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jueves, 15 de diciembre de 2011

Historia de los Condados Catalanes hasta su integración en la Corona de Aragón (s.VIII-s.XII)

1. El Fin del Reino Visigodo y la invasión musulmana

La invasión musulmana del Reino Visigodo de Hispania y Septimania fue resultado en parte de la crisis sucesoria planteada a la muerte del rey visigodo Vitiza el 710. A Vitiza pretendieron sucederle Rodrigo (Roderich) y Akhila II, el primero de los cuales no tardó en ganar terreno a su rival. Frente a los reveses militares, los partidarios de Akhila solicitaron ayuda a los jefes musulmanes del norte de África que pasaron a la península y derrotaron a las tropas de Rodrigo, probablemente a orillas del río Guadalete (711).

El rápido éxito inicial indujo a los jefes musulmanes a transformar la intervención militar en una auténtica invasión y ocupar las principales plazas de la península entre 711 y el 714: Toledo, Sevilla, Mérida, Murcia, Alicante, Zaragoza, etc. Un sector de la nobleza de la Septimania y parte de la Tarraconense no aceptó los hechos consumados y se dispuso a resistir bajo la dirección primero, de Akhila II (asociado a Vitiza, 708-710; rival legitimista y pretendiente, 710-716) y después de un personaje de perfiles imprecisos denominado Ardó (o Ardabast) (716-720). 

En 713, Musa b. Nusayr, valí de Ifriqiyya (698-713) entra en la actual Cataluña. Parece que una ciudad del litoral, probablemente Tarragona ofreció una resistencia firme y fue destruida. Después, en otras expediciones musulmanas capitularon Barcelona (hacia 718) y otras ciudades. Aproximadamente, los límites de la conquista se pueden situar en la cordillera pirenaica, determinados por Roda de Ribagorza, Àger y el Alto Urgell. Los musulmanes dominaron militar y políticamente toda Cataluña (Afranŷ), con la excepcion quizá de la zona más montañosa de Pallars y Ribagorza; pero su dominio fue desigual: en la Cataluña Vieja (las actuales provincias de Barcelona y Girona y la parte septentrional de la provincia de Lérida) permanecieron unos cien años y en la Cataluña Nueva unos cuatrocientos. 

En 720, el 4º valí de al-Andalus, al-Samh b. Malik al-Jawlani (719-721) conquistó Béziers, Lodeve, Agde y Magalonne; en 721 llega hasta cerca de Toulouse, donde fue derrotado y muerto por Eudes, duque de Aquitania. Hubo otra expedición, comandada por el 7º amir, 'Anbasa b. Suhaym al-Kalbí (721-726), quien partiendo de Narbonne, rindió Carcasonne; luego se dirigió al otro extremo de Septimania y sometió Nimes. Uno de sus sucesores, Abd ar-Rahman b. Abd Allah al-Gafiqi (721 y 730-732), preparó otra expedición más importante, que pasaba por Navarra y Burdeos, y fue deshecha por Carlos Martel (Charles Martel), mayordomo del reino de Austrasia (715-741) y del de Neustria (717-741), en Poitiers (732). 

La expansión iniciada en época de Carlos Martel y continuada por su hijo Pipino el Breve encuentra dificultades en el reino de Aquitania y en Provenza, que solo fueron ocupadas en los años 759 (Provenza) y 760-768 (Aquitania). Las poblaciones de una y otra comarca no aceptaron de buen grado el dominio franco, y su proximidad a los dominios musulmanes y a las tribus independientes de los Pirineos supuso siempre un peligro que Carlomagno se apresuró a conjurar impulsando su acción más hacia el sur; las campañas de 778, terminadas con la derrota de Roncesvalles -cantada en la Chanson de Roland-, son un claro intento de someter a los vascos de Pamplona, y serán estos los que ataquen a los carolingios de los Pirineos orientales durante treinta años.

Unidos a los Banu Qasi del Ebro, los pamploneses mantendrán su independencia frente a Córdoba y contra Aquisgrán hasta que Amrús, valí de Huesca, ponga fin a la revuelta muladí en el año 806. Pamplona, aislada, acepta la presencia franca para protegerse de los ataques cordobeses, pero solo hasta que sus aliados naturales, los Banu Qasi, logran sacudirse la tutela omeya y ayudan a los vascos a expulsar a los condes francos, en el año 824.

La desastrosa campaña de 778 tuvo una compensación en los movimientos independentistas iniciados por Girona y Urgell-Cerdanya, cuyos habitantes buscaron la alianza con los francos contra los musulmanes y aceptaron la autoridad carolingia en el año 785. Si Abd ar-Rahman I, ocupado en pacificar sus dominios, no pudo intervenir, no ocurrió lo mismo con Hisham I, que recuperó las comarcas sublevadas y saqueó los territorios francos entre Narbonne y Toulouse. El peligro musulmán era demasiado grave y Carlomagno presionó militarmente sobre Urgell, donde la presencia militar carolingia fue acompañada de la renovación eclesiástica tras la deposición y condena del adopcionista Félix de Urgell, en el año 798.

Simultáneamente a los avances sobre Urgell, los carolingios toman Aragón, Pallars-Ribagorza, Vic, Cardona y Pamplona; controlada la barrera pirenaica, Carlomagno intenta ocupar las ciudades de Huesca, Lérida, Barcelona y Tortosa como único medio de mantener sus conquistas, pero fracasó en todas las expediciones, excepto en la dirigida contra Barcelona, conquistada en 801. El gobierno de los nuevos dominios fue confiado a personajes francos o hispanovisigodos refugiados en las tierras carolingias: el gascón Velasco en Navarra; los francos Aureolo en Aragón y Guillaume de Gellone, en Pallars-Ribagorza; los hispanovisigodos Borrell, en Urgell-Cerdanya, y Bera, en Barcelona. 

Estas comarcas habían aceptado a los carolingios para liberarse de los musulmanes, pero sus dirigente aspiran a la independencia y pronto intentarán sacudirse la tutela franca; en Navarra, hacia el año 816-817, los Arista expulsan a Velasco; a la muerte de Aureolo de Aragón (809) le sucede un indígena, Aznar, que ocho años más tarde será depuesto, al aliarse el condado aragonés con los Aristas de Pamplona y con los Banu Qasi frente a los carolingios. En Barcelona, el conde Bera intentará seguir los pasos de navarros y aragoneses, y será destituido en el 820 por Luis el Piadoso, quien en adelante desconfiará de la nobleza indígena y entregará el gobierno de las comarcas fronterizas a personajes francos.


2. La Marca Hispánica 

El uso de la expresión Marca Hispánica  por los textos del siglo IX y la posterior unión política de los condados de la zona catalana, han hecho creer a los historiadores que las tierras limítrofes a los dominios musulmanes habían sido agrupadas en una entidad administrativa y militar con mando único; según esta teoría, del mismo modo que existía el reino de Aquitania habría existido en el Imperio Carolingio una marca (frontera), dirigida por un marqués, cuya autoridad se extendería a todos los condados próximos a los dominios musulmanes.

Esta marca en sus orígenes, habría incluido las regiones de Toulouse, de Septimania y los condados catalanes; se habrían fragmentado en dos hacia el 817, con motivo de la división del Imperio, realizada por Luis el Piadoso; al oeste habría quedado la Marca Tolosana (Toulouse, Carcassonne, y Pallars-Ribagorza), y al este la Marca Gótico-Hispánica, que comprendería los condados de Urgell-Cerdanya, Girona, Barcelona, Narbonne, Rosselló y Empúries); la primera tendría como capital Toulouse y la segunda Barcelona, y los condes de ambas ciudades llevarían el título de duque o marqués como símbolo de sus poderes militares. La marca Gótico-Hispánica habría sobrevivido hasta el año 865, en que los condados de Narbonne y Rosselló, situados al norte de los pirineos, formarían la Marca Gótica y los demás integrarían la Marca Hispánica propiamente dicha: con ello, de alguna forma podría asegurarse que las tierras catalanas estuvieron unidas, tuvieron unidad desde el siglo IX.

Los estudios de Ramón D'Abadal han probado que la denominación Marca Hispánica corresponde a un concepto geográfico; sirve a los cronistas para designar una parte de los dominios carolingios, pero no corresponde a una división administrativo-militar del Imperio, dirigida por un jefe único; la región conocida con el nombre de Marca Hispánica o Regnum Hispanicum se halla dividida en condados independientes unos de otros; cuando una misma persona está al frente de varios condados, recibe el nombre de duque o marqués para indicar su fuerza, pero estos condados pueden ser divididos por el rey, y de hecho se disgregan y reagrupan continuamente de acuerdo con la voluntad del monarca. Como norma general, cada condado tiene su conde y cada conde ejerce su autoridad sobre un solo condado, pero de esta norma se exceptúan pronto los condados sitos en zonas de peligro para lograr una mayor coordinación en la defensa del territorio se acumulan en una misma persona varios condados: en 812, Bera es conde de Barcelona, y Girona está regido por Odiló, y tres años después, consecuencia de un ataque musulmán, Barcelona y Girona se unen en manos de Bera.

La sustitución, en el año 820, del hispanovisigodo Bera por el franco Rampó y el nombramiento posterior de Bernard de Septimania (826-832 y 835-844) es indicio de un peligro mayor que el que pudieran representar los musulmanes; los condes francos, altos personajes de la corte carolingia, tienen una misión política muy concreta: poner fin a los afanes independentistas del conde de Barcelona-Girona y de sus seguidores, que llegaron a aliarse a los musulmanes contra los carolingios. Sometidos los rebeldes, Bernard de Septimania recibió, en premio a sus servicios o para facilitar la defensa del territorio, el condado de Narbonne.

La historia política de los condados catalanes durante el siglo IX resulta ininteligible si se ignora la historia del Imperio Carolingio y no se tiene en cuenta que dentro del Imperio, cada conde (tanto hispano como franco) aspira a convertir en hereditario su cargo y las posesiones recibidas con él. Teóricamente, el emperador encarna toda la autoridad y todo el poder, gobierna por medio de asambleas anuales, a través de los administradores locales -los condes- y por mediación de los missi dominici o delegados del rey con funciones de inspección. Centro de esta organización es el conde, al que se confían la administración, la justicia, la política interior, y en caso necesario, la defensa militar del territorio; su autoridad, prácticamente absoluta, depende de la voluntad del rey, y en última instancia, del poder que éste tenga.

Las guerras provocadas por Luis el Piadoso, al dividir el reino entre sus hijos obligan a los condes a tomar partido y, de acuerdo con las alternativas de la guerra, consolidan o pierden sus cargos; al mismo tiempo, cada candidato al trono se ve forzado a hacer concesiones a sus partidarios, con lo que la monarquía, sea quien sea el triunfador, sale debilitada de la lucha y no puede evitar la formación de clanes y partidos con una fuerza tal vez superior a la de los condes oficialmente nombrados por el vencedor.

La división efectuada por Luis el Piadoso entre sus hijos Pipino, Luis el Joven y Carlos el Calvo dio lugar a una sublevación en la que Bernard de Septimania apoyó a los rebeldes, y al ser estos vencidos fue destituido por el emperador en el año 832; también Gaucelm, hermano de Bernard, perdió los condados de Rosselló y Empúries, que, junto a los de Barcelona, Girona y Narbonne fueron entregados al fiel Berenguer, conde Pallars-Ribagorza y Toulouse. El nuevo conde no pudo mantener tan extensos dominios: el año 834, Galindo de Urgell-Cerdanya se apoderaba de Pallars-Ribagorza, el emperador premiaba a otro de sus fieles, Sunyer con el nombramiento de conde de Rosselló y Empúries, y Bernard de Septimania recuperaba los condados cedidos a Berenguer y unía a ellos el de Carcasonne.

Muerto Luis el Piadoso (840), Bernard de Septimania apoyó a Luis el Joven contra sus hermanos Lotario y Carlos, y por su actitud perdía el condado al firmarse el tratado de Verdún (843); en este, las tierras catalanas eran concedidas a Carlos el Calvo, quien confió los condados de Barcelona, Girona y Narbonne a Sunifred I, conde de Urgell-Cerdanya y hermano de Sunyer de Empúries y Rosselló, pertenecientes a la casa condal de Carcassonne, fundada por su padre, el conde Belló de Carcassonne († 812); estos no disponían de fuerza para hacer efectivos los nombramientos, y fueron derrotados por los fieles de Bernard en 848. Tras un periodo de inseguridad y anarquía, en los que Guillem, hijo de Bernard de Septimania usurpó los condados (848-850), Carlos el Calvo pudo recuperarlos y poner al frente a personajes francos, como Alerán, conde de Troyes (850-852) y Odalric (852-858). Su sucesor, Humfrid o Unifred (858-864), logró reunir de nuevo en sus manos Barcelona, Narbonne, Rosselló, Empúries, Pallars, Ribagorza, Toulouse y Carcasonne.


Humfrid, al igual que sus antecesor (fueran estos francos o hispanos) intentó hacer hereditarios los condados y se enfrentó abiertamente al rey, quien lo sustituyó por Bernard de Gotia, hijo del conde Bernard de Poitiers, al que nombró conde de Barcelona, Narbonne y Rosselló (865-878), pero tampoco este cambio puso fin a las tendencias secesionistas. No se mantuvo fiel al soberano sino que participó en diversas rebeliones antes y después de la muerte de Carlos el Calvo. En tal ocasión, Guifré el Pilós (= Wifredo el Velloso) y su hermano Miró, desde Urgell, combatieron al rebelde como fieles a los carolingios, de tal modo que en 878, al ser coronado Luis el Tartamudo y procederse a la distribución de bienes de Bernard de Gotia, fueron dados Barcelona a Guifré I, -que ya poseía Urgell desde 870, desde la muerte del conde Salomó (848-869), administrador los bienes de Sunifred I durante la minoridad de sus hijos-, Rosselló y Conflent a su hermano Miró I el Viejo, y el primo de ambos Sunyer II, recuperó el condado paterno, Empúries. Con ello se inicia la dinastía catalana que perduró hasta 1410.

La tendencia a la hereditariedad de los cargos, visible en los intentos de los hijos de Bera y de Bernard de Septimania, de recuperar las funciones paternas, se observa igualmente en la política de los monarcas carolingios, que nombran condes a los hijos de Sunifred y Sunyer, treinta años después de la muerte de estos; la función condal lleva consigo una serie de privilegios que no se extinguen con la deposición de los titulares: éstos o sus herederos disponen de fuerzas y riquezas suficientes para inquietar al poder, y para combatir a los rebeldes el rey está forzado a basarse en las grandes familias, en las dinastías condales, con lo que, indirectamente contribuye a acentuar el carácter hereditario del cargo condal.

La propensión a hacer hereditarios los cargos cristaliza a la muerte de Carlos el Calvo (877); en un periodo de once años se suceden al frente del reino tres monarcas, ninguno de los cuales es capaz de conjurar el peligro normando ni los ataques musulmanes y, en consecuencia, dejan en gran libertad a los condes. Uno de estos, Eudes, será elegido rey en el año 888, y la ruptura de la continuidad dinástica proporcionará a los condes catalanes el pretexto necesario para afianzar su independencia de idéntica forma que los condes de Flandes, los duques de Borgoña y Aquitania, los marqueses de Toulouse, etc.; el Imperio Carolingio ha desaparecido, es solo un recuerdo al que se refieren los antiguos súbditos fechando los documentos por los años de reinado de sus monarcas, a los que, por lo demás, ignoran.

La independencia se manifiesta en el reparto y distribución de los condados entre los hijos del conde; los condados no son ya bienes públicos, sino propiedades del conde, que, del mismo modo que distribuye sus tierras propias, reparte los condados entre sus hijos, llegando, si es preciso, a crear nuevos condados y dividir los ya existentes. Esta independencia política resulta insuficiente si no va acompañada del control de los eclesiásticos, y los reyes carolingios dieron el ejemplo al sustituir el clero adopcionista por el franco y al imponer en los monasterios de obediencia visigoda la regla benedictina; dentro del sistema carolingio, los eclesiásticos y su organización desempeñan un papel fundamental; la sociedad se organiza alrededor de parroquias y castillos, y cada condado tiene su propio obispo, que contrarresta o complementa la acción del conde; por este motivo los condes catalanes intentarán controlar a los eclesiásticos de su territorio sustrayéndolos a la autoridad eclesiástica franca y procurando evitar que obispos radicados en otros condados o dependientes de otro conde tengan autoridad en sus dominios. El primer intento de logra la independencia eclesiástica se produce en el año 888, con la creación de un obispado en Urgell, del que dependerían las diócesis de Barcelona, Girona, Vic y Pallars, donde surge un nuevo obispado a petición del conde Ramón I, que no se resigna a depender eclesiásticamente ni de los carolingios ni de los restantes condes catalanes.

Esta primera tentativa fracasó a causa de la rivalidad existente entre los condes; aunque situada en los dominios de Guifré, la nueva sede metropolitana benefició fundamentalmente a Ramón de Pallars y a Sunyer de Empúries; el primero obtuvo la creación de un obispado propio y el segundo logró del nuevo arzobispo la deposición del obispo de Girona -del que dependía eclesiásticamente Empúries- y el nombramiento para el cargo de uno de sus fieles. La negativa de Guifré de aceptar esta sustitución llevó al arzobispo y a los obispos nombrados por él a reconocer como rey a Eudes; inseguro en sus dominios y ante el temor a un ataque franco, Guifré reconoció a su vez al monarca, y con la ayuda del arzobispo de Narbonne -de él dependían las sedes emancipadas- consiguió la supresión del arzobispado urgelitano y la deposición del obispo gerundense, mas no que desapareciera el obispado de Pallars.

La continuas divisiones y reagrupamientos de los condados hicieron imposible que en cada uno existiera una sede episcopal, y en algunos caso el territorio de un condado perteneció eclesiásticamente a dos diócesis situadas fuera de los dominios del conde; para evitar la posible injerencia de extraños, solo quedaba un recurso: favorecer a los monasterios de la zona y lograr para ellos la exención, es decir, la independencia respecto al obispado correspondiente. A estas circunstancias debió parte de su grandeza el monasterio de Eixalada-Cuixá, fundado hacia 840 por particulares y engrandecido por Miró I el viejo, conde de Rosselló y Conflent, que se hizo nombrar patrono del monasterio por Carlos el Calvo y logró importantes privilegios, entre ellos una relativa independencia del obispado de Elna, situado en el condado de Rosselló.

La dependencia de los condados catalanes del mundo carolingio ha hecho que se preste especial atención a la crisis del Imperio para explicar la progresiva desvinculación de los condes, pero esta sería inexplicable sin la existencia del mundo islámico; por un lado, la presencia de los musulmanes incita a la población a apoyar a los condes porque ve en ellos -únicos que de hecho defienden el territorio- a sus jefes naturales por encima del rey, cuya lejanía e impotencia le resta importancia ante los súbditos; por otra parte, es indudable que la separación de los condados se vio facilitada por las disensiones internas entre los musulmanes; la existencia de un poder musulmán fuerte al sur de los pirineos habría obligado a los condes a mantener vínculos más estrechos con el mundo carolingios para evitar ser absorbidos por los omeyas. Ni cordobeses ni carolingios se hallaban en condiciones de imponerse a los catalanes.

Gracias a las disensiones musulmanas, pudo Guifré ocupar sin grandes dificultades la comarca de Vic, la extensa tierra de nadie entre carolingios y musulmanes, y crear en ella el condado de Osona, el obispado de Vic, y los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas; la fundación de estos monasterios obedece al deseo de repoblar las tierra conquistadas y de situar en ellas a los hijos de Guifré: en el primero ingresa como monje Adulfo, que aporta a Ripoll la parte que le correspondía en la herencia paterna, y la primera abadesa del segundo sería Emma, hija del conde.


En un documento de 890 Guifré asume también el título de marqués. Al término de su gobierno, toda la Marca era efectivamente suya, pues sucedió a su hermano Miró I el Viejo en Conflent (896), y poseía ya Urgell-Cerdanya desde 870, Barcelona-Girona-Osona desde 878, con la única excepción de Empúries, en donde era conde Sunyer II. Un largo periodo de paz, iniciado en 857, había permitido a Cataluña desarrollarse sin la amenaza de los musulmanes. Por el contrario, relaciones pacíficas se establecían entre Francia y Córdoba a través de Barcelona en un comercio del que los judíos eran los principales gestores y los esclavos mercancía. En 891 Sunyer II hizo una expedición marítima a Almería, como pirata y como mercader; pero en 883 las hostilidades comenzaron, no con el amir, sino con Isma'il b. Musa, el Banu Qasi que había fortificado Lérida, que acaso pretendía ocupar. El conde murió en 897 como consecuencia de las heridas que recibiera en una batalla contra los musulmanes. Dejará a su hijo Sunifred II, el condado de Urgell; a Miró II, los de Cerdanya y Besalú; a Guifré II Borrell y Sunyer (conjuntamente) los Barcelona, Girona y Osona (Vic) y a su hermano Radulf el de Besalú. 


3. El condado de Barcelona desde los siglos IX al XII 

A la muerte del rey ilegítimo Eudes (898), los hijos y nietos de Guifré reconocerían todavía como reyes a los decadentes monarcas carolingios del siglo X, pero este legitimismo seguramente se teñiría cada vez más de utilitarismo: era útil reconocer como autoridad superior a unos reyes que ya no podían cambiar el esquema político catalán -la sucesión hereditaria-, pero todavía podían mediante diplomas legitimarlo: donaciones más nominales que efectivas de bienes fiscales a los condes catalanes y a sus colaboradores.

El hijo menor de Guifré, Sunyer, gobernó Barcelona-Girona-Osona de 911 a 947. Mientras, sus hermanos y sobrinos gobernaban en Urgell, Cerdanya y Besalú; unos parientes ostentaban la dignidad condal en Empúries-Rosselló, y unos condes, con los que pronto se establecerían lazos de amistad y vínculos de parentesco regían las tierras de Pallars-Ribagorza. Ya desde el siglo X los condados de Barcelona-Girona y Osona siempre unidos, con escasas excepciones, constituyeron el soporte de una autoridad condal, la del conde barcelonés, que parecía como la más importante de la vieja Marca, capaz incluso de negociar, con el temible califato de Córdoba en nombre de todos los condes catalanes, tratados de paz, de delimitación de fronteras y quizá el pago de tributos como garantía de supervivencia. Sunyer representa esta época en que la dinastía catalana ganó tiempo para arraigar y consolidarse en el poder.

La generación de los nietos y biznietos de Guifré, representada por Borrell II (948-992) y Ramon Borrell (992-1017/8), recogería los frutos de esta labor, aunque no sin sobresaltos. Borrell II, que controlaba con firmeza a la jerarquía eclesiástica de sus condados, intentó ir más allá y romper los lazos de dependencia que unían a los prelados catalanes con el arzobispo de Narbonne, último vínculo relativamente efectivo heredado de la época carolingia. En compañía del obispo Atón de Vic viajó el año 970 a Roma, donde consiguió que el papa consagrara a Atón arzobispo y le encomendara, de hecho, la jefatura de la Iglesia catalana.

Si esta maniobra política hubiera tenido continuidad, sin duda, Borrell habría fortalecido enormemente su poder en la vieja Marca, toda vez que el control que ejercía sobre el prelado de Vic le permitiría indirectamente intervenir en la vida política y religiosa de los restantes condados no sometidos directamente a su autoridad. No obstante, al regreso del viaje a Roma, Atón fue asesinado y el proyecto yugulado.

En la época que consideramos, algunas disidencias de miembros de la nobleza, la revuelta de los magnates del condado de Besalú (957), la infidelidad de algunos vizcondes y las confiscaciones de bienes decretadas por los tribunales condales revelan que no toda la nobleza aceptó en bloque y sin contrapartidas la autoridad de unos condes que ya se autoconsideraban plenamente soberanos.

Estos primeros nobles rebeldes debían considerar a las familias condales catalanas como unos linajes afortunados que en el tránsito del dominio carolingio a la independencia habían conseguido privatizar un cargo público, el más importante de Cataluña. Algunos linajes probablemente aspiraban sin fortuna a emularlos, otros se conformaron con privatizar la posesión de los castillos cuya guardia les había sido encomendada. Diríamos que las fuerzas disociadoras pugnaban por disputar a los condes el control del territorio, pero que demasiado débiles todavía se limitaron a arañar parcelas de poder.

Titulándose duques, a veces, y príncipes casi siempre, Borrell II y su hermano Miró afirmaban su absoluta independencia. En 977, siendo ya Borrell conde único por fallecimiento de Miró (966), un documento contiene la primera neta declaración de independencia: "año veintitres de Lotario, rey de Francia, imperante sin embargo entre nosotros nuestro señor Jesucristo". El conde Barcelona pasaba a serlo, como todos los reyes, por la gracia de Dios.

Borrell II y Ramón Borrell fueron, de hecho, monarcas fuertes y necesarios. Los embajadores de Borrell viajaron al menos cuatro veces (950, 966, 971, 974) a la corte califa, en Córdoba, para tratar del mantenimiento de la paz con el poderoso vecino del sur y asegurar la estabilidad de las fronteras. Al final, el deterioro de la situación social y política de al-Andalus, como bien es sabido, condujo a la dictadura de Almanzor, quien descargó una terrible razzia sobre Barcelona el verano de 985. Fue como una prueba de fuerza para los viejos condados. Borrell no pudo evitar el alud y los defensores de Barcelona -nobles, eclesiásticos, ciudadanos- , gente de la ciudad y gente venida de otros condados para la defensa, perecieron en la lucha o fueron esclavizados y llevados a Córdoba para su venta o rescate. A Borrell le correspondió después de reorganizar el gobierno y defensa de sus condados, y a sus súbditos, especialmente los eclesiásticos, reunir el dinero -testamentarías, limosnas- para liberar a los cautivos de las cárceles de Córdoba. A nivel de psicología colectiva es probable que los hechos de 985 actuaran como una especie de aldabonazo sobre la conciencia de grupo que quizá, entonces empezaba a formarse. Los dirigentes nobles y eclesiásticos de aquella sociedad -un puñado de familias- interesados todos en la defensa de la frontera y de su baluarte, Barcelona, debieron entonces más que nunca cerrar filas detrás de Borrell y su sucesor, Ramón Borrell, el hombre que, cuando empezaba la desintegración del califato, les llevó a la lucrativa expedición de 1010 a Córdoba.

La ayuda solicitada por Borrell II al rey Lotario de Francia nunca llegó. Más tarde Hugues I Capeto, primer rey de la nueva dinastía Capeta en Francia, por medio de Gerbert, su secretario, prometió socorrerlo, con la condición de que el conde de Barcelona reconociera la legitimidad de la nueva dinastía. Sin embargo, después de que Borrell pudiera restaurar sus estado sin ayuda exterior, quedó demostrado que si no podía llegar auxilio militar tampoco el rey de Francia podría combatir las veleidades independentistas de los condados catalanes de la frontera, por lo que Borrell no hará acto explícito de vasallaje hacia los Capetos. Al morir en 992, Borrell II fue sucedido por sus hijos Ramón Borrell en el bloque condal barcelonés, mientras que su segundo hijo Ermengol heredó el condado de Urgell, que Borrell había recibido a la muerte de su tío Sunifred II en 948. El linaje de Ermengol I perduró hasta 1231, aunque el condado pasó a la Casa de los Vizcondes de Cabrera (1199-1314), tras una larga querella sucesoria, y en 1314 fue integrado en la Corona.

Desde su asunción al trono condal, Ramón Borrell, con la ayuda constante de su hermano Ermengol de Urgell, había suprimido toda relación con Francia, mostrando en cambio más decidido interés todavía que su padre en la ganancia de tierras al Islam. En consecuencia los musulmanes habían penetrado en el Bagés entre los años 1000 y 1002 haciendo sufrir daños a Manresa. Apenas muerto Almanzor, el conde de Barcelona hizo una expedición hasta los alrededores de Lérida. 'Abd al-Malik, hijo de Almanzor, replicó con una campaña hasta Igualada y Manresa (1003) que, forzó a Ramón Borrell a solicitar la paz, según los cronista musulmanes.

Aprovechando el amplio descontento que los árabes y muladíes, en especial el pueblo de Córdoba, cuyos sufrimientos habían sido muy grandes, sentían hacia los bereberes, Wadih, comandante de los tropas de Toledo y Medinaceli, intentó a su vez la revolución contra el califa Sulayman, impuesto con ayuda castellana en 1009 y a favor del depuesto Muhammad II; para compensar su debilidad, Wadih entró en negociaciones con Ramón Borrell y su hermano Ermengol. Las tropas catalanas se reunieron en Montmagastre y, juntándose en Toledo con las musulmanas, llegaron a componer un ejército de cuarenta mil hombres. En el castillo de El Vacar, Sulayman fue derrotado (22 de mayo de 1010) y huyó a Játiva. En la batalla murió Ermengol. Los berberiscos con su jefe Zawi b. Ziri al frente, evacuaron Córdoba retirándose hacia el sur. Los catalanes hicieron su entrada causando aún mayores daños que los anteriores ocupantes, cristianos o musulmanes. En esta ocasión Madinat al-Zahra fue destruida. Los catalanes persiguieron a los berberiscos, refugiados en la serranía de Ronda, pero sufrieron una derrota a orillas del Guadiaro (21 de junio de 1010). Entonces volvieron cargados con su botín a Barcelona. La repoblación adquiere, enseguida un ritmo más rápido. Los obispos de Vic repueblan Calaf y la Segarra, y aparecen colonos en la conca de Barberá y el Campo de Tarragona.

El 25 de febrero de 1018, regresando de su segunda expedición a Córdoba, había muerto Ramón Borrell. Su hijo Berenguer Ramón I, llamado el Curvo quizá por un defecto físico, solo tenía doce años. Bajo la regencia de su madre la enérgica Ermesinda o Ermessendis y con la ayuda del famoso abad Oliba de Ripoll -que no tardaría en convertirse en obispo de Vic- el gobierno se mantuvo. La influencia religiosa y cultural de Oliba hicieron de Cataluña uno de los centros más importantes de Europa. 


Los cronistas posteriores reprocharán a Berenguer Ramón I su pacifismo; sin embargo, las luchas eran continuas en la frontera occidental y la repoblación progresaba por la Segarra. En el momento de morir (1035) hizo un reparto dejando al mayor de sus hijos, Ramón Berenguer I el Viejo, Barcelona y Girona, al segundo, Sanç, las marcas del sur del Llobregat (Olérdola) y al tercero, Guillem, el condado de Osona. El reparto previsto en el testamento de Berenguer Ramón el Curvo no alteró la unidad de Cataluña por dos razones, primera porque la madre del difunto, Ermesinda, conservó el condominio que su marido Ramón Borrell le otorgara y, con ello, la dirección política de los tres condados, y segunda por que los hermanos mayores Sanç y Guillem hicieron cesión de sus derechos al mayor en 1049 y 1054 respectivamente. Algunos importantes colaboradores de la anciana condesa, como el abad Oliba, el juez Ponç Bonfill o el obispo Pere de Girona, contribuyeron muy eficazmente al mantenimiento de la unidad. El largo reinado de Ramón Berenguer el Viejo, que sobrepasó los cuarenta años, permitió consolidar Cataluña mediante la sumisión de todos los condados al gobierno de Barcelona; es lícito considerarle como el fundador del principado.

La alianza estrecha con Ermengol III, conde de Urgell, resultó precisa para Ramón Berenguer; su persistencia indicaba la identidad de puntos de vista en el seno de de la comunidad catalana. Esta alianza atrajo hacia Lérida y contra los Banu Hud de Zaragoza el impulso barcelonés; al mismo tiempo ofreció ayuda decisiva para el sometimiento de Cerdeña a vasallaje. En 1050, recobrada definitivamente Ager, los catalanes se habían apoderado de Camarasa (1060) y estaban emprendiendo amplios movimientos de repoblación que cerraban enteramente a los demás condados el camino hacia la frontera del Islam. Las malas relaciones que desde 1039 separaban a Ermesinda de su nieto, favorecieron los intentos de Mir Geribert, vizconde de Barcelona, pariente de la dinastía y auténtico gestor de los intereses de Sanç. Mir quería constituir un dominio propio al otro lado del Llobregat. Para impedirlo Ramón Berenguer se reconcilió con su abuela, indujo a Sanç a renunciar, y emprendió una guerra interior hasta dominar el Vallés y el Penedés.

En esta guerra se mezcló con otras cuestiones como el matrimonio del conde de Barcelona con Almodis de La Marche, que había sido repudiada sucesivamente por sus dos maridos, Hugues de Lusignan y Pons de Toulouse, o la enemistad renacida de Ramón Berenger y Ermesinda. Pero en 1059 la lucha había terminado: Mir Geribert estaba sometido y la anciana condesa renunció a todos sus derechos. El Noguera ribagorzana se incorporaba por este tiempo a Cataluña. Hacia el sur, Tarragona, ya era claramente el objetivo pues en este mismo año se nombra vizconde de esta ciudad a Bernat Amat de Claramunt. En 1063, Ramón Berenguer y Ermengol de Urgell firmaban un pacto comprometiéndose a defender los dominios recíprocos. El condado de Urgell se reconocía vasallo de Barcelona. 

Hacia 1070 Almodis adquirió  para su hijo Ramón Berenguer II los derechos hereditarios del condado de Carcassonne-Razès y puso así los cimientos del imperio occitánico de Cataluña. Esta política costaba mucho dinero. Se estima que el desembolso efectuado ascendía a diez mil onzas de oro, suma enorme para la época. La procedencia de tal cantidad de oro procedía de las parias de Lérida, Tortosa y Denia, que los condes de Barcelona percibieron en una tasa al parecer mucho más elevada que la que cobraban los castellanos. Almodis trataba de favorecer a sus propios hijos con estas compras en detrimento del infante Pere Ramón, nacido del matrimonio anterior con Isabel de Beziers. Entre él y su madrastra se engendró un odio tan grande que, el 16 de octubre de 1071, Pere Ramón asesinó a Almodis. El Papa Gregorio VII castigó al asesino con una dura penitencia de 24 años, que no llegó a cumplir porque murió en Tierra Santa antes que su padre. 

Ramón Berenguer I llevó a término una gran obra legislativa, promulgando (hacia 1064), asistido de sus barones, los Usatges de Barcelona, el primer derecho consuetudinario de Cataluña. El conde murió en 1076 y fue sepultado en la nueva catedral de Barcelona, construida en 1058, al lado de su esposa Almodis, madre de dos gemelos, Berenguer y Ramón.

Al morir Ramón Berenguer I, le sucedieron sus hijos gemelos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, cuyo gobierno conjunto (1076-1082) empezó con grandes ambiciones y terminó en desastre. Durante los periodos en que la Taifa de Zaragoza, bajo la dinastía de los Banu Hud se dividía para dotar a los distintos miembros de la dinastía, los condes de Barcelona a veces había podido cobrar parias de las taifas resultantes de ello, Lérida y Tortosa, más débiles. A cambio de estas parias, los condes de Barcelona daban su alianza contra Zaragoza. En algún momento entre 1076 y 1078, los gobernantes gemelos de Barcelona negociaron un acuerdo con el conde Ermengol IV de Urgell, por el que el gobernante de las tierras altas pasó a ser aliado-capitán mercenario de los gemelos en un plan que tenía por objeto cobrar parias, no solo de Lérida y Tortosa sino también de Valencia, Denia, Murcia y Granada. Tenían el propósito de imponer su soberanía a todo el mundo musulmán de la costa mediterránea. La recompensa para el conde de Urgell sería una parte de las parias todos los años.

A pesar de la unión de la fuerza de Barcelona y la de Urgell, estas ambiciones rebasaban sus perspectivas verdaderas. Una campaña contra Murcia que se reemprendió en 1077, incluso aliados con al-Mu'tamid de Sevilla, chocó con los recursos superiores de al-Ma'mun de Toledo, que tenía la ciudad de Murcia en su poder. La expedición barcelonesa tuvo que retirarse. Puede que la continua frustración de sus planes contribuyera al creciente distanciamiento de los gemelos. Sea como fuere, un día de 1082 encontraron el cadáver del conde Ramón Berenguer II en un barranco de Barcelona, víctima, evidentemente, de un asesinato. A pesar de que negó toda responsabilidad en lo ocurrido, enseguida se sospechó del hermano del muerto. A partir de ese momento el gobierno de Berenguer Ramón II se vería dificultado por la continua oposición de una parte de la nobleza del condado, que se agrupó alrededor de la viuda del asesinado.

En 1083 Berenguer Ramón se unió a Sancho Ramírez de Aragón para apoyar a al-Mundhir de Lérida contra el ataque de al-Mutamin de Zaragoza y su aliado el Cid Campeador, pero fueron derrotados y hechos prisioneros en la batalla de Almenar. El conde de Barcelona fue liberado con la condición de que se retirase de la alianza. A principio de 1086 secundó a al-Mundhir en su intento de impedir que Alfonso VI  introdujese al ex-rey de Toledo, al-Qadir en Valencia, pero las tropas leonesas al mando de Álvar Fáñez lograron su objetivo. Después de 1086 el Cid dejaría de estar al servicio de Zaragoza y empezaría a edificar un principado para sí mismo basándose en las parias de Valencia. Esta confrontación parecía estar bastante más igualada, y en 1089 Berenguer Ramón intentó poner sitio a Valencia con el propósito de quedarse con ella. Sin embargo, un contrabloqueo por parte de Rodrigo Díaz le obligó a renunciar a ello. Al morir al-Mundhir de Lérida en 1090, pareció que el Cid estaba a punto de imponer su autoridad a aquella taifa. Pero Berenguer Ramón volvió a intervenir, esta vez aliado con al-Musta'in de Zaragoza, aunque solo le sirvió para que una vez más le derrotaran y apresaran, en ocasión en la batalla de Tevar. Entonces el Cid implantó su control indirecto sobre aquella ciudad y directo sobre Valencia en 1094.

Al parecer, en 1096 o 1097 sus enemigos internos le obligaron a someterse a un duelo judicial para demostrar que era inocente del asesinato de su hermano. El conde fue vencido en la ordalía, tuvo que abdicar y se exilió en Tierra Santa, donde murió al cabo de algún tiempo. La Corona condal pasó entonces a Ramón Berenguer III (1097-1131), hijo del difunto hermano del fratricida. El nuevo conde tenía solo 15 años de edad cuando subió al trono, estaba destinado a reinar durante mucho tiempo y más tarde recibiría el apodo de "el Grande". 

4. El reinado de Ramón Berenguer III el Grande 

Barcelona iba a vivir bajo la sombra de un inminente ataque almorávide durante los siguientes veinte años, y parecía que el joven conde poco podía hacer, por sí mismo, para cambiar la situación de forma fundamental. Pero en 1104, Ramón Berenguer III participó en la toma de Balaguer; la caída de esta fortaleza situada a orillas del río Segre dejó vía libre para la comunicación, la coordinación y la cooperación con Aragón contra el enemigo común. Casi la misma importancia, a la larga, tuvo el hecho de que esta iniciativa contribuyó a que el condado de Urgell, donde se hablaba el catalán, permaneciera fuera de la órbita de Aragón, cuya lengua era el castellano.

El difunto rey de Aragón, Pedro I, había sido nombrado heredero del condado de Urgell por Ermengol IV, antes de 1086, por si este moría sin dejar descendientes directos. La madre de Ermengol era hija de Ramiro I de Aragón. Tal vez fue una suerte para Barcelona que Ermengol V se casara con una hija del magnate leonés Pedro Ansúrez, por lo que cuando el de Urgell fue muerto en Mollerusa en 1102 Ansúrez se hizo cargo de la regencia del condado. La ayuda para Barcelona sería la misma, pero la amenaza de engrandecimiento de Urgell fue menor en el caso del leones de lo que hubiera sido de haber recaído en Alfonso I de Aragón. Así, las cosas, Pedro Ansúrez juzgó necesario jura fidelidad al aragonés y prometer que el joven Ermengol VI haría lo mismo cuando se hiciera cargo personalmente del condado. Con todo, en conjunto parece que a principios del siglo XII la incorporación de todos los condados catalanes en el ascendiente reino de Aragón parecía más probable que el nacimiento del peculiar título de conde-rey de Barcelona y Aragón.

Ramón Berenguer III actuó con rapidez para consolidar  el reino que iba a nacer. En octubre de 1107 concertó el matrimonio de su hija María, que tenía entonces siete años con el conde Bernat III de Besalú, que era viudo, contaba más de cincuenta años y no gozaba de buena salud. Una de las condiciones del matrimonio era que a falta de hijos de esta curiosa unión, los dominios del conde pasarían al condado de Barcelona al morir él. Cuando murió Bernat III en 1111, antes de que pudiera engendrar un hijo, su condado de Besalú y el territorio asociado de Vallespir pasaron al condado de Barcelona. Al cabo de seis años la importancia de esta agregación de territorio se vio aumentada todavía más cuando el conde Bernat Guillem de Cerdanya murió. Amigo íntimo y colaborador del barcelonés, que era también su pariente más próximo, el conde murió sin hijos y el condado de Cerdanya y sus comarcas asociadas del Conflent, el Capcir y Berga pasaron a ser controladas por Ramón Berenguer. En conjunto, estas adquisiciones incrementaron las tierras que se encontraban bajo el control político directo de Barcelona. Rosselló y Empúries en el norte, y Urgell y Pallars en el oeste, seguirían relacionados políticamente solo por vínculos de vasallaje durante muchos años, pero entre las tierras de lengua catalana la preponderancia de los condes de Barcelona se había vuelto indiscutible.

Durante la segunda mitad del siglo XI los condados de Carcassonne y Razès pasaron a poder de la familia condal catalana, pero esta los perdió luego en beneficio del valiente vizconde Bernard Atto de Béziers. Posteriormente, el vizconde había cedido la posesión de Razés a Alfonso I de Aragón. Renunciando al intento de conquistarlos, el conde de Barcelona reconoció en 1112 la posesión de los mismos por parte de Bernard y de Alfonso si estos se avenían a tenerlos en calidad de feudos con derecho a una posible devolución a Barcelona. Unos cuantos meses después de la resolución de este asunto, Ramón Berenguer contrajo matrimonio con la heredera Dulce de Provenza. Esta unión le convirtió en conde de Provenza también, lo cual le permitía controlar todo el litoral del sur de Francia desde los Alpes franceses hasta el Ródano. Este hecho puso contra él los intereses del emperador alemán Enrique V, de los Baux, los magnates provenzales, y de los condes de Toulouse.

Consecuencia inseparable de todo ello fue la aparición de Barcelona como potencia en los asuntos marítimos y navales del Mediterráneo occidental. La presencia de mercaderes y piratas musulmanes que operaban desde hacía siglos venía preocupando a los navegantes de aquel litoral, y el conde de Barcelona se uniría ahora a los pisanos y al Papado para tratar de ordenar el equilibrio naval frente a la costa meridional de Francia. En 1113 el Papa Pascual II respondió a las peticiones de los pisanos a predicar una cruzada contra los musulmanes en el mar; y aquel mismo año zarpó una expedición en la que había barcos de toda la costa occidental de Italia desde la Lombardía hasta Roma. Una parte de esta flota pasó el invierno en la costa de Cataluña, donde entabló negociaciones con Ramón Berenguer, que aceptó la jefatura de la empresa y accedió a organizar el refuerzo de la misma. A comienzos del verano de 1114 una flota con un ejército integrado por contingentes de Barcelona, Narbonne, Montpellier, Nimes y Provenza, además de Pisa, se hizo a la mar y conquistó Ibiza a principios de agosto. Luego se dirigió a Mallorca y en abril del año siguiente ya había tomado la capital. A la larga resultaría imposible de mantener unidas a las abigarradas fuerzas que componían la expedición, y en 1116 la isla sería reconquistada por una flota almorávide enviada por el amir 'Alí b. Yusuf. Diez años después, en 1127, incluso la orgullosa Génova pidió y obtuvo la misma protección y los mismos derechos en los puertos catalanes de los que ya gozaban los barcos de Montpellier, y accedió a pagar diez morabetinos por nave a cambio de ellos. El conde se vio envuelto en importantes operaciones militares en Provenza con la casa de magnates de Baux durante una visita que efectuó en 1116 y ello demostró claramente que las posesiones nuevas serían fuente de debilidad en lugar de fuerza. Ante esta posibilidad, Ramón Berenguer firmó en septiembre de 1125 un tratado de partición con el conde Alfonse-Jordán de Toulouse. En virtud del tratado, Barcelona cedía a Toulouse la totalidad de la Provenza desde el río Durance en el norte hasta el río Isère. A cambio de ello, Toulouse reconocía los derechos de Barcelona a la totalidad de la costa provenzal en el norte hasta el Durance, y desde los Alpes hasta el Ródano.

Hacia el sur, la siguiente llanura costera que valía explotar era la que la antigua ciudad romana de Tarragona dominaba desde lo alto de su colina. No obstante, este domino potencialmente rico se encontraba desierto en gran parte desde hacía siglos debido a su posición de frontera. Los barceloneses habían permanecida posados en su borde septentrional, en lo que es actualmente Villafranca del Penedés, hasta que los ataques almorávides de 1107 borraron del mapa el asentamiento cristiano que había allí. Ahora el rechazo de los almorávides ante Barcelona misma en 1107-1108 y, más recientemente, la tremenda derrota que las fuerzas conjuntas de Zaragoza y Valencia sufrieron en las afueras de Barcelona en 1114, mientras Ramón Berenguer estaba ocupado en las Baleares, dejaron la vía libre para un nuevo intento de expansión al sur. En 1116, el papa Pascual II expidió una bula de cruzada cuyo objeto era liberar Tarragona de los musulmanes. Su sucesor, Gelasio II, nombró a Oleguer de Barcelona arzobispo de Tarragona en 1118 y estipuló que musulmana Tortosa, quedara sometida a su jurisdicción cuando fuera conquistada. Las victorias de Alfonso I de Aragón en Zaragoza en 1118 y Cutando en 1120 fueron las que permitirían que Barcelona avanzara hacia el sur siguiendo la sota mediterránea. Las dos batallas citadas rompieron para siempre el poderío de los almorávides en la llanura del Ebro y obligaron a las antiguas ciudades sometidas de Lérida y Tortosa a depender de sus propios recursos. Ante el peligro de conquista de Alfonso I ambas ciudades aceptaron en 1119 y 1120 la soberanía de Barcelona. Ambas reanudaron el pago de parias. A partir de entonces ninguna pudo seguir bloqueando el avance de Ramón Berenguer por la llanura de Tarragona. No obstante, la resistencia local en los hinterlands de Tarragona seguía siendo fuerte aunque se hubiera anulado a sus protectores más poderosos. El sucesor de Gelasio, Calixto II (1119-1124), intentaría colocar a Oleguer al frente de una cruzada, pero no obtuvo ningún resultado tangible. El primero, desesperado de hallar una forma mejor de asegurar los territorios de su sede metropolitana, en 1128 los concedió en feudo al aventurero normando Robert Burdet. A partir de entonces la fuerza de los cristianos en los alrededores de Tarragona empezó a crecer progresivamente, pero cuando el arzobispo Oleguer murió en 1137 aún no le había resultado factible establecer su residencia en su propia capital provincial.


Hacia el final de su reinado el mismo Ramón Berenguer III se mostró más preocupado por los problemas de su frontera occidental. Estaba claro que Alfonso I de Aragón tenía la mirada puesta tanto en Lérida como en Fraga, y la capacidad de resistencia de las dos ciudades musulmanas inspiraba poca confianza. Si pasaban a poder del nuevo Aragón, Barcelona se encontraría encerrada de forma permanente en una pequeña bolsa del norte peninsular. En tal caso, su único destino posible habría sido convertirse en una extensión territorial del Languedoc, o bien en un satélite del gran Aragón, cuando no en parte del mismo. Ante el peligro aragonés, Ramón Berenguer negoció el matrimonio de su hija mayor, y la alianza consiguiente, con Alfonso VII de León-Castilla.

Durante treinta y cinco años el condado de Barcelona se había metamorfoseado en el "reino de Cataluña", o casi. Puede decirse que también se había transformado en un reino imperial cuya influencia y poder se extendía a lo largo de la costa meridional de Francia y que tenía amigos significativos entre las potencias marítimas de la costa occidental de Italia. El 19 de julio de 1131 Ramón Berenguer III dejó la mayor parte de este legado a su primogénito y sucesor, Ramón Berenguer IV, que a la sazón contaba diecisiete años de edad. Provenza la separó del resto y se la legó a sus segundo hijo, Berenguer Ramón.


Condes de Barcelona-Gerona-Osona

5. La evolución política en el resto de condados catalanes: Cerdanya, Besalú, Empúries, Rosselló, Urgell, Pallars y Ribagorza. 

El bloque de condados formados por Barcelona-Girona-Osona, heredados por Guifré II y su hermano Sunyer constituyeron los territorios con posibilidades reales de expansión, tanto por dominar el litoral catalán, como por ser zona de frontera con posibilidades de reconquista. Incluso, como se ha visto, se les sumó el condado occidental de Urgell, aunque no llegó a integrarse en el bloque, pues fue rápidamente desgajado a favor de Ermengol I. Los condados interiores y transpirenaicos quedaron en manos de otras ramas de la dinastía que con diversas vicisitudes consiguieron sobrevivir a la supremacía barcelonesa, unos hasta principios del siglo XII y otros incluso hasta el siglo XV. Los condados de Ribagorza y Pallars, aunque tuvieron un origen común bajo una dinastía distinta a la Bellónida, se integraron, el primero en Navarra, y luego en Aragón, y el segundo en la Corona Catalano-aragonesa.

a) Condados de Cerdanya-Besalú

Los condados de Cerdanya y Conflent constituyeron la rama menor de los descendientes de Guifré I el Pilós. En 897 estos condados fueron poseídos por Miró II (897-927), quien heredó el de Besalú, después de la muerte de su tío Radulf en 920. Al morir, fiel a la tradición patrimonial da la dinastía los condados se dividieron, Cerdanya para Sunifred II (927-965/8), mientras que Besalú pasó a su segundo hijo Guifré II (927-957),quien hizo algunos viajes a la corte de Francia, y murió asesinado en las sublevaciones nobiliarias citadas más arriba. Al no tener descendencia Besalú pasó a su hermano mayor. En 965 ó 968 murió Sunifred II y ambos condados volvieron a separarse, en manos de los dos hijos de Miró II que aún vivían: Cerdanya lo gobernaron mancomunadamente Miró III Bonfill y Oliba I Cabreta, que combatió a Roger el Viejo, conde de Carcasonne (981) de la casa de Commiges, y en Besalú lo heredó Miró III Bonfill, obispo de Girona, quien mantuvo relaciones literarias con Gerbert y que tuvo que luchar con Borrell II de Barcelona, que invadió su territorio; concurrió al concilio romano de 983. Muerto Miró III, volvieron a quedar unidos los dos condados en manos de Oliba Cabreta. Este conde, acompañado del abad Guari, de Sant Romuald y de Juan Gradénigo emprendió un azaroso viaje a Italia (988), donde pasó sus últimos años en el monasterio de Montecassino. En 988 abdicó y se produjo un nuevo reparto de los condados, esta vez definitivo, entre sus hijos: Bernat I recibía  Besalú, Guifré II el de Cerdanya y un tercer hijo, luego famoso abad, Oliba II se convertía en conde de Berga y Ripoll (988-1002/3). El conde Oliba renunció a sus condados, entregando Ripoll a su hermano Bernat y Berga a Guifré, para ingresar en el monasterio de Ripoll, del que se convirtió en abad en 1008. En 1018 fue nombrado obispo de Vic, y una de las personalidades religiosas y políticas más influyentes de Cataluña en su época.



Bernat I, llamado Tallaferro, por su vigor y padre de la patria por su acierto en el gobierno hizo un viaje a Mallorca y consiguió la erección de Besalú en obispado y la supresión del convento de San Juan, cuyos monjes eran acusados de diversos delitos. De este modo, extendió más firmemente su domino y añadió a sus títulos el de conde de Ripoll (1003). Auxilió más tarde (1020) a Gausfred II de Rosselló contra su tío Hug I de Empúries, y participó en la expedición a Córdoba de 1010. En un viaje a Provenza para tratar sobre el casamiento de su hijo, quiso atravesar el Ródano a caballo, y murió ahogado. La sucedió su hijo Guillem I (1020-1052) en los condados de Besalú y Ripoll, que fue excomulgado por sus expropiaciones de bienes eclesiásticos y murió en 1052, sucedido conjuntamente por sus hijos Guillem II y Bernat II. Iracundo y violento de carácter, Guillem murió asesinado por sus súbditos. Bernat II, casado con Ermengarda de Empúries, protegió a los legados del Papa contra las imposiciones del arzobispo de Narbonne. Fue hecho caballero de la iglesia romana, a la cual estaba obligado a satisface un tributo. En parte ejerció como regente por su sobrino Bernat III, quien le sucedió a su muerte en 1097. Bernat III fue el último conde de Besalú de esta dinastía. Estaba casado con una hija de Ramón Berenguer III, y en virtud de los pactos instituidos entre ellos, en caso de morir sin descendencia, el conde barcelonés debía ser su heredero universal. Así sucedió que a su muerte en 1111, la casa de Barcelona aumento sus territorios con Besalú y Ripoll.

En el condado de Cerdenya, Guifré II participó a lado de Ramón Borrell de Barcelona, Bernat I Tallaferro de Besalú y Ermengol I de Urgell, en la defensa de la incursión de Abd al-Malik al-Muzaffar contra la Segarra y Ribagorza, en la batalla de Torá. Heredó Berga de su hermano Oliba y en 1035 se retiró como monje al monasterio de Sant Martí del Canonigó, muriendo en 1049. Repartió sus posesiones entre sus dos hijos mayores: Ramón I heredó la Cerdanya y el menor Bernat I, el condado de Berga, que a su muerte en 1050 pasó a un tercer hermano, Berenguer I. Sin embargo, la elección de Berenguer en ese mismo año como obispo de Girona, le llevó a renunciar a Berga y cederla a su hermano Ramón. Su hijo y sucesor Guillem I fue conde de Cerdanya, Berga y Conflent y senescal de Barcelona. Casó con Sança, la hija de Ramón Berenguer I de Barcelona, por lo que fue tutor de su sobrino Ramón Berenguer III el Grande. En 1094 cedió el condado de Berga a sus dos hijos Guillem II y Bernat I (II de Berga) para gobernarlo conjuntamente; no obstante, el condado de Cerdanya fue heredado únicamente por el hijo mayor, Guillem, quien contribuyó a restaurar a su primo Bertrand en el condado de Tolosa que le había sido arrebatado por el duque de Aquitania. En 1102 viaja hasta Palestina como cruzado acompañando a Raymond IV de Toulouse, hermanastro de su madre. En 1105 sustituyó a su tío, por elección del ejército y voluntad del difunto, en el mando de las tropas en el asedio de Trípoli, y fue conocido por los árabes como al-Cerdaní. En 1109 el ejército cruzado conquistó Trípoli y Guillem consiguió muchas victorias frente a los musulmanes. Cuando su primo Bertrand llegó a Palestina para reclamar las posesiones de su padre, Guillem Jordá no quiso entregárselas, pretextando que las tierras de Raymond le pertenecían por derecho de herencia y que además las había defendido y aumentado. Obligado por el rey de Jerusalén, Guillem Jordá conservaba Tortosa y Arqa, y a Bertrand se le adjudicaban Jebail y Trípoli en cuanto fuera conquistada. Cuando Bertrand tomó posesión de la ciudad, Guillem Jordá fue alcanzado por una flecha. Parece ser que intervino en una escaramuza entre dos mozos y cuando intentaba pararlos, alguien disparó el arco. La sospecha recayó en Bertrand, pero nada pudo probarse y se hizo con las tierras de su primo.

Su sucesor fue su hermano Bernat, que luchó con Ramón Berenguer III por la posesión del condado de Besalú, al ser esté feudo de Cerdanya. A pesar de esta oposición, renunció  a favor de su primo y cuando se extinguió con él su dinastía en 1117/8, Cerdanya, Berga y Conflent pasaron a manos de Barcelona.

b) Los condados de Empúries y Rosselló.

El conde Sunyer II poseía ya Empúries desde 862 y Rosselló pasó a su poder a la muerte de Miró I el Viejo, hermano de Guifré I el Pilós. Su hermano Delá fue conde adjunto de Empúries hasta su muerte en 894. Junto con su hermano intentaron ocupar el condado de Girona, pero Guifré I se lo impidió. En 888 viajó a Orleans para rendir homenaje al rey Eudes I de Francia, y en 891 inició una expedición marítima contra Pechina, cerca Almería, alcanzando una tregua que se extendió durante las primeras décadas del siglo X. A su muerte sus condados son heredados conjuntamente por sus hijos Benció (915-916) y Gausbert (915-931), el cual reedificó la iglesia de Empúries, donde una inscripción conmemora sus victorias, calificándolo de héroe triunfante. Gausbert fue sucedido por su hijo Gausfred I (931-991), a favor del cual el rey Lotario expidió un diploma (981) concediéndole ciertas tierras y tratándolo con el título de duque. Al morir repartió sus condados entre sus hijos: Hug I recibió Empúries y Peralada, y Guislabert I Rosselló. La separación de los condados significó la desvinculación definitiva de unos territorios que habían permanecido como parte de herencias indivisibles desde la época carolingia.

Posiblemente partió de Guislabert I la iniciativa de cambiar la residencia habitual de Castellrosselló por la de Perpiñán. Por su parte, Hug I tomó parte en la expedición de los condes catalanes a Córdoba en 1010, organizados por Ramón Borrell de Barcelona, en la que los cristianos fueron derrotados y en su retirada saquearon Córdoba. En 1113 murió Guislabert I de Rosselló, y Hug trató de unificar los condados que habían sido divididos en el testamento de Gausfred. Además disputó el condado a su sobrino Gausfred II, que contaba con la ayuda de Bernat I Tallaferro de Besalú. Finalmente ambos firmaron la paz en 1020, para lo cual debió mediar el obispo Oliba, antiguo conde de Berga y Ripoll hasta 1003; el Rosselló quedó en manos de Gausfred II.

En 1018, tras la muerte de Ramón Borrell de Barcelona, Hug de Empúrias aprovechó la minoridad de Berenguer Ramón I para intentar recuperar el dominio de Ullastret, que había vendido a Ramón Borrell. El conde de Empúries alegó que el pacto era nulo porque se había suscrito durante su minoría y, sobre todo, que el territorio se encontraba dentro de Empúries y correspondería al conde su soberanía. Ermessenda, regente del condado de Barcelona, propuso someter la cuestión a juicio, pero Hug rechazó la idea y quiso que el asunto lo resolvieran en singular batalla un caballero suyo y uno de la condesa. Ermessenda se negó porque el procedimiento propuesto por Hug no estaba permitido en la ley gótica. El conde invadió entonces Ullastret, y Ermessenda pidió ayuda a Bernat Tallaferro de Besalú. Entre ambos consiguieron contener a Hug y llevar el delicado asunto a juicio. En 1019 los jueces de los obispados de Girona, Osona y Barcelona, bajo la presidencia del prestigioso abad Oliba y de Bernat Tallaferro dieron la razón a Ermessenda. La decisión fue aceptada por Hug, que a finales del mismo año, acompañó a la condesa y a su hijo a la fundación de la vida canónica de la iglesia de Girona y ofreció para su dotación un censo sobre la villa de Castelló. En 1021 Hug tuvo desavenencias con el abad Pere, del monasterio de Rodes, después de haber participado en actos de pillaje contra sus posesiones, junto con otros nobles de la zona. El abad escribió al papa Benedicto VIII suplicando que amenazase con el anatema a los que no restituyesen los bienes enajenados, pero él mismo pidió que no se excomulgara a Hug, lo que demuestra que los problemas se solucionaron.

Dos años después (1023) el abad Oliba debió intervenir de nuevo para solventar las diferencias entre Hug y los condes de Cerdanya y Besalú. El historiador Ramón d’Abadal opinaba que la época en la que gobernó Hug de Empúries se caracterizó por una gran desintegración política en la que los condes pretendieron obtener las superior autoridad de los reyes. En el proceso que enfrentó a Ermessenda, el conde, argumentó que debería tener la misma potestad en su condado que el rey en su reino. D’Abadal interpretó esto como un producto del desorden jurídico y de la falta de una autoridad soberana. Por su parte, Gausfred II de Rosselló intervinó en 1025 en Perpiñán, donde su padre había fijado la residencia de los condes de Rosselló, en la consagración de la iglesia de San Joan.

A la muerte de Hug I en 1040 le sucedió su hijo Ponç I (1040-1078). Durante su gobierno se constituyó y consagró el Convento de Sant Miuqel de Fluviá (1045) y se comenzó la construcción de la catedral de Castelló de Empúries, consagrada en 1064 con la presencia de Ponç, Ramón Berenguer I y Almodis, condes de Barcelona y Guillem II de Besalú. Su poítica estuvo destinada a asegurar las buenas relaciones con sus vecinos y vasallos; en 1064 acudió a Toluges (Rosselló) donde firmó solemnemente la paz y la Tregua de Dios. Entre 1065 y 1066 tantno Ponç com Gausfred acudieron al sínodo de Toluges, junto con Guillem II de Besalú, Ramón I de Cerdanya, y otros condes. Hacia 1067 Ponç prestó vasallaje a Ramón Berenguer I de Barcelona y reconoció su supremacía jurídica. Un año después participó en el Concilio de Girona, presidido por el legado papal Hugo Cándido y en 1075 estableció un tratado de amistad con Guislabert II de Rosselló, que había sido asociado al trono condal ya en 1065, en sucesión a su padre Gausfred II, por medio del cual se fijaban los derechos y obligaciones de cada condado, por causa de las apetencias de Hug sobre su condado. En virtud de este pacto, Guislabert fue reconocido por Ponç como propietario de la mitad del obispado de Elna, y sus rentas, y de la mitad de los castillos de Quermançó, Salses, Rocabertí y Rocamora, Oltrera, Sant Cristau y Requesens: asimismo legitimó sus derechos sobre la mitad del vizcondado de Rosselló y de las abadías de San Pere de Rodes, Sant Andreu de Sureda , Sant Esteve de la Tet y de Sant Genís de Fontanes; por último recibió reconocimiento de sus duelos sobre la ciudad de Empúries.


En 1078 murió Ponç I, y aunque había establecido la indivisibilidad de su patrimonio y el dominio conjunto de los territorios por sus herederos, sus hijos dividieron el condado a su muerte: Hug II heredó Empúries, mientras que Berenguer se convertía en señor del pagus de Peralada. Hug continuó la amistad con el condado de Rosselló, ya declarada por Ponç I, en 1075, y al acceder al condado estableció un pacto de amistad, defensa y colaboración en ciertos asuntos internos con el conde Guislabert II, rtificando la posesión por parte de éste de la mitad del obispado de Elna y sus rentas y ciertos castillos y aldeas.

Hombre muy religioso, Hug II realizó peregrinación a Galicia y a Jerusalén y favoreció a la iglesia con diferentes donaciones, en especial al monasterio de Rodes, pero tuvo disputas con el obispo de Girona, Berenguer Guifré, a propósito de la posesión de ciertos alodios y bienes de las parroquias de Santa María de Castelló. Además colaboró con Ramón Berenguer III en la preparación de la expedición para la conquista de Mallorca e Ibiza, en l aque el conde de Barcelona lideró un ejército pisano. Por su amistad con Barcelona, Hug fue el primer comes privatius de Empúries, con funciones financieras que le permitieron acuñar moneda con su nombre en su condado. Le sucedió en 1116 su hijo Ponç II. 

En Rosselló, el conde Guislabert II murió en 1102, poco después de que asistiera a la fundación de la capilla de Sant Joan de Perpinyá, sucediéndole su hijo Girard I (1102-1113), quien durante su juventud participó en la I Cruzada, en el rescate de los prisioneros de Antioquía (1098) y Jerusalén (1199). Antes de la muerte de su padre regresó a Rosselló, y permaneció ejerciendo el cargo de conde hasta 1109, año que volvió a tierra Santa. Girard I regresó a sus tierras en 1112, solo para ser asesinado al año siguiente. De su esposa, Agnes, a la que dejó el gobierno del condado entre 1109 y 1112, tuvo a su sucesor Gausfred III, durante cuya minoría ejerció la regencia su tío abuelo Arnau, que probablemente colaboró con la madre del conde en las labores de gobierno, tomando el título de conde. En 1110, Gausfred ya había sido prometido a Ermengarda de Carcasonne-Bezièrs, llamada Trencavella por ser hermana del vizconde de Bezièrs, Raymond Trencavel I. 

En 1121 Ponç II renovó la tradicional amistad con Rosselló y prestó juramento vasallático a Gausfred III, pero al año siguiente el conde de Rosselló fue obligado a jurar fidelidad a Ramón Berenguer III y Ponç se vio obligado a ceder al conde de Barcelona las plazas fronterizas de Boadella, Ceret, Terrades y Molins. A partir de aquel momento la situación de Empúries fue crítica, rodeada por posesiones del condado de Barcelona. En 1128 Ponç II inició una campaña de conquistas en los condados vecinos, Ocupando posesiones de Peralada, prohibió, además, a su pariente Berenguer Renard de Peralada que abriese sus mercados, se apropió de los diezmos y otros derechos otorgados por la iglesia de Castelló a los obispos de Girona, también invadió el condado de Besalú, donde tomó los castillos de Anvat y Avignonet, prohibiendo el paso por sus dominios a los hombres de los condados de Girona y Besalú. Finalmente fue vencido por Ramón Berenguer III en la batalla de Qarmençó (1128) y obligado a firmar un tratado de paz y a compensar a aquellos a quienes hubiese agredido.

En 1130, dándose cuenta de la debilidad de la casa barcelonesa, Ponç nombró heredero del condado de Empúries a su pariente Gausfred III de Rosselló, aunque esto no llegó a ocurrir por el nacimiento de un heredero de Ponç. En 1131, al morir Ramón Berenguer III retomó la política agresiva hacia los condados vecinos, arrogándose de nuevo los diezmos del obispado de Girona y desposeyendo de sus derechos a algunos de sus vasallos. También en esta ocasión intervino el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que con una liga de barones neutrales, le obligó a firmar un tratado de paz (1138), a devolver los diezmos al obispado de Girona y a renovar la dependencia vasallática de la casa de Empúries hacia la de Barcelona; a cambio recibió las plazas fronterizas que en 1122 había cedido a Ramón Berenguer III. Hacia 1147 tuvo disputas por el castillo de Requesens con Gausfred III y el vizconde Jofré de Rocabertí, descendiente de Berenguer Renard. Aquel mismo año luchó junto al conde Barcelona en una expedición contra Almería, y dos años después en la campaña de Lérida.

Hacia 1149 Gausfred III de Rosselló repudió a su esposa, para casarse con una mujer de nombre desconocido. Este hecho le valió la enemistad del vizconde de Bezièrs, que saqueó el Rosselló como represalia y quiso hacer valer los derechos de su sobrino Girard, como legítimo heredero de Gausfred. El papa Eugenio III excomulgó en 1149 al conde ya su esposa, y el anatema fue confirmado por sus sucesores, Adriano IV (1154-1159) y Alejandro III (1159-1181). Aquel año Gausfred asoció al trono a su hijo Girard y dos años después le nombró su heredero y le permitió participar directamente en el gobierno del condado, al nombrar a su hijo conde en 1161. Los hijos del segundo matrimonio fueron excluidos de la sucesión en virtud de los sucesivos anatemas de los diferentes papas.

Entretanto, Hug III había sucedido a su padre Ponç II en 1153 y renovó la alianza que ya habían establecido su padre y su abuelo con el condado de Rosselló; y aquel mismo año ayudó a Gausfred III a sofocar al revuelta encabezada por su heredero Girard, apoyado por Raymond Trencavel. Cuando Gausfred III murió en 1164 y le sucedió Girard II firmó un acuerdo de amistad con el vizconde Guillem IV de Castellnou y al año siguiente recibió homenaje de Ramón, vizconde de Tatzó. A su muerte sin descendencia reclamó el condado Hug III de Empúries, pero este pasó al rey Alfonso II, respetando el testamento de Girard.

Hug III se vio obligado a hipotecar a la catedral de Girona, la villa de Ullá (1167) y la villa de Alagó (Aragón) a la Orden de los Hospitalarios (1472), debido a la catastrófica situación de las finanzas heredadas de su padre, estado que legó a su hijo Ponç III (1173-1200). La situación empeoró enormemente con las epidemias y hambrunas de 1193. Debido a un asunto sobre los ingresos del condado de Empúries hacia el obispado de Girona, Ponç fue excomulgado por el obispo de la sede en 1193 y en respuesta, el conde puso Empúries bajo la protección de la Santa Sede. El asunto de la excomunión debió resolverse, ya que en 1197 el conde de Empúries participó en las cortes de Girona y estaban en buenas relaciones con la monarquía. Hombre piadoso, Ponç III protegió a la Orden de los Templarios a quienes entregó Sant Llorenç de les Aenes; desde el comienzo de su ejercicio condal realizó constantes donaciones a los monasterios de Sant Pere de la Roda y Sant Quirza de Colera, otorgando además inmunidades a los mismo. Casó en primeras nupcias con Adelaida, probable hija de Guillem Ramón IV, de quien nació su heredero Hug; su segundo matrimonio fue con Ermessenda de Peratallada.

En 1200 le sucedió Hug IV y al casarse con María de Vilademuls, heredó la baronía de Vilademuls y el castillo de La roca, cerca de Perpiñán; de ella tuvo a su heredero Ponç IV. Trató de romper la enemistad que había existido con sus antecesores entre el condado de Empúries y el obispado de Girona e hizo donaciones al monasterio de Amer. En 1210 prestó homenaje a Pedro II, a quien acompañó dos años después en la batalla de las Navas de Tolosa; en 1213 participó en la batalla de Muret junto a Bernat Boades. Aunque se mantuvo en paz durante la minoría de Jaime I, intervino en asuntos eclesiásticos y dio refugio a algunos albigenses, lo cual le valió la excomunión por parte de Inocencio III. Firmó varios tratados de amistad con la tradicional aliada de Empúries, la casa de Rossellón, cuyo conde Nuño, ya sometido a la casa real de Aragón, le ayudó a subyugar en 1220 a su rebelde vasallo, Gausbert de Palol. En 1226 suavizó las condiciones de vida del campesinado al suprimir el impuesto de cagucia (que se debía pagar al señor en caso de adulterio femenino) y el derecho de eixorquia (que posibilitaba al señor a absorber las propiedades de los campesinos que muriesen sin descendencia).

Acudió a la asamblea de 1228, en la cual se decidió la conquista de Mallorca. Después participó activamente en las acciones militares, dirigieron el flanco derecho del ejército catalán durante la batalla de Portopí (1229). Tras ello luchó enérgicamente en la toma de Mallorca y consiguió por ello un magnífico botín en el reparto posterior a la conquista: tres molinos y 849 corceles. Murió al poco tiempo, aquejado de la peste. Su hijo Ponç IV le acompañó en Mallorca y heredó sus posesiones.

Desde comienzos de su gobierno Ponç trató de revitalizar las rentas del condado a través de ventas y permutas: en 1301 vendió al abad de Santa María de Roses las tierras de la ciudad de Tonyá por 4080 sous. Cinco años después, al servicio de Jaime I de Aragón, de quien fue consejero, acudio a las cortes generales de Montsó. También luchó junto al rey aragonés en la conquista de Valencia y en 1246 fue enviado como embajador a Túnez. En 1248 cambio a Jaime I las posesiones que el conde tenía en el Rosselló por la vecina villa de Banyuls, ocupada por el rey. Ponç IV de Empúries fue designado en las cortes de Alcanyís (1250) juez para solucionar las disensiones entre Jaime I y su primogénito, el príncipe Alfonso. Un año después, el conde rindió homenaje al infante don Pedro como heredero de la corona aragonesa. En 1252 el conde acogió en Castelló una asamblea de nobles y prelados en la que se dictaron varias ordenanzas para la regulación del condado. Dos años depués pago homenaje al obispo de Elna. En 1261 vendió a la Corona los castillos de Millars, Talteül y Torrelles por 113.400 sous, después de haberlos obtenido cambiándoselos a Ponç de Vermet por la ciudad de Cadaqués. El conde, acompañado del obispo de Barcelona Arnau Gurb, viajó en 1264 a la corte de Luis IX de Francia para negociar un acuerdo respecto a la ciudad de Montpellier y para establecer relaciones matrimoniales entre los reinos de Aragón y Francia. El año siguiente Ponç tuvo que sofocar la rebelión de su vasallo Ponç Guillem, señor de Torroella de Montgrí. En 1267 otorgó importantes privilegios a los habitantes de Castelló y sobre Fonollers y otros derechos a cambio de que el vizconde viviese en la plaza seis meses por año.

Ponç se casó dos veces: la primera con Benita de Torres, de Sardinia; su segundo matrimonio con Teresa Fernández de Lara, del linaje de los señores de Albarrracín, que probablemente, fue la madre de su sucesor Hug V. Durante su gobierno se mostró como un protector de la iglesia, con constantes donaciones al monasterio de San Quirce de Colera. En 1238 fundó el convento de la Mercé, en Castelló.

En 1269, le sucedió su hijo  Hug V, quien ya en 1265 había colaborado con su padre en el sometimiento de Ponç Guillem. Entre ese año y el siguiente, Hug tomó parte por el monarca aragonés en la guerra contra los musulmanes de Murcia. Por su matrimonio con Sibila de Pala (c.1262), vizcondesa de Bas, se convirtió en vizconde consorte de Bas; además adquirió el señorío sobre varias villas del vizconde de Rocabertí.

En 1274 tomó parte en una rebelión contra Jaime I encabezada por Ferrán Sanxis de Castre, en la que además participaron los condes de Pallars y Urgell, el vizconde de Rocabertí y poderosos linajes como los Anglesola, Cervelló y Cervera. El conde de Empúries saqueó Figueres en 1274 y llegó a amenazar Girona. Sin embargo, la revuelta terminó con la muerte de su líder de 1275 y Jaime I perdonó a Hug de Empúries. Con todo, su reinado fue muy breve y en 1277 fue sucedido por su hijo Ponç V, quien en fecha desconocida casó con Marquesa de Cabrera. En cuanto se hizo con el control de Empúries dedicó sus esfuerzos al desarrollo de la administración interna. En 1280 otorgó una carta de franquicias a los habitantes de Cadaqués. Un año después no pudo evitar la enajenación del vizcondado de Bas, pertenecientes a su madre, cuando ésta lo vendió a Pedro III. En 1283 Ponç eliminó ciertas tasas a los moradores de la villa y el castillo de Fortià. Aquel mismo año el conde ordenó la fortificación del castillo de Sant Salvador de Verdera.

El conde de Empúries era vasallo del rey de Aragón y luchó al lado de Pedro III contra la invasión del país por los franceses en 1285. Formó parte del consejo militar del infante Alfonso y Pedro III durante la guerra, ocupando Aragón por los franceses, y recibió el encargo directo de defender el vizcondado de Bas. Por estos servicios obtuvo el señorío de varias villas y ciudades. A la muerte de Pedro III en 1285 subió al trono aragonés Alfonso III y el conde de Empúries fue su consejero personal y confidente. A su servicio se enfrentó a nuevos intentos de invasión francesa entre los años 1286 y 1288, en Qarmençó y otras plazas fronterizas. Ponç de Empúries viajó a Sicilia a la muerte de Alfonso III en 1291 para rendir homenaje a su nuevo rey, Jaime II, y volvió junto con el monarca a Cataluña. Un año después el conde tomó parte en las Cortes de Barcelona, pero pronto empeoraron las relaciones entre el rey y el conde y el primero se apoderó de la fortaleza de Montgrí y prohibió a Ponç construir nuevas fortificaciones. Jaime II condenó a ciertos vasallos del conde rebelados contra él en 1293 y otorgó a Ponç el impuesto sobre la pesca de Cadaqués. El conde de Empúries compró aquel mismo año al rey la jurisdicción sobre el vizcondado de Bas y más tarde se lo entregó a su hermano Hug.

El conde de Empúries volvió a luchar al lado del rey de Aragón en 1299, año en que aportó varias galeras para la batalla de Cap Orlando. Pero en 1303 Ponç V se vio implicado en el proceso que los tribunales reales iniciaron contra el primo y vasallo del conde de Empúries, Bernat-Amat de Cardona y Empúries, acusado de cometer ciertos abusos contra el obispado de Girona. Ponç reaccionó tomando medidas contra la Corona: desvió el curso del río Ter de ciertas ciudades dependientes del rey y del obispado de Girona; subió el precio de la sal de Castelló a las gentes del rey y de la Iglesia; detuvo la exportación de carne a ciudades de jurisdicción regia y prohibió el uso del dinero real en sus estados. En 1306 el conde, arruinado y con su poder muy menguado, se rindió el rey en Tarragona.

Tras el asesinato de su primogénito, Hug, en Sicilia (1309), Ponç V arregló el matrimonio de su segundo hijo, llamado Malgaulí, con la princesa Isabel, hija de Federico II de Sicilia. En 1311 se iniciaron nuevos procesos contra el conde tras el ataque a una galera de Empúries a una nave veneciana. Las investigaciones, llevadas a cabo por civiles al servicio del rey, ayudaron a propagar el rumor de una supuesta homosexualidad del conde. En la propagación de este rumor había participado el propio hijo de Ponç, que acusó a su futuro asesino, Pere de Xesa o de Eixesa, de ser el amante de su padre. Jaime II invadió el condado por mar y tierra en 1313 y obligó a Ponç a rendirse. Muy enfermo, aquel mismo año tomó el control del condado su hijo Malgaulí, que tomó el nombre de Ponç VI. En el testamento de Ponç V quedó establecido que ante la ausencia de descendientes de Ponç VI se instituyese como herederos del condado, primero a su hermano Ramón, prior de la Orden del Hospital en Cataluña, después a su primo Ramón Folc V de Cardona  por último a la Orden del Hospital de Jerusalén.

Ponç VI se vio obligado a reconocer al obispado de Girona el derecho de pescar en el mar y en los lagos de tierra. Al poco tiempo fue excomulgado como resultado de una confrontación por la jurisdicción de Colomers con el abad de Amer, monasterio favorecido por sus antepasados.


Tomó partido por la familia de Cardona en sus luchas conta la Corona, en el problema de la sucesión en el condado de Urgell y reclutó tropas francesas para combatir al vizconde Dalmau IV de Rocabertí. Fue vencido por Jaime II en 1315 y tras reconciliarse con el rey  recibió el vizcondado de Bas, arrebatado tiempo antes por Jaime II a su tío Hug. Sin embargo, arruinado y agobiado por las deudas, Ponç VI vendió al obispado de Girona una serie de regalías, propiedades y tasas, por 140.000 sous. En 1320 mantuvo una guerra privada con el señor de Navata, Guerau de Rocabertí. De su matrimonio con Isabel de Sicilia, tuvo una hija póstuma, llamada Marquesa, que fue desposeída poco antes de cumplir un año. En virtud del testamento de Ponç V, que había previsto el caso, el condado pasó a Hug de Cardona, que gobernó con el nombre de Hug VI de Empúries en 1322. En 1325, Hug hizo una permuta con el infante Pere I de Aragón, hijo menor de Jaime II, recibiendo a cambio del condado los castillos de Aixa y Pego, con lo que se extinguió la dinastía condal Bellónida, descendiente de Sunyer I, en Empúries y pasó a adquirir la condición de condado apanagístico, en manos de una rama de la familia real aragonesa.

En 1341 Pere I cedió el condado a su hermano Ramón Berenguer I (1341-1364). Esta rama se extendió hasta 1402 en que Pere II, nieto de Ramón Berenguer, murió sin descendencia y el condado, en virtud de las condiciones de las permutas de 1324 y 1341, que preveían que en caso de extinción de la línea directa el condado debería integrarse en la Corona, volvió a la misma en 1402.



c) Los condes privativos de Urgell

A la muerte de Borrell II de Barcelona decidió escindir el territorio de Urgell para su segundo hijo Ermengol I (992-1010), siguiendo la tradición patrimonial de la familia Bellónida. Fue asociado en Urgell en 989 y tomó el control pleno al morir su padre. Casó con Guislla, que en los documentos también es nombrada como Guilla y Tetberga. En el año 992 inició un viaje a Roma junto con Gualdo, pretendiente a la mitra de Vic, para visitar los sepulcros de San Pedro y San Pablo y se entrevistó con el papa Gregorio V; volvió a viajar a Roma en 1001 acompañado del obispo Salla de Urgell, con el fin de solicitar al papa Silvestre II unos privilegios para la iglesia-catedral de Seo e instalar en ella la reforma aquisgraniense. En 1003 Armengol atacó el reino musulmán de Lérida como respuesta a la invasión de Urgell por parte de Abd al-Malik al-Muzaffar, hijo de Almanzor, y el conde cayó prisionero en Albesa el año siguiente, pero pudo lograr su libertad poco después mediante el pago de un rescate. El conde de Urgell se unió al de Barcelona para realizar expediciones de ataque contra Córdoba, en respuesta a la petición de ayuda que una facción cordobesa hizo a los condes catalanes. A principios de mayo de 1010 vencieron a una coalición de musulmanes cordobeses y cristianos en la batalla de Acbatalbacar y fueron derrotados el 21 de junio cerca del rio Guadaira; en su retirada los condes saquearon Córdoba y consiguieron un magnífico botín. Ermengol fue herido en la batalla o durante el saqueo, el 28 de julio dejó testamento y murió poco después; su cadáver fue trasladado a Ripoll, donde recibió sepultura. Le sucedió su único hijo Ermengol II, con apenas un año de edad.

Durante su ejercicio condal Ermengol I colaboró con la Iglesia y ayudó a la instalación en Cataluña de la reforma aquisgranense, a través de la ya mencionada mediación ante el papa de la catedral de Seo. También buscó la unión de los monasterios de San Clemente de Codinet y san Andrés de Tresponts y favoreció al monasterio de Ripoll y a la iglesia de Santa Cruz de Barcelona mediante importantes donaciones. En su testamento legó al monasterio de Santa María de Cósol cinco onzas de oro para comprar libros, lo que denota la preocupación por la cultura que tuvo el conde.

Su hijo Ermengol II heredó el condado en 1010, gobernando hasta 1038. Durante su minoría de edad, hasta 1018, se ocupó de su tutela y de sus estados su tío, el conde Ramón Borrell de Barcelona. El 18 de noviembre de 1010 Ermengol asistió, junto con su madre y sus tutores, a la institución de la vida canónica en la catedral de Urgell. El 28 de septiembre de 1011, Ermengol II recibió de su tío el conde de Barcelona, los castillos de Alós, Artesa y Montmagastre como feudo. Su primera acción de gobierno conocida tras alcanzar la mayoría de edad fue la recepción en audiencia solemne a una comisión de nobles encabezada por el obispo de Urgell, San Ermengol y el juez Bolfill, que solicitaban la restitución al vizconde Guillén de Urgell de las propiedades de su difunta esposa, el 13 de marzo de 1019.

Ermengol II incrementó las tierras que había recibido en herencia mediante la lucha contra los musulmanes y la conquista de castillos; en 1034 tomó junto con Arnau Mir de Tost el castillo y territorio de Ager y un año después arrebató a los musulmanes la fortaleza de Santaliña, a cuyos habitantes concedió la liberación de impuestos. Entre 1023 y 1035  el conde aparece en documentación variada, que incluye compraventas, donaciones y confirmaciones de privilegios: el 25 de diciembre de 1033 donó la villa de Tuixent a la catedral de Santa María de Seo, regentada por el obispo San Ermengol; el 5 de agosto de 1030 vendió por 1000 sueldos el castillo de Montanisell y el 21 de febrero de 1033 traspasó por 2000 sueldos el castillo de Llordá a Arnau Mir de Tost; el 15 de septiembre de 1035 cedió, junto con su esposa Constanza, el castillo de Santa Liña a la catedral de Santa María de Seo; los condes Urgell ampliaron las franquicias a los vecinos de Santa Liña, en un documento fechado el 18 de junio de 1037. Después de 1038 Ermengol viajó a Jerusalén, donde murió y recibió cristiana sepultura.

El sucesor de Ermengol II el Peregrino fue su hijo Ermengol III, llamado “el de Barbastro” (1038-1065), siendo aún muy niño. Se crió con su madre en las tierras altas al norte de sus estados, mientras en el Bajo Urgell gobernaba Arnau Mir de Tost, un capitán de su padre con el que también suscribió frecuentes pactos Ermengol III. El conde de Urgell asistió junto con su madre a la consagración de la iglesia de Urgell el 23 de octubre de 1040 y ocho años después realizó una importante donación a dicha iglesia. Se supone el matrimonio de Ermengol III hacia 1050, año en que su madre Constanza deja de aparecer en la documentación junto él. En total casó con cuatro esposas: Adaleta, Clemencia (nombrada en la documentación desde 1057), Elvira y Sancha de Aragón; de sus numerosos matrimonios nacieron Ramón, Berenguer, Guillem y Felicia, esta última madre de tres reyes de Aragón: Pedro I, Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje.

Ermengol III firmó una alianza con Ramón Berenguer I contra Cerdeña (1053) y más tarde contra cualquier enemigo, principalmente los musulmanes, que obligaba al conde de Urgell a participar en todas las expediciones a que fuera convocado por el conde de Barcelona y le otorgaba la tercera parte de las conquistas comunes. Hacia 1062 ambos condes se unieron para luchar contra el rey musulmán de Zaragoza, que había atacado las tierras de Ribagorza y juntos lograron que les pagaran tributo Balaguer, Lérida, Barbastro, Monzón y otros lugares. En 1066 Ermengol recibió de Ramón Berenguer I el castillo de Miravet para que éste prosiguiera la guerra contra los musulmanes. Desde 1064 habían mantenido entrevistas Ermengol III y su yerno, Sancho Ramírez de Aragón, en las que concertaron la toma de Huesca y Barbastro, habiendo sido esta última, que se encontraba sometida por los musulmanes, tributaria del conde de Urgell. El asedio de la ciudad duró un año entero y el rey musulmán de Huesca fue tomada, pero Ermengol III perdió la vida en el intento. Sus restos mortales fueron trasladados por Arnau Mir de Tost a Ager, siendo enterrados en la iglesia de San pedro el 13 de abril de 1065. 

Ermengol IVel de Gerp” heredó el condado de su padre (1065-1092). Durante su juventud cedió el control de sus dominios a dos magnates: los condes del alto Urgell, con residencia en Castellbó y el del Bajo Urgell, ubicado en Ager, siendo en 1069 la primera vez que se tiene constancia de la existencia de dos vizcondes en Urgell. Ese mismo año Ermengol fundó, con permiso del obispo de Urgell, el monasterio de Santa María de Gualter, a orillas del Segre. En 1072, el conde de Urgell entró en guerra con el vizconde de Ager, Ponç Guerau, que buscaba romper a dependencia con Ermengol; la paz, que se firmó el 7 de abril de 1074, supuso el final de la independencia del señorío de Ager y en ella se concedió al vizconde el dominio del castillo y territorio de Ager, con la obligación de defenderlo. Ermengol IV organizó la defensa del castillo de Gerp, que usó como base de operaciones para la conquista del llano de Urgell, a la vez que como residencia oficial. En 1076 sometió el castillo de Agramunt, junto con la zona norte de la sierra de almenara. Entre 1076 y 1078 tomó los castillos de Tartareu y Privá y obligó al rey musulmán de Lérida, Yusuf al-Muzaffar, a pagarle tributos anuales. Ermengol IV tomó desde entonces en la documentación el título de marqués además de conde por poseer marcas, territorios fronterizos con los musulmanes. Entre 1078 y 1081 la ciudad de Balaguer pasó a ser tributaria del conde de Urgell, y por las mismas fechas, éste atacó y expulsó a los albigenses del castillo de Montlleó, entregando después dicho castillo al caballero Arnau de Parapertusa. Ermengol IV luchó en 1084 en la toma de Huesca, ayudando a su cuñado, el rey Sancho Ramírez, por lo cual recibió Bolea como feudo. Un año después hizo tributario suyo al rey musulmán de Zaragoza, Yusuf al-Mu’tamin (1081-1085) y antes de 1090 había conquistado los castillos de Gavasa, Calasanz y Caserres. En la primavera de 1091 logró hacer tributarias suyas a Lérida, Fraga y Tortosa, finalizando la Reconquista en el condado de Urgell y extendiendo éste más allá de sus límites naturales. En verano del mismo año tuvo lugar la conquista de Balaguer, en la que Ermengol luchó junto con el conde de Pallars, el vizconde de Cardona y el obispo Fulcó de Urgell. Ermengol IV se casó dos veces: su primera esposa, Lucía, fue la madre de su sucesor Ermengol V, cuya tutela fue confiada a Bernardo, obispo de Urgell († 1090), la segunda Adelaida, era condesa de Provenza, señora de Avignon y de otras ciudades. De este matrimonio nacieron Guillem y Sança.

Su hijo Ermengol Vel de Moyerusa” heredó el condado (1092-1102). Era primo de los reyes de Aragón, Pedro I, Alfonso I y Ramiro II. Se educó en la corte del rey Alfonso VI de Castilla. El 21 de mayo de 1095 contrajo matrimonio con la hija del conde Pedro Ansúrez y recibió como dote de la boda la ciudad de Valladolid. Tras su matrimonio vivió casi siempre en Castilla, entregando el control de Urgell a un vizconde, en ocasiones de manera provisional, pero en otros casos de forma hereditaria, como sucedió con Volard y con Udalard Bernat.

En 1094 Ermengol V ayudó a Sancho Ramírez de Aragón († 1094) en el sitio de Huesca y ese mismo año entregó, como hiciera su padre, el castillo de Gerp al obispo de Urgell, Guillem Arnau de Montferrer. El conde volvió a participar en el ataque de Huesca del lado de Pedro I, sucesor de Sancho Ramírez, hasta eu la toma de la ciudad fue consumada el 28 de noviembre de 1096. Un año después, con motivo de su viaje a Castilla, Ermengol nombró gobernador del Bajo Urgell al vizconde Guerau, señor de Ager y en 1098 cedió el castillo de Gerp a Guerau Ponç, vizconde de Ager. Murió en 1102, cuando acudía en socorro de las tropas de Alfonso VI, en Mollerusa, en el reino de León, siendo su cuerpo trasladado después a Santa María de Solsona. De su matrimonio con maría Ansúrez tuvo varios hijos: Ermengol, llamado “el de Castilla” que heredó el condado; Mayor, que casó con Pedro Fernández de Trava, conde de Trastámara; Estefanía, casada con Ponce de Minerva, mayordomo de Alfonso VII; Teresa, que contrajo matrimonio con Guillem Folc, vizconde de Cardona, y Pedro, muerto aún niño. 

Durante la infancia de Ermengol VI (1102-1154) fue regente su abuelo Pedro y se ocuparon del gobierno dos vizcondes, Guerau Ponç y Ramón Mir, duplicidad que la primera vez se producía en el condado de Urgell. Siendo muy niño viajó con su abuelo Pedro Ansúrez a la ciudad de Balaguer, en la cual los musulmanes se negaban a pagar tributo; la ciudad fue tomada con ayuda de Ramón Berenguer III. En 1113 Ermengol ayudó al conde de Barcelona en la citada expedición para conquistar las Baleares, que fracasó al tener que regresar las tropas cristianas para la defensa de Barcelona, atacada por los musulmanes. Dos años después se encontraba en Castilla y en 1118 tomó parte en la conquista de Zaragoza, en auxilio de Alfonso I el Batallador, rey consorte de Castilla.

De su primera esposa tuvo a Ermengol y Galcerán de Salas; su segundo matrimonio con Elvira Rouric no dio hijos, aunque el historiador Monfar afirma que Galcerán de Salas fue hijo de Elvira y no de la primera esposa de Ermengol. En 1119 casó por tercera vez con Arsenda, hija de los condes de Ager, con quien tuvo dos hijas, Isabel y Estefanía. Entre el año de su boda y 1124 el conde hizo una serie de donaciones a Santa María de Solsona. En 1225 fueron atacados los estados de Urgell, encontrándose el conde en Castilla, por lo que la defensa corrió a cargo del conde de Castilla, con gentes propias y del territorio de Urgell. En 1126 ya había vuelto a su condado, lo que queda atestiguado por las donaciones que el conde y su esposa hicieron a la iglesia de Santa María, fechadas ese año y confirmadas en 1128. Residió en Cataluña y se trasladó a Castilla hacia 1133, tomando posesión de los territorios de su abuelo Pedro Ansúrez, a la muerte de éste. Tras la muerte de Alfonso I el Batallador (1134) acudió a Zaragoza para prestar juramento de fidelidad al Alfonso VII el Emperador de Castilla, y éste le nombró marqués de Zaragoza, si bien es posible que el dominio de la ciudad lo obtuviese solo en tercería, pues ya había recibido Zaragoza como feudo el rey de Navarra, García Ramírez. En todo caso, la amistad que unió a Ermengol VI con los distintos monarcas cristianos quedó patente con la confirmación sobre el señorío de Bolea que Ramiro II de Aragón hizo poco después al conde. Ermengol VI participó junto al emperador en la toma de Almería (1147) y se distinguió en la de Calatrava, cuyo señorío se le entregó. En 1149 asoció al trono del condado a su hijo Ermengol, que gobernaría como Ermengol VII. Después volvió a luchar junto a Alfonso VII en Córdoba (1150) y Guadiz (1152) y en las expediciones contra Lérida y Provenza. A su muerte fue enterrado en el monasterio de Valbuena, fundado por su hermana cerca de Valladolid, contradiciendo los deseos mostrados en su testamento, en que ordenaba que sus restos descansasen en Santa María de Solsona, a la que el conde había hecho tantas donaciones.

Su sucesor en el condado fue Ermengol VIIel de Valencia” o “el de Requena” (1154-1184). Pronto se distinguió como un buen diplomático en su intervención en la disputa entre el emperador Alfonso y los reyes musulmanes de Valencia y Murcia. Por aquellas fechas el conde de Urgell ayudaba al conde de Barcelona Ramón Berenguer IV en su guerra contra Navarra. Antes de 1157 Ermengol casó con Dolça y en febrero del año siguiente participó como juez de paz en la concordia entre Ramón Berenguer IV y Sancho III de Castilla a propósito de la devolución a Aragón de Zaragoza, Calatayud y otras ciudades que habían sido conquistadas por Alfonso VII, a lo cual accedió el rey castellano.

En contra de la tradición de su familia, Ermengol VII sirvió al rey de León, Fernando II y así formó parte de la nutrida compañía del monarca leonés en su encuentro con el recién coronado rey de Aragón, Alfonso II (1162) Por sus servicios a Fernando II fue nombrado mayordomo del rey de León. Aquel año Ermengol y su hermano Galcerán lucharon contra Granada en guerra contra el rey Rey Lobo de Murcia, siendo derrotado este último. En 1163 el conde de Urgell concedió a Agramunt su famosa carta puebla. En 1166 donó a Juan de Orgañá territorios en el monte Malet en los que éste fundó un monasterio premonstratense que siempre fue favorecido por los condes de Urgell: el de Bellpuig, consagrado en 1169. En 1167 Ermengol VII luchó contra el rey de León en la toma de Alcántara y fue tan decisiva su intervención que Fernando II le concedió el gobierno de la villa (23 de noviembre de 1167). Desde aquel momento el conde residió habitualmente en Alcántara. Hacia 1069 viajó a su condado de Urgell para interesarse acerca de la construcción de Bellpuig y volvió a Castilla antes del mayo del siguiente año.

Estuvo presente en la firma de la paz entre Alfonso VIII  de Castilla y Alfonso II de Aragón (1170), tomando partido por el bando castellano. Después de 1073 Ermengol solo abandonó Castilla para ocuparse temporalmente de los asuntos de Urgell. En 1174 acompañó a Zaragoza a la infanta doña Sancha para su boda con Alfonso II y desde allí visitó sus territorios condales, donde concedió no pocas exenciones a los habitantes de Balaguer. Ermengol hizo testamento en julio de 1177, en previsión de su muerte en la toma de Cuenca, empresa en que se acaban de comprometer los reyes de Castilla, León y Aragón. La toma de Cuenca tuvo lugar en septiembre de 1177 y tras ello el ejército marchó a la conquista de Alarcón, que también se consumó. En 1180 el conde de Urgell permanecía en León y comenzó a firmar como “mayordomo del rey Fernando”. En 1183 concedió terrenos en la ribera del Segre para la construcción de un nuevo monasterio premonstratense: el de Bellpuig de las Avellanas. Aquel año dejó la mayordomía del reino de León en manos de su hijo y marchó a Belvis, donde se presentó a Alfonso VIII con muchos caballeros para acometer la toma de Valencia. A la vuelta de su victoriosa campaña por la vega valenciana Ermengol fue sorprendido en una emboscada en la que resultó muerto (1184). Fue enterrado en Alarcón y finalmente se trasladaron sus restos a Santa María de Bellpuig.

Su hijo Ermengol VIIIel de San Hilario” (1184-1209) fue el último descendiente masculino de la línea bellónida de Guifré I en Urgell, iniciada en 992. Se educó en la corte de Fernando II de León, reino en el que Ermengol VIII había recibido honores y señoríos. Casó con Elvira en 1185, cuyo matrimonio nació Aurembiaix. El conde de Urgell residió en Castilla, probablemente por enemistad con el rey Alfonso II de Aragón. Tuvo además por enemigo a su propio cuñado, el vizconde Ponç III de Cabrera y de Ager (1180-1199), que se negaba a reconocerle la soberanía de los castillos de Ager y Os, y decía tener por el rey, no por el conde, los de Camporrels, Torrefellona y Montmagastre, lo cual era apoyado por Alfonso II. El 10 de febrero de 1186 Ermengol firmó en Valladolid una concordia con Ponç III por la cual ambos se prometían mutuo auxilio en caso de guerra excepto si ésta fuese contra el rey de Aragón.

En aquellos primeros años de reinado tuvo una importancia extraordinaria la figura de doña Dolça, viuda del anterior monarca, que gobernó el condado en las ausencias de su hijo: en 1186 suprimió los tribunales de justicia las pruebas ordalías del agua hirviendo y helada; también estuvo presente doña Dolça en 1185, cuando el vizconde de Catellbó presentó homenaje a Ermengol VIII; por deseo suyo se edificó en 1187 el monasterio de Santa María de las Franquesas, que el conde entregó junto con una gran donación a su primera abadesa, Guilla; la autoridad de la madre del conde quedó patente cuando e 5 de mayo de 1189 suscribió un documento que autorizaba una junta de hombres encargados de la construcción y conservación de las murallas de Balaguer.

El 29 de mayo de 1187 Ermengol VIII estableció en sus tierras la paz de Dios, lo cual también fue suscrito por Ponç Guerau, el vizconde de Cabrera. En 1190 el conde y el rey Alfonso II se reconciliaron y firmaron un compromiso para guardar la tregua con Ponç hasta Pascua, aunque se comprometían a socorrerse mutuamente en caso de guerra contra el vizconde cuando la tregua terminase. Los castillos del vizconde fueron repartidos entre Ermengol y Alfonso, pero Ponç de Cabrera vivió hasta 1199 sin haber visto recortado su poder territorial. Desde los últimos años del siglo, Ermengol pasó a residir en sus estados de Urgell, pues no gozó del favor de Alfonso IX, sucesor de Fernando II de León, siendo Ponç de Cabrera favorecido por el nuevo rey. La permanencia del conde en sus tierras trajo a ellas un periodo de paz y prosperidad.

En 1203 Ermengol asistió a la colocación de la primera piedra de la catedral de Lérida, junto a Pedro II. Los condes de Urgell, desde Ermengol VI, habían seguido una política de introducción de la orden cisterciense en sus dominios y Ermengol VIII continuó la costumbre de sus antecesores: en 1205 colocó el santuario de Bonrepós bajo la custodia de Bellpuig, que tuvo así la primera casa dependiente del monasterio; los condes confirmaron además todas las donaciones que Bellpuig poseía en el condado y se declararon “defensores y protectores del monasterio”. Esto supuso un paso decisivo en la introducción en Cataluña de los premonstratenses.

Al morir Ermengol VIII sin herederos masculinos estalló una lucha por la sucesión, pues su hija y heredera Aurembiaix, bajo la regencia de su madre doña Elvira fue cuestionada por el vizconde Guerau IV de Cabrera, nieto de Ermengol VII, a través de su madre, Marquesa, casada con el vizconde Ponç III, alegando tener prioridad en la sucesión al ser varón. En 1209 doña Elvira cedió temporalmente su condado al rey Pedro II de Aragón, como medio de intentar conservar sus dominios, pero Guerau se apoderó de muchas tierras del condado: Balaguer, Agramunt y Liñola. El rey, tomando el título de conde de Urgell, encargó la defensa del condado a Guillem de Cardona y su hijo Folc, quienes sitiaron Balaguer, teniendo Guerau que huir y refugiarse en Llorens, donde fue apresado (agosto de 1211); permaneció encarcelado en Jaca hasta la muerte de Pedro II, mientras que su mujer e hijos fueron llevados a Loarre. En 1213, Guerau aprovechó la minoría del rey para hacerse con el condado que mantuvo durante 15 años sin que Aurembiaix reclamara sus derechos, que mientras tanto se había casado con Alvar Pérez de Castro, cuñado de Guerau y residía en Castilla.

En 1217 se declaró amigo y protegido de Jaime I en las cortes de Monzón y año siguiente sirvió como consejero real en Zaragoza. Guerau IV comenzó a titularse Conde de Urgell desde 1218, lo cual fue confirmado en el convenio de Terrer (21 de diciembre de 1222) que daba a Guerau la posesión del condado bajo la soberanía real, siempre que Aurembiaix no lo reclamase, en cuyo caso sería el tribunal real el que decidiría. Estos acuerdos fueron confirmados por Jaime I el Conquistador el 20 de abril de 1223. En su gobierno, Guerau de Cabrera se alió al vizconde de Cardona y tuvo en contra a la familia Montcada. Ponç, hijo de Guerau IV comenzó a titularse conde de Urgell en vez de su padre desde 1227, restituyendo al año siguiente al monasterio de Bellpuig los derechos y propiedades que Guerau les había quitado. El 1 de agosto de 1228 Aurembiaix reclamó a Jaime I el condado y quiso hacer valer sus derechos. Con arreglo a lo pactado en el convenio de Terrer, el conde fue llamado a la presencia del tribunal regio pero no acudió, por lo que el rey entregó Urgell a Aurembiaix como feudo. La muerte de Aurembiaix en 1231 hizo que Ponç se creyera legítimo heredero del condado, ya que Ermengol VIII había indicado en su testamento que en caso de muerte sin sucesión de Aurembiaix, el condado pasaría a los hijos de su hermana Marquesa. Comenzó entonces una guerra entre Jaime I y Ponç, ya que el rey se negó a reconocer el testamento de Ermengol, y en cambio se tituló a sí mismo conde de Urgell. En 1235 Ponç, sin soldados ni dinero para defender sus derechos, llegó a un compromiso con el rey, en el que mediaron los obispos de Urgell y Lérida y por el cual pasaron a la Corona las ciudades de Lérida y Balaguer; Ponç obtuvo in feudo las ciudades de Agramunt, Menarguens y Liñola, y en propiedad los lugares y castillos de Ager, Calasanz, Tartareu y Pilzán; en 1242 el rey devolvió Balaguer al conde. Ponç I de Urgell gobernó en paz sus tierras hasta su muerte en 1243.

Su primer hijo, menor de edad, le sucedió con el nombre de Ermengol IX, tutelado por su madre y Jaume de Cervera, pero murió en el mismo año, sucediéndole su hermano Alvar I. En Castilla tomó el nombre de Rodrigo y en Cataluña el de Alvar. Pasó su infancia en Burgos y con 14 años viajó a Balaguer para hacerse cargo de sus obligaciones condales. Su tutor, Rodrigo Fernández de Castro, murió en 1252, por lo que durante su minoría se hizo cargo del condado Jaume de Cervera, que ya se había ocupado de Urgell durante el gobierno de en minoría de edad de Ermengol IX. A su llegada a Cataluña se casó precipitadamente con Constanza de Montcada, sobrina de Jaime I el Conquistador, a pesar de su voluntad de desposarse con Cecilia de Foix y de las intrigas de los principales magnates de Urgell, sobre todo Jaume de Cervera, que deseaban verle casado con Sibila, hija de Berenguer de Anglesola.

El conde, obligado a contraer ese matrimonio con Constanza, en 1256 declaró que solo cumpliría las cláusulas matrimoniales si se le pagaban los 6000 ducados de la dote de su esposa, lo cual no ocurrió, por lo que Alvar contrajo nuevas nupcias con Cecilia, hija de Roger Bernat, que aportó como dote 30.000 sueldos melgareses. Esta boda solucionó las diferencias internas que existían entre Urgell, Foix y Castellbó, relativas a la posesión de castillos. Ya en 1257 el obispo Esteban, delegado del papa, declaró válido el matrimonio de Constanza, con quien Álvar tenía ya una hija, Leonor, e invalidó el posterior matrimonio con Cecilia de Foix, con la que tuvo dos hijos: Ermengol X que heredó el condado a su muerte y Álvar, que fue vizconde de Ager.

Hacia 1256 se hizo cargo personalmente del condado de Urgell y tres años después Jaime I el Conquistador, para asegurarse el cumplimiento de la sentencia que el obispo de Huesca había dado sobre el matrimonio del conde, le exigió la entrega de los castillos de Balager, Agramunt, Lióla y Oliana; Álvar abandonó la obediencia del rey con el apoyo de muchos nobles y caballeros, bien por considerar que tenía la razón frente al rey, bien por motivos de parentesco. El conde manifestó que recuperaría sus castillos por la fuerza y pasó a residir en Lérida, donde permaneció hasta finales de 1259. El 10 de marzo del año siguiente se firmó la paz entre Álvar I y el rey.

El conde se negó a reconocer la sentencia del obispo de Huesca y la situación empeoró hasta tal punto que San Raimundo de Penyafort escribió a papa para que se ocupase personalmente del caso. La sentencia pontificia volvió a declarar como legítimo el matrimonio con Constanza y de nuevo Álvar desobedeció la orden papal, lo que hizo caer sobre sus estados el entredicho y pasados tributos durante años. El rey se apoyó en el fallo papal con el fin de apoderarse de los estados del conde y éste, debilitado en su salud se retiró a Foix, donde murió de una afección pulmonar en 1268, sucediéndole su hijo Ermengol X. Aquel año su tío Guerau Cabrera, que también reclamaba el condado, cedió sus derechos a Jaime I. Aunque Ermengol se tituló conde de Urgell desde 1271, el rey de Aragón hizo valer sus derechos hasta su muerte y será con su sucesor, Pedro III cuando Ermengol fue reconocido conde de Urgell (1278), aunque en feudo no en posesión; recibió, además el título de vizconde de Ager. Aquel año confirmó todas las donaciones hechas por sus antepasados a Santa María de Bellpuig y en junio de 1280 amplió los derechos del monasterio. En 1280 Ermengol X, junto con su hermano Álvar y el vizconde de Cardona Ramón Folc, se enfrentaron al monarca aragonés, que venció y tomó la ciudad de Balaguer (24 de julio de 1281). En la concordia posterior, firmada en Berga el 30 de julio de 1281, Pedro III perdonó a los insurrectos y devolvió cuanto les había conquistado.

El 3 de junio de 1282 Ermengol partió junto con el rey de Aragón hacia África o Sicilia, en cabeza de un de los tres grupos en que se dividió el ejército, lo que atestigua la mejora de las relaciones entre ambos. El año siguiente el conde confirmó los privilegios de Balaguer y los amplió con concesiones en 1296 y 1311; también siguió favoreciendo a Bellpuig, y así en 1184 confirmó todas las inmunidades, gracias y privilegios que sus antecesores habían hecho al monasterio, aumentándolos en 1290. El 20 de junio de 1285, Ermengol volvió a recibir el condado en feudo del nuevo monarca aragonés, Alfonso III el Liberal, que revocó los pactos que su padre había hecho con el conde de Foix, Roger Bernard y premió los servicios de Ermengol a la corona. El conde de Urgell, como había sido tradición, concedió un nuevo privilegio a Santa María de Solsona en 1289.

De nuevo volvió Ermengol a la guerra de Sicilia, siguiendo la llamada de Jaime II en 1298. En tierras italianas el conde fue el encargado de sofocar la rebelión que se produjo en Bucceri, pero tuvo que regresar a Aragón junto con el rey en julio de 1299. En la toma de Siracusa había sido apresado Álvar, su hermano, que murió preso en Catena, por lo que el conde de Urgell pasó además a ser vizconde de Ager. Ermengol negocio con los sicilianos para traer los restos de su hermano a Aragón y una vez que lo consiguió mandó construir para él un suntuoso mausoleo en Bellpuig.

En 1300 Ermengol casó en segundas nupcias con Faida, hija del vizconde de Illa, habiendo muerto su primera esposa, Sibila de Montcada, que no le dio descendencia. Desde entonces residió en las montañas de Ribagorza, en busca de aire sano, pues, como su padre padeció una enfermedad pulmonar. El empeoramiento de su salud le llevó a retirarse a Camporrells, en 1314, muriendo al poco tiempo, sin descendencia masculina y habiendo dejado testamento. Sus restos fueron transportados y sepultados en el monasterio de Bellpuig.

Al morir sin descendencia, Ermengol X llegó a un acuerdo con el rey Jaime II para nombrar heredera al condado de Urgell y al vizcondado de Ager a su sobrina-nieta Teresa de Entença, hija de Constanza de Antillon y Cabrera, quien a su vez era hija de Leonor, hermana de Ermengol. Las cláusulas de su testamento obligaban a que ella recibiera el condado al casar con un hijo del rey de Aragón que no fuese a reinar, impidiendo así que el condado fuese absorbido por la Corona de Aragón. El mismo año de la muerte de Ermengol, Teresa contrajo matrimonio con el infante Alfonso, hijo de Jaime II. Sin embargo, el primogénito del rey se retiro a la vida contemplativa, y el marido de Teresa se convirtió en el heredero a la Corona en 1319. Cuando Teresa murió en 1327, su marido el rey Alfonso IV heredó el condado, pero renunció a favor de su hijo segundo Jaume I, dando lugar a una rama de los condes de los condes Urgell pertenecientes a la familia real aragonesa, que se extinguió en la persona de su nieto Jaume II, quien al morir el rey Martín el Humano (1410) sin descendencia presentó su candidatura a la corona en virtud de su parentesco con la familia real, siendo, no obstante elegido rey Fernando de Antequera. Al sublevarse en 1413 contra el ya rey Fernando I, fue derrotado y desposeído de todos sus dominios, con lo que el condado de Urgell se incorporó definitivamente a la corona de Aragón.

d) Los condados de Pallars y Ribagorza

(i) Origen de los condados de Pallars y Ribagorza

La historia primitiva de estos condados a raíz de su incorporación al imperio carolingio se confunde con la del condado de Toulouse. Sus habitantes buscaron la protección del conde San Guillaume de Gellone y fueron liberados del dominio musulmán hacia 806. Sus sucesores Begón (806-816) y Berenguer (816-835) dotaron el monasterio de Alaón, el primero hacia 814 en tiempos del abad Crisógono, y el segundo hacia 824 a favor del abad Teodoredo.

La crisis política del Imperio carolingio bajo Luis el Piadoso hizo que Galindo Aznar, desposeído del condado de Aragón, ocupase Pallars; también distinguió a Alaón y a su abad Asaldo antes del 837; pero recuperado Aragón, de nuevo Pallars volvió al dominio de los condes tolosanos. Frédol (844-852) concedió a Trasbado, abad de Villanova le Lavaix, ciertas aprisiones y protegió a Gerri; su hermano el conde Raymond I (852-863) dispensó ayuda al monasterio de Les Maleses, y el hijo de éste, Bernard (865-874), figura en el 871 atendiendo las reclamaciones de un abad Frugelo.

Tras la muerte violenta del conde tolosano Bernard, un conde, Ramón I (872-920), perteneciente a la familia condal de Bigorra, probablemente hijo de Llop I de Bigorra, de la casa ducal de Gascuña, y de una hermana del conde tolosano asesinado (tal vez recordado en las varias villas Lupones del condado), domina Pallars junto con Sobrarbe y Ribagorza. En la segunda mitad del siglo X, la documentación recoge con claridad la existencia de un comitatus ripacorcensis pero no es posible determinar con seguridad los pasos previos. La interpretación más acertada es la que sitúa el final del dominio de la casa condal de Toulouse sobre los territorios de Pallars y Ribagorza, al ser ocupados por Ramón I, a quien D’Abadal califica de primer conde independiente de Pallars y Ribagorza. Es interesante el papel de Ramón  en cuanto a sus relaciones con los musulmanes de la Marca Superior: tras la derrota sufrida en 904 por la incursión de Lubb b. Muhammad sobre Pallars, Ramón se aliaría con los Banu Qasi por matrimonio, lo que explicaría que la crónica ribagorzana dijera que en la primera década del siglo X, “Pallars servía a los moros”. Pero el conde Ramón mantuvo también relaciones con los otros dirigentes cristianos, ya que casó a su hijo Bernat con Toda, hija del conde Galindo Aznárez de Aragón, y su hermana Dadildis estaría casada con García Jiménez de Navarra, padre de Sancho Garcés, a quien Ramón ayudaría a subir al trono.

Parece claro que el comes orientó su política hacia el sur en lugar de hacia el norte de los Pirineos, pero los constantes contactos del conde Ramón con los musulmanes de la frontera no necesitan ser justificados como contrapeso a las posibles reivindicaciones de Toulouse, sino que más bien se dan en un ámbito de normalidad de relaciones entre los jefes cristianos del Pirineo y los musulmanes de la frontera en estos momentos (siglo X).

De todos modos, aunque está claro el dominio del conde Ramón  sobe Pallars, no lo es tanto para Ribagorza, donde de nuevo pueden apreciarse diferencias sustanciales de interpretación entre los historiadores en relación al gobierno del conde Unifred I Bernat, hijo de Ramón. Según D’Abadal, llegaría al condado por herencia de su padre Ramón I, y recupera el territorio ribagorzano, que había sido ocupado por Muhammad al-Tawil. D’Abadal considera que en época de los hijos de Ramón I, se dividieron los condados de Pallars y Ribagorza. Parece que el gobierno de Pallars recayó en Isarn y Llop, el mayor y el menor de los hijos de Ramón, mientras que Unifred I Bernat y Miró se ocuparían del gobierno de Ribagorza, todos con el título de comes.

(ii) Los condes de Ribagorza hasta su anexión a Navarra

El mayor de los hermanos, Unifred I Bernat, gozaría de cierta preeminencia en el gobierno. Las noticias documentales que se conservan de éste le sitúan entre 916 y 950 realizando donaciones a los monasterios de Lavaix, Obarra y Alaón. Su hermano Miró también aparece en algunos documentos del cartulario de Alaón y del fondo de Obarra, con el título de comes. El cogobierno parece continuar con los hijos de ambos: Guillem I, hijo de Miró, y Ramón II, hijo de Unifred I Bernat, y también entre los hijos de éste último: Unifred II, Arnau e Isarn II, todos con el título de comes. La práctica del sistema de cogobierno no es extraña en los condados pirenaicos en estos momentos, ya que está bien documentada en los condados orientales de la península en el siglo IX y principios del X.

Las noticias del siglo IX, como se ha dicho, se refieren al pago de Orrit, en el Noguera Ribagorzana, pero probablemente ello es debido a que solo el cartulario de Alaón, ubicado en dicho pago aporta información. El ámbito se amplía en la primera mitad del siglo X, con la documentación de Obarra. Pero es sobre todo en la segunda mitad del siglo X cuando aparece claramente ampliada la lista de enclaves ribagorzanos conocidos. Así, aparecen documentados algunos otros castra en  los valles del Isábena y del Esera, quizá fruto de la ocupación de Unifred I Bernat o simplemente fruto de la lenta expansión.

La muerte de Isarn II en 1011, último de los hijos de Ramón II, deja a su hermana Toda chometissa al frente del condado, marcando, como señala Galtier, el comienzo de una crisis dinástica, complicada además por las razzias de Abd al-Malik. A raíz de ello, las relaciones con el condado de Pallars volvieron a ser estrechas. El matrimonio de Toda con su tío, el conde Sunyer de Pallars, ambos de edad avanzada, ha sido visto como un acto de amparo y acogida a la sobrina sola. Sin embargo, parece más propio interpretarlo como una auténtica estrategia matrimonial de Sunyer teniendo en cuenta que Toda no tenía descendencia y que él o sus hijos podían acabar controlando el condado ribagorzano. O, en todo caso, es una clara oportunidad para Sunyer de ampliar su territorio de gobierno. La situación no debió funcionar, puesto que, según la crónica, a los pocos años, Toda llamó al hijo natural de su hermano Isarn, Guillem, que vivía en Castilla con su tía Ava. Al mismo tiempo, Mayor, hija de Ava y sobrina de la condesa Toda se casaba con el conde Ramón de Pallars. Según Galtier, la autoridad de Guillem Isárnez fue reconocida en los valles del Baliera, del Isábena y en el Soperún (que había pertenecido al conde Unifred I Bernat por derecho de conquista), mientras que los condes de Pallars, Ramón y doña Mayor, continuaron gobernando en el valle del Noguera Ribagorzana. 

El final de la dinastía viene marcado por la muerte de Guillem II Isárnez, que según la crónica, fue asesinado por los araneses estando en el valle de Arán. De este episodio se desconocen los detalles, pero parece interesante la reacción de los araneses que se resistían al dominio de Guillem. Puede que fuera por instigación del conde de Pallars, como insinúa la crónica, pero cabe pensar que el problema está más relacionado con la propia estructura social del cerrado valle.

La anexión del territorio ribagorzano por Sancho III el Mayor de Navarra, amparándose en los derechos de su esposa Mayor (o Munia), nieta de la condesa Ava, se dio en el marco de la actividad expansiva de dicho monarca que le llevó a dominar en el primer tercio del siglo XI un amplio territorio, desde el condado de Castilla hasta el valle del Isábena.

(iii) Las dinastías condales de Pallars

Ya hemos visto que los sucesores de Ramón en el Pallars fueron sus hijos Isarn y Llop. Isarn (920-948) fue preso de los musulmanes de Tudela, liberándole su primo Sancho Garcés I; casó dos veces, y de Adelaida, su segunda esposa, nacieron Guillém I y Ermengarda; en el 945 restauró San Pedro de Burgal, donde luego fue abadesa su hija Ermengarda; concedió bienes al monasterio de San Vicente de Gerri en el 948 y, casado en segundas nupcias, debió de morir al poco tiempo, dejando el condado a su hermano Llop y su hijo Guillém I (948-960), que falleció sin descendencia. Llop (920-c.947), casado con Goltregodo de Cerdaña, tuvo cinco hijos, y de ellos Ramón II, Borrell y Sunyer heredaron el gobierno conjunto de P. El primero, Ramón II (948-c.995), ha dejado varios documentos: fue protector de Gerri y no tuvo descendencia; el segundo, Borrell, casado con Ermengarda, engendró entre otros hijos a Ermengol, que figura como conde de Pallars en compañía de su tio Sunyer hacia c.995 y que debió morir c.1010; el tercero, Sunyer, documentado para los años 986-1011, tuvo de su primera esposa dos hijos, Ramón III y Guillem II, entre los que repartió el condado: la parte norte o Jussá y la sur o Sobirá, de modo que estos dos condes inauguraron dos dinastías que por algunos siglos gobernaron el país.


 La Dinastía Condal de Pallars Jussá. 

Herencia de Ramón III (1011-47), duró algo más de siglo y medio. Era éste un pequeño condado que comprendía el valle del Flanisell, las tierras de la margen izquierda del Noguera Ribagorzana, la Pola de Segur, con frontera con el Islam a través de la cuenca de Tramp. Muy pronto quedó constreñido por el reino de Aragón (Ribagorza) y el condado de Urgell, que iban a impedir su expansión territorial por el sur a costa del vecino andalusí del sur. Casó el conde Ramón con Mayor, hija del conde castellano García Fernández; fue protector de Gerri, Lavaix, Obarra y Alaón; en 1029 casó en segundas nupcias con Ermesinda; mantuvo tratos con Ermengol III de Urgell y con el caudillo Arnau Mir de Tost; de Mayor tuvo a Ramón IV y Sunyer. Ramón IV (1047-98) afianzó las relaciones con Arnau Mir de Tost casando con Valença, hija de éste, en 1055; tuvieron tres hijos, Pere, Arnau y Bernat. El mayor y heredero, Pere Ramón (1098-1113), entabló tratos con Pedro I de Aragón y gobernó junto con sus hermanos Arnau (1098-1111) y Bernat (1113-1124); sin descendencia Pere Ramón, heredaron el condado los hijos de Arnau Ramón: el primogénito, Arnau Mir (1124-1174), casado con Oria, fundadora del monasterio de Casbas de Huesca, iba a detentar un buen número de tenencias y honores en Aragón (Buil, Lascuarre, Luzás, Ricla o Fraga), siendo por tanto feudatario del rey aragonés. A la muerte de Alfonso I se inclinó por el heredero Ramiro II, a quien prestó ayuda desde los primeros momentos, y con quien mantuvo unas importantes relaciones de amistad. Figuró, por tanto,  en el séquito de Ramiro II, Ramón Berenguer IV y Alfonso II, participó en la conquista de Tortosa y Lérida y fue preso del rey de Navarra hacia 1164. Su hijo y sucesor Ramón V (1174-1177) encomendará la tutela de su hija Valença a Alfonso II, condesa que morirá sin sucesión al poco tiempo, heredándola su tía Dolça, hija del conde Bernat Ramón. Dolça, última condesa de Pallars Jussá, donará el condado de Pallars Jussá (1192) al rey Alfonso II, y así quedaba integrado en la Corona de Aragón, y sus villas y castillos incorporados a “uso y costumbre del condado de Barcelona”. 

La Dinastía Condal de Pallars Sobirá. 

Fue herencia de Guillén II Sunyer (1011-35), que favoreció a los monasterios de Gerri y Lavaix; de su esposa Estefanía nació Bernat II Guillén (1035-49), que gobernó asociado a su hermano Sunyer o Artau I (1035-81); éste casó primero con Constanza y hacia 1058 con Lucía de La Marche; protegió a Gerri y a Bellera y pactó con Ramón IV de Pallars Jussá la división del condado; persona de mala fama, murió excomulgado. Su hijo Artau II (1081-1124) casó con la castellana Eslonza hacia 1083, cayó prisionero del rey de Zaragoza hacia 1109 y confirmó los pactos en el otro Pallars; su hermano Ot fue obispo de Urgell (1095-1122) y murió en olor de santidad. El hijo y sucesor Artau III (1124-1167), por su casamiento con Ximena II de Pereç, señora de Alagó (municipio de la provincia de Zaragoza), se convirtió en Artau I de Alagó, teniendo un hijo (el futuro Palacín I de Alagó (nacido en 1163). Anteriormente había casado con una tal Agnes, hacia 1130, de la que tuvo a su heredero en el condado pallarés, Artau IV, y una hija del mismo nombre que la madre que casó con Ramón,  señor de Erill. El 1110 o 1111 fue hecho prisionero por los almorávides en una razzia por tierras catalanas y retenido en Zaragoza (se encontraba en 1111), donde aprendió el árabe, cosa nada habitual en un señor de un condado montañoso con poco contacto con los musulmanes. En 1140 recibió de manos de Ramón Berenguer IV la señoría, también aragonesa, de Sobradiel, siendo considerado habitualmente el primer señor de esta, aunque es muy posible que, anteriormente, estuviera en manos de Gastón de Bearn y su mujer, la famosa Doña Talesa. Parece que, en el condado de Pallars Sobirà, ejerció pacíficamente su gobierno sin luchas con sus vecinos. 

Le sucedió su hijo Artau IV (1167-1182), casado con Guillema, que ya viuda gobernó hasta 1205, premuriéndole su hijo Bernat III en 1199; la heredera fue otra hija, llamada Guillema I (1199-1229) como la madre, que casó en primer lugar con Guillem de Erill, y en segundas nupcias, entre 1210 y 1216 con Roger II, vizconde de Couserans (1211-1240) de la Casa de  Comminges; de este matrimonio no tuvo hijos, por lo que vendió Pallars Sobirá por 15.000 maravedíes a su marido en 1229, pudiendo ser heredado por los hijos de aquel, y se retiró al monasterio de Vallbona. El conde Roger I de Commiges (1229-1236) había participado activamente en la cruzada albigense dirigida por Simón de Monfort contra Raymond VI de Toulouse, que arrasó el territorio vizcondal, del que no se desentendió nunca, aunque prefirió Pallars. Le sucedió el hijo tenido en una unión anterior, Roger II (III de Couserans), cuya personalidad histórica ha sido confundía con la de su padre hasta ahora. Roger I abdicó en su hijo en 1236.

Roger II unió en su persona el importante lote de los Berga, por su matrimonio con Sibila de Berga o de Saga (1234), y el condado pallarés (1236-1256), en la sucesión del cual, subsanando una disposición paterna, hizo entrar (1244) a las mujeres e incluso los bastardos, originados en el homónimo hijo suyo Roger de Commiges (nacido Roger IV de Coserans) y conocidos a menudo con el apellido Espanha, que, despojados finalmente de los bienes cispirenaicos, reclamaron con luchas armadas la herencia del Pallars. Ejecutando y retocando su plan (1256), puso al frente del condado su hijo Arnau Roger I de Pallars y señaló el orden definitivo en la sucesión, prefiriendo la rama masculina en la femenina. Decantó la mirada final del Pallars hacia la casa catalana, iniciando, con su participación activa en las conquistas de Burriana, el Puig y Valencia, un periodo glorioso de colaboración entusiasta con los reyes, llevada al punto máximo por su hijo y sucesor condal Arnau Roger I, y luego llevó a cabo los enlaces de sus hijos con casas nobles del Pirineo catalán, cuyas propiedades redondearon el territorio pallarés por todos lados, sin menospreciar sus deberes con los condes de Tolosa por sus feudos y alodios de Couserans.

Arnau Roger I (1256-1288) fue una de las grandes figuras de las revueltas nobiliarias de 1275 y 1280, pero luego colaboró activamente con Pedro el Grande en Túnez, Sicilia y el Principado, donde luchó contra la invasión francesa (1285). Fue uno de los cuarenta prohombres que hicieron fianza por el rey con motivo del desafío de Burdeos y, más tarde, en Peralada salvó el infante Alfonso, que sirvió también fielmente llegado a rey (Alfonso III) y le hizo de intermediario con los nobles aragoneses de la Unión. Fue uno de los tres rehenes ofrecidos por la liberación del príncipe de Salerno. De su mujer Làscaris, princesa griega, tuvo tres hijas, la mayor de las cuales, Sibila, le sucedería, aunque  no inmediatamente, pues a la muerte de Arnau Roger I en 1288, obtuvo el gobierno su hermano Ramón Roger I (1288-1295), quien ya antes gobernaba el condado durante las ausencias del titular. Involucrado en el movimiento nobiliario contra Jaime I y Pedro II (pactos de Ager, 1274), fue hecho prisionero en Balaguer (1280), pero recibió el perdón real. Luchó con el conde Roger Bernat III de Foix en el bando francés durante la invasión de Cataluña de 1285. Adoptó entonces una línea de fidelidad a la monarquía y se enfrentó a los unionistas de Aragón. Emprendió también una larga contienda contra los vizcondes de Couserans, con el apoyo del rey Alfonso el Liberal. En los conflictos nobiliarios del 1293 se alió con los Cardona contra los Montcada y contra los condes de Empúries y de Urgell. Casado con Blanca de Bellera, no tuvo descendencia, y el condado pasó a su sobrina Sibila. 

Sibila I sucedió su tío Ramón Roger I, al cumplirse las previsiones establecidas por su padre. Muy joven y debiendo pagar a los albaceas 150 000 sueldos melgoresos, vendió el patrimonio al rey Jaime II, que se lo devolvió  (1297) y le ayudó contra las acometidas de sus primos los vizcondes de Coserans, que pretendían el condado (habían sido desheredados en 1256) amparados por los condes de Foix y los reyes de Francia, que codiciaban el Valle de Aran. Mantuvo la integridad territorial, a pesar invasiones y ataques (1295-1311), ya resuelto el conflicto del Valle de Aran (1313), en la concordia del 1327. Agregó a sus dominios los castillos de Tamarit, L'Arboç, Gelida y Cervelló, a cambio de unos del Berguedà con el mismo rey en 1309. Concedió nuevas franquicias en los pueblos del valle de Àneu (1313), y en 1319 vio visitado el monasterio de Gerri por un grupo de obispos orientales. Completó la catalanidad del tronco familiar y acrecentó el territorio con una señoría del Ripollès en casarse con el barón Hug VII de Mataplana, hijo de Ramon d’Urtx-Mataplana quien se convirtió en el conde Hug I de Pallars en 1297. Tuvo siete hijos, el heredero de los cuales, Arnau Roger II, fue asociado al gobierno ya en 1321. Le sucedió en solitario en 1328, teniendo que defender el condado contra las pretensiones de los Commiges de Couserans, ayudado por el rey Alfonso III, su cuñado, pues sus esposas Teresa y Urraca de Entença eran hermanas. Muerto sin hijos (1343) heredó el condado su hermano, Ramón Roger II, quien a la muerte de su padre había recibido las baronías de Mataplana, Vall de Toses y Cervelló y un amplio dominio de las Garrigues que incluía las Borges, Arbeca y Castelldans. Al morir su hermano, Arnau Roger II, sin hijos, los Commiges representados por el conde Jaime I de Urgell, marido de Cecilia de Commiges, reivindicaron el condado, pero Pedro III hizo investidura a favor de Ramón Roger. Convertido en hombre de confianza del Ceremonioso, junto a los Cabrera, los Montcada y el vizconde de Isla, participó en la segunda campaña del Rosellón (1343) y se enfrentó repetidamente a Jaime III, al cual, después de decidir la suerte en la asamblea parlamentaria de Barcelona de 1344, contribuyó a derrotar definitivamente en la batalla de Llucmajor (1349). El 1345 hizo cesión a su hermano Pere Roger Bernat de la baronía de Mataplana y otras señorías. Prestó también apoyo a la causa de la realeza en los conflictos de la Unión. Estuvo casado con Sibila de Cardona y le sucedió su hijo Hug Roger  I (1350-1366), quien participó en la defensa de Aragón contra los ataques castellanos de 1363.

A Hug Roger I le sucedieron sus hijos Arnau Roger III (1366-1369) y Hug Roger II (1369-1416). Éste se casó con Blanca de Foix-Castellbó y después con Violant de Orcau. Fue chambelán y consejero del infante Juan, y colaborador suyo cuando éste llegó a rey. Rechazó la invasión Armagnac en 1389-90, se alineó con la reina Sibila, al morir Pere IV el Ceremonioso (1387) y combatió con éxito contra la incursión de su sobrino Mateo de Foix en 1396. Durante el interregno fue valedor de Luis de Calabria. Se opuso a la revuelta de Jaime de Urgell en 1412-13. Su sucesor fue su hijo Roger Bernat I. Se casó con Beatriz de Cardona, y fue padre de Arnau Roger IV. En vida de su padre, asistió a la coronación de Martín I en Zaragoza (1399) y en las cortes de Barcelona de 1410, que apresura al Humano el nombramiento de sucesor. Pese participar con su padre en la lucha de Fernando contra Jaime II de Urgel, pronto se convirtió en uno de los líderes del partido pactista defensor a ultranza de las libertades y los privilegios de las clases dirigentes catalanas frente al autoritarismo de la nueva dinastía Trastámara. Con Bernat de Cabrera, Dalmau de Rocabertí, Ramonde Perellós y Francisco de Erill, en la corte de Barcelona del 1416, presidió la facción nobiliaria que rehusó a Alfonso IV los subsidios para la guerra contra Génova. También formó parte de la Junta de Molins de Rei (1418), creada para enviar una embajada al rey y exigirle la reforma del gobierno y la expulsión de los extranjeros de los cargos públicos del Principado de Cataluña. Como jefe de la facción contraria a cualquier compromiso con la monarquía, contribuyó a desencadenar la ofensiva pactista de las cortes de Barcelona de 1421-23. Con todo, en 1423 fue con su cuñado Joan Ramon Folc I de Cardona al reino de Nápoles, donde, sirviendo el Magnánimo, luchó en la conquista de la capital. A su muerte (1424) fue sucedido por su hijo Arnau Roger IV, y es posible que otro hijo, Bernat Roger I († 1442?), fuera asociado, aunque no hay pruebas definitivas.

Arnau Roger IV fue virrey de Sicilia (1424) y se casó con Juana de Cardona. Pródigo e impulsivo, entró en conflicto con la reina María y con la ciudad de Barcelona por razón de sus deudas y las extorsiones de que hacía víctima su abuela Blanca. También se enemistó con su pariente y vecino Juan de Foix, que invadió el Pallars (1435) en ayuda de los Bellera atacados por Arnau Roger. En 1438, como condestable de la corona, defendió el Valle de Aran contra una fuerte acometida francesa y luego intervino activamente en las cortes de Lérida (1440).

Le sucedió su hijo Hug Roger III (1451-1491), casado con Catalina, hija del prohombre rosellonés Felipe de Albert. En 1461 formó parte de la embajada que reclamó de Juan II la libertad de Carlos de Viana, y del Consejo del Principado, y estuvo en pugna con su tío Joan Ramon Folc III de Cardona, conde de Prades. En 1462, como jefe militar supremo del Principado, combatió los remensas, sitió la reina Juana Enríquez y el infante Fernando, a la Fuerza de Girona y defendió Barcelona. Fue diputado del general en 1464-67, cayó prisionero de Joan II en 1466, fue liberado en 1470 y prosiguió la lucha hasta la capitulación de Pedralbes, de la que fue excluido (1472). Entonces mantuvo una campaña de continua hostilización del Pallars y las tierras vecinas desde su refugio de Valencia d'Àneu. En 1475 aceptó treguas, y en 1480 hizo acto de sumisión y obtuvo el perdón para él y sus partidarios, pero en 1484 volvió a la lucha. Acorralado por sus parientes y enemigos, los Cardona, tuvo que huir en 1488, mientras su esposa continuaba resistiendo heroicamente en València d'Àneu, donde estuvo sitiada durante tres años. En 1491 sus dominios pasaron a los Cardona, con la denominación de marquesado de Pallars. Exiliado en Francia, entró al servicio de Carlos VIII, y le acompañó a Nápoles en 1494. Fue gobernador del Castillo Nuevo, y cayó prisionero del Gran Capitán (1503). Después de haber sido recluido en esta fortaleza, fue llevado a Barcelona, y habiendo sido conmutada la sentencia de muerte que pesaba sobre él por la de prisión perpetua, fue trasladado al castillo de Xàtiva, donde murió. 




6. La Unión dinástica entre la Casa de Aragón y la Casa de Barcelona 

a) La expansión del reino aragonés bajo Alfonso I el batallador

En 1104, al morir Pedro I (1094-1104), la dinastía de Aragón estaba preparada para lanzar un gran ataque contra la taifa de Zaragoza. Desde los tiempos del padre de Pedro, Sancho Ramírez (1063-1094), las agresiones de aquel reino montañés alrededor del perímetro septentrional del reino musulmán habían sido continuas y en general victoriosas. Los aragoneses habían obtenido pocas victorias resonantes, tales como la toma de la importante ciudad de Huesca en 1096, pero a lo largo de más de cuarenta años las fortalezas fronterizas de los Ibn Hud habían ido cayendo una tras otra y el camino estaba ahora despejado para descender a la gran llanura del Ebro. No obstante, el nuevo rey de Aragón se encontraba ante un problema que en términos normales eran insuperables: las tierras dominadas por Aragón, incluyendo los territorios orientales de Navarra y con las nuevas tierras en las fronteras de Zaragoza, abarcaban una extensión de unos 9.000 kilómetros cuadrados, mientras que su objetivo se extendía a lo largo y ancho de 30.000 kilómetros cuadrados o más. Luego, además de la capital, se encontraban las ciudades de Tudela, Tarazona, Calatayud y Daroca, todas ellas formidables para un atacante que dispusiera solo de tan escasos recursos.

La mayor ventaja  de los monarcas aragoneses había radicado siempre en la debilidad de la dinastía rival de los Ibn hud. En 1104 ya habían perdido Lérida y Tortosa, en la parte oriental de sus territorios, como consecuencia de divisiones y rivalidades entre hermanos y tíos de la dinastía que siempre eran fomentadas por los condes de Barcelona y el entonces Cid de Valencia. El resultado final de las conjuras y las agresiones había sido la ocupación de aquellas tierras por los almorávides. Otros territorios del este –Calasanz, Barbastro, Balaguer- habían caído uno tras otro en manos de Pedro de Aragón o del conde de Urgell en los años que siguieron a la rendición de Huesca. Con todo el intento de Pedro contra Zaragoza en 1101 no dio fruto.

En enero de 1110 Alfonso I tuvo que volver apresuradamente de León, en donde era rey consorte por su matrimonio  con Urraca de Castilla y León, para rechazar una ofensiva zaragozana y había derrotado y muerto a al-Musta’in en la batalla de Valtierra. Su puesto lo ocupó su hijo ‘Abd al-Malik, pero Alfonso no pudo aprovechar su ventaja al tener que acudir a sofocar una revuelta en Galicia. Al mismo tiempo una rebelión de partidarios de los almorávides dentro de la ciudad había derrocado a ‘Abd al-Malik, y 31 de aquel año el gobernador africano de Valencia tomó posesión de Zaragoza y puso una guarnición en ella. El destronado rey se retiró al castillo de Rueda del Jalón, desde donde siguió reivindicando su trono zaragozano. A pesar de todos sus intentos, Alfonso no pudo conseguir conquistar a los almorávides Zaragoza; incluso el gobernador tomó la ofensiva y atacó incluso al norte de Huesca, y en 1114 todavía le quedaron fuerzas para lanzar un ataque general contra Barcelona. Fue relevado poco después y su sucesor n consiguió nada digno de mención y murió en 1117. Por entonces, Alfonso I ya habría puesto sitio a la ciudad antes de que llegara otro jefe de la misma categoría. Reuniendo tropas procedentes de los feudos transpirenaicos franceses (Commiges, Bigorre, Bearn, etc), mercenarios experimentados en la Iª Cruzada e incluso del conde de Urgell, puso sitio a la ciudad en mayo de 1118. Siete meses después la ciudad caía en manos del Batallador, con lo cual las demás fortalezas fueron cayendo una tras otra: Tudela y Tarazona y Borja en 1119, y con ello la totalidad de las cuencas alta y media del Ebro. En 1120 avanzó hasta poner sitio a Calatayud, mientras parte de sus fuerzas se dirigían hasta la ciudad de Daroca. Los almorávides reunieron un ejército con contingentes que procedían de Murcia, reforzado con tropas de Lérida, en el norte. Alfonso I pudo hacer sus preparativos con antelación, añadiendo a sus fuerzas a ‘Abd al-Malik de Rueda, que combatió al lado de los aragoneses. La batalla tuvo lugar en Cutanda en 1120 y la derrota de los almorávides fue total. Aquel año cayó Calatayud y Daroca, y en 1124 los cristianos ya habían subido el valle del Jiloca hasta llegar a Monreal del Campo.

En 1125-26 inició una campaña militar que llevó a recorrer Andalucía, que era en gran medida preventiva. Su objetivo no era conquistar ciudades sino devastar sus hinterlands. La destrucción de cosechas, vides, árboles y ganado a lo largo de la futura ruta de invasión hizo que durante mucho tiempo a los ejércitos les costase utilizarla. En 1129 el amir almorávide, 'Ali b. Yusuf preparó otra ofensiva para el este. Fuerzas enviadas desde África se unieron a las de Murcia, Córdoba y Sevilla, bajo el mando del gobernador de esta última, y marcharon hacia el norte penetrando en territorio valenciano. Alfonso I partió hacia el sur y volvió a apuntarse una impresionante victoria en Cullera, cerca de la desembocadura del río Júcar, en mayo de 1129, lo que le permitió ocupar algunas fortalezas en la región. Durante el año 1130, el rey aragonés reforzó sus fronteras, pero no estaría excesivamente ocupado, porque ya estaba trazando planes para recuperar las porciones que quedaban de la histórica taifa de Zaragoza y someterlas a su domino. Estos restos se encontraban en el este y comprendían las tierras de las ciudades de Lérida y Tortosa, que también había formado parte del patrimonio Ibn Hud. Lérida era la meta más próxima, pero, al parecer los aragoneses tenían la intención de que las fuerzas que la sitiaran fuesen aprovisionadas desde Zaragoza. El acceso desde esta dirección estaba vigilado por las plazas fuertes de Mequinenza, donde al Ebro se le une el río Segre, que pasa por Lérida, y de Fraga, unos 18 kilómetros más al norte. Desde enero de 1133 hasta julio de 1134 la última campaña de Alfonso de Aragón dio vueltas en torno a los dos puntos citados. Mequinenza fue tomada casi inmediatamente, pero Fraga resistió con tenacidad. Los ciudadanos de Lérida dirigían sus peticiones de auxilio al gobernador almorávide de Valencia, quien por lo menos en dos ocasiones avanzó a socorrer a Fraga. Durante la segunda ocasión, el 17 de julio de 1134, el ataque almorávide coincidió con la salida de los defensores de Fraga. Pillados por sorpresa los aragoneses fueron derrotados y diezmados. El rey resultó malherido y murió en septiembre a consecuencias de las heridas.

La Reconquista en el Principado Catalán y en el reino de Aragón
La desaparición del Batallador después de treinta años de actividad puso inmediatamente en duda la supervivencia del nuevo Aragón, cuya construcción había sido la obra de su vida. No tuvo hijos, y aunque había otros miembros de la dinastía había tomado la singularísima medida de legar su reino a una serie de órdenes religiosas. Y había reafirmado su voluntad el 4 de septiembre de 1134, muy poco antes de morir. La muerte del rey de Aragón en estas circunstancias provocó una crisis de todo el reino que tardaría tres años en resolverse, y su solución sería una novedad de lo más inimaginable y verosimil.

El heredero más cercano era el hermano menor del rey, Ramiro Sánchez, quien había ingresado en el monasterio de Saint-Pons de Thomières a la edad de seis o siete años. Fue elegido obispo de Burgos, en 1114 hasta 1117; justo después de la batalla de Fraga su hermano le presentaba como candidato a la sede de Barbastro, cuyo obispo había muerto en dicha batalla. Sin embargo, cuando Alfonso murió, partió inmediatamente a Jaca, sede tradicional de los reyes de Aragón. Allí le aclamó rey la asamblea de obispos y notables del reino. Uno de sus primeros pasos había consistido en negociar una tregua de dos años con Ibn Ganiya, el vencedor de Fraga y gobernador almorávide de Valencia y Murcia.

b) La herencia de Alfonso I el Batallador de Aragón

Uno de los aspectos más notables del reinado de Ramiro II fue la solución dada al problema de la sucesión dinástica en el reino aragonés. El rey-monje decidía contraer matrimonio, a pesar de su estado eclesiástico, y en otoño de 1135 casaba con Inés de Poitou (era viuda desde 1127 de Aimeric V, vizconde de Thouars, y madre de tres hijos que presumían, al menos, la futura fertilidad de la desposada), que, a mediados de 1136, alumbraba una niña, de nombre Petronila, que iba a heredar los derechos al trono aragonés. Desde este momento comenzaron las gestiones para desposar a la neófita, que, tras una larga serie de negociaciones, fue entregada, con apenas un año de edad, a Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona desde 1131, que se convertía así en la figura clave de la historia del reino aragonés y de los condados catalanes, unidos desde entonces dinásticamente: se estaba gestando el nacimiento de la Corona de Aragón que tan trascendental papel desempeñó en el posterior desarrollo de la historia peninsular, mediterránea y occidental.

Los documentos conservados al respecto establecen que Ramino II entregaba a Ramón Berenguer, conde y marqués, el 11 de agosto de 1137, en la ciudad de Barbastro, a su hija, “como esposa, con todo el reino de los aragoneses”; además, si Ramón Berenguer sobrevivía a Petronila, el conde recibiría el reino, libre e inmutable, a la muerte de su suegro, Ramiro. El texto finaliza acordando que: “yo, Ramiro, seré rey, señor y padre en el citado reino y en todos tus condados [del conde de Barcelona], mientras me plazca”.

Ramón Berenguer IV recorrerá desde entonces las ciudades del reino de Aragón para recibir el juramento de fidelidad y de obediencia de sus nuevos vasallos. Como conde de Barcelona por linaje, y príncipe de Aragón por su matrimonio, actuará indistintamente como dueño y señor en ambos territorios. Ramiro II abandonaba voluntariamente la vida política, retirándose al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, no sin antes exhortar a sus “hombres” (caballeros y peones, clérigos y laicos) a que prestaran a su yerno, Ramón Berenguer, la obediencia debida a él mismo.

El matrimonio no se celebró hasta agosto de 1150, fecha en la que Petronila alcanzaba su mayoría de edad, es decir, catorce años, siendo Lérida, recientemente conquistada por Ramón Berenguer IV y situada a medio camino entre Barcelona y Zaragoza, el lugar elegido para sus esponsales. Una vez consolidada su situación política en el interior del reino, donde fue reconocida sin oposición alguna su potestad regia -aunque la chancillería nunca le designaría como rey-, Ramón Berenguer IV se hacía cargo del gobierno. 

Por otro lado, hubo que llegar a un acuerdo con las tres órdenes religiosas que eran las herederas legales de Alfonso I de acuerdo con su testamento final. En septiembre de 1140 la orden del Santo Sepulcro y la de los Hospitalarios hicieron una oferta conjunta a Ramón Berenguer, en la que éste basó su contraoferta. Casi un año después el patriarca Guillermo de Jerusalén y el prior de la orden del Santo Sepulcro cedieron el título que recibieran al amparo del testamento, a Ramón Berenguer IV y sus hijos, a perpetuidad. Sin embargo si la estirpe de este se extinguía, el título volvería al patriarca y al prior. Dos años después, en 1143, el maestre de los caballeros Templarios hizo lo mismo. A cambio de la cesión las órdenes se convirtieron,  en  Aragón y Cataluña en poseedoras de diversas propiedades y privilegios que administraban para sostener un establecimiento en el Levante.

El gobernante de Aragón-Barcelona tenía dos preocupaciones apremiantes: una era la consolidación de su inverosímil reino. En 1150 la infanta aragonesa, Petronila, cumplió catorce años y en seguida la casaron con el conde de Barcelona. Luego, en 1152, parece que ocurrió algún accidente al dar a luz, y Ramón Berenguer se alarmó ante la posibilidad de que su esposa no sobreviviera o no diese a luz otro niño. Por tanto, le pidieron que redactara un testamento dejando todos sus territorios a su esposo  si no tenían un heredero. De hecho hubo herederos, pero a la muerte del conde-rey, en 1162, el único de sus hijos varones que vivía contaba solo cinco años de edad, el futuro Alfonso II.

Ramón Berenguer se convirtió en regente de su joven sobrino en Provenza y maniobró hasta imponerse por completo al nuevo conde de Toulouse, hijo del conde Alfonse Jordán en 1147, cuando participaba en la segunda cruzada. Consiguió sucesivamente la sumisión feudal de Béziers, Carcassonne y Razés, aliado desde hacía mucho tiempo con Montpellier, así como de la casal condal de Commiges antes de 1150. En 1154 fue nombrado también regente del joven vástago de los vizcondados de Bearn y Bigorre, con lo que se convirtió en el gobernante más poderoso de todo el Languedoc al sur de Toulouse. Por consiguiente, cuando aquel mismo año Leonor de Aquitania se casó con el conde de Anjou y Maine, que pronto sería también rey de Inglaterra, Ramón Berenguer buscó una alianza con Enrique Plantagenet en el suroeste. En 1156 el conde-rey de Aragón-Barcelona y el rey de Inglaterra pondrían conjuntamente sitio a Toulouse. Este nuevo capítulo de los esfuerzos por edificar conjuntamente un imperio en el Languedoc, que tendría un final sangriento en el campo de batalla de Muret en 1214, haría que durante mucho tiempo Aragón-Barcelona no prestara atención a las posibilidades de conquista en el sur.

 

En cierto modo, la unión de dominios y política que de dicha unión se derivaba, eran puramente personales. Superando las diferencias lingüísticas y de costumbres, Ramón Berenguer practicó una acción ultrapirenaica que los trovadores calificarían poco después de occitánica; a ella le empujaba la estrecha relación con su hermano Berenguer ramón, conde de Provenza y luego la tutoría que hubo de ejercer sobre el hijo de éste, Ramón Berenguer, cuando heredó el condado siendo de corta edad. Esta política ultrapirenaica conectaba con los intereses de la Casa real de Inglaterra. Enrique II era, por su mujer, duque de Aquitania. En 1159 Enrique y Ramón Berenguer celebraron una entrevista en Toulouse acordando un matrimonio acordando un matrimonio entre hijos que no llegaría a celebrarse. A partir de esa fecha, la amistad entre Inglaterra y Cataluña se hizo cordial. En consecuencia, la política occitánica se perfilaba como antifrancesa, aumentando el compromiso exterior. Esta misma razón empujó al conde-rey a buscar la amistad del emperador Federico Barbarroja: en el verano de 1162 Ramón Berenguer emprendió el viaje a Italia, en donde estaba prevista una reunión con el Hohenstaufen. Entre otras cosas se intentaba entonces por primera vez frenar las ambiciones de Génova, que se dirigían ahora contra Mallorca y Valencia. En el curso de este viaje murió el conde en Turín, el 6 de agosto.

Petronila, viuda y reina propietaria de Aragón, convocó en Huesca una Curia extraordinaria para comunicar el testamento de su marido. Éste dejaba los condados catalanes a su hijo Alfonso Ramón, nacido en 1158, segregando como feudos de Cataluña a favor de otro hijo menor, Pedro, los estados de Béziers, Narbonne y Carcassonne. Había que crear una regencia pues el nuevo conde de Barcelona era menor de edad. Ramón Berenguer de Provenza, con el auxilio del senescal Guillem de Montcada y otros magnates catalanes, se encargó de ella. Antes de dos años, el 18 de julio de 1164, Petronila hizo renuncia al trono en su hijo. De esta suerte, Aragón y Cataluña permanecerían unidas en adelante.







BIBLIOGRAFÍA:

J.M. SALRACH; P. BONNASSIE y M. ZIMMERMANN: Así nació Cataluña. Cuadernos Historia 16 nº 11, 1985.

J.L. MARTÍN; CARMEN CODOÑER y MANUEL SÁNCHEZ: Historia de España. La Alta Edad Media. Historia 16, 1980.

B.F. REILLY. The Contest of Christian and Muslim Spain: 1031-1057.

R. D’ABADAL: Dels Visigots als Catalans, 1974

R. D’ABADAL: Els primers comtes Catalans, 1980

F.VALLS I TABERNER, F. SOLDEVILA y otros: Historia de Catalunya, 1934.

M. P. RÁBADE OBRADÓ, E. RAMÍREZ VAQUERO, J.F. UTRILLA UTRILLA: La Dinámica Política. Historia de España VII, 2005

M. IGLESIAS COSTA: Historia del condado de Ribagorza, 2001

www.mcnbiografias.com

22 comentarios:

  1. Manuel, un placer conocerte durante tu visita a Castelló d'Empúries. Soy Oriol, el guía. Espero que disfrutases con tu estancia en la antigua capital del Condado de Empúries!

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    1. Un saludo Oriol; de momento la entrada sobre los condes catalanes es
      muy somera. Pero estoy preparando una ampliación que iría desde la
      conquista franca hasta la unificación de los condes de Barcelona. En
      principio estaba simplemente concebida como introducción del Cuadro
      Genealógico sobre la dinastía bellónida.

      Para cualquier cosa puedes enviarme mensajes a través de mi cuenta manesmeva@gmail.com

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  2. Un par de puntos a comentar:
    1.- Después de la batalla de Poitiers, los musulmanes no detuvieron sus ataques importantes a los francos, suele olvidarse la ocupación del valle del Roina desde Aviñón hasta Lión entre el 734 y el 737, llevada a cabo por Yússuf ibn Abd-ar-Rahman al-Fihrí, valí de Arbuna (Narbona), a partir de su pacto con los rebeldes provenzales dirigidos por Mauront. Este suceso suele pasar desapercibido en la historiografía pero es el desencadenante de la expulsión de los árabes en Septimania y por tanto de la iniciativa invasora franca sobre tierras musulmanas.
    2.- Entre los altos signos de soberanía más significativos está el de la acuñación monetaria. En el mundo condal catalán se documenta un proceso de autonomía monetaria más temprano que en ningún otro territorio carolingio (por otra parte recordemos que en el resto de territorios peninsulares cristianos no se batirá moneda hasta 1035 en Navarra y 1085 en Castilla):
    - En el 862 Carlos el Calvo dona el tercio de la moneda de Barcelona al obispo Frodoí, que en este caso suponía una restricción de los derechos condales y una limitación del poder condal a favor del contrapoder religioso.
    - En el 899 Carlos el Simple dona al conde Guifré Borrell el derecho de moneda del condado de Ausona, área de repoblación y no de conquista como bien se indica en el texto.
    - En el 912, el mismo conde dona al obispo de Vic el tercio de la moneda que había recibido por donación real.
    - En el 934 el conde Sunyer dona al obispo de Girona el tercio de la moneda, pero en este caso ya no invoca que ese fuera un derecho real, sino que ya se hace como acto plenamente soberano, más trascendente por cuanto se efectúa en un territorio de conquista carolingia.
    - En algún momento indeterminado del siglo X los condes de Barcelona obtienen en feudo del obispo de Barcelona la moneda del territorio. En tiempos de Ramon Borrell las monedas ya indican el nombre del conde en su leyenda.
    3,- Al hablar de Ermengol III se dice “… sometimiento de Cerdeña a vasallaje.”, error material evidente por Cerdaña/Cerdanya.
    4.- En el primer párrafo del apartado dedicado a Ramón Berenguer III se indica que la lengua de Aragón era el castellano, en realidad el castellano no aparece en Aragón hasta la baja edad media y sus lenguas eran el aragonés en su mayor parte y el catalán en Ribagorza.

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    1. El aragonés se hablaba en las regiones pirenaicas y prepirenaicas y en el resto del reino de Aragón se hablaba castellano, ambas lenguas en la baja edad media.
      El catalán se hablaba en la frontera geográfica entre las actuales comunidades de Cataluña y Aragón, al igual que ahora, hay pueblos aragoneses donde se habla catalán, pero es algo circunstancial, geográfico, nunca político, al igual que ocurre en pueblos de Asturias, de León y de Zamora que hacen frontera con Galicia donde se habla gallego.

      https://es.wikipedia.org/wiki/Aragon%C3%A9s_medieval
      https://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_de_Arag%C3%B3n

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    2. El castellano no se empezo a hablar de forma oficial en Aragon y tambien en el condado de Barcelona hasta el reinado de Fernando I de trastamara,y fue por logica ya que el comercio con castilla era sumamente importante y mas amplio que el del reino de Aragon,por extension y poblacion
      Antes de este periodo en Aragon se hablaba aragones y no solo en los valles del,pirineo si no en toda su extension

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  3. Sin pretender inmiscuirme en los actuales momentos que se viven en Cataluña, sólo me queda comentar que Cataluña siempre ha estado dividida, que han luchado unos condes contra otros, contra los musulmanes, contra los francos. Esto ha ocurrido con mucha más intensidad que en el resto de reinos españoles. Por tanto, ¿por qué nos extraña tanto a los castellanos lo que está pasando ahora? Simplemente es una réplica más de lo que ha venido sucediendo en toda la historia de Cataluña desde el origen de sus condados hasta la actualidad.

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    1. Lo que está sucediendo ahora en Cataluña, desde el punto de vista del historiador, no está relacionado con un supuesto carácter belicoso y endémico del pueblo catalán a lo largo de la historia, puesto que los acontecimientos narrados en esta entrada tienen bastante similitud con los sucedidos a través de toda la Europa occidental a lo largo de la Edad Media; las guerras civiles se han dado tanto en Castilla, como en Italia, Francia, Inglaterra o Alemania, por poner un caso. Más bien habría que buscar la explicación de los acontecimientos actuales en el fenómeno del Romanticismo del siglo XIX, origen de la ideología nacionalista en muchos lugares de Europa, de los cuales los últimos coletazos serían las guerras entre Serbia y los antiguos componentes de la extinta Yugoslavia, que tanto sufrimiento han llevado a los países balcánicos a finales del siglos XX. De ahí procede el carácter irracional o emocional de todo movimiento nacionalista que exalta un supuesto pasado glorioso de una nación, sin tener en cuenta que hoy día la tendencia de los estados modernos se dirige hacia las uniones más que a las separaciones, y que el bienestar de los ciudadanos pasa por trabajar en una misma dirección, más que en una atomización que tiene como consecuencia inmediata una disminución del potencial económico de una zona. En mi modesta opinión una independización de Cataluña hoy día, tendría como resultado un retroceso del actual estado de bienestar de la región (en sentido geográfico) catalana, aunque no en exceso (quizá un 30 o un 40 %. En unos veinte años los catalanes ya se habrían acostumbrado a su nueva situación económica. Otro problema, quizá más acuciante es el problema de la corrupción política, que se da en todas partes, no solo en Cataluña, pero que aquí esta funcionando como motor secesionista, pues al igual que las élites económicas de la América colonial hispana persiguieron la independencia en el siglo XIX de España (utilizando también la ideología romántica) con el objetivo de poner a su alcance el único sector que aún no diominaban, esto es, el poder político para hacer y deshacer en su propio provecho, aquí los sectores políticos catalanes necesitan perentoriamente deshacerse del control de un estado español en unos momentos en que judicialmente están contra la cuerdas, al estar saliendo a la luz las actuaciones corruptas de las élites políticas catalanas. Por eso, estas élites han fomentado desde hace más de 40 años los sentimientos nacionalistas del pueblo catalán, de modo que lo racional ha sido sustituido por lo emocional, y el resultado de esta última reminiscencia del romanticismo decimonónico solo el tiempo lo dirá. Solo espero que el estado de bienestar que el pueblo catalán va a perder no tarde en recuperarlo 30 o 40 años, que es lo más probable, En este sentido, cuando los vientos del nacionalismo se calmen quizá se pueda ver con más nitidez lo que se ha perdido y lo que se ha conseguido, y si ha merecido la pena. Deberemos darnos por contentos con que no se acabe como los Balcanes, que no sería extraño. Pero esto no entra dentro del análisis de este blog, sino más bien, como diría el genial Isaac Asimov, dentro del terreno de la "Psicohistoria".

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    2. Así es, los condados se enfrentaban entre ellos y también algunos de ellos contra los francos para intentar quietarse el dominio de los franceses de encima, como ocurrió con el Conde Borrell II, sin éxito obviamente.
      El texto tiene algunas irregularidades y deja sin mencionar algunos aspectos básicos sobre el tema. Es cierto que a raíz de la unión matrimonial entre la princesa Petronila de Aragón y el Conde Berenguer IV el reino aragonés tenía derecho al usufructo de los territorios de los condados, es más el conde Berenguer IV se casó con la princesa Petronila para intentar quitarse el dominio de los franceses. Pero oficialmente los condados pasaron a formar parte del reino aragonés a partir del año 1258, año en el cual se firma el tratado de Corbeil entre el rey Jaime I de Aragón y el rey Luis IX de Francia, mediante el cual los territorios que el reino aragonés poseía en el sur de Francia pasaron a formar parte del reino franco y los territorios que el reino franco tenía en la península(Los condados "catalanes")pasaron a formar parte del reino aragonés, esto es básico para entender que dichos condados oficialmente nunca fueron soberanos.

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    3. Todo lo que sea fomentar el secesionisno en las naciones sólo son intentos de destruir dicha nación, si lo que está ocurriendo en Cataluña va en serio es porque hay intereses a nivel internacional para destruir España, es una obsesión que el anglosionismo persigue desde antes de la guerra de sucesión, los políticos no son más que sus lacayos. Espero y además lo pienso, que todo esto es una maniobra de la corrupta castuza política para seguir distrayendo a la población de la crisis, el empobrecimiento de los trabjadores en general y la corrupción política. Desde un sentido histórico sería una aberración, Cataluña forma parte de España desde sus inicios, como territorio que perteneció a la corona de Aragón cuando se unificaron las coronas, además nunca existió esa nación, no tiene lógica alguna, sólo destruir naciones soberanas como España.
      La inmensa mayoría de la población está en contra, esperemos que la sociedad catalana demuestre una vez más su madurez para superar problemas como este que antes no existían.

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  4. El texto dice:"La corona catalano-aragonesa", esto es erróneo, sólo existió la corona de Aragón y por otro lado no nombra el Tratado de Corbeil, firmado en el año 1258 entre el rey Jaime I de Aragón y el rey Luís IX de Francia, son dos aspectos importantes a tener en cuenta.

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  5. En conclusión, nunca ha existido el Reino de Cataluña

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    1. Evidentemente, nunca ha existido ninguna monarquía catalana. Lo lamentable es que tengamos que seguir desmintiendo esa historia inventada. Lo que hoy es Cataluña, empezó siendo una serie de condados, que aprovecharon la decadencia del imperio carolingio, para irse desligando de este reino, pero al mismo tiempo, se iban integrando en la política peninsular, en consonancia con los otros estados cristianos vecinos, hasta que por la habitual dinámica unionista de la época, se fusionó con el reino de Aragón, formando un nuevo estado, que fue la Corona de Aragón, donde el conde de Barcelona, que por aquel entonces ya había ido absorbiendo al resto de condados catalanes, aportaba su dinastía, mientras que Aragón ponía el título real, mucho más apetecible que el de conde. Si nos fijamos bien, apenas el conde de Barcelona había anexionado los principales condados que rodeaban Barcelona, cuando se fusionó con Aragón. Por tanto, en el momento de nacer la Corona de Aragón, aún no existía ningún estado catalán independiente. La unión con Aragón le sirvió al conde de Barcelona para adquirir un estatus real que antes no tenía y unas miras políticas de expansión contra los musulmanes, más en consonancia con la política contemporánea de los otros reinos penínsulares. Por lógica geográfica e histórica, los territorios de la antigua Marca hispánica acabaron uniéndose primero con Aragón y luego con la Corona de Castilla. Es la misma idea que ahora tienen las entidades bancarias para desarrollarse: fusionarse o morir.

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    2. "La unión con Aragón le sirvió al conde de Barcelona para adquirir un estatus real que antes no tenía". Ni tenía, ni nunca tuvo. Ramiro II (rey de Aragón), en la renuncia de Zaragoza, en 1137 se comprometió a desposar a su única hija, Petronila, cuando esta tenía un año de edad, con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, que tenía 23 años (los esponsales se firmaron en Barbastro el 11 de agosto de 1137, pero no se celebraron hasta 1150). Tras el compromiso, Ramiro II delegó en el conde el poder de facto, abandonó el ejercicio de su cargo y se retiró a la vida eclesiástica que había llevado antes de su entronización. Ramiro II depositó en su yerno el reino pero no la dignidad real, firmando en adelante como Ramón Berenguer IV Conde de Barcelona y Príncipe de Aragón (la reina era su mujer, Petronila I de Aragón). Su hijo, Alfonso II, sí fue ya rey de Aragón.

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    3. Pero eso no quiere decir que hubiera un reino catalano-aragonés o algo parecido, solo hubo coronas distintas unidas a un rey y reina.

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  6. Pinchad en el enlace que está debajo del mapa de Cataluña y se abre un .pdf con toda la dinastía completa. La nomenclatura de los reyes y condes se ajusta al catalán y he intentado reflejar todos los títulos y territorios dominados por los soberanos, y su cronología. No creo que puedas encontar un cuadro más completo. Especialmente complicada es la sucesion al condado de Urgell tras la extinción de la dinastía Bellónida allí.

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  7. Ese link no funciona ¿Podéis actualizarlo? Me interesa mucho consultarlo. Gracias.

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  8. El interés era mutuo. Ramón Berenguer IV unia su dinastía a la real de Aragón. A cambio Aragón obtenía una salida al mar sin la cual la posterior expansión sobre el Mediterraneo no hubiera sido posible (sin considerar Valencia que entraría en escena más tarde). Ambas entidades fueron beneficiadas con la corona de Aragón, creo que eso es lo que interesa de este tema.

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  9. Muchas gracias ,ha sido muy interesante e instructiva la lectura y confirmación de los hechos

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  10. tengo una duda,igual que el concepto de corona Catalano-aragoneses es actual,el concepto de condados catalanes desde cuando existe,si la palabra Cataluña no apareció hasta el siglo XII, no es posible que algo se denomine catalan

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  11. Evidentemente, el término "condados catalanes" pertenece a la historiografía moderna. Originalmente esos condados pertenecian a la Marca Hispánica y estuvieron bajo la autoridad de los reyes franceses. Probablemente tuvieran la denominacion de "condados hispanos o godos", en la cancilleria franca.

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