1.
El Periodo Oscuro (c.1750-c.1450)
a)
La aparición de nuevos invasores: Casitas, Hurritas y Mitannios
Las
páginas de esta historia tienen poco que decir sobre Asiria o
Babilonia a partir de los reinados de Šamšī-Adad I y de su
hijo Išme-Dagan, en la primera, y desde el final del último
sucesor de Hammurabi en la última. El espacio intermedio de
casi tres siglos estuvo ocupado por las invasiones e influencias
retardantes que afectaron a la totalidad de Asia Occidental y Egipto
también, y habían producido una oscuridad similar a la vista de
toda esa vasta área. En Egipto los invasores eran los Hyksos,
en Siria, Mesopotamia y hacia el este, los Hurritas, en
Babilonia los Casitas; todos esos pueblos eran de orígenes
tan oscuros como generalmente bajos sus niveles culturales, y todos
por igual destinados a perder su individualidad, parcialmente por
conquista, pero mayormente por absorción, antes de que hubieran
alcanzado una civilización característica o mucha historia propia.
Para esta edad oscura la búsqueda moderna tiene que depender, por
tanto, parcialmente de vestigios y destellos intermitentes de lo
antiguo. El punto alcanzado ahora en la
historia es que si bien la oscuridad está en todas partes en
retroceso -había sido disipada en Egipto con la expulsión de los
hyksos y la contrainvasión de Siria por los reyes de la XVIII
dinastía-, sin embargo, estos nunca se habían aproximado
suficientemente a las viejas sedes de la cultura babilónica como
para ejercer una influencia directa allí o romper (si tal hubiese
sido el efecto) el hechizo amortiguante que todavía lo dominaba. El
más grande de los conquistadores egipcios, Thutmosis III, fue
capaz, en el punto más lejano de su penetración en Siria, de
incluir entre el botín de su campaña un tributo desde Aššur,
a la que había alcanzado su fama si no sus ejércitos. Poco afectado
por este distante intruso, y en absoluto por sus sucesores, la nación
asiria tuvo que temer y y sufrir mucho más la opresión más cercana
de los hurritas, representados por reyes de los estados llamados
Mitanni y Khanigalbat. Los Casitas habían comenzado a
hacer incursiones y establecerse en Babilonia bajo el reinado del
hijo de Hammurabi, y se habían instalado a gran escala en la
capital, llenando el vacío dejado tras la incursión hitita que puso
fin a la dinastía amorrea allí. Sin embargo, a pesar de las
violentas interferencias las dos tierras habían perdido poco de sus
respectivas identidades. A través de todos esos años la línea de
reyes asirios nunca se rompió, y los invasores de Babilonia, habían
llegado, como muchos de sus precursores, a ser aceptados como
simplemente una nueva dinastía en un país aparentemente dotado de
una capacidad inagotable de absorber los elementos más intratables y
reorganizarlos en su propio molde.
En
Asiria la línea de reyes está conservada sin interrupción para
nosotros únicamente mediante las listas de sus nombres y reinados.
De los 36 contados entre Išme-Dagan
I y Aššur-uballit
varios ocuparon un difícil trono durante solamente un momento, y el
resto no dejaron más que unos pocos registros de actividad
constructora local en la ciudad de Aššur,
acoplado con una noticia genealógica. Sus inscripciones no ocupan
media docena de página en los libros modernos, y donde ellos no han
dicho nada de sí mismos no es sorprendente que el mundo exterior, en
general, no hubiera dicho más.
No
hay duda de que la mayoría de estos reinados se pasaron bajo la
sombra de la dominación extranjera, proyectada parcialmente desde
Babilonia, donde los igualmente oscuros primeros reyes casitas
parecen haber reclamado una cierta soberanía sobre el vecino del
norte. Pero una nube mucho más amenazante obstaculizaba desde el
oeste, desde los diversos gobernantes de los pueblos hurritas,
quienes, si bien nunca suplantaron a los reyes asirios en su pequeño
dominio particular, al menos extendieron su poder y ocuparon
distritos que, por naturaleza, pertenecían más a los asirios, por
lo demás, incluso lejos de las principales sedes de los reinos
hurritas. Es una suerte que estemos muy ampliamente informados sobre
la población, las instituciones, el lenguaje y la vida de un
distrito centrado sobre Arrapkha (el moderno Kirkuk),
con una importante sucursal periférica en Nuzi, a solo una
pocos kilómetros de distancia. Las ciudades estaban entonces
habitadas por una población mayormente hurrita, la cual estaba
acostumbrada al uso, más bien torpemente, del lenguaje acadio para
sus negocios legales y registros públicos, pero hablaba su propia
tosca lengua vernácula y reconocía el gobierno de Sauštatar,
rey de Mitanni. La ciudad de Aššur
difícilmente aparece en todos estos voluminosos documentos, pero
Nínive es destacada, especialmente en nombres personales, y
muy probablemente sea considerada una posesión mitania, que contenía
una fuerte mezcla de habitantes en esta época. Arrapkha,
perdida para el gobierno babilónico desde los días de Samsuiluna,
pasó a dominio de los hurritas, no de los asirios, a pesar de su
comparativa cercanía de Aššur;
las tablillas de Nuzi dan suficientemente indicación de que los
reyes de Asiria deben, en estas generaciones, haber sido no más que
vasallos de los monarcas hurritas que controlaban el país a lo largo
y ancho alrededor de la ciudad sobre el Tigris. En estas
circunstancias no es sorprendente que lo poco que se conoce sobre
Asiria, incluso en la época que precedió directamente a su gran
recuperación, se deriva por casualidad de la historia de Mitanni,
ella misma fragmentaria y parcialmente dependiente de otros
registros.
b)
El inicio del Periodo Asirio Medio
Los
historiadores habitualmente colocan el inicio del Periodo Asirio
Medio en la segunda mitad del siglo XV a.C. cuando se vuelve a
encontrar documentación -tanto documentos de archivo como algunas
inscripciones reales, comenzando con las del rey n.º 59, Šamšī-Adad
III (1534-1518). Pero por la falta de datos no es fácil decir
qué había de nuevo o diferente, aparte del hecho de que Aššur
se engrandeció al añadir la nueva ciudad meridional (ālum
eššum),
cuyos muros fueron construidos por Puzur-Aššur
III
(1492-1468).
La ciudad también se convirtió en capital de un estado territorial,
cuyos gobernantes se llamaban a sí mismos “rey
del país de Aššur”
(māt
Aššur),
y pronto se unirían al “club” de los grandes poderes de la Edad
de Amarna, en el siglo XIV a.C. La falta de inscripciones antes del
rey nº 59 no nos permite tomar la ascensión de Belu-bani,
hijo de Adasi,
como
el comienzo del llamado Periodo
Asirio Medio,
que de cualquier manera es un concepto moderno, solo aplicable desde
la segunda mitad del siglo XV a.C. La Lista de
Reyes Asirios insiste en que durante esta época, y pese a los
desafíos a los que se vio sometida, logró sobrevivir una rama
dinástica. Así pues, los reyes asirios posteriores descendían en
último término de un monarca por lo demás muy poco conocido,
Adasi, que reinó en algún momento del siglo XVII a.C. Este
concepto de legitimidad genealógica pervivió durante toda la
historia de Asiria, de modo que este periodo tan oscuro para nosotros
tuvo una importancia ideológica enorme para el estado asirio hasta
su desintegración a finales del siglo VII.
En
segundo lugar, el sistema de funcionarios anuales epónimos, los
limmu, se mantuvo desde la época paleoasiria hasta la
desaparición de Asiria, y por supuesto también durante la “época
oscura”. Por último, las historias de las actividades
constructivas de época posterior aluden a actos realizados por reyes
de este periodo, por lo demás tan mal documentado. Así pues, pese
al carácter probablemente ficticio en muchas ocasiones de una
continuidad política debilitada, sobrevivieron algunos elementos
importantes de la cultura política asiria.
Se
cree saber que Asiria comenzó muy pronto a formar parte del mundo
mitannio. La toma del poder por el “usurpador” Lullaya
(1592-1586), citado en las listas como el sexto rey después de
Adasi, muy bien podría significar el comienzo del dominio total de
los mitannios en el país. Las escasas y breves inscripciones
relativas a edificios religiosos que los reyes nos han dejado nos
informan al menos de un punto: la continuidad de los títulos
asirios: el rey afirma ser “iššiakum”
(vicerregente)
del dios Aššur.
No
está probado que la dominación de los mitannios se hiciera sentir
siempre con la misma intensidad. Hubo ciertamente momentos de
relajamiento en que los príncipes asirios manifestaron veleidades
de
independencia. La historia sincrónica, nos recuerda alguno de esos
momentos: cuando Puzur-Aššur
III,
y el rey casssita de Babilonia Burna-Buriaš
II
fijan
de nuevo su frontera hacia 1490
a.C.,
o cuando Aššur-bel-nišešu
(1409-1400)
y el rey cassita Kara-Īndaš
I firman
un tratado y prestan juramento en las fronteras de sus estados. El
hecho es que el que hayan firmado un tratado y llegado a acuerdos
internacionales es prueba de que los asirios consiguieron recuperar
durante periodos más o menos largos su soberanía
nacional.
Es muy significativo el que estos mismos periodos de independencia
parezcan coincidir con ciertos aspectos de la actividad real. Así,
por ejemplo, Aššur-bel-nišešu, reconstruye las murallas
fortificadas que rodean la ciudad nueva, es decir, la parte de Aššur,
de forma trapezoidal, que constituye su extremo sur. Ahora bien, el
constructor de esa muralla había sido, como se dijo más arriba,
Puzur-Aššur
III,
que como se ha visto, también había tratado de igual a igual con un
rey de Babilonia. Y así como la destrucción de murallas de una
ciudad era uno de los primeros actos realizados por un rey
conquistador, a fin de poner de manifiesto su conquista, es natural
que la reconstrucción de esas mismas murallas significase y
manifestase la independencia recobrada.
Cuando
las dificultades interiores de Mitanni se hicieron más agudas y
pusieron en grave peligro la unidad de este vasto territorio, Asiria
en varias ocasiones intentó conseguir su independencia. Así, por
ejemplo, Aššur-nadin-ahhe
II (1392-1382),
sobrino de Aššur-bel-nišešu, aprovechó los disturbios
ocasionados
por el asesinato de Šuttarna II para intentar restablecer relaciones
con Egipto. Lo consiguió, e incluso es tratado por el faraón en un
plano de igualdad con Mitanni, ya que recibió la misma cantidad de
oro que este último. Pero será preciso que los hititas lleguen a
quebrantar el dominio de Mitanni para que por fin, Asiria se
convierta en un país independiente.
2.
Renacimiento político de Asiria. Assur-uballit y sus sucesores.
a)
La independencia de Asiria respecto de Mitanni
El
restaurador del poder de Asiria fue, más allá de toda duda,
Aššur-uballit,
quien estaba destinado a convertirse en la figura en su día, pero no
nos ha dicho nada a propósito
de
sí mismo. Media docena de inscripciones cortas en relación con la
reparación de dos templos y algún trabajo sobre una muralla en su
ciudad de Aššur, no más que el menos distinguido de sus
predecesores. Los reyes asirios no habían aprendido aún el arte
de
añadir anexos a sus inscripciones de construcción, estas notas de
sucesos contemporáneos que iban a expandirse pronto en los
detallados anales de los reinados posteriores. Una primera mención
de los hechos del gran rey se hace, en su propia familia, a través
de su nieto, mirando atrás sobre las glorias de su linaje y tomando
a Aššur-uballit como el inaugurador de estas. En la documentación
general de su época hace una aparición mejor, aunque a veces
anónimamente. Sus propias reliquias más interesantes son dos cartas
encontradas en el distante Egipto entre el célebre archivo de
Amarna. Estos dos despachos pertenecen claramente a diferentes
periodos de su reinado y poder. La primera está dirigida “al rey
de Egypto, de Aššur-uballit, rey de Asiria”, y sus contenidos son
adecuados a estos modestos comienzos -el escritor envía a su
mensajero a contactar con el potentado, “para verte a tí y a tu
tierra”, y para ofrecer un presente apropiado, un bello carro, dos
caballos, y una joya de lapislázuli, en elogio del cual observa que
su padre nunca había enviado tales regalos, una observación que
esta amplificada en la segunda carta. Esta es más larga y más
interesante; Aššur-uballit, que escribe
más
avanzado su reinado, se ha convertido ahora en “el rey de Asiria,
el gran rey, tu hermano”, y se dirige a Amenofis por
los
títulos correspondientes, incluyendo “mi hermano”. Los regalos
se repiten, incluso incrementados, pero se deja muy claro que son
enviados estrictamente sobre el comprensible “do
ut des” (“doy
para que des”), pues el escritor continúa diciendo que esta
informado de que “el oro en tu país es polvo, ellos lo recogen”.
Así, como el tiene que soportar el coste de construcción de un
nuevo palacio, deja que envíe su hermano todo el oro que haga falta.
Esto está reforzado por una interesante llamada al pasado, “cuando
Aššur-nadin-ahhe, mi padre [segundo
predecesor] envió a Egipto, ellos
mandaron de vuelta 20 talentos de oro, y cuando el rey de Khanigalbat
envió a tu padre, ellos le mandaron también 20 talentos. Envíame
tanto como al de Khanigalbat”.
En la misma grosera presión, de manera maleducada, rechaza el favor
aceptado “(lo que tú has mandado) incluso
no es suficiente para el gasto de mis mensajeros yendo y viniendo”.
Esto es, por supuesto, solamente un ejemplo de la codicia por
el
oro egipcio que impregna las cartas de los príncipes asiáticos, que
evidentemente
no
veían nada indigno en tal regateo de presentes. Se ha observado que,
por razones desconocidas, el oro en esta época había reemplazado
temporalmente a la plata como medio de intercambio, y que
los
regalos recíprocos, masivos y cuidadosamente inventariados, que
pasaban entre estas cortes, pueden considerarse como una forma de
comercio de estado; del mismo modo que el oro era la exportación
particular de Egipto, el lapislázuli y los caballos eran igualmente
los valores asiáticos comerciados a cambio. En cualquier caso, los
príncipes nunca se habían contenido de criticar sus
correspondientes regalos con una franqueza descarada. La carta de
Aššur-uballit finaliza con algunas palabras sobre las dificultades
de comunicación, “somos tierras
distantes, y nuestros mensajeros deben viajar así”,
sujetos a obstáculos. Había habido quejas en ambas partes sobre la
retención indebida de mensajeros; alguno de los egipcios habían
sido mantenido prisioneros por los Sutu,
los nómadas del desierto, y el rey asirio escribe que había hecho
todo lo posible por efectuar su liberación. Pero esta desgracia,
añade, no es razón para que los mensajeros asirios sean detenidos
como represalia - ¿por qué deberían morir en una tierra lejana? Si
esto diera
cualquier
ventaja al rey, que así sea, pero ya que no hay ninguna, ¿por qué
no dejarles ir?
No
hay nada que demuestre que el faraón se tomó todo esto
particularmente mal -el estilo era demasiado familiar. Pero hubo otro
que pensó que valía la pena mandar a él (o a su sucesor) una aguda
protesta contra estas negociaciones, el contemporáneo rey casita
Burna-Buriaš,
el segundo de ese nombre en la dinastía. Esta indignada carta
recuerda que Kurigalzu,
su padre, había sido tentado por los cananeos para hacer una liga
con ellos para una incursión sobre Egipto, y Kurigalzu había
rechazado estas propuestas. “Pero ahora
los asirios, súbditos míos, ¿no te he escrito sobre cómo es su
mente? ¿Por
qué tienen que venir a tu país? Si me aprecias, no permitas lograr
nada de su objetivo, sino despídelos con las manos vacías.
Los
ancestros de Burna-Buriaš ciertamente pueden haber pretendido e
incluso ejercido una cierta supremacía sobre los oscuros reyes de
Aššur, encerrados en su pequeño dominio entre las hordas de un
opresor más próximo. Pero no solo había ahora allí un hombre de
temperamento diferente sobre el trono asirio; los opresores habían
sido expulsados y todas las circunstancias cambiaron. Las protestas
de Babilonia fueron en vano, pues el faraón era demasiado sabio para
ignorar la realidad. El tema más urgente en las cartas desde
Babilonia era la protesta contra el reconocimiento
de
los asirios, un asunto de algún peso para Burna-Buriaš, que vio que
su supremacía nominal pasaba rápidamente a la dominación real de
su rival, Aššur-uballit. El momento culminante
para
Asiria en su relación con los reinos hurritas que la habían
oprimido tanto tiempo fue indudablemente el asesinato de Tušratta
(c.1356-c.1335),
rey de Mitanni, por uno de sus hijos. Los sucesos de este tiempo son
relatados con algún detalle por los preámbulos de dos versiones de
un tratado celebrado entre el hijo de Tušratta, Kurtiwaza
y
el gran rey de los hititas, cuyo patronazgo obtuvo y selló por el
matrimonio con una hija.
A
la muerte de Tušratta, el trono de Mitanni fue ocupado por Artatama
II (c.1335-c.1330),
el rey del país de Khurri,
quien había sido su oponente largo tiempo y como tal había
disfrutado del apoyo del rey hitita. Pero tenía otros partidarios
también, en particular las tierras de Asiria y Alše, y fue acusado
de despilfarrar
en
sobornos a estos aliados las
riquezas
reunidas en el palacio de los reyes anteriores. Si tales fueron
ofrecidas no cabe duda de que fueron inmediatamente aceptadas por el
avaricioso asirio, pero tenía motivos de defensa y ambición, las
que en sí mismas habrían asegurado su hostilidad a Tušratta.
Cuando Artatama se convirtió en rey de Mitanni dejó a su hijo
Šuttarna
(llamado
en otro lugar Šutatarra)
como su sucesor en el país de Khurri (estos reinos estaban, no
obstante, mal definidos), y este último completó el sometimiento a
Asiria que su padre había comenzado -esto concuerda
con
el relato hostil que sobrevive en solitario. Destruyó el palacio
construido por Tušratta, se deshizo de las preciosas vasijas
acumuladas allí dentro y vendió estos ricos materiales al asirio
que había sido el servidor de su padre, pero que se había rebelado
y rechazado pagar el tributo. Sobre todo, Šuttarna restauró a
Asiria la espléndida puerta de plata y oro que se había llevado un
rey anterior de Mitanni y usada para adornar su propio palacio en su
capital Waššukhanni.
Hizo los mismo espléndidos sacrificios de su riqueza paterna al país
de Alše,
destruyó las casas de sus súbditos hurritas, y entregó a ciertos
nobles detestables a los mismos enemigos, que inmediatamente
empalaron a estos desgraciados cautivos.
No
cabe duda de que el rey asirio que juega tan prominente papel en este
relato era Aššur-uballit, aunque nunca es nombrado. Cuan humilde
era su posición al comienzo de su reinado está probado por la
proclamación concreta de que él era el sirviente tributario del rey
babilonio, y no menos claramente por su propia referencia a un “rey
de Khanigalbat”, como, en cierto sentido, su propio predecesor.
En un momento favorable él cerró una alianza con Mitanni, pero en
lugar de incurrir en el castigo, recibió del sucesor de su señor no
solo los trofeos de una conquista anterior, sino la riqueza, los
príncipes e incluso el territorio de su anterior soberano. La razón
para esta extraña conducta por parte de Artatama y su hijo solo
puede suponer la necesidad en la que ellos mismos se encontraban de
encontrar aliados para un peligro externo, y que ese peligro solo
podían ser los hititas. No obstante, esto también es extraño, pues
está claro que a la muerte de Tušratta, que había sido su enemigo,
el rey hitita vio con indulgencia la sucesión de Artatama. El
distanciamiento ocurrió pronto, no obstante, y los reyes mitanios
supieron que deberían enfrentarse a la hostilidad del poderoso
Šuppiluliuma I (c.1355-1329), que encontró a su
disposición una oposición encabezada por Kurtiwazza, hijo del
asesinado Tušratta. La situación de este joven pronto llegó a ser
peligrosa; fue obligado a huir, primero a Babilonia, y desde ahí al
hitita, al que unió su suerte y se casó con su hija. Lo que le
ocurrió a Kurtiwaza al final se desconoce, pero que finalmente
sufrió una derrota de manos de los asirios puede deducirse del
testimonio, unos 50 años después, del biznieto de Aššur-uballit,
de que este último “esparció las huestes de los diseminados
Subarios”. Sin embargo, incluso si hizo esto no era sino
una simple victoria, pues sus descendientes encontraron un reino de
Khanigalbat existente aún bajo la familia de Šattuara I
(c.1300-c.1275) y de su hijo Wašašatta
(c.1275-c.1260), relacionado con la antigua casa
reinante, tuvo que librar repetidas guerras contra estos enemigos,
que continuaron en el reinado de Šulmānu-ašarēd I (=
Salmanasar I) (1265-1235); como resultado de esto el territorio de
Khanigalbat fue anexionado al imperio asirio. Además de la victoria
sobre los subarios en el oeste, la única otra conquista específica
atribuida a Aššur-uballit es que “dominó al los Musri”.
Si, como algunos piensan, los Musri se situaban al este de Asiria,
más allá de Arrapkha (Kirkuk), o incluso al noreste de Nínive,
esta proclamación sería una indicación de éxito sobre otro
frente, pero no hay ninguna certeza de donde estaba situada este
país, pues otros la colocarían en el oeste más cercano o más
lejano de Asiria, y quizá esto está favorecido por el
descubrimiento cerca de Alepo de un tratado arameo (siglo VIII a.C.)
que prueba la existencia en esa época de un Musri en la vecindad de
la ciudad norteña siria de Arpad; si esto fuera así, la
conquista de Musri no habría sido más que una parte de la campaña
de Aššur-uballit contra los subarios.
b)
Los asirios en Babilonia
En
el sur, las relaciones de Aššur-uballit con Babilonia eran cercanas
y dramáticas, y son bastante bien conocidas. Consiguió el poder en
el reinado de Burna-Buriaš II, al que hemos visto más arriba
quejarse amargamente a la corte egipcia de la atención dedicada a su
presuntuoso vasallo. No se prestó ninguna atención a esto, sin duda
Burna-Buriaš mantuvo sus quejas durante un tiempo, quizás por el
resto de su vida. Pero un cambio completo de política, espontáneo o
forzado se implantó en no mucho tiempo. Muballitat-Sherua,
hija de Aššur-uballit, contrajo matrimonio con el hijo del rey de
Babilonia, y con el respaldo de su formidable padre y su propio
espíritu, evidentemente se convirtió en una figura líder en ese
país. Debido a las discrepancias en las dos autoridades que han
conservado la historia de esta época no hay seguridad en si se casó
con el mismo Burna-Buriaš o con su hijo Kara-Khardaš; se
piensa que esto último pudiera ser lo más probable. El reinado de
Kara-Khardaš fue corto en cualquier caso, y fue sucedido (de acuerdo
con la versión babilónica, que es seguida aquí) por
Kadašman-Kharbe II, su hijo por su reina asiria. Este joven
rey emprendió una campaña en el país desértico del Éufrates
medio contra los nómadas llamados Sutu contra los que se empleó con
gran severidad. Después de operar contra ellos en un amplia área
“desde el este hasta el oeste”, construyó un fuerte,
excavó un muro y una cisterna. No mucho después su reinado llegó a
un violento fin, pues sus súbditos Casitas se rebelaron,
asesinándole, y subieron al trono a un cierto Nazi-Bugaš,
llamado en otro lugar Šuzigaš, una persona de nacimiento
común. Esta revuelta, el asesinato de su nieto, y el insulto a su
casa clamaba por la rápida venganza de Aššur-uballit; marchó en
el acto a Babilonia, derrotó y mató al usurpador y colocó sobre el
trono a Kurigalzu “el Joven” (1333-1308), hijo de
Kadašman-Kharbe, (de acuerdo, nuevamente, con la más probable
versión babilónica), que así habría sido su biznieto, o, según
otras fuentes, otro hijo de Burna-Buriaš y, sin duda, no más que un
niño.
Los
áridos relatos de estas dos crónicas se refieren ciertamente a
sucesos de gran importancia en la época, el más peligroso de los
cuales era la invasión de los Sutu, o tribus arameas, continuando la
presión de antaño desde el noroeste que, como siempre, tenía tras
él lejano flujo de salida de los desiertos, e invariablemente
terminaba en Babilonia. Las cartas tanto de Burna-Buriaš como de
Aššur-uballit al rey de Egipto describen el abuso ilegal de sus
emisarios por los nómadas y ciudadanos del alto Éufrates y Siria,
demasiado lejanos de cualquier poder como para ser controlados de
manera efectiva. Las depredaciones de estos saqueadores ascendían lo
suficiente como para la campaña de Kadašman-Kharbe quien, como
otros reyes babilónicos antes que él, tuvo que emprender la carga
si esperanzas de mantener una frontera indefendible sobre el
Éufrates. Pero sus operaciones estaban instigadas con seguridad y
apoyadas por Aššur-uballit, quien sufría no menos de los Sutu, y
una carta encontrada en Dūr-Kurigalzu parece atestiguar este
estrecho contacto mantenido con los los asirios. Cualquier éxito que
hubiera obtenido (y podía tener poco efecto duradero sobre tan
evasivo enemigo) el esfuerzo era una grave tensión para Babilonia,
pues coincidía con otras sufrimientos. El resultado fue el
aborrecimiento público por la alianza asiria, concentrada sobre su
representante Muballitat-Šerua, cuya importancia en los escasos
registros de la época no deja duda de que ella era una figura
dominante y probablemente odiada. Su hijo fue derribado como agente
de la servidumbre y el desastre, pero el irreflexivo impulso solo
trajo la venganza más dura de los ultrajados madre y abuelo asirios.
Ante
la escasez de registros históricos para este periodo, la iluminación
indirecta se ha buscado a partir de dos trabajos de literatura que
parecen tener una referencia posible a la época de Aššur-uballit.
Estos tienen el interés añadido de venir respectivamente de fuentes
asirias y babilónicas, siendo así paralelos con las dos crónicas
en prosa que han sido esbozadas hasta ahora. El poema asirio está
conservado muy inadecuadamente pero su carácter está bastante
claro. Es una descripción épica de una guerra entre Asiria y
Babilonia, escrito en un espíritu de evidente chovinismo, los
asirios son proclamados por todas partes como las víctimas legítimas
de agresión y como héroes en la batalla, combatiendo con la ayuda
de indignados dioses contra el infiel y cruel enemigo, que no habían
respetado la santidad de los tratados. Sus líderes respectivos eran
los reyes Tukultī-Ninurta de Asiria y Kastiliash el
Casita. Así, la parte principal de esta acción pertenecería a una
época más de un siglo posterior. Pero hay una referencia de pasada
a reinados anteriores, y aunque no existe una supuesta mención de
Aššur-uballit, algunas evidencias muy fragmentarias sobreviven; el
de las guerras entre Tukultī-Ninurta y Kastiliash era solamente el
último episodio en una serie de choques armados entre los poderes,
en el curso del cual tanto Adad-nērārī I como su padre
Arik-den-ili se habían opuesto a Nazi-Marutaš y, todavía antes,
Enlil-nērārī de Asiria había luchado con Kurigalzu de Babilonia.
Un
cercano predecesor de este Kurigalzu “el Joven” había dirigido
una expedición contra los Sutu, y a partir de esto se había
entendido una conexión con algunos pasajes de una composición
conocida para los babilonios como “el Rey de todas las Moradas” y
para los estudiosos modernos como la “epopeya de Erra, el dios
de la Plaga”. El propósito general de este poema, que está
fuertemente marcado por el elaborado y prolífico estilo del periodo
cassita, es la aflición llevada sobre la tierra en una cierta época
por la ira de Erra y la mano de su divino ministro Ishum. Es
innecesario resumir aquí el contenido, más allá de su descripción
de una incursión realizada por los Sutu sobre Uruk, y la denuncia de
venganza sobre estos nómadas; un día, Akkad, ahora humillada,
derrocará a los orgullosos Sutu. La debilidad y la aflicción,
descritas en el poema como la suerte actual de los babilonios, no
sería inapropiado para los días en que los extranjeros, efímeros y
débiles reyes mantenían Babilonia bajo el dominio de su vecino
septentrional, pero ahora la opinión general es que estos ataques de
los Sutu y el poema mismo pertenecen a una edad posterior.
c)
Enlil-nerari y Arik-din- ili
El
Kurigalzu que fue colocado en el trono de Babilonia por Aššur-uballit
estaba destinado a disfrutar de un largo, si bien no siempre
afortunado, reinado de 22 años, no solamente sobreviviendo a su
benefactor sino continuando en el mandato del siguiente rey de Asiria
también. Pero sus relaciones pronto se enredaron, pues los
sentimientos nacionales del reino meridional no podían tolerar la
igualdad con una nación que ellos estaban acostumbrados a considerar
como súbditos. Antes de mucho tiempo se llegó a la guerra entre los
dos países, en la que Asiria bajo Enlil-nērārī
(1319-1309), hijo de Aššur-uballit tuvo éxito, por lo que obtuvo
fama en las palabras de un sucesor como el que “mató a las
huestes de los Casitas”. Enlil-nērārī reinó durante 10
años y nada se sabe sobre él más que esta descripción general y
unos pocos detalles de las guerras babilonias dados por las crónicas
relacionadas con esta época. Las dos principales autoridades, que ya
habían diferido en relación con el linaje de Kurigalzu, continúan
dando relatos divergentes de los que eran claramente los mismos
asuntos. El documento asirio, llamado la “Historia Sincrónica”,
coloca esta guerra en el reinado de Enlil-nērārī de Asiria,
mientras que la Babilónica (“Crónica P”) la retrasa
hasta el reinado de su segundo sucesor Adad-nērārī I. La primera
versión (asiria) es, sin duda, correcta aquí, pues Kurigalzu, de
hecho, no sobrevivió hasta el reinado de Adad-nērārī, y otros
fragmentos de inscripciones confirman que los oponentes fueron
realmente Enlil-nērārī y Kurigalzu. De hecho, parecería que las
guerras entre los asirios y los reyes Casitas perduraron sin decisión
durante estos reinados, y solo fueron llevadas a su fin por la más
completa victoria de Tukultī-Ninurta I.
En
cuanto al curso de estos conflictos poco se conoce. Un fragmento
recientemente publicado revela que en época de Enlil-nērārī y
Kurigalzu, tuvo lugar allí una batalla en un lugar no lejos de
Irbil, y por tanto cercana al centro asirio, que indica que la
fortuna estuvo dudosa. Las dos principales autoridades continúan
divergiendo; el asirio proclama una victoria para su propia parte,
mientras que el otro parece adscribírsela a Kurigalzu. Hay alguna
indicación de que tuvieron lugar dos batallas, la última en un
lugar llamado Sugaga sobre el Tigris y probablemente fue
reñida sin un resultado decisivo. El acuerdo que siguió estuvo de
acuerdo con este equilibrio de fuerzas. La “Historia Sincrónica”
tiene algunas frases oscuras que relatan, en un sentido general, que
se hizo una división de cierto territorio que se extendía desde la
tierra de Subari a Karduniaš (Babilonia), y se trazó una frontera
entre las zonas de los dos poderes. La Crónica Babilónica precede
su breve mención de esta guerra con una narración más larga de la
disputa de Kurigalzu con un rival, un cierto Khurpatila, al
que llama “rey de Elammat”. La batalla final entre ellos
en Dur-Shūlgi, en la que Kurigalzu se impuso, siguió un
desafío verbal de Khurpatila que sugirió el lugar de encuentro casi
como si hubiera sido un duelo entre los dos reyes, un pintoresco
incidente exactamente parejo muchos siglos después (224 d.C.),
cuando el último de los reyes Arsácidas replicó a un reto del
usurpador Ardashir “te encontraré en una llanura la cual es
llamada Hormizdaghan el último día del mes de Mihr”: si
los campos de batalla eran conocidos ello puede probar que estaban
menos separados por la distancia que por el tiempo.
Enlil-nērārī
de Asiria fue sucedido por su hijo Arik-din-ili, cuyo reinado
duró 12 años. La guerra continuó con los Casitas, ahora bajo su
rey Nazi-Maruttaš, cuyo proyecto, como en el reinado precedente era
montar ataques de flanco con la alianza de los montañeses
orientales, más que asaltos directos sobre el centro asirio. En
consecuencia, los esfuerzos de Arik-din-ili parecen más las
habituales operaciones ofensivas-defensivas contra las tierras altas
que como movimientos en un conflicto con la Babilonia casita. En un
resumen de las hazañas de su padre, el siguiente rey de Asiria
divide sus victorias en dos -el primer grupo se consiguió contra los
distritos de los Turukkeos y los Nigimti y “todos
los jefes de las montañas y tierras altas en las extensiones más
amplias de los Qutu (Guteos)”. Esta descripción
deja claro que los oponentes moraban en los Zagros; la denominación
general de “Guteos” es bastante familiar, y Turukku era un viejo
enemigo de Hammurabi, como también el vecino de Asiria, con el que,
en los días antiguos, Išme-Dagan había confirmado la paz a través
de una alianza matrimonial. Algunos datos más de esta campaña
fueron dados por Arik-din-ili en un documento del cual queda muy poco
ahora -era más una crónica que el ejemplo más antiguo de anales
asirios. De acuerdo con este fragmento el adversario de Arik-din-ili
en Nimginti era Esinu, cuyo país invadió el asirio y quemó
su cosecha. En venganza Esinu atacó un distrito perteneciente a
Asiria y mató a muchos de los habitantes. En una segunda invasión
Arik-din-ili puso asedio a una ciudad llamada Arnuna, donde
Esinu estaba confinado entre los defensores. Puerta y murallas fueron
dejados en ruinas y Esinu se sometió bajo los términos de una
alianza hacia Asiria y de imposición de un tributo. La inscripción
continúa con una mención de una gran victoria por parte del rey
asirio y un enorme botín, pero no está claro si Esinu era de nuevo
el enemigo. Entre una serie de lugares nombrados en esta campaña
está, al parecer, Tarbisu, a una distancia muy corta al
noroeste de la misma Nínive, de donde se deduce que un serio peligro
amenazaba al mismo centro del reino asirio.
El
otro escenario de las guerras de Arik-din-ili, de acuerdo con el
resumen de su hijo, era el país de Katmukh, un distrito
situado en la orilla occidental del alto Tigris, entre el río y una
línea trazada aproximadamente a través de las actuales ciudades de
Jazirah-ibn-‛Umar, Nisibis y Mārdin.
Aquí encontró a los montañeses locales, que estaban aliados con
los nómadas arameos llamados Akhlamu y Sutu, y otra
tribu, los Yauru, probablemente afines con aquellos pero por
lo demás desconocidos. El asirio resultó victorioso en esta
campaña, tanto como el rey babilonio Kadašman-Kharbe lo había sido
contra los mismos esquivos enemigos, pero la victoria asiria fue más
eficaz, conquistando a “los escogidos guerreros de los
Akhlamu, los Sutu, los Yauru y sus tierras”, ya que, al
parecer, detuvieron una incursión directa de los nómadas dentro de
las tierras al norte de Asiria, y dirigieron su presión hacia el
sur, a los distritos babilónicos donde iban a establecerse
gradualmente como el elemento predominante. Con este episodio, en
cualquier momento de su reinado, finaliza nuestro conocimiento de
Arik-din-ili, un digno mantenedor de la gran tradición establecida
por su abuelo, aunque destinado a ser eclipsado por la gloria militar
de su hijo. En el sur el trono fue ocupado por Nazi-Maruttaš,
hijo de Kurigalzu, durante el reinado de su vecino septentrional.
3.
La época de los grandes conquistadores
a)
Las campañas de Adad-nērārī I
El
reinado de Adad-nērārī I (1297-1265), hijo de
Arik-din-ili, inauguró un periodo de rápida expansión. Bajo su
hábil liderato y el de sus inmediatos sucesores, Šulmānu-ašarēd
I (1265-1235) y Tukultī-Ninurta I (1235-1198), Asiria en
el curso de unos 80 años extendió enormemente sus territorios y
finalmente emergió como uno de los estados más importantes del
Oriente Próximo. Su éxito debe ser atribuido en gran parte a su
creciente fortaleza económica y militar, a su estabilidad política,
y a las vigorosas personalidades de sus reyes, pero también fue
favorecida por al situación internacional, pues el Imperio Hitita,
enfrentado a urgentes problemas, tanto internos como externos, no
estaba en posición de ofrecer una resistencia sostenida a la
expansión asiria en la Alta Mesopotamia. Las conquistas de Asiria,
no obstante, aventajaron su capacidad para mantener y gobernar todo
lo que se había obtenido y su declive político fue tan meteórico
como su ascenso. No obstante, el imperio del siglo XIII, aunque
efímero, puso las bases de la futura grandeza asiria, no solo en la
esfera política sino también en la literatura y en el arte.
En
la introducción a una serie de inscripciones de edificación,
Adad-nērārī se jacta de que él aniquiló los ejércitos de los
Casitas, los Quti, Lullume y Shubari,
destrozó a todos los enemigos arriba y abajo, y agobió
(literalmente, “trilló”) sus países desde las ciudades de Lubdu
y Rapiqu en Babilonia septentrional hasta Elukhat en la
Alta Mesopotamia.
Más
información concreta sobre la guerra con Babilonia es proporcionada
por la Historia Sincrónica. Derrotó a Nazi-Maruttaš
(1308-1282) en la ciudad de Kār-Ištar en el país de
Ugarsallu, saqueó su campamento y se llevó los estandartes
reales. La frontera sirio-babilónica fue realineada entonces para ir
desde Pilasqi, en el lado oriental del Tigris, a través de
Arman en Ugarsallu, una ciudad que se situa entre el Pequeño
Zab y el Shatt el-‛Adhaim, hasta la frontera de la tierra de los
Lullume (Lullubi). Aunque la modificación de la
frontera era probablemente de una naturaleza menor, los asirios
consideraron que habían vengado los reveses sufridos por
Arik-din-ili a manos Casitas y se compuso una larga epopeya para
celebrar la hazaña. A falta de un relato babilónico, no está claro
que fuese tan decisivo como los asirios pretendían. No obstante,
restauró de estado de intranquilo equilibrio que había existido
ente los dos países en la época de Enlil-nērārī y Kurigalzu. De
hecho, la ventaja parece haber cambiado de Babilonia a Asiria.
Mientras que Kurigalzu se encontró con el ejército asirio en
Sugagu, a solo un día de camino al sur de Aššur, y en
Kilizi, cerca de Erbil, Adad-nērārī combatió y saqueó en
la frontera septentrional de Babilonia. Cuándo atacó Lubdu y Rapiqu
se desconoce. No hay registros de que estuviera envuelto en
hostilidades con Kadašman-Turgu (1282-1264) y Kadašman-Enlil
II (1264-1255).
No
se conoce ningún detalle de sus expediciones contra los Lullume y
los Qutu. Cualquier pacificación permanente de estos turbulentos
pueblos de los Zagros había sido imposible hasta ahora, pero
mediante la acción punitiva pudo temporalmente haber asegurado el
cese de las incursiones sobre territorio asirio y del saqueo del
tráfico de caravanas en el extremo occidental de las rutas hacia
Irán. Al dar su genealogía registra la derrota a manos de
Arik-din-ili de los Turukku y Nimginti, de lo cual puede inferirse
que él retenía el control ambos distritos orientales. En Katmukhi,
en el valle del Tigris al oeste del Judi Dağ, probablemente
sufrió un revés, pues su referencia a la sumisión de esta tierra a
su padre es omitida de una serie de inscripciones. No existen
registros de que él hiciera campañas contra los otros pequeños
estados del valle del alto Tigris. Aunque este área formaba parte
del país de Subari o los Subarios, su pretensión de haber derrotado
a estos pueblos debe referirse a su conquista de Mitanni-Khanigalbat.
Sus
principales ganancias territoriales se hicieron a expensas de
Khanigalbat, que en este periodo se extendía desde el Tūr ‛Abdīn
hacia el oeste a través los cursos altos del Khabur y el Balikh
hasta el Éufrates. Para Adad-nērārī era tanto un enemigo
tradicional como una amenaza para la seguridad de su país. El
anterior sometimiento de Asiria por los reyes de Mitanni y el
consiguiente intento de Aššur-uballit por tomar el control sobre el
país de Mitanni había dejado, de hecho, un legado de mutuo odio.
Tras él, además, se situaba el poder del Imperio hitita, que desde
la época de Šuppiluliuma, había buscado mantenerlo como un estado
tapón contra Asiria. La influencia hitita, perdida a la muerte de
Šuppiluliuma, había sido restablecida, posiblemente por Muršili
II (c.1328-c.1295), ya que un contingente
procedente de Naharain, es decir, Mitanni-Khanigalbat, estaba
entre las fuerzas de Muwattalli II (c.1295-c.1271)
en la batalla de Qadeš. Aunque el gobernante de Khanigalbat era
reconocido por Muwattalli como un igual hay pocas dudas de que , como
en el caso de Šattiwazza de Mitanni (c.1325-c.1300),
era un vasallo kuiwana, concedida una apariencia de
independencia pero, de hecho, reconociendo la “protección”
hitita.
De
acuerdo con Adad-nērārī , su primera guerra con Khanigalbat fue
provocada por el ataque de su rey, Šattuara I
(c.1300-c.1265). Si el hurrita fue, en efecto, el
agresor, pudo haber temido que el poder creciente de Asiria llevara a
Adad-nērārī a renovar el intento de invadir su país, y haber
tomado así la ofensiva con la esperanza de prevenir tal movimiento.
Cualquiera que fueran sus motivos, había estimado erróneamente la
fortaleza y el temperamento de su adversario. Fue capturado y llevado
a Aššur, pero al hacer un juramento le fue permitido retener su
reino como vasallo asirio. Siguió siendo leal a Adad-nērārī
durante el resto de su vida, enviándole tributo año tras año.
La
guerra contra Šattuara I debe ser datada después de la batalla de
Qadeš en el 5º año de Ramsés II (1275), en que
Khanigalbat combatió como aliado hitita. Que precedió la ascensión
de Ḫattušili III (c.1264) es sugerido por una carta del
hitita a otro rey, casi con seguridad Adad-nērārī. Escrita poco
después de que él subiera al trono, Ḫattušili requirió al
asirio para que parara al pueblo de la ciudad fronteriza de Turira
de atacar Karkemiš. Ya que el rey de Khanigalbat estaba
reclamando Turira, puede deducirse que el hitita estaba pidiendo a
Adad-nērārī que interviniera en su calidad de soberano del
gobernante hurrita. Como Šattuara, al parecer,
no recibió ninguna ayuda hitita, es razonable asumir que su derrota
ocurrió durante el turbulento reinado de Urḫi-Teššub
(1271-1264). Ya que envió durante varios años más a tributo
acordado al rey asirio, es probable que su reinado finalizara
alrededor de 1265 aproximadamente. En resumen, teniendo en cuenta
estas premisas, es plausible determinar la fecha de la derrota de
Šattuara en el intervalo entre 1271 y 1265.
El
avance de la influencia asiria hasta el Éufrates representó el
colapso del intento hitita por mantener Khanigalbat como estado tapón
y constituyó una amenaza potencial a su control de Siria. No
obstante, no llevó a una ruptura abierta de relaciones entre los dos
países. Ḫattušili se refiere en su carta a intercambios
diplomáticos regulares entre Adad-nērārī, Urḫi-Teššub y otro
rey hitita que debió ser Muwattalli. Él mismo parece ansioso
en apaciguar al asirio, quien no le había enviado los acostumbrados
regalos de trajes y aceites reales en su ascensión. Al descuidar
esta cortesía, Adad-nērārī pudo haber deseado marcar su disgusto
por el tratamiento de sus mensajeros quienes, como admite Ḫattušili,
habían tenido “tristes experiencias” en la época de
Urḫi-Teššub. Ḫattušili también se excusa por no enviar las
peticiones de hierro y armas de hierro que había solicitado
Adad-nērārī. Su tono conciliatorio puede explicarse por su deseo
de asegurar la neutralidad asiria en el caso de un ataque por parte
de Ramsés II, peligro que en aquel entonces parecía inminente. Para
reforzar su posición tanto contra Egipto como contra Asiria,
Ḫattušili entró en una alianza defensiva con Kadašman-Turgu de
Babilonia quien, en el cumplimiento de sus términos, rompió las
relaciones diplomáticas con Ramsés y prometió ayuda militar.
Al
final, la guerra con Egipto se evitó pero, quizás mientras la
situación todavía era crítica para los hititas, los
acontecimientos en Khanigalbat llevaron a un reforzamiento de la
posición asiria. Wašašatta, hijo de Šattuara I, se rebeló
y se dirigió a Khatti para solicitar apoyo. Los hititas
aceptaron sus presentes pero, posiblemente a causa de su preocupación
con Egipto, no enviaron ayuda cuando Adad-nērārī atacó. Forzado
hacia el oeste por el avance asirio, Wašašatta hizo su puesto final
en Irrite, entre Karkemiš y Harran, probablemente la moderna
ciudad de Ordi. Aquí fue capturado y, junto con sus mujeres
de palacio, llevado encadenado a Aššur, donde su estandarte real
fue instalado triunfantemente en el templo de Ištar. Es posible que
Adad-nērārī abandonara el intento de gobernar Khanigalbat a través
de un vasallo y la anexionara a Asiria. Aunque su campaña es
informada de manera más completa que la anterior guerra contra
Šattuara I, no hay referencia a la instalación de un gobernante, y
en Taidi, la ciudad real de Wašašatta entre Cizre y
Diyarbakr, él reconstruyó el palacio, sin duda como residencia de
un gobernador asirio. Ademá de Irrite y Taidi, capturó y saqueó
las ciudades de (A)masaki, Kakhat, Shuri,
Nabula, Khurra, Shudukhu y Ushukanni
(Waššukanni). Todas las siete situadas en el área del
triángulo del Khabur, pero la única que es localizada con certeza
es Kakhat, la moderna Tell Barri sobre el río Jaghjagha. Él define
el área conquistada extendiéndose desde Taidi en el este hasta
Irrite; incluía
“Elikhat y la montaña Lashiari (Tur ‛Abdīn) en su totalidad, y los distritos fortificados de Suda y Harran hasta las orillas del Éufrates”.
Para
celebrar esta conquista de la alta Mesopotamia revivió el título
real “rey de la totalidad” (šar kiššati),
ostentado anteriormente por Šamšī-Adad I.
Ahora
se sintió capaz de tratar en igualdad de condiciones con los
hititas. Informó a Ḫattušili de la derrota de Wašašatta
a manos suyas, reclamó el estatus de “gran
rey”, escribió de
“fraternidad”
y se propuso para una visita al monte Ammana,
el Amanus. Mientras que admitía que tenía derecho al reconocimiento
como gran rey, Ḫattušili furiosamente rechazó sus otras demandas.
“¿Qué es este tema de fraternidad y de visitar el monte Ammana?...¿Por qué hablas siempre de fraternidad? ¿Acaso hemos nacido tú y yo de una misma madre?”
La
solicitud de visitar el Amanus ha sido interpretado como una velada
amenaza de agresión o una reclamación territorial, pero una
explicación más plausible es que Adad-nērārī había solicitado
un acuerdo para el comercio asirio de madera del Amanus, de ahí su
“conversación de fraternidad” o una relación contractual. La
violenta reacción de Ḫattušili es una medida del temor de los
proyectos asirios en Siria, temor que con toda probabilidad le llevó
a arreglar su disputa con Egipto y negociar el tratado con Ramsés II
en el vigésimo primer año de éste último (1259). Él puede haber
tenido como causa inmediata la ansiedad. En ciertos textos
Adad-nērārī proclama haber conquistado
“hasta Karkemiš a orillas del Éufrates”.
Mientras
que esto probablemente representa no más que el deseo del escriba
asirio de dar una definición precisa a la frontera del Éufrates,
existe la posibilidad de que se refiera a un ataque asirio contra la
ciudad o al menos el territorio de Karkemiš, la cual, ya que
guardaba el cruce principal del Éufrates medio, era una de las
posiciónes hititas más fuertemente mantenidas en Siria.
Sin
embargo, no puede caber duda de que el apoyo hitita fue en gran
medida responsable de la rebelión que estalló en Khanigalbat, bien
a finales del reinado de Adad-nērārī, bien a principios del de
Šulmānu-ašarēd (Salmanasar). Si Musri se sitúa al sur del Tauro
en la llanura de Ḫarran, el hecho de que Adad-nērārī no se
refiera a su conquista por Aššur-uballit en ninguna de sus
inscripciones sugeriría fuertemente que al menos la parte occidental
de Khanigalbat se había perdido para Asiria antes de su muerte.
Menos significativa es la omisión a partir de ciertos textos de la
lista de las ciudades capturadas de Khanigalbat. Puede haber sido
dejado fuera en aras de la brevedad.
b)
Šulmānu-ašarēd I y la conquista de Khanigalbat
En
cuanto Šulmānu-ašarēd sucedió a su padre fue atacado por Uruatri
(variante Uratri),
el posterior Urartu,
uno de entre la gran cantidad de principados hurritas en las regiones
montañosas alrededor del lago Van
y el lago Urmia,
conocido para los asirios como las tierras de Nairi.
Su territorio correspondía, al menos en parte, al del país de
Khurri
gobernado en el siglo XIV por Artatama, pero estaba ahora dividido en
una relajada confederación de pequeñas unidades políticas.
Šulmānu-ašarēd enumera ocho distritos de Uruatri que pueden haber
estado situados en el curso medio o alto del Gran Zab. Si también
incluía el área del lago Van, centro del posterior estado de Urartu
se desconoce. La información sobre las tierras de Nairi se deriva en
la actualidad principalmente de indicios de textos y arqueológicos
de los siglos IX al VII cuando se habían unido en el reino de
Urartu. Que su población era hurrita es evidente a partir de los
nombres de personas y lugares, y el lenguaje urartiano conocido a
partir de textos de este periodo, que era un dialecto posterior del
hurrita hablado en Mitanni en el segundo milenio. Con sus ricos
pastos de montaña el país era especialmente adecuado para la
ganadería, y ganado vacuno, ovejas, cabras y cerdos eran criados en
gran número. Ciertas áreas, especialmente la llanura de Urmia, eran
también importantes centros de cría de caballos. Los principales
cultivos eran trigo, cebada, centeno, mijo, sésamo y lino; y las
viñas eran cultivadas extensivamente para vino. El país también
poseía importantes recursos de cobre, hierro y plomo, y la industria
del metal estaba, en consecuencia, altamente desarrollada. En la
guerra los habitantes eran luchadores formidables, poniendo en el
campo de batalla ejércitos que estaban bien equipados y eran fuertes
en carros, y, en fecha posterior, caballería. Las ciudades, muchas
de gran tamaño, estaban fuertemente defendidas por murallas de
mampostería ciclópea.
Aunque
no hay referencias a Uruatri en los registros conservados de sus
predecesores, Šulmānu-ašarēd la acusa de rebelión. Conquistó
sus ocho tierras y sus fuerzas, saqueó 51 ciudades (variante, 41),
impuso tributo sobre los habitantes y se llevó hombres jóvenes a
Aššur como rehenes. Se vanagloria de haber sometido toda la tierra
de Uruatri a los pies del dios Aššur en tres días. Aunque los ocho
distritos atacados eran ciertamente pequeños y el saqueo de unas 50
ciudades y pueblos podía haber sido llevado a cabo operando
simultáneamente, es difícil creer que toda la campaña fuera
concluida en tan poco tiempo. Si esta afirmación debe tomarse en
serio y no descartarse como un vuelo de fantasía literaria, y si,
como parece más probable, se refiere al combate real, solo puede
relatar las batallas decisivas y no la posterior toma y pillaje de
los asentamientos individuales.
Su
siguiente ataque fue dirigido contra la fuertemente defendida ciudad
de Arini
en Musri, a la que acusa de rebelión. Fue saqueada y arrasada hasta
los cimientos, siendo llevada la tierra de sus ruinas hasta Aššur y
simbólicamente dispersada en la puerta de la ciudad. Siguió el
sometimiento de la totalidad de Musri. Si esta tierra se sitúa al
oeste más que al este de Asiria, entonces esta expedición debe ser
interpretada como un movimiento preliminar contra Khanigalbat, la
reconquista de la cual fue conseguida en su siguiente campaña.
En
Khanigalbat se le oponía no solo su gobernante, Šattuara
II (c.1260–c.1250), sino también
un ejército hitita el cual, puesto que incluía un contingente de la
tribu Akhlamu del desierto sirio, puede haber sido levantado y
mandado por el gobernante de Karkemiš. Se habían tomado medidas
bien organizadas para resistir su avance. Los pasos y los lugares
para abrevar en la línea de su marcha habían sido ocupados y por
tanto, sus tropas sufrieron duramente de agotamiento y sed. No
obstante, no hubo vacilación en su disciplina y moral, y cuando las
fuerzas enemigas se encontraron en batalla campal Šulmānu-ašarēd
infligió un aplastante derrota sobre los hurritas y sus aliados. El
mismo Šattuara escapó del campo de batalla y huyó hacia el oeste
pero Šulmānu-ašarēd tomó 14.400 prisioneros, a los que cegó,
probablemente de manera parcial, como represalia por su rebelión. La
toma de toda Khanigalbat siguió, nueve ciudades fortificadas, la
ciudad real de Šattuara II y otros 180 lugares que fueron dejados
destruidos. Él define el área conquistada en términos similares a
los Adad-nērārī y, como su padre, da Karkemiš como límite
occidental.
No
cabe duda de que en esta ocasión Khanigalbat fue anexionada a
Asiria. A los reinados de Šulmānu-ašarēd y Tukultī-Ninurta I
pertenecen textos procedentes de Aššur que mencionan gobernadores
de varias de sus ciudades y unos pocos documentos legales desde Tell
Fakhariyah, al sur de Ras
el-‛Ayn,
están fechados por epónimos asirios y los meses paleoasirios. Todos
los nombres personales en los textos de Fakhariyah son asirios pero,
ya que no existe indicación de la profesión o título de las
personas mencionadas, no es posible decir si eran miembros de la
administración, tropas de guarnición o colonos. Uno de los
problemas urgentes a los que se enfrentaron los recién nombrados
oficiales asirios eran el mantenimiento de los que habían huido o
sido expulsados por la fuerza de sus hogares. Decretos de grano real
recopilados desde Amasaki
se hicieron para el pueblo “desarraigado” de Shudukhu
y Nakhur.
La
victoria sobre Šattuara II fue la más importante del siglo XIII.
Puso fin a unos 300 años de gobierno hurrita en la alta Mesopotamia
y finalmente decidió la centenaria disputa de asirios e hititas por
el control del área. Dio a Asiria el mando sin discusión de las
rutas de comercio que conducen a Siria y Anatolia, añadió tierra
agrícola rica y prósperas ciudades a su territorio y puso a
disposición de su mando militar una extensa población con larga
experiencia en el arte de la guerra. Que la habilidad asiria en el
combate con carros debía mucho al ejemplo hurrita se demuestra por
la versión medioasiria de un tratado sobre la doma y el
entrenamiento de caballos para el trabajo en equipo. El onomasticon
asirio del siglo XIII también muestra un marcado incremento en
nombres hurritas, que son llevados por personas en todos los ámbitos
de la vida. Algunos ocupaban altos cargos de estado, de hecho, dos
eran oficiales limmu.
Para Asiria, limitada como era en
área, población y recursos económicos, la conquista de Khanigalbat
fue la condición indispensable de su ascenso al rango de potencia.
Šulmānu-ašarēd
también tuvo que tratar con nuevas revueltas en Qutium
y Lullume.
Los Qutu estaban atacando en el norte, entre la frontera uruatriana y
Katmukhi.
Ya que una movilización de reclutamiento general habría implicado
una peligrosa demora, decidió, después de obtener una profecía
favorable, acelerar a norte de un tercio de sus carros. El enemigo
cogido inesperadamente por su veloz acción, sufrió un castigo
considerable y su ataque fue rechazado, pero significativamente él
no proclamó haber sometido a Qutium. Los procesos en la frontera
noroccidental son oscuros pero es posible que Šulmānu-ašarēd
volviera a imponer la soberanía asiria en Katmukhi y otras tierras
en el área del alto Tigris solo para perderlas de nuevo más
adelante en su reinado, pues, de acuerdo con Tukultī-Ninurta ellos
se rebelaron contra él.
No
hay referencias en sus inscripciones conservadas a sus relaciones con
sus contemporáneos babilonios, Kadašman-Enlil
II (1264-1255), Kudur-Enlil
(1255-1246) y Šagarakti-Šuriaš
(1246-1233) y la información tal como está disponible a partir de
otras fuentes solo aporta una luz parcial sobre su naturaleza.
Babilonia era ahora un peligro menor para Asiria, pues la
recuperación de Elam
de su derrota a manos de Kurigalzu II amenazaba la seguridad de su
frontera oriental. Probablemente en la época de Kadašman-Turgu,
Attar-kittakh,
hijo del fundador de su dinastía, Igi-ḫalki, recuperó Susa,
anteriormente sometida por Kurigalzu, y su hijo, Ḫumban-numena
I extendió aún más su reino. Si
una palabra rota en una inscripción de una estatua originalmente se
leyera [Tup]liash, entonces su sucesor, Untaš-Napiriša
(o Untaš-[d]GAL), hizo una incursión a través de la frontera
babilónica, al oeste del río Kerkhah.
Hacia
el final del reinado de Adad-nērārī la estrecha alianza de
Babilonia y Khatti también había llegado a su fin. Puesto que
Kadašman-Enlil II, hijo de Kadašman-Turgu, era menor de edad en su
ascensión, la dirección de los asuntos de estado estuvo durante
algunos años en manos del visir, Itti-Marduk-balātu.
Se opuso enérgicamente a la conexión hitita, creyendo que Ḫattušili
estaba intentando usar a Babilonia como herramienta para la promoción
de sus propias políticas y, en particular, buscando implicarla en su
lucha con Asiria. En vista de las actividades Ḫumban-numena de Elam
puede conjeturarse que Itti-Marduk-balātu consideró que los
intereses de su país estarían mejor servidos por la adopción de
una política conciliatoria hacia su vecino septentrional. Ḫattušili,
en cumplimiento de su tratado con Kadašman-Turgu, escribió a la
muerte de este último a los notables babilónicos, prometiendo ayuda
en caso de que algún poder atacara Babilonia pero amenazando con la
guerra si rechazaban reconocer a Kadašman-Enlil como rey.
Itti-Marduk-balātu eligió considerar esto como un siniestro intento
de interferir en los asuntos de Babilonia y en su respuesta acusó al
hitita de tratarla como su vasallo. Más tarde, Kadašman-Enlil se
quejó de la oposición hitita a la reanudación de relaciones
diplomáticas con Egipto, que habían sido rotas por su padre en la
época de la crisis entre Ramsés II y Ḫattušili. Los mensajeros
babilonios no fueron ya enviados regularmente a la corte hitita con
el pretexto de los nómadas Akhlamu estaban interrumpiendo las
comunicaciones al norte de Hīt
y que Asiria les rechazaba el paso a través de su territorio.
Escribiendo a Kadašman-Enlil después de alcanzar la mayoría de
edad, Ḫattušili se esforzó por refutar las acusaciones hechas
contra él y amargamente atacó a Itti-Marduk-balātu por
malinterpretar sus acciones. Su ansiedad por aplacar al rey babilonio
y asegurarle como un aliado contra Asiria saltaba a la vista.
Apelando a su orgullo, le aseguró que Asiria era demasiado débil
para amenazar a Babilonia y que como gran rey podía obligarla a
permitir que sus mensajeros pasaran. En otro pasaje, que solo puede
referirse a Asiria, le apremia a que ataque la tierra del enemigo.
Como prueba adicional de su buena voluntad, prometió apoyar las
pretensiones babilonias contra dos de sus vasallos sirios. Una estaba
relacionada con el asesinato de ciertos mercaderes babilonios durante
un viaje a Amurru y Ugarit. La otra estaba implicaba a Bente-shina
de Amurru al que Kadašman-Enlil había acusado de perturbar su país.
Ḫattušili informó que cuando acusó de este delito a Bente-shina
había avanzado una contrademanda por 30 talentos de plata contra los
habitantes de Akkad. Aconsejó a Kadašman-Enlil que debería
proseguir su pretensión; Bente-shina debería defenderse en la
presencia del embajador babilonio; y si Kadašman-Enlil no podía
dirigir la accion en persona debería enviar un representante con
conocimiento en el asunto. Bente-shina, concluía Ḫattušili,
“es (mi) vassallo. Si él molesta a mi hermano, acaso no me molesta a mí?”
No
se sabe si Kadašman-enlil fue persuadido por estos halagos para
revertir al política de su visir y reanudar relaciones estrechas con
Ḫatti. Que Šulmānu-ašarēd tenía problemas con uno de sus
contemporáneos babilonios es sugerido, no obstante, por un pasaje en
la epopeya de Tukultī-Ninurta, que trata de pasados conflictos entre
Asiria y Babilonia. El pasaje, muy dañado, relativo a
Šulmānu-ašarēd, describe la derrota de Shubari a manos suyas, y
en un contexto roto, nombra a los hititas. Los babilonios no aparecen
en el texto conservado pero, en vista de la materia de la sección,
posiblemente estaban relacionados de algún modo. Es tentador
conectar la guerra contra los Shubari con la derrota de Sattuara II,
pero tanto se perdió del texto que difícilmente puede ser útil
especular en cuanto a su fecha y circunstancias.
c)
Tukultī-Ninurta y la conquista de Babilonia
Las
conquistas realizadas por el hijo de Šulmānu-ašarēd,
Tukultī-Ninurta I (1235-1198), durante la parte
inicial de su reinado consolidó y extendió en gran medida las de
sus predecesores. Durante gran parte de su primera década sus
energías estuvieron dirigidas a establecer un firme control sobre
las tierras al este y al norte que habían sido conseguidas por sus
predecesores. En su año de ascensión marchó contra los Qutu,
concentrando su ataque sobre el país de Uqumeni. A pesar de
la feroz resistencia de los habitantes fue obligada a someterse,
siendo dejados sus asentamientos baldíos y los cadáveres de los
muertos apilados en la puerta de la ciudad principal. Su rey, Abuli,
y sus nobles fueron llevados encadenados a Aššur pero al hacer un
juramento de alianza fueron devueltos a su país. El control de los
distritos de los Zagros a través de varios príncipes, aunque
insatisfactorio, fue reforzado por la naturaleza del país. El
aislamiento de los valles colonizados, las pobres líneas de
comunicación y las oportunidades para resistir que permitían la
montaña y el bosque han hecho, a través de la historia, de la
administración de este área una tarea de peculiar dificultad. El
gobierno directo por Asiria habría necesitado el empleo permanente
de una gran fuerza de ocupación, cuya carga sobre los recursos
nacionales habría estado fuera de toda proporción para las ventajas
ganadas. El sometimiento del país se alcanzaba económicamente por
el envío regular de expediciones punitivas y el establecimiento de
bases militares en puntos estratégicos. La rebelión era endémica,
pero mediante la resuelta continuación de tales medidas podía ser
controlada. Intimidados por la derrota y el salvaje tratamiento de
Uqumeni, los habitantes de Elkhunia se sometieron sin
resistencia. Ni se encontró oposición, al parecer, cuando, bien en
el mismo año o bien en el siguiente, el ejército asirio apareció
en Sharnida y Mekhru. En este último distrito
Tukultī-Ninurta empleó tropas de Quti para cortar los suministros
de su muy apreciada madera para la construcción de un palacio en
Aššur. Su dominación de la tierras Quti, aunque brutal, fue
efectiva y durante muchos años enviaron tributo regularmente a
Aššur.
Otras
campañas estuvieron dirigidas a la restauración de la autoridad
asiria sobre los pequeños estados hurritas del área del alto Tigris
a los que se refiere colectivamente como las tierras de los Shubari.
Son enumeradas como el país de Papkhi, Katmukhi,
Bushe, Mumme, Alzi, (A)madani, Nikhani,
Alaya, Tepurzi y Purukuzzi. De acuerdo con el
relato más completo de estas guerras, su primer ataque, en el mismo
año que la expedición de Mekhru, cayó Katmukhi, que había estado
saqueando el territorio asirio y se llevó a los habitantes. Cinco de
sus principales fortalezas fueron atacadas y capturadas y su pueblo y
propiedades llevadas a Aššur. Volviendo a la montaña de Kashiari,
avanzó contra las otras tierras de Shubari que, alertadas por el
destino de Katmukhi, había formado una coalición para oponerse a
él, probablemente bajo el liderato de Ekhli-Teshub de Alzi.
Después de tomar la capital de Purukuzzi, venció a cuatro ciudades
en Alzi y seis en Amadani, el distrito de Diyārbakr. Ekhli-Teshub,
por tanto, se asustó y huyó a Nairi con miembros de su familia y
corte mientras sus tropas sin líder se fueron a las montañas para
salvar sus vidas. Habiéndose colapsado la resistencia de Alzi,
Tukultī-Ninurta procedió a devastarla, saqueando 180 ciudades.
Ciertos textos también mencionan que la tierra de Papkhi resistió y
tuvo que ser aplastada por la fuerza. El sometimiento de las tierras
de Shubari trajo a Asiria importantes ganancias económicas y
estratégicas, especialmente el acceso a los ricos y practicables
depósitos de cobre de Ergani Maden, y el control de las rutas
que llevan a través del Éufrates y Murad Su al interior de
Anatolia central y oriental. En un triunfante resumen de estas
primeras campañas, Tukultī-Ninurta enumera los territorios
conquistados en un orden aproximadamente geográfico, comenzando en
el sureste con las tierras de la otra orilla del Pequeño Zab y
terminando en el noroeste con el país de Shubari “hasta el
distrito fronterizo de Nairi”. La referencia a Makan
muestran las confusas ideas de los asirios sobre los países más
allá de su inmediato conocimiento. El escriba, habiendo tenido
noticia de Magan en el golfo de Omán como una tierra
distante, la localizó en el desconocido territorio al oeste de
Nairi. Que posteriormente se dieron cuenta de su error es sugerido
por el hecho de que en textos posteriores de Tukulti-Ninurta, la
indefinida frase “el distrito fronterizo de la totalidad” es
sustituido por este pasaje.
La
frontera norte había vuelto a ser establecida y reforzada pero más
allá se sitúan las tierras de Nairi que mediante incursiones
fronterizas o intrigas con elementos disidentes podía poner en
peligro su seguridad. Sus ricos suministros de metal, ganado y
caballos eran un incentivo añadido par ala conquista. Su sumisión
llevó a Tukultī-Ninurta dentro de territorio desconocido para sus
predecesores, cuya naturaleza montañosa representaba un reto
formidable para los ingenieros militares que cargaban con la tarea de
preparar un paso para las tropas y carros.
“Poderosas montañas, un estrecho macizo, cuyos sederos ningún rey había conocido, yo atravesé en el triunfo de mi extraordinario poder, sus tierras altas yo ensanché (?), con hachas de bronce, sus inexplorados senderos yo ensanché”
Proclamó
que sus conquistas se extendían hasta la costa del mar Superior, ya
sea el lago Van o el lago Urmia. Cuarenta reyes de Nairi que se le
opusieron en batalla fueron duramente derrotados y llevados a Aššur
con cadenas de cobre alrededor de sus cuellos pero posteriormente
fueron devueltos a sus tierras como vasallos tributarios. En su
titulatura Tukultī-Ninurta se llama a sí mismo “rey de las
tierras de Nairi”, pero ni él ni sus sucesores jamás
consiguieron el sometimiento permanente de estos pueblos montañeses
y en el curso de los siglos siguientes repitieron los ataques asirios
dirigidos a su unificación en el reino de Urartu. En ciertos textos
el relato de la guerra de Nairi es seguido por la afirmación de que
él hizo de Azalzi y Shapardi su frontera, pero si
estos distritos se sitúan en Nairi o en otro lugar se desconoce.
La
guerra de Nairi fue seguida por el más grande triunfo militar de la
carrera de Tukultī-Ninurta, la derrota y ocupación de Babilonia.
Para cuando Kaštiliašu IV (1233-1225) sucedió a su padre
Šagarakti-Šuriaš había habido un cambio de dinastía en
Elam y el peligro de invasión desde esta parte había retrocedido.
Posiblemente mientras Tukultī-Ninurta estaba ocupado en el distante
norte contra las tierras de Nairi, Kaštiliašu juzgo que era el
momento oportuno para atacar a Asiria. La guerra provocada por esta
desaconsejable acción y sus desastrosas consecuencias para Babilonia
son descritas por Tukultī-Ninurta, Crónica P, y se compuso una
epopeya asiria poco después del acontecimiento. De acuerdo con las
dos primeras fuentes, Tukultī-Ninurta capturó a Kaštiliašu en
batalla y le llevó encadenado a Aššur.
La
Crónica afirma luego que regresó a Babilonia, demoliendo sus
fortificaciones, pasó a los habitantes por la espada, saqueó el
templo de E-sagila y se llevó la estatua de Marduk a Asiria. La
epopeya da proporciona un vívido y más detallado relato de la
guerra. La responsabilidad para su estallido es colocada firmemente
en el Casita, quien al invadir el territorio asirio habían roto su
tratado con Asiria. Antes de marchar contra él, Tukultī-Ninurta
leyó en voz alta sus términos ante Šamaš, dios del
juramento, para fijar la culpabilidad en su adversario y asegurar la
sanción divina y apoyo para su contraataque. Kaštiliašu, habiendo
fracasado en obtener un presagio claro, se dio cuenta de que los
dioses le habían condenado y abandonado. Alentado por sus tropas, no
obstante, presentó batalla, solo para volver y huir al primer choque
de armas. Se retiró a un lejano lugar pero finalmente se situó para
luchar, después de que Tukultī-Ninurta se hubiera burlado de su
cobardía y se jactó de la captura y saqueo de las ciudades
babilonias. Siguió una gran batalla en la que Kaštiliašu fue
capturado. La epopeya continua describiendo como Tukultī-Ninurta se
llevó los tesoros del rey casita, usándolos para enriquecer y
embellecer los templos de sus dioses. De acuerdo con este relato
contemporáneo o casi contemporáneo, por tanto, la derrota final de
Kaštiliašu en 1225 fue conseguida solamente después de una
considerable lucha y después de que Tukultī-Ninuta tomara parte de
Babilonia. También puede deducirse a partir de la Crónica que la
fuertemente defendida ciudad de Babilonia, bien continuó resistiendo
tras la captura de Kaštiliašu, o bien se rebeló más tarde, de
modo que fue necesaria una campaña posterior para su toma. El
sometimiento de todo el país hasta el Golfo Pérsico se completó
entonces y sus ciudadanos fueron deportados a Asiria en cantidades
considerables. Eliminó del control de Babilonia 38 distritos que
eran de valor comercial y estratégico particular para Asiria.
Incluían Mari, Khana, Rapiqu y la montaña de
los Akhlamu, que le dió el control del Éufrates medio, y
Arrapkha, punto terminal de la ruta de comercio que lleva
desde Sulaymaniya hasta Irán. Sikkuki y Sapani se
sitúan en las montañas al sureste de Asiria, mientras que
Turna-suma y Ulaiash estaban en la frontera
babilonio-elamita. La localización de las restantes se desconoce.
Habiendo
ocupado Babilonia, Tukultī-Ninurta asumió su titulatura real,
proclamándose “rey de Karduniaš, rey de Sumer y Akkad, rey
de Sippar y Babilonia, rey de Tilmun y Meluhha”. A causa de
las ambigüedades en las fuentes históricas, no obstante, hay una
incertidumbre considerable en cuanto a la duración y carácter de su
administración. De acuerdo con la Crónica, nombró gobernadores y
gobernó el país durante siete años. Después los nobles acadios de
Babilonia se rebelaron y colocaron sobre el trono a Adad-šuma-usur,
un hijo de Kaštiliašu . No obstante, el nombre de Tukultī-Ninurta
no aparece en la Lista de Reyes Babilónicos A, la cual da entre
Kaštiliašu y Adad-šuma-usur a Enlil-nādin-šumi y a
Kadašman-Kharbe II, los cuales gobernaron cada uno durante “1
año y seis meses”, y a Adad-šuma-iddina, que reinó 6
años. Así, parece asignar un total de nueve años, no siete, al
intervalo entre Kaštiliašu y Adad-šuma-usur. Además, los tres
sucesores de Kaštiliašu difícilmente pueden ser identificados con
los gobernadores (šaknūtu) de la Crónica ya
que es improbable que los reyes hubieran sido designados como tales,
y que realmente ejercieron la realeza está confirmado por documentos
procedentes de Ur datados por los años de ascensión de
Kadašman-Kharbe y Adad-šuma-iddina.
Se
ha interpretado que estas pruebas significan que o bien el periodo de
siete años de gobierno asirio está omitido de la Lista de Reyes o
que está representado por los tres sucesores de Kaštiliašu. De
acuerdo con la primera solución, que es la adoptada en el esquema
cronológico de la Historia, Tukultī-Ninurta administró la
totalidad de Babilonia directamente a través de gobernadores durante
7 años (1225-1217). Al final de este periodo Enlil-nādin-šumi se
rebeló y tomó la parte meridional del país, incluyendo Nippur,
posesión de la que se intituló para el reconocimiento en el canon
real. Los asirios, no obstante, retuvieron Babilonia y el norte hasta
que fueron expulsados por la revuelta que llevó a Adad-šuma-usur al
poder (1217-1187). Por tanto, su gobierno, aunque debilitado y
contraído, duró no siete sino 16 años. Contra esta reconstrucción
puede apuntarse que Enlil-nādin-šumi, lejos de ser mantenido fuera
de Babilonia por los asirios, está atestiguado por tablillas
fechadas durante su reinado. Tampoco hay evidencia en el periodo
casita o posterior de que la posesión de Nippur asegurara el
reconocimiento en el canon real. De acuerdo con la solución
alternativa, Tukultī-Ninuta gobernó Babilonia indirectamente a
través de gobernantes vasallos que aparecen en la Lista de Reyes en
lugar de su señor, posiblemente por que habían sido investidos
debidamente con la realeza. Tiene que asumirse, sobre esta
interpretación, que los gobernadores de la Crónica eran oficiales
asiros nombrados pro Tukultī-Ninurta para supervisar y controlar a
estos títeres. Se han hecho numerosos intentos para resolver la
aparente discrepancia entre la Crónica y el Canon en cuanto a la
duración del gobierno asirio. Si los reinados de los tres inmediatos
sucesores de Kaštiliašu fueron consecutivos, de manera que cubrían
un periodo de nueve años, entonces, es posible que la Crónica
reconociera los 7 años de gobierno asirio no desde la derrota de
Kaštiliašu sino desde la ocupación de Babilonia. El reinado de 18
meses de Enlil-nādin-šumi y los primeros seis meses del de
Kadašman-Kharbe caerían entonces en el intervalo entre estos dos
acontecimientos y este último rey, que permaneció sobre el trono
después de la conquista de Babilonia, y también Adad-šuma-iddina
serían vasallos asirios. No obstante, este puede ser un caso en el
que los reinados listados como consecutivos en el canon real de hecho
se solaparon y los siete años años de la Crónica, por tanto,
serían una cifra correcta para el periodo entre Kaštiliašu y
Adad-šuma-usur. Si fuera así, una posible reconstrucción es que
Enlil-nādin-šumi fuera reconocido por Tukultī-Ninurta como su
vasallo inmediatamente después de la derrota de Kaštiliašu. El
casita, Kadašman-Kharbe, sin embargo, continuó resistiendo en el
sur, siendo reconocido en Ur, y cuando Enlil-nādin-šumi fue
derrotado por Kidin-Khutran de Elam, instigó una revuelta en
Babilonia. Luego, Tukultī-Ninurta regresó a Babilonia, saqueó la
capital, puso los distritos meridionales bajo su control e instaló a
Adad-šuma-iddina en la dignidad real.
Otra
sugerencia es que el “un año y seis meses” de la Lista de
Reyes” no debe ser tomada literalmente como “18 meses”
sino que debe ser entendida más bien como “un año (que es)
seis meses”. Si esto significa que los reinados combinados
de Enlil-nādin-šumi y Kadašman-Kharbe ascendería a no más de un
año, entonces la Liste Real y la Crónica estarían de acuerdo. No
obstante, se esperaría que la Lista Real contara en años de reinado
oficiales, y esto extendería el periodo entre Kaštiliašu y
Adad-šuma-usur a 8 años. Una dificultad adicional es que los textos
económicos procedentes de Ur indican que Kadašman-Kharbe gobernó
durante, al menos, 14 meses. De hecho, ya que su reinado se extendía
dentro de dos Nisans, la Lista Real le habría acreditado con dos
años de reinado. Puede ser que fuera defectivo o que sus cálculos
estuvieran confundidos por la destitución elamita de
Enlil-nādin-šumi o por una lucha por el trono entre
Enlil-nādin-šumi y Kadašman-Kharbe.
Cualquiera
que fuera el estatus de Enlil-nādin-šumi y sus dos sucesores, sus
reinados representan un periodo de debilidad babilónica del que los
elamitas fueron capaces de tomar ventaja. Kidin-Khutan atacó Nippur
y Dēr, masacrando o deportando, expulsó a Enlil-nādin-šumi
y puso fin a su gobierno. Más tarde, en la época de
Adad-šuma-iddina, capturó Isin y avanzó hasta Marad,
al oeste de Nippur.
La
derrota de Kaštiliašu estableció a Tukultī-Ninurta como el líder
militar sobresaliente del siglo XIII. La habilidad sobre el campo de
batalla, no obstante, no es corresponde necesariamente con una visión
política ni el valor personal por la fortaleza de carácter para
resistir el encanto de la victoria y el poder. Retrospectivamente, su
ocupación de Babilonia debe considerarse que había sido contra los
intereses reales de su país. Cierto es que la tentación era grande.
Por más de un siglo los babilonios habían disputado el
establecimiento del control asirio sobre el área de los Zagros. Que,
mientras permanecieran independientes, continuarían haciéndolo así
era inevitable. Desde los primeros tiempos históricos las montañas
orientales habían sido su fuente principal de suministro para el
metal, piedra y madera de construcción de la que ellos mismos
estaban faltos. Asiria, al desviar el comercio de este área a sus
propios mercados, estaba golpeando la base de su economía y
amenazando su existencia como fuerza política de alguna importancia.
Esta era una situación que ningún rey babilonio podía aceptar. Sin
embargo, hubiera sido mejor Tukultī-Ninurta hubiera continuado la
política de sus predecesores que habían mantenido a los babilonios
bajo control mediante campañas limitadas y el establecimiento de una
frontera meridional favorable. El principal motivo económico
subyacente que ocultaba la expansión asiria y que determinaba su
dirección era la búsqueda de materias primas. Babilonia no podía
proporcionar estas y el continuo y oneroso esfuerzo militar requerido
para su ocupación distrajo energías asirias y recursos de la tarea
de asegurárselas en otro lugar. Debilitada por la sobreextensión de
sus fuerzas, Asiria perdió Babilonia, sufrió reveses en otros
frentes, y cayó en un estado de desorden interno.
Las
relaciones entre Tukultī-Ninurta y Tudḫaliya IV
(c.1241-c.1212) eran tensas y a veces se degeneraron en
abierta hostilidad. La acostumbrada carta de felicitación enviada
por Tudḫaliya a Tukultī-Ninurta en su ascensión era conciliatoria
en el tono. Después de pagar tributo a Šulmānu-ašarēd, que se
había convertido en un gran rey y derrotó a grandes reyes, le
exhortó que protegiera las fronteras de su padre y ofreció
asistencia si alguno de sus súbditos se alzaba en rebelión. Al
mismo tiempo el dirigió cartas a dos altos oficiales asirios, siendo
uno el canciller, Baba-aha-iddina, que anteriormente había
ostentado el cargo bajo Adad-nērārī y Šulmānu-ašarēd. Él les
aseguró de su amistad por Tukkulti-Ninurta y les pidió que
protegieran a su señor. No obstante, le habían llegado noticias de
que Tukultī-Ninurta estaba planeando atacar Papankhi, la
tierra de los Papkhi de los registros asirios y previno al
canciller de los peligros y riesgos de una expedición al interior
del país montañoso. Esta preocupación por la seguridad y
reputación del joven príncipe difícilmente puede ser tomada en su
valor aparente sino que debe más bien ser entendida como una educada
insinuación de que Hatti mantenía su interés en Papkhi y otras
tierras de los Šubari y que un ataque asirio en esta parte sería
considerado como un acto poco amistoso.
Tukultī-Ninurta
no solo ignoró este aviso, ya que sometió las tierras de los
Šubari, incluyendo Papkhi; también cruzó el Éufrates y, de
acuerdo con su relato, se llevó 8 sar (28.800) de súbditos
hititas. Esta incursión encabeza la lista de expediciones
emprendidas en su ascensión y primeros años de reinado, pero este
orden no es necesariamente cronológico. Aunque el número de
cautivos con seguridad estaba exagerado enormemente, parece, como se
informa, una operación importante. No obstante, si esto era de hecho
el caso, es extraño que sea mencionado solo en inscripciones
compuestas después de la conquista de babilonia, más de una década
después del acontecimiento. No hay referencia a él en los
detallados informes de las primeras campañas. Es posible, por tanto,
que Tukultī-Ninurta, triunfante y seguro de sí mismo después de la
victoria sobre los babilonios y enfurecido en las acciones hostiles
de los hititas, de las cuales un ejemplo es citado más abajo, para
su propia autoglorificación y empequeñecimiento de sus rivales,
magnificó lo que había sido un incidente menor en una importante
victoria. A él bien puede referirse un documento procedente de Ras
Shamra. En este, Tudḫaliya exonera a Ammištamru de la
obligación de proporcionar soldados y carros para una guerra con
Asiria entonces en curso. Esta exención no se hubiera producido si
hubiera sido un gran conflicto y, ya que Ini-Teššup I de
Karkemiš transmitió la decisión de Tudḫaliya a Ammištamsu, bien
puede deducirse que era un choque fronterizo localizado que afectaba
a su territorio. Posiblemente fue provocado a través de una
incursión fronteriza, un caso del que era el pretexto de una carta
enviada por Tukultī-Ninurta a Tudḫaliya. Replicando a una queja
por parte del rey hitita de que los súbditos asirios estaban
continuamente haciendo incursiones en su tierra, él vigorosamente
niega la acusación, afirmando que no más de una longitud de madera
había sido quitado del territorio hitita. Si Tudḫaliya era
incitado a la venganza por esta guerra, por la reconquista de las
tierras de Šubari o alguna otra acción de parte de Asiria, no puede
decirse, pero él decidió en la medida en que era una declaración
abierta de su intento hostil y un desafío de los planes asirios
sobre Siria. En un tratado con su vasallo, Shaushga-muwash de
Amurru, no solo se recurre al sirio para proporcionar ayuda en el
caso de un ataque asirio, sino que estaba obligado a establecer un
bloqueo comercial contra Asiria;
“Como el rey de Asiria es el enemigo de Mi Sol, así puede ser también tu enemigo. Tus mercaderes no deberán ir a Asiria, tú no permitirás a sus comerciantes en tu tierra, ni ellos pasarán a través de tus país. Si, no obstante, uno de ellos llega a tu tierra entonces cógelo y envíalo a Mi Sol. Tan pronto como el rey de Asiria comience la guerra, si entonces Mi Sol pide tropas y carros...así tú convocas tus tropas y carros y los envías.”
Aunque
los indicios directos para el comercio directo con Siria en este
periodo son escasos, el acceso a sus centros comerciales era, en
efecto, de considerable importancia y tales sanciones económicas, se
se aplicaban ampliamente, deben haber golpeado duro a Asiria. Puesto
que, en otra sección del tratado, Tudḫaliya se refiere al rey de
Babilonia como su igual, el tratado fue celebrado antes de la derrota
y deposición de Kaštiliašu.
Después
de la captura de Babilonia debe haber parecido inminente una oferta
asiria para el control de Siria, y los intereses más claramente
cuestionados, si eso había ocurrido, habrían sido los del monarca
hitita. Sin embargo, la amenaza nunca se materializó. Años de
agotadoras campañas seguidas de la ocupación de Babilonia habían
sobrecargado tanto los recursos de Asiria que era incapaz de sostener
el esfuerzo necesario para mantener sus conquistas. Las guerras
babilónicas son las últimas en ser registradas por Tukultī-Ninurta.
Después de que hubiera reinado durante otros 25 años más o menos,
“Assur-nādin-apli, su hijo, y los nobles de Asiria, se rebelaron contra él y le derribaron de su trono. En Kar-Tukulti-Ninurta, en una casa ellos lo encerraron y lo mataron con la espada”.
Que
las derrotas militares y las pérdidas territoriales fueron causa
principal de este violento hecho es cierto. Aunque los únicos países
conocidos que se separaron son Babilonia y los muy pequeños estados
de Sikkuri y Sappani en las montañas orientales, una
oración de Tukultī-Ninurta al dios Aššur sugiere que la revuelta
fue generalizada. En ella él habla del anillo del mal con el que
todas las tierras rodeaban a su ciudad Aššur. Los que él ha
ayudado y protegido amenazaban a Asiria, y sus enemigos tramaban su
destrucción. Puede asumirse que los pueblos de las montañas
orientales y septentrionales estaban entre los rebeldes, mientras que
uno de los enemigos puede haber sido el hitita, Šuppiluliuma II
(c.1210-c.1180), quien, quizá cuando Tukultī-Ninurta
aún estaba vivo, parece que había hecho un intento infructuoso por
recuperar la alta Mesopotamia. Difícilmente puede creerse que
Tukultī-Ninurta abandonara sus conquistas sin lucha, y la ausencia
de registros reales debe ser interpretado como un signo no de
inactividad sino de derrota militar.
No
obstante, en vista de su largo reinado de 37 años, la edad, a la
larga, puede haber disminuido su energía y perjudicado su poder de
decisión, y la esperanza de que bajo un hombre más joven la fortuna
de Asiria pudiera recuperarse, sin duda, produjo un motivo adicional
para su asesinato. En qué medida esto fue también consecuencia del
descontento con su política interna, debe quedar, en ausencia de
evidencias positivas, como materia de especulación. Bien puede ser
que las cargas económicas depositadas en el pueblo asirio hubieran
llegado a ser intolerables. No solo tenían que cumplir las
necesidades del ejército; los hombres y materiales también eran
desviados de los usos productivos para los grandiosos planes de
construcción del rey que culminaron después de la derrota de
Kaštiliašu en la fundación de una nueva ciudad real en
Kār-Tukultī-Ninurta, a uso 3 kilómetros río arriba desde
Aššur en la orilla izquierda del Tigris. Mientras que los
prisioneros de guerra proporcionaban, de hecho, la mayoría de la
inmensa fuerza de trabajo requerida para estos proyectos y el botín
y el tributo aportaba la mayoría de los materiales, una fuerte
contribución era exigida indudablemente de los mismos asirios. La
situación económica debe también haber estado afectada
adversamente por los reveses políticos y militares. Los mercados
sirios habían sido cerrados por Tudḫaliya y si, como parece
probable, Tukultī-Ninurta en sus últimos años perdió el control
de los distritos de los Zagros y los de la frontera septentrional,
Asiria fue privada de importantes fuentes de materias primas. Se ha
hecho otra sugerencia de que, fascinado por la civilización de
Babilonia, él introdujo algunas de sus prácticas de culto en
Asiria, dio creciente importancia a Marduk, y ascendió a babilonios
y casitas a importantes posiciones de estado, cayendo mal, de este
modo, a la nobleza y clero asirios. La investigaciones más reciente
ha indicado que hacia el siglo XIV y XIII, Asiria había asimilado
muchos elementos de culto babilónicos. Sin embargo, hay poco
material de fuentes para el periodo asirio medio, y por tanto, es
difícil evaluar el grado en que se intensificó esta costumbre por
la conquista del sur. La estatua de Marduk llevada desde
Babilonia por Tukultī-Ninurta, lo cual tenía importancia política
así como religiosa, jugó un papel central en ciertas procesiones
rituales en Aššur. La suposición de que su posesión llevó a un
incremento de la importancia del culto local existente de Marduk ha
sido puesta en duda, no obstante, sobre el terreno de que un análisis
de los nombres teóforos no demuestra ningún incremento
significativo en el elemento “Marduk” hasta el siglo XII. De
hecho, es posible que en las inscripciones que se refieren a su
reconstrucción del templo de Aššur, muchos de los nombres usados
para la construcción por Šulmānu-ašarēd aluden al santuario de
Enlil en Nippur. Los indicios para el empleo de babilonios en la
administración descansan en la actualidad principalmente en un
oficial epónimo asirio medio que lleva el nombre casita Kaštiliašu.
Cualquier
esperanza para una rápida recuperación de la fortuna nacional que
se sitúe tras el asesinato de Tukultī-Ninurta, no llegaron a
realizarse, pues, aunque Asiria retuvo el control de Khanigalbat y
los distritos inmediatamente limítrofes a la frontera oriental, el
declive de su poder político y militar continuó bajo sus inmediatos
sucesores.
4.
Problemas dinásticos en Asiria
Tukultī-Ninurta
había sido asesinado por un hijo en su residencia en
Kār-Tukultī-Ninurta, una ciudad de su propia creación río
arriba de la antigua capital Aššur. Si una estela en Aššur puede
ser atribuida a él, el asesino era Aššur-nāsir-apli,
que tuvo solo un breve reinado, dando su nombre como epónimo a un
único año. Si este nombre estaba en la Crónica sincrónica ahora
está separado, aunque de hecho es omitido en otra lista. Puede ser
que su nombre fue deliberadamente borrado de una estela después de
que hubiera sido aclamado solamente por unos pocos seguidores que
pronto fueron aplastados, o, menos probablemente, que su nombre es un
error del escriba por otro hijo, Aššur-nādin-apli,
que puede haber sido el asesino. Este último gobernó durante cuatro
años (1198-1195 a.C.), proclamando, como hijo de Tukultī-Ninurta,
plenos títulos reales como “rey de todos los pueblos, rey de
reyes”. Repuso el tesoro real en Aššur y erigió una estatua
sobre la orilla del río fuera de la vulnerable esquina noreste de la
ciudad, que los dioses podían contemplar para siempre y proteger la
ciudad del daño de la crecida. Esta fue la respuesta a su oración a
Aššur y Šamaš por ayuda cuando, en el eponimato de Eriba-Sin,
el Tigris había barrido 600 acres de ricas tierra alrededor de la
ciudad. Esto puede indicar que la fundación de Kār-Tukultī-Ninurta
había estado dictada en parte por la impredecible manera en que el
río tenía por costumbre alterar su curso fuera de los muros de
Aššur, que dependía de su inundación por los suministros de agua.
Aššur-nādin-apli
fue sucedido por su hijo Aššur-nērārī
III
quien, de acuerdo con la Crónica Babilónica, gobernó durante 6
años (1195-1189). Su único destello lo proporciona una carta
escrita por el babilonio Adad-šuma-usur
quien se dirige a él y a Ili-khadda
como “reyes de Asiria”. Este último, como descendiente de
Eriba-Adad I, representaba a una familia cuyas pretensiones a Aššur
fueron más tarde activamente apoyadas por Babilonia. Anteriormente
fue visir y gobernante de la provincia de Khanigalbat. La autoritaria
nota en esta carta es, por sí misma, prueba insuficiente para
afirmar que Asiria era ahora un estado vasallo de Babilonia. Si lo
hubiera sido, seguramente habría sido reclamada la devolución de la
estatua de Marduk.
Enlil-kudurrī-uṣur,
otro hijo de Tukultī-Ninurta, a continuación tuvo el respaldo
suficiente para mantenerse en el trono sin ser molestado durante
cinco años (1189-1184). Al final de este periodo se enfrentó a los
babilonios en una batalla en la que fue duramente derrotado por
Adad-šuma-usur. Mientras, Ninurta-apil-Ekur,
hijo de Ili-khadda que, como corregente, o pretendiente al trono,
había sido derrotado antes por su rival, había buscado refugio en
la corte babilónica. Ahora tuvo la oportunidad de volver a entrar en
Babilonia, reunir a sus muchos partidarios y tomar el trono.
Enlil-kudurrī-uṣur fue asesinado en su fortaleza, quizás la misma
Aššur, ya que la ciudad fue capturada en el levantamiento. Aunque
Ninurta-apil-Ekur proclamó haber “guardado
a todo el pueblo de Asiria, con alas como un águila las extiende
sobre su país”, sin duda
debió su posición continuada al apoyo de sus vecinos meridionales.
Durante 13 años (o si si se acepta la variante de la Crónica B)
continuó las antiguas tradiciones reales. Su hija Muballitat-Sherua
(?) fue dedicada como suma sacerdotisa con regalos de jarras
inscritas, cadenas de oro y lapislázuli y otros ornamentos
procedentes de los tesoros de palacio al templo principal. Una vez
más, la escasez de fuentes nos da una imagen imperfecta de los
acontecimientos. Ya se estaba sintiendo la presión de las tribus
nómadas hacia el Éufrates en el oeste y el norte, cuando a su vez
ellas fueron forzadas a salir de sus anteriores tierras por los
movimientos de pueblos que siguió a la desintegración del poder
hitita. La perdida de facilidades comerciales, combinado con pobre
cosechas, iba a llevar a Asiria y Babilonia a uno de los estados más
débiles en su larga historia. En esta misma época crítica, Elam de
nuevo amenazó las rutas comerciales a través de los Zagros y el
Diyala. Aššur-dan,
el siguiente titular del trono asirio (1181-1135) hizo el primer
movimiento para anticiparse a los elamitas, en su frontera
suroriental durante el breve reinado de Zababa-šuma-iddina
de Babilonia (1159-1158), penúltimo rey de la dinatía casita.
Marchó c.1159
a.C. hacia el Diyala capturando Zaban,
Irria
y Ugarsallu,
deportando a los habitantes a Asiria. Estos desafortunados habrían
sido reemplazados por otros deportados, leales a los asirios de entre
sus alrededores externos, en quienes se podía confiar para advertir
de cualquier invasión sobre su territorio, pues tal era la política
de los posteriores belicosos asirios. Si una estatua dedicada por la
vida de Aššur-dan por el escriba Šamšī-Bēl
en Irbil
hace referencia a este rey antes que a un monarca posterior del mismo
nombre implicaría que prestaba una atención estrecha a las
necesidades de esta frontera. Su descendiente, Tukultī-apil-Ešarra
I (Tiglath-pileser I), que escribía
60 años más tarde dice que Aššur-dan cerró el templo de Anu-Adad
en Aššur pero no lo reconstruyó. Este incidente puede haber
ocurrido hacia el fin del largo reinado de 46 años atribuidos a él
tanto por la Crónica Babilónica como por sus herederos. No hay
pruebas de que fracasara en mostrar la costumbre respecto a los
centros de culto, pues él emprendió otras obras de construcción en
Aššur y probablemente en Nínive, donde a principios de su reinado
un terremoto había destruido parte del templo de Ištar. Hay también
registros de armas dedicadas en otros templos. Los años finales de
la larga tenencia del trono por parte de Aššur-dan son oscuros.
Ninurta-tukultī-Aššur
, su hijo, que puede haber sido corregente en los últimos años del
reinado de su padre, “ejerció la realeza por su tuppu”.
Este término ha sido interpretado de varias maneras. Puede denotar
un periodo no especificado de tiempo o el reinado de un rey que no
ocupó, y por tanto no dio su nombre a, el cargo de epónimo, que es
el que no ocupa el trono durante más de 12 meses. Por tanto, tales
reinados se señalaban mediante la convención de cero años de
duración. Como alternativa, puede denotar un reinado exacto de doce
meses. Esta última opinión encuentra apoyo en documentos oficiales
y memorandos procedentes de Aššur de este reinado, que llevan
algunos el sello de Ninurta-tukulti-Aššur y de su esposa Rimeni,
fechada por epónimos que cubren doce meses completos. Estas
tablillas muestran que el tributo y ofrendas en grandes cantidades
fueron entregadas a Ninurta-tukulti-Aššur, quizá mientras actuaba
como regente, en lugar de su viejo, y quizás enfermo, padre hacia el
fin de su largo reinado. En otro lugar se le da el título de rey en
estos textos. Puesto que queda claro que los oficiales subordinados
en Aššur controlaban un área desde Nisibis hasta los montes
Zagros, y Sutu al oeste es un distrito administrativo discernible en
estos textos, no hay pruebas de que Ninurta-tukulti-Aššur ocupara
una posición insignificante. Que era un usurpador hace tiempo que
está en desacuerdo, y la Lista de Khorsabad declara que era hijo de
Aššur-dan quien después de ejercer la realeza durante un tuppu”,
fue derrotado por su hermano, Mutakkil-Nusku,
quien, a su vez, ocupó el trono durante un tuppu
antes de desaparecer. Si los tuppu
eran una duración indeterminada del reinado sería necesario suponer
que los cronistas suprimieron la duración del reinado de los dos
hermanos reales por un sentimiento de vergüenza en la disputa,
motivo no observable en ninguna otra parte del mismo texto. Cuando
Mutakkil-Nusku venció a su hermano parecería que este último huyó
a un exilio a Babilonia antes que llegar allí como deportado. De
acuerdo con un prisma babilonio roto, Ninurta-tukulti-Aššur
restauró el templo de Erragal
en Sirara,
reinstalando la estatua de la deidad
que había sido retirada por Tukultī-Ninurta I. Evidentemente estaba
suficientemente de acuerdo con la dinastía de Isin en Babilonia
tanto para recibir una bienvenida como para ser apoyado como
pretendiente potencial del trono asirio. Aunque solo se han
recuperado unos pocos documentos administrativos de este reinado
hasta ahora, ellos implican una cuidadosa y estable administración
que, como fue señalado por su nieto, pavimentó el camino para el
largo reinado de su hijo Aššur-rēša-iši
I (1133-1115), que siguó al breve
gobierno de su padre Mutakkil-Nusku, y llevó a una restauración del
prestigio asirio.
Aššur-rēša-iši
proclama, como “vengador de Asiria”, haber destrozado a amplios
grupos de Akhlamu al norte y oeste del país. Estos eran ante todo
incursores semi-nómadas desde Sukhi a Karkemiš sobre el Éufrates,
que iban a convertirse en un importante factor en el siguiente
reinado. Os cambios en la técnica y equipamiento militar, en esta
era del desarrollo del hierro, habían afectado por ahora a la
estrategia y el empleo tanto de los ejércitos asirios como
babilónicos. Estos eran capaces de construir sobre la experiencia de
Šulmānu-ašarēd y Tukultī-Ninurta, y adaptaron ahora su guerra
para combatir a oponentes mejor armados sin importar el desierto o la
montaña, en guerra abierta o de asedio.
La
experiencia parecería haber llegado a los asirios a desarrollar un
plan estratégico, primero dirigido a mantener sus fronteras
existentes pero pronto para extenderse en operaciones ofensivas para
controlar todas las rutas principales en sus tierras de origen y para
mantener la frontera a lo largo del terreno defendible. Las
fortalezas estaban reforzadas para resistir ataques mediante
poderosas máquinas de asedio. En el norte Aššur-rēša-iši
perfeccionó las defensas de Apku, al oeste de Mosul, para mantener
el control del distrito de Khanigalbat y enfrentarse a la amenaza
creciente de la bien armada tribu Muški y sus aliados en las
montañas del norte. Además de la construcción de una residencia
real allí, el rey emprendió un programa de trabajo de restauración
en la misma Nínive donde fue construido un nuevo palacio, con un
extenso arsenal (bīt
kutalli), almacenes y otras
instalaciones de depósito e hizo reparaciones en la Gran Puerta del
Templo de Ištar. Este templo, gravemente dañado por terremotos en
la época de Šulmānu-ašarēd I y de Aššur-dan, era objeto de
muchos cuidados, siendo restauradas la gran corte y sus torres de
entrada. Aparte de el cumplimiento de las obligaciones religiosas,
sin duda esto era parte del plan para proporcionar una firme base de
operaciones en las montañas noroccidentales. Los Lullubi
(o Lullumi)
y los Quti
fueron atacados y su sometimiento proclamado. Puede ser que Nínive
fuera también la base desde la que el rey convocaba a sus tropas de
élite (hurādu)
para marchar a Irbil como su primera etapa de una renovada ofensiva
en las disputadas montañas de los Zagros. Esta acción levantó la
oposición babilonia, pues Ninurta-nādin-šumi,
(o -šumati), el tercer babilonio de la II dinastía de Isin
(1132-1126), reunió sus propias fuerzas. El texto fragmentado
implica una derrota por los meridionales que, bajo Nabû-kudurrī-uṣur
I (1126-1104), fueron destinados a
renovar su hostilidad con Asiria y así distraer sus fuerzas en una
época de crisis debido a presiones crecientes desde el oeste. No
obstante, al principio, Aššur-rēša-iši fue capaz, mediante el
envío de un grupo mixto de carros e infantería, forzar a
Nabû-kudurrī-uṣur a retirarse de Zaqqu con la pérdida del
valioso equipo de asedio al que tuvo que prender fuego. Un posterior
ataque babilonio, esta vez con una fuerza más movil, fue derrotado
en Idu (¿Hit?)por una columna asiria similar que capturó al general
babilonio y su tren de equipaje. Con la derrota de Nabû-kudurrī-uṣur,
algún tiempo después del fin del decimoctavo de Aššur-rēša-iši
en el cargo (1115 a.C), el conflicto militar entre los vecinos
terminó.
5.
Tukultī-apil-Ešarra I
(Tiglath-Pileser/Teglat-Falasar)
Ocurrió,
asimismo, que los babilonios habían neutralizado a los elamitas y
participado al controlar las incursiones tanto de las tribus Lullubi
en las montañas orientales como de las tribus nómadas del desierto
oriental. Tukultī-apil-Ešarra (1115-1076) era libre, así, para
enfrentarse a las crecientes nubes de tormenta en el norte en su año
de ascensión. Aunque los anales y registros históricos solo
proporcionan resúmenes de sus campañas en todos los frentes,
parecería que él, al menos, desarrolló y siguió un plan
estratégico de conjunto para tratar con sus enemigos y extender la
influencia asiria. Su atención se dirigió primero al norte donde
los Muški -quizá deben ser identificados con los frigios, y
relacionados con los pueblos Kaska (Gasga) que habían acabado con el
imperio hitita- habían cruzado el Tauro con un extenso ejército
(“20.000 hombres”) y estaban marchando bajando por el valle del
Tigris hacia Nínive. La amenaza de la pérdida de excelente tierra
agrícola y las minas de cobre que pagaban cuotas anuales a Aššur
era seria. Durante cincuenta años los Muški habían controlado los
ricos valles de Alzi y Purukuzzi, antiguos tributarios de Aššur.
Ahora ellos hacían incursiones más allá de Katmukhi y dominaban la
campiña al oeste del alto Tigris fomentando la revuelta.
Tukultī-apil-Ešarra con resolución fue al encuentro de los hombres
de la tribu, encabezados por cinco jefes, en la llanura más allá de
las montañas Kašiari (Tur ‛Abdin).
Los
asirios adoptaron su antigua práctica de exhibir las manos de los
vencidos en las puertas de la ciudad y saquear las ciudades rebeldes
y pueblos que habían alineado con los atacantes. Más de 6.000
prisioneros y se llevaron mucho botín. Ya que muchos hombres de las
tribus habían huido al noreste a Šeriše en la orilla oriental del
Tigris, los asirios montaron una expedición punitiva. Abriendo una
vía a través de las montañas para que pasaran sus carros,
capturaron la ciudad y dispersaron a los Papkhi que habían venido en
ayuda de los Kummukh. En una serie de encuentros en las montañas
Kili-Tešup, hijo de Kali-Tešup, y descendiente posiblemente
de una familia hurrita, que también lleva el nombre nativo de
Irrupi, fue capturado con su familia y mucho botín. Las
noticias del avance asirio a noreste provocó que el pueblo de
Urratinaš en el Monte Panari se moviera a colinas más lejanas,
mientras que su gobernante Šadi-Tešup, hijo de Khattukhe,
vino para hacer un acuerdo con el líder asirio. De acuerdo con la
antigua práctica el suplicante era hecho vasallo; sus hijos eran
llevados como rehenes a Aššur junto con un pago inicial de tributo,
más de 60 grandes vasijas de bronce, 120 esclavos u muchas cabezas
de ganado. Los bronces fueron dedicados a Adad en gratitud por el
favor divino en esta campaña.
Al
año siguiente Asiria recuperó Subartu. El ejército equipado con
120 carros con equipos de caballos uncidos a la manera hitita, marchó
a través de Alzi y Purukuzzi que de nuevo fueron sometidas a
tributo. Estas tribus eran débiles ahora y sin ayuda de los Muški.
La fuerza se desplazó Tigris arriba y atravesó el terreno montañoso
entre los montes Idni y Aia para invadir Kharia
y encontró a los rebeldes procedentes de los Kaska (Gasga)
que anteriormente habían derrotado a los hititas pero que ahora
estaban ayudando a una coalición de las tribus Papkhi. Bien
con la misma tropa o bien con otra columna los asirios acabaron con
la oposición en el monte Azu y prendieron fuego a las aldeas
en las laderas hacia el río Zab. Los hombres de Adauš se
sometieron pero los de Saradauš y Ammauš al resistir
fueron derrotados en el monte Aruma, en Isua
(anteriormente Išua) y Dara. Otra fuerza, liderada por el rey
en persona, remontó el Zab para entablar combatir a las tribus más
orientales. Murattaš fue capturada y quemada en un ataque al
amanecer cuando las tropas presionaron Saradauš en las montañas
Asaniu y Atunu para alcanzar el distrito Sugi de
Khabkhi. Aquí los asirios fueron probados durante un tiempo
por una posición en el monte Khirikhu de 6.000 hombres de las
cinco tribus de los Papkhi orientales (Khime, Lukhi,
Anirgi, Alamun y Nimni). Al final Sugi fue hecha
estado vasallo, siendo llevadas las estatuas de 25 de las deidades
locales como rehenes bajo el ojo de Aššur en su templo.
Con
el dominio de los Muški y los Papkhi sobre las tribus más pequeñas
ahora destruido, Tukultī-apil-Ešarra fue libre en el siguiente año
(tercera campaña) de hacer una ofensiva al norte contra los pueblos
montañeses de Nairi al oeste del lago Van. Su ruta atravesaba
regiones que el declara, probablemente con justicia, que nunca habían
sido cruzadas por sus predecesores. Dieciséis crestas montañosas
fueron cruzadas cuando se desplazó por el monte Amadana,
cerca de Diyārbakr, para cruzar el alto Éufrates cerca de su
nacimiento. A pesar de los abundantes detalles geográficos dados en
los anales reales la ruta precisa no puede ser determinada aún.
Parecería que los asirios marcharon por Tunube (Turubun) al
este del Tigris hasta el suroeste del lago Van. Una coalición de 23
jefes nairi fueron derrotados, siendo capturados 120 de sus carros
blindados y perseguidos otros 60 grupos tribales hacia el norte. La
batalla decisiva tuvo lugar al norte y noroeste del lago Van. En el
punto más hacia el norte en esta expedición, Melazgirt,
Tukultī-apil-Ešarra levantó una estela de victoria inscrita. Una
vez más fueron tomados rehenes y se impuso un tributo anual de
12.000 caballos y 2.000 cabezas de ganado sobre las tribus
conquistadas. Sieni de los Daieni, un líder que rehusó
someterse, fue llevado cautivo a Asiria. Fue en el trayecto hacia el
oeste de esta campaña cuando la fortaleza rebelde de Milidia
fue visitada y obligada producir una renta anual pagable en plomo.
Esta casi con seguridad iba a ser identificada con la moderna
Malatya. Se reclamó tributo de Milidia y de las vecinas
Enzate y Sukhme. Así, hacia el final de tres campañas
Tukultī-apil-Ešarra había llevado las armas asirias más al
interior de las montañas anatolias y colocó más tribus montañesas
bajo coerción, que cualquiera de sus predecesores. La mayoría de
sus oponentes en las extensas tierras de Nairi desde Tumme
hasta Dazaeni, Khimua, Paiteri y Khabkhi,
que ahora debían alianza e impuestos, iban a encontrarse solamente
en los anales de su reinado. Mientras que la presión sobre las
fuentes de materias primas y las rutas de comercio que las conectaban
fueron aliviadas al menos temporalmente, y la economía interna fue
reforzada por las nuevas fuentes de ingresos, se estaban sembrando
las semillas de la disensión futura. En estas fronteras montañosas
los pueblos en particular, por naturaleza y localización
independientes, a partir de ahora estarían obligados a agruparse en
unidades defensivas más grandes. En épocas de debilidad en Asiria
acosarían la llanura y, quinientos años más tarde, jugaron un
papel decisivo en el derrocamiento del estado meridional. Además, se
había establecido un rumbo del que ningún gobernante siguiente tuvo
la capacidad de regresar. Sin embargo, las incursiones periódicas
necesarias para controlar las tribus y recuperar impuestos atrasados
extraerían seriamente los recursos de mano de obra y riqueza del
mismo país que estaban intentando fortalecer.
Ahora
Tukultī-apil-Ešarra proyectó extender su jurisdicción al país
transtigrino de Musri. Puesto que Musri había recibido ayuda
de la tierra de Qumani, el asirio puso asedio a la ciudad de
Arini, a los pies del monte Aisa. El asedio fue levantado bajo
la promesa de sumisión y pago regular de tributos. Pro este sistema,
y debido a que en la segunda campaña los hombres de Urumna y
Apishal habían sido derrotados, la ruta hacia el oeste era
ahora posible. Además, Tukultī-apil-Ešarra había emprendido una
atrevida acción contra los Akhlamu -tribu aramea o grupo que
dominaba el Éufrates entre Karkemiš y Sutium, que a menudo hacia
incursiones hacia el Tigris. En un único día, así lo proclama,
atacó su territorio penetrando más allá del Éufrates, que había
sido atravesado en balsas de piel inflada (keleks),
hasta las montañas Bišri donde seis de sus pueblos fueron
incendiados. Esta fue solo la primera acción contra los seminómadas
de Siria, que necesitaron que el ejército asirio repitiera el cruce
del Éufrates no menos de 28 veces, dos veces en un mismo año. Tal
presión constante da sustancia a la pretensión asiria de haber
sometido a los Akhlamu -precursores de los invasores arameos- desde
Tadmor (Palmira) o ‛Anah e incluso tan al sur como Rapiqu en
la frontera con Babilonia. En la misma Sukhi las ciudades
insulares de Sapinata (“Barcos”) y Khindanu fueron
saqueadas y arruinadas por la destrucción de sus palmerales. Las
estatuas de las deidades locales fueron llevadas a Aššur como
desgracia final y señalan su reducción a la impotencia.
Con
las tribus intermedias bajo estrecha vigilancia Asiria podía ahora
planear controlar la principal ruta de comercio al Mediterráneo
mismo. Tukultī-apil-Ešarra dirigió su marcha hacia Amurru,
la cual se extendía en esta época desde Tadmor hasta Samuri e
incluía Biblos y Sidón. Su marcha sitúa a la costa
en Armad (Arvad). Aquí el rey embarcó en una nave
para navegar el litoral mediterráneo hasta Samuri. En este viaje de
tres bēru (unos 20 kms.) él pescó un narval
(nāhiru). Al primer rey asirio en aventurarse a través
del Líbano le fueron traídos en gran multitud regalos de los
gobernantes vecinos de Biblos y Sidón, mientras que el rey egipcio
le envió un cocodrilo como presente. Antes de retornar a casa
Tukultī-apil-Ešarra cortó cedros masivamente para usarlos en su
renovación del templo de Anu-Adad en Aššur. Se impuso un tributo
anual que requería suministros adicionales de madera sobre
Ini-Tešup, rey de Khatti (norte de siria), que rindió
homenaje en esta época. Así, hacia el fin de su quinto año de
reinado Tukultī-apil-Ešarra fue capaz de jactarse de su conquista
de 42 países y sus gobernantes entre el Zab Inferior y el Éufrates,
y a lo largo de las montañas septentrionales hasta las
mediterráneas. Esta actividad de amplio alcance fue posible porque
todo estaba tranquilo en las fronteras meridionales. No fue hasta
bien entrado el reinado de este longevo monarca asirio cuando
Marduk-nādin-aḫḫē (1100-1082), de Babilonia atacó a
través del Pequeño Zab y se llevó los dioses Adad y Shala desde
Ekallate, una ciudad real no lejos de la misma Aššur.
Asiria durante el reinado de Tukultī-apil-Ešarra |
Debido
a la preocupación con el oeste pasó al menos una década antes de
que el asirio fuera capaz de contraatacar. De acuerdo con la Crónica
Sincrónica hubo dos acciones que implicaban a los carros asirios. La
primera cruzó el Pequeño Zab para asolar Arman en el distrito de
Ugarsallu y partió vía Lubdi (al sur de Arrapkha) y sobre el río
Radanu (Shatt el-‛Adhaim) para saquear pueblos a los pies de los
montes Kamulla y Kaštilia. Esta fue una continuación de la disputa
por el control de la ruta del alto Diyālā, ahora firmemente en
manos de los babilonios. La segunda fuerza se dirigió a la misma
Babilonia del norte y, marchando junto a la acostumbrada ruta tomada
por tales atacantes, que bajaba por la orilla oriental del Tigris a
través de Marritu, cruzó hasta Dūr-Kurigalzu (‛Aqarquf), Opi y
Sippar de Šamaš (Abu Habbah) y de Anunitum para alcanzar Babilonia.
Los centros de culto fueron invadidos a pesar de los intentos de la
caballería babilonia por distraer el avance enemigo. Los asirios
proclamaron una victoria absoluta prendiendo fuego a los palacios
reales de Babilonia antes de retirarse. Marduk-nādin-aḫḫē
siguió controlando Babilonia y todavía mantuvo las estatuas
capturadas de las deidades asirias, posiblemente habíéndolas
trasladado por su seguridad a Nippur al sur. No hay indicios de que
Asiria planeara o ganara ninguna posesión duradera sobre Babilonia
del norte en esta época. De hecho, una crónica asiria fragmentaria
que registra la muerte de Marduk-nādin-aḫḫē describe una
terrible hambruna en un área que generalmente se pensaba que estaba
en Asiria misma, cuando los invasores arameos empujaron a los asirios
al interior de las montañas septentrionales alrededor de Kirruria.
Si esto no se refiere a acontecimientos fuera del país natal asirio
o al ataque asirio sobre la provincia babilónica nororiental de
Irria, entonces implicaría que en los años finales del reinado de
Tukultī-apil-Ešarra, quien es todavía nombrado en el texto después
de este suceso, los arameos eran ahora bastante fuertes como para
volverse contra sus conquistadores asirios a pesar de haber sido tan
frecuentemente invadidos. El mismo texto implicaría entonces que
Tukultī-apil-Ešarra sobrevivió a Marduk-nādin-aḫḫē.
Cualesquiera
que fueran las razones que llevaran a la retirada de los invasores
asirios, su fracaso en continuar una operación militar era una grave
debilidad exhibida en varias campañas de este reinado. El éxito
inicial logrado en constantes expediciones en un amplio frente solo
fueron explotadas pocas veces. Los tributos y cargas fueron impuestos
pero no recaudados regularmente. Los prisioneros no parecen haber
sido usados en importantes construcciones o proyectos de
reasentamiento como se hizo por posteriores líderes asirios. Ni
fueron asentados para reemplazar a los habitantes rebeldes en otras
partes del reino. Aunque el transporte de población conquistada es
mencionado en los anales no fe probablemente ninguna innovación y no
hay señal del establecimiento de un sistema de control de las áreas
recién conquistadas tal como siguió la posterior instalación de
provincias y distritos administrativos. La misma escala de éxito
asirio, por lo tanto, pavimentó el camino para un rápido rechazo
del dominio asirio y, de este modo, para la pérdida de los
territorios duramente conseguidos si alguna vez el gobierno central
era débil. Las nuevas rutas de comercio abiertas en Siria y la
riqueza de mineral de Anatolia llevó a una inmediata ventaja
económica si pasaban. Las nuevas armas y tácticas inventadas a
imitación de, y como reacción a, las de sus poderoso vecinos,
habían sido bienvenidas en una edad de innovación tecnoológica.
Las hazañas personales de Tukultī-apil-Ešarra, como las de su
contemporáneo Nabû-kudurrī-uṣur, iba a ser largamente recordadas
e imitadas.
El
rey demostraba mucha habilidad en batalla y destreza en la caza.
Durante las campañas en el valle del Khabur, cerca de Harrān
y en Araziq sobre el Éufrates la jungla proporcionó mucho
deporte. Mató cuatro uros salvajes, cuatro elefantes toro y no menos
de 920 leones, más de un centenar de los cuales fueron cazados a pie
con el arco o la recién inventada lanza de hierro. Esta proclama,
especialmente de elefantes es pequeña como parada con la de
Thutmosis III en el mismo área, y puede indicar que su número ya
estaba declinando debido a las actividades predadoras de los Akhlamu.
Pero esas cazas no se hacían sin otro propósito. Cuernos, colmillos
y cueros contribuían a la economía, animales y pájaros vivos
abastecían los jardines zoológicos donde eran criados para la caza
y de modo que su juventud pudiera ser ofrecidos en sacrificio. El
primer asirio en incluir tales detalles en los anales reales, este
rey buscaba demostrar su superioridad sobre las bestias salvajes y
demostrar así que el poder único le era otorgado por el dios de la
guerra para superar a cualquier mal o enemigo en el campo. Tal caza
ritual está atestiguada en otros lugares en el Próximo Oriente en
esta época. El rey también fue el primero en aportar información
sobre la institución de los jardines botánicos abastecidos con
especímenes recogidos durante sus extensas expediciones.
Las
víctimas más inusuales de la caza, tales como el narval arponeado
en la costa mediterránea el salvaje toro capturado en las montañas
Lumash, eran reproducidos en bajorrelieve para decorar las
entradas a los restaurados palacios en Aššur. Aquí, de acuerdo con
muchas inscripciones, el templo de Anu-Adad con sus zigurats gemelos
adyacentes fue restaurado, siendo vuelto a colocar el techo con
maderas del Líbano, repavimentado la terraza y engrandecidos las
construcciones de culto asociadas (bīt šahuru y bīt
labbuni) y repanelado con maderas de cedro y pistacho. Este
trabajo de reconstrucción del templo, según Tukultī-apil-Ešarra,
no había sido completado; aunque 60 años antes Aššur-dan había
derivado transmitido los cimientos de una edificación construida
primero por Šamšī-Adad (III), el hijo de Išme-Dagan
(II), 641 años antes. De similar interés cronológico es la
declaración de que los muros de la ciudad nueva, construida por
Puzur-Aššur III (c.1490 a.C.) habían sido
descuidados durante aproximadamente dos siglos desde la época
Aššur-nadin-ahhe I ( ? -1422). Estos fueron ahora reforzados
por una gran rampa de tierra entre la Puerta del Tigris y la ciudad
interior. En Nínive Tukultī-apil-Ešarra había realizado el
trabajo en los muros de la ciudad, que fueron reforzados con piedra,
y en el palacio real construido por su padre entre los templos de
Nabu e Ištar a los que también se prestó atención. El agua fue
desviada desde el río Khosr tanto a la ciudad como a un nuevo
terreno recientemente presentado. Un trabajo similar fue llevado a
cabo en otras ciudades y hay cada indicación de que, a pesar de la
ironía de que Tukultī-apil-Ešarra es mejor conocido por los
relatos de sus guerras, su declaración al final su reinado de haber
“hecho buena la condición de mi pueblo y haber sido responsable de
que vivieran en un entorno pacífico” estaba justificada. Dejó
atrás también un legado de literatura reunida en lo que debe ser
uno de las más antiguas bibliotecas conservadas.
6.
Los sucesores de Tukultī-apil-Ešarra y el fin del Periodo Asirio
medio
Ašarēd-apil-Ekur
reinó solo dos años (1076-1074). La lectura de la Crónica
Sincrónica (Aššur
14646c) que lo mantenía como un contemporáneo de Itti-Marduk-balātu
ha sido rebatida. Su origen, ascensión, y fin son oscuros ya que no
han sobrevivido ningún registro contemporáneo. No comenzó su
reinado hasta después del año de ascensión de Marduk-šāpik-zēri
de Babilonia (1082), que reinó durante trece años. Este
sincronismo, sujeto a un margen de error de solo tres años, de
cualquier manera hace probable que Aššur-bēl-kala, que le
sucedió llegó al trono alrededor del séptimo año de
Marduk-šāpik-zēri.
De
acuerdo con sus anales, Aššur-bēl-kala tuvo primero que hacer
guerrear primero en Uruatri que a su vez estaba siendo perturbado por
los arameos que por ahora habían alcanzado el Tigris al norte y
noroeste de Aššur.
Las campañas forman el tema principal del “Obelisco
Roto” procedente de Nínive
que también incluía alguna de las
hazañas de Tukultī-apil-Ešarra
I. Ha habido muchas teorías tanto
a la fecha como la adscripción de este monumento, en el que el
nombre del rey, que debe haber reinado durante al menos cinco años,
está ahora desaparecido. Que iba a ser atribuido a este reinado en
lugar del de Tukultī-apil-Ešarra
I es evidente a partir del progreso
hecho por los arameos que hasta ahora habían estado confinados en
gran medida al oeste del Éufrates. Parecería a partir del texto que
Aššur-bēl-kala,
si esta atribución es correcta, comenzó a emprender una vigorosa
acción contra los arameos en su cuarto o quinto año de reinado. Dos
campañas fueron dirigidas contra estas tribus, ahora llamadas Arime,
en Sasiri.
Una expedición posterior reconquistó Turmitta en Musri, deportando
a
las hombres de la tribu disidentes, y combatió a los arameos en
Pausa
al
pie del Tur
‛Abdin;
en Nabula, al noreste de Nisibis, en un lugar [...]tibua
sobre
el Tigris, en Lišur-sala-Aššur
(distrito
de Sinamu), y Muraris,
todos lugares al norte y noroeste de Aššur
entre
Erišu
de
Khabki
y
Harran.
Esto preparó el camino para un empuje posterior al año siguiente
hacia Makrisi,
cerca de la unión de los ríos Khabur y Kharmiš por las montañas
Yari.
Una vez más las armas asirias cruzaron el Éufrates y presionaron
más allá en el interior del territorio Khani
donde
fue capturada Gulguli.
Si este Obelisco Roto es una descripción de las campañas de
Aššur-bēl-kala, entonces él declaraba haber alcanzado el
Mediterráneo y emulado las aventuras de caza de su padre tanto en la
tierra como en el mar. Puede ser que fuera en agradecimiento por la
ayuda al evitar el peligro arameo en esa época, por lo que el rey
dedicó una estatua de un desnudo femenino, quizás de alguna diosa
capturada, en Nínive. Su inscripción finaliza con una maldición,
que los dioses de la Tierra Occidental puedan aplastar a cualquiera
que la dañara. Parte de la inscripción del obelisco está dedicado
a las actividades de edificación del rey y sus numerosos trabajos de
renovación en Aššur. La gran terraza de Aššur-nadin-ahhe,
el canal de Aššur-dan
que
había estado sin agua durante 30 años y el muelle erigido por
Adad-nērārī
recibieron
todos atención. Finalmente, el rey completó el palacio de Apku
comenzado
por Aššur-reša-iši
y
una terraza de palacio de Tukultī-Ninurta.
A su muerte el rey fue ceremonialmente enterrado en la capital a la
que había dedicado tanta atención y había mantenido libre de la
invasión. Como en la muerte de su ilustre abuelo, parece que pudo
haber alguna confusión al final del reinado de Aššur-bēl-kala. Un
Tukultī-Mer,
rey de Khana y Mari, hijo de Ilu-iqīša, declara en sus
inscripciones ser rey de Asiria y haber guerreado contra los Papkhi.
Si este pretendiente estaba activo a la muerte de Tukultī-apil-Ešarra
o
de Aššur-bēl-kala debe seguir incierto, aunque esto último es lo
más probable. Una maza de piedra inscrita dedicada a Šamaš de
Sippar puede implicar que era un líder arameo que se desplazó a
Babilonia como los Sutu hacia el fin de la vida de Aššur-bēl-kala
y durante el largo reinado de un compañero, Adad-apla-iddina
(1069-1047).
Otro
pretendiente al trono asirio en esta época era Erība-Adad
II,
cuyas fragmentarias inscripciones también implican una intensa
actividad militar junto a líneas similares a las seguidas por
Tukultī-apil-Ešarra. Restauró el templo de E-khursag-kurkurra
y
continuó las tradiciones religiosas. No obstante, otro hijo de
Tukultī-apil-Ešarra, Šamšī-Adad
IV
salió
de Babilonia y con el apoyo del usurpador arameo allí,
Adad-apla-iddina, le depuso y ocupó el trono durante cuatro años
(1054-1050). Reclamó el título de “gran rey” aunque no se
conoce nada de sus actividades políticas. En Nínive el templo de
Ištar fue renovado una vez más de acuerdo con inscripciones de
edificación y de otro tipo, mientras en Aššur
la
torre de la puerta (bīt
nāmeru)
recibió un tratamiento similar.
Con
él se inicia un nuevo periodo de oscuridad que se extenderá durante
algo más de un siglo, desde 1050 hasta 935 aproximadamente, en el
que los descendientes de Šamšī-Adad
IV tendrán
que enfrentarse a amenaza aramea en un reino cada vez más reducido a
sus fronteras originales.
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BIBLIOGRAFÍA:
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del Volumen 2, 2ª parte de la Cambridge Ancient History.
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XXV del Volumen 2, 2ª parte de la Cambridge Ancient History.
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Assyria and Babylonia c.1200-1000 B.C. Capítulo XXXI del
Volumen 2, 2ª parte de la Cambridge Ancient History.
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“Nueva Clío”. Volumen 2: Desde los orígenes hasta las
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Historia política, económica y social.
1987.
J.
SANMARTÍN Y J.M. SERRANO: Historia antigua del Próximo Oriente:
Mesopotamia y Egipto. 1998
Para la Cronología recomiendo consultar las listas genealógicas de Ian Mladjov, que son muy completas y continuamente actualizadas según salen a la luz nuevos descubrimientos:
https://sites.google.com/a/umich.edu/imladjov/chronologies