1. La primera lucha contra los Samnitas, la
derrota de los latinos y la formación de la Mancomunidad Romana (343-338)
El
surgimiento de la nobleza y la competición por los honores entre sus miembros
individuales, estaban directamente relacionados con el imperialismo romano. Las
grandes figuras políticas que dominaron la vida pública en la segunda mitad del
siglo IV a.C. iniciaron una política de conquista militar que en el espacio de
poco más de medio siglo puso la totalidad de la Italia peninsular bajo el
control de Roma. Este proceso fue dominado por la lucha entre Roma y los
Samnitas, que comenzó en 343 a .C.
Los Samnitas
eran una poderosa federación de tribus que ocupaban una extensa área de los
Apeninos centrales meridionales. El Samnio era una región interior,
aproximadamente de forma rectangular, que se alargaba diagonalmente desde el
río Sagrus (Sangro) en el noroeste hasta un punto más allá del Aufidus (Ofanto)
en el sureste. En su parte noreste estaba separada de la costa por la tierra de
los Frentani y Apuli, y por el lado suroeste por la de los Volsci, Sidicini,
Aurunci, Campani y Alfaterni. La línea precisa de frontera en 343 a .C. no puede trazarse
con ninguna seguridad.
Los límites
definidos por esos límites hipotéticos abarcan unos 12.500 km cuadrados.
Tanto en la Antigüedad
como en tiempos recientes parece haber estado densamente poblado en comparación
con otras áreas rurales de la
Italia peninsular. Sobre la base de cálculos modernos la
población total del Samnio en 343
a .C. puede estimarse en alrededor de 450.000 personas.
La región
consiste en una meseta montañosa entrecruzada por empinados valles que entran y
salen, especialmente los formados por los cursos
altos de los ríos Sangro, Trigno y Biferno, que dan acceso al Samnio central
desde el noreste. Del lado suroeste la tierra sube abruptamente desde el valle
de Volturno hasta el gran macizo del Mons Tifernus (Montagna del Matese), que
es la espina dorsal de la región. Incluso así, el Samnio está cruzado de manera
relativamente fácil, al menos en tiempo de paz; y aunque más del 65 % de él se
levanta a más de 300
metros , una proporción sorprendentemente extensa de su
superficie terrestre es apta para el cultivo.
Los valles
altos contienen muchos bolsillos de tierra agrícola fértil, que estaban
densamente poblados incluso en el periodo prerromano. La arqueología ha
confirmado este patrón de denso asentamiento rural, y ha llevado a una
modificación de la imagen tradicional de la economía samnita como esencialmente
pastoral. La ganadería, sobre todo de ovejas y cerdos, no obstante, fue un
importante elemento en la economía. Es probable que los pastores samnitas practicaran
la trashumancia –esto es, el movimiento estacional de rebaños de las llanuras a
las montañas en los meses de verano- un sistema que ha persistido en los
Apeninos centrales desde tiempo inmemorial.
Pero si la
indagación arqueológica ha demostrado que la economía samnita era más compleja
y diversificada de lo que una vez se asumió, todavía permanece cierta en
general que antes de la conquista romana la región era pobre y relativamente
atrasada, con pocos, si acaso alguno, centros urbanos, ninguna moneda y poco
comercio. Los habitantes complementaban su subsistencia con la guerra y el
saqueo, y en tiempos de extrema adversidad su único remedio fue la emigración
forzada en la forma de un ver sacrum.
La
organización política de los Samnitas era, en consecuencia, simple y poco
sofisticada. La unidad local básica era el pagus,
un cantón que comprendía una o más villas (vici),
que económicamente era autosuficiente y poseía una gran medida de autonomía
política. Cada pagus estaba
probablemente gobernado por un magistrado electo llamado meddis (en latín medís).
Un grupo de tales pagi juntos formarían
una unidad tribal más grande, para el cual el término osco era touto (en latín populus). El magistrado principal del touto tenía el título medís
tovtiks (medís tuticus). El
sistema gubernamental del touto puede
ser descrito como ‘republicano’ más que monárquico en el terreno técnico, ya
que el medís toticus era un oficial
elegido anualmente; pero en términos más generales era una estructura política
muy simple en la que las funciones militares, judiciales y religiosas eran
representadas por el mismo hombre. Debe suponerse algún tipo de maquinaria
electoral, pero de la composición y funciones del los consejos tribales o
asambleas no sabemos nada en absoluto.
El carácter
de esos ‘centros’, a los que se refieren los relatos literarios de las Guerras
Samnitas, se desconoce. El patrón general de asentamiento en el periodo
prerromano parece haber sido el de castros con fuertes de colinas asociados y
santuarios rurales. La separación funcional de esos tres tipos de lugares es
característica de una sociedad no urbana o preurbana. Por ejemplo, el elaborado
santuario en Pietrabbondante parece haber sido un lugar de reunión religioso
para la gente de los distritos circundantes, pero no formaba parte de un
extenso asentamiento nucleado.
Los castros
son loas reliquias físicas más significativas del Samnio prerromano. Las ruinas
que perviven, en forma de muros aproximadamente poligonales, aún pueden ser
vistas sobre remotas colinas en muchas partes de los Apeninos centrales.
Algunos de ellos, por ejemplo, los de Monte Vaiano, Castel di Sangro y Alfedena,
eran lugares de importantes establecimientos permanente; pero esos lugares
apenas eran ciudades, y son, en cualquier caso, excepcionales. En la mayor
parte los castros son pequeños e inaccesibles, y no pueden haber sido lugares
de habitación permanente. Sin duda, eran usados como refugios temporales,
aunque algunos de ellos pueden haber tenido un propósito estratégico más
positivo como fortalezas militares.
El sentido de
la solidaridad nacional distingue las cuatro tribus de la Liga Samnita de sus vecinos. Pero
no debemos olvidar que en términos culturales los Samnitas pertenecían a un
comunidad de pueblos osco-parlantes mucho más amplia que como resultado de las
migraciones en el siglo V se había expandido a través del Mezzogiorno. Las
únicas excepciones eran la
Apulia meridional y la península Sallentina en el extremo
sureste (el ‘Talón’), donde una cultura y lenguaje nativos persistían en
aislamiento del resto de Italia, y las regiones costeras ocupadas por las
colonias griegas que quedaban. Por lo demás, Bruttium, Lucania, Apulia
septentrional, Samnio y Campania estaban todas habitadas por pueblos que
hablaban el mismo lenguaje y compartían creencias religiosas comunes,
costumbres sociales e instituciones políticas. Esta koiné osca también incluía a los pueblos de la región de los
Abruzzos que, entonces como ahora, pertenecían económica, social y
culturalmente al sur, aunque está geográficamente en paralelo con Roma. La
región era una tela de retales de fragmentados grupos tribales: los marsos,
paelignos, vestinos, marrucinos y frentanos.
Solo queda
discutir la situación de Campania. Aquí los invasores osco-parlantes habían
ocupado una región rica y altamente desarrollada que había sido colonizada
tanto por griegos como por etruscos y en la que las ciudades-estados
urbanizadas estaban bien establecidas. Aunque los efectos inmediatos de la
invasión osca a fines del siglo V, fueron dramáticas, las ciudades-estado
pronto comenzaron a florecer una vez más bajo sus nuevos amos. Una mezcla
notable de influencias llevaron a la formación, en el siglo IV, de una cultura
campana distintiva. Muchas de las viejas tradiciones culturas y estructuras
institucionales sobrevivieron, y fueron adaptadas a las necesidades sociales y
valores de los conquistadores oscos. Un ejemplo de ello es su adicción a la
cría de caballos y a la destreza en la caballería. Como apunta M.W.
Frederiksen, esta afición por los caballos apenas puede haber sido traída con
ellos desde el Samnio; de hecho es prácticamente cierto que la caballería campana,
que jugó un papel tan importante en la historia política de Capua en los siglos
IV y III, era originalmente una institución griega.
Existía una
intensa rivalidad entre esas ciudades-estado. En el siglo IV las ciudades de la Campania septentrional
formaron una liga, centrada en Capua y dirigida por un medís tuticus. Entre los estados miembros de esta confederación
estaban Casilinum, Atella y Calatia. Otras ciudades campanas tales como Nola o
Abella permanecieron separadas, mientras los Alfaterni en el sur formaron su
propia liga bajo la hegemonía de Nuceria. Nápoles, la única ciudad griega
superviviente en Campania, se vio fuertemente afectada por las influencias
oscas, pero retuvo su independencia política. Existió un antagonismo igualmente
fuerte entre ellas y sus parientes samnitas del interior. Esta enmarañada red
de rivalidad y conflicto intestinos se complicó además, en 343 a .C., por la intervención
de Roma.
Los sucesos
de la llamada Primera Guerra Samnita son descritos solo por Livio, cuyo relato,
puede resumirse brevemente. En 343 los Samnitas atacaron a los Sidicinos (un
pueblo osco-parlante de cuya historia y cultura no tenemos información
específica), y en consecuencia a los Campanos, que habían ido en su ayuda.
Cuando los samnitas comenzaron a asediar Capua, los Campanos apelaron a Roma. A
pesar de su alianza con los Samnitas, los romanos respondieron positivamente a
la llamada e intervinieron en el bando campano. Livio dice que dieron este paso
porque los Campanos se habían sometido completamente al poder del pueblo
romano –una excusa cuestionable y quizá también un retazo dudoso de la
historia.
Una
explicación más convincente de la acción de los romanos puede deducirse del
discurso que Livio atribuye a los enviados campanos. Aquí se sugiere que los
romanos no podían permitir ignorar la oportunidad que se les estaba ofreciendo,
ni arriesgarse a dejar a los Samnitas ganar el control de Campania. El discurso
es ahistórico y repleto de banalidades retóricas –en particular, su argumento
principal es tomado prestado de Tucídides-, pero, no obstante, contiene una
importante verdad histórica. Campania es la región más fértil y productiva de la Italia peninsular, y al
ganar el control de la mayoría de ella los romanos incrementaron enormemente
sus recursos económicos y militares disponibles y se convirtieron en algo más
que un enfrentamiento para los Samnitas. No es exagerado decir que ‘en la
disputa entre Roma y el Samnio el control sobre Campania era la llave para la
victoria final’.
Las
hostilidades comenzaron cuando los romanos enviaron dos ejércitos consulares a
Campania en el verano de 343 a .C.
Tras una serie de victoriosos combates lograron expulsar a los Samnitas y
ocupar Capua. Livio ofrece un improbable relato detallado de esos
acontecimientos, de los que se pueden aceptar al menos las líneas básicas. No
tenemos por qué dudar de que los ejércitos romanos hicieran lo suficiente para
ganar triunfos para ambos cónsules y las felicitaciones de una embajada
cartaginesa. La teoría de que toda la Primera Guerra Samnita fue inventada por los
analistas no ha sido ampliamente aceptada.
En 342 los
romanos estaban preocupados por una revuelta del ejército y una crisis
política; cuando las hostilidades se reanudaron en 341, los samnitas, al parecer, pidieron
la paz a la primera aparición del ejército romano. La alianza romano-samnita
se renovó entonces, con la consecuencia de que los Sidicinos y los Campanos se
aliaron a la vez con los latinos y los volscos, que ya estaban en rebelión
contra Roma. Por tanto, hubo una completa reversión de la situación de dos años
antes, cuando los romanos habían ayudado a los Campanos y Sidicinos contra los Samnitas. Este viraje es ciertamente extraño, pero de ninguna manera
increíble. Una posible explicación es que después de una lucha interna en Roma
una facción ‘pro-samnita’ llegara al poder.
Sea como
fuere, la Guerra Romano-latina ,
que comenzó en 341, fue un punto de inflexión en la historia italiana. No hay razón
para dudar de la visión de Livio de que la guerra surgió del resentimiento de
los latinos al ser tratados como súbditos más que como aliados. No obstante,
las demandas específicas que él atribuye a los líderes rebeldes –que los
latinos serían admitidos a la ciudadanía romana y aportarían uno de los
cónsules y medio senado- son claramente anacrónicas. En parte reflejan las
aspiraciones de los insurgentes italianos en la época de la Guerra Social (91 a .C.).
Los sucesos
reales de la guerra no pueden ser reconstruidos en detalle. En este punto surge
la cuestión general de la fiabilidad del relato tradicional de las guerras de
conquista. La narración de Livio, que cubre el periodo hasta 293 a .C., está llena de
trozos de batalla retóricos y vicios similares en los que muchos de los
detalles es probable que sean imaginarios, tales como el número de bajas
enemigas son en gran medida el producto de entusiastas conjeturas. Pero las
líneas generales de las campañas no tienen que ser ficticias; no hay motivos
para pensar que cualquiera de los sucesos principales fuera deliberadamente
creado de la nada por Livio o sus fuentes. Esta claro, no obstante, la
comprensión de Livio de las realidades geográficas y estratégicas era débil –y
a veces inexistente. Livio no llevaba un mapa de Italia en su cabeza, y
seguramente no hizo ningún intento por reconstruir las campañas sobre el
terreno. No sabemos si visitó alguna vez Samnio, por ejemplo, pero parece
improbable. Generalmente Livio se contentaba con reproducir el nombre de
lugares y otras indicaciones topográficas, sin tener necesariamente ninguna idea
de su localización o naturaleza precisa. El hecho de que las fuentes que estaba
siguiendo pudieran ellas mismas haber hecho lo propio incrementa naturalmente
las posibilidades de malentendido y distorsión.
Al
interpretar el relato de Livio, el método adoptado por muchos comentaristas
modernos es rechazar cualquier cosa que no le parezca verosímil y sustituirla
por una reconstrucción basada en su propia valoración de lo que requiere la
situación militar. Los resultados son enormemente arbitrarios, por razones
obvias. Por ejemplo, la afirmación de Livio de que los cónsules de 340 a .C. marcharon a través
del país de los Marsos y Paelignos en su camino a Campania a veces es rechazada
como inverosímil –seguramente una ‘anticipación de las campañas de los romanos en
Italia central en la segunda guerra Samnita. Otros estudiosos, no obstante, ven
el desvío de los cónsules como una maniobra deliberada para sorprender a los
latinos, que habrían estado esperando un ataque directo. De hecho nuestro
conocimiento de la situación militar general en ningún lugar está cerca de
suficientemente buena para permitirnos decidir sobre un asunto de este tipo.
¿Cómo podemos saber lo que estaban esperando los latinos? Todo lo que podemos
decir es que sucesos aparentemente inverosímiles no deberían ser rechazados
automáticamente. Ciertamente, se puede argumentar, sobre el principio de la lectio difficilior, que las
declaraciones en nuestras fuentes son ‘tanto más creíbles cuanto más extrañas
parecen’.
La revuelta
que comenzó en c.341 fue derrotada
después de cuatro años de duras campañas. Los Volscos de Privernum fueron
vencidos en 341; en el año siguiente los latinos y los campanos sufrieron al
menos dos derrotas importantes, una de ellas en la célebre batalla de Veseris -quizás en Fenseris (Sarno); en cualquier caso, fue en algún lugar cerca del
monte Vesubio. La batalla fue recordada en la tradición romana por dos
incidentes. Primero, T. Manlio Torcuato, hijo de uno de los cónsules, mató a un
campeón enemigo encorbate singular, pero fue ejecutado por su padre por
desobedecer una orden de no enfrentarse al enemigo. El segundo incidente
implicó al otro cónsul, P. Decio Mus, que se ‘dedicó’ él mismo y el enemigo a
los dioses del inframundo, y al cabalgar precipitadamente contra las filas enemigas
produjo su destrucción junto con la suya propia. Si esos episodios son en algún
sentido históricos naturalmente no puede saberse, pero tampoco deben ser
eliminados a priori. La primera posibilidad,
y segunda probablemente, tiene alguna base en realidad.
La campaña de
340 conllevó un fin temporal a la lucha. Roma castigó a sus enemigos al
confiscar una parte de los territorios de los Campanos y Privernates (las futuras
tribus Falerna y Oufentina) y de los volscos y Latinos al sur de Velitrae y
Lanuvium (incorporación posterior en las tribus Maecia y Scaptia). Las que
habían permanecido leales fueron recompensadas. Incluían Lavinium, a la que le
fue concedida un estatus privilegiado que ahora es oscuro para nosotros, y 1600
de los equites Campani, la aristocracia
de Capua, que recibió privilegios económicos y la ciudadanía romana honorífica.
Algunos de los pueblos latinos tomaron las armas de nuevo en 339, pero fueron
derrotados después de dos años más de guerra. En 338 los romanos capturaron la
fortaleza de Pedum, y luego procedieron a reducir las otras comunidades
rebeldes una por un. En los años siguientes se llevaron a cabo operaciones de
limpieza en Campania y contra los Sidicinos, Auruncos y Volscos. La versión
esquemática de esos sucesos puede encontrarse en la lista de triunfos en los
Fasti Capitolini, que están bien conservados para la segunda mitad del siglo
IV; representan una tradición, independiente de Livio, que parece ser por lo
general fiable.
Durante los
años 343-329 a .C.,
los romanos reorganizaron completamente sus relaciones con sus súbditos
conquistados. El resultado fue la formación de una ‘mancomunidad’ (tomando
prestada la conveniente frase de Arnold Toynbee) que abarcaba a todos los
distritos de tierras bajas a lo largo de la costa desde el norte del Tíber
hasta la bahía de Nápoles. El acuerdo que los romanos impusieron después de 338
fue de crucial importancia en el que estableció un patrón para el futuro
proceso de expansión romana en Italia. Combinó una serie de innovaciones que
dieron a la mancomunidad romana –ciertamente única- una estructura sin
precedentes. No sabemos quien concibió el esquema, pero quienquiera que fuera
hizo una contribución vital al desarrollo del imperio romano. En opinión de G.
De Sanctis este fue el punto de inflexión de la historia romana.
El acuerdo
parece haber sido trazado sobre la base de dos extensos principios. Primero,
los romanos trataron con las diversas comunidades derrotadas individualmente
más que en grupos. Las ligas y confederaciones fueron disueltas. La
consecuencia fue que las unidades constituyentes de la mancomunidad romana
estaban atadas juntas no por mutuos lazos sino por el hecho de que cada una tenía
una relación fija con Roma. En segundo lugar, se establecieron un conjunto de
distintos tipos de relaciones, de manera que los súbditos de Roma estaban
divididos en categorías jurídicas formales definidas por los derechos y
obligaciones específicos de cada comunidad en relación con el estado romano.
Así, se creó una jerarquía de posiciones entre los estados miembros de la
mancomunidad romana.
a) Lacio: comunidades incorporadas
Algunas de
las ciudades latinas derrotadas fueron incorporadas en el estado romano y sus
habitantes convertidos en ciudadanos romanos. Livio especifica Lanuvium,
Aricia, Nomentum y Pedum. Cada uno de esos lugares se convirtió en un municipium autónomo sobre el modelo de
Tusculum. El mismo Tusculum había tomado parte en la revuelta (su comandante de
caballería, Gemino Maecio, había sido muerto por T. Manlio en un duelo antes de
la batalla de Veseris) pero su ciudadanía fue restaurada en 338 después de que
los cabecillas hubieran sido ejecutados.
Se reservó un
tratamiento especialmente severo para Velitrae y Antium. Los muros de Velitrae
fueron demolidos y su clase gobernante fue desterrada. La tierra de los
aristócratas desposeídos fue distribuida entre los colonos romanos, y a los
veliterni que quedaron les fue concedida la ciudadanía. Los habitantes de
Antium también se convirtieron en ciudadanos romanos, pero obligados a rendir
su flota. Algunos de esos barcos fueron destruidos inmediatamente; sus proas o
picos fueron expuestos como trofeos en el Foro romano en la parte delantera de
la plataforma de los oradores, que en adelante fue conocida como los Rostra (es
decir, ‘los Picos’). Luego fue establecida una guarnición romana en Antium para
guardar la costa. Esta así llamada ‘colonia de ciudadanos romanos’ (colonia civium romanorum) fue modelada
sobre la guarnición que había sido fundada en Ostia una generación antes. Otras
guarniciones costeras fueron establecidas más tarde en Tarracina (329 a .C.), Minturnae y
Sinuessa (ambas en 296 a .C.),
y otros lugares. Fueron atendidas por un pequeño número de ciudadanos romanos (generalmente
unos 300) quienes quedaron exentos del servicio en las legiones pero se les
prohibió dejar sus colonias.
Ha habido una
considerable confusión sobre si a las comunidades a las que se concedieron
derechos se refieren o no a las que adquirieron más arriba la plena ciudadanía
romana. La respuesta más probable es que lo fueron, ya que son distinguidas
claramente por Livio de los estados que recibieron media ciudadanía (civitas sine suffragio). No hay
justificación para la perspectiva ampliamente mantenida de que las civitas optimo iure fueran reservadas
exclusivamente para los latinos, y que los Volscos de Antium y Velitrae
pudieran, por tanto, haber recibido solo civitas
sine suffragio. No tenemos motivos para suponer que los romanos
distinguieran entre las comunidades recientemente favorecidas con la ciudadanía
sobre la base de la raza o el lenguaje. La práctica del negocio de registrar a
los nuevos ciudadanos fue llevada a cabo por los censores de 332 a .C. (uno de los cuales
fue el omnipresente Q. Publilio Filo). La mayoría de las comunidades en
cuestión fueron registradas en las tribus existentes, pero Lanuvium y Velitrae
fueron incorporadas en dos nuevas tribus, respectivamente la Maecia y la Scaptia. Las nuevas tribus
también incluyeron a los ciudadanos romanos que se habían establecido en la
tierra confiscada de las dos ciudades. La inclusión de ambos ciudadanos, los
antiguos y los nuevos, en las recién creadas tribus había ocurrido
anteriormente en el asentamiento del ager
Veientanus en 387 a .C.,
y se había convertido en la práctica normal.
b) Lacio: comunidades no incorporadas
De las
ciudades latinas a las que no se les concedieron derechos de ciudadanía, Tibur
y Praeneste retuvieron su estatus como aliados independientes, pero fueron
obligados a ceder una parte de su territorio. La
Liga Latina se rompió, pero aquellos de sus
miembros que no fueron incorporados al estado romano continuaron existiendo
como comunidades soberanas y poseyeron los derechos de conubium and commercium
con ciudadanos romanos. Pero no se les permitió más ejercer tales derechos
entre ellos mismos y se les prohibió tener relaciones políticas unos con otros.
Es tentador invocar en este contexto el cliché ‘Divide y vencerás’; pero debe
recordarse que la prohibición (al parecer de corta vida) sobre el conubium no aisló a esas comunidades
totalmente, ya que la mayoría de los viejos pueblos latinos, cuyo territorio
limitaban con los suyos, eran ahora ciudadanos romanos.
Desde esta
época en adelante la condición latina no dependió más de la pertenencia a una
comunidad étnica, legal y sacra diferente, sino más bien de la posesión de
derechos y privilegios legalmente definidos que podían ejercerse en las
relaciones con ciudadanos romanos. Por tanto, podía crearse un estado latino
simplemente por una promulgación del pueblo romano confiriendo derechos sobre
él. Así, sucedió que los pueblos de nombre latino (nomen Latium) se incrementaron continuamente por la fundación de
nuevas comunidades latinas en un programa reavivado de colonización que comenzó
en 334 a .C.
c) Comunidades fuera del Lacio
En la parte
de la mancomunidad romana que se sitúa fuera de los límites de Latium Vetus –la
región más tarde conocida como Latium Adiectum- los romanos impusieron la
ciudadanía parcial (civitas sine suffragio)
sobre los pueblos a los que había derrotado. Livio especifica las ciudades
campanas de Capua, Suessula y Cumae, a las que se añadió Acerrae en 352, y las
ciudades volscas de Fundi y Formiae, con la adición de Privernum en 329. Esta
ciudadanía parcial fue la innovación más sorprendente de todos los
asentamientos de posguerra. Las cives
sine suffragio eran responsables de todas las cargas y obligaciones de los
ciudadanos plenos –especialmente el servicio militar- pero no poseían derechos
políticos. No podían votar en las asambleas romanas ni ocupar cargos en Roma.
Como comunidades retenían sus instituciones nativas y se convirtieron en municipia autónomos. Al poseer los
derechos de conubium y commercium su estatus era similar en la
práctica al de los latinos, aunque las dos categorías eran jurídicamente
bastante distintas, ya que los latinos eran técnicamente extranjeros (peregrini), mientras que los Campanos y
Volscos oscoparlantes eran técnicamente ciudadanos (cives).
El tamaño y
población de la mancomunidad romana después de la Guerra Latina ha sido analizada
en detalle por A. Afzelius, que estimó que el tamaño del ager Romanus (es decir, el territorio ocupado por los ciudadanos
romanos de todo tipo) en 5.525 km. cuadrados, y el de la mancomunidad como
totalidad en 8.505 km cuadrados. Esto era considerablemente más pequeño que
el territorio de la Liga
Samnita , pero incluía la mejor tierra agrícola en la Italia peninsular, y y en
términos de fuerza de trabajo Roma comandaba recursos que eran al menos iguales
a, y quizá mayores, que los de los Samnitas. Afzelius estimaba la población
total del ager Romanus en 347.300
personas, y la de la mancomunidad en 484.000.
La "Mancomunidad" Romana después de la IIª Guerra Latina (338 a.C.) |
La
mancomunidad romana era una estructura dinámica con una capacidad casi infinita
para el crecimiento. La institución del municipium
autónomo capacitó al estado romano para continuar extendiendo su territorio
e incorporando nuevas comunidades sin tener que hacer ningún cambio radical a
su rudimentario sistema de administración centralizada; y por la invención de
la civitas sine suffragio los romanos
incrementaron sus recursos humanos pero manteniendo todavía el carácter
esencial de Roma como una ciudad-estado y la integridad de sus instituciones
políticas tradicionales.
Por otro
lado, la colonización proporcionó a ciudadanos romanos la oportunidad de
adquirir tierra conquistada incluso en regiones distantes, y beneficiarse así
directamente de la expansión territorial de la mancomunidad; mientras que el
estado fuera capaz de consolidar sus conquistas mediante guarniciones
estratégicamente destacadas en áreas problemáticas. Ya que las colonias eran
comunidades autónomas autosuficientes con estatus latino, su distancia de Roma
no supuso ninguna tensión sobre su estructura de ciudad–estado tradicional.
Estos puntos fueron esbozados claramente por Arnold Toynbee, que destacó que
las principales innovaciones constitucionales ‘dieron a la mancomunidad romana
la máxima capacidad de expansión, combinada con la máxima solidez de
estructura, que pudo obtenerse por “ingeniería política” con ningunos
materiales institucionales excepto ciudades-estado atendidas por soldados
ciudadanos, gobernadas por nobles no retribuidos, y mantenidos por agricultura
de subsistencia’.
2. La
Segunda guerra Samnita (327-304)
En 334 a .C. los romanos
establecieron una colonia en Cales, que habían capturado de los Auruncos un año
antes. Cales (Calvi) era un punto estratégico en la ruta principal de Roma a
Capua; protegía la vulnerable extensión de esta ruta en un punto donde giraba
hacia el interior para cruzar el río Volturnus, y defendía Capua de los
Sidicinos. Los 2.500 hombres y sus familias que colonizaron el lugar fueron
extraídos en su mayor parte del proletariado romano, pero también incluían
latinos y otros aliados. Recibieron parcelas de tierra y se constituyeron como
una comunidad autónoma con derechos latinos. El gobierno de la colonia se puso
en manos de un pequeño grupo de colonos adinerados (equites) que recibieron grandes parcelas de tierra y formaron la
clase gobernante de la nueva comunidad. Cales llegó a ser un modelo para
colonias posteriores que se establecieron en puntos estratégicos a través de la
península italiana durante el curso de las siguientes dos generaciones. Además
de fortalezas militares, estas colonias fueron enclaves romanizados en los que
se hablaba el latín y el modo de vida romano; como tales contribuyeron más que
cualquier otro factor singular a la consolidación de la conquista y unificación
final de Italia bajo Roma.
Seis años
más tarde se fundó una segunda colonia en Fregellae (Ceprano) en la orilla
oriental del Liris, en la intersección con el Trerus (Sacco). La colonización
de Fregellae provocó la hostilidad de los Samnitas, que habían invadido la
región unos pocos años antes y consideraban la acción de los romanos como una ocupación
de su territorio. Las relaciones entre Roma y los Samnitas se deterioraron
rápidamente, y en dos años estuvieron formalmente en guerra. Las fuentes, que
naturalmente describen sucesos desde un punto de vista romano, acusan a los
Samnitas de agresión en tres frentes diferentes. Se supone, primero, que se
estaban preparando para atacar a los colonos de Fregellae; en segundo lugar,
que habían incitado a la ciudad griega de Neapolis (Nápoles) a atacar las
posesiones de Roma en Campania; y en tercer lugar, que estaban alentando a
Privernum, Fundi y Formiae a rebelarse.
El asunto
de Nápoles, del que nuestras fuentes dan informaciones contradictorias, fue
evidentemente crucial. Cuando los romanos declararon la guerra a Nápoles (o
‘Palaeopolis’, como la llama Livio, al parecer bajo la impresión de que eran
dos lugares diferentes), los Samnitas inmediatamente vinieron en su ayuda e
instalaron una guarnición (327
a .C.). No obstante, parece que la ciudad estaba
internamente dividida, con la masa del pueblo (el demos) favoreciendo a los Samnitas y recibiendo apoyo de otras
ciudades griegas (especialmente Tarento), mientras que una sección de la clase
acaudalada apoyaba a Roma. En 326 el grupo prorromano logró deshacerse de los
Samnitas y entregar la ciudad al comandante Q. Publilio Filo. La subsiguiente
alianza con Nápoles fue el primer éxito de Roma de la Segunda Guerra
Samnita, que formalmente había comenzado unos pocos meses antes, a finales de
327 o principios de 326.
Nuestras
fuentes dan un relato impreciso de los primeros años de la guerra. Poco puede
decirse sobre el carácter de las campañas excepto que los romanos parecían
haber adoptado en general una estrategia ofensiva. En ningún punto en el
periodo hasta 320 a .C.
atacaron los Samnitas el territorio de Roma o sus aliados; por el contrario,
los romanos invadieron el Samnio occidental en 326 y atacaron a los Vestinos,
que eran aliados de los Samnitas, al año siguiente. Se registran victorias a
gran escala sobre los Samnitas en 325 y 322, la primera aparentemente en algún
lugar “en el Samnio”, aunque el lugar exacto de la batalla (Imbrinium) no es
identificable. Esta campaña fue la escena de una célebre disputa entre el
dictador L. Papirio Cursor y su magíster
equitum Q. Fabio maximo Rulliano, del que Livio da un relato detallado;
probablemente deriva de Fabio Pictor (que es citado en VIII.30.9).
La campaña
de 322 no está localizada en absoluto y es problemática desde otros puntos de
vista. Livio atribuye la victoria al dictador A. Cornelio Arvina; pero en un
capítulo posterior registra una tradición alternativa (seguida por los Fasti
Capitolini) que reconoce el mérito a los cónsules. En un exasperado apartado
destaca que el registro había sido falsificado por familias aristocráticas que
reclamaban el mérito de grandes victorias al atribuirlas falsamente a sus
ancestros. Nuestras fuentes contienen muchos casos similares de incertidumbre
sobre a cuales de los magistrados debe atribuírsele una acción o hazaña
particular. La conclusión obvia parece ser que los registros originales –la
crónica pontificia, o lo que fuere- no aclara el asunto. Es importante notar,
sin embargo, que estos casos arrojan dudas sobre la identidad de los
magistrados que tomaron parte en los acontecimientos, pero no implica
necesariamente que sean ficticios. Ciertamente, si acaso, implican lo
contrario.
En 321 a .C. los romanos
sufrieron un desastre en las Horcas Caudinas. Nuestras fuentes dan un relato muy
colorista pero poco fiable de este acontecimiento. Podemos estar seguros todos
de que es uno de los más humillantes e indignos episodios en la historia
romana. Al parecer los cónsules habían llevado al ejército a una remota cañada
de montaña donde fue rodeado y obligado a rendirse. Los romanos fueron dejados
libres bajo un acuerdo, después de ser forzados a marchar, desarmados y medio
desnudos, bajo un ‘yugo’ de lanzas.
El relato
de Livio intenta atenuar la desgracia al sugerir que los Samnitas habían
engañado a los romanos y les atrajeron a un desfiladero rocoso desde el que no
había escapatoria. Pero otras fuentes insinúan claramente que el ejército
romano se sometió después de una derrota. Además, la descripción de Livio de
las Horcas Caudinas no coincide con la topografía de ninguno de los valles en
la región entre Calatia y Caudium, donde se dice que había tenido lugar la
debacle (Livio IX.2.1-2; las Horcas se identifican tradicionalmente con el
valle entre Arienzo y Arpaia).
Pero
cualquiera que fueran las circunstancias precisas, el hecho de una rendición
romana es indiscutible. La parte dudosa de la historia es la continuación. Se
nos dice que cuando el ejército volvió a Roma el Senado y el pueblo rechazaron la
tregua que los cónsules habían hecho y votaron continuar la guerra. En los
siguientes dos años los romanos vengaron el desastre con una serie de
victorias. En particular capturaron Luceria en Apulia septentrional,
recuperaron los estandartes perdidos y liberaron a 600 caballeros a los que los
Samnitas habían tomado como rehenes. Los 7.000 Samnitas prisioneros que se
rindieron en Luceria fueron enviados bajo el yugo.
Este final
parece demasiado bueno para ser cierto, y generalmente es descartado como
fantasía. Otro elemento dudoso es la pretensión de que la tregua no era un
tratado (foedus), sino un sponsio, un acuerdo provisional hecho
por los cónsules que se ofrecieron como garantes (‘sponsores’). Cuando el
pueblo romano rechazo ratificar la tregua, los cónsules fueron entregados a los
Samnitas, desnudos y atados. Esto parece como una pieza de defensa especial
legalista y no resulta convincente. El punto de vista moderno habitual es que
se hizo un foedus, que los romanos
fueron obligados a cumplir con sus requisitos (que incluían la rendición de
Fregellae y Cales), y que todas las hostilidades entre Roma y los Samnitas
cesaron hasta 316 a .C.
Sobre esta interpretación el rechazo del acuerdo y las subsiguientes victorias
romanas no son nada más que falsas invenciones.
Pero a
pesar de su amplia circulación, esta visión crítica no es necesariamente
convincente. Por un lado nos exige creer que los analistas inventaron la parte
más vergonzosa de la historia, a saber, la derogación del tratado. Quizás es
más razonable asumir que los romanos realmente rompieron el tratado, y que los
analistas intentaron encubrir este hecho introduciendo la noción de una sponsio. Aunque los detalles de la
victoria en Luceria son evidentemente imaginarios, no obstante es posible que
algunos combates tuvieran lugar en 320 y 319 y que los romanos lograran algunos
éxitos (los fasti Capitolini registran un triunfo de Samnitibus en 319). Hay además alguna razón positiva para pensar
que el registro de esas campañas pudo pertenecer a un estrato más temprano de
la tradición.
En general
debe admitirse que los hechos que rodean esos acontecimientos no son ahora
recuperables. Parece bastante probable, no obstante, que hacia 318 las
hostilidades abiertas entre Roma y los Samnitas habían cesado, bien como
resultado del foedus original, o de
un tratado posterior a principios de 318. Esto deja a los romanos libres para
reforzar su posición en Campania, y crear dos nuevas tribus, las Oufentina y la Falerna , en el territorio
que había sido colonizado veinte años antes. Al mismo tiempo, hicieron campaña
en Apulia y Lucania, y forzaron a una serie de comunidades allí a hacer
tratados de alianza (incluyendo Arpi, Teanum Apulum, Canusium, Forentum y
Nerulum). Esas regiones durante un tiempo habían sido objeto de la atención
romana, y se registran alianzas anteriores por Livio en 326 a .C. Los esfuerzos de
Roma en este frente forman parte de una amplia política estratégica que pretendía
aislar y envolver a los Samnitas. El patrón es de agresión constante,
conclusión que no es necesariamente incompatible con la visión moderna de que la
principal intención de Roma era preservar su propia seguridad.
Por otra
parte, no hay signos de ninguna agresión correspondiente o urgencia de ampliar
por parte de los Samnitas, aunque tanto los antiguos como los modernos
escritores frecuentemente afirman lo contrario. La ‘inactividad’ samnita en los
años antes de 316 a .C.
no necesita ser ni explicada ni justificada; como confederación tribal, la Liga Samnita podía organizar
una resistencia unida contra ataques externos, pero difícilmente habría sido
capaz de poner en marchar cualquier tipo de estrategia ofensiva a largo plazo.
Roma, por el contrario, era un estado unitario desarrollado con fuertes
tendencias agresivas.
La única
ocasión en que los Samnitas invadieron el territorio de los romanos o de sus
aliados en gran número fue en 315
a .C. Este ataque fue una respuesta a la agresión romana,
como admite el mismo Livio. Las hostilidades se habían reanudado en el año
anterior cuando los romanos atacaron Saticula que cayó en 315 después de un
largo asedio. Pero en el mismo año los Samnitas tomaron la ciudad (desconocida)
de Plistica y avanzaron a través del Liris. En Lautulae cerca de Terracina
derrotaron a los romanos en una batalla campal; debe haber sido en esta ocasión
cuando entraron en el Lacio y devastaron la región costera hasta Ardea. Pero al
año siguiente ellos mismos fueron derrotados por los romanos, posiblemente de
nuevo en Terracina. Entonces los romanos procedieron a reafirmar su control de
Campania, donde algunas ciudades se habían vuelto descontentas y se enfrentaron
con severidad una revuelta de los Auruncos. Si debemos creer a Livio, los
Auruncos fueron masacrados. Los romanos también recuperaron Sora, que se había
pasado a los Samnitas el año anterior.
Estos
sucesos marcan el punto de inflexión de la guerra. En 315 los romanos
capturaron (o recapturaron) Luceria y fundaron una colonia allí un año más
tarde. En 313 recuperaron Fregellae, que había sido, o bien cedida a los
Samnitas por el tratado Caudino o tomada por ellos en un ataque nocturno en
320; colonias posteriores fueron establecidas en Suessa Aurunca, Saticula y en
la isla de Pontia (en 313) y en Interamna sobre el Liris (en 312). También se
registra un ataque romano sobre la capital pentria de Bovianum en 313, y otro
éxito ocurrió en Nola y Calatia en Campania, y en Atina en el Samnio. El resultado
de esta actividad fue que hacia 312 el Samnio fue rodeado por los aliados
militares de Roma, y enfrentados en la delicada región de Liris-Volturnus por
una cadena de colonias latinas en lugares estratégicos extendiéndose desde
Fregellae hasta Saticula. Al mismo tiempo los romanos reforzaron su mordaza
sobre la totalidad de la región de tierras bajas a lo largo de la costa del
Tirreno. Un potente símbolo de su control permanente de esta área fue la
construcción de la Vía Apia , su
gran autopista desde Roma a Capua, que fue comenzada en 312 a .C.
3. La conquista romana de la Italia central
Después de
la consolidación de 313-312 a .C.
el resultado de la
Segunda Guerra Samnita ya no se dudaba. En los años que
siguieron los romanos fueron capaces de extender el alcance de sus actividades
militares a otras partes de la
Italia central, y embarcarse en una serie de vigorosas
ofensivas que en poco más de una década transformaron el mapa político de
Italia. Hacia 299 el estado romano había superado a todos sus rivales y
controlaba la mayoría de la península italiana.
El aumento
de la escala de las operaciones romanas durante este periodo es revelado por
una noticia de Livio, que afirma que en 311 los tribunos militares de las
cuatro legiones fueron elegidos por el pueblo más que designados por sus
comandantes. Esta innovación supone un aumento en el tamaño normal del ejército
de dos a cuatro legiones, y probablemente coincide con él. Si fue también en
esta época cuando los romanos introdujeron la formación manipular que
caracterizó al ejército posterior se desconoce, pero parece probable. Livio
asume la existencia de un ejército manipular mucho antes, e incluye una
interesante digresión sobre el tema antes de su relato de la batalla de Veseris
en 340 a .C.,
mientras otras fuentes rastrean su origen hasta la época de Camilo; pero es más
probable que tanto la formación manipular como el uso de escudos oblongos y
jabalinas fueran tomados en préstamo por los romanos de los Samnitas a finales
del siglo IV.
Otras
fuentes no dan una imagen muy clara de los últimos años de la Segunda Guerra
Samnita; en su lugar proporcionan un informe amorfo de campañas anuales, cuyos
detalles a menudos son inseguros. Problemas similares acompañas la narración de
las guerras etruscas de 311-308
a .C. En 311 los etruscos atacaron Sutrium (no se nos
dice por qué) y dieron pie a la intervención romana en una región que había
estado tranquila desde los años en torno a 350 a .C. No está claro
exactamente quienes eran esos ‘etruscos’, pero probablemente incluyeran la
ciudades ‘interiores’ de Volsinii, Perusia, Cortona, Arretium, y Clusium. Las
ciudades costeras, como Caere, Tarquinii y Vulci, no parecen haber tomado
parte.
Los
relatos supervivientes de esta guerra son confusos y contradictorios en los detalles,
pero en líneas generales están de acuerdo en los puntos principales, que puede
ser brevemente resumidos. Los romanos hicieron retroceder al ejército que había
puesto cerco a Sutrium y continuó su éxito en 310 con un atrevido avance en
Etruria central bajo el cónsul Q. Fabio Maximo Ruliano. Nos llegan noticias de
batallas campales en el lago Vadimón en el valle del Tíber y cerca de Perusia.
Perusia, Cortona y Arretium fueron obligadas a hacer treguas de 30 años con
Roma. Un célebre episodio de esta campaña fue la misión de reconocimiento hecha
por el hermano del cónsul, que cruzó el impenetrable bosque Ciminio y continuó
hasta Camerinum en Umbría, a la que persuadió para que se convirtiera en aliada
de Roma. En el año siguiente (es decir, 308; 309 fue “año de dictador”) el
cónsul P. Decio Mus hizo campaña con éxito en Umbría e hizo una alianza con Ocriculum.
También organizó la renovación de una tregua de 40 años entre Roma y Tarquinii,
que implicaba que no había estado envuelta en la lucha en 311-310.
La
veracidad histórica de esta narración ha sido objeto de controversia entre los
historiadores modernos, algunos de los cuales han rechazado casi todo de él
como una ficción. Los relatos que sobreviven contienen mucha exageración y
retórica y son confusos sobre la localización de los acontecimientos. Por
ejemplo, Livio no está seguro de si la segunda gran victoria de Fabio Ruliano
en 310 ocurrió en Sutrium o cerca de Perusia. Mantiene que Fabio hizo dos
expediciones al interior en 310, derrotó a los etruscos en Sutrium en dos
ocasiones separadas, y dos veces recibió la sumisión de Perusia. Eso parece
como un clásico ejemplo de ‘dobletes’, esto es, duplicaciones que surgen cuando
un analista, enfrentado a dos versiones diferentes del mismo suceso, deducía erróneamente
que era sucesos diferentes y los registraba ambos.
Pero estos
fallos reconocidos no impugnan necesariamente la estructura básica de la
narración, que se considera por muchos historiadores como histórica en líneas
generales. Esta posición ‘conservadora’ concede que la mayoría de los detalles
narrativos es el producto de una elaboración retórica, y que los analistas
introdujeron mucha confusión, pero no obstante sostiene que la línea principal
del relato tradicional probablemente es fiable y está basada sobre registros
auténticos. Este perspectiva del tema, explica la naturaleza de las fuentes
mucho mejor que la alternativa ‘hipercrítica’, y ha sido adoptada en este
trabajo.
En
cualquier caso tanto la cantidad como la calidad de información disponible
aumenta notablemente en los últimos años de la Segunda Guerra samnita. El
relato de Livio en la última parte del Libro IX y el Libro X incluyen datos
mucho más sustanciosos que antes, y comienza a parecerse al formato de
narración de décadas posteriores. Desde 318 a .C. en adelante Livio puede ser
complementado por las noticias anuales regulares de sucesos romanos en Diodoro
(hasta 302 a .C.),
y por las entradas en los fasti
triunfales. Las discrepancias entre esas fuentes ocurren frecuentemente; pero
no debemos deducir necesariamente que cuando se informa sobre dos grupos de
sucesos diferentes, una o ambas fuentes deben estar equivocadas. A veces ambas
pueden estar en lo cierto; en otras palabras, se complementan, más que se
contradicen una a otras. También vale la pena destacar que en esta sección de
su trabajo Livio se refiere frecuentemente a discrepancias entre sus fuentes que dan testimonio de su
meticulosidad, e incrementan el valor de su relato.
Las
campañas en el Samnio son registradas cada año hasta 304 a .C. Se atribuye una gran
victoria a L. Papirio Cursor en 310, pero después de ésta solo se registran
éxitos romanos menores hasta 307; en ese año los Samnitas tomaron la iniciativa
y tomaron Sora y Calatia. Aunque aparentemente derrotados en una batalla,
volvieron al ataque al año siguiente e invadieron territorio romano en Campania
septentrional. Los romanos contraatacaron con una invasión a gran escala del
Samnio que llevó a la captura de Bovianum; los Samnitas fueron destruidos
entonces en una batalla campal en la que su líder Estacio Gelio murió. Los
romanos procedieron a volver a capturar Sora y tomar Arpinum y Cesenia. En 304
los Samnitas pidieron la paz; el ‘viejo tratado’ (supuestamente el de 354 y
341) fue renovado, y la guerra de 20 años llegó a su fin.
La
conclusión de la Guerra Samnita
no tuvo como resultado una reducción drástica o inmediata del nivel de
compromisos militares de Roma. La razón es que, desde alrededor de 312 a .C. en adelante, la Guerra Samnita como tal había
dejado de ser la principal preocupación de los romanos. Otros escenarios la
guerra predominaban ahora, al concentrar los romanos sus esfuerzos en otras
direcciones, primero en Etruria y Umbría, y luego en la región montañosa de la Italia central. Una etapa
crucial en la conquista de la
Italia central fue marcado en 307, por la decisión de
comenzar la construcción de la Via Valeria ,
el camino militar que se extendía desde Tibur en el interior de los Apeninos
centrales y finalmente alcanzaba el Adriático.
En 306 a .C. algunas comunidades
de la confederación hérnica, que habían permanecido fieles a Roma desde 358 a .C. fueron acusadas de
rebelión. Después de una breve resistencia fueron rápidamente forzados a
someterse a un ejército consular. Las comunidades disidentes, las más importantes
de las cuales era Anagnia, fueron incorporadas como civitas sine suffragio. Al mismo tiempo fueron privadas del derecho
de connubium (a saber, con otros
ciudadanos romanos y con no-romanos que poseían connubium) y de los derechos de asamblea y autogobierno. Se ha
sugerido que a causa de que el pueblo de Anagnia fue privado de connubium no podrían haber sido
ciudadanos romanos, y en consecuencia que civitas
sine suffragio no significa ciudadanía. Esta perspectiva paradójica es
errónea; en el pensamiento romano el connubium
no era un ingrediente inseparable e inseparable de la ciudadanía romana, sino
un derecho positivo que podía ser otorgado o quitado de acuerdo con las
circunstancias independientemente de otros derechos ciudadanos. El caso clásico
es la ley de Augusto que prohibía el matrimonio mixto entre esclavos
manumitidos y miembros del orden senatorial. No sería legítimo deducir de esto
que los senadores de Augusto no fueran ciudadanos romanos.
Los
estados hérnicos que habían permanecido leales a Roma (Livio los nombra como
Aletrium, Ferentinum y Verulae) retuvieron su independencia y todos sus
privilegios bajo el tratado existente. Livio afirma que preferían esta
condición a la ciudadanía romana. Esta es una importante referencia porque
indica que en ese tiempo la civitas sine
suffragio era considerada como un castigo, y en ningún sentido como un
priviegio.
En 304 los
romanos se volvieron contra los Ecuos, y los anularon en una campaña que duró
unos meros 50 días. Sus torres de las colinas fueron sistemáticamente
destruidas, y la población masacrada hasta casi el último hombre (así Livio: ‘nomen Aequorum prope ad internecionem
deletum’). Inmediatamente los otros pueblos de la región de los Abruzzos se
apresuraron a concluir tratados permanentes de alianza con Roma: los Marsos,
Paelignos, Marrucinos y Frentanos en 304, los Vestinos en 302. Los pueblos de
los Apeninos centrales habían estado asociados en una federación perdida que
los modernos llaman la ‘Liga Sabelia’. Parece que esta liga había favorecido
generalmente a los romanos en la
Segunda guerra Samnita, al menos a juzgar por la facilidad con
que los ejércitos romanos eran capaces de cruzar la península para operar en
Apulia. Hasta donde sabemos las relaciones con Roma se convirtieron en tensas
solo al final de la guerra, y los choques reales fueron infrecuentes. No hay
justificación para la perspectiva de que los pueblos de los Abruzzos estaban
continuamente en guerra con los romanos desde 308 en adelante, aún menos que
apoyaron consistentemente a los Samnitas durante la Segunda Guerra samnita. Aparte
de otras insurrecciones menores en 302 y 300 el control de los romanos de la
región de los Apeninos centrales permaneció inalterado hasta la época de la Guerra Social.
Estas conquistas fueron consolidadas por las fundación de colonias en Sora (303 a .C.), Alba Fucens (303)
y Carseoli (298). En 299 la fortaleza umbria de Nequinum fue capturada, y la
colonia de Narnia se fundó en su lugar (modernamente Narni). En 303 las
ciudades de Trebula Suffenas (Ciciliano) y Arpinum (Arpino) fueron anexionadas
con civitas sine suffragio; Frusino
(Frosinone) sufrió el mismo destino, pero no antes de que muchos de sus
ciudadanos dirigentes hubieran sido ejecutados y un tercio de sus tierras
confiscadas. (Diodoro data el sometimiento de Frusino en 306). En 299 se
crearon las tribus Aniensis y Teretina; la primera estaba situada en la tierra
tomada a los Ecuos en el valle del alto Anio, y la última en el valle del Liris
en la tierra que había sido anexionada de los Auruncos en 314 a .C.
Estas conquistas fueron consolidadas por las fundación de colonias en Sora (
Estos
actos de concesión de derechos y anexión marcan el fin de otra etapa en la
conquista romana de Italia. El proceso de expansión había desarrollado ya su
propio impulso; el resultado lógico era la dominación romana de toda la península
italiana. Este resultado solo pudo haber sido evitado mediante una acción
concertada y positiva por los pueblos que todavía retenían su independencia.
Fue quizá en torno al cambio de siglo cuando los pueblos libres de Italia
primero percibieron lo que podía estar reservado para ellos; en cualquier caso
fue entonces por primera vez que comenzaban a hacer serios esfuerzos para
organizar un frente unido contra Roma.
4. La Tercera Guerra Samnita (298-290)
Hacia 298
los romanos estaban luchando una vez más en varios frentes. Las campañas
anuales romanas en Etruria y Umbria son registradas desde 302 a .C. en adelante, pero
hasta el gran choque de 295 estos parecen ser asuntos menores e inconexos, con
la excepción del asedio y captura de Nequinum en 300-299. Una invasión gala de
Etruria en 299, aunque amenazadora, no implicó a los romanos en una acción
militar a gran escala, si hemos de creer a Polibio; por otra parte, al hacer
una alianza con los lucanios, que habían sido atacados por los Samnitas,
provocaron la llamada Tercera Guerra Samnita (298-290).
La primera
campaña de esta guerra está referida en el epitafio de L. Cornelio Escipión
Barbato (cónsul en 298), inscripción que probablemente data de principios del
siglo II a.C. y por tanto es de algún modo el documento superviviente más viejo
en relación con la historia de las Guerras Samnitas. Su relato de los logros de
Escipión en el Samnio está en desacuerdo con Livio, que le hace pelear en
Etruria. Este puzzle bien conocido es otro indicio de la confusión en la
tradición sobre la distribución de los mandos consulares en las Guerras
Samnitas, y del hecho de que proliferaban muchas versiones diferentes en la República tardía.
Como
cónsules para 297 los romanos eligieron dos de sus más experimentados líderes
militares, Q. Fabio Maximo Ruliano y P. Decio Mus. Ambos hombres vieron
extendidos sus mandos en 296 y fueron elegidos nuevamente cónsules en 295. En
295 al menos cinco hombres mantuvieron el imperium
como ‘promagistrados’. Incluían uno de los cónsules del año previo, L. Volumnio
Flamma, que quedó pro consule (su
colega en el consulado de 296, Ap. Claudio Caeco, fue pretor en 291). Los otros
cuatro, que tuvieron mandos pro praetore,
fueron los dos cónsules de 298,
L . Cornelio Escipión Barbato y Cn. Fulvio Maximo
Centumalo, y los otros dos ex-cónsules, M. Livio Denter (cónsul en 302) y L.
Postumio Megelo (cónsulo en 305).
El patrón
es extraordinario y no tiene precedentes. Si ignoramos algunos casos dudosos
del siglo V, solo había habido dos ejemplos previos de prórroga -los de Q.
Publiclio Filo en 326 y el de Q. Fabio Maximo Ruliano en 307. Ahora en 296-295
se registran varias prórrogas simultáneas. Incluso más notable es el hecho de
que cuatro de las pro-magistraturas de 295 no tuvieron mandos regulares
prorrogados, sino que se había otorgado imperium
sobre ellos en una época en que su estatus legal era el de ciudadano privado (privati). Los nombramientos de este tipo
siempre eran considerados como anómalos; en el lenguaje constitucional romano
eran extra ordinem, y estaban
bastante separados jurídicamente de las ‘prórrogas’ más habituales.
No puede
caber duda de que en este tiempo el patrón de distribución de cargos y mandos
entre la élite romana estaba en estado de transición. Dos aspectos del cambio
merecen atención. Primero, como hemos visto, la práctica de la iteración de
magistraturas senior llegó a ser mucho más frecuente después de la década de
290. En segundo lugar, este periodo es testigo de la caída de la dictadura como
cargo militar regular. Frecuentemente los dictadores habían sido nombrados para
asumir tareas militares en el periodo hasta 310 a .C.; pero después de ese
año las dictaduras son atestiguadas solo en 302 (301) a.C., en 249 en un
momento crítico de la Primera Guerra
Púnica, y finalmente en la emergencia que siguió tras la batalla de Trasimeno
(217).
Nuestras
fuentes no proporcionan explicación de esos cambios. Pero sería razonable ver
el número de promagistraturas sin precedentes de 296/5 a.C. como respuesta, en
un periodo de experimento constitucional, a una grave amenaza militar. Nuestras
fuentes no dan ninguna pista de una crisis militar inminente hasta fines de
296. En 297 los cónsules Fabio y Decio habían estado al mando ambos en el Samnio,
y la devastaron durante cuatro meses. Esas operaciones continuaron al año
siguiente, cuando las ciudades de Mugantia, Romulea y Ferentinum cayeron en
manos de los procónsules. Al mismo tiempo el cónsul L. Volumnio Flamma sofocó
una revuelta en Lucania y derrotó a los Samnitas en el río Volturno. Pero a pesar
de esos éxitos los romanos no fueron capaces (o no lo decidieron) de impedir
que el general samnita Gelio Egnacio dirigiera un ejército hacia el norte al
interior de Etruria y uniera fuerzas con los líderes de los estados etruscos.
El
comandante romano en Etruria, el cónsul Ap. Claudio, derrotó a una fuerza
conjunta de etruscos y samnitas en una batalla campal (en la que prometió un
templo a Bellona), pero el resultado estuvo lejos de ser decisivo. A fines del
año Apio informó al Senado que se había formado una gran coalición en Italia
septentrional, que comprometía a samnitas, etruscos, umbros y galos. Esta
alianza de conveniencia debe haber estado varios años fraguándose, como insinúa
Livio. El extraordinario patrón de nombramientos militares en 296 y 295
muestran que los romanos eran conscientes de una amenaza creciente desde finales
de 297 como muy tarde.
Las cosas
llegaron a un punto crítico cuando un ejército combinado de samnitas y galos se
enfrentaron a los romanos en Sentinum en Umbria. En esta célebre batalla los
romanos desplegaron cuatro legiones junto con contingentes de soldados aliados
que, de acuerdo con Livio, superaban a las tropas ciudadanas. Si estimamos el
tamaño de una legión en torno a 4.500 hombres, el número total de tropas en el
bando romano habrá estado en torno a 36.000, un enorme ejército para los
estándares de la época. El tamaño de la fuerza enemiga es completamente
desconocido. Las fuentes mantienen naturalmente que los romanos eran
ampliamente sobrepasados en número, y se dan cifras fantásticas tales como
650.000 en algunos relatos conocido por Livio. El historiador griego Duris de
Samos, que era contemporáneo del suceso, al parecer informó que fueron muertos
100.000 hombres. La cuenta más modesta de Livio da una cifra de 8.700 muertos
en el bando romano, y 25.000 del enemigo. Tales cifras son más realistas, y
pueden estar basadas en algo más que conjeturas.
Sea como
fuere, puede caber poca duda de que, en términos de tamaño de las fuerzas
implicadas, la ferocidad de la lucha y lo decisivo del resultado, Sentinum fue
el combate más grande que hubiera tenido jamás en Italia. El relato detallado
de Livio de la batalla bien puede contener elementos auténticos, probablemente
por primera vez. La referencia a ello en el trabajo de un historiador griego
contemporáneo ya se ha destacado; además, los romanos de la generación de Fabio
Pictor habrían podido hablar con los supervivientes de la batalla, y hubiera
sido extraordinario si el mismo Pictor de hecho lo hubiera hecho así.
La
victoria romana fue total, pero al parecer lejos de ser fácil. En opinión de
Livio, el resultado pudo haber sido diferente si los contingentes etruscos y
umbros hubieran estado presentes; sea como fuera, ellos estaban alejados de
Sentinum cuando las tropas de reserva romanas subieron desde Roma y atacaron
Clusium. La batalla misma estuvo muy trabada, pero en el momento crítico el
cónsul P. Decio Mus siguió el ejemplo de su padre y se sacrificó. Este
incidente indudablemente histórico cambió la marea de la batalla a favor de los
romanos. Tras la victoria Fabio volvió a Roma en triunfo, un lugar asegurado en
la tradición romana como el héroe de las guerras Samnitas.
Sentinum
selló el destino de Italia. Después de la batalla los romanos no perdieron
tiempo en ajustar cuentas con los etruscos y los umbros; en 294 capturaron
Rusellae e impusieron condiciones a Volsinii, Perusia y Arretium. Al mismo
tiempo, los ejércitos romanos continuaron operando en el Samnio, se informa de
fieros combates en 295 y 294 (una vez más, las fuentes de Livio discrepan sobre
la identidad de los comandantes que sirvieron en los diversos escenarios). Al
año siguiente los Samnitas hicieron un esfuerzo final al reclutar a cada hombre
disponible en una leva en masa bajo una lex
sacrata; de los 36.000 que fueron reunidos, 16.000 fueron elegidos para
formar una fuerza de élite especialmente equipada, la llamada ‘legión del
lino’. Pero este gran ejército fracasó en la batalla de Aquilonia en 293.
La victoria
romana en Aquilonia fue el más notable acontecimiento en un año que el que se
registran innumerables éxitos romanos, incluyendo la captura de Duronia,
Cominium, Aquilonia, Saepinum, Velia, Palumbinum y Herculaneum. Con la excepción
de Saepinum (Sepinio) la identificación de esas ciudades es insegura, y la
geografía de la campaña de 293 es un puzzle que viene de antiguo; pero de
acuerdo con las reconstrucciones modernas más probables los acontecimientos
deberían ser localizados en el área al norte de los Monti del Matese que se
extiende entre los cursos altos de los ríos Trigno y Biferno.
El X Libro
de Livio finaliza con los sucesos de 293. Los libros siguientes no sobreviven y
estamos obligados a confiar en epítomes posteriores y relatos secundarios que conservan
solo el esbozo más simple de la narración de Livio. El texto completo de Diodoro
se detiene con los sucesos de 302, y para completar la triste imagen de
nuestras fuentes para este periodo la sección de los Fasti Capitolini que
contenía los triunfos desde 290
a 283 está desaparecido. Un relato apropiado de las
etapas finales de la conquista romana de la Italia peninsular no es realmente posible a
partir de los pocos trozos de indicios que tenemos. Los hechos siguientes
parecen, no obstante, ser razonablemente seguros. En los años 292 a 290 el Samnio fue
invadido por los romanos, que anexionaron una extensa área de territorio en los
límites surorientales del Samnio, donde se fundó la colonia de Venusia en 291.
Un año más tarde los Samnitas se rindieron y fueron obligados a convertirse en
aliados de Roma, sin duda en condiciones desiguales.
El avance
romano continuó. En 290 el cónsul M. Curio Dentato conquistó a los Sabinos y
los Praetuttii, que fueron incorporados en el estado romano como ciudadanos sine suffragio; alguna de sus tierras
fueron tomadas y distribuidas entre colonos romanos. Como resultado de este
pobremente documentado periodo el territorio romano se extendió al otro lado de
la península hasta la costa adriática, donde se fundó una colonia en Hadria
(Atri) probablemente entre 290 y 286.
Algunos años más tarde el territorio de Piceno fue añadido, a continuación de
una revuelta en 269 a .C.
Los Picentes fueron hechos cives sine
suffragio (con la excepción de Asculum), y se estableció una colonia en
Firmum en 264.
Después de
su derrota en la batalla de Sentinum los galos parecen haber permanecidos
tranquilos durante un tiempo; pero tras un intervalo de diez años una vez más
penetraron en Etruria. Los acontecimientos de la guerra gálica de 284/3 a.C.
son difíciles de reconstruir en detalle; la secuencia más probable es que en
284 un ejército romano bajo L. Cecilio Metelo fue destruido en una batalla en
Arretium, pero que los romanos se desquitaron al año siguiente y obtuvieron una
batalla decisiva en el lago Vadimon. Poco después anexionaron el territorio a
lo largo del Adriático norte que estaba ocupado por los Senones (el ager Gallicus). Es probable que los
galos continuaran habitando la región por tolerancia, hasta que fueron
expulsados como consecuencia de una ley agraria en 232 a .C. El control por los
romanos de este distrito fue asegurado por la fundación de una colonia latina
en Ariminum (Rímini) en 268 a .C.
La guerra
en Etruria y Umbría continuó, aunque se conservan muy pocos detalles. Vulci y
Volsinii fueron derrotadas en 280, y Caere en 273. El proceso de conquista
ciertamente estuvo completado hacia 264, cuando Volsinii fue destruida a
consecuencia de una revolución en la ciudad. Las comunidades etruscas y umbrías
quedaron nominalmente independientes, pero estaban ligados a Roma por tratados
de alianza. La excepción fue Caere, que fue incorporada con ciudadanía sine suffragio a continuación de su
derrota en 273; en el mismo año fue fundada una colonia en la costa Toscana en
Cosa.
BIBLIOGRAFÍA:
CORNELL, T. J.: The conquest of Italy. Capítulo 8 del Volumen VII, parte II de la Cambridge Ancient History. Cambridge University Press, 2008.
BIBLIOGRAFÍA:
CORNELL, T. J.: The conquest of Italy. Capítulo 8 del Volumen VII, parte II de la Cambridge Ancient History. Cambridge University Press, 2008.
Las dos primeras guerras samnitas, antes de que Roma fuera una potencia....excelente
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