movimientos de protesta locales contra las exacciones de los recaudadores de impuestos califales. Estas culminaron en la gran rebelión que comenzó en 179/795-6 o justo después, liderada por Hamza b. Adharak o ‘Abd ‘Allah. Durante treinta años Hamza desafió con éxito a los Califas y sus gobernadors, reclamó el título de “Comandante de la Fe” para sí mismo, y no murió hasta 213/828. Después de esto, la khutba en Zarang fue mantenida para los Abbasíes, pero no se envió ningunas rentas a Iraq. Los Tahiríes nombraron delegados para gobernar Sistán y a veces enviaron tropas (uno de los comandantes empleados allí fue Ilyas b. Asad de la familia Samaní), pero su incapacidad para recolectar recursos era crónica; los kharidjíes permanecieron activos en el ámbito rural y el mandato del gobernador raramente se extendía más allá de los muros de Zarang.

En este periodo de mengua de la autoridad califal, los elementos legitimistas ortodoxos en Sistán se vieron limitados a sus propios medios. De ahí que se alzaran allí en las ciudades, sobre todo en Zarang y Bust, bandas de vigilantes para combatir a los kharidjíes. Estos son llamados a veces en las fuentes muttawwi’a  “luchadores voluntarios por la fe”, pero más a menudo por el más oprobioso término de ayyarun “rufianes, merodeadores” pues los ‘ayyars eran a menudo un azote tanto para el ortodoxo y honrado como para los kharidjíes.

Ya’qub b. al-Laith primero saltó a la fama al unirse a uno de esas bandas de ‘ayyars. Había nacido en uno de los pueblos de Sistán y había trabajado en el humilde comercio de calderero (en árabe saffar, de ahí el nombre de la dinastía). Él y sus tres hermanos, ‘Amr, Tahir y ‘Ali, tenían ambiciones militares. Ya’qub se unió a la banda ‘ayyar de Salih b. al-Nadr o al-Nasr, quien en 238/852 fue reconocido por el pueblo de Bust como su Amir. Salih aspiraba a asumir la totalidad de Sistán, y en 239/854 expulsó al gobernador tahirí, Ibrahim b. al-Hudain de Zarang; con la expulsión de Ibrahim, todo control directo califal sobre Sistán cesó. La antigua rivalidad de Bust y Zarang debilitó la posición de Salih en esta última ciudad, y en 244/858 fue reemplazado allí como amir  por otro líder ‘ayyar, Dirham b. Nasr. La parte de Ya’qub en estos sucesos no queda clara, pues en 247/861 el mismo Ya’qub expulsó a Dirham y emergió como amir de Sistán.

Los primeros años de Ya’qub como amir estuvieron dedicados a fortalecer su posición en la provincia. El depuesto Salih se refugió en al-Rukhkhaj o Aracosia, la región alrededor de Qandahar en Afganistán suroriental, y obtuvo ayuda del gobernante local allí, el Zunbil. No fue hasta comienzos de 865 que Salih fue capturado y muerto, siendo muerto también el Zunbil; dos años más tarde, un primo del Zunbil, que había sido hecho gobernador de al-Rukhhkhaj por los Saffaríes, se rebeló sin éxito contra Ya’qub. La pacificación de la campiña de Sistán era obviamente esencial. En la época de la ascensión de Ya’qub, el lider de las bandas kharidjíes era Ammar b. Yasir, pero Ya’qub logró en 251/865 derrotarle y matarlo en Nishak en Sistán, después de lo cual “todos los Khawarij se quebraron en espíritu y huyeron a las montañas de Isfizar (moderno Sabzavar, entre Zarang y Herat ) y las tierras bajas de Hindqanan”. La expedición de Ya’qub a Herat en 257/870-1 y sus operaciones en Badghis fueron también la ocasión para un ataque sobre los kharidjíes de esa región. La ciudad de Kharukh, al noreste de Herat era una de sus fortalezas; unos cien años más tarde el geográfo Muqaddasi les describe como todavía numerosos allí. Kharukh había sido durante 30 años el cuartel general de Abd al-Rahman o Abd al-Rahim, que reclamaba el título de “Califa de los Kharidjíes” y el honorífico de al-Mutawakkil ‘ala ’llah. Reunió 10.000 hombres, pero fue derrotado y se sometió a Ya’qub. De acuerdo con Tabari Ya’qub mató a Abd al-Rahman, pero el relato más circunstancial del Tarikh-i Sistan dice que se sometió y que fue hecho gobernador sobre Isfizar y los kurdos que nomadeaban en las estepas circundantes. Solo después de esto fue asesinado por un grupo descontento de Kharidjíes que entonces alzó a Ibrahim b. Akhdar para ser su líder. Ya’qub determinó todo el asunto en la manera que había adoptado con éxito previamente, al incorporar a los guerreros kharidjíes en sus fuerzas. En 248/862 uno de los comandantes de Ya’qub había ganado unos 1000 de los kharidjíes de Sistán de este modo: “Entonces Ya’qub dio togas ceremoniales a los líderes kharidjíes y dijo, ‘aquellos entre vosotros que son sarbangs los promoveré a amires, aquellos de vosotros que son tropas de caballería ordinaria los promoveré a sarbangs, y a los que son de infantería los promoveré a soldados de caballería. Además, cuando en el futuro vea especial habilidad en alguno le daré promoción especial y honor’”. Igualmente, los seguidores de Ibrahim b. Akhdar fueron ahora incorporados al ejército safari y se le asignaron salarios regulares del divan de Ya’qub; ellos formaron una sección especial conocida como el jaish al-shurat.

Uno de los más importantes aspectos de la temprana política safari, de significación para la difusión del Islam en Afganistán y sobre las fronteras de la India mucho después de que su imperio se hubiera colapsado fue el de la expansión en el Afganistán oriental. Los primeros gobernadores árabes de Sistán habían penetrado en tiempos hasta Ghazna y Qabul, pero habían sido poco más que incursiones buscando esclavos y botín. Hubo una fiera resistencia por parte de los gobernantes de esas regiones, sobre todo de la línea de los Zunbils que reinaban en Zamindavar y Zabulistán y que eran probablemente epigoni del reino hephtalita meridional o chionita; en más de una ocasión, esos Zunbils infligieron duras derrotas a los musulmanes. Los Zunbils estaban relacionados con los Qabul-Shahs de la dinastía Turki-Shahí; todo el valle del río de Qabul en ese tiempo era religiosa y culturalmente un puesto de avanzada del mundo hindú, como, por supuesto, había sido en los siglos tempranos durante el  apogeo de la civilización budista de Gandhara.

Cuando finalmente hubo dispuesto de Salih b. al-Nadr, Ya’qub había capturado varios miembros del Zunbil, aliado de Salih. En 255/869 el hijo del Zunbil escapó de la cautividad en Bust y rápidamente levantó un ejército en al-Rukhkhaj, una indicación de la popularidad de su dinastía y de profundas raíces allí. Fue obligado a huir con el Qabul-Shah, pero Ya’qub fue incapaz de perseguirle hacia el norte a causa del comienzo del invierno. Las fuentes árabes se refieren al Zunbil –si es al hombre al que Ya’qub mató en 251/865 o a su hijo no está claro- no bajo este título o designación, sino bajo lo que aparentemente era su nombre personal de Firuz b. Kabk (?). Se menciona una incursión sobre Zabulistán desde Balkh en el norte por Da’wud b. al-Abbas, de los Abu Da’wudíes de Khuttal, en los años centrales del siglo, y Mas’udi habla con asombro de inexpugnabilidad de la fortaleza de Firuz b. Kabk en Zabulistán. Ya’qub hizo una incursión más en Afganistán oriental en 256/870, destinada a Qabul, donde el hijo del Zunbil había encontrado refugio. Marchó a través de Panjway y Tiginabad en Zamindavar; capturó Ghazna y destruyó su ciudadela; e impuso un tributo de 10.000 dirhams per annum sobre el soberano local de Gardiz, Abu Mansur Aflah. Se volvió al norte a Bamiyan y luego Balkh, donde destruyó el palacio de Da’wud b. al-Abbas, que había huido ante él. Esas conquistas en la región del Hindu Kush dieron a Ya’qub el control sobre el valle del río Panjhir y las minas de plata del distrito de Andaraba; las primeras monedas Saffaríes existentes fueron acuñadas por Ya’qub en Panjhir entre 259/873 y 261/875, pero después de esto, la posesión de Panjhir revirtió a los Abu Da’wudíes o Banijuríes. Kabul fue también tomada, y de acuerdo con Gardizi aquí “Firuz” (sc. el hijo de Zunbil) fue capturado.

Las actividades de Ya’qub en esas remotas fronteras del mundo islámico fueron ampliamente divulgadas en las tierras centrales del Califato a causa del cuidado de los Saffaríes para enviar regalos de sus saqueos a los Abbasíes. Cincuenta ídolos de oro y plata fueron enviados desde Kabul por Ya’qub a al-Mu’tamid, quien los remitió a La Meca. Amr b. al-Laith dirigió una expedición hasta Sakawand en el valle Logar entre Ghazna y Kabul, descrito como un centro de peregrinación de los hindúes. En 283/896 causó sensación cuando llegaron los obsequios de los ídolos capturados de Zamindavar y las fronteras indias, incluyendo un ídolo de cobre en forma de mujer, con cuatro brazos y dos fajas de platas colocadas con joyas, con otros ídolos más pequeños delante, siendo montado todo sobre un carro adecuado para ser tirado por camellos. Las siguientes cinco décadas en la historia de esta región son muy oscuras, pero es sintomático del imperfecto control musulmán allí el que en 286/899 o a principios de 287/900, durante la ausencia de ‘Amr b. al-Laith en Gurgan, dos príncipes indios atacaron Ghazna y temporalmente expulsaron al gobernador saffarí. Pero aunque el poder de los gobernantes locales en Afganistán oriental no estaba aún completamente quebrado, el Islam logró un gran paso adelante, y a pesar de nuestra falta de información sobre el periodo antes del ascenso de los Ghaznawíes, es probable que la islamización de la región se abriera paso rápidamente.

Las campañas contra los kharidjíes y los infieles del Afganistán oriental dieron a los Saffaríes prestigio a los ojos de la ortodoxia, pero las ambiciones de Ya’qub también se fijaron sobre las mucho más ricas tierras colonizadas de Persia. Aquí tenía que entrar en conflicto con los representantes del orden establecido: con los gobernadors califales en Persia meridional, donde todavía se mantenía alguna apariencia de control directo, y con los Tahiríes de Khurasán.

El historiador Ya’qubi dice que Ya’qub invadió la provincia adyacente de Kirmán poco después de que se convirtiera en amir de Sistán, y fue reconocido como gobernador allí por el gobernador de Khurasán Muhammad b. Tahir a petición del Califa al-Musta’in (colocando así el suceso antes del comienzo de 252/866). Esta invasión quizá puede haber sido parte de las operaciones de Ya’qub contra los kharidjíes, que eran también fuertes en Kirmán, y especialmente en la ciudad de Bam. La información puede, por otra parte, referirse a la indudable invasión de Kirman que Ya’qub emprendió en 255/869, es decir, al final del califato de al-Mu’tazz. De acuerdo al relato en Tabari, Kirmán era una dependencia de los Tahiríes, pero el gobernador califal de Fars, ‘Ali b. al-Husayn, buscó añadirlo a sus propios territorios aduciendo la debilidad de los Tahiríes. Al-Mu’tazz astutamente concedió los derechos de investidura tanto a ‘Ali como a Ya’qub, esperando involucrar a esas dos poderosas figuras una con la otra. Ya’qub derrotó al general de ‘Ali, Tauq b. al-Mughallis y pronto ocupó Kirmán. ‘Ali organizó la resistencia en su capital de Shiraz, convocando la ayuda de los kurdos de Fars y los montañeses (Kufichis) de la región de Jabal Bariz de Kirmán, pero fue derrotado y capturado por Ya’qub. El califa, cuyo plan era neutralizar a los dos líderes, había fallado, y fue conciliado por los ricos presentes del botín capturado.

Los ummal califales o recaudadores de impuestos reaparecieron en Fars cuando Ya’qub se retiró a Sistán, pero Kirman quedó como base para una futura revancha. Ya’qub estuvo en Makran y Fars en 257/871 y en Fars de nuevo el año siguiente. Después de 255/869, Fars había caído en manos de Muhammad b. Wasil al-Hanzali, que había tomado el poder desde el gobernador califal. Fars y Ahvaz estaban entre los territorios concedidos por el Califa al-Mu’tamid a su hermano al-Muwaffaq en 257/871, y, durante un tiempo, la autoridad abbasí fue restaurada. Pero en 261/875 Muhammad b. Wasil era de nuevo independiente en Fars, habiendo matado al gobernador designado por el general turco Musa b. Bugha al-Kabir. Así que cuando Ya’qub decidió la invasión a gran escala de Fars sostuvo una cierta reclamación engañosa de librar al Califa de un rebelde. Capturó rápidamente el tesoro de Muhammad b. Wazil en Istakhr y le derrotó en al-Baida’. Las victorias de Ya’qub le llevaron ahora a Ramhurmuz y las fronteras de Ahvaz (262/875). La rica provincia de Fars, de la que los Abbasíes dependían en una buena proporción de sus rentas, estaba seguramente en sus manos. El avance siguiente hacia el oeste le llevaría a Iraq, y hubo un temor obvio de que Ya’qub pudiera unir fuerzas con los rebeldes Zanj, los esclavos negros que habían estado teniendo ocupados a grandes ejércitos Abbasíes en el bajo Iraq y Ahvaz (de hecho, Ya’qub parece haber rechazado ofrecimientos de una alianza por parte del líder Zanj ‘Ali b. Muhammad). Totalmente alarmado, al-Mu’tamid procuró aplacar a Ya’qub con la concesión de Khurasan, Tabaristán, Gurgan, Ray y Fars, añadiéndolas a sus actuales provincias de Sistán, Kirmán, Makran y Sind. También tendría el officio de shahib al-shurta en Bagdad en lugar de los Tahiríes, y su nombre aparecería en la khutba en La Meca y Medina; esas concesiones fueron públicamente proclamadas a los mercaderes y a los peregrinos de Khurasán por al-Muwaffaq. No obstante, Ya’qub continuó su avance y ocupó Wasit. Ahora al-Muwaffaq hizo un esfuerzo supremo, y detuvo y derrotó a Ya’qub en Dair al-‘Aqul sobre el Tigris, solo a 15 millas de Bagdad misma (262/876). Esta fue la mayor derrota de Ya’qub y salvó a la capital de lo que parecía ser una captura cierta.

Incluso así, Fars permaneció firmemente en manos Saffaríes, y entre 263/876-7 y 264/877-8 Ahvaz fue recuperada. Muhammad b. Wasil reapareció en Fars como candidato califal para gobernador, pero no consiguió ningún éxito duradero. Justo antes de la muerte de Ya’qub en Jundishapur en 265/879 al-Mu’tamid reconoció la fortaleza del domino saffarí en Fars y envió a Ya’qub un diploma para su gobierno. En adelante, Fars permaneció de manera legal continuamente bajo el control de los amires Saffaríes o sus comandantes militares hasta el tiempo del quinto amir, Muhammad b. Ali b. al-Laith (298/910-11); existe un número de monedas mayor procedente de las cecas de Fars que de las de Sistán o Khurasán.

En 253/867 Ya’qub marchó a Herat, expulsó al gobernador Tahirí, Husayn b. Abd Allah b. Tahir, y luego derrotó en Pushang al comandante en jefe del ejército Tahirí de Khurasán, Ibrahim b. Ilyas Samani. Fue después de esto cuando se emprendieron las operaciones contra los kharidjíes de Badghis. El ataque de Ya’qub sobre Herat fue una provocación deliberada hacia los Tahiríes, pero Muhammad b. Tahir juzgó prudente inclinarse a la evidente fortaleza de los Saffaríes, e invistió a Ya’qub con el gobierno bajo los Tahiríes de “Sistán, Kabul, Kirman y Fars”. Con esta legitimación de su autoridad, Ya’qub celebró por primera vez la khutba en Zarang para sí mismo. En 257/871 al-Muwaffaq envió a Ya’qub un diploma para Balkh y Tukharistán. De acuerdo con Gardizi, ésta había sido ocupada el año anterior durante el curso de la campaña de Kabul; el banijurí Da’wud b. al-Abbas fue expulsado a Transoxiana, y se impusieron diversas cargas financieras sobre Balkh. No obstante, el sucesor de Da’wud, Muhammad, estaba acuñando moneda en 258/872 en Andaraba, en Badakhstan, y el dominio saffarí sobre Tukharistán, obviamente, fue breve.

Cada vez fue más evidente que el poder Tahirí en Khurasán estaba desmoronándose. En la frontera occidental, la autoridad tahirí estaba amenazada por el movimiento shi’í Zaydí en Tabaristán bajo Muhammad b. Zayd. Después de su éxito en Herat, Fars y Afganistán oriental, Ya’qub se sintió lo bastante fuerte como para provocar una guerra con el amir tahirí. Se encontró un pretexto en el refugió que dio este último en Nishapur a un fugitivo de la ira de Ya’qub, ‘Abd Allah al-Sijzi o ‘Abd Allah b. Muhammad b. Salih. Al oir noticias del acercamiento de Ya’qub huyó inmediatamente a Damghan y la región caspiana, abandonando  a Muhammad b. Tahir a sus suerte. En 259/873 Ya’qub entró en la capital de Khurasán sin derramamiento de sangre, y finalizó allí el dominio de cincuenta años de los Tahiríes.

Muhammad b. Tahir despreció la huida, y él y varios miembros de su familia y séquito (ascendiendo a 70 personas, de acuerdo con Gardizi) fueron tomadas por Ya’qub en un honorable confinamiento. El Tarikh-i Sistan dice que Muhammad b. Tahir murió más tarde en cautividad en Zarang, pero las noticias en Tabari, Gardizi y otras fuentes (incluyendo una parte posterior del Tarikh-i Sistan mismo) sobre su vida posterior, contienen la verdad. De acuerdo con estas informaciones, Muhammad b. Tahir acompañó a Ya’qub durante la expedición de Fars y Ahvaz de 261/875, y logró escapar a Bagdad tras la derrota en Dair al-‘Aqul. Al-Mu’tamid le designó de nuevo gobernador de Khurasán tras la retirada de Ya’qub de Iraq, pero nunca consideró seguro o prudente dejar Bagdad y asumir el cargo. En Nishapur los notables mostraron preocupación por la legitimidad del apartamiento de los Tahiríes por parte de Ya’qub. Se dice que Ya’qub los reunió ante él, y entonces les mostró una espada yemení desenvainada, verdadero símbolo de su autoridad y más potente que un mero documento de investidura. La destreza como conquistador de Ya’qub hizo ahora que muchos líderes ‘ayyar de Khurasán se pusieran de su lado. Los tesoros Tahiríes de Nishapur proporcionaron un rico botín de monedas, vestidos y armas; de éstas, Ya’qub equipó a 2.000 de sus ghulams con escudos, y mazas de oro y plata. Después de esto, el gobierno tahirí en Khurasán fue solo cumplido esporádicamente por el hermano de Muhammad, Husayn b. Tahir, en una o dos ocasiones en Nishapur mismo, más continuamente en Marv; después de 267/880-1, no obstante, Husayn se desvanece de los asuntos khurasaníes.

Abd ‘Allah al-Sijzi mientras tanto se había aliado con el soberano álida de Tabaristán, al-Hasan b. Zayd. Ya’qub le persiguió hasta la costa del  Mar Caspio, y derrotó a ambos oponentes en Sari, después de que al-Hasan huyera hacia el interior montañoso de Daylam (260/874). Ahora Ya’qub recaudó fuertes impuestos en las ciudades de Sari y Amul. Pero las impenetrables junglas de la costa y el pantano y el clima febril allí, derrotó al saffarí igual que había derrotado a invasores anteriores. Con sus tropas diezmadas por la enfermedad, Ya’qub retornó a Nishapur en 261/874-5. Abd ‘Allah fue, de acuerdo con el Tarikh-i Sistan, entregado a Ya’qub por el “Marzban de Tabaristán" (¿uno de los Bawandíes o Baduspaníes?) y muerto; de acuerdo con Tabari y otras fuentes huyó a Ray, pero a petición de Ya’qub fue entregado por el gobernador al-Salani o al-Salabi, el elegido de Musa b. Bugha, y muerto. Al-Salani murió en 262/875/6, y durante un tiempo, la autoridad safari se instaló en Ray, de acuerdo con la concesión califal a Ya’qub en ese año; de 262/875-6 se fecha la única moneda saffarí acuñada en Ray.

La expulsión de los Tahiríes difícilmente puso ser ignorada por los Abbasíes, pues como titulares virtualmente hereditarios de la shurta y el gobierno de Bagdad eran muy influyentes allí. Ya’qub había escrito a al-Mu’tamid anunciando el encarcelamiento de Muhammad b. Tahir y enviando como medida conciliadora la cabeza del kharidjí ‘Abd al-Rahman. En 261/874 el Califa reunió a los peregrinos de Khurasán y denunció su anexión por Ya’qub como ilegal, aunque el avance de Ya’qub hacia Iraq pronto forzó a al-Mu’tamid a hacer un indigno cambio de política. Mientras Ya’qub se mantenía ocupado en sus campañas en Tabaristán y Persia meridional, un nuevo factor había aparecido en los asuntos políticos de Khurasán en la persona de Ahmad b. Abd ‘Allah al-Khujistani (de Khujistán, un distrito de Badghis). Khujistani era un anterior soldado de los Tahiríes que se había unido a Ya’qub cuando éste ocupó Nishapur. Pero cuando Ya’qub retornó a Sistán después de la expedición de Tabaristán,  Khujistani vio una oportunidad de alcanzar sus propias ambiciones. Expulsó de Nishapur al gobernador de Ya’qub, Uzair b. al-Sari y celebró la khutba por los Tahiríes (comienzos de 262/ finales de 875). Después marchó para atacar Herat, donde Ya’qub había dejado a su hermano 'Amr como gobernador, pero en su ausencia, Nishapur fue capturada por el ghulam Abu Talha Mansur b. Sharbab, quien, sin embargo, guardó la khutba para Muhammad b. Tahir (después del revés de Ya’qub en Dair al-‘Aqul, Muhammad se había convertido una vez más gobernador de Khurasán). Khujistani reconquistó Nishapur, al parecer en 265/878-9, derrotando a Abu Talha y a su aliado, el álida al-Hasan b. Zayd.

En este punto, Amr b. al-Laith sucedió a su hermano Ya’qub como amir. Parece que otro hermano, ‘Ali, fue, al principio el candidato favorito tanto de Ya’qub como del ejército, pero las artimañas y la crueldad le aseguraron el trono. ‘Ali nunca se reconcilió por esta imposición; ‘Amr le puso en cautividad, pero poco después, se puso traidoramente en contacto con el enemigo de ‘Amr, Khujistani, y finalmente desertó a otro oponente, Rafi’ b. Harthama. Se dice que el mismo ‘Amr había comenzado su vida alquilando mulas o como albañil; había estado asociado a Ya’qub en muchas de sus campañas y en 261/875 había sido hecho gobernador de Herat. ‘Amr expresó su obediencia al Califa, se le entregaron vestiduras de honor y una orden de investidura para Khurasán, Fars, Isfahan, Sistán, Kirman y Sind (y de acuerdo al Tarikh-i Sistan para Gurgan y Tabaristán también), a cambio de un tributo de un millón de dirhams. Esta legitimación proporcionó una considerable ayuda en su lucha contra Khujistani en Khurasán, pues los ghazis y las clases religiosas dieron su apoyo ahora a ‘Amr. Fue capaz de designar como delegado para la shurta de Bagdad a ‘Ubayd ‘Allah b. ‘Abd Allah b. Tahir (quien estaba, como hemos visto más arriba, en malos términos con otros miembros de su familia), y como su delegado en La Meca, a Muhammad b. Abi’l-Saj (266/879).

El restablecimiento del control saffarí en Khurasán iba a ser un proceso largo y pesado. Durante su último año, Ya’qub había estado ocupado con sucesos en Persia meridional e Iraq, y varios rivales habían aparecido en el este. Herat había caído en manos del hermano de Abu Talha, Ya’mar y luego en las de Khujistani. Éste último había estado haciendo campaña en las provincias caspianas contra al-Hasan b. Zayd, y ahora repelió decisivamente a ‘Amr de Nishapur. ‘Amr tuvo que buscar refugio en Herat, mientras que Khujistani se dirigía a invadir Sistán, asediando infructuosamente Zarang (266-7/880). En ausencia de Khujistani, tuvo lugar un levantamiento pro-saffarí en Nishapur, dirigido por los ‘ayyars, pero Khujistani volvió de Sistán y restauró su autoridad. ‘Amr se hizo, como aliado contra Khujistani, con Abu Talha, que en ese tiempo estaba en Tukharistán; pero Abu Talha no pudo conseguir ningún éxito significativo. La influencia con el Califa le aseguró durante un tiempo el encarcelamiento en Bagdad de Muhammad b. Tahir, con la excusa de que éste último había estado urgiendo a Khujistani contra él. El prestigio de ‘Amr estaba alto incluso en La Meca. Durante los ritos de Peregrinación de 267/881, el representante de ‘Amr estuvo envuelto en una disputa sobre la preferencia con el lugarteniente de Ahmad b. Tulun, gobernador de Egipto; al final, el interés saffarí prevaleció, y la bandera de ‘Amr  fue colgada en el lado derecho del minbar o púlpito del Profeta.

Hasta ahora, Khujistani había sido vasallo nominal de los Tahiríes pero durante 267/880-1 cesó de mencionarles en la khutba en Nishapur, y la hizo para el Califa y él mismo solamente. También asumió otra de las prerrogativas de soberanía independiente y acuñó sus propios dirhams y dinares; existen dirhams suyos de Nishapur y Herat durante los años 267/880-1 y 268/881-2. Khujistani ocupó Tukharistán y Herat en el primero de esos dos años, pero hacia el fin de 268/882 fue asesinado por uno de sus propios ghulams. Abu Talha asumió Nishapur, y durante un tiempo, él y ‘Amr fueron reconocidos amos de Khurasán, apareciendo sus nombres conjuntamente en las monedas de Nishapur de 269/882-3. Las monedas fueron acuñadas también en Isfahan en este año. Isfahan había sido gobernada por la familia Abu Dulaf, y cuando en 265/879 la ciudad fue otorgada a ‘Amr, retuvo al Abu Dulafí Ahmad b. Abd Aziz allí como gobernador; los nombre de Ahmad y su soberano aparecen en este dirham de 269/882-3.

Un impedimento para el establecimiento de la autoridad saffarí en Khurasán se había eliminado con la muerte de Khujistani, pero emergió una nueva amenaza de Rafi’ b. Harthama, anterior partidario de los Tahiríes que se había convertido en comandante en jefe de Khujistani. El ejército sin jefe de Khujistani reconoció a Rafi’ en Herat como su líder. Rafi’ restauró la khutba tahirí en Herat y Nishapur, e hizo incursiones hacia Sistán hasta Farah. Abu Talha era en este momento el soberano independiente de Marv, y un complejo conflicto triangular entre ‘Amr, Abu Talha y Rafi’ siguió ahora. Durante estas luchas, Abu Talha huyó a la Transoxiana Samaní; obtuvo ayuda del hermano del amir Nasr, Isma’il b. Ahmad, y en 271/885 recobró Marv. A final de este año, Abu Talha y Amr se reconciliaron, y ‘Amr le designó como gobernador delegado de Khurasán por su hijo Muhammad b. ‘Amr. Después Amr y Muhammad salieron hacia Fars en 272/885.

Aprovechando la oportunidad de las dificultades de ‘Amr en Khurasán, al-Muwaffaq había reunido en 271/885 a los peregrinos de Khurasán y ordenó la condena pública de ’Amr. Muhammad b. Tahir fue reinvestido con Khurasán, y él inmediatamente hizo a Rafi´b. Harthama su suplente allí. El poder de Rafi’ creció rápidamente. Con la ayuda de tropas samaníes y el comandante ‘Ali b. Husayn Marvarrudhi, expulsó a Abu Talha de Marv y al delegado de este último de Herat (272/885-6). En este mismo año también hizo una incursión en Khwarizm y volvió a Nishapur con un rico botín. En 275/888-9 atacó Gurgan y Tabaristán y derrotó en Chalus al álida Muhammad b. Zayd; y al año siguiente fue a Qazvin y después a Ray, donde permaneció hasta la muerte de al-Muwaffaq en 278/891. Mientras que Rafi’ estaba en Tabaristán se unió a ‘Ali b. al-Layth, que había huido de Kirman, donde su hermano donde su hermano lo había estado manteniendo cautivo.

La concentración forzosa de  al-Muwaffaq sobre la revuelta Zanj en el Bajo Iraq había significado que la mordaza de ‘Amr sobre Fars había permanecido generalmente firme dejándole bastante libre para tratar con la más peligrosa situación de Khurasán. Se recuerdan dos campañas en Fars de los primeros años de su reinado, en 266/879-80 y en 268/871. La última fue para reprimir la revuelta del gobernador allí, Muhammad b. al-Layth (¿su propio hijo, Muhammad b. ‘Amr b. al-Layth?); Muhammad fue capturado y su cuartel en Istakhr saqueado. ‘Amr utilizó el prestigio de su victoria para recaudar un tributo de 300.000 dirhams del gobernador Abu Dulafí de Isfahan, Ahmad b. Abd al-Aziz, y este dinero, junto con ricos presentes fue enviado a al-Muwaffaq. También mandó una expedición con éxito contra un jefe kurdo de Fars,  Muhammad b. Ubayd Allah b. Azadmard, un antiguo partidario de Ya’qub b. al-Layth, que era sospechoso de ayudar a los rebeldes Zanj. Al-Muwaffaq dio ahora un diploma nuevo, y ‘Amr, a su vez, envió un tributo de 4.000.000 de dirhams a Bagdad (270/883).

Pero en este año los Zanj fueron finalmente dominados. También, la estrella de Rafi’ b. Harthama estaba en ascenso en Khurasán, con las correspondientes dificultades para los Saffaríes. Como se dice más arriba,  al-Muwaffaq, en consecuencia destituyó a ‘Amr de todos sus gobernoratos, y dio pasos para arrebatarle Fars. En 271/884 Ahmad b. Abd al-Aziz fue investido con Fars y Kirman. El visir de al-Muwaffaq, Dhu’l-Wizaratain Sa’id b. Makhlad, fue enviado desde Wasit, a Fars, y se hizo un ataque general sobre la posición saffarí allí. Los reveses iniciales forzaron a ‘Amr y su hijo Muhammad a apresurarse hacia Fars a comienzos de 272/verano de 885. El general califal Tark b. al-Ababs fue derrotado, pero en 273/886 Ahmad b. Abd al-Aziz infligió una severa derrota a ‘Amr; ‘Amr se retiró a Sirjan sobre la frontera de Kirman, y Fars pasó al control de al-Mu’tadid, hijo de al-Muwaffaq y futuro califa. ‘Amr invadió Fars una vez más, y en 274/887 al-Muwaffaq vino personalmente con un ejército. ‘Amr fue de nuevo obligado a retirarse a Kirman; en el curso de estas operaciones el aliado de ‘Amr, Abu Talha, murió. No obstante, al-Muwaffaq no se atrevió a perseguir a ‘Amr a través del desierto que separa Kirman de Sistán.

Las amenazas a la posición del califato en Siria y al-Jazirah, donde tanto el tuluní Khumarawayh como los bizantinos estaban activos, inclinaron a al-Muwaffaq a la paz. En 275/888-9 los gobernoratos de ‘Amr en Khurasán, Fars, y Kirman fueron restaurados a cambio de un tributo de 10 millones de dirhams; su nombre fue inscrito en las banderas, lanzas y escudos; y su agente ‘Ubayd Allah b. ‘Abd Allah b. Tahir fue designado de nuevo para la shurta de Bagdad. Los oficiales de ‘Amr volvieron a asumir la administración de Fars. Sin embargo, al año siguiente, al-Muwaffaq rescindió esas concesiones, y Ahmad b. ‘Abd al-Aziz recibió la misión  una vez más de invadir Fars. ‘Amr contraatacó omitiendo el nombre de al-Muwaffaq en la khutba; derrotó a Ahmad y avanzó hacia Ahvaz. Las negociaciones se abrieron con el visir Isma’il b. Bulbul, y se hizo la paz; las series de monedas acuñadas por ‘Amr en Fars durante esos años demuestran que permaneció con bastante continuidad en posesión de Fars hasta la ascensión de al-Mu’tadid en 279/892.

La última década del siglo IX vió a ‘Amr en el cenit de su poder. Rafi’ b. Harthama continuaba siendo la mayor amenaza en Khurasán. En 273/886 Rafi’ estaba en Transoxiana ayudando a Isma’il b. Ahmad contra el amir samaní Nasr, y en 276/889 se estableció en Ray. Cuando al-Mu’tadid llegó al trono, se esforzó por eliminar la amenaza sobre Djibal que suponía la posición dirigente de Rafi’ en Ray. Invistió a ‘Amr con Khurasán, y el estandarte enviado desde Bagdad fue públicamente expuesto en Nishapur durante tres días como signo visible del favor califal. Al-Mu’tadid exigió de Rafi’ que evacuara Ray, y comisionó a Ahmad b. ‘Abd al-Aziz a expulsarle. Rafi’ huyó a Gurgan, pero retornó a Ray y decidió hacer la paz con Ahmad y concentrarse en la reconquista de Khurasán. Hizo las paces con Muhammad b. Zayd y se le prometió un contingente de guerreros Daylamíes. En Tabaristán y Gurgan había hecho la khutba para los Álidas. Esta renuncia pública de alianza hacia los Abbasíes dio a ‘Amr la ventaja moral con la que pudo reunir el apoyo de la ortodoxia y las clases religiosas en Khurasán contra Rafi’. Fue en este tiempo (283/896) cuando ‘Amr envió a Bagdad 4 millones de dirhams y una generosa selección de regalos capturados por él en Afganistán oriental. Rafi’ invadió Khurasán, estando entre sus comandantes Mu’addal y Layth, los dos hijos de ‘Ali, el hermano de ‘Amr. En este punto, mientras ‘Amr estaba en Sarakhs, Rafi’ ocupó Nishapur, haciendo allí la khutba para los Álidas y adoptando el color blanco de estos en lugar del negro abbasí. También acusó a al-Mu’tadid de haber acelerado el fin de su tío al-Mu’tamid, débil mental, para asegurarse el poder para sí mismo. Desafortunadamente para Rafi’, la ayuda prometida por Muhammad b. Zayd nunca se materializó. Fue expulsado de Nishapur, derrotado en Baihaq y Tus y finalmente muerto en Khwarizm (283/896). ‘Amr envió la cabeza del rebelde a Bagdad, y con Khurasan libre de toda oposición, su prestigio nunca había estado más alto; en 284/897 el califa le invistió con Ray, añadiéndolo a sus territorios anteriores. Cabe señalar que fue probablemente durante esos años del reinado de ‘Amr que la autoridad saffarí fue reconcoida en la otra costa del Golfo Pérsico, en ‘Uman. Esto no se menciona en las fuentes literarias, pero existe una moneda de allí, datada en 295/907-8 llevando el nombre del sucesor de ‘Amr, Tahir; parece probable que hubiera sido ‘Amr más que el débil Tahir quien estableciera su soberanía allí.

La caida de ‘Amr ahora sobrevino por la soberbia. Aspiraba a seguir a su predecesor Tahirí para extender su señorío más allá del Oxus. En Nishapur recibió el homenaje de un Muhammad b. ‘Amr al-Khwarizmí, y le envió de vuelta a Khwarizm con un apoyo militar como protegido saffarí. Esto era una provocación de los Samaníes de Transoxiana que reclamaban ejercer la soberanía los Khwarizm-Shahs Afrighíes. Obviamente resultaba atractivo para el beneficio del astuto al-Mu’tamid ampliar la brecha entre los Saffaríes y los Samaníes. De acuerdo con el relato del Tarikh-i Sistan, la interferencia de ‘Amr en los asuntos khwarizmíes llevó a luchar con Isma’il b. Ahmad, en el que los Saffaríes fueron derrotados; en su enfado, ‘Amr escribió al Califa buscando la concesión de Transoxiana y prometiendo subyugar a los Álidas de la región caspiana. No obstante, esto parece ser una inversión del orden verdadero de los acontecimientos. En 285/898 al-Mu’tadid envió a ‘Amr ricos regalos y un diploma para Transoxiana y Balkh, y se leyó  en Bagdad un decreto en público deponiendo a Isma’il  para los peregrinos khurasaníes. ‘Amr marchó hacia el norte para tomar posesión de sus nuevos territorios concedidos, no solo los pertenecientes a los Samaníes sino también de los pequeños gobernantes de Tukharistán y Juzján, los ‘Abu Da’wudíes y los Farighuníes. Hubo una lucha considerable al sur del Oxus, en la que primero el general de ‘Amr Muhammad b. Bishr fue muerto y luego, en 287/900, el mismo ‘Amr fue derrotado cerca de Balkh. ‘Amr fue capturado y finalmente enviado a al-Mu’tadid, quien le mató en 289/902. De acuerdo con el Tarikh-i Sistan primero deseaba un rescate por ‘Amr, pero los sucesores de éste en el emirato saffarí, sus nietos Tahir y Ya’qub b. Muhammad b. ‘Amr no quisieron hacerlo. El Califa no cabía de gozo por la victoria de Isma’il, aunque técnicamente era un acto de oposición a su proclamación previa por la que deponía a Isma’il, y ahora invistió al amir samaní con todas las posesiones orientales de ‘Amr.

Con la captura de ‘Amr, la dinámica del imperio saffarí, que había dominado al mundo islámico oriental durante cuarenta años, decayó, y sus territorios se redujeron. Los Samaníes se apoderaron de Khurasán, e iban a mantenerlo durante un siglo hasta la llegada de los Ghaznawíes. Fars era vulnerable a los ataques califales, y al-Mu’tadid fue sucedido en 289/902 por su igualmente enérgico hijo al-Muktafi. Incluso así, Fars y Kirman fueron retenidas normalmente por los Saffaríes o su sirviente nominal Sebük-eri (Subkari), y se acuñaron allí monedas de tipo saffarí, hasta la definitiva asunción de la autoridad abbasí en Fars en 298/911. También, el núcleo de Sistán mismo fue defendido durante una década hasta que los Samaníes aparecieron allí.

El sucesor de ‘Amr, Tahir, había sido gobernador de Marv en vida de su abuelo, apareciendo los nombres de ‘Amr y el suyo propio en las monedas acuñadas allí. Fue elevado al emirato en Sistán por los generales Saffaríes, y gobernó en estrecha conjunción con su hermano Ya’qub, pero hubo también una facción a favor de Layth b. ‘Ali b. al-Layth, en parte porque su padre ‘Ali había sido, de hecho, el sucesor deseado de Ya’qub b. al-Layth. Comparado con sus predecesores Tahir emerge de las fuentes como un soberano débil y frívolo, adicto a la caza y a la vida lujuriosa. Durante su reinado (287-296/900-909) la mayor parte de los 36 millones que se apropió del tesoro de ‘Amr en Zaranj se gastaron en palacios y jardines. Mientras duró el dinero los impuestos no se recaudaron, los ingresos disminuyeron y por 293/906 el tesoro estaba completamente vacío. Además, la capial Zaranj estaba en este tiempo sujeta a luchas social-religiosas de facciones, correspondiendo las dos parte, aproximadamente a los partidarios de las escuelas de leyes Hanafí y Shafi’i respectivamente; esta división persistió hasta la ocupación Ghaznawí un siglo más tarde. Los poderes reales tras el trono de Tahir eran su tío Layth b. ‘Ali, el comandante esclavo Sebük-eri (que había sido capturado durante una incursión saffarí en Zabulistán y era uno de los libertos de ‘Amr) y el coadjutor de este último ‘Abd Allah b. Muhammad, de la vieja familia de Nishapur de los Mikalis.

En 288/901 Tahir expulsó a los oficiales califales de Fars y estableció su autoridad allí, pero una amenazante invasión de Sistán por Isma’il b. Ahmad, cuya concesión por parte de al-Mu’tadid de los antiguos territorios orientales de ‘Amr incluía Sistán, le forzó a retornar allá. No obstante, Layth b. ‘Ali mantuvo Fars frente contra el general califal Badr hasta que Tahir pudo volver; al-Muktafi estuvo de este modo obligado a enviar en 290/903 un diploma para el gobierno de Fars. Tahir y Ya’qub gastaron mucho de su tiempo en festividades en Zaranj y Bust; Fars permaneció en manos de Sebük-eri, que por 292/905 estaba mostrando signos de independencia y cortó todas las rentas de Fars y Kirmán hacia Tahir.

La situación financiera de Tahir era ahora arriesgada, y se convirtió complemente dependiente de Layth b. ‘Ali, quien en 295/908 le envió los ingresos que había recaudado de su gobierno de Makran y de Kirmán. Aparte de esto, Tahir pudo enviar tributo al nuevo Califa al-Muqtadir, y fue confirmado por este último en sus posesiones. Layth, no obstante, pronto decidio poner fin al débil y negligente gobierno de Tahir. Marchó a Zaranj y asedió a Tahir en el centro de la ciudad o shahristan .Los superiores recursos financieros de Layth contaron en la lucha; la mayoría de los comandantes de Tahir desertaron y la ciudad cayó para Layth, y Tahir y Ya’qub huyeron hacia el oeste (296/909). Pensaron primero buscar la ayuda de Sebük-eri en Fars, pero estaban dudosos de su buena fe como sirviente de los Saffaríes, considerando que se estaba inclinando hacia una política pro-califal. Esta sospecha estaba justificada; Sebük-eri compró a los comandantes de Tahir y Ya’qub que quedaban, y cuando los dos hermanos cayeron en sus manos los envió cautivos a Bagdad. La toma de Fars por Sebük-eri había sido sin autorización califal, pero ahora formalmente fue investido como gobernador de la provincia.

El nuevo amir, Layth (296/909-10) , había enviado en primer lugar a su hermano Mu’addal a reprimir disturbios en Zabulistán (297/909), y luego resolvió invadir Fars para castigar a Sebük-eri por su traición. Invadió Kirmán con 7.000 unidades de caballería, derrotó a Sebük-eri y saqueo Istakhr y Shiraz. Sebúk-eri apeló al califa por ayuda, y el general esclavo Mu’nis fue enviado. Mu’nis pronto concluyó una paz por separado con Layth, pero Sebük-eri combatió y derrotó a este último en Fars. Layth fue capturado y enviado a Bagdad, muriendo en Raqqa en 317/929, pero Mu’addal escapó a Kirmán (298/910). Las buenas relaciones de Sebük-eri con el Califa no duraron mucho. Solo pudo recaudar 10 de los 16 millones de dirhams estipulados como tributo de Fars, de modo que se envió una expedición punitiva contra él. Derrotado en Shiraz no se atrevió a ir a Sistán, pero huyó a través del Gran Desierto a Herat y Marv; fue capturado por el samaní Ahmad b. Isma’il y enviado a Bagdad como prisionero, donde murió en 305/917-8. Layth b. ‘Alí fue el último Saffarí en haber controlado Fars; ahora fue colocada bajo el general esclavo del Califa, Qunbuj al-Afshini.

En Sistán, Muhammad, el hermano de Layth (298/910-11) se convirtió en emir a comienzos de 298/verano de 910, pero solo fue reconocido en Sistán, Zamindavar, Zabulistán y Kabul; no parece que exista ninguna moneda suya o de su hermano Mu’addal. En este punto, al-Muqtadir invistió a Ahmad b. Isma’il con Sistán y le ordenó que finalizara el gobierno de los Saffaríes para siempre. Muhammad carecía de experiencia militar. Liberó de la cautividad a Mu’addal, quien inmediatamente y a traición tomó Zaranj para sí mismo. Muhammad tuvo que retirarse a Bust, donde adquirió una mala reputación por  las exacciones que hizo en su desesperada necesidad de dinero. En consecuencia, cuando el amir Ahmad vino de Farah a Bust, encontró poca oposición allí. Poco después, Mu’addal sometió Zaranj al general samaní Simjur al-Dawati. Tanto Muhammad como Mu’addal fueron llevados como cautivos; el gobierno saffarí fue de momento despojado de su provincia nativa, y se nombró un gobernador samaní allí (298/911).

El imperio saffarí en su apogeo bajo Ya’qub y ‘Amr era esencialmente una creación militar basada sobre la fuerza de las armas solamente; en una anécdota contada por Nizam al-Mulk, Ya’qub presume ante el enviado del Califa que ha logrado su alta posición no por nacimiento, como los Abbasíes, sino por su audacia y valor (ayyari wa shir-mardi). La desvergonzada proclamación de los Saffaríes de la superioridad de la fuerza sobre las consideraciones morales que se suponía que apuntalaban el gobierno temporal delegado por Dios en el hombre explicaba mucha de la hostilidad hacia ellos en las fuentes musulmanas clásicas. En diversas ocasiones los amires mostraron su desprecio por la doctrina constitucional, generalmente observada por los gobernadores provinciales, de que todo el poder secular deriva del Califa, y los gobernantes menores solo tienen  autoridad de iure en tanto que obtenían la investidura del Califa y le enviaban el tributo adecuado.  Ya’qub y ‘Amr estaban preparados para estar de acuerdo con esto cuando convenía a sus propósitos. De este modo ‘Amr era consciente del valor de la aprobación califal en una provincia tan fuertemente ortodoxa como Khurasán e hizo muchas de sus campañas contra los Álidas de la región caspianas y  contra los paganos del Afganistán oriental, enviando a Bagdad ricos presentes de los saqueos realizados allí. Sin embargo, ‘Amr siempre supo que la espada era más poderosa que el diploma, y expresó esta visión volublemente cuando en 285/898 recibió del enviado de al-Mu’tadid el diploma de investidura para Transoxiana: “Que voy a hacer con esto? Esta provincia solo puede ser arrebatada a Isma’il con la ayuda de 100.000 espadas desenvainadas”. También se dice que ‘Amr fue el primer gobernante provincial en colocar su propio nombre en la khutba, hasta entonces solo se leía en nombre del Califa, pero la narración del Tarikh-i sistan y otras fuentes tales como Narshakhi de muestran que Ya’qub colocó su propio nombre en la khutba de sus territorios desde c.253/867 en adelante.

Es, ciertamente, abundantemente claro que los califas y los Saffaríes nunca confiaron los unos con los otros ni una vez. Los diplomas de investidura fueron rápidamente revocados cuando la fortuna de los Saffaríes disminuyó, cuando todavía existían allí oportunidades de restaurar a los Tahiríes en Khurasán y cuando el poder emergente de los ortodoxos y obedientes Samaníes pudo ser usado contra los Saffaríes. En el Tarikh-i Sistan Ya’qub enfáticamente pone al descubierto su odio y desconfianza de los Abbasíes: “A menudo acostumbraba a decir que los Abbasíes habían basado su gobierno en las malas obras y las artimañas-‘¿no has visto lo que le hicieron a Abu Salama, Abu Muslim, a la familia Barmakíi y a Fadl b. Sahl, a pesar de lo que esos hombres habían hecho por el mantenimiento de la dinastía? ¡Que nadie confíe jamás en ellos! ’.

Dada la naturaleza militar del imperio saffarí, el ejército era, por fuerza, de primera necesidad. Ya’qub y ‘Amr eran ellos mismos hábiles comandantes, inmunizados frente a las privaciones, y que seguían un modo de vida sencillo, estableciendo por tanto un ejemplo para sus tropas y evitando agobiar al ejército con una impedimenta innecesaria. La comida de Ya’qub se describe como tosca pero eficaz, consistiendo en los productos básicos de la dieta de Sistán tales como pan de cebada, puerros, cebollas y pescado. El núcleo del ejército consistía en tropas Sagzi locales y ‘ayyars, tanto caballería como infantería; la infantería de Sistán había sido renovada desde los tiempos sasánidas, y aproximadamente un siglo más tarde, los Ghaznawíes emplearon la infantería Sagzi. Pero el ejército saffarí también estaba influenciado por las tendencias en organización militar prevalentes en el mundo islámico del siglo III/IX, en el que los ejércitos profesionales de esclavos (ghilman, mamalik) extraídos de una multitud de nacionalidades distintas eran empleados cada vez más. Del mismo modo, Ya’qub y ‘Amr dieron la bienvenida en los rangos de sus tropas a soldados capaces de cualquier raza; además de los Sagzis y los Khurasaníes, no solo estaban los ominipresentes turcos, sino también árabes, indios y pueblos de las fronteras indoafagnas. Las tropas de campesinos (hasharha-yi rusta’i) también eran obligadas a prestar servicio en tiempos de necesidad, pero a menudo eran de dudosa calidad de combate; cuando Muhammad b. ‘Ali b. Layth estaba intentado defender Sistán contras los Samaníes invasores en 298/911, su hashar¸se quebró a la primera carga.

De acuerdo con Mas’udi, que en su Muruj al-dhahab cita procedente de un relato de los Saffaríes mucho más extenso que insertó en su perdido Akhbar al-zaman, Ya’qub ejerció una disciplina sin paralelo sobre sus tropas, requiriéndoles que estuvieran listas para la batalla o para movilizarse en cualquier momento, y para abstenerse de saquear hasta que se les permitiera hacerlo expresamente. Cuando se presentaba un recluta para el ejército saffarí, Ya’qub personalmente probaba su destreza. Entonces el recluta tenía que entregar todas sus posesiones y equipamiento; éstas eran convertidas en dinero y se ingresaba en el diván. Si más tarde se le encontraba inadecuado y era liberado, esta suma se le devolvía; pero si permanecía al servicio saffarí era equipado con ropas, armas y una montura del propio almacén del ejército, existiendo un fondo común de monturas que era propiedad del mismo amir. Hay varios ejemplos en las fuentes del celo de los amires por atraer buenos hombres a sus fuerzas. El máximo vencedor de los cuerpos de Yaqub de los  Kharidjíes de Sistán y Badghis había sido notorio, ya que tiene el interesante hecho de que uno de esos cuerpos preservaba su identidad separada dentro del ejercito saffarí como el jaish al-shurat. Después de que Ya qub hubiera puesto fin al gobierno de los Tahiríes en Nishapur y hubiera combatido enérgicamente contra los álidas de las provincias caspianas, su reputación provocó que varios de los comandantes de los Tahiríes y los líderes ayyars de Khurasán se pusieran de su parte; entre esos estaban Abu Talha Mansur b. Sharkab y Ahmad b. Abd Allah Khujistani, los cuales eran prominentes en los asuntos khurasaníes.

Como otros gobernantes contemporáneos, los amires Saffaríes tenían un cuerpo de ghulams de palacio, probablemente en su mayor parte turco, que era usada como una fuerza de élite y para ocasiones ceremoniales. Cuando Nishapur fue capturada, Ya’qub equipo a 2.000 de estos con armas encontradas en el tesoro tahirí; luego, mantuvo una corte como un rey, con dos líneas de ghulams dispuestas ante él. La evidente similitud en armas, equipamiento y funciones, de esos guardias esclavos con los ghulams de palacio ghaznawíes es llamativa, e ilustrativa de la continuidad de las técnicas militares en el mundo islámico oriental. Tanto Ya’qub como ‘Amr estaban vivamente interesados en la adquisición y entrenamiento de esos ghulams. De acuerdo con Mas’udi, ver los progresos de la educación de sus jóvenes esclavos era la única diversión de Ya’qub, quien no estaba interesado en nada que no fuera su carrera militar. Se dice que ‘Amr había entrenado esclavos jóvenes, de nuevo una anticipación  de la costumbre Ghaznawí de tales espías o mushrifs. En cuanto al número, se afirma que había poseído 10.000 ghulams de palacio a su muerte, pero esto parece exagerado.

Para mantener la moral y la disciplina del ejército, Ya’qub y ‘Amr fueron cuidadosos a la hora de pagar rápido y completamente. El pago generalmente se entregaba en una asignación (razqa, bistgani) cada tres meses, mientras que las pagas extras podían efectuarse después de cualquier suceso destacado; así, en 275/888, tras su segunda ocupación de Fars y su establecimiento de la paz con el Califa, ‘Amr distribuyó 2 millones de dirhams a su ejército. Esos pagos se hacían tras una inspección general (‘ard) de las tropas, su equipamiento y bagajes; de acuerdo con el historiador de Khurasán Sallami, el ‘arid o cabeza del Departamento para los Asuntos Militares lo inspeccionaba todo, desde el mismo amir hacia abajo.  Ibn Khallikan, que cita a Sallami, relaciona esas inspecciones con la práctica de los emperadores sasánidas, y aquí también vemos una continuidad con el pasado iranio. Además del reparto de la paga, Tahir b. Muhammad b. ‘Amr en 289/902 distribuyó concesiones de tierra o iqta’s a sus tropas en Fars. Mientras que  el sistema de mantener tropas con los ingresos procedentes de las tierras y el patrimonio era, en esta época, escasamente conocido en Khurasán y el este, estaba, con seguridad, ampliamente extendido en Iraq y Persia occidental, y los Saffaríes en este caso meramente adaptaron una práctica local  a sus propias necesidades.

Poco conocemos de la administración interna del imperio Saffarí. En el caso de provincias como Khurasán, Fars y Ahvaz, la autoridad del amir era interrumpida a menudo por las ocupaciones de enemigos o rivales. Aquí, el gobierno central saffarí estaba representado principalmente por los recaudadores de impuestos (‘ummal). El gasto de mantenimiento de un enorme ejército profesional en el campo de batalla era difícil casi con toda seguridad. Es improbable que esos oficiales de impuestos se condujeran de una manera delicada, aunque al parecer, eran los territorios recién conquistados u hostiles los que fueron multados  más severamente. Durante el curso de su campaña de 261/874 contra al-Hasan b. Zayd, los oficiales de Ya’qub impusieron un kharaj de un año procedente del pueblo de Amul y Sari en Tabaristán, y los refugiados de las costas caspianas llevaron sus quejas hasta el Califa en Iraq. Pero si un amir estaba en una situación desesperada, el corazón del imperio podía sufrir igualmente. Muhammad b. ‘Ali b. al-Layth tanto oprimió al pueblo de Bust en 298/910 que ellos dieron la bienvenida al disciplinado y benevolente ejército samaní; cuando hubo ocupado Bust, el amir samaní restauró a sus propietarios anteriores los bienes y propiedades confiscados por Muhammad. Claramente, las peticiones de moneda del gobierno  con frecuencia presionaron duramente sobre los ra’iyya o súbditos. El emir Tahir rechazó recaudar ingresos sobre la base explícita de que no quería incurrir en el odio de la opresión y la tiranía; ni usó labores de corveas para la construcción de sus nuevos palacios. La tendencia general hacia un gobierno severo probablemente no se niega por el énfasis en el Tarikh-i Sistan sobre la piedad y la justicia de Ya’qub, su rechazo a recaudar impuestos de los muy pobres, su atención de las mazalim o quejas de mala conducta oficial, y su cuidado  para ver que el amir-i ab (el oficial a cargo de al división de las aguas de regadío), factor vital en la prosperidad agrícola de las provincias orientales) funcionaba equitativamente; y la misa reserva se aplica a las obras de caridad de ‘Amr en forma de nuevas mezquitas, ribats, puentes, piedras marcando las huellas a través de los desiertos, etc.

A causa de la escasez de la información, es difícil estimar cuan avanzada era en organización la administración saffarí, y cuanto debió al Califato Abbasí por sus instituciones y técnicas, pues la administración califal fue el modelo para la de sus estados sucesores. Ya’qub emprendió la creación de su propio divan y la designación de sus propios oficiales tan pronto como Sistán estuvo bajo su control en 247/861, y la cabeza de su cancillería parece haber sido el poeta y literato Muhammad b. Vasif. Hasta el reinado de ‘Amr no escuchamos de un visir como jefe ejecutivo principal del amir, pero el oficio es frecuentemente mencionado desde los años iniciales del siglo IV/X en adelante. La habilidad administrativa y buen gobierno de ‘Amr son mencionados específicamente, y Gardizi (usando información de Sallami) describe cómo tenía cuatro tesoros. Uno era, en efecto, una armería, y contenía un almacén de armas. Los otros tres eran reservas financieras y estaban enteramente a disposición personal del amir. La primera comprendía rentas de los impuestos de la tierra y otros impuestos, y era usado para los salarios del ejército. La segunda comprendía ingresos de las propiedades y patrimonio personales del amir (el mal-i khass), que era usado para los gastos de la corte, comida, etc. La tercera comprendía ingresos de recaudaciones ocasionales y extraordinarias, y confiscaciones de la riqueza de los soldados que se habían pasado al enemigo; de todos estos, las recompensas especiales y pagos se daban a los extraordinariamente bravos guerreros y para espías y enviados. El mismo autor continúa diciendo que ‘Amr siempre era cuidadoso en hacer las confiscaciones en épocas adecuadas y con pretextos plausibles. Al margen de todos estos ingresos, el tributo se enviaba solo ocasionalmente al Califato, aunque cuando se enviaba el dinero la suma relacionada podías ser tan alta como 10 ó 20 millones de dirhams. La buena gestión de los dos primeros Saffaríes se ve en los tesoros bien repletos que cada uno de ellos dejaron tras de sí. Ya’qub dejó a su muerte 50 millones de dirhams y otros cuatro millones ( o alternativamente, 800.000) de dinares, y ‘Amr dejo 36 millones de dirhams, más un gran número de dinares, joyas, ropajes, armas, etc; su sucesor, carente de previsión, Tahir liquidó todo esto en seis años.

Cualquiera que fuera la reputación desfavorable que los Safaríes puedan haber dejado atrás en las provincias fuera de su tierra natal, hay mucho que demuestra que eran genuinamente populares en Sistán, que ellos expresaban algo del espíritu local y particularista allí, y que tenían, en alguna medida, los intereses de Sistán en su mente. En los primeros años de la carrera de Ya’qub, cuando era un comandante ‘ayyar al servicio de Salih b. al-Nadr, se dice que había refrenado a las tropas, predominantemente Busti, del ejército de Salih de saquear Zarang, ya que el empobrecimiento de la capital solo podía beneficiar a la ciudad rival de Bust. Más explícito son los intentos de un miembro de la familia gobernante, Muhammad b. Khalaf b. al-Layth para calmar las luchas de facciones entre los dos grupos de los Samakiyya y los Sadaqiyya. Su tema es que la unidad y cohesión de Sistán sufriría de las disensiones: “Él dijo, ‘que no haya más lucha (ta’assub), pues ya estamos en un grave problema. Habéis visto el estado actual de los asuntos y las divisiones que han surgido desde las muertes de Ya’qub y ‘Amr; no debéis dejar que surja ningún conflicto de división más. En cambio, debe reinar la concordia entre vosotros, de manera que incluso si todas la provincias periféricas del imperio se perdieran, al menos esta provincia permanecería en vuestras manos y estaría fuera del alcance de los intrusos y los indignos’”. Por otra parte, durante el periodo de gobierno en Khurasán, los Saffaríes hicieron algún esfuerzo por conseguir el apoyo y simpatía de los ‘ulama y los eruditos de allí. Ya’qub había causado alguna destrucción en Nishapur cuando la hubo capturado, pero ‘Amr añadió a la mezquita del viernes y construyó el dar al-imara o palacio del gobernador allí. Los Saffaríes emplearon como secretario al poeta Ibrahim al-Mughaithi y se menciona que ‘Amr recompensó al jurista versado en la tradición Muhammad al-Bushanji con 20.000 dinares.

De innegable importancia es el estímulo saffarí al renacimiento de la nueva literatura persa y la cultura en la última parte del siglo III/IX. En este movimiento, el entorno plebeyo de los Saffaríes formó parte, así como la corte aristocrática y feudal samaní. De acuerdo con el Tarikh-i Sistan, Ya’qub se rodeó de poetas quienes, después de la conquista de Herat y Pushang del gobernador Tahirí, le elogiaron en versos árabes. Ya’qub no pudo entender estos, y preguntó al secretario de su cancillería, Muhammad b. Vasif, “¿Por qué debe recitarse algo que no puedo entender?" Por tanto Muhammad b. Vasif compuso algunos versos en persa. El que la aparición de la literatura vernácula en Sistán en este tiempo fuera algo nuevo está ímplícito por la historia local misma cuando el autor contrasta que el valor de la nueva literatura persa de Ya’qub con los eulogios y versos puramente árabes de los kharidjíes de Sistán. Muhammad b. Vasif se hizo él mismo poeta de la corte y comentarista de los sucesos que afectaban a los Saffaríes; así, celebra la pacificación de ‘Amr del Khurasán tras la muerte de Rafi’, y lamenta la captura de Tahir y Ya’qub b. Muhammad b. ‘Amr. En este sentido, los Saffaríes fueron uno de los agentes catalíticos en el nacimiento de una cultura y sentimiento específicamente irano-islámico.

En los siglos que siguieron, los Saffaríes continuaron siendo el punto de reunión de los sentimientos locales y deseos por la independencia. La genealogía exacta de las generaciones posteriores de la dinastía no están claras, pero el carisma del nombre Saffarí, si no las conexiones de sangre, persistía claramente. Durante 150 años aproximadamente después de la conquista samaní, descendiente indudables de Ya’qub y ‘Amr y sus parientes encabezaron la resistencia al control externo, y es con esos amires del periodo antes de la conquista Ghaznawí de 393/1003 (a veces distinguidos como la “segunda dinastía Saffarí”) con los que debemos estar ocupados.


2. El periodo de ocupación Samaní (911-923)

En 298/911 el gobierno samaní había sido impuesto en Sistán, y Mansur b. Ishaq, primo del amir Ahmad b. Isma’il, fue nombrado gobernador allí en 299/912. Mansur pronto se hizo impopular por sus excesivas peticiones fiscales, bastante más del millón de dírhams considerado como el ‘amal ,o impuesto sobre el rendimiento, usual de la provincia. Fue desatada una rebelión contra el gobierno samaní por un cierto Muhammad b. Hurmuz, llamado Maula Sandali, quien, de acuerdo con Gardizi, fue anteriormente un kharidjí y más tarde soldado en el ejercito samaní, epro había sido descartado como demasiado viejo para un servicio más. Durante un levantamiento popular con éxito fue necesario tener a un Saffarí como figura decorativa, y éste se encontró en la persona del chico de 10 años Abu Hafs ‘Amr b. Ya’qub b. Muhammad b. ‘Amr b. al-Layth, aparentemente el único superviviente entonces en Sistán de las líneas directas de Ya’qub y ‘Amr (otros estaban cautivos en Bagdad en ese tiempo). Muhammad b. Hurmuz levantó a los ‘ayyars de Sistán, mató a la guarnición samaní en Zarang y capturó a Mansur b. Ishaq (299/912). Muhammad b. Hurmuz hizo ahora la khutba para sí mismo y no para ‘Amr b. Ya’qub, y su objetivo era claramente su propio enaltecimiento personal. No obstante, las fuerzas pro-saffaríes se reunieron, le derrotaron y establecieron a ‘Amr b. Ya’qub como amir. Finalmente, un ejército samaní bajo Husayn b. ‘Ali Marvarrudhi fue enviado para tratar con la rebelión. El breve amirato de ‘Amr fue finalizado; fue enviado al exilio en Samarcanda y los líderes ‘ayyars masacrados. Siguió una segunda ocupación samaní, esta vez con el general esclavo turco Simjur al-Dawati como gobernador (301/913).

En 301/914 comenzó un periodo de caos y debilidad para el estado samaní cuando el amir Ahmad b. Isma’il fue asesinado por sus ghulams. La regencia del reino fue asumida en nombre del niño Nasr II b. Ahmad por el visir Jaihani, pero el dominio sobre las periferias del imperio era inevitablemente laxo. En Sistán, era la ocasión para que los Abbasíes reafirmaran brevemente su autoridad; como demostraron los sucesos, ésta fue por última vez. El gobernador de Fars, Badr b. Abd Allah al-Hammami nombró a Fadl b. Hamid como su delegado en Sistán. Fadl y Khalid b. Muhammad, gobernador de Kirmán, se hicieron cargo de Sistán, habiendo huido Simjur; al enviar expediciones a Bust, al-Rukhkhaj y Zabulistán, expulsaron a los gobernadores samaníes y establecieron la autoridad califal por el este hasta Ghazna. Sin embargo, resultó difícil para los Abbasíes mantener estos distantes puestos de avanzada del Califato. La situación en Sistán continuó siendo inestable, y, muy pronto la provincia estaba en manos de los ‘ayyars una vez más. Un aventurero, Kathir b. Ahmad, emergió como amir por aclamación popular desde 304/917 hasta 306/919, seguido por Ahmad b. Qudam. Bust parece haber sido mantenido generalmente por un grupo de ghulams turcos de los samaníes, dejados originalmente allí como guarnición; y en 317/929, después del fracaso de un intento para alzar al hermano de Nasr b. Ahmad, Yahya, al trono en Bukhara, el general Qara-Tegin Isfijabi se instaló allí.

3. Los Saffaríes de la línea Khalafí (923-1003)

En medio de estos confusos acontecimientos, los ‘ayyars de Zarang estallaron en rebelión y alzaron al trono a un miembro de la familia Saffarí, Abu Ja’far Ahmad b. Muhammad b. Khalaf, cuyo abuelo había sido un estrecho socio de Ya’qub y ‘Amr, y quien estaba relacionado también con los fundadores de la dinastía a través de su madre Banu. El amir Ahmad (311-52/923-63) pronto ganó a su alianza a Bust y al-Rukhkhaj, y comenzó a restaurar a Sistán a la prosperidad y efectividad en los asuntos políticos del mundo oriental. El historiador local de Sistán dice: “Entonces todos ellos hicieron un juramento de alianza al amir Abu Ja’far, y su gobierno fue universalmente reconocido. El ejército, comprendiendo a los esclavos (mawali), los líderes ‘ayyars (sarhangan) y las tropas Sagzi libres, todos llegaron a unirse, y todo el desorden finalizó”.

En los primeros años de Ahmad, se persiguió una vigorosa política. En 317/929, un año en que los Abbasíes estaban distraidos por la deposición temporal y restauración de al-Muqtadir, y en la que el estado samaní también estaba sacudido por el putsch en Bukhara mencionado arriba, las tropas de Ahmad  marcharon a Kirman y recaudaron un impuesto de millón de dirhams; probablemente esto estaba conectado con un suceso recordado durante el año precedente en el que se dice que un rebelde (khariji) había marchado de Sistán hacia Fars, pero que había sido muerto por sus propias tropas antes de que llegara allí. En 320/932 un levantamiento de Qara-tegin y los turcos de Bust fue reprimido. Los Abbasíes, aunque cada vez más debilitados y acercándose al punto más bajo de su fortuna, todavía no estaban dispuestos a dar por perdido Sistán. En 318/930 al-Muqtadir designó a su hijo Harun gobernador de Fars, Kirman, Makran y Sistán, y al año siguiente Muhammad b. Yaqut fue investido con Sistán; pero no hay registro, histórico o numismático, de que esas investiduras tuvieran ninguna consecuencia práctica. En 321/933 el Saffarí Abu Hafs ‘Amr b. Ya’qub, que había reinado brevemente como amir de 299/911 a 301/913, retornó a Sistán desde Bagdad; posiblemente el Califa esperaba de ese modo introducir un elemento de discordia en los asuntos políticos de Sistán. Otros dos Saffaríes, los nietos de ‘Amr b. Layth, Tahir y Ya’qub, habían sido liberados de su cautividad en Bagdad en 310/922-3 y estaban viviendo allí en un estado honorable.

El prestigio del amir Ahmad se extendió más allá de los confines de Sistán. El Tarikh-i Sistan enumera ricos presentes enviado a él por Nasr b. Ahmad y da el texto in extenso de una extensa oda por el poeta de la corte samaní Rudaki alabando a Ahmad como “el más destacado entre los nobles y orgullo de Iran, ese justo rey  y sol de la edad…procedente del glorioso orbe del linaje de Sasan”; el poema ganó para Rudaki un regalo de Ahmad de 10.000 dinares. Los últimos años del reinado de Ahmad vieron un cierto debilitamiento en el estado. El comandante en jefe Abu’l-Fath fue durante un tiempo la influencia dominante, pero un poco después de 341/952/3, inició un levantamiento en Jarwadkan y Baskar a favor de un hijo del anterior amir Tahir b. Muhammad b. ‘Amr. Hubo algún apoyo para este pretendiente a cuenta su descendencia directa de ‘Amr b. al-Layth pero Ahmad reprimió la revuelta con la ayuda de los turcos de Bust.

Ahmad fue asesinado por sus propios ghulams en 352/963 y le sucedió su hijo Abu Ahmad Khalaf, el último y más celebrado de los Saffaríes del siglo IV/X. Khalaf tuvo que apartar a otro miembro de la familia antes de que pudiera consolidar su poder, y en los comienzos de su reinado fue dependiente de Tahir b. Muhammad (o Tahir b. [Abi] ‘Ali) Tamimi. Tahir había sido un general en el ejército samaní, y había combatido contra el rebelde daylamí Makan b. Kaki; en el reinado de de Ahmad había sido un popular gobernador en Bust, y luego, a petición del amir samaní fue nombrado gobernador de Farah por Khalaf. La madre de Tahir era la nieta del Saffarí ‘Ali b. al-Layth, y Khalaf ahora formalmente asoció a Tahir en su gobierno, siendo proclamado sus nombres conjuntamente en la khutba. En 353/964 Khalaf dejó Sistán para cumplir un voto de hacer peregrinación a los Santos Lugares, dejando a Tahir como regente. Bajo el inteligente gobierno de Tahir, el país floreció; aparte de la lucha perenne de facciones de Zarang, el país estuvo en paz y el kharaj fue recaudado “dirham por dirham”, es decir, estrictamente de acuerdo con el cálculo y no con el usual dang o lo exigido en exceso. En 357/968 o poco después, la autoridad del gran soberano Buyí ‘Adud al-Dawla que acababa de conquistar Kirmán de los Ilyasíes, fueron reconocidos en la khutba de Sistán. También en 357/968 Tahir dirigió una expedición contra los turcos que habían tomado el control de Bust; Gardizi insinúa que esos turcos eran anteriores ghulams de Qara-tegin. Sin embargo, poco después, Bust cayó de nuevo en manos de un jefe turco llamado en el Tarikh-i Sistan Yüz-Temür. Este hombre pudo ser el Baituz conocido a partir de fuentes tempranas Ghaznawíes que había gobernado en Bust cuando Sebük-Tegin la conquistó en 367/977-8 y también conocido como el acuñador de una moneda de cobre existente en Bust en 359/970; el famoso retórico y autor Abu’l-Fath Busti había sido secretario de Baituz antes de pasar al servicio de Sebük-Tegin.

Era natural que  Tahir fuera reacio a dejar el poder cuando en 358/969 Khalaf volvió del oeste. Khalaf tuvo la precaución de ir primero a la corte samaní y obtener ayuda militar de Mansur b. Nuh, pero fue incapaz de imponerse a la bien atrincherada posición de Tahir en Sistán; no fue hasta la muerte de Tahir en 359/870 cuando Khalaf logró ocupar Zarang y realizar una purga entre los anteriores seguidores de Tahir. La lucha contra Khalaf fue asumida ahora por el hijo de Tahir, Husayn, del cual se conserva una moneda. Husayn se retiró a Bukhara; Khalaf cortó el tributo y los presentes que habitualmente enviaba a Bukhara, de ahí que Husayn retornara con un poderoso ejército samaní, incluyendo al general Abu’l-Hasan Simjuri. Siguió unlargo asedio de Khalaf dentro de la ciudadela de Zarang pero no pudo ser sacado (372/982-3). Se arregló entonces una paz por los samaníes, pero la lucha estalló de nuevo, esta vez con Husayn encerrado dentro de la ciudadela de Zarang. Husayn buscó en vano la ayuda de Sebük-Tegin en Ghazna, y tuvo que someterse en 373/983-4; se hizo la paz, pero Husayn murió poco después.

Khalaf era ahora el amo indiscutido de Sistán. Se aseguró un diploma de investidura del Califa y asumió el título honorífico de wali al-Dawla. Como su padre, Khalaf fue un gran patrocinador de los ‘ulama y los estudiosos. Uno de sus panegiristas fue el gran poeta y autor de maqamat, Badi' al-Zaman al-Hamadani. Combinaba la avaricia extrema y la hipocresía con la piedad ostentosa, y se dice que había ordenado un gran comentario del Qur’an, que finalmente abarcó 100 volúmenes; comprendían todos los comentarios previos, establecía todas las diversas lecturas, exploraba todas las cuestiones gramaticales y establecía todas las tradiciones de sonido. Externamente, Khalaf se sintió bastante fuerte en 376/986-7 para enviar un ejército a Bust y Zabulistán mientras Sebük-Tegin estaba ausente luchando contra el rajá hindushahí Jaipal, pero tuvo que evacuar Bust a la vuelta del Ghaznawí. Fue enviada una expedición bajo su hijo ‘Amr en 381/991-2 a la provincia buyí de Kirman, tomando ventaja de las disensiones entre los buyíes tras la muerte de Sharaf al-Dawla, pero las tropas saffaríes finalmente fueron rechazadas. No obstante, Khalaf siguió codiciando Kirmán; en 384/994 su ejército invadió de nuevo la provincia, pero fue repelido por el general buyí Abu Ja’far b. Ustadh-Hurmuz.

Tras el fracaso de sus intentos por recobrar Bust, las relaciones de Khalaf con Sebük-Tegin habían sido buenas, y envió tropas para ayudar a aquel contra Abu ‘Ali Simjuri. Sin embargo, la extensión de la autoridad Ghaznawí sobre Khurasán era claramente perjudicial para los intereses saffaríes, y Khalaf intentó inducir al Qarakhaní Ilig Khan Nasr, que también estaba amenazando a los últimos samaníes en Bukhara, para atacar a los Ghaznawíes (386/996). Tras la muerte de Sebük-Tegin el año siguiente, sus hijos Mahmud e Isma’il estuvieron bloqueados varios meses en una lucha de sucesión, y Khalaf aprovechó la oportunidad de arrancar Pushang y Kuhistán del hermano de Sebük-Tegin, Bughrachuq, siendo muerto este último por el hijo de Khalaf, Tahir (388/998). Pero una vez que Mahmud estuvo firmemente en control de Ghazna, Khalaf no pudo pedir paz, pagando un tributo de 100.000 dinares o de dirhams (ambos términos son dados en las fuentes) y colocando el nombre de Mahmud en la khutba (390/1000). Khalaf tuvo un solo hijo superviviente, Tahir, habiendo condenado a muerte ‘Amr tras el fracaso de la empresa de Kirman. Los sucesos de los últimos diez años del reinado de Khalaf son de cualquier modo confusos. Alguans fuentes dicen que Khalaf renunció el trono a favor de Tahir, y luego se lo arrebató de nuevo; otros, que Tahir se rebeló contra su padre, marchó a Kirmán, pero fue derrotado allí y tuvo que volver a Sistán. Con ayuda ‘ayyar aseguró Zarang, pero fue capturado a traición y asesinado por Khalaf (392/1003). Resultó un severo cambio de sentimiento contra Khalaf. Un grupo de líderes militares de Sistán invitaron a Mahmud de Ghazna, y después de un asedio en la fortaleza de Taq, Khalaf se sometió y abdicó (393/1003). Eligió el exilio con los Farighuníes de Guzgan, pero después de conspirar una vez más con los Qarakhaníes durante su invasión de Khurasán en 397/1006-7, fue trasladado a Gardiz durante los dos últimos años de su vida. Tal es la narración de las fuentes históricas, aunque la existencia de una moneda lelvando los nombres de Tahir y Mahmud apunta a la posibilidad de que Tahir ya hubiera reconocido la supremacía de los Ghaznawíes antes de su muerte.




Ahora Sistán se convirtió en una provincia del imperio Ghaznawí bajo el gobierno del hermano de Mahmud, Nasr, pero la provincia nunca se resignó al yugo de los Ghaznawíes y sus codiciosos recaudadores de impuestos. Las revueltas fueron frecuentes; las actividades de los ‘ayyars, ahora más que nunca ligadas a la causa del patriotismo local, se incrementaron; y no pasó mucho tiempo antes de que reaparecieran vástagos de la dinastía Saffarí en su patria ancestral.

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