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miércoles, 7 de agosto de 2013

Las Dinastías Mongolas Islamizadas (II): La Dinastía Timurí (1370-1506)


I. El Imperio Tīmūrí (1370-1501)
1. Los inicios de Tīmūr Lang (‘Tamerlán’)
a) Orígenes de Tīmūr
En 1360 y 1361, el Khān de Moġulistān, Tuġluq Tīmūr, hizo campaña en Transoxiana. Uno de sus seguidores era el futuro ‘conquistador del mundo’, el ‘segundo Alejandro’, como los autores de elogiosas historias denominaron a su héroe, Tīmūr de la tribu Barlas. Esta tribu mongol se había asentado a principios del siglo XIV en el valle del Qashqa-Daryā, entremezclándose con la población turca, adoptando su religión (Islam) y abandonando paulatinamente sus propias maneras nómadas, como una serie de otras tribus mongolas en Transoxiana.
Las historias oficiales de Tīmūr –escritas a sus órdenes por Nizām al-Dīn Shā, por Ġiyāth al-Dīn ‘Alī, el autor de la Diario de la Campaña de Tīmūr en la India, y por el historiador Sharaf al-Dīn ‘Alī Yazdi, que vivió en la corte del hijo y sucesor de Tīmūr, Shāh Rukh – no dicen nada sobre sus primeros años, aunque se sabe que nació en 1336. De acuerdo con Ruy González de Clavijo, embajador del rey de Castilla, que visitó Samarcanda, la capital de Tīmūr, en 1404, Taraġai, el padre del ‘Emperador de Samarcanda (‘el Emperador de Samarcante’) fue un notable personaje (home fidalgo), pero no rico, y no tenía más de dos o tres jinetes a su servicios. Tīmūr tenía aproximadamente el mismo número (‘4 ó 5’) de jinetes contratados. Con su ayuda tomó a sus vecinos, ‘un día una oveja, al día siguiente una vaca, y cuando podía lo festejaba con sus seguidores’. Gradualmente, gracias a la bravura y la ‘magnanimidad’ de Tīmūr, una fuerza de unos 300 hombres creció alrededor de él, y con ellos ‘comenzó a peinar la campiña, saqueando y robando todo lo que pudo, para él y para sus seguidores’; también recorrió los caminos robando a los mercaderes. La historia de Ibn ‘ArabShāh’, que es extremadamente hostil a Tīmūr, escribe que su padre era un pastor.
El asesinato en 1358 del amīr Qazġan, que en 1346 había fundado una línea de príncipes Qarā’ūnās (término aplicado a los mongoles de raza mixta que vivían en el área fronteriza indoirania) en Transoxiana provocó que Tuġluq Tīmūr lanzara una compaña contra la región, con el resultado de que el gobernador de Qashqa-Daryā, Hājjī Barlās, tío de Tamerlán, tuvo que huir. Tīmūr, convencido de que era inútil oponer resistencia, no huyó, sino que reconoció la autoridad del Khān. Después del ataque a Transoxiana, Tuġluq Tīmūr colmó ‘de toda clase de atenciones y amabilidades’ a Tīmūr. El tümen de Qashqa-Daryā del fugitivo Hājjī Barlās le fue concedido en 1361. No obstante, habiendo confiado el Khān a otro amīr, Begjik, el primer puesto en la administración, Tīmūr pronto rompió relaciones con el Khān de Moġulistān y su hijo Ilyas Khwāĵah, que había sido dejado como gobernante en Transoxiana.
Al convertirse en gobernante y amīr de un rico tümen, Tīmūr entabló contacto en 1361 con uno de los pretendientes al poder en Transoxiana, el jefe de Balkh, Amīr Husayn, nieto del amīr Qazġan, sellando la relación casándose con su hermana Ulday Turkan-aga. A la cabeza de sus tropas, los amīres llevaron a cabo incursiones de saqueo sobre los territorios de sus vecinos. Durante uno de ellos fueron tomados prisioneros por los turcomanos Javuni-Qurbani y escaparon por una afortunada casualidad. En una batalla posterior en Sīstān –donde los príncipes locales habían invitado a los amīres a que les ayudaran a luchar contra sus enemigos- Tīmūr recibió heridas de flecha en el hombro y la pierna. Cojo de por vida, se le dio el sobrenombre de Tīmūr-i Lang (literalmente el ‘Tullido de Hierro’, pues, en mongol, Temür [en persa, Tīmūr] significa hierro), traducido por los escritores europeos como Tamerlán.
El incremento de poder de los amīres Husayn y Tīmūr amenazaba a Ilyas Khwāĵah. Expulsado de Transoxiana tras la muerte de Tuġluq Tīmūr (1363), fue proclamado su sucesor en Moġulistān, mientras que en Transoxiana se elegía como Khān a Qābul Shāh (1363-1369) y en 1365 reapareció en Transoxiana con un enorme ejército. A orillas del río Chirchik cerca de Tašqand, tuvo lugar una batalla que ha pasado a la historia como ‘la batalla del barro’. Fuertes lluvias habían convertido el terreno en un lodazal, en el que los caballos de las fuerzas aliadas se atascaron rápidamente. Pero los mongoles extendieron grandes piezas de fieltro bajo los cascos de sus caballos, y su caballería, maniobrando libremente, triunfó. Los amīres volvieron a Samarcanda y luego se retiraron a través del Oxus (Amu Daryā).
b) El movimiento Sarbadār en Samarcanda
Mientras, una hueste de jete (bandidos), como era llamados los nómadas mongoles en Transoxiana, aparecieron en la vecindad de Samarcanda. En aquellos días, la ciudad no estaba fortificada y su captura, parece, inevitable. Un activo papel en la defensa de la ciudad fue jugado por los ciudadanos mismos, entre los que se habían difundido las ideas de los Sarbadārs. El movimiento Sarbadār, con su variada composición –acogía a artistas, pobres urbanos, campesinos, y pequeños propietarios, y contenía elementos mesiánicos Shi’íes- se había originado en Khurāsān. Habiendo expulsado el poder mongol de una serie de ciudades y distritos, los Sarbadārs en 1337 establecieron su propio estado con su centro en Sabzavār que sobrevivió hasta 1381. Un estado Sarbadār también surgió en Māzandarān (1350-1392). Las ideas de los Sarbadārs evidentemente eran propagadas de manera secreta en Transoxiana también; se sabe que el ideólogo del movimiento Sarbadār, Shaykh Khālifa, ganó muchos seguidores en Sabzavār y predicó durante algún tiempo no solo en Khurāsān sino también en Asia Central. De acuerdo con el historiador del siglo XV, Hafiz-i Abru, autor del anónimo, que no existe ya, Historia de los Sarbadārs¸ Sarbadār (en persa, literalmente ‘cabeza en el lazo’ o ‘cebo de horca’ por sus oponentes, que consideraban que los ‘rebeldes’ merecían la horca.
Los historiadores también dieron el nombre de Sarbadārs a los ciudadanos de Samarcanda que habían tomado el control de la ciudad en sus propias manos. Sus líderes eran el estudiante de madraza Mawlānā-zāda; el jefe del distrito de los agramadores del algodón Abū Bakr; y Mawlānā Khurdak-i Bukhārī, apodado ‘el arquero’ y conocido como hombre bravo de respetado linaje. Noche y día, los ciudadanos de Samarcanda trabajaron para fortificar los callejones de la ciudad, erigiendo barricadas y dejando solo la arteria principal abierta al paso libre. Entrando por esta ruta, los jinetes mongoles se encontraron en una trampa: los habitantes les atacaron de todas partes cubriéndoles con flechas, piedras y bastones. Los mongoles, no acostumbrados a la lucha callejera se retiraron. En los días siguientes renovaron su ataque. Incapaces de cantar victoria, se atrincheraron alrededor de la ciudad durante un largo asedio, pero una epidemia estalló y muchos de sus caballos murieron. Por tanto, los mongoles fueron obligados a dejar los alrededores de Samarcanda, donde el conflicto entre los diversos grupos sociales parece haberse intensificado. No es imposible que la facción Sarbadār (que representaba a los elementos democráticos de la población) intentara poner en práctica sus doctrinas, que eran similares a las populares entre los Sarbadārs de Khurāsān, es decir, iguales derechos a la propiedad y derogación de impuestos, que eran contrarios a la Shari’a. De ahí, sin duda, la indignación de los historiadores por las acciones de los Sarbadārs de Samarcanda. En palabras de Khwāndamīr, los Sarbadārs ‘siguieron el sendero de la perversión y la sedición y pusieron aariciosas manos sobre la propiedad de los ciudadanos’. ‘Oh, Dios’, implora Sharaf al-Dīn ‘Alī Yazdi, ‘no dejes que un mendigo se convierta en un hombre respetado’.
Las noticias de la retirada de las tropas de Moġulistān de Transoxiana alcanzaron a Tīmūr, que se apresuró a informar a Amīr Husayn. Pero los aliados no marcharon inmediatamente sobre Samarcanda, que permaneció en manos de los Sarbadārs, cuya ‘extrema audacia’, en palabras de Khwandamīr, les alarmó. Encontrándose en la villa de Baġlan, los amīres elaboraron un plan de acción. A través de sus agentes establecieron contactos con los ‘pájaros de horca’, les dieron la bienvenida con regalos y nobles vestidos y dictaron un documento en nombre de Amīr Husayn reconociendo a los líders Sarbadārs como jefes legítimos. Solo en la primavea de 1366, varios meses después de la partida de los mongoles de Transoxiana, Tīmūr y Husayn marcharon sobre Samarcanda. No anticipando una victoria fácil, recurrieron a la traición e invitaron a los jefes Sarbadārs a encontrarse con ellos en la villa de Kani Gil. A su llegada, llevando regalos, los Sarbadārs fueron capturados y condenados a muerte. Si hemos de creer al historiador ‘Abd al-Razzaq Samarqandi, Tīmūr intercedió por Mawlānā-zāda y le salvó de las horcas, pero los otros fueron ejecutados.
c) Balkh y Samarcanda bajo Tīmūr
Amīr Husayn se estableció en Samarcanda, asumiendo el gobierno de Balkh también. Tīmūr tomó el control de Kish (Shāhr-i Sabz) y Karshi. Su alianza rápidamente se agrió y se tornó en enemistad. Cada uno vio al otro como el culpable de dar el primer golpe. Tīmūr asedió Balkh: las fortificaciones fueron quebrantadas y el 10 de abril de 1370, la ciudad fue tomada. Husayn intentó ocultarse en uno de los minaretes más allá del muro de la fortaleza, pero capturado y muerto por uno de los aliados de Tīmūr. Parece que un factor que contribuyó al éxito de Tīmūr fue la impopularidad de Husayn con los habitantes de sus dominios. En palabras de Clavijo, ‘este rey de Samarcanda no era amado por sus súbditos, especialmente por el pueblo ordinario, los habitantes de la ciudad y algunos notables. La fortaleza fue demolida y la ciudad saqueada por el ejército, que también recibió una parte del rico tesoro tomado a Husayn. Tras la captura de Balkh, Tīmūr convocó, en la ciudad misma, un qüriltai (encuentro de los jefes militares y nobles de las tribus). Al título de amīr fue añadido el honorífico Güregen o Kūrgān, yerno, esto es, de un miembro de la dinastía de Genghis Khān), ya que Tīmūr se casó con una de las viudas de Husayn, Mulk-khatūm (Bibi-Khānūm), que era la hija de Qazan Khān, un descendiente de Genġis Khān.
En deferencia a la tradición mongol, Tīmūr, en palabras de Nizam al-Dīn Shami, entregó el control del estado a la casa de Čagatay y restauró sus ‘derechos’. Sustituyó a Qabul Shāh por Soyurġatmish, descendiente de Čagatay, como Khān. Después de la muerte de Soyurġatmïsh en 1388, su hijo, Sultān Mahmūd, fue nombrado Khān titular por Tīmūr. Cuando este Khān murió también en 1402, Tīmūr no nombró ningún sucesor y continuó acuñando monedas que llevaban el nombre de Sultān Mahmūd; su nombre fue también conmemorado en la khutba (oración de adoración del viernes), y el distintivo del Khān apareció sobre los yarliġs para las levas de los ejércitos y los anuncios de campañas.
En 1370 Tīmūr hizo Samarcanda su capital, ‘la residencia de los Sultānes, hogar de los Khānes, morada de los santos, patria de los derviches o Sufís y capital de los eruditos’.Él ‘trajo bajo su dominio toda Transoxiana’ y ‘puso en orden los asuntos’ de la región de manera que ‘no hubo lugar para la rebelión allí’. ‘El pueblo se convirtió en próspero, y, al parecer, la nobleza y la turba fueron pacificados bajo la generosa y bondadosa protección del Khān’. En esas palabras, el historiador panegirista cuenta como Tīmūr se convirtió en el único soberano de Transoxiana.
El principal sostén de la administración de Tīmūr era la nobleza mongol nómada y seminómada de Transoxiana (particularmente los Barlas). Esas tribus eran llamadas Čagatays, ya que habitaban el ulus de Čagatay, aunque no pertenecieran a su casa, como Clavijo destaca correctamente. Como se dijo más arriba, el nombre desdeñoso de los mongoles para ellos era Qarā’ūnās (mestizos). Según Clavijo:
Esos Čagatays son especialmente favorecidos por el rey [Tīmūr]; pueden ir donde quieran con sus rebaños, los llevan a pastar, siembran cultivos y se establecen donde quieren, invierno o verano; son libres y no pagan tributo al rey, pues le sirven en la guerra cuando él acude a ellos. Y que no se pienses que dejan sus esposas, hijos y ganados donde sea; ellos los toman con ellos todo lo que tienen, tanto si van a la guerra o se mueven de un sitio a otro.
Consciente de la necesidad de ampliar su base social, Tīmūr buscó el apoyo de la nobleza local terrateniente, los notables urbanos y el clero musulmán. Esta tendencia fue reflejada en su predilección por el Islam y la shari’a incluso en detrimento del Yasa de Genġis Khān. No es por casualidad que los historiadores reflejan a Tīmūr como un entusiástico defensor del Islam (aunque con bastante posibilidad no lo era), un Ġazi (luchador por la fe). Es bien conocido que Tīmūr era generoso para con los representantes del clero musulmán, incluso en los países conquistados. Cuando saqueaba una ciudad, prohibía el pillaje de las propiedades de las instituciones religiosas musulmanas y castigaba con severidad a cualquier culpable de ello. Como su consejero espiritual eligió al descendiente del Profeta Muhammad, Sayyid Baraka, quien, según la leyenda, predijo sus victorias.
No obstante, el reino de Tīmūr, donde el Islam mantuvo un dominio sin disputa, ni el paganismo ni la costumbre mongol fueron completamente sustituidos. Para los musulmanes ortodoxos, los soldados Čagatay de Tīmūr, llevando sus coletas, parecían kāfirs (no creyentes, por lo tanto ‘salvajes’). En la corte de Tīmūr, contrario a la ley islámica, se celebraban con abundante entretenimiento, vino y alegría; las princesas y reinas estaban presentes en los banquetes, y a veces daban banquetes ellas mismas. En las murallas de la corte de Tīmūr en Samarcanda, Köksaray, Clavijo vio cornisas con representaciones (contrario a los preceptos de la shari’a) de figuras procedentes de las victorias de Tīmūr, sus hijos, nietos y amīres. En las bodas de las princesas solo se observaban unos pocos elementos de la ceremonia mongol (por ejemplo, se servían copas de koumiss, o leche de yegua fermentada). La correspondencia oficial fue continuada en persa, pero entre los empleados a los que Tīmūr conservaba para si había ‘algunos empleados, que leen y pueden escribir en caracteres mongoles para todos sus propósitos’.
2. Las Conquistas de Tīmūr
a) Las Campañas contra Khwārizm y Moġulistān (1370-1380)
Creyendo que dos gobernantes para el mundo habitado eran demasiados, Tīmūr dedicó su propio tiempo como gobernante a constantes y despiadadas guerras de conquista. Los jefes militares turco-mongoles que eran el pilar de Tīmūr eran los principales beneficiarios de las apropiaciones de cada vez más tierras y riquezas, mientras que los magnates locales de Transoxiana también fueron atraídos para apoyarle por la perspectiva de las ventajas que se podían obtener.
Tan pronto como Tīmūr consolidó su dominio sobre Samarcanda avanzó sobre contra la Horda Blanca, que ocupaba el territorio de la región de Yangi-Talas hasta las fronteras de Kashgar. La Horda Blanca formaba parte del ulus de Jöči (hijo mayor de Genġis Khān), la otra parte de la cual consistía en la Horda de Oro. Esta división surgió del mismo modo en que las fuerzas mongolas se habían organizado originalmente: la Horda de Oro formó el flanco derecho, la Horda Blanca el izquierdo. Con el paso del tiempo, la Horda Blanca se separó y vino bajo el gobierno de sus propios Khānes, que estaban constantemente saqueando Turkistán y Transoxiana. Urus Khān (1364-1383) llegó a ser tan poderoso que intentó unir ambas partes del ulus de Jöči bajo su propia autoridad. Esto fue de gran preocupación para Tīmūr, que combatía una y otra vez contra la Horda Blanca. ‘El [Tīmūr] batallaba frecuentemente con ellos [los mongoles] de la Horda Blanca, hasta que finalmente eligieron el camino correcto y aceptaron el papel de servilismo rastrero y expresiones de sumisión’.
Apenas afirmado sobre el trono de Transoxiana, Tīmūr llevó la guerra al antiguo kanato de Čagatay oriental, centrado en las regiones de los ríos Ili y el Yulduz. La familia mongola de los Duġlat mantenía una situación preponderante, al ser dueña de casi toda Kashgaria, con Aqsu como centro, y que poseía además, dominios considerables en la zona del Ili, en la que tenían su residencia los Khānes. El amīr Duġlat Buladji en 1347 había tomado la iniciativa de restaurar al Khān čagatay Tuġluq Tīmūr, pero a su muerte, el cargo de ulus begi, que equivalía un poco al de mayordomo de palacio le fue dado a su joven hijo Khudaidad. El hermano de Buladji, el amīr Qamar al-Dīn, que ambicionaba el cargo, protestó en vano al Khān. Tras la muerte de Tuġluq Tīmūr se vengó matando al hijo de ese príncipe, Ilyas Khwāĵah (1368), que venía de Transoxiana expulsado por las victorias de Tīmūr. Qamar al-Dīn usurpó el título de Khān y reinó sobre el Moġulistān (región del río Talas, el lago Issyk-Kul, los ríos Ili, Yulduz y Manas, así como la Kahshgaria), hasta c.1392. Un hermano de Ilyas Khwāĵah, Khidr-Khwāĵah, ayudado por Khudaidad, escapó a las montañas del Pamīr donde esperó tiempos mejores. Contra Qamar al-Dīn, Tīmūr emprendió una serie de expediciones menos célebres que las campañas de Persia, pero más notables, pues fueron realizadas en un país mucho más difícil, contra un enemigo al que no podía atrapar y que tenían por objetivo poner a Transoxiana al abrigo de las invasiones periodicas de los nómadas.
En 1372 Tīmūr lanzó una campaña contra Khwārizm. La dinastía Sufī de la tribu Qungrat, que había reunido fuerzas con la Horda Blanca, había hecho de Khwārizm su base en la década de 1350 y principios de la de 1360. El pretexto para la campaña fue la conquista por Husayn Sufī, fundador de la Dīnastía, de Khiva y Kath en Khwārizm meridional, que formaba parte del ulus de Čagatay. Tīmūr, que declaró su pretensión a todo el ulus Čagatay, demandó el retorno de los territorios capturados. Cuando esto se rechazó, avanzó en Khwārizm. Kath fue capturada y Husayn Sufi se encerró en la fortaleza de Urgench, donde pronto murió. Su sucesor, su hermano Yūsuf Sufī entró en negociaciones de paz con Tīmūr pero después de que este último abandonara Khwārizm volvió a tomar Kath. Tīmūr montó una segunda campaña contra Khwārizm (1373-4), pero no tuvo lugar ninguna lucha real porque Yūsuf Sufī ofreció sus disculpas. Khwārizm meridional pasó a manos de Tīmūr.
En 1375 se produce la tercera de las campañas contra Qamar al-Dīn de Moġulistān: saliendo de Sairam, atravesando la región de Talas y Tomaq, llegó a las fuentes del río Chu. Qamar al-Dīn retrocedía siempre hasta un lugar en las montañas situadas al noroeste del Issyk-Kul. Jahāngīr, el primogénito del conquistador, sorprendió allí al enemigo, que se dispersó en dirección al Ili. En el transcurso de la campaña, Tīmūr hizo prisionera a la hija de Qamar al-Dīn, Dilchad Aġa, a la que incluyó en su harem. Pero en cuanto el ejército Tīmūrí regresó a Transoxiana, Qamar al-Dīn atacó a Farġānah y saqueó Andijān. Tīmūr, le persiguió más allá de Uzkand y los montes Yassi, cayendo en una emboscada de la que se salvó por su valentía personal, desde donde regresó a Samarcanda, donde acababa de morir su hijo Jahāngīr (1375-6). En el curso de los años siguientes (1376-1377) Tīmūr dirigió una quinta expedición contra Qamar al-Dīn. Le presentó batalla en las gargantas situadas al oeste del Issyk-Kul y le persiguió hasta la punta occidental del lago Issyk-Kul, sin resultados definitivos.
En 1379 habiendo sido provocado nuevamente Yūsuf Sufi, Tīmūr se presentó a las puertas de Urgench, cuyo asedio duró tres meses, durante los cuales murió Yūsuf. Finalmente, la ciudad fue tomada al asalto, produciéndose las habituales masacres.
b) La conquista del Irán oriental (1381-1383)
En 1381 Tīmūr soltó sus fuerzas sobre el principado de los Kart en Afganistán septentrional. El fundador de esta dinastía local fue Rukn al-Dīn († 1245), que había sido nombrado gobernante de Ġur por Genġis Khān. En 1248 se había convertido en la capital del muy reforzado principado de los Karts. Cuando los Ilkhāníes se establecieron en Irán, los soberanos Kart, que previamente habían estado subordinados a los Grandes Khānes en Karakorum, se convirtieron en vasallos de los IlKhāníes. El colapso del estado IlKhāní poco después de la muerte de Abū Sa’īd (1318-1335) capacitó a Kart a ganar su independencia. Después de los estragos causados por los mongoles, los sistemas de irrigación fueron paulatinamente restaurados y las ciudades y las villas se levantaron de nuevo de las ruinas. Herat en ese tiempo era un centro artesano y comercial principal.
Con los Kart, Tīmūr estableció relaciones en fecha muy temprana. El Malik Mu’izz al-Dīn Husayn (1331/2-1370) había llevado a cabo varias campañas fructíferas contra el ulus de Čagatay, tomando a Tīmūr a su servicio. Él mismo se proclamó sultán (1349), lo que era equivalente a derogar la supremacía mongol y era una medida típica de las tendencias cada vez más fuertes en Herat en este tiempo hacia un resurgimiento del Islam. Aunque se casó con la hija de Toġa Tīmūr, el Malik no era él mismo de descendencia mongol y así, de acuerdo a la ley de Genġis Khān, el Yasa, no estaba cualificado como gobernante soberano. La alianza con Tīmūr llegó a su fin como resultado de una incursión predatoria por los Karts, que afectaba a su área de influencia. Tras la muerte de su padre, la soberanía sobre el imperio Kart pasó a Ġiyāth al-Dīn Pīr ‘Alī, excepto en Sharakhs y parte de Quhistán que eran la herencia de su hermanastro Malik Muhammad. En la lucha por ganar el poder absoluto que inevitablemente siguió, cada uno de los dos hermanos intentó asegurar su posición intentando conseguir el apoyo de Tīmūr. El príncipe de Herat le envió una embajada, y su hermano incluso llegó en persona, buscando refugio tras ser expulsado de Sarakhs. Esto no impidió a Tīmūr proponer a Ġiyāth al-Dīn Pīr ‘Alī que renovaran los “viejos lazos de amistad” y en efecto los reforzó mediante un matrimonio entre una de sus sobrinas y el hijo mayor de Ġiyāth al-Dīn, que llegó a Samarcanda para este propósito. Hasta dos años más tarde no se le permitió volver a Herat, y entonces solo como resultado de la presión de su padre. Apenas habían llegado a su fin las celebraciones de boda en Herat cuando Ġiyāth al-Dīn fue convocado por Tīmūr a un quritai. Esta convocatoria bien puede sugerir que Tīmūr empezando a dudar de la lealtad del príncipe de Herat, probablemente a causa de los evidentes trabajos de defensa que el último había asumido. Cuando Ġiyāth al-Dīn hizo toda suerte de excusas para intentar posponer la fecha de su partida, Tīmūr se armó para la batalla y llegó con sus tropas fuera de la ciudad en abril de 1381.
No hay falta de evidencias para sugerir que Tīmūr estaba bien informado sobre el desesperado apuro político de Persia, la descomposición del poder y la generalizada lucha interna dentro del país. Además, algunas figuras importantes en Irán realmente querían que Tīmūr interviniera. Pruebas de esto puede verse de una carta enviada por Mu’īn al-Dīn Jami, el anciano visir de Mu’izz al-Dīn Husayn, en la que Tīmūr era invitado abiertamente dirigirse a Khurāsān. Cuando Tīmūr estaba cerca de la ciudad, los shaykhs de Jam, que estaban relacionados con el visir y tenían una gran influencia política en el país, llamaron a filas a todos los dignatarios que salieron y dieron la bienvenida al conquistador: lo hicieron casi sin excepción. Es posible que fuera animado igualmente por los Khurāsāníes emigrados y refugiados que estaban en su campamento, como el príncipe Kart de Sharakhs y el hijo de Toġa Tīmūr, Luqmān. Sin duda, tenían esperanzas de ser restaurados al poder por Tīmūr, esperanzas, que casualmente, a menudo se cumplieron.
A pesar de las fuertes fortificaciones de la ciudad, Tīmūr no tuvo dificultad en tomar Herat. Ġiyāth al-Dīn Pīr ‘Alī, quien de ningún modo era tan capaz o hábil como su padre, había fracasado en levantar en la población la fuerza de desear defender la ciudad. Tīmūr demostró el mando efectivo de las tácticas de guerra psicológica al prometer evitarlas vidas y posesiones de los que no tomaran parte en la batalla. Incluso fue más allá cuando hizo el gesto magnánimo de liberar unos dos mil prisioneros de guerra. Después de que la ciudad hubiera sido ocupada, las fortificaciones se desmantelaron, aunque no la ciudadela de Ikhtiyar al-Dīn. Un extenso grupo de ciudadanos respetables, incluyendo teólogos y otros estudiosos, fueron deportados a Shāhr-i Sabz, en la patria más inmediata de Tīmūr y se exigió un fuerte tributo de la población. Ġiyāth al-Dīn no tuvo elección sino someterse a la autoridad del anterior vasallo de su padre y pudo tenerse por afortunado al ser instalado como vasallo de Tīmūr. En 1383, no obstante, su carrera terminó cuando resultó sospechoso de complicidad en una conspiración incubada por miembros de la casa de Herat. En 1396 asesinaría a los otros supervivientes Kart en un banquete al que les había invitado. Así finalizó, después de 130 años, el dominio de una dinastía local de no poca importancia en la historia de la civilización irania.
Tal era la opresión impuesta por los conquistadores que en 1382-3 los ciudadanos de Herat se alzaron en rebelión. Fueron dirigidos por un nativo de Ġur, apodado Ġuribachcha (hijo de Ġur), y su rebelión fue apoyada por fuertes destacamentos de combatientes de Ġur. Los oficiales nombrados por Tīmūr para administrar Herat fueron expulsados y las tropas de guarnición allí fueron masacradas. Tīmūr encargó la tarea de sofocar la revuelta a su hijo Mīrān Shāh, que derrotó al contingente de Ġur en la batalla de Herat e invadió la ciudad.
El mismo año que conquistó Herat, Tīmūr volvió su atención al oeste, donde ‘Alī Beg Ja’un-i Qurban, que había sucedido a su hermano como gobernante de Kalat y Tus, había ignorado las convocatorias para asistir a la campaña Herat. Después de un largo asedio Tīmūr le hizo prisionero, le envió a Transoxiana y poco después le mató. Un cuantioso contingente de los Ja’un-i Qurban fue deportado a Samarcanda y el área circundante, donde más tarde iban a atraer la noticia de los cronistas. Tīmūr instaló a uno de los suyos, Hajji Beg, como gobernador (Hakim) de Tus, confiándole así un protectorado čagatay que iba a administrar hasta su rebelión en el año 1389.
Tīmūr volvió ahora su atención a subyugar al amīrato Sarbadārí, cuyos líderes espirituales eran Shaykh Khalifa y posteriormente su pupilo Hasan Juri. Escondida bajo la doctrina mística –con insinuaciones shi’íes- que predicaban estaba una llamada a sacarse de encima el yugo de los IlKhānes y los poderosos nobles iranios que los apoyaban. Los seguidores de esta enseñanza se llamaban así mismos los Sarbadārs. Estalló un levantamiento en 1337 en Bashtin (Khurāsān) bajo el liderato de un seguidor de Hasan Juri, un terrateniente local llamado ‘Abd al-Razzaq. La expedición punitiva organizada por el wazir ilkhánida de Khurāsān fue derrotada por los rebeldes, y el wazir fue capturado y ejecutado. El levantamiento se difundió a otras ciudades y pueblos de Khurāsān. Sabzavār, que fue tomada por los Sarbadārs, se convirtió en su cuartel general. En 1338 Wajih al-Dīn Mas’ūd, hermano, asesino y sucesor de ‘Abd al-Razzaq, asumió el título de sultán.
Hacia mediados del siglo XIV, bajo su gobernante Yahyā Qarābi, los Sarbadārs arrebataron Tūs y Mashhad a los mongoles y el 13 de diciembre de 1353, invitados por Tuġay Tīmūr a su campamento en Gurgān, tomaron el control del campo mongol y ejecutaron al Ilkhān. Con el paso del tiempo, hubo divergencias crecientes entre el ala radical del movimiento Sarbadār, representado por artesanos, ciudadanos de la ciudad y campesinado de la campiña circundante, y elementos moderados tales como pequeños terratenientes locales. Cuando la lucha por el poder se intensificó, un tal Khwāĵah ‘Alī Mu’ayyad reclamó la autoridad suprema. Tomando el poder en 1364, infligió una derrota a los Sarbadārs que representaban la masa de la población. La pérdida de su apoyo debilitó su propia posición, no obstante. En la guerra con el gobernante Kart perdió las tierras orientales de los Sarbadārs, incluyendo Nishapur. Desde el oeste fue amenazado por uno de los amīres mongoles, Walī, que había consolidado su posición en Astarābād.
En el conflicto entre ‘Alī Mu’ayyad y Amīr Walī, la fortuna de la guerra fluctuó. Hubo periodos en que los adverSarīos se convirtieron en aliados, como resultado de la revuelta de la rama radical de los Sarbadārs en Sabzavār en 1378, bajo el liderato del derviche Rukn al-Dīn. En alianza con Amīr Walī, ‘Alī Mu’ayyad sofocó la rebelión, pero la enemistad pronto brotó entre ellos de nuevo. Amīr Walī asedió Sabzavār, donde ‘Alī Mu’ayyad dio un paso que se iba a revelar fatal. En 1381 pidió ayuda a Tīmūr, que fue rápido al tomar ventaja de su conveniente pretexto para intervenir en los asuntos del estado Sarbadārí. ‘Alī Mu’ayyad se encontró con Tīmūr en Sabzavār presentándose como su humilde vasallo. Tīmūr pronto alivió la presión sobre el líder de los Sarbadārs mediante acciones contra Gurgān y las posesiones de Amīr Walī en Māzandarān, pero sobre todo por el brutal tratamiento que repartió a las fuerzas de este último y la población de Isfara’in. En Radkan, cuando estaba volviendo de la campaña de Mazandarán, Tīmūr confirmó el nombramiento de Khwāĵah ‘Alī Mu’ayyad como gobernador de Sabzavār.
‘Alī Mu’ayyad permaneció leal a Tīmūr hasta el fin, cumpliendo sus obligaciones militares hacia él hasta 1386, cuando murió como resultado de una herida sufrida en la batalla del Pequeño Luristān. Su lealtad fue respetada por Tīmūr, que no ocupó Zabzawar con una guarnición čagatay. Khwāĵah ‘Alī Mu’ayyad puedo haber renunciado a su independencia pero retuvo el control de la administración local y –aunque esto no siempre le protegió de las intrusiones de los oficiales de finanzas čagatay- disfrutó incluso en principio de exención de impuestos.
La muerte de Khwāĵah ‘Alī no significa que su familia dejara de jugar un papel activo en el imperio de Tīmūr. El territorio de los Sarbadārs fue dividido entre varios de sus parientes, posiblemente a imitación del principio turco o mongol de herencia. El ejército de Sabzavār y una serie de parientes de Khwāĵah ‘Alī se distinguieron en varias campañas, generalmente jugando un papel leal. En 1383, hubo una rebelión en Isfizār, que ha sido confundida con Sabzavār, que fue sofocada con extrema dureza, liderada por Shaykh Da’ud-i Khitatai, un militar que, habiendo dejado el servicio de los Kart para unirse a Tīmūr, había sido hecho gobernador de Isfizār, a 70 millas al sur de Herat.
Cuando reprimió la rebelión de Sabzavār/Isfizar, las fuerzas de Tīmūr marcharon sobre Sīstān. Después de una intensa lucha, capturó la capital Shāhr-i Sīstān, y la saqueó y destruyó. Entonces, devastaron el país, destruyendo especialmente los trabajos de irrigación vitales para su agricultura, factor a menudo citado como causante del continuo atraso de la región incluso hasta este día. Qandahār iba a sufrir un destino similar en el curso de la marcha de retorno del ejército.
Otro avance puede verse como parte de esta primera fase de las operaciones de Tīmūr contra Irán. Comenzado en 1384, inicialmente lo llevó de vuelta a Māzandarān. El príncipe Ilkhāní Luqmān, hijo de Toġan Tīmūr quien había buscado refugio en Samarcanda en su día, fue nombrado gobernador de Astarābād. Esto no fue, no obstante el único propósito de la ofensiva. Tīmūr avanzó más allá, contra el Jalāyirí Sultān Ahmad en Āzārbāījān, pero fracasó en capturarle en esta campaña o más tarde. Como resultado de la huida de este último, sin embargo, Tīmūr tuvo poca dificultad en conquistar la antigua capital ilKhāní, Sultāniyya, donde detuvo su avance. Después de entrar en los cuarteles de invierno en Ray, volvió a Samarcanda. Persia iba a ser subyugada además en el curso de tres famosas campañas, la campaña de tres años de 1386-8, la campaña de cinco años de 1392-6 y la así llamada campaña de siete años que comenzó el 11 de abril de 1399.
c) Primeros contactos con la Horda de Oro y conquista de Āzārbāījān y Armenia
La ofensiva de 1384 contra Sultāniyya dejó claro que las conquistas de Tīmūr en Persia oriental no estaban destinadas simplemente a establecer un glacis (área neutral entre fuerzas en conflicto) para su Imperio Čagatayda, sino que era el comienzo de una campaña para subyugar toda Persia. En relación con esto es necesaria una breve consideración sobre la situación política de Asia Central y en particular de las relaciones de Tīmūr con Tūqtāmīš. En 1376, este último, después de chocar con los príncipes de Qipchacq, había buscado refugio con Tīmūr, que le dio gustosamente la bienvenida, sobre todo por que reconocía la oportunidad que esto ofrecía para debilitar la posición de sus vecinos del norte, la Horda Blanca y posiblemente también la Horda de Oro. Tīmūr le dio un pequeño dominio, con las ciudades de Utrar, Sabran y Siġnaq, en la orilla norte del Syr-Daryā medio, de las que fue expulsado dos veces por el Khān Urus y en cada ocasión fue acogido por Tīmūr Lang, quien venció a Urus Khān y le expulsó a la estepa (1377); Urus murió ese mismo año y fue sustituido por sus hijos, primero Tūqtāqiyā (1377), y después por Tīmūr Malik (1377-1378). Este último volvió a expulsar a Tūqtāmīš; pero con los refuerzos de Tīmūr, consiguió derrotar de forma decisiva a sus enemigos, ascendiendo al trono de la Horda Blanca en el invierno de 1377 a 1378. Apenas hecho señor de la Horda Blanca trató de subordinar a la Horda de Oro. En 1379 derrotó a Mamai, el poderoso jefe militar de la Horda de Oro durante el reinado de Bīrdī Bīk, no lejos de la costa del Mar de Azov, y fue reconocido Khān de la Horda de Oro, reconstruyendo así, todos el ulus de Jöči, y reinó desde el curso bajo del Syr-Daryā al Dniester, desde Siġnaq y Utrar hasta las puertas de Kiev. Recomenzó las grandes cabalgadas de los mongoles, prendió fuego a Moscú en 1382, saqueó Vladimir, Yuriev, Mozaisk y otras ciudades rusas. Incluso cerca de Poltava venció a los lituanos.
A esas alturas, siendo señor de todas las hordas del noroeste, dejó de considerarse cliente del que consideraba ya un advenedizo turco que le había ayudado tan solo unos pocos años antes. Desde entonces, sus acciones fueron lo bastante opuestas a lo que Tīmūr había esperado de él. Se esforzó por hacer de su territorio un poder principal, al perseguir ambiciones en Transoxiana e Irán que llevó atacar a través del Jaxartes en el este y sobre el Cáucaso en el oeste. Aunque hay monedas de Tūqtāmīš que fueron acuñadas en Khwārizm en 1383, no esta claro si fue su incursión en esta área lo que hizo volver a Tīmūr a Samarcanda de su primera campaña en Āzārbāījān, en lugar de perseguir al Jalāyir Sultān Ahmad, que se había retirado de Sultāniyya a Tabrīz. Por otra parte, todas las pruebas indican que Tūqtāmīš mantuvo un ojo atento sobre los movimientos de Tīmūr en Persia y comenzó a hacer preparativos para un ataque sobre Tabrīz al recibir noticias de su retorno a Asia Central. Después de avanzar via Darband, sus tropas capturaron y saquearon la ciudad en el invierno de 1385-6.
Al principio de su campaña de tres años las fuerzas čagataydas apuntaron inicialmente hacia el Jaxartes, una línea de ataque que pudo llevar a concluir que Tīmūr tenía en mente una demostración de fuerza contra Tūqtāmīš. Hay, no obstante, una razón más grande para creer que era una diversión diseñada para esconder los objetivos reales de Tīmūr, que eran Persia central y occidental junto con las rutas de invasión que llevan allí desde el Qïpchaq. De hecho, sus fuerzas entraron primero en acción contra los Lurs, con el pretexto de habían estado haciendo emboscadas a las caravanas de peregrinos con destino a La Meca. Pero es más probable que la matanza que Tīmūr les infligió fuera planeada para hacer segura la ruta a Mesopotamia a causa de su posible importancia estratégica en la lucha contra Sultān Ahmad Jalayir. Los territorios Jalāyir comprendían el núcleo del Iraq persa (Jibal) con las ciudades de Hamadan, Qazvin y Sultāniyya, así como Kurdistán, Āzārbāījān meridional, Karabaġ, Armenia y el Iraq Arabí (Bagdad). Sorprenderle, era claramente, uno de los objetivos de la campaña de Tīmūr. Poco después de la retirada de las fuerzas Qïpchaq, Sultān Ahmad había recobrado el control de la ciudad de Tabrīz, y Tīmūr no perdió tiempo en marchar allí, una vez que la operación en Luristān había sido completada. No tuvo dificultad en tomar la ciudad en el verano de 1386, pero el Jalāyirí, cuyo ejército y recursos habían sido seriamente debilitados por el ataque de Tūqtāmīš, había logrado evadirle huyendo. Los habitantes de Tabrīz, aún bastante próspera a través de sus conexiones comerciales, fueron forzados a pagar un duro tributo, y los estudiosos, artistas y artesanos fueron deportados a Samarcanda. La corte čagatay residió en Tabrīz durante el verano, y los gobernantes de los territorios circundantes vinieron a rendir homenaje. Amīr Walī, quien como comandante de la ciudad de Sultān Ahmad había sido barrido por las fuerzas de Tūqtāmīš, lideró una rebelión en Māzandarān, pero fue sofocada, y los cabecillas fueron capturados y ejecutados. Un sobrino de Tīmūr, Muhammad Sultān, finalmente fue nombrado gobernador, y las tropas čagatay siguieron adelante.
Ahora comenzaron una campaña contra Georgia, la primera de las seis invasiones cuyo objeto era no solo someter y aprovecharse de la población local sino también cortar las vías de acceso usadas normalmente por los ejércitos de la Horda de Oro para sus ataques sobre las tierras altas iraníes. Como resultado de esas operaciones, el territorio de Georgia fue devastado y despoblado. Los georgianos, pueblo cristiano, generalmente eran guerreros más que capaces, pero no fueron rival para los feroces čagatays. La ciudad de Tiflis, que era difícil de capturar y tenazmente defendida, por tomada por la tormenta en la primera campaña. El rey Bagrat V fue aprisionado junto con su esposa Anna Comnena, princesa de Trebisonda. Solo aceptando el Islam fue capaz de salvar su vida, pero después apostató y como resultado su país sufrió otras calamidades.
En el invierno las fuerzas de Qïpchaq avanzaron de nuevo hacia Darband para atacar Persia. El cuerpo de ejército enviado por Tīmūr fue derrotado, al principio, pero su hijo Mīrān Shāh llegó con refuerzos, consiguió la victoria y rechazó al enemigo al norte de Darband. Entonces fue con sus prisioneros a Qarābāġ, territorio armenio donde Tīmūr tenía sus cuarteles de invierno. Contra todo lo que se esperaba y al contrario de su práctica habitual trató a los prisioneros con indulgencia. Se les dejó libres con nada más que una advertencia, haciendo claramente así un último esfuerzo por convencer a Tūqtāmīš de que todavía disfrutaba de los buenos deseos de su anterior protector y a mismo tiempo disuadiéndole de posteriores hostilidades.
Tras haber tenido su corte en las orillas del lago Goktcha, Tīmūr emprendió la conquista de la Gran Armenia Occidental. El país estaba compartido entonces por varios amīres turcomanos, contra los que simuló una guerra santa, aún siendo muy buenos musulmanes. En un día tomó Erzerum, y envió a su hijo Mīrān Shāh a combatir en Munch y el Kurdistán a la Horda del “Cordero Negro” (Qarā Qoyūnlū), dirigida entonces por Qarā Muhammad Turmush.
d) El Fin de los Muzaffaríes
Las ciudades de Fārs e Isfahān estaban en manos de la dinastía Muzaffarí. El soberano Shāh-i Shujā’, en su lecho de muerte había escrito una carta a Tīmūr –en el otoño de 1384- en la que encomendaba sus hijos a la benevolencia de Tīmūr sobre el reforzamiento de sus buenas relaciones. El descubrimiento de la actitud real de Tīmūr hacia los miembros de su casa fue una experiencia de la que se salvó.
La pérdida de confianza de Tīmūr en los soberanos extranjeros y las intrigas por los parientes individuales del recientemente fallecido príncipe Muzaffarí le hicieron reacio a tomar este documento en sentido literal. Después de las luchas en Armenia y Georgia pudo haber esperado continuar la persecución de Sultān Ahmad Jalāyir en Mesopotamia, pero primero eligió establecer el orden y la estabilidad en los territorios de la Persia central no tocados por el momento en sus campañas. Se envió una carta a Zain al-‘Ābidīn ‘Alī, hijo y sucesor de Shāh-i Shujā’, recordándole la declaración de lealtad de este último. Como esto no tuvo efecto, Tīmūr marchó sobre Isfahān, cuyo gobernador, Muzaffar-i Kāshī, le entregó las llaves de la ciudad. Los recaudadores de impuestos nombrados por él provocaron la rebelión de la ciudad. Los principales insurgentes eran los artesanos y los pobres, liderados por un herrero. Fueron sometidos sin piedad: los historiadores cuentan que los soldados de Tīmūr recibieron órdenes de entregar un número prescrito de cabezas cortadas, y se construyeron minaretes con las cabezas de 70.000 ciudadanos masacrados (1387).
Ante la aproximación de Tīmūr, Zain al-‘Ābidīn huyó de su capital Shīrāz, intentado ir a Bagdad. Cerca de Shushtar encontró a su primo Shāh Mansūr, que le trató amablemente primero pero después le hizo prisionero y lo arrojó a la carcel. En esas circunstancias Shīrāz cayó fácilmente presa de las tropas čagatays. Junto con ‘Imad al-Dīn Ahmad y otros príncipe muzaffaríes y gobernantes locales, Shāh Mansūr llegó entonces a la corte de Tīmūr en la ciudad para rendir homenaje al conquistador. Como antes, Tīmūr recurrió en este caso a su vieja práctica de reinstalar a los miembros de las familias que habían gobernado previamente como gobernadores a su servicio o permitirles continuar en el cargo. Tal línea de acción fue especialmente recomendable en este caso, ya que los informes de incursiones de Tūqtāmīš le reclamaban de vuelta. Encomendó la administración de Shīrāz a Nusrāt al-Dīn Shāh Yahyā, sobrino de Shāh-i Shujā’.
Era obvio que los éxitos de Tīmūr en Transoxiana y Persia, el baño de sangre en Isfahān y el saqueo de Shīrāz no habçian conseguido que los Muzaffaríes aprendieran la lección, pues reanudaron sus viejas enemistades tan pronto como partió. Shāh Mansūr, príncipe particularmente emprendedor, comenzó a restablecer la vieja esfera de influencia de los Muzaffaríes. Primero recuperó el control de Shīrāz, forzando a Shāh Yahyā a huir a Yazd. Luego capturó Abarquh, pero sus intentos de conquistar Isfahān tuvieron menos éxito y retornó a Shīrāz. Mientras Zain al-‘Ābidīn había escapado de prisión y partió hacia Isfahān, donde los habitantes le dieron una calida acogida. Su primo Shāh Yahyā intentó formar una alianza con él y Sultān Ahmad, el soberano de Kirmān, contra Shāh Mansūr. Las negociaciones tuvieron lugar en safar 793 (comienza el 8 de enero de 1391) en Sirjan, en el hogar del gobernante local, un muzaffarí de nombre Abū Ishāq. El frente común puesto de acuerdo contra Shāh Mansūr, no obstante, iba a desmoronarse pronto. Cuando fueron encontrados por las tropas de este cerca de Furg, en la frontera de Kirmān, las fuerzas de Shāh Yahyā no estuvieron en el lugar, y Sultān Ahmad regresó en dirección a Nairiz, acompañado de su hijo Ġiyath. Finalmente dio batalla en Fasa, pero perdió y huyó a Kirmān. Zain al-‘Ābidīn por su parte, se retiró a Isfahān, perseguido por Shāh Mansūr. Cuando intentó escabullirse a Khurāsān fue capturado en Ray por el gobernante local, Musa Jaukar y entregado a Shāh Mansūr, que le cegó y aprisionó en Qal’a-yi Safid. El año siguiente Shāh Mansūr devastó la ciudad de Yazd y su entorno. Entonces apareció ante las puertas de Kirmān e intentó persuadir a Sultān Ahmad y a Shāh Yahyā, que había buscado refugio allí, a unirse a él en una alianza contra Tīmūr. Cuando sus esfuerzos fracasaron, declaró claramente que no estaba en posición de capturar la ciudad, y retornó a Shīrāz, probablemente con la intención de robustecer sus fuerzas. En todo caso, renovó sus ataques sobre Yazd y Kirmān poco después, aunque de nuevo sin éxito excepto en términos de pillaje y destrucción. Fracasó en tomar Kirmān, se dice, a causa de una serie de oficiales que desertaron a Sultān Ahmad.
El Imperio de Timur en 1392

e) Combates contra Moġulistān y la Horda de Oro (1388-1392)
Tal era el estado de los asuntos en Fārs, en Iraq-i ‘Ajam (Jibal) y en Kirmān cuando Tīmūr dejó Transoxiana el 14 Dhu’l-Qa’da 794/3 de octubre de 1392 para comenzar su nueva campaña de cinco años contra Irán. En el ínterin, había estado envuelto en conflictos con los poderes que habían invadido Transoxiana durante su ausencia, y con los que los habían ayudado e inducido esos ataques, es decir, los Khānes de la Horda de Oro, los Khānes de Moġulistān y el soberano de Khwārizm.
Como Tīmūr se retrasaba en Persia el año 1387, Tūqtāmīš aprovechó para asaltar la línea del Syr-Daryā por Siġnaq. ‘Umar Shaykh, segundo hijo de Tīmūr trató de detener a los invasores, pero fue vencido cerca de Utrar y casi hecho prisionero. El ataque era más grave porque Transoxiana, sin guarnición de tropas, sufría un ataque por Farġānah de los nómadas del Moġulistān. Las tropas de Tūqtāmīš se atrevieron a bloquear incluso Bukhārā. Tīmūr tuvo que regresar a toda prisa (febrero de 1388), aunque Tuqtamisn retrocedió a las estepas de la Horda Blanca; pero a finales del mismo año atacó de nuevo, esta vez por Khojend, en Farġānah, donde Tīmūr lo vuelve a rechazar al norte del Syr-Daryā, comprendiendo que no podía proseguir la conquista de la Persia occidental dejando Transoxiana expuesta a los ataques de la Horda de Oro.
En vista de la alianza entre la dinastía Sufi y Tūqtāmīš, Tīmūr procedió a la conquista definitiva de Khwārizm: tomó Urgench, su capital en 1388 y expulsó al último representante de su Dīnastía, Sulaymān  Sufī, quien buscó refugio con la Horda de Oro. Ordenó a los habitantes desplazarse a Samarcanda y arrasó la devastada y saqueada ciudad hasta los cimientos, y su lugar fue sembrado de cebada. Solo quedó un puñado de hermoso edificios de lo que había sido una gran ciudad. En 1391 Tīmūr ordenó la restauración de Urgench, pero solo una parte de la ciudad fue reconstruida. Como resultado de la dominación de Khwārizm, todas las tierras de Asia Central con la excepción de Semirechye y las partes bajas del Syr Daryā cayeron en manos de Tīmūr.
En 1389 recorrió en todos los sentidos la región de los ríos Ili e Imil, al sur y al este del lago Balkhash, y alrededor del ala Kul, región que más tarde se convertiría en la provincia rusa de Semirechye y el protectorado chino del Tarbagatai, que por aquel entonces era el corazón del Moġulistān. Sus vanguardias persiguieron a los mongoles hasta el Irtish Negro, al sur del gran Altai. Después, el ejército, metiéndose en columnas separadas a través del macizo del Tien Shan, pasó de la cuenca del Balkhash a la del Bagraġ Kul. Sus vanguardias llegaron prácticamente hasta Turfán. Entre los jefes mongoles a los que combatió Tīmūr en esa región, el Zafer Name menciona a Khidr-Khwāĵah, el heredero legítimo de la dinastía čagatayida, momentáneamente expulsado del trono por la usurpación del Qamar al-Dīn y que se había refugiado en la parte más oriental del Turkestán (primero por la zona de Khotán, después por la de Lob Nor), en donde intentó crear un nuevo reino convirtiendo por la fuerza al Islam a los últimos uiġures de turfán. Aunque tenía por enemigo principal a Qamar al-Dīn, también enemigo de Khidr-Khwāĵah, no vaciló en atacar a este último, por temor a que la casa de Čagatay reconstruyera sus fuerzas en el Uiġuristán. Khidr-Khwāĵah fue vencido y huyó al Gobi. Antes de regresar a Samarcanda, desde el Yulduz, Tīmūr envió en vanguardia a su hijo ‘Umar Shaykh por la ruta de Uth Ferman y de Kashgar, aunque no sabemos si él, con el grueso del ejército volvió por la región de los ríos Ili, Chu y Talas.
Sin embargo, tampoco fue batido Qamar al-Dīn, aunque Tīmūr llevar la devastación hasta el Gobi. Apenas regresó a Transoxiana, Qamar al-Dīn restauraba su poder en el valle del Ili. Por ello, en el año 1390, Tīmūr envió contra él un ejército que partiendo de Tašqand, pasó por el lago Issyk-Kul, atravesó el Ili por Almaliġ, fue más allá de Qarātal y siguió a Qamar al-Dīn por el camino que llevaba al Irtish Negro, donde perdió su rastro. Qamar a-Dīn desapareció en los montes Altai y no se volvió a oír hablar de él. La desaparición del usurpador Qamar al-Dīn permitió al çaġataida Khidr-Khwāĵah recuperar el trono de Moġulistān. El nuevo rey de la casa Duġlat, el emir Khudaidad, sobrino de Qamar al-Dīn, y que siempre había sido 'legitimista', fue el primero en llamar a Khidr-Khwāĵah y asegurar su restauración. Se concluyó la paz entre los dos príncipes, después de la cual Khidr-Khwāĵah, hacia 1397 dio su hija en matrimonio a Tīmūr, unión preciosa para este, pues ella permitía la entrada del glorioso advenedizo en la familia genġiskhánida. Khidr-Khwāĵah murió en 1399, siendo sucedido por sus dos hijos, Šam-i Ĵahān (1399-1408), Muhammad I (1408-1416) y su nieto Naqš-i Ĵahān (1416-1418), quienes vivieron bajo la tutela y protección del amīr Khudaidad. Tīmūr no dejó de aprovecharse del fallecimiento de Khidr-Khwāĵah para enviar una nueva expedición, si no hasta el propio Ili, al menos a Kashgaria (1399-1400). Ese ejército, conducido por Mīrzā Iskandar, nieto del conquistador, entró en Kashgar, saqueó Yarkand, se apoderó de la plaza fuerte de Aqsu, cuyos habitantes se libraron entregando a los ricos comerciantes chinjos establecidos entre ellos, y envió después un destacamento al nordeste, a saquear Bai y Kutcha. Mīrzā Iskandar se detuvo finalmente en Khotan, cuyos habitantes le acogieron con presentes, declarándose súbditos de Tīmūr, tras lo cual éste regresó a Samarcanda por la ruta de Andijān, en Farġānah.
En cuanto a Tūqtāmīš y la Horda de oro, en 1391 resolvió llevar la guerra al terreno de su adverSarīo, a las estepas de la Horda Blanca. Saliendo de Tašqand en enero de 1391, recibió una embajada de Tūqtāmīš que trataba de detener la tormenta, pero sin resultado. Se dirigió desde la ciudad de Yassi, en el Turkestán hacia el noroeste, atravesando las soledades del bajo Sarī Su, y después los montes Ulu Tau, que separan la cuenca de ese río de la del Turgai. Tūqtāmīš hizo el vacío a Tīmūr y no presentó batalla. Después de cuatro meses, el ejército de Transoxiana cada vez se iba metiendo más en Siberia. Desde Turgai llegó a las fuentes del río Tobol, sin encontrar nada. Finalmente un prisionero informó a Tīmūr de que Tūqtāmīš se encontraba hacia el Ural. Inmediatamente el ejército tomó un camino oblicuo hacia el oeste, cruzó el río Ural y llegó a su afluente, el Samara. Parece que Tūqtāmīš había concentrado su ejército hacia Oremburgo. La batalla decisiva se libró el 19 de junio de 1391; Tūqtāmīš fue vencido y emprendió la huida. Cogidos entre los transoxianos y el curso del Volga, sus soldados fueron masacrados o cayeron prisioneros. Tīmūr no hizo nada para organizar su conquista; simplemente dio el trono a otros pretendientes genshiskánidas. Satisfecho por el enorme botín conseguido, regresó a Transoxiana por la actual provincia rusa de Aqtiubinsk.
Una vez alcanzado el objetivo de inspirar terror en las gentes de la Horda para poner sus estados al abrigo de toda nueva agresión, se desinteresó de la suerte de Qïpchaq. El resultado de esa indiferencia fue que Tūqtāmīš recuperó rápidamente su poder. Al mismo tiempo, concluía una alianza con el sultán mameluco Barqūq e intentaba un nuevo ataque al sur de Darband (1394).
f) La Campaña de los Cinco Años (1392-1396) en Persia Occidental y Qïpchaq.
No obstante, Tīmūr fue capaz de marchar hacia el oeste de nuevo al año siguiente sin tener que preocuparse por la situación de Samarcanda y Transoxiana, habiendo sido demorada su partida solo por una seria enfermedad. Si se puede dar crédito al relato incluido en el Zafar-nama de Yazdi, la ruta de Tīmūr tomo el camino a través de Gurgān y Māzandarān. Los “heréticos Sayyids”, de los que mató muchos en esta área, pueden haber sido seguidores de la secta hurufi. Su fundador Fazl-Allah Abu’l-Fazl, al que el hijo de Tīmūr, Mīrān Shāh ejecutó con sus propias manos el 6 de noviembre de 1393) en la fortaleza de Alïjanq cerca de Nakhchivan, era nativo de Astarābād y tenía muchos seguidores en la región. No obstante esta no era más que una acción menor. El avance de Tīmūr estaba dirigido principalmente contra los Muzaffaríes, o para ser más precisos, el único representante particularmente activo de la familia, Shāh Mansūr. Aunque significaba un conflicto con sus propios parientes, estaba haciendo todo que estaba en su poder para restablecer la preponderancia de su dinastía, y esto en abierta oposición a Tīmūr. Cuando recibió las noticias de la partida de Tīmūr de Samarcanda, de sus actividades en Māzandarān y de su avance posterior, comenzado a fines de diciembre de 1392, via Damġan, Ray, Kurdistān y Burujird, Shāh Mansūr decidió inicialmente hacer de Isfahān su base defensiva. No obstante, fue persuadido de dejar caer este plan por el Sarbadār Muluk, que había cambiado su alianza a él, y mejor se quedó en Shīrāz. Él envió a Muluk a Kashan como comandante (daruġa) de la ciudad, con la tarea de proteger la frontera norte del territorio muzaffarí y mantenerle informado de los movimientos de las fuerzas čagatay. Hacia comienzos de marzo de 1393, Tīmūr avanzó hacia Dizful y Shushtar, donde instaló al Sarbadār Khwāĵah Mas’ūd como gobernador. En el camino liberó al príncipe Zain al-‘Ābidīn del encarcelamiento en Qal’a-yi Safid, tratándole amablemente y prometiéndole exigir venganza de Shāh Mansūr en su nombre. Ante la proximidad de los čagatay Shāh Mansūr había abandonado primero Shīrāz, pero pensando que era mejor volver para enfrentarse a Tīmūr y luchar con gran valor personal a la cabeza de un debilitado contingente, cuyo número además disminuía por las deserciones. Herido varias veces, finalmente intentó luchar a su manera a través de Shīrāz pero fue capturado por las fuerzas del príncipe Shāh Rukh y decapitado.
Este conflicto fue también de vital importancia para los otros príncipes de la casa de Muzaffar, y su resultado sirvió para convencerles de la inutilidad de toda resistencia. Llegando a anunciar su sumisión a Tīmūr, les fue dad una honorable recepción, pero el 22 de mayo de 1393 en Qumisha, al sur de Isfahān, se emitió una orden suprema para su ejecución. Así finalizó el gobierno de los Muzaffaríes. Solo Zain al-‘Ābidīn y Sultān Shibli, el mayor y el más joven de los hijos de Shāh-i Shujā’, lo evitaron y fueron enviados a Samarcanda.
g) La Conquista de los Jalāyiríes
El único adverSarīo en Persia tras la derrota de los Muzaffaríes fue Sultān Ahmad Jalayr, cuya esfera de influencia se extendía desde Āzārbāījān en Mesopotamia hasta Bagdad. Normalmente su residencia de verano, Bagdad le había servido de refugio de los Čagatays incluso desde que había huido en el primer avance sobre Sultāniyya. Esperando sorprenderle al atacarle en la parte más calurosa del verano, Tīmūr empleó solo 8 días para marchar a la cabeza de su vanguardia, desde Fārs hasta Mesopotamia y llegó las puertas de Bagdad el 29 de agosto de 1393. Cogió a su oponente de improviso pero fracasó en derrotarle, pues aunque Ahmad Sultān no tuvo tiempo para preprar la defensa de Bagdad logró retirarse a la orilla oeste del Tigris, tomando con él cualquier barco que pudo y hundiendo el resto, así como destruyendo todos los puentes. En vano, pues Tīmūr no perdió ningún tiempo en las fortificaciones de la ciudad, que en este periodo solo estaban en la orilla este; ni se detuvo en el Tigris. Demostrando gran previsión, había equipado a sus tropas con plataformas y travesaños por medio de los cuales fueron capaces de cruzar el río más arriba y más abajo de la ciudad. No obstante, llegaron demasiado tarde. Sultān Ahmad se les escapó por poco, tal como lo hizo más tarde cuando sus perseguidores estuvieron a un pelo de capturarlo cerca de Karbala. Huyó a Siria, donde su petición de refugio fue concedida por el gobernante del Imperio Mameluco, el sultán Barqūq (1382-1399).
Tīmūr ocupó Bagdad sin lucha. Varios escritores, incluyendo dos testigos presenciales, habían dejado relatos detallados de la conducta de las tropas čagatay en Mesopotamia, y también disponemos de datos sobre ultrajes y atrocidades específicos que cometieron. A pesar de que parecería que la población de Bagdad misma, en la medida en que permanecieron dentro de la ciudad, fue tratada relativamente con benevolencia, no obstante al precio de un alto rescate que fue extorsionado por ellos. El saqueo y la confiscación se sucedieron por carestía y hambre cuando Tīmūr partió de nuevo unos dos meses más tarde. En esta ocasión también, los eruditos y artistas fueron deportados, incluyendo los dueños de la célebre escuela de iluminación de libros, que habían disfrutado de la protección de Sultān Ahmad. Tīmūr también tomó cautivos, hombres y mujeres, llevados para ser vendidos como esclavos.
El gobierno de Bagdad fue conferido a Khwāĵah Mas’ūd Sabzavāri, sobrino de Khwāĵah ‘Alī Mu’ayyad, el último príncipe Sarbadār de Sabzavār. Su fuerza de Sarbadārs, no obstante, aunque eran 3000 hombres, no fue suficiente para defender la ciudad cuando Sultān Ahmad volvió un año más tarde. En lugar de ofrecer batalla, Khwāĵah Mas’ūd retiró sus tropas de Bagdad a Shushtar. Así, Sultān Ahmad fue capaz de restablecer su control sobre Bagdad.
Cuando Tīmūr se desplazó Tigris arriba después de conquistar Bagdad, no estaba claro cual sería su siguiente propósito militar: Siria, Egipto, Anatolia occidental u oriental y el Cáucaso eran todos posibles objetivos, y las noticias de los éxitos militares de Tīmūr así como sus brutales métodos de hacer la guerra no solo perturbaban a los gobernantes de esos territorios sino también infundía miedo en los corazones de sus poblaciones. Ni se alivió la situación cuando el conquistador envió mensajeros a los numerosos príncipes y gobernantes, invitándoles a establecer relaciones amistosas o pidiendo que se sometieran a su soberanía, como era el caso con el sultán Barqūq de El Cairo, que había concedido asilo a Sultān Ahmad Jalayir, y con el aliado turcomano de Ahmad, Qarā Yūsuf de la confederación Qarā Qoyūnlū. Otro acto de Tīmūr era infundir terror en sus rivales. Esta fue la espectacular hazaña de capturar la fortaleza de Takrit en el Tigris, que era considerada inexpugnable. Su comandante y la guarnición fueron masacrados, y se erigieron pirámides de calaveras para que todos lo vieran. Después de la captura Tīmūr hizo una parada militar en la orilla oeste del Tigris para demostrar al mundo la fortaleza de las fuerzas Čagatays.
Tal demostración tuvo su efecto, aunque no del modo que Tīmūr había deseado. Dieron como resultado intensivos intercambios diplomáticos de parte de sus adverSarīos. El gobernante de Sivas informó a Barqūq de sus temores y le pidió apoyo. El sultán otomano Bāyazīd hizo contacto con el soberano egipcio y le envió subsidios. Tūqtāmīš y Barqūq también celebraron una alianza, que tenía un significado particular, ya que demostraba que la campaña de Tīmūr contra  Qïpchaq en 1391 había fracasado en neutralizar o intimidar en alguna medida al Khān de la Horda de Oro.
No obstante, Tīmūr se demoró ahora, de hecho durante todo un año, antes de decidir sobre su próximo gran golpe. Entretanto, volvió su atención a operaciones a una escala geográfica limitada. Del mismo modo que los Artuqíes en Mardin, atacó de nuevo a los georgianos. Esta guerra fue el preludio a ofensivas posteriores contra su territorio, la de 1395 bajo el mando de Mīrān Shāh y la de 1403 que de nuevo lideró el mismo Tīmūr. Qarā Yūsuf y sus Qarā Qoyūnlū, en este tiempo el más peligroso enemigo al sur del Cáucaso, también estuvieron en la lucha. Perdieron la fortaleza de Avnik sobre el Araxes, y su comandante, un hermano de Qarā Yūsuf llamado Misr Khwāĵah fue tomado cautivo y enviado a Smarcanda junto con su familia. Sucesos de importancia en este tiempo fueron el nacimiento de Uluġ Beg, hijo de Shāh Rukh que iba a convertirse en nieto favorito de Tīmūr, y la muerte del hijo mayor superviviente, ‘Umar Shaykh, que debió haber constituido un duro golpe. Convocado a la corte de Fārs, donde era gobernador, fue herido fatalmente por una flecha enemiga mientras asediaba una fortaleza kurda en el camino.
Una carta del 1 de marzo de 1395 muestra que Tīmūr hizo un último esfuerzo por efectuar una reconciliación con Tūqtāmīš. Aunque fracasó, proporciona una prueba más de su preocupación por permanecer leal a los descendientes de Genġis Khān. Otra comunicación, enviada al gobernante otomano, indica que en ese tiempo –y quizá incluso antes- Tīmūr estaba contemplando algo bastante diferente. Esta era una política expansionista a gran escala, extendiéndose hasta Europa oriental. Como punto de partida, Tīmūr tomó la vieja división del ulus de Jôci en dos partes, a saber, el área al este del río Dnieper como flanco izquierdo (sol qol), el imperio de la Horda de Oro, y los territorios al oeste del Dnieper como flanco derecho (on qol), junto con Ucrania, las tierras de los lituanos y los polacos, que eran los aliados de Tūqtāmīš. En su carta Tīmūr alababa los logros de Bāyazīd en la guerra santa (jihad) contra los príncipes cristianos en los Balcanes y sugería que se establecieran mutuas esferas de interés. El flanco derecho, que es el área que se extiende al oeste de Dnieper hasta los Balcanes, sería adjudicado a Bāyazīd, el flanco izquierdo o todo el territorio al este del Dnieper a Tīmūr. La carta también revela que dos de los principios básicos tras la estrategia política global de Tīmūr eran la difusión del Islam a través del mundo y la restauración de la supremacía mundial de los mongoles.
La campaña de primavera de 1395 resultó ser más urgente que cualquier otra de las acciones que Tīmūr puede haber estado considerando, tal como operaciones contra los mamelucos de Siria y Egipto o como Bāyazīd mismo. Para esto hay dos razones: primero, los intentos de negociar una alianza entre la Horda de Oro y El Cairo, que no pueden haber escapado a la atención del alto mando Čagatay, significaban que el gobernante de Irán se enfrentaba al riesgo de ser acorralado entre esos dos poderes, como era la situación del Imperio Ilkhánida y otros imperios iranios antes que él. En segundo lugar, y aquí el peligro no era menos agudo, las incursiones en el dominio de Tīmūr en el Cáucaso demostraban claramente las intenciones hostiles de parte de Tūqtāmīš. Cuando, además, Tūqtāmīš contestó en unos términos insatisfactorios al mensaje conciliador de Tīmūr, las tropas Čagatay recibieron orden de marchar contra él esa misma primavera. La batalla decisiva en la que ambos rivales tomaron parte personalmente, se celebró en el valle del río Terek en el Cáucaso septentrional. Finalizó en una aplastante derrota para el ejercito Qïpchaq. El camino estaba ahora despejado para Tīmūr para avanzar en el área del Volga y golpear sobre la capital de la Horda de Oro, Sarai. Fue saqueada y expoliada con otras ciudades del bajo Volga, Crimea y el Cáucaso septentrional. Una enorme cantidad de botín fue cargado, y mucha de la población nativa, no solo soldados sino mujeres y niños también fueron llevados para ser vendidos como esclavos.
El país estaba tan devastado y despoblado, su potencial económico destruido tan efectivamente, que el Imperio de Qïpchaq nunca se recuperó de nuevo. Además, Con la ruptura de las rutas comerciales y la destrucción de los puntos de intercambio claves, el comercio a larga distancia entre el lejano Oriente y Europa, en tanto que pasaba a través de la Horda de Oro, se paralizó virtualmente. Tīmūr probablemente había intentado arruinar la economía del país de este modo, pues es improbable que intentara usurpar el poder allí aunque ayudó a Temür Qutluġ, un pretendiente de su elección, a asumir el control. Tūqtāmīš, que perdió su trono como resultado de su derrota, todavía jugó un papel en los conflictos posteriores de la Europa oriental, pero cualquier ambición que él o la Horda de Oro tuviera en Transoxiana o Irán fue desbaratado de una vez por todas. Aunque sus efectos iban a sentirse durante algún tiempo, el brutal castigo a los Qïpchaqs llegó a su fin en la primavera de 1396 cuando partió a Persia vía Darband. Operaciones aisladas en Georgia, Āzārbāījān, Fārs y otras áreas de Irán, incluyendo la represión de una rebelión en Yazd, llevó a la conclusión de la campaña de los cinco años. En el verano las tropas čagatay emprendieron el viaje de vuelta a Samarcanda donde Tīmūr iba a hacer su más extendida estancia antes de embarcarse en la campaña de la India.
h) Campaña de la India (1398-1399)
Tradicionalmente, la India del noroeste, el Punjab, era considerada como terreno de caza de los Çagataidas. Entre 1292 y 1327 periódicamente asolaban Lahore o Multán, hasta las puertas de Delhi. Enfrente se encontraba con el potente Sultanato musulmán de Delhi, que se extendía desde el Punjab hasta Bengala, y en su momento de mayor extensión casi englobaba todo el subcontinente indio. Sus gobernantes provenían de las clases militares turco-afganas, y supieron detener a tiempo los ataques mongoles en busca de botín.
Aunque la motivación de Tīmūr no era otro que saquear las fructíferas tierras de la India, buscó el pretexto de que sus soberanos se habían mantenido demasiado tolerantes hacia le paganismo. El Sultānato, que hacia 1335 incluía la India casi entera, había caído en una decadencia rápida, seguida de una división territorial, que lo redujo exclusivamente a los territorios del Punjab y el Doab, excesivamente debilitado. A continuación de la muerte del sultán Firuz Shāh Tuġluq (1351-1388), los herederos de la casa de Tuġluq combatieron sucesivamente por el trono. En 1394 Nasir al-Dīn Mahmūd Shāh II fue colocado en el trono por una de las facciones nobles, pero su poder real no se extendía más allá del distrito alrededor de la capital y algunas regiones adyacentes. La campaña india de Tīmūr fue proclamada por la aparición bajo los muros de Multán de las fuerzas comandadas por su nieto, Pīr Muhammad, que arrasaron y saquearon esta rica ciudad. En septiembre de 1398 el mismo Tīmūr cruzó el Indo. Reduciendo ciudades y fortalezas a ‘una pila de cenizas y escombros’, como fueron, sus fuerzas se dirigieron hacia Delhi. Antes de la decisiva batalla en las orillas del Jumna (17 de diciembre de 1398), Tīmūr ordenó la ejecución de todos los prisioneros mantenidos por sus ejércitos –las fuentes hablan de 100.000 cautivos- temiendo que se pusieran de lado del sultán de Delhi durante la lucha.
La batalla de Delhi fue sangrienta: ‘El campo de batalla estaba atiborrado de altas montañas de muertos y heridos…la sangre fluía en corrientes’. El sultán Nasir al-Dīn Mahmūd huyó a Gujarāt. El 18 de diciembre la khutba se leyó en las mezquitas de Delhi, mencionando a Pīr Muhammad por nombre. Los habitantes de la ciudad resistieron a los intrusos, que estaban saqueando y robando, tomando prisioneros y matando: “las cabezas hindúes fueron amontonadas tan alto como se podía hacer y sus cuerpos se convirtieron en comida para animales salvajes y pájaros.’ Se tardó varios días en escoltar a los cautivos fuera de la ciudad; entre ellos estaban varios miles de maestros artesanos, incluyendo albañiles a los que Tīmūr pensaba usar para la construcción de mezquitas en Samarcanda. El 1 de enero de 1399 los guerreros comenzaron a dejar la ciudad. Oprimieron y saquearon varias provincias más y ciudades en la India noroccidental, incluyendo Mirath (Meerut) y Kangra. Tīmūr volvió a cruzar el Indo en marzo de 1399 y pronto había dejado la India atrás. Como su administrador sobre Multán, Lahore, y Dipalpur nombró a Khidr Khān Sayyid, que subió al trono en la arruinada Delhi en 1414 y fundó la efímera dinastía Sayyid.
i) Las campañas en Siria y Anatolia (1399-1404)
Apenas se había recuperado Tīmūr de una severa enfermedad sufrida en la marcha de retorno desde la India a Transoxiana cuando no mucho después de su llegada a Samarcanda, en mayo de 1399, cuando comenzó los preparativos para una nueva campaña. Esta fue la llamada campaña de los siete años contra el oeste. Una masa de información que le llegó de esa área llevó a Tīmūr a decidir sobre esta línea de acción. No todo iba bien en el reino de su hijo Mīrān Shāh, que reinaba “sobre el trono de Hülagü” en Sultāniyya y Tabrīz. La situación se alivió de algún modo por la muerte de Barqūq, sultán mameluco de El Cairo, y la sucesión de su hijo al-Nāsir Nāsir al-Dīn Faraj, un niño de diez años. Por otra parte, fue agravada por el constante y aparentemente irresistible ascenso al poder del sultán otomano Bāyazīd I. El 25 de septiembre de 1396 había obtenido una espectacular victoria sobre un ejército de cruzados en Nicopolis en el Bajo Danubio. Más tarde, durante la campaña india de Tīmūr, había disfrutado del éxito en Anatolia, en operaciones contra los príncipes de Qaramān. Otras noticias en llegar a Samarcanda fue la de la muerte en 1398 del emperador T’ai Tsu, que 30 años antes había puesto fin a la dinastíaYüan y expulsó a los mongoles de China. Sin duda esto interesaba enormemente a Tīmūr, pero no lo bastante para hacerle dudar en su resolución para tomar la iniciativa primero contra las amenazas que se aproximaban en el oeste.
Cuando las tropas čagatays partieron hacia Persia, un destacamento bajo el mando de Sulaymān Shāh, uno de los sobrinos de Tīmūr, fue enviado por delante para investigar las acusaciones que se habían hecho contra el príncipe Mīrān Shāh. Se habían levantado dudas sobre su lealtad porque aludía en cartas a la avanzada edad de su padre e incapacidad. Los cargos también afectaban a su fracaso para tratar con ejemplos de agitación y rechazo en pagar impuestos en el área que gobernaba, así como la pérdida de la fortaleza de Alïnjaq, una bolsa de resistencia de gran importancia para los Jalāyiríes donde las tropas georgianas habían acudido al socorro del príncipe Tāhir, hijo de Sultān Ahmad Jalayir. Lejos de producir problemas, Mīrān Shāh realmente se adelantó con Sulaymān Shāh para encontrarse con su padre. Tīmūr le depuso, y sin más castigo le asignó a su séquito, donde iba a permanecer durante los siguientes cuatro años. Sus amigos y consejeros, algunos de los cuales figuras bien conocidas en la vida cultural, no fueron tratados tan delicadamente. Fueron severamente castigados, y alguno de ellos incluso ejecutado, supuestamente por corromper al príncipe y llevarle por mal camino; esto a pesar del hecho de que él tenía ya 33 años de edad.
Tīmūr dirigió personalmente las operaciones para restaurar el orden en Persia noroccidental. Entonces se pasó a los cuarteles de invierno en Qarābāġ, un tramo de tierra en la curva del Araxes que ofrecía buen refugio de invierno, especialmente para la caballería. Desde aquí lanzó un ataque punitivo contra los georgianos que fue interrumpido solo por condiciones climatológicas adversas. La siguiente primavera vio el comienzo de una nueva campaña contra los georgianos, la quinta en total, en el curso de la cual Tiflis fue de nuevo asaltada. Tīmūr había pedido que el Jalāyirí Tahir, que había buscado refugio con los georgianos, fuera entregado, pero el rey Giorgi VII le permitió escapar justo a tiempo, y viajó hasta el sultán otomano Bāyazīd. En vista de la destrucción causada por los Čagatays y las duras pérdidas sufridas por sus tropas y su pueblo, el rey georgiano fue forzado a abrir negociaciones con Tīmūr, en el curso de las cuales acordó pagar un considerable tributo y suministrar un contingente de tropas para el ejército de conquista.
Aunque el sultán Barqūq había muerto ahora, Tīmūr tenía todavía cuentas pendientes con los mamelucos, a causa del apoyo que habían dado a Sultān Ahmad Jalayir, sus intentos de formar una alianza con la Horda de Oro, y sobre todo el asesinato de su embajador en El Cairo (1393). Aunque habían pasado unos años desde que tuvo lugar el asesinato, Tīmūr apenas podía permitir que quedara sin castigo, aunque fuera solo por razones de prestigio. Otro factor que tenía que considerar era la posición de Mesopotamia. La presencia de un oponente fuerte en Egipto suponía una amenaza real a su seguridad y podía dejar un flanco peligrosamente expuesto si alguna vez contemplaba una expedición a Anatolia. Ni tampoco podía excluir enteramente la posibilidad de que Tīmūr, con su respeto por la tradición mongola, sintiera una obligación de vengar la derrota infligida a los mongoles en 1260 en ‘Ain Jalut en Palestina. Por último, apenas puede haber escapado su intención de que desde la muerte de Barqūq y la elevación del joven Faraj al trono las rivalidades entre los comandantes militares habían hecho la situación interna en el reino mameluco altamente inestable, un estado de cosas que positivamente invitaba a la intervención por su parte.
Tales eran las consideraciones que llevaron al avance de los Čagatays contra Siria en el otoño de 1400. Partiendo de Malatya, los ejércitos marcharon via ‘Aintab y capturaron al ciudad de Alepo. Allí, pusieron asedio a la ciudadela, forzándola a rendirse en cuatro semanas. No mucho después Hama, Hims y Ba’labakk también cayeron. A fines de diciembre Tīmūr llegó a las afueras de Damasco. El Sultán Faraj, que había llegado desde El Cairo con sus fuerzas unos días antes, estaba acampado en la Ġuta, no lejos de la ciudad. No dio batalla, no obstante, sino que partió de nuevo, aparentemente a causa de los rumores de un golpe inminente en El Cairo. La retirada del sultán fue un golpe demoledor a la moral y la resistencia de Damasco. La rendición de la ciudad fue seguida por la de la fortaleza. El tributo que Damasco tenía que pagar era tan alto que todos sus recursos estaban exhaustos. Incluso así, la ciudad entregada a las tropas čagatay durante tres días de pillaje general a mediados de marzo de 1401. Cometieron crímenes sin cuento y atrocidades a pesar de las órdenes de Tīmūr de eximir a la población.
Para Tīmūr la campaña siria cosechó una rica recompensa en términos de bienes y objetos de valor confiscados y esclavos capturados. Para el país mismo significaba la ruina económica, la devastación de sus ciudades la aniquilación de su población y la destrucción de negocios y comercios incontables. Este estado de colapso, que iba a durar muchos años, se adaptó a los planes de Tīmūr perfectamente. Junto con la inestable situación política en Egipto, por el momento al menos, la mejor garantía posible contra las peligrosas actividades de los mamelucos, sin hablar de cualquier recuperación de la idea de una alianza entre ellos y los otomanos. Consciente del éxito que había logrado y quizá influenciado por las advertencias de un observador occidental, Bertrando di Mignanelli, de un posible ataque por retaguardia por parte del sultán otomano, Tīmūr decidió contenerse de avanzar más hacia el sur contra Egipto y volver su atención una vez más a actividades en Anatolia. Antes de hacer esto, no obstante, todavía tenía que evitar el peligro que amenazaba desde Bagdad.
Sultān Ahmad volvió a Bagdad un año después de la salida de Tīmūr, en 1394. Como si nada hubiera ocurrido, procedió a vivir de la misma desenfrenada manera que antes, dando así a muchas figura principales de su entorno motivo para criticarle. En 1397-8 este descontento encontró expresión en una conspiración, y aunque triunfó sobre los conspiradores Sultān Ahmad ya no se sintió seguro. Dejando la ciudad en secreto, buscó ayuda del jefe Qarā Qoyūnlū Qarā Yūsuf, pero cuando la caballería turcomana de éste llegó a los arrabales, tuvo la difícil tarea de impedirles de ocupar y –casi inevitablemente- saquear la ciudad. Finalmente, sin embargo, les persuadió de volver. A pesar del aire de despreocupación que generalmente mostraba, Sultān Ahmad era bien consciente del peligro de su posición. Aunque tuvo que ser abandonado un intento de Mīrān Shāh de avanzar contra él desde Tabrīz en verano de 1398, se preveía, junto con otros signos, clara evidencia de un interés periódico de los čagatay en Mesopotamia. Dos años más tarde, cuando le llegan las noticias de la presencia de Tīmūr en Anatolia, dejó Bagdad. A continuación, cuando Tīmūr estaba ocupado en Siria, volvió durante un corto periodo y entregó el mando de la ciudad al amīr Faraj, uno de los líderes de su ejército, antes de tomar refugio con los Otomanos.
El temor de Sultān Ahmad de un nuevo avance čagatay contra Bagdad estuviera a la vista resultó bien fundamentado. Después de sus numerosos éxitos militares, Tīmūr debió haber estado específicamente irritado por el pensamiento de que el príncipe Jalāyirí quedaba sin derrotar. Además, por supuesto, Bagdad era todavía un importante centro de comercio y comunicaciones. Estratégicamente era también significante como posible base para campañas dirigidas contra la retaguardia o el flanco de aquellas de sus unidades activas en Anatolia o Siria, y así constituía una amenaza a las muchas operaciones que ocupaban su mente en ese momento. El desastre que Sultān Ahmad había anticipado pronto ocurrió.
Sucedió en Bagdad en mayo de 1401, cuando una división čagatay que Tīmūr había enviado fuera de Mosul para exigir tributo encontró una vigorosa resistencia fuera de la ciudad de las unidades turcomanas y bandas de beduinos llamados a escena por el amīr Faraj. Incluso cuando las tropas de Tīmūr recibieron refuerzos, la resistencia no fue debilitada, pues el comandante de la ciudad claramente no tenía idea de que estaba tratando con el mismo Tīmūr. Como era así, este último había llegado en persona a la cabeza de unas fuerzas en comparación pequeñas, dejando atrás el cuerpo principal de sus tropas en las montañas kurdas en vista del calor del verano. Allí tenían el beneficio, no solo de un mejor clima sino de ricas tierras de pasto.
Aunque todos los suministros de Bagdad estaban exhaustos en un asedio de 40 días, las esperanzas de Tīmūr de tomar la ciudad sin derramamiento de sangre desaparecieron. Como resultado, cuando la ciudad fue tomada al asalto, ordenó una masacre sin piedad de la que no fueron exceptuados ni siquiera mujeres y niños. A los únicos a los que se perdonó la vida fueron los teólogos, shaykhs y derviches. Las fortificaciones de la ciudad fueron entonces demolidas y sus edificios públicos, incluyendo algunos del periodo ‘abbasí, destruidos; las únicas excepciones fueron mezquitas, universidades y hoteles. Al decir de todos, la despoblación y destrucción de la ciudad fue llevada a tal extremo que Tīmūr no necesitó instalar ningún gobernador. A pesar de todo esto, Sultān Ahmad volvió a Bagdad poco después y emprendió la reconstrucción de la ciudad. A mediados del invierno tuvo otra apurada huida cuando una partida de saqueo čagatay que avanzaba desde Kurdistán le cogió desprevenido. No obstante, regresó a su ciudad cinco meses más tarde, acompañado esta vez por Qarā Yūsuf. La amistad entre los dos príncipes no duraría demasiado. Cuando se pelearon, Sultān Ahmad fue expulsado por lo líderes turcomanos.
Cualquier esperanza de que considerara ser amistosamente recibido y de que le fuera concedido asilo por los mamelucos una segunda vez se demostró una ilusión. El sultán Faraj (1399-1412) que había sucedido a su padre Barqūq en el trono egipcio, encarceló al Jalāyirí en una fortaleza porque temía la venganza de Tīmūr. Aquí Sultān Ahmad iba a encontrarse de nuevo algún tiempo más tarde con Qarā Yūsuf, quien en otoño de 1403 fue expulsado de Bagdad por Abū Bakr, hijo de Mīrān Shāh, y también había buscado refugio con los mamelucos. En prisión los dos formaron una nueva alianza, pero a pesar de todas las garantías se demostró de corta duración cuando ellos recobraron su libertad algún tiempo más tarde. Qarā Yūsuf se desplazó a Tabrīz, mientras que Sultān Ahmad volvió a Bagdad y de nuevo asumió el poder. Lo retuvo durante cinco difíciles años antes de que Qarā Yūsuf le derrotara en batalla, le tomara prisionero y le ejecutara. El vencedor entregó Bagdad a su hijo Shāh Muhammad Qarā Qoyūnlū, que conquistó la ciudad el 29 de abril de 1411. Así comenzaba la fase turcomana de la historia de la ciudad. Por otra parte, principalmente en Khuzistán, los gobernantes Jalāyiríes logaron retener el poder hasta 1432.
Justo cuando Sultān Ahmad Jalāyir y el príncipe Qarā Qoyūnlū Qarā Yūsuf habían buscado refugio con el soberano otomano, de igual modo, los jefes anatolios vinieron a pedir a Tīmūr refugio, habiendo perdido sus dominios en favor del sultán de Edirne. Fueron capaces de asegurarse de que los Čagatays se mantuvieran bien informados de los acontecimientos de la esfera otomana de influencia. Aunque no había tenido aún ninguna confrontación militar, Tīmūr y Bāyazīd Yïldïrïm (“el Rayo”) ya habían estado en oposición uno con el otro. Cuando Tīmūr invadio Anatolia oriental el año anterior, el sultán había estado asediando Constantinopla y fue incapaz de reaccionar, primero a causa de la gran distancia en cuestión y en segundo lugar a causa de la imposibilidad de enfrentarse a un enemigo con sus tropas antes del comienzo del invierno. Así, era incapaz de liberar la ciudad de Sivas, que había capturado hacía solo unos pocos años antes de manos del célebre Qāzī Burhān al-Dīn Ahmad. En venganza por la devastación de la ciudad, conquistó Arzinjān en 1401, deponiendo por el momento a su comandante, un protegido de Tīmūr llamado Taharten.
Bāyazīd era muy consciente, no obstante, de que estaba en juego mucho más que esta o aquella fortaleza en Anatolia oriental, que una ciudad más o menos saqueada por los Čagatays. Los planes de Tīmūr para la conquista global, desde hacía mucho tiempo tema de conversación diario en cada reino, ahora estaba poniendo en peligro la existencia misma de los otomanos. Hasta ahora Bāyazīd había logrado no solo centralizar el poder en su propio imperio sino que también había subyugado los estados balcánicos en unos pocos años, y había obtenido una brillante victoria sobre el rey húngaro Sigismund en Nicópolis. Si aspiraba a un éxito mayor en esta dirección, simplemente tenía que eliminar la amenaza čagatay. Ahora estaba enfrentado a una nueva situación, pues en su deseo de expansión él había mirado hasta ahora al oeste y noroeste. Levantando el asedio de Constantinopla, marchó hacia el este con su ejército. Al hacer esto planeó forzar a Tīmūr, que de nuevo había pasado el invierno en Qarābāġ, a celebrar una batalla en un lugar sobre el curso superior del Éufrates donde las condiciones serían mucho menos favorables a Tīmūr que a su oponente. Mediante maniobras estratégicamente hábiles Tīmūr logró evitar la confrontación. En efecto, incluso atrajo a Bāyazīd en lo que, para él, se demostró una carrera fatal por alcanzar Chubuq-ovasï, una llanura al noroeste de Engüriye, en el lugar de la Ankara actual, donde él, Tīmūr, contemplaba celebrar el encuentro decisivo. Llegando unos pocos días antes sobre el campo de batalla, los Čagatays desde el pricipio disfrutaron de ventaja sobre los Otomanos, que llegaron tarde a la escena, y lo que es más, exhaustos después de días de marchas forzadas en el calor del verano. Tīmūr hizo buen uso de su comienzo al fortificar el campo y cortar el acceso del enemigo al agua.
Las fuentes difieren en cuanto a la fecha precisa de la batalla. La fecha más probable es el 28 de julio de 1402. Hay considerables discrepancias en la figuras citadas por fortaleza de los dos ejércitos, siendo las más altas estimaciones las del bávaro Johann Schiltberger, que participó en la batalla y fue capturado por los Čagatays –a saber, 1.600.000 Čagatays y 1.400.000 tropas Otomanas. Un historiador moderno, después de tomar en cuenta cada circunstancia posible o accesible, en particular, las distancias recorridas y el movimiento de los suministros, pone la figura para cada bando en un máximo de 20.000 hombres. Aparte de unas pocas docenas de elefantes indios en el lado de Tīmūr, la diferencia más importante entre los dos ejércitos era la fuerte representación en los rangos otomanos de Jenízaros, que eran tropas de élite. A diferencia con el núcleo de los Čagatays, no obstante, estas no eran fuerzas montadas.
En la primera fase de al batalla no quedó claro de ningún modo qué ejército sería el vencedor, lo cual no sorprende ya que alguna de las más exitosas y eficientes tropas de combates de ese periodo se encontraban cara a cara. El momento crucial se alcanzó solo cuando todos los contingentes del ejército del sultán dejaron el campo en bloque o se pasaron al bando de Tīmūr. Este fue el resultado de la propaganda previa de los Čagatays, ayudados por los príncipes anatolios que habían buscado refugio con Tīmūr tras ser depuestos por Bāyazīd. Aunque el sultán perdió toda su caballería de este modo, combatió obstinadamente junto con sus jenízaros. Ellos peleaban con un coraje nacido de la desesperación, pero no tuvo posibilidad contra el poder de la caballería čagatay: al final fueron masacrados y Bāyazīd, que cayó de su caballo en un intento de de escapar en el último minuto, fue tomado prisionero.
Si la batalla de Ankara no se selló el destino del imperio Otomano, fue porque Tīmūr fracasó en explotar su victoria al máximo. Alguno de sus generales persiguieron a contingentes enemigos que huían, pero un gran número de ellos escaparon a través del Mar de Mármara a Europa. Tīmūr también avanzó más hacia el oeste, pero a un paso inusualmente lento atribuido por Roloff en parte a las agotadas energías de las fuerzas čagatays después de la batalla y a la demora de los refuerzos desde el este. A pesar de los muchos lugares que conquistó (e incluían la anterior capital otomana, Bursa); a pesar de su avance hasta el Egeo, donde a finales de 1402 tomó al asalto la fortaleza de los Caballeros de San Juan en Esmirna (Izmir) y después recibió el homenaje de los señores de varias islas egeas, no puede haber ninguna duda de que Tīmūr había eliminado a los Otomanos realmente. No tampoco estableció una administración çagataida en Anatolia. En lugar de eso, se conformó, en su mayor parte con restablecer bajo su soberanía los principados regionales que el sultán había abolido. En lo que se refiere a Constantinopla, estaba feliz de aceptar la oferta de sumisión entregada a él por los mensajeros enviados precipitadamente de Manuel II, y no se preocupó por los Balcanes. El mismo sultán fue tomado como prisionero en el séquito de Tīmūr hasta su muerte en Aqshehir el 8 de mayo de 1403. Aunque el suicidio era relativamente raro en el mundo islámico, no puede ser excluida la posibilidad de que tomara veneno porque se había divulgado que tendría que acompañar a Tīmūr a Samarcanda. Los problemas de este en Anatolia estaban más o menos finalizando cuando Süleyman, uno de los hijos de Bāyazīd, declaró a continuación su sumisión. Ya que el conquistador usaba los mismos métodos para dominar Anatolia que en otros países –elevando tributos excesivos, saqueando y destruyendo ciudades, despoblando y devastando la campiña- el resultado fue que la fortaleza económica del país fue destruida cuando la campaña finalizó y sus tropas marcharon hacia el este. Políticamente, además, el área había sido efectivamente neutralizada, porque por el momento Tīmūr podía descansar seguro de que los príncipes otomanos y los dinastas locales, de Anatolia y Europa, estarían ocupados con sus propias rivalidades.
La victoria čagatay en Ankara dio lugar a numerosos intercambios diplomáticos, no solo entre los cuarteles generales de Tīmūr y las cortes orientales, sino también con los poderes occidentales. En este punto es de destacar que incluso el sultán Faraj de El Cairo hizo esfuerzos para ganar el favor de Tīmūr. Hasta ahora había detenido los mensajeros de este último, pero ahora les permitía salir y enviar una embajada en su nombre para declarar su sumisión, que Tīmūr aceptó. La reacción del rey georgiano Giorgi VII fue diferente. Había omitido felicitar a Tīmūr por su victoria sobre Bāyazīd. En el último verano, cuando Tīmūr estaba aproximándose intentó reparar la omisión, pero el conquistador rechazó los regalos que envió, pidiendo que apareciera ante él en persona. Entonces recurrió a varias excusas, pero no pudo impedir que los Çagatais invadieran su país y de nuevo sometiéndolo a la más terrible devastación. Primero Giorgi se retiró sin ninguna muestra de resistencia, pero finalmente logró apacigüar a Tīmūr al ofrecerle obsequios valiosos, incluyendo manadas de caballos y monedas de oro con el nombre del conquistador. De nuevo, Tīmūr pasó el invierno de 1403-04 en Qarābāġ, emprendiendo la marcha de vuelta a Transoxiana la primavera siguiente. Si se aceptara la evidencia de los historiadors Safawíes, habría sido en el curso de este viaje cuando visitó Ardabīl y aceptó una petición de Khwāĵah ‘Alī, señor de los Safaviyya, para la liberación de sus prisioneros de guerra otomanos. Llegó a Samarcanda a fines de julio de 1404, tras una ausencia de 5 años.
 3. El plan para invadir China y la muerte de Tīmūr
Al final de la vida de Tīmūr había conquistado a todos los célebres soberanos que habían jugado un papel en su infancia y juventud. Tīmūr consideró su misión restaurar el anterior imperio mundial de los mongoles, del que China, por supuesto, había formado parte. De hecho, la dominación mongola en China realmente había durado más que el imperio mundial, continuando hasta el colapso de la dinastíaYüan en 1368. La corte çagataida estaba familiarizada con la situación política de la China contemporánea. Era conocido, por ejemplo, que solo recientemente, en 1402, el emperador Hui-ti, nieto y sucesor del emperador Ming T’ai-tsu que había muerto cuantro años antes, había sido depuesto por su tío Yung-Lo. También estaba disponible información sobre la política de Yung-Lo hacia los mongoles. El nuevo soberano era conocido por se un guerrero particularmente eficiente y probablemente así representaba un reto especial para Tīmūr.
Como había sido su costumbre antes de tomar una decisión principal, Tīmūr de nuevo convocó un qüriltai. En referencia a esta asamblea, que tuvo lugar en septiembre de 1404 en la llanura de Kan-i Gil, cerca de Samarcanda, poseemos un relato del embajador castellano Clavijo, que acababa de llegar para asumir su puesto y atendía a los reunidos junto con sus consejeros. Equivalía a una demostración de poder, diseñada no solo para impresionar a los enemigos externos contra los que las operaciones militares fueron planeadas, sino también para reforzar la confianza de las propias fuerzas de Tīmūr. Además de las consultas militares, Tīmūr mantuvo una gigantesca revista de tropas en la que aparecían varias hordas čagatay. En relación con la asamblea se celebraban magníficos banquetes, que incluía celebraciones de matrimonios para varios príncipes, especialmente el príncipe Uluġ Beg, nieto favorito de Tīmūr. Durante las festividades y consultas de Kan-i Gil los preparativos para la expedición a China, que Tīmūr ya había comenzado desde Anatolia, estaban en pleno apogeo. Así, sus fuerzas, que incluían numerosos auxiliares además del núcleo duro de los čagatays, fueron capaces de iniciar su marcha poco después. Tīmūr mismo dejó Samarcanda el 27 de noviembre. Las órdenes que impartió con respecto al gobierno y la administración de la capital y el país como totalidad, así como las medidas que tomó para proteger su avance y las líneas de aprovisionamiento, todo apuntaba a una ausencia particularmente larga. A pesar de las severas condiciones climatológicas, Tīmūr siguió adelante con toda velocidad. Dejó Aqsulad, donde había planeado pasar el invierno, incluso antes de que diciembre terminara. El frío cortante y la nieve hicieron la vida muy difícil para las tropas con sus numerosos trenes de bagajes, pero por otra parte, una delgada cobertura de hielo sobre el Jaxartes hizo más fácil cruzar el río. No obstante, hubo ejemplos de animales y hombres que sucumbieron a la escarcha. En enero de 1405 Tīmūr alcanzó Utrar, a unos 400 kilómetros de Samarcanda. Esta ciudad, punto de partida de las caravanas que iban a China por la ruta a través de Moġulistān, al norte de la cordillera del Tien Shan, serviría como encuentro para la planeada operación.
Tīmūr se alojó en el palacio del gobernador. Aunque había hecho uso de una litera como en las ocasiones anteriores cuando había estado enfermo, como en la travesía de vuelta de la India, el largo viaje había dejado sus marcas en el conquistador, que estaba cerca ya del fin de su sexagésimo noveno año de vida. En Utrar continuó sufriendo de frío extremo, y cuando los miembros de su entorno sugirieron celebrar una fiesta para aliviar la atmósfera general de depresión, aceptó inmediatamente. La celebración duró tres días, durante los que Tīmūr, en sus esfuerzos por mantenerse caliente, constantemente bebía vino y otras bebidas alcohólicas, pero no tocaba la comida. Aunque se volvió febril y sufrió de problemas de estómago e intestinos, más como en los casos de gastritis, siguió bebiendo hasta que finalmente perdió el poder de dar discursos. Pese a todos sus esfuerzos sus médicos de la corte fueron incapaces de proporcionarle alivio. Cuando finalmente recuperó la consciencia y fue capaz de hablar, él mismo anunció que su fin estaba cerca. Sus doctores, a los que les pidió que le dijeran la verdad desnuda sobre su condición, no pudieron contradecirle con toda seriedad. A los príncipes y dignatarios, reunidos alrededor de su lecho de muerte, declaró su último deseo y testamento, en el que designaba como su sucesor en “el trono de Samarcanda” a su nieto Pīr Muhammad b. Jahāngīr. Todos los nobles presentes, cuyos portavoces eran Amīr Shāh Malik y Amīr Shaykh Nur al-Dīn, tenían que hacer un solemne juramento de que respetarían esta estipulación. Tīmūr murió en la noche del 18 de febrero de 1405.
Los príncipes y generales decidieron abandonar la proyectada expedición a China y procedieron solo con una pequeña acción a escala menor sobre Moġulistan, que había formado la primera etapa del plan original y que Tīmūr había ordenado comenzar el 11 de febrero, incluso antes de caer enfermo. En todo caso, ellos solo habrían estado llevando a cabo una orden dada hace tiempo, ya que el príncipe Uluġ Beg había sido designado gobernador de Moġulistan con ocasión de su matrimonio en Kan-i Gil, y su comitiva ya había sido reunida. Con el propósito de conseguir al menos esto, se decidió guardar en secreto la muerte del monarca por el momento. Khwāĵah Yūsuf, que había sido encargado de transportar los restos mortales del conquistador a Samarcanda, iba a salir al amparo de la oscuridad con el fin de no llamar la atención. A pesar de todos los intentos de ocultar los hechos, no obstante, rápidamente se convirtió en común conocimiento que el conquistador había fallecido. Como resultado la planeada campaña contra Moġulistan también fue abandonada.
Khwāĵah Yūsuf, de quien se dijo que había llegado a Samarcanda el 23 de febrero, enterró a Tīmūr en total secreto, junto a su nieto Muhammad Sultān b. Jahāngīr (quien originalmente había sido designado como sucesor de Tīmūr pero había muerto en el camino de vuelta del Egeo en marzo de 1403), en la bóveda que llevaba el nombre de este último, el Khāngah-i Muhammad Sultān. Más tarde, probablemente en 1409 después de la ocupación de Samarcanda por Shāh Rukh, el cuerpo fue trasladado –una vez más con el de Muhammad Sultān- a su lugar de descanso actual en el Gur-i Mir.

4. Los Sucesores de Tīmūr
a) Las primeras disputas sucesorias
De los hijos del conquistador, Jahāngīr había muerto en 1375 y ‘Umar Shaykh en 1394. El tercero, Mīrān Shāh, sufrió un problema mental como resultado de un accidente, mientras que el cuarto, Shāh Rukh, que había nacido en 1377 y tenía una reputación de excesiva modestia, pacifismo y piedad personal, parecía falto de las cualidades necesarias. De ahí que Tīmūr hubiera designado a su nieto Pīr Muhammad b. Jahāngīr, que tenía treinta años y ocupaba en ese momento el gobierno de Qandahār, el “trono de Ġazna”. Ante la ausencia de apoyo por parte de sus parientes fue incapaz de acceder al trono y fue asesinado por su propio visir en 1407.
Claramente era el caso del gran imperio que había sido construido sobre las conquistas de tres décadas y que era demasiado dependiente de la autoridad personal de su fundador. Sus hijos y nietos, a los que había nombrado gobernadores de países y provincias individuales, donde reinaban en efecto como cogobernantes, habían sido obligados a aceptar su autoridad. No obstante, con su muerte, esa autoridad llegó a su fin, y ahora ignoraban sus disposiciones para la sucesión. Cualquiera de los que estaban en posición de hacerlo había incorporado su nombre en las oraciones oficiales e inscribían sobre las monedas en su propio dominio, reclamando de este modo para sí mismos el estatus de gobernante independiente. El patrón de gobierno que Tīmūr había dado a su imperio revelaba así su debilidad. Se basaba en el concepto comúnmente aceptado entre los pueblos turcos de que el estado pertenecía no solo al soberano, sino también a toda la familia gobernante, y de ahí que el territorio confiado a la administración de cualquier miembro de la familia era de su propiedad. Bajo un monarca fuerte como Tīmūr tales nociones podían no poner en peligro la unidad del imperio; pero era un asunto distinto en la situación resultante tras su muerte, cuando no había ninguna personalidad comparable, en términos de autoridad personal, para asumir la sucesión. El imperio se desintegró en una serie de principados separados; y aunque un gran número de ellos, durante algunas décadas, se reintegraron más tarde en un estado, la extensión territorial del imperio de Tīmūr nunca fue conseguida de nuevo. En las disputas por la sucesión y las confusiones que siguieron ahora, varios de sus sucesores se hicieron la guerra unos a otros, y ciertos amīres que habían ganado méritos por parte del estado y se les había confiado oficios en la corte o en las provincias fueron atraídos al conflicto. Otros involucrados eran príncipes locales que derivaban sus pretensiones desde el periodo antes del reinado de Tīmūr y que ahora se presentaban para pedir sus propias demandas particulares por la fuerza de las armas. Esaas luchas duraron algunos años.
A la muerte de Tīmūr las tropas del ejército principal formaron parte de su séquito más cercano. Sus amīres realmente querían proseguir la guerra contra China, si bien solo con el objetivo limitado de dar un golpe contra los mongoles en el Turkestán oriental. Abandonaron el proyecto, no obstante, cuando, ante las noticias de la muerte de Tīmūr, la sucesión no se desarrolló de acuerdo con el plan. Samarcanda, la capital de Tīmūr, cayó en manos del príncipe Khalīl Sultān b. Mīrān Shāh (nacido en 1384), que se había distinguido en la campaña de la India, había recibido en 1402 el gobierno de Farġanah, había disfrutado del favor particular de su abuelo. Mientras que aún estaba en Tašqand había recibido inmediatamente el homenaje de sus amīres; y considerándose el sucesor de Tīmūr, tomó posesión de su tesoro, que malgastó, y trasladó el título y la autoridad de Khān, que hasta ahora siempre había sido conferido a un descendiente directo de Genġis Khān, a un príncipe Tīmūrí. Sultān Husayn, hijo de una de las hijas de Tīmūr, que al principio también había sido un pretendiente al trono, abandonó su pretensión y unió fuerzas con Khalīl Sultān; aunque después de varias aventuras terminaría en cautividad y fue quitado de en medio por Shāh Rukh mientras estaba bajo detención en Herat.
Shāh Rukh puso en marcha a su ejército desde esta ciudad de Herat hacia el Oxus, pero no hizo ningún movimiento ofensivo más contra Khalīl, sin duda a causa de que el padre de este último, Mīrān Shāh representaba una seria amenaza, avanzando a la cabeza de sus tropas desde Āzārbāījān –que había sido entregada a su cargo por Tīmūr- con Abū Bakr, otro de sus hijos, para apoyar a Khalīl. Mas tarde, sin embargo, se retiró sin haber llevado a cabo sus intenciones. Aunque hubo una serie de negociaciones más o menos improductivas entre Shāh Rukh y Khalīl Sultān, este último fue reducido finalmente después de muchos combates aunque frecuentemente había sido vencedor. Su actitud había provocado una desaprobación general en Samarcanda. Sus amīres no podían perdonar la poderosa influencia que concedió a su esposa Shad Mulk, como resultado de lo cual, individuos de bajo rango eran elevados a altas posiciones para desventaja de los viejos compañeros de armas de Tīmūr, mientras las viudas y concubinas de Tīmūr, no si alguna presión, parecía, eran casadas con hombres de origen humilde. Un hambre que afectó a la tierra aportó su parte en el ánimo de descontento general. Y finalmente Khalīl Sultān cayó en manos de Khudaidad Husayn, un poderoso amīr tribal, líder de los Duġlat, un hombre que había sido una vez su mentor. Este le acompañó a Farġānah, le había proclamado como soberano en Andijān, y él mismo fue a reunirse con los mongoles para ganar su apoyo militar para posteriores operaciones.
Mientras, el 13 de mayo de 1409, Shāh Rukh ocupó su propia ciudad natal de Samarcanda sin dar un solo golpe. Declaró a su hijo mayor Uluġ Beg (nacido en 1394) gobernador de Transoxiana, inicialmente bajo la guardia de Amīr Shāh Malik, uno de los comandantes militares de Tīmūr con muchos años de servicio. Khalīl Sultān, cuya esposa había caído en manos de Shāh Rukh, se dirigió ahora a su tío en Samarcanda, recibió de vuelta a su esposa y se convirtió en gobernador de Ray. No obstante, poco después, el 4 de noviembre de 1411, murió allí; después de lo cual ella se quitó la vida. Khalīl Sultān, cuya generosidad, liberalidad y credulidad, y el incuestionable amor de Shad Mulk, contribuyeron en gran medida a su propio fracaso, ha pasado a la historia –no menos por sus inclinaciones literarias y artísticas- como una figura romántica, difícil de de colocar en la descripción general de la época.
b) El reinado de Shāh Rukh
Ahora que, en un punto del tiempo marcado en su fecha más tardía por la muerte de Khalīl Sultān, y en el que después de la ejecución de Sultān Husayn y la muerte de Pīr Muhammad, todos los rivales inmediatos habían dejado la escena, Shāh Rukh se convirtió en el sucesor de Tīmūr. A pesar del hecho de que su padre no le había considerado para la sucesión, le había hecho gobernador de Khurāsān, la provincia situada más centralmente de su imperio, que administró desde Herat. Se sintió tan unido a esa ciudad que declinó trasladar a Samarcanda y dirigir el gobierno del Imperio Tīmūrí desde Herat hasta su muerte en 1447. Algunos años antes de la adquisición de Transoxiana Shāh Rukh había extendido sus dominios para incluir Gurgān y Māzandarān. La insubordinación por parte de su sobrino Bāyqarā b. ‘Umar Shaykh, le condujo a organizar una expedición a Fārs en 1414. Dos años más tarde consiguió dominar Kirmān, donde Sultān Uways b. Amīr Idiku Barlas había reinado desde 1408 como soberano independiente. El área bajo su control se extendió aun más al hacerse sentir el tirón de su dominio continuamente consolidado, bien por la subordinación voluntaria por parte de príncipes menores, bien por medio de alianzas. Así no mucho después de la caída de Khalīl Sultān, en un único año se presentaron mensajeros de la tierra de los Uzbekos, de las estepas de Qïpchaq, de Shīrvān, Hazārjarīb, Sarī, Fīrūzkūh, Garmsīr y Qandahār.
Hasta 1420 Shāh Rukh fue capaz de afirmar su poder en las áreas orientales del Imperio de Tīmūr, Persia central y meridional, pero no en Mesopotamia y Āzārbāījān. Tras la muerte de Tīmūr el Jalāyirí Sultān Ahmad b. Uways, que había sido expulsado por Tīmūr 15 años antes, una vez más tomó el poder, solo para ser expulsado de Tabrīz por Abū Bakr b. Mīrān Shāh. Poco después, sin embargo, hizo su aparición en escena un oponente para el que Abū Bakr no fue rival. Este era Qarā Yūsuf Qarā Qoyūnlū, que le derrotó, primero en 1406 en Nakhchivan y luego otra vez en 1408 en la batalla de Sardrud cerca de Tabrīz, en la que Mīrān Shāh encontró la muerte. En 1410 el príncipe turcomano derrotó y destruyó también a Ahmad Jalāyir cuando éste intentó reconquistar Tabrīz. Como resultado de su conquista de Diyarbakr y Bagdad y operaciones de éxito contra Georgia y Shīrvān, y sobre todo por la conquista de Sultāniyya, Tārum, Qazvīn y Sāva en 1419, se estableció como un peligroso vecino para los Tīmūríes.
La amenaza que se levantó en este avance de los turcomanos permaneció durante décadas como el gran problema irresoluto del Imperio Tīmūrí. Shāh Rukh intentó resolverlo a través de medidas políticas y militares –en tres campañas contra Āzārbāījān-, pero nunca logró más que éxitos parciales. Qarā Yūsuf, el fundador real del poder principesco de los Qarā Qoyūnlū, un hombre enérgico y aguerrido, terminó sus días en noviembre de 1420 cuando Shāh Rukh entró en Āzārbāījān en el curso de la primera de esas campañas, de manera que las tropas tīmūríes al principio fueron capaces de ocupar no solo Tabrīz sino también Āzārbāījān y Armenia sin dificultad; pero incluso así Shāh Rukh fue obligado a afirmar su soberanía en el verano del año siguiente en una batalla de varios días de duración contra los hijos del príncipe turcomano. No obstante, como Iskandar b. Qarā Yūsuf contribuyó a restablecer al poder de los Qarā Yūsuf en los años que siguieron, se demostró que era necesario otra campaña en 1429. Una vez más, Shāh Rukh ganó la batalla contra los turcomanos. Pero su intento de resolver el problema al instalar a un príncipe Qarā Qoyūnlū llamado Abū Sa’īd bajo soberanía Tīmūrí se encontró solamente con un éxito de corta duración; por 1431 Qarā Iskandar reocupó Tabrīz y Abū Sa’īd fue ejecutado. Enfrentado con la extensión del control de Qarā Iskandar sobre un área cada vez más amplia, Shāh Rukh cerca del final de 1334 acordó su tercera y última campaña contra Persia noroccidental. Esta campaña, aunque no logró una liquidación definitiva del problema turcomano, al menos produjo una solución que fue adecuada para lo que restaba de su reinado, a saber, la instalación del hermano de Qarā Iskandar, Jahān Shāh como el gobernante Tīmūrí de Tabrīz.
Es notable que Shāh Rukh, al menos en la primera parte de su reinado, hizo frecuentes traslados entre los príncipes que tenían su corte en las provincias del imperio. Entre esos traslados no solo estaban Khalīl Sultān (de Samarcanda a Ray) sino también ‘Umar Mīrzā (de Āzārbāījān) a Astarābād), Iskandar Mīrzā (desde Farġānah y Kashgar a Hamadan y más tarde a Shīrāz), y Bayqarā Mīrzā (de Shīrāz a Qandahār y Garmsīr), por mencionar solo algunos ejemplos. Es razonable asumir que el motivo tras esas medidas, que estaban bastante a menudo directamente conectadas con actos de insubordinación por parte de los afectados, era el deseo de evitar posibles ansias por la independencia. Ciertamente, Shāh Rukh, a pesar de todas sus precauciones, no se salvó de peligrosas rebeliones por parte de los príncipes Tīmūríes. Y aunque no era difícil suprimirlas en la parte oriental del imperio, era un asunto distinto en sus dominios occidentales. Una y otra vez tuvo que intervenir con poder armado contra recalcitrantes parientes, como por ejemplo en 1413 contra su sobrino Iskandar b. ‘Umar Shaykh, quien una vez antes, en 1409, había animado a su hermano Pīr Muhammad a atacar Kirmān y, además, después del asesinato del último, él mismo había asaltado Isfahān y Kirmān, devastando sistemáticamente el país en el proceso. Ya se ha hecho mención de la campaña de Shāh Rukh contra Bayqarā b. ‘Umar Shaykh, quien no mucho después se alzó en rebelión en Shīrāz. Incluso poco antes de su muerte, Shāh Rukh, ya debilitado por la edad y la mala salud, de nuevo tuvo que marchar al oeste, donde uno de sus nietos, Sultān Muhammad b. Bāysunqur se había sublevado. En diciembre de 1446 logró llevar a los seguidores de éste último a la justicia en Sāva, pero el mismo príncipe había eludido su captura escapó a Luristān. Tres meses más tarde, el 13 de marzo de 1447, Shāh Rukh murió en sus cuarteles de invierno en Ray.
A primera vista su largo reinado parecía producir una imagen bastante favorable en general. Aunque el enorme imperio de Tīmūr no se conservó en su totalidad, quedaba un dominio coherente de considerable extensión en Asia Central y el Próximo Oriente. A pesar de los extendidos y sanguinarios conflictos en casa, que inevitablemente trajeron miseria y sufrimiento a las poblaciones afectadas, el estado fue preservado durante cuatro décadas de la anarquía que amenazaba envolverlo a la muerte de Tīmūr; y en algunas partes del imperio hubo una mejoría no solo en los estandares económicos sino también en los logros culturales. Debe admitirse que el merito para el cambio de la marea y los más esperanzadores procesos, no era, quizá ni siquiera primariamente, de Shāh Rukh. Aunque ciertos aspectos de su carácter están en marcado y original contraste con la dureza y la crueldad de su padre, no hay pruebas decisivas para sugerir que estuviera acreditado con un destacable talento como estadista, e incluso su carácter no es asunto de acuerdo entre los modernos historiadores. Es más, el caso de que en la corte de Herat otras personalidades ejercieron una influencia más poderosa en el gobierno que el mismo soberano, especialmente su primera esposa, Gauhar Shad, quien junto con sus hijos y unos pocos oficiales de estado lo hizo su negocio para mantener la continuidad en los asuntos de estado, lo que contribuyó al bienestar de amplias secciones de la población. Los más altos cargos del estado habían sido confiado, en efecto, a hombres de habilidad inusual, alguno de los cuales, además, permanecieron en el puesto durante un periodo muy largo, con el resultado de que tenían libertad total de actuación para desarrollar sus talentos. Son ejemplos Jalāl al-Dīn Fīrūz Shāh, que fue durante 35 años comandante supremo de las fuerzas armadas; Ġiyāth al-Dīn Pīr ‘Alī Khwāfī, que fue el secretario supremo durante 31 años; y Amīr ‘Alīka Kökültash, visir a cargo de las finanzas del estado durante 43.
La piedad de Shāh Rukh, de hecho fanatismo en asuntos religiosos, es bien conocida. Se consideró como un gobernante islámico para cuyas acciones eran imperativas las prescripciones de la Shari’a, no las tradiciones mongolas que por supuesto tanto habían supuesto para Tīmūr que se denominó Küregen (es decir, ligado por lazos de matrimonio a la dinastía de Genghis Khān) y fue constantemente acompañado por un sombrío Khān genġiskhánida incluso cuando había alcanzado la cima de su poder. El hijo de Shāh Rukh, Uluġ Beg se adhirió a esta tradición en Samarcanda al tomar el título de Küregen e inmediatamente después de la deposición de Khalīl Sultān, cuyo Khān títere Tīmūrí desapareció al mismo tiempo que él, designó a un genġiskhánida para ser Khān en Samarcanda. En contraste, Shāh Rukh no se llamó Khān ni Küregen (aunque llevó el título Bahadur que le otorgó Tīmūr) y no nombró a ningún oscuro Khān en Herat.
Las relaciones de Shāh Rukh con China, en las que Ulug Beg también estaba envuelto, se renovaron. No estuvieron restringidas al intercambio de embajadores sino que incluían también contactos comerciales. Se fomentaron otras relaciones comerciales, también, especialmente con Egipto e India. Las fuentes materiales contienen además detalles del estímulo a la agricultura. El control fluvial y los esquemas de irrigación en las regiones de Herat y Marv también se mencionan.
El reinado de Shāh Rukh vió avances significativos en la vida cultural, especialmente en la esfera de las artes y la investigación intelectual. Estas incluían pintura, especialmente miniatura y caligrafía, arquitectura, música, historiografía, y la ley y teología del Islam. El estímulo de los logros intelectuales y artísticos, no obstante, era debido no solo al gobernante sino también a sus hijos y otros miembros de la familia, ya miembros altamente situados de su corte. El interés del príncipe Bāysunqur († 1433) al promover la caligrafía es bien conocida; uno de cuyos protegidos era el matemático y astrónomo Ġiyāth el-Dīn Jamshid b. Mas’ūd Kāshī, que más tarde vivió en Samarcanda. También la poesía es este periodo está marcada por nombres distinguidos como los de los poetas sufíes Qasim al-Anvar y Shāh Ni’mat-Allah Vali. Además de la literatura persa puedes discernirse también los comienzos de una literatura turca oriental. Aunque los logros culturales de la edad Tīmūrí solamente acababan de ponerse en movimiento hacia su climax, la muerte de Shāh Rukh vio el comienzo del declive del imperio Tīmūrí como poder político líder en Asia Central y el Oriente Próximo.
c) Uluġ Beg y sus rivales
Sha Rukh no dispuso nada para la sucesión, pero se entendió que prefería ver a Muhammad Jūkī, hombre de unos 40 años de edad, que por entonces reinaba como gobernador en Balkh, como el siguiente ocupante del trono. Este último, no obstante, murió tres días antes que su padre, de modo que de los cinco hijos de Shāh Rukh solo Muhammad Taraġai, conocido como Uluġ Beg, le sobrevivió. Sin embargo, en el momento de la muerte de su padre no estaba ni en el séquito real ni en Herat. De hecho, solo había hecho una aparición ocasional en la corte como invitado y nunca había sido invitado a compartir el gobierno imperial; desde 1409 había sido meramente un príncipe local más o menos independiente en Samarcanda. Él había tenido hasta ese momento monedas acuñadas llevando el nombre de su padre. Aunque sus edictos eran publicados en nombre del Khān en la sombra que él mismo había designado; y había proporcionado contingentes militares para las campañas de su padre, nunca había servido personalmente al mando. Parece no haber sido requerido para hacer contribuciones al tesoro central de Herat, o en todo caso, de hecho, no hizo ninguna. No obstante, en una fecha tan temprana como 1444, cuando Shāh Rukh había caído enfermo y su muerte tenía que ser tenida en cuenta, había sido un tipo de preludio a las confusiones que ahora sucedieron con una gravedad real. En ese tiempo Muhammad Jūkī había ido a Herat, esperando suceder en el trono de su padre, mientras las tropas, al mando de Gauhar Shad, se declararon rápidamente en alianza con ‘Alā’ al-Dawla b. Bāysunqur nacido en 1417, en la expectativa confiada, pero fuera de lugar, como resultaron las cosas, de un cambio de gobernante. Éste último, junto con el tercer hijo de Uluġ Beg, ‘Abd al-Latīf, había sido anteriormente un seguidor de la princesa en su gestión de los asuntos de gobierno.
Casi parecía como si la partida de Shāh Rukh fuera a producir la repetición de lo que había ocurrido a la muerte de Tīmūr. De nuevo no había ninguna figura destacable bastante fuerte para afirmarse contra las aspiraciones al poder de los numerosos príncipes. Pero aquí termina el paralelismo, pues en esta ocasión no hubo nadie en escena, como Shāh Rukh en su día, para beneficiarse del giro general de sucesos o reclutar ayudantes competentes para construir una administración centralizada y por tanto preservar la unidad del imperio. Pronto llegó a ser evidente, además, que lo que se había experimentado en tiempos de la enfermedad de Shāh Rukh, lejos de aliviar la cuestión de la sucesión, la había acentuado en todo caso. Gauhar Shad, que había acompañado a Shāh Rukh en su última campaña, indujo a ‘Abd al-Latīf, que también estaba presente en el campamento real, a asumir el mando supremo del ejército. Abu’l-Qasim Bābur b. Bāysunqur (nacido en 1422), junto con Khalīl Sultān b. Muhammad Jahāngīr, hijo de la hija de Shāh Rukh, saqueó el tren de bagajes principal del ejército y marchó a Khurāsān. ‘Alā al-Dawla que había permanecido en Herat, al principio jugó a esperar, pero luego se proclamó soberano cuando se dio cuenta de cómo se perfilaba la situación. Distribuyó el tesoro de su abuelo entre sus tropas y ocupó Mashhad. Uluġ Beg, que se consideraba único sucesor legítimo de su padre, llamó a sus tropas y avanzó hasta el Oxus. No obstante, se vio impedido de otra acción inmediata porque Mīrzā Abū Bakr, gobernador de Khuttalan, Arhang y Sali Sarai, había cruzado el río, frente a él y ocupado la regió de Balkh, Shaburġan y Qunduz hasta Badakhshān y expulsó a su hermano Muhammad Qasim, al que había sido confiado Balkh tras la muerte de su padre Muhammad Jūkī.
Tal era la situación al comienzo de las luchas por el poder que se desarrollaron tras la muerte de Shāh Rukh entre sus descendientes, ocupando la totalidad de los dos años de reinado de Uluġ Beg. En la lucha de cada partido contra los otros que ahora comenzaba, la fortuna de la guerra fluctuó de un lado a otro, pero no se obtuvo ninguna decisiva, ni se establecieron alineamientos claros. Los diversos partidos celebraron ciertas alianzas, establecimientos fronterizos y otras disposiciones, que llevaron en algunos casos a un respiro temporal en las hostilidades. Pero esos acuerdos difícilmente eran mantenidos durante cualquier periodo de tiempo y su violación en cada caso se convirtió en la causa de nuevos conflictos. Varios príncipes fueron capturados, recuperaron su libertad, o fueron muertos.
Uluġ Beg consiguió una cierta medida de éxito. Contribuyó, por ejemplo, a frustrar los planes del príncipe Abū Bakr b. Muhammad Jūkī, y en la primavera de 1448 obtuvo una victoria sobre su sobrino ‘Alā al-Dawla en la batalla de Tarnab y ocupó Mashhad, mientras que su hijo ‘Abd al-Latīf conquistó la fortaleza de Herat. Sin embargo, su talento político y militar en ninguna parte estaba cerca de ser suficiente para dominar las complejidades de la situación. La ocupación de Herat, importante aunque, en términos estratégicos y aún más –como anterior capital- en un sentido psicológico, era solo un paso en la dirección correcta, ya que no deseaba permanecer allí sino que intentaba hacer de Samarcanda la capital del Imperio Tīmūrí. Las empresas militares que había llevado a cabo desde Herat no produjeron la consolidación de su poder, sino más bien llevaron al más perjudicial de los resultados para la población de Khurāsān y su vida económica mediante la devastación de la campiña que la rodeaba. En Transoxiana en este periodo era la misma desastrosa historia. El caos continuo no había permanecido en secreto para los vecinos Tīmūríes, especialmente los turcomanos en el oeste y los uzbekos en el este. El primer movimiento fue hecho por el Khān uzbeko Abu’l-Khayr (1428-1468), que invadió Transoxiana y marchó a través de la región alrededor de Samarcanda, saqueando y quemandolo todo cuando partió.
Cuando Uluġ Beg dejó Herat con direccion a Samarcanda a finales de 1448, llevando el cuerpo de su padre con él, los problemas de Khurāsān no estaban más cerca de solucionarse de lo que lo habían estado nunca, por no mencionar los de otras partes del imperio: en efecto, ni siquiera fue capaz de marchar sin obstáculos hasta Transoxiana. Primero, un destacamento enviado por Abu’l-Qasim Bābur le infligió severas pérdidas; y luego, para empeorar las cosas, sus tropas sufrieron una emboscada por los uzbekos mientras cruzan el Oxus antes de alcanzar en su destino sus cuarteles de invierno en Bukhārā.
Para resumir la primera fase de los conflictos que surgieron desde la sucesión de Shāh Rukh, solo queda decir que dos años después de su muerte no se había conseguido ninguna de gobierno centralizado, y lo que estaba emergiendo era más bien una división tripartita de su imperio. Uluġ Beg, que podía ser considerado como el legítimo sucesor de su padre, evidentemente imaginando que pudiera hacer de Samarcanda la capital una vez más como en los días de su abuelo Tīmūr, había limitado de facto –al ceder Khurāsān como base real desde la que extender su gobierno sobre todo el territorio de Shāh Rukh- el área de su control a Transoxiana. Para empezar, Abu’l-Qāsim Bābur se afirmó en Khurāsān, conquistando Mashhad y Herat, mientras ‘Alā’ al-Dawla, tras la derrota de Tarnab, fue obligado pronto a abandonar su plan de marchar sobre Samarcanda y tenía que contentarse con un pequeño territorio en Afganistán suroccidental. Desde aquí fue capaz en los siguientes pocos años de intervenir en la lucha por Khurāsān, pero sin ningún éxito duradero. Persia Central (‘Iraq-i ‘Ajam) y Fārs pasaron a control de Sultān Muhammad b. Bāysunqur, quien después de la muerte de su abuelo emergió enseguida de su guarida en Luristān y jugó parte importante en la luchas siguientes por la sucesión. Finalmente, la supremacía de los Tīmūríes sobre el principado turcomano de los Qarā Qayunlu bajo Jahān Shāh en Persia noroccidental y Anatolia oriental, que Shāh Rukh había asegurado en tres campañas, virtualmente se había vuelto sin sentido en las presentes circunstancias. No iba a pasar mucho tiempo antes de que el potencial expansionista de Jahān Shāh se hiciera evidente, en detrimento de los Tīmūríes.
Uluġ Beg no tuvo ninguna oportunidad más de poner en efecto su intención de subyugar de nuevo Khurāsān en la primavera de 1449, ya que sus tensas relaciones con ‘Abd al-Latīf que reinaba en Balkh, llevaron a este último a estallar en rebelión abierta alrededor de esta coyuntura. Durante su periodo en Herat había humillado varias veces a su hijo, en relación parece, con la planeada transferencia de la ciudad capital. Cuando su reprimida ira se incrementó todavía más después de la partida de su padre, el resultado fue una confrontación militar en otoño de 1449, las consecuencias de la cual fueron decisivas. Uluġ Beg fue derrotado cerca de Samarcanda, en el municipio de Dimashq. Previamente habían estallado una serie de levantamientos en la capital contra el gobernador designado por Uluġ Beg, su hijo más joven y favorito ‘Abd al-Aziz, en los que parece que los representantes de las clases religiosas habían tomado parte en algún manera, del mismo modo que lo habían tenido cuando la caída del predecesor de Uluġ Beg, Khalīl Sultān en 1409. El soberano había sido capaz de restaurar el orden, pero la insatisfacción y el resentimiento habían continuado. Después de su derrota, y plenamente asociado con estos sucesos, su situación se había hundido tanto que donde quiera que buscaba asilo no podía encontrar refugio, si siquiera en su propia capital. Solo pudo escapar de la inminente amenaza de ser capturado y entregado a su victorioso hijo entregándose así mismo voluntariamente. Recibió permiso para emprender una peregrinación a La Meca, como se hacía a menudo en estos casos, pero fue asesinado en el viaje de acuerdo con la opinión por la que ‘Abd al-Latīf preparó su juicio según el cual los jefes religiosos acordaron que los imanes nombrados por Uluġ Beg a Samarcanda deberían renunciar, y reconocieron a un comerciante de nombre Abbas, cuyo padre había sido ejecutado por Uluġ Beg, el derecho de venganza de sangre; la peregrinación se inició el 27 de octubre o el 25 de octubre según Dawlat Shāh y ya el primer día, fue desviado acompañado de una escolta a la aldea de Begum a 15 kms al sur de Samarcanda, donde esperaban Abbas y otro hombre; el comerciante decapitó a Uluġ Beg de un solo golpe de espada (la cabeza fue expuesta al iwan de su madraza a Samarcanda), y el hijo menor, Abd al-Aziz, que había permanecido leal al padre, fue también ejecutado por orden de Abd al-Latīf, a los pocos días (la fecha exacta no se menciona).
Este triste final después de un reinado de solo dos años, que consistió en una serie de fallos y errores políticos y militares, de ninguna manera es lo que ha pasado a la historia como la dominante figura del hombre Uluġ Beg. Lo que se recuerda como significativo son más bien los logros culturales producidos en el curso de su reinado de casi cuatro décadas como prícipe de Transoxiana, logros asociados con su nombre o atribuidos a él directamente. Podemos mencionar su iniciación de proyectos de construcción en Samarcanda y Bukhārā o su interés en problemas de poesía persa, que discutía en una correspondencia con su hermano, inclinado por el arte, Bāysunqur. Puede hacerse mención del hecho de que ciertos poetas čagatays le elogiaron en verso turco, aunque se desconoce que actitud adoptó hacia la literatura turca oriental que acababa de emerger durante su vida. Se atribuye haberse escrito a petición suya un trabajo histórico, el Tarikh-i arba’ ulus, una historia de los cuatro estados que nacieron de la desintegración del imperio mongol.
d) Abū Sa’īd y la pérdida de la Persia Occidental
‘Abd al-Latīf, que sucedió a su padre, estaba, como él, interesado en la erudición secular. Introdujo una disciplina más estricta entre la población y el ejército, que la que había sido el caso hasta entonces. No obstante, a través de una vida personal piadosa y un tratamiento respetuoso de los derviches logró asegurar la benevolencia de aquellos círculos religiosos que habían sido ofendidos por los hábitos de Uluġ Beg. Ya que muchos amīres no podían olvidar el asesinato de su padre y su hermano, finalmente fue organizada una conspiración contra él, de la que cayó víctima después de un reinado de solo seis meses, en mayo de 1450.
‘Abd Allah b. Ibrahim (nacido en 1433), otro nieto de Shāh Rukh, que le sustituyó en el trono, también disfrutó de un breve reinado. Anteriormente, Fārs le había sido confiado por su abuelo, pero había sido obligado a retirarse de alllí en 1447 bajo el ataque de las tropas de Sultān Muhammad. Como seguidor de Uluġ Beg, había sido encarcelado a la caída de este último. Su liberación e instalación como sultán, por la que tenía que demostrar reconocimiento mediante espléndidos regalos de dinero a las tropas, no se encontraron con la aprobación universal. ‘Alā’ al-Dawla b. Bāysunqur, cuyas ambiciones ya hemos mencionado en conexión con la muerte de Shāh Rukh, se levantó contra él, aunque con solo un éxito pasajero. Mucho más peligroso, no obstante, fue la reacción en Bukhārā, centro tradicional del dervichismo en Transoxiana. Allí, Abū Sa’īd b. Muhammad (nacido en 1424), biznieto de Tīmūr del linaje de Mīrān Shāh, que había sido encarcelado a la muerte de Uluġ Beg, fue liberado de su cautiverio y proclamado soberano. Después de algunos reveses iniciales marchó desde Tašqand a Samarcanda con el apoyo militar del uzbeko Abu’l-Khayr Khān, derrotó a su rival en junio de 1451, le tomó prisionero y le ejecutó, provocando ser entronizado en su lugar. Abū Sa’īd fue capaz de mantener su autoridad durante un tiempo considerable, de hecho hasta el invierno de 1468-9, e incluso consiguió producir una estabilización de la situación interna en sus dominios. No obstante, estos solo abarcaban el Turkestán occidental, Khurasān, Māzandarān, y parte del actual Afganistán (Kabulistān y Zabulistān), así que no es posible hablar de una restauración del imperio Tīmūrí, incluso en la extensión de las posesiones territoriales de Shāh Rukh. Pero incluso tales éxitos limitados no se consiguieron sin guerra.
Desde la caída de Uluġ Beg, los cambios también se habían producido más allá de Transoxiana. Sultān Muhammad b. Bāysunqur, no contento con Fārs y el Iraq-i ‘Ajam, había avanzado sobre Khurāsān y obligó Abu’l-Qāsim Bābur, en una campaña inicialmente victoriosa que culminó en marzo de 1450, en una batalla en Mashhad, a ceder ciertas partes de su dominio. De algún modo, la fortuna de la guerra se volvió contra él. Abu’l-Qasim le tomó prisionero y le ejecutó, restableciendo su autoridad sobre la totalidad de Khurāsān, y luego marchó a Shīrāz para incorporar las tierras de su vencido oponente en su propio imperio.
Había procedido a nombrar gobernadores para Qum y Sāva cuando Jāhān Shāh de los Qarā Qoyūnlū, que hasta entonces había permanecido leal a la relación de vasallaje instituida por Shāh Rukh, avanzó hacia el oeste desde Tabrīz y amenazó las dos ciudades. Su acción había sido incluso provocada en un sentido por Bābur, y no simplemente por las condiciones políticas inestables que predominaban en Persia oriental y Transoxiana; para Bābur, a pesar de haber colocado su nombre en la moneda y en las oraciones públicas, privilegios del soberano musulmán, simplemente había le comunicado las noticias de la victoria sobre Sultān Muhammad en una carta que llevaba el sello real más bien que en la forma de un edicto (Nissan), con la petición que podría esperarse de un sucesor de Shāh Rukh, al efecto de que a partir de ahora Jahān Shāh debía pagarle un tributo en moneda (bāj), como había regulado anteriormente Shāh Rukh, y los impuestos (kharaj) para la provincia de Āzārbāījān.
Bābur, que ya había partido de Qum y Sava, fue obligado a volver a Herat, presumiblemente a causa de las noticias de intrigas por parte de ‘Alā’ al-Dawla, en liga con los turcomanos, pero más probablemente como resultado de la masiva matanza de las tropas dirigida por Pīr Budaq, hijo de Jahān Shāh. El camino estaba completamente abierto para la expansión posterior de los Qarā Qoyūnlū. Un factor adicional era que podía contar con una actitud amistosa por parte de ciertos grupos de entre la población en muchos lugares. Difícilmente uno de los príncipes Tīmūríes y otros gobernadores serían capaces de mantener a raya el asalto turcomano durante algún periodo de tiempo. Así, en agosto de 1452 el control sobre casi la totalidad de Persia y Mesopotamia establecido por Tīmūr 70 años antes llegó a su fin, con la excepción de Abarquh, que no fue tomada hasta un año más tarde y Kirmān, que fue reconquistada temporalmente y se intentó que sirviera como posición base para operaciones más ambiciosas por las fuerzas Tīmūríes. Esas pérdidas fueron definitivas, y unos pocos golpes contra Ray en una fecha posterior no pudieron hacer nada por alterar la situación.
Una invasión de Transoxiana llevada a cabo por Bābur como réplica a la conquista de Balkh por Abū Sa’īd en la primavera de 1454 desde Herat dirigida al asedio de Samarcanda. Aparentemente fue solo bajo la presión del shaykh Naqshbandí ‘Ubayd Allāh Ahrār por lo que Abū Sa’īd decidió defender la ciudad. Pero las hostilidades finalizaron por el reconocimiento mutuo del Oxus como frontera. Esto se acordó en un tratado de paz que permaneció efectivo hasta la muerte de Bābur en 1457. El sucesor de Bābur, su hijo de once años de edad, Shāh Mahmūd, fue expulsado de Herat por Ibrahim b. ‘Alā’ al-Dawla después de solo unas pocas semanas. Este último mismo tuvo que huir en julio de 1457 de Abū Sa’īd, que nunca había abandonado la idea de anexionar Khurāsān. No obstante, Abū Sa’īd no logró capturar la ciudadela de Herat, pero tomo los cuarteles de invierno en Balkh.
Los continuos conflictos entre timuríes indujeron a Jahān Shāh, tras su asombroso éxito en Persia central, Fārs y Mesopotamia, a intentar nuevos avances hacia el este. Habiendo ocupado Gurgān, derrotó a Ibrahim en una batalla cerca de Astarābād. El derrotado timurí se retiró a Herat, donde se le unió poco después su padre ‘Alā’ al-Dawla y sus fuerzas. A pesar de que no cabe duda de que la pareja ofreció resistencia a Jahān Shāh, no les quedó otra opción más que la huida, mientras que el príncipe turcomano hizo su entrada en Herat el 28 de junio de 1458. Cuatro meses más tarde Pīr Budaq también llegó a la ciudad con sus tropas, claramente para reforzar a las fuerzas turcomanas. Jahān Shāh, instalado ahora en la ciudad capital de su anterior señor supremo Shāh Rukh, inmediatamente había incorporado su nombre en las oraciones oficiales, e inscrito en las monedas.
Pronto se hizo evidente, no obstante, que se había sobrepasado por su avance en tales remotas regiones. Tuvo que lidiar con la misma desventaja que los Tīmūr íes, a saber, la incesante lucha por el poder por parte de los príncipes de su propia casa; ambiciones que eran más poderosas para él por cuanto su capital Tabrīz estaba tan distante. Enfrentado con una revuelta liderada por su propio hijo Hasan ‘Alī, que había conseguido escapar de la fortaleza de Maku donde había sido mantenido prisionero, no vio otro camino abierto a él que retornar a Āzārbāījān. Abū Sa’īd que no había permanecido ignorante de la apurada situación de su oponente, pidió en las negociaciones que siguieron que todas las posesiones Tīmūr íes que Jahān Shāh había conquistado deberían ser devueltas. En todo caso, todo lo que se aseguró fue el retorno de Khurāsān.
El gobierno Qarā Qoyūnlū sobre Herat no resultó más que como un episodio en la historia de los Tīmūríes sin otros resultados directos de consecuencia. No se emprendieron ninguna operación turcomana más, ni los gobernadores turcomanos fueron capaces de mantener Khurāsān durante mucho tiempo después de esto. Bastante pronto, fueron establecidas relaciones más o menos amistosas entre Abū Sa’īd y Jahān Shāh, ya que cada uno de ellos tenía bastante que hacer para mantener su propia casa en orden. Así, sabemos de misiones turcomanas en 1461, 1463, 1465 y 1466 que fueron amistosamente recibidas en Herat. Haciendo balance, toda la serie de acontecimientos había tendido a consolidar el poder de Abū Sa’īd. En la siguiente primavera derrotó a ‘Alā’ al-Dawla, a Ibrahim y a Sultān Sanjar b. Ahmad b. ‘Umar Shaykh en las cercanías de Sarakhs. Capturó a Sanjar, que había caído en sus manos, le ejecutó, pero los otros dos príncipes lograron escapar. No obstante, ambos murieron poco después, Ibrahim en solo unos pocos meses y su padre al año siguiente. Y como, además el hijo de Bābur, Mahmūd encontró la muerte por este tiempo, Abū Sa’īd fue capaz de consolidar su poder aún más, habiéndose quitado de encima a tantos rivales, e incluso extenderlo hasta Māzandarān y Sistān.
Mientras, el príncipe Husain Bayqarā (nacido en 1438), un nieto de’Umar Shaykh que había vivido anteriormente en Khwārizm, había aparecido en la escena en Khurāsān. Tras la retirada de Jahān Shāh de Herat consiguió derrotar al gobernador de éste último de Gurgān, Husayn Beg Sa’dli, jefe de una de las más importantes tribus Qarā Qoyūnlū, y se hizo cargo de su territorio. Aunque, para empezar, reconoció la soberanía de Abū Sa’īd, tan pronto como este estuvo envuelto en sofocar un levantamiento en Transoxiana en 1460, no perdió tiempo en ocupar Māzandarān, y en septiembre de 1461 puso asedio a Herat. Aunque su éxito no fue permanente y más tarde fue obligado a buscar refugio de nuevo en Khwārizm, fue capaz, sin embargo, en 1464 de emprender una expedición de saqueo en Khurāsān con impunidad.
Abu Sa’īd había obtenido el poder con ayuda uzbeka. A pesar de esto, las incursiones uzbekas a través del Jaxartes en Transoxiana no cesaron durante su reinado. El mismo Abu’l-Khayr Khān que unos pocos años antes había apoyado a Abū Sa’īd en su lucha contra ‘Abd Allāh, y había recibido entonces una hijia de Uluġ Beg en matrimonio, estaba hacia 1454-5 concediendo a Uways b. Muhammad b. Bayqarā su ayuda en un levantamiento en el curso del cual Abū Sa’īd sufrió una seria derrota. Otro Tīmūrí, Muhammad Jūkī b. Abd al-Latīf, se rebeló en 1461, marchó a través de Transoxiana saqueadolo todo a su paso, y finalmente asumió una posición en Shāhrukhiyya, donde Abū Sa’īd le asedió desde noviembre de 1462 hasta septiembre de 1463. El peligro de los mongoles también se agudizó una vez más pero retrocedió después de que Abū Sa’īd rechazara dos ataques del Khān Čagatayda Isan Būqā y desde 1456 en adelante prestó su apoyo al hermano mayor de éste, Yūnus, al que reconoció como gobernante conjunto en Moġulistān.
Sería injusto inferir a partir de las relaciones amistosas que Abū Sa’īd mantuvo con Jahān Shāh que él hubiera abandonado la idea de restablecer la soberanía timurí sobre el territorio conquistado por los turcomanos. Esto se vio claro cuando a finales de 1467 Jahān Shāh, tropezándose contra la rivalidad de los turcomanos Āq Qoyūnlū, encontró la muerte en un choque con su gobernante Uzūn Hasan. Abū Sa’īd fue bastante consciente de que la reconquista de los territorios anteriormente perdidos para los Qarā Qoyūnlū y que ahora pasaban a manos de los Āq Qoyūnlū podían convertirse en una triste esperanza –de hecho una absoluta imposibilidad- si él no lograba frenar el amenazante ascenso de Uzūn Hasan. Ante este peligro la tradicional alianza que ligaba a los Tīmūríes con los Āq Qoyūnlū ya no pesaba tanto.
Por tanto Abū Sa’īd se embarcó en una campaña hacia el oeste bajo el pretexto de liberar al hijo de Jahān Shān Hasan ‘Alī, que le había pedido ayuda después de una infructuosa batalla contra los Āq Qoyūnlū. Incluso el comienzo de esta operación, a finales de febrero de 1468, claramente se emprendió tan impetuosamente y con tan poca planificación que no esperó a que llegaran tropas las tropas a su disposición y mucho menos asegurarse de que tenía reservas adecuadas. De hecho consiguió desalojar a los gobernadores turcomanos de ‘Iraq-i ‘Ajam y Fārs; y en otros lugares, como en Gilān, su soberanía fue una vez más reconocida. Pero continuó su avance sin prestar la debida atención a restablecer el orden en el interior del país, y fracasó en capturar todas las fortalezas –Ray, por ejemplo, fue una de las que simplemente fueron rodeadas. Ni prestó atención a las afirmaciones de amistad y pacíficas intenciones por parte de Uzūn Hasan, que le llegaron en el camino.
La situación para Abū Sa’īd de hecho estaba lejos de ser desfavorable. Tras el desastroso fin de Jahān Shāh hubo un buen número de amīres y miembros de la federación de los Qarā Qoyūnlū que solamente estaban esperando la oportunidad de probar fortuna con un nuevo líder, especialmente en una campaña contra Uzūn Hasan. Así, cuando el ejército timurí llegó a Miyana, Yūsuf, el hijo de Jahān Shāh, un gran número de amīres de los Qarā Qoyūnlū, y tropas que totalizaban unos cincuenta mil hombres se le unieron; así lo hizo el príncipe Hasan ‘Alī b. Jahān Shāh con su hijo Amīrzāda ‘Alī; y cuando estaba a punto de asumir los cuarteles de invierno a las orillas del Araxes se le unió también el Shīrvān-Shāh Farrukh-Yasār, que esta aliado con él.
A pesar de esta adhesión de fuerza, el ejército timurí se encontraba en una situación crítica en este momento, causada no solo por las inclemencias del invierno en Āzārbāījān sino también a serios problemas suplementarios. No solo eran vulnerables en sí mismas sus rutas a Khurāsān –que se extendían unas 1.250 millas- sino que para empeorar las cosas Uzūn Hasan había conseguido cortar en un corto espacio de tiempo todas las rutas por las que podrían haber llegado refuerzos. Cortó el acceso de los barcos de suministros desde Shīrvān, interceptó una columna de suministros desde Khurāsān y organizó ataques desde Ray contra las comunicaciones de su enemigo. A falta de comida y de prendas de abrigo, la pérdida de animales de montura y transporte y los constantes ataques sorpresa por rápidos grupos incursores de turcomanos minaron la moral de las tropas timuríes. Cuando Uzūn Hasan, logró, además, persuadió al Shīrvān-Shāh a desertar de Abū Sa’īd y retirarse, la desmoralización del ejército alcanzó el punto más bajo, lo cual se manifestó en numerosa deserciones. El empobrecido ejército marchó via Ardabīl, bajo en espíritu y con poco ánimo para el combate, en las estepas de Muġan y allí fue encontrado por la tropas turcomanas que esperaban. Después de sufrir graves pérdidas, Abū Sa’īd fue tomado prisionero. El 5 de febrero de 1469 fue entregado a Yādgār Muhammad, un biznieto de Shāh Rukh que había buscado refugio con Uzūn Hasan, Yādgār Muhammad tomó una sangrienta venganza tardía sobre él, por Gauhar Shad, la enérgica esposa de Shāh Rukh, que había sido asesinada en Herat doce años antes por órdenes de Abū Sa’īd . Con su derrocamiento la pérdida de todos los territorios persas del imperio timurí al oeste de Khurāsān se selló finalmente.
La opinión sobre Abū Sa’īd como un hombre y gobernante son a menudo más favorables de lo que sus logros explican, no menos a causa de él logró mantener su patrimonio en las luchas de sucesión de su día a través de 18 años. Esto, por supuesto, no compensa el fracaso al restablecer la extensión anterior del imperio y producir condiciones pacíficas. Es contemplado mejor como un típico representante de la aristocracia militar turca. La base de su poder era claramente la tribu turca de los Arġun, que le había elegido como su jefe y sobre la que podía confiar en sus empresas políticas y militares. Los medios que utilizó para consolidar su poder fue la concesión de feudos (suyurġal) los cuales entregaba más liberalmente, y no solo a miembros líderes de la tribu, sino también a sus hijos y a dignatarios seculares y religiosos, a turcos y no turcos por igual. No fallaría en observar el elemento religioso en el carácter del sultán. Los Shaykhs Sufíes tenían una considerable influencia sobre él, especialmente Khwājah ‘Ubayd Allāh Ahrār. Él se describió como un murid de este particular derviche, que ejercía el poder absoluto en Samarcanda bajo su gobierno, le convenció para restituir la ley religiosa (la Shari’a) en Samarcanda y Bukhārā, e incluso abandonó el impuesto sobre el comercio y los negocios (tamġā), que no podían reconciliarse con el Islam. Fue él también, quien le fortificó en su fatal decisión de emprender la campaña hacia el oeste de la que nunca retornó.
En la esfera doméstica puede verse que compartió el tipo de interés en la agricultura y el bienestar de los campesinos que hemos observado antes en el imperio de los timuríes. Sus medidas incluían disposiciones de impuestos favoreciendo la agricultura y mejoras en el sistema de irrigación. A este respecto su visir Qutb al-Dīn Simnani fue particularmente activo al organizar el establecimiento de los Jui-yi Sultāni al norte de Herat. La fuente materiales también hablan de revueltas de campesinos, no obstante, por tanto necesita clarificarse hasta que punto esas medidas en el área de la política agrícola pueden haber sido inspiradas solo como respuesta a los levantamientos y la amenaza de acción violenta por parte de campesinos desesperados. Como no existe ausencia de pruebas de la crueldad de Abū Sa’īd, no atribuiríamos simplemente sus reducciones de impuestos a motivos de generosidad y simpatía.

Los territorios timuríes entre 1409 y 1468

e) La línea de Abū Sa’īd en Transoxiana
Con la muerte de Abū Sa’īd el imperio Tīmūrí entró en una nueva fase de desintegración. En el territorio que Shāh Rukh había gobernado, al menos nominalmente, como una totalidad, emergían ahora tres imperios independientes: en Persia, Transcaucasia y Anatolia oriental un imperio turcomano con su capital en Tabrīz, en la que, no obstante, ya no eran los príncipes de los Qarā Qoyūnlū quienes gobernaban, sino el Āq Qoyūnlū Uzūn Hasan, hasta 1478, y más tarde su hijo Ya’qūb (1478-1490) y sus sucesores; en el Turkestán oriental, la Transoxiana Tīmūrí con su capital en Samarcanda, en la que Khwāĵah Ahrar ( 1490) fue la figura dominante hasta su muerte, pero donde la soberanía pasó a los hijos de Abū Sa’īd , comenzando con Sultān Ahmad (nacido en 1451, gobernó 1469-1494); y finalmente Cisoxiana, es decir, el territorio al oeste y suroeste del Oxus junto con Khurāsān y la mayor parte del actual Afganistán, donde el biznieto de ‘Umar Shaykh, Sultān Husayn Bayqarā (1469-1506), llegó al poder. Este último reinó en Herat, con cuyos atractivos Samarcanda no había sido capaz de competir desde los días de Shāh Rukh, de modo que incluso Abū Sa’īd había transferido su sede de gobierno allí después de que lograra finalmente conquistar la ciudad en 1459.
Mientras Uzūn Hasan se dedicaba a levantar su imperio a una posición donde era alababado incluso por los poderes occidentales como un poderoso aliado contra los otomanos, las cosas estaban yendo continuamente de mal en peor con los dos principados Tīmūríes. Estaban plagados de las antiguas rivalidades turcas entre príncipes, que operaban en las ciudades y provincias confiadas a ellos como gobernadores con una independencia que creció en proporción a la debilidad del poder central –fundamentalmente el resultado inevitable de ese concepto turco del estado referido anteriormente, por el cual el estado no pertenece al soberano, por no hablar del pueblo, sino conjuntamente a todos los miembros de la familia gobernante.
La desintegración del poder en Transoxiana era particularmente drástica. A la muerte de Abū Sa'īd, sus hijos pudieron retener solamente la Transoxiana y el Khurāsān oriental (Tukharistān), quedando Sultān Ahmad como soberano supremo sobre sus hermanos, entre los que se repartió la herencia familiar: Sultán Ahmad retuvo Samarcanda y Bukhārā, a las que más tarde añadió, aunque no se explica de qué modo ni en qué momento Tašqand, Sayram, Khujand y Ura-tübe, que al poco tiempo cedió a su hermano 'Umar Shaykh; éste último heredó el valle de Farġānah, con las ciudades de Andijān, Marġelan, Ush, Khujand, Isfara, Askhii y Kasan; Sultān Mahmūd gobernaba en Hisār y Tirmidh o Termez, mientras que un último hermano Abū Bakr gobernará en Badakhshān, Qunduz, Khuttalan y Čaġaniyan. Posteriormente estos territorios fueron heredados en 1478 por Sultān Mahmūd, a la muerte de su hermano Abū Bakr.
Durante su gobierno, Sultān Ahmad tuvo que luchar contra los Āq Qoyūnlū e intentó conquistar Herat que había quedado en manos de Husayn Bāyqarā. Con ese propósito Sultān Ahmad marchó desde Samarcanda decidido a reconquistar Herat, pero después de una entrevista con su hermano Sultān Mahmūd Mīrzā (que ya había tenido que abandonar Herat), se retiró. Mientras, Uzūn Hasan, sultán de los Āq Qoyūnlū, envió a su vasallo, el príncipe timúrida Yādgār o Yādigar Muhammad a conquistar Khurāsān. Husayn Bayqarā derrotó a Yādigar en la batalla de Chinaran (15 de septiembre de 1469), pero el derrotado recibió refuerzos; Uzūn Hasan exigió a Husayn la entrega de algunos oficiales Āq Qoyūnlū que habían desertado hacia Herat, pero el soberano se lo negó. Yādigar permaneció en Khurāsān y progresivamente las deserciones minaron el espíritu de las fuerzas de Husayn que terminó huyendo de Herat, que fue ocupada por Yādigar Muhammad el 7 de julio de 1470. Sultān Ahmad decidió aprovechar entonces la situación para recuperar Herat y avanzó hacia la ciudad. Pero Husayn Bāyqarā reunió nuevas fuerzas y al cabo de seis semanas se presentó en el Khurāsān y derrotó a las fuerzas del sultán de Samarcanda que avanzaban hacia el Khurāsān, y se enfrentó a Yādigar al que hizo prisionero y ejecutó.
En 1470 Sultān Mahmūd Mīrzā de Hisār yUmar Shaykh Mīrzā de Andijān (Farġānah) se aliaron para atacar Samarcanda pero por mediación de un jefe religioso se hizo la paz. En 1471 el hakim de Balkh, Ahmad Mushtak (o Mushtaq), conocido como Khwāĵah Ahrar, se sublevó y Sultān Ahmad le dio apoyo enviándole tropas (Mahmūd acudió en persona). Husayn Bāyqarā sitió Balkh cuatro meses pero no la pudo ocupar.
En 1494, Sultān Ahmad, con apoyo de Mahmūd Khān de Moġulistān, atacó el valle de Farġanah. ‘‘Umar  Shaykh Mīrzā había muerto en accidente el 8 de junio de 1494 y Ahmad ocupó Ura-tübe, Khujand y Marġinan, llegando a Qabas a unos 25 kms de Andijān, donde se detuvo; Darwish Gaw, uno de los notables de Andijān, fue ejecutado lo que hizo someterse a los demás. Mahmūd Khān atacó al mismo tiempo Askhi donde se encontró con fuerte resistencia y finalmente dio la vuelta. Algunos obstáculos naturales y la resistencia feroz de los campesinos de la región de Andijān organizados en guerrillas, hicieron retirarse también a Ahmad. A las dos o tres jornadas de camino de regreso se puso enfermo; llegó a Āqsu cerca de Ura-tübe, donde murió (mitad de julio de 1494), cuando tenía 44 años. Su hermano, en cuanto tuvo noticia de su muerte se presentó en Samarcanda y se proclamó sultán. Fue reconocido, bien porque Sultān Ahman no tuvo hijos o porque eran muy jóvenes, y gobernó unos seis meses, muriendo de enfermedad seguidamente en enero de 1495 a los 43 años (en un plazo de ocho meses murieron los tres hermanos).
En ese momento, el emir Khusraw Shāh, que se había convertido el hombre más influyente en el estado, se apoderó de parte del tesoro. Cuando se supo, el pueblo de Samarcanda salió a la calle, así como los soldados y se produjo un tumulto. El amīr Ahmad Hajji Beg y los Begs Tarkhān sofocaron el alboroto y escoltaron a Khusraw fuera de la ciudad hacia Hisār (donde ejercía el gobierno de Qunduz). El gobierno de Hisār había sido concedido un tiempo antes por Sultān Mahmūd a Mas’ūd Sultān Mīrzā, mientras que su hermano Baysunqur Mīrzā recibía Bukhārā; los dos príncipes habían sido enviados a sus gobiernos y no habían vuelto a Samarcanda ni estaban presentes a la muerte de Mahmūd. Los emires de Samarcanda, tras apartar a Khusraw Shāh, acordaron enviar a Baysunqur Mīrzā desde Bujara a Samarcanda y ponerlo en el trono. Así se hizo y Baysunqur fue proclamado a los 18 años. Su hermano Mas’ūd conservaba Hisār, y su primo Babūr gobernaba Farġanah desde Andijān, excepto en Khujand que se había separado en 1494 pasando a Sultān Ahmad Mīrzā (junio 1494).
En el invierno de 1495 a 1496 Husayn Bāyqarā de Herat dirigió su ejército desde el Khurāsān contra Hisār y se acercó a Tirmidh. Mas’ūd Sultān Mīrzā reunió sus fuerzas y marchó hacia Tirmidh. Khusrawu Shāh reunió a su gente en Qunduz para ayudar a Mas’ūd y envió a su hermano Walī Beg; los dos ejércitos permanecieron buena parte del invierno uno frente al otro en el río, sin cruzarlo; Bāyqarā hizo un hábil movimiento y trajo un contingente a la otra parte y cuando Mas’ūd lo supo, en lugar de atacar a los que habían cruzado, se retiró hacia Hisār, sin escuchar los consejos de Walī. Bāyqarā cruzó entonces el río con el resto de su ejército y envió a sus hijos Badi’ al-Zamān e Ibrahim Husayn Mīrzā, con algunos emires, contra Khusraw Shāh, mientras otro hijo, Muzaffar Husayn Mīrzā, fue enviado con otros emires contra el distrito de Khutian y él mismo marchó contra Hisār. Mas’ūd no juzgó prudente quedarse en la ciudad y se fue al valle del Kam Rud por la vía de Saratak, se reunió con su hermano Bāysunqur en Samarcanda; Walī Beg evacuó el distrito de Khutian. Un destacamento mandado por Bāyqarā derrotó a las fuerzas de Hisār pero ésta quedó sitiada; se hicieron algunos asaltos y el asedio duró dos meses y medio. Mientras, Badi’ al-Zamān fue sorprendido por las fuerzas de Khusraw Shāh, que consiguió su única gran victoria; Badi’ al-Zamān se retiró hacia las montañas Alġu de Taliqan. Khusraw Shāh, que estaba en Qunduz, envió a su hermano Walī, para fustigar a la gente de Badi’ al-Zamān. Mientras, Bāyqarā permanecía en las cercanías de Hisār; tomó a Bega Begum, hija de Sultān Mahmūd Mīrzā, y la casó con su hijo Haydar Mīrzā. Entonces se retiró de Hisār y se dirigió a Qunduz donde también sitió la ciudad. Finalmente, por la mediación de Badi’ al-Zamān se acordó la paz, se intercambiaron prisioneros y Bāyqarā y los suyos se retiraron. El ataque contra Khusraw Shāh había fracasado de hecho. Al regreso Husayn Bāyqarā dio el gobierno de Balkh a su hijo Badi’ al-Zamān y el territorio de éste (Astarābād) lo asignó a otra hijo, Muzaffar Husayn Mīrzā y ​​les hizo jurar lealtad en una asamblea en cada provincia ( lo que molestó a Badi’ al-Zamān que se sublevó poco después ya que quería el gobierno de Astarābād para su hijo). Khwāĵah
A fines del siglo XV, los Tarkhān Begs llegaron a ejercer una gran influencia sobre los asuntos del estado. Luchando por controlar influencia sobre los Tīmūríes, se opusieron a la vieja aristocracia, que incluía a Ahmad Khwāĵah Beg, Abu’l-Makārim y Khwāĵahgi Khwāĵah b. Khwāĵah Ahrār. En mayo de 1496, los Tarkhān Begs se rebelaron a Samarcanda, debido a que Bāysunqur favorecía a los Begs de Hisār, con los que había tratado más, sobre los de Samarcanda, favoreciendo especialmente a Shaykh 'Abd Allah Barlas, cuyos hijos eran íntimos del sultán. Darwish Muhammad Tarkhān salió de Bujara y fue a Karshi donde cogió a ‘Alī Sultān Mīrzā, otro hijo de  Sultān Mahmūd, y lo llevó a Samarcanda y lo proclamó sultán. Bāysunqur quedó como prisionero virtual en el llamado Nuevo Jardín; huyó con sus fieles y se refugió en la casa del jefe religioso Khwāĵahgi Khwāĵah donde los Tarkhān no le podían desalojar por la alta dignidad del personaje. Unos días después el Khwāĵah y algunos amīres se rebelaron y acorralaron a ‘Alī Sultān Mīrzā y los Tarkhān en la ciudadela, no resistiendo ni un día; Muhammad Mazid Tarkhān, el jefe de los Tarkhān locales, huyó hacia Bujara.
Bāysunqur Mīrzā marchó con su ejército a Bujara y al acercarse ‘Alī Sultān Mīrzā salió de la ciudad dispuesto a la batalla; ésta fue corta y ‘Alī Sultān ganó y algunos amīres de Bāysunqur como Ahmad Hajji Beg (así como muchos soldados) fueron hechos prisioneros y muchos ejecutados (hacia finales de junio o principios de julio de 1496). Esta derrota movilizó a Mas’ūd Sultān y Babūr, que aspiraban ahora a dominar Samarcanda. Lo mismo pensó Khusraw Shāh cuando Husayn Bāyqarā ya se había retirado a Shāhr-i Sabz. Con el habitual apoyo de su hermano Walī Beg, las fuerzas de Khusraw, al servicio de Mas’ūd, sitiaron Samarcanda, mientras Babūr también marchaba contra la ciudad, a la que ya se habían dirigido también las fuerzas de ‘Alī Sultān y Khwadja Yahyā. Durante las operaciones que duraron entre tres y cuatro meses, ‘Alī Sultān envió a Khwaja Yahyā para ofrecerle a Babūr un acuerdo de paz; Babūr se retiró no lejos de la ciudad y ‘Alī Sultān hizo lo mismo, pero como que se acercaba el invierno y en Samarcanda no había escasez, Babūr decidió retornar a Andijān y ‘Alī Sultān volvió a Bujara. Mas’ūd Sultān, que además de Samarcanda quería a la hija de Shaykh Abd Allāh Barlas, la consiguió y entonces también volvió a Hisār.
En mayo de 1497 Babūr salió de Andijān y las tropas de Bāysunqur que los vieron se retiraron; Babūr llegó a un lugar llamado Shīrāz que pertenecía a Qāsim Beg Duldai en calidad de daroġa, que se rindió. Al día siguiente Babūr llegó a Samarcanda. Babūr llegó a Qarā -Bulaq y cruzó el río Zarafshan, hasta llegar al lugar de Yam. De allí pasaron a Khān Yurt (la Tienda del Khān) un poco al este de Samarcanda, donde permanecieron unos 45 días, con algunos enfrentamientos menores con los defensores.
En verano de ese mismo año, una revuelta de Badi’ al-Zamān en Balkh, intentó la conquista de Herat, fue derrotada y el rebelde se había refugiado con Khusraw Shāh en Qunduz; éste había ido aumentando el conflicto con Mas’ūd y una vez con Badi’ al-Zamān a su lado, envió a éste, a su hermano Walī Beg y a un tercer hermano de nombre Baki Beg, contra Hisār; cerca de la ciudad se produjeron los primeros choques; después de unos días de enfrentamientos se concertó una frágil paz y la gente de Khusraw se retiró. Badi’ al-Zamān obtuvo entonces los servicios de Dhu’l-Nun Arġūn y su hijo Shūja que ocupaban las montañas de Qandahār y Zamindawar.
Después de varias luchas, en noviembre de 1497 Babūr se apoderó de Samarcanda. Por falta de botín sus hombres se volvieron a sus hogares en Andijān (valle de Farġānah); uno de los jefes militares principales era Sultān Ahmad Tambal, últimamente situado en una especie de estado mayor de Babūr. Devuelto a Andijān, Tambal conspiró con Awzun o Auzūn Hasan, al que Babūr había dejado encargado del gobierno (junto con ‘Alī Dost Taġai) en su ausencia. Los dos hombres intentaron convencer a Babūr de entregar el gobierno de Andijān y Askhi a su hermano Jahāngīr Mīrzā, una personalidad más débil que podrían dominar fácilmente. Cuando Babūr rehusó la petición de los dos hombres estos levantaron un ejército que fue de Akhsi, de donde era Tambal, hasta Andijān, y sitiaron la fortaleza donde ‘Alī Dost Taġai estaba dispuesto a resistir. La madre y la abuela de Babūr, y varios jefes religiosos, estaban en la ciudadela. Justo en ese momento Babūr se puso enfermo y durante 4 días no pudo ni hablar, mientras estaba así llegó un mensajero de los rebeldes que vio la situación de Babūr , y al regreso a Andijān informó de la situación, pero al mismo tiempo también lo hizo saber a ‘Alī Dost Taġai con lo que a éste sólo le quedaba la opción de rendirse; al mismo momento que ocurría Babūr ya se estaba recuperando y al cabo de poco más de tres meses de la conquista de Samarcanda fue forzado a abandonarla en febrero de 1498 para ir a Andijān. Cuando llegó a Khudjand se enteró de que la fortaleza había rendido y, por otra parte, los pocos hombres que había dejado en Samarcanda habían perdido el control ante Sultān ‘Alī Mīrzā. El poder efectivo en Samarcanda de hecho quedó en manos de Khwāĵah Yahyā (o Khwāĵah Muhammad Yahyā), hijo de Khwāĵah Ahrar, cuyos ancestros ya ejercían el cargo de Shaykh al-Islam en la ciudad hacía cuatrocientos años.
Babūr pidió ayuda al Khān de Moġulistān Mahmūd Khān que aceptó enviar un ejército desde Tašqand para ayudar a Babūr a recuperar el poder, pero con sólo entrar en el valle de Farġānah el Khān entró en negociaciones con los rebeldes, y aceptó retirarse. Babūr disponía de un millar de hombres pero la mayoría tenían a sus familias en Andijān y en los días siguientes 700 o 800 lo abandonaron dejándolo con solo 200 o 300 incondicionales; Babūr pasó un año en el exilio, pero pudo contratar a mercenarios mongoles y se pusieron a su servicio algunas tropas que habían desertado a AUzūn Hasan. Al final de la primavera de 1499 Babūr se presentó en Andijān y Awzun Hasan huyó al oeste mientras Ahmad Tambal se retiró al este a Auzkint. Babūr exigió a los soldados de Hasan que habían pasado a su servicio, que devolvieran algunos objetos que habían confiscado a los seguidores de Babūr y los soldados entonces se negaron y se pasaron a Tambal. Este, así reforzado, avanzó entonces hacia Andijān, hasta que encontró un ejército dirigido por un oficial de Babūr junto al río Ailaish, a un día en el este de Andijān, al que derrotó. Entonces avanzó acompañado de Jahāngīr Mīrzā y tomó posiciones a 3 kilómetros al este de Andijān; hizo algunos ataques pero sin establecer un cerco regular, en tres ocasiones atacó la ciudad pero no pudo pasar de los suburbios y al cabo de un mes se retiró y se dirigió a Ush que estaba fuertemente defendida, y luego hacia el norte. Estableció una guarnición en Madu (moderna Mady, en la ruta entre Osh hacia Kashgar) pero ésta fue ocupada por Babūr, los dos ejércitos se pusieron uno frente al otro en Ab-i Khān. Tambal hizo un simulacro de volver a atacar Andijān pero Babūr que había cogido posiciones en que no podía ser visto le sorprendió y lo derrotó en Khuban.
En cuanto a Bāysunqur Mīrzā, al ser expulsado por Babūr de Samarcanda, huyó con 200 o 300 hombres hacia la ciudad de Turkestán (Yasi) y luego hacia Qunduz con Khusraw Shāh. Cuando estaba cerca de Tirmidh fue atacado por el gobernador de esta (por cuenta de Mas’ūd) Sayyid Husayn Akbar (pariente y confidente de su hermano); Bāysunqur pudo pasar el río y huir. Cuando llegó a Qunduz fue bien recibido por Khusraw. En primavera, este último, acompañado de Bāysunqur Mīrzā, salió de Qunduz hacia Caġaniyan; envió un mensaje a Hisār para Mas’ūd Mīrzā en el que le pedía que fuera a tomar Samarcanda y que si lo conseguía gobernaría allí y otra miembro de la dinastía debería coger el trono en Hisār; precisamente en ese momento Mas’ūd estaba en mala posición ante los begs de Hisār porque había concedido demasiado favores a Shaykh AbdAllah Barlas, que era su suegro y le había dado el distrito de Khuttal y otras concesiones; muchos begs dejaron su servicio. Viendo a Khusraw como un aliado, Mas’ūd no le temió y así el beg pudo ocupar el Caġaniyan, rodear Hisār y derrotar a la guarnición, entrando en la ciudad. Mas’ūd huyó a Khuttal con su suegro; por el camino cruzó el río Aubaj y se presentó en los dominios de Husayn Bāyqarā (en la zona de Balkh). Mientras, Khusraw Shāh decidió poner a Bāysunqur al trono de Hisār, y concedió el Khuttal a su hermano Walī Beg. Al cabo de unos días se dirigió a Balkh donde Ibrahim Husayn Mīrzā que era su gobernador (hijo de Husayn Bāyqarā de Herat), permanecía con varios begs de su padre. Khusraw y Bāysunqur iniciaron el asedio que no consiguió nada. Mientras, Walī Beg iba a acosar Shabarġan y asolaba la región, pero no pudo establecer un cerco regular y se tuvo que conformar con los saqueos de los pueblos cercanos capturando 100.000 ovejas y 3.000 camellos.
Mas’ūd Sultān Mīrzā llegó a Herat con su séquito en el mismo momento que una fuerza que venía de Astarābād (donde el hijo de Bāyqarā, Muhammad Husayn Mīrzā había sido depuesto) y la presencia de estos dos contingentes frustró un ataque sorpresa a Herat de Badi’ al-Zamān y el beg de la dinastía Arġūn, quienes ante estas fuerzas se tuvieron que retirar. Mas’ūd fue bien recibido por Husayn Bāyqarā (del que era su yerno), pero al cabo de poco tiempo, a instigación del beg Baqi, se marchó sin pedir autorización y se presentó a Khusraw Shāh. Este por su parte ya tenía en su virtual corte de Qunduz a Bāysunqur Mīrzā (ex sultán de Samarkanda) y últimamente a Mīrān Shāh Mīrzā, hijo de Uluġ Beg II de Qabul (que se había sublevado contra su padre sin éxito con apoyo de los hazaras, pero había acabado expulsado por estos por "sus actos inmoderados"). Algunos aconsejaban a Khusraw Shāh matar a los tres príncipes Tīmūríes y leer la khutba en su propio nombre, pero Khusraw no lo consideraba factible todavía, pero sí que optó por eliminar un rival potencial haciendo cegar a Mas’ūd. Éste, después de sufrir el tormento, fue llevado a Kish por algunos servidores e intentaron que fuera acogido por su hermano ‘Alī Sultān Mīrzā de Samarcanda, pero como el clan de ‘Alī Sultān parecía amenazador, tuvieron que huir cruzando el río Aubaj y retornando con Husayn Bāyqarā de Herat. Después Khusraw envió a Bāysunqur a Hisār como sultán, y a Mīrān Shāh Mīrzā le envió a Barman con Sayyid Qasim para ayudarle.
Sin embargo, el peligro exterior real procedía de dos vecinos orientales, los uzbekos, que en 1447, bajo Abu’l-Khayr Khān, descendiente de Shaiban (o Shïban), un hijo de Jöči y nieto de Genġis Khān, había avanzado su área de control a expensas de los Tīmūríes hasta el Jaxartes; y los mongoles, que vivían en Semirechye, es decir, sobre el Issyk Kul y los ríos Talas, Ili, Yulduz y Manas. A pesar de las relaciones originalmente amistosas entre ellos, Abū Sa’īd había sido obligado, por supuesto, a defenderse continuamente contra las intrigas uzbekas. Además, había logrado debilitar el poder ofensivo de los mongoles al promover la división de Moġulistan entre dos príncipes čagataydas rivales. No obstante, demostró ser su propio protegido Yūnus Khān (1462-1487), quien más tarde unificó el país bajo su gobierno, llegando a ser de este modo tan poderoso que fue capaz de intervenir en las disputas de los Tīmūríes del Turkestán oriental. A este respecto, debe recordarse que esos príncipes, independientemente de sus respectivas genealogías, incluso si se jactaran de descender del mismo Genġis Khān, eran, como sus pueblos, turcos o turquizados. Es dudoso, incluso en el caso de Moġulistan, que se llamaran a sí mismos mongoles y que fueran así designados por otros grupos étnicos, aunque por este tiempo hablaban el lenguaje mongol. Yūnus Khān, al que hemos mencionado, pasó largos años en Persia en su juventud y había adquirido allí un grado de refinamiento gracias al cual es descrito como “el más educado Mongol de su tiempo”.
La caída de Abū Sa’īd había sido precedida en 1468 por la muerte del Shaibánida Abu’l-Khayr Khān. Después de años de duros combates con los oiratos que presionaban hacia delante desde Mongolia occidental, finalmente había sido derrotado y eliminado por miembros de su propia familia y que antes habían huido de él y tomado su residencia en Moġulistan. En el mismo año su hijo Shaykh Haydar encontró la muerte en un conflicto con Yūnus Khān. Así, la amenaza uzbeka a los Tīmūríes había sido controlada, pero solo temporalmente. Un nieto de Abu’l-Khayr llamado Muhammad Shaibani (nacido en 1451) había logrado sobrevivir tras la muerte de su abuelo y tío, hasta que encontró la oportunidad de restablecerse en una posición de poder al servicio de Mahmūd b. Yūnus Khān. Cuando finalmente marchó a través del Jaxartes al interior del Turkestan occidental, surgió una vez más un dominio uzbeko: se extendía rápidamente a expensas de los Tīmūríes, que se vieron impedido de tomar medidas defensivas por la incesante lucha familiar, e iba a proporcionar la base de para un poderoso imperio que perduró durante un siglo y jugó un importante papel en la historia no solo de Asia Central sino también de Irán.
En Samarcanda, bajo el control de Sultān ‘Alī y Khwāĵah Yahyā se respiraba una cierta calma, a tenor de lo que sucedía en Farġanah, pero en 1499 Muhammad Shaybani Khān se acercó a la ciudad, que ‘Alī Sultān y Yahyā hicieron fortificar tanto como pudieron, incluyendo los alrededores. Shaybani renunció a asediar la fortaleza y se dirigió a Qarshi; pasó Qarshi y siguió hacia Shāhrisabz saqueando las dos ciudades, retornando al llamado Dasht-i-Qipčaq. Shaybani Khān recibió un destacamento de mongoles que le envió el Khān Mahmūd Khān de Moġulistān y retornó a Samarcanda en la que comenzó el asedio. En los siguientes días rechazó una salida por la puerta de Sheikhzade; finalmente al décimo día entró por la puerta de Tshiharrah, llegando sin oposición al palacio de verano llamado Baġi No. La guarnición dentro de la ciudad resistió y la lucha se prolongó de después del mediodía hasta la medianoche. Al día siguiente se supo que Baki Tarkhān, hijo de ‘Alī Tarkhān, bajo el cual Muhammad Shaybani había comenzado su carrera, venía desde Bujara en ayuda de Samarcanda y ya estaba acosando el fuerte de Dabusi. Entonces los uzbekos dejaron la lucha a Samarcanda y se fueron a Dabusi, derrotando a Baki Tarkhān; ‘Alī Sultān Mīrzā pidió ayuda a su hermano Sultān Uways Mīrzā que vivía en Tašqand, y a Babūr de Andijān, que corriera hacia Samarcanda. Mientras, Shaybani, que había dejado una fuerza para cercar Samarcanda, marchó entonces sobre Bukhārā, la cual, sin fuerzas de defensa, fue ocupada rápidamente (al cabo de tres días). Shaybani dejó allí un daruġa (gobernador) y su harén y marchó contra Karakul que ocupó, pero los habitantes de la población se levantaron contra la guarnición uzbeka y la masacraron. Los uzbekos entraron en la ciudad y ejercieron una cruel venganza. Entonces, sabiendo que Babūr iba hacia Samarcanda, retornó hacia allí para terminar el cerco. Por el camino recibió la noticia de un mensajero de Bujara de que la nobleza de la ciudad estaba a punto de sublevarse y entregarse al antiguo gobernador Tīmūrí de la ciudad, Baki-Taphan. Este efectivamente se presentó en la ciudad pero Shaybani retornó y repentinamente se presentó ante las murallas de Bujara. Baki-Taphan que todavía no se había podido preparar, decidió renunciar a la lucha y huyó. Shaybani castigó cruelmente a los ciudadanos de Bukhārā.
En este momento en Samarcanda tenía lugar una lucha soterrada entre Khwāĵah Yahyā, que era el gobernante efectivo, y Sultān ‘Alī Mīrzā. Khwāĵah Yahyā comenzó negociaciones con Babūr por la entrega de la ciudad. Sultān ‘Alī Mīrzā, enterado de la traición, comenzó por su cuenta negociaciones con Muhammad Shaybani. Según el Babūr-name la madre de ‘Alī Mīrzā, Zureg Beġin Aga, era una mujer uzbeka y envió un mensajero a Shaybani prometiendo la entrega de la ciudad de Samarcanda si se casaba con ella y que, cuando recuperara los dominios de su abuelo Abū'l-Khayr, devolviera Samarcanda a ‘Alī Mīrzā. El plan había sido ideado por Abū Yūsuf Arġun.
Cuando Shaybani llegó a Baġ-i Mihdan (El Jardín de la Plana), en Samarcanda, Sultān ‘Alī Mīrzā salió por la puerta de Charraheh acompañado sólo de un pequeño grupo de personas, y, como se había convenido, se dirigió ante Shaybani, quien lo recibió fríamente. Khwāĵah Yahyā, al ver que ‘Alī Mīrzā había abandonado la ciudad (mientras él estaba orando en una mezquita) hizo lo mismo; esperaba que Shaybani iría a saludarle pero no lo hizo. Siguieron Jan Ali, el hijo del jefe religioso Khwāĵah Ali, que era el Rabat Khwāĵah. La madre de ‘Alī Mīrzā no fue muy bien tratada y entró en el harén de Shaybani como una más y Babūr dice "dio el reino de su hijo a los vientos". Algunas fuentes consideran que el conflicto entre ‘Alī Mīrzā y Khwāĵah Yahyā fue decisivo en la rendición de la ciudad que se produjo en el año 1500, que se considera el inicio del reinado efectivo de Muhammad Shaybani.
A Sultān ‘Alī Mīrzā se le asignó residencia en un barrio, bajo control de Tīmūr Sultān, hijo de Shaybani. Algunos amigos le aconsejaron escapar pero se negó. Shaybani se habría enterado de una conspiración y habría ordenado la ejecución de ‘Alī Sultān Mīrzā. Según Babūr fue muerto a los pocos días en el prado de Kulbeh, el Shibani-name, panegirista de los uzbekos, dice que murió ahogado accidentalmente al río Koheks o Zareftan, el Tarikh-i Tīmūr dice que murió en Kan-i Gul a la orilla de este río. Khwāĵah Yahyā fue asesinado poco después con sus dos hijos, en su camino a Khurāsān para iniciar la peregrinación a la Meca, y Shaybani negó toda participación si bien seguramente ordenó el crimen.
Pero poco después Bābur logró tomar la ciudad por medio de un coup de main. En mayo de 1501, sin embargo, fue derrotado en la batalla de Sar-i Pul por los uzbekos, a continuación de lo cual tuvo que abandonar Samarcanda por ellos otra vez. Ahora fueron capaces de establecer un dominio firme sobre Transoxiana, mientras él mismo, perdiendo incluso su patria en Farġana, que Jahāngīr ahora pretendía para sí en solitario, partió para sus célebres andanzas y no fue capaz de obtener un punto de apoyo hasta 1504, en Qabul.
Badakhshān, Hisār y sus dependencias (Khatlan, Qunduz) fueron disputadas por los uzbekos y Khusraw Shāh provocando un levantamiento nacional dirigido por Mubarak Shāh y Zubayr Raġa, en el que los uzbekos fueron rechazados y el príncipe timúrida Nāsir Mīrzā , hermano de Babūr , llamado en ayuda de los sublevados en contra uzbekos, fue proclamado rey en febrero de 1505. Al cabo de dos años, pero, debido a divergencias con los jefes rebeldes, fue expulsado del trono (murió en 1515) y gobernaron los dos jefes rebeldes; Mubarak Khān fue muerto al cabo de unos meses por Zubayr Raġa. En 1507, Sultān Ways Khān, hermano de ‘Alī Sultān Mīrzā, protegido por Babūr, entró en Badakhshān, y Zubayr, que se le oponía, fue asesinado; se apoderaron de parte del país los ismaïlíes de Kuhistan, dirigidos por Radi al-Dīn, pero en la primavera de 1509, Radi al-Dīn murió en una batalla y Sultān Ways Mīrzā se impuso finalmente, siendo su gobernante hasta su muerte en 1520.
(ii) Herat bajo Husayn Bāyqarā
Herat también tuvo que luchar contra difíciles expectativas, pero, al contrario que el imperio Tīmūrí de Transoxiana, se distinguió por grandes logros en la esfera del progreso intelectual y material, una continuación durante más de tres décadas de gran edad que había comenzado bajo Shāh Rukh y que había dado al estado de Herat ese sello característico que ahora alcanzó su último desarrollo bajo el gobierno del Tīmūrí Husayn Bāyqarā.
Sultān Husayn b. Bāyqarā, por darle su nombre completo, había perdido a su padre cuando solo tenía 7 u 8 años de edad, y en 1452 había entrado al servicio de Abu’l-Qāsim Bābur b. Bāysunqur, interrumpido durante un breve periodo solamente, después de la infructuosa campaña de este último contra Samarcanda. Tras la muerte de su señor dirigió la irregular vida de un mercenario errante, un tipo de hombre que se encuentra frecuentemente en los últimos años entre las tropas auxiliares de varios Tīmūríes enzarzados en sus luchas por el poder, hasta que finalmente comenzó a librar la guerra en su propio beneficio, durante un largo periodo de tiempo realmente sin éxitos duraderos. Para empezar, sus intereses se sitúan en Māzandarān, luego en Khwārizm en particular, desde donde emprendió repetidamente en invasiones o expediciones de pillaje en Khurasān. Estas le ganaron la enemistad de Abū Sa’īd, contra el que buscó apoyo de parte del Khān uzbeko Abu’l-Khayr. No obstante, sus propuestas quedaron en nada por la muerte de éste último.
Con las noticias de la caída de Abū Sa’īd, había surgido, por tanto, una situación, en la que Husayn Bāyqarā dejó de ser dependiente de la ayuda uzbeka. Viendo su oportunidad, la aprovechó inmediatamente. En 10 marzo de 1469, las noticias de los sucesos en las estepas de Muġān alcanzaron Herat; el 16 de marzo Sultān Mahmūd, hijo del príncipe ejecutado, llegó a la ciudad con los restos del ejército de su padre, pero tuvo que dejarla poco después; y solo una semana más tarde las plegarias oficiales se proclamaban en nombre de Husayn Bāyqarā, quien entretanto había efectuado su entrada en la ciudad. Aunque Sultān Ahmad ya se aproximaba a Herat con una fuerza poderosa desde Samarcanda, puso fin a su campaña en Khurasān después de encontrarse con su hermano Mahmūd en el camino.
No obstante, la sucesión de Husayn Bāyqarā no quedó sin disputa. Uzūn Hasan no dejó de explotar su victoria sobre Abū Sa’īd. Traslado su capital desde Diyarbakr a Tabrīz, y no solo ocupó ‘Iraq-i ‘Ajam, Fārs y Kirmān, sino que también proclamó a Yādgār Muhammad, el príncipe que había condenado a muerte a Abū Sa’īd, como único heredero legítimo al trono, enviándole con la soldadesca Tīmūrí que estaba en su compañía en ese momento a Khurāsān. Una victoria que Husayn Bāyqarā obtuvo sobre él en Chinaran en septiembre de 1469 de demostró indeciso, porque Uzūn Hasan rápidamente envió refuerzos en ayuda de su protegido. Sencillamente su intención era extender su influencia, si no su soberanía, sobre Khurāsān. Así, demandó de Husayn Bāyqarā la entrega de varios amīres Qarā Qoyūnlū que habían huido a Herat mientras él estaba ocupando Kirmān. Cuando los hijos de Uzūn Hasan, Zainal y Khalīl fueron traídos en apoyo de Yādgār Muhammad, Husayn Bāyqarā se encontró en una situación crítica. Tantas tropas desertaron al enemigo que incluso tuvo que abandonar Herat, donde su rival hizo su entrada en Herat el 8 de julio de 1470. De hecho, éste último no pudo contar con sus tropas, especialmente los contingentes de Āq Qoyūnlū, de manera que Husayn Bāyqarā, habiendo reunido nuevas fuerzas y haberse enfrentado a los tres hijos de Abū Sa’īd en un victorioso encuentro, reocupó su capital seis semanas más tarde. Yādgār Muhammad, que cayó en sus manos, fue ejecutado, y con el último descendiente de Shāh Rukh dejó el escenario político. Ya que el linaje de Jahāngīr había dejado de jugar un papel político solo unos pocos años después de la muerte de Tīmūr, la actividad de sus herederos estaba restringida ahora a los descendientes de sus dos hijos Mīrān Shāh y ‘‘Umar  Shaykh –es decir, respectivamente los vástagos de Abū Sa’īd en Transoxiana, de los que solamente Bābur tuvo un futuro significativo, y Husayn Bāyqarā y su familia en Khurāsān.
Con la muerte de Yādgār Muhammad los proyectos de Uzūn Hasan sobre Khurāsān igualmente llegaron a su fin. No hubo nuevos intentos de extender su poder territorial sobre Persia oriental. Husayn Bāyqarā, también, se abstuvo de cualquier movimiento contra su vecino occidental. Su frontera con el imperio Āq Qoyūnlū seguía desde el Mar Caspio una línea al oeste de Astarābād que corría en una dirección hacia el sur, luego iba a lo largo del Dasht-i Lūt, alcanzando finalmente el lago Hāmun. Ambas partes estaban decididas a llevar relaciones de buena vecindad, que no fueron afectadas por ocasionales incidentes fronterizos.
Aunque había logrado una distinción señalada a través de su coraje e iniciativa antes de su ascensión al trono, parece que desde entonces Husayn Bāyqarā había abandonado cualquier otro deseo de empresas militares de ningún tipo. Así, respetó sustancialmente la frontera del Oxus, aunque los incesantes conflictos de sus primos más allá del río y su debilidad militar de hecho representaban una constante invitación a intervenir. Esto es todo lo más notable ya que a partir su propia experiencia y conocimiento con las personalidades de la situación, sabía muy bien los peligros que estaban acechando en el fondo; esto es, cuán fuertemente los pueblos que vivían sobre el Jaxartes, especialmente los Uzbekos, estaban presionando hacia el oeste y convirtiéndose en una amenaza inmediata para él personalmente con cada éxito que se apuntaban en el Turkestán occidental. Antes de encontrarse en confrontación directa con los uzbekos al final de su vida, solamente tuvieron lugar incidentes sobre la frontera del Oxus de una importancia más o menos limitada, con una excepción: las campañas llevadas a cabo por las fuerzas de Khurāsān contra el sultán Tīmūrí Mahmūd que gobernaba en Hisār.
De hecho, esas fructíferas operaciones estaban conectadas con los conflictos que Husayn Bāyqarā tenía que resolver con sus hijos, especialmente en la segunda mitad de su reinado. Fundamentalmente, la causa de nuevo era siempre la cuestión de la autoridad disfrutada por los príncipes Tīmūríes que gobernaban en las ciudades más importantes; una perpetua tentación de retar al poder central tan pronto como surgían las diferencias de opinión con el gobernante. En una fecha tan temprana como 1490, Darvīsh ‘Alī, hermano de ‘Alī Shīr, había intrigado –como guardián del príncipe Ibrahim Husayn, un hijo de Husayn Bāyqarā que tenía su residencia en Balkh- con Hisār, y que al parecer llevó a una campaña contra la ciudad. Años más tarde, en el curso de una campaña posterior, el hijo mayor de Husayn Bāyqarā, Badī al-Zamān, fue trasladado de su gobierno en Astarābād a Balkh y ser rebeló cuando su hijo Muhammad Mu’min, al que había dejado atrás en Astarābād no fue tomado en cuenta para ser nombrado gobernador allí. Badī al-Zamān fue derrotado en batalla, y el azar decretó que su hijo, que también se había rebelado y había, por tanto, sido tomado prisionero, fue ejecutado por el mismo tiempo, aunque esto no tuvo conexión con la derrota de su padre. Se produjo una reconciliación, pero esta revuelta no fue la última, y en 1499 el príncipe incluso asedió Herat. Otros hijos, también, se alzaron contra su envejecido padre. Como resultado, hubo frecuentes ocasiones para operaciones militares pero ningún trastorno, aparentemente, bastante serio para poner en peligro el estado.
Tenemos conocimiento detallado de las figuras persas y turcas de eminencia en el imperio sobre las que Husayn Bāyqarā dependía en los asuntos de gobierno, incluso detalles de intrigas cortesanas. De entre esas figuras, una destaca con personalidad, un hombre de distinción en la historia intelectual y política. Este ‘Alī Shir Nava’i (nacido en 1441), quien había estado estrechamente conectado con Husayn Bāyqarā incluso en su juventud. Era un turco nacido en Herat que había estado presente en el cuartel general de Sultān Ahmad en 1469 y llegó a la capital solo unas pocas semanas después de la ascensión de Husayn al trono. Fue nombrado guardián del gran sello, y en 1472 miembro (divan begi) del gran consejo de estado (divan-i buzurg-i amarat). La influencia que ejerció fue tan poderosa que es citado como segundo tras el príncipe. En el curso del tiempo las relaciones entre soberano y consejero se enturbiaron realmente, y este estado de cosas tardó unos años en pasar, con ‘Alī Shir Nava’i en 1487 llendo a Astarābād como gobernador durante 15 meses. La alta estima en la que se mantuvo, que incidentalmente no iba a disociarse de sus logros en la esfera cultural, fue sorprendentemente evidente en las ceremonias de luto ordenadas por el príncipe con ocasión de su muerte en 1501.
El año 1501 marcó el comienzo de una nueva era en Asia Central y el Oriente Medio envolviendo la caída de los Tīmūríes y el ascenso de nuevos poderes. Vio la consolidación del poder uzbeko, como se ha mencionado arriba, como resultado de la conquista final de Samarcanda por Muhammad Shaibani, y la ascensión del Shāh Ismā’īl I, con el que comienza el imperio Safaví. Husayn Bāyqarā, que se había alejado cada vez más de su destreza militar de su juventud en las tres décadas de su gobierno en Herat, estaba impedido por la avanzada edad y la alargada enfermedad de tomar decisiones enérgicas. Como puede verse de su correspondencia, intenba evitar por todos los medios el conflicto con el Shāh Ismā’īl. Durante un largo tiempo –demasiado, de hecho- cerro sus ojos a la amenaza inmediata de un ataque masivo de parte de los uzbekos, cuyos éxitos en la Transoxiana, por supuesto, no podían haber sido un secreto para él, y confió en que sus fortalezas que impedían el camino en el Khurāsān. Incluso el intento de Bābur de estimularle a actuar contra el enemigo común fue incapaz de prevalecer contra este punto de vista. Así, ocurrió que los uzbekos fueron capaces de cruzar el Oxus, conquistando Khwārizm y llevar a cabo expediciones de saqueo contra Khurāsān.
Husayn Bāyqarā no vivió para ver el colapso de su imperio. Murió el 14 de mayo de 1506, habiendo marchado finalmente contra los uzbekos. Fue justo en este mismo momento cuando Bābur estaba haciendo preparaciones para responder a la llamada de ayuda que había recibido de Herat al avanzar desde Qabul con sus tropas. Aunque recibió las noticias de la muerte de Husayn Bāyqarā en el camino, continuó su marcha hasta que, después de cuatro meses, alcanzó su objetivo. En sus memorias recuerda de Badī’ al-Zamān y Muzaffar Husayn, dos hijos del príncipe muerto que estaban en desacuerdo sobre la sucesión, que sin duda estaban experimentados en asuntos de ceremonial de la corte pero no el gobierno de la guerra. Juzgando la situación sin esperanza se retiró sin esperar a chocar con Muhammad Shaibani. Al año siguiente recibió noticias de la entrada de los uzbekos en Herat y la huida de los hijos de Husayn Bāyqarā. Muzaffar Husayn no sobrevivió mucho al desastre; su hermano encontró refugio primero en la corte del Shāh Ismā’īl y después en Estambul, donde murió en 1517.
Es lógico el mérito de Husayn Bāyqarā de que en los 37 años de su gobierno en Herat, dio al Imperio Tīmūrí, a pesar de todo, condiciones relativamente pacíficas, aunque dentro de un areducida área. Bābur habla de su reinado como un periodo maravilloso, en el que vivían en Khurāsān muchos hombres significativos. El capaz guerrero es descrito como siendo en la primera mitad de su vida no solo un famoso luchador con el sable que se zambullía sin miedo en el combate cuerpo a cuerpo en la batalla, sino también un hombre cultivado, interesado activamente en la vida intelectual y artística de su tiempo, y un célebre patrón de las artes. Él mismo escribió poesía persa y turca bajo el pseudónimo de Husainī. Sin embargo debe decirse que su dīvān turco, que ha llegado a nosotros, solo contiene poemas de merito corriente. También dejó atrás un breve tratado en el que se disponen sus opiniones e ideales. No parece haber estado fuertemente comprometido en un sentido religioso. Fue autorizado a declarar el reumatismo que sufría como excusa para descuidar las oraciones prescritas. Su falta de perspicacia política y toda su apática ausencia de resolución a la hora de tratar con los uzbekos –entre los factores principales que contribuyeron a la caída del imperio Tīmūrí- pueden haber sido signos de senilidad, pues se le acredita generalmente una mente alerta que encontraba expresión no solo en la rápida declaración sino también, al comienzo de su carrera, en la veloz decisión.
(iii) La temprana carrera de Bābur
La conquista uzbeka de Khurāsān en sí misma no significó el fin de los Tīmūríes en Asia Central y occidental, pues Zahīr al-Dīn Bābur aún estaba gobernando en Qabul. En efecto, la idea de una restauración Tīmūrí en esos territorios permanecía viva en él, e iba a presentarse con la necesaria oportunidad unos años más tarde, a la caída de Muhammad Shaibani. Aunque una incursión en la India en 1505 muestra una nueva dirección de sus ambiciones, la marcha sobre Herat que llevó a cabo a petición de Husayn Bāyqarā revela su sentido de participación las tierras centrales Tīmūríes y su odio por los uzbekos que les habían expusado de ellas. En las nuevas circunstancias fue amenazado una vez más en Qabul por el mismo enemigo, y desde dos direcciones: en el norte desde Qunduz y la provincia de Badakhshān, y en el suroeste desde Qandahār. Para empezar, tuvo que presenciar a su hermano Nasir Mīrzā retirándose ante los uzbekos en Badakhshān. Y cuando Muhammad Shaibani también puso bajo asedio a Qandahār, parece que Bābur temporalmente había dado su causa por perdida. En todo caso tuvo cuidado de evacuar sus hombres desde Qabul para marchar a la India. Solo a causa de que había sido prevenido de hacer un rápido avance por las emboscadas montadas por las tribus afganas supo en el camino que debido a dificultades en el interior los uzbekos había levantado el asedio de Qandahār después de ofrecer condiciones fáciles a las tropas asediadas. De inmediato retornó a Qabul.
Aquí recibió noticias, algún tiempo más tarde, de la victoriosa campaña del Shāh Ismā’īl contra Khurāsān, la batalla de Marv, en la que Muhammad Shaibani había sido asesinado el 2 de diciembre de 1510, y la entrada de Ismā’īl en Herat. A pesar de las condiciones invernales inmediatamente partió para Transoxiana. En Qunduz, donde fue retenido por la resistencia uzbeka, se le unió su hermana Khānzada Begum, a la que había acordado dar en matrimonio a Muhammad Shaibani cuando había sido forzado a dejar Samarcanda. Ella había caído en manos de los persas en Marv y ahora fue enviada a él por el Shāh. A este gesto de amistad respondió enviando al príncipe Mīrzā Khān en una misión ocn regalos y felicitaciones. El Shāh confirmó al embajador en el gobierno de Badakhshān y dio seguridad de que Bābur retendría todos los territorios en Transoxiana que pudiera tomar de los uzbekos –con la condición, no obstante, de que él se convertiría a la Shi’a. Bābur aceptó, aunque, por supuesto, esto implicaba reconocer la soberanía de los Safavíes. En su avance a través de Transoxiana tomó Hisār y Bukhārā. En octubre de 1511 ocupó Samarcanda –por tercera vez- pero fue obligado a evacuar la ciudad otra vez en mayo siguiente después de un revés en batalla contra los uzbekos. Mientras, la alegría inicial a su vuelta había descendido, y realmente se había vuelto odio y desafección, a causa de que la población sunní se ponía de acuerdo con la Shi’a. Aunque para Bābur no suponía nada más que un mero acuerdo verbal, las oraciones oficiales incluyeron el nombre del Shāh Ismā’īl, cuyo brutal tratamiento de sunnies eminentes en Herat era tema común; y también la confesión Shi’í de fe. Sin duda aplicaron las mismas objeciones a las inscripciones sobre las monedas. Poco después, con la llegada de auxiliares pesas bajo el virrey (vakil) Yar Ahmad Khuzani, conocido como Najm-i sani, Bābur se dio cuenta de que su posición se había hecho insostenible. No era simplemente que iba a estar sujeto a la autoridad militar del general persa; este último inspiraba terror y repulsión en el pueblo como totalidad por haber matado, contra el consejo de Bābur, a toda la población de la ciudad de Qarshi que había conquistado. Así, en la batalla de Ghijduvan el 12 de noviembre de 1512, Bābur se demoró. Los uzbekos resultaron victoriosos y el general safaví fue muerto; mientras, Bābur se retiraba a toda prisa.
Realmente permaneció en Badakhshān durante un tiempo considerable después de esto antes de admitir que no había futuro para él en Transoxiana y Khurāsān. Después de 1514, el año de su retorno a Qabul, volvió toda su atención a la india y emprendió varias campañas en esa dirección, hasta que el 20 de abril de 1526 obtuvo la victoria decisiva contra Ibrahīm Lodi, el sultán de Delhi, en la batalla de Panipat. Este fue el momento en que nació el Imperio Mogol, un estado Tīmūrí fundado en suelo indio, que perduró hasta el siglo XIX. Y aunque partes de Afganistán, y Qabul, que no se perdieron hasta que fueron conquistadas por Nadir Shāh en 1738, pertenecieron a este imperio, el hecho es que su centro de gravedad se sitúa en la India. Este estado de cosas no fue alterado por ocasionales golpes posteriores hacia Khurāsān y Transoxiana, que llevaron, en el mejor de los casos, a éxitos efímeros. En Asia Central y Occidental los Tīmūríes habían cesado de desempeñar parte vital de la escena política en 1507, con la victoria uzbeka sobre los hijos de Husayn Bāyqarā y como máximo con el retorno de Bābur a Qabul en 1514.

Bibliografia:
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