La
esquina meridional de Arabia, Yemen, ha sido conocida como al-Yaman (“el
Sur”) desde mucho tiempo antes de la aparición del moderno estado de ese
nombre. Situada en un área de rutas comerciales estratégicas, Yemen se
convirtió en el hogar de un conjunto de estados pre-islámicos (Saba’, Qatabān,
Ma‘īn, Hadramawt, Himyar) y llegó a ser una manzana de la discordia entre
el Imperio persa Sasánida y los gobernantes de Abisinia a principios del siglo
VII. Después, junto con el resto de Arabia occidental, cayó bajo el control del
Califato islámico. Su distancia relativa de los centros de poder califal
parece haber permitido la creciente presencia de agitadores Šīˁī en
el área, lo que, combinado con la mayor autonomía otorgada por los califas
sunníes para asegurar la lealtad de los gobernadores locales, alentó el
desarrollo de los estados locales. Estos no siempre controlaban toda la región,
ya que su geografía permitía la existencia a menudo simultánea de regímenes
rivales en Zabīd en el Tihāmah (la llanura costera), en Taˁizz
en el interior del sur, en Ṣanˁāˀ en
el interior central, y en Ṣaˁda en
el interior del norte. Estas autoridades a menudo reconocían la soberanía de
mayores poderes regionales en las cercanías, incluidos los Fāṭimíes,
Ayyūbíes y Mamelucos de Egipto, y más tarde el Imperio Otomano después de
1538. En esta entrada trataré de exponer los acontecimientos políticos de
las principales de estas dinastías y la evolución de la región hasta la
incorporación de Yemen al imperio ayyūbí.
I. El
marco geográfico
El
historiador y geógrafo de principios del siglo X, al-Ya‘qubī († 284/897)
enumera sus provincias y “una multitud de tribus”. A menudo, no obstante,
solamente se mencionan unas pocas divisiones geográficas, por ejemplo, de oeste
a este: (1) la llanura costera (Tihāmah), una región de gran importancia,
debido a sus puertos marítimos; (2) las tierras altas, llamadas Nadj de Yemen;
(3) al-Jawf y Ma’rib; (4) Hadramawt, que se sitúa a lo largo de la costa
meridional. Hay otros modos de división, como por ejemplo; San‘ā’ y sus
provincias; Hadramawt y sus provincias; al-Janad y sus provincias (que incluye
la llanura costera). La totalidad del Yemen estuvo unificado muy raramente, si
acaso, y los marcos políticos a menudo no coincidían con ninguna de las
divisiones geográficas.
El
Yemen se caracteriza por la gran variedad de paisajes y tribus. Su topografía
da lugar a una división en un gran número de provincias administrativas,
territorios tribales, dominios de señores de la guerra y dinastías, y
fortalezas de grupos ideológicos. Las fronteras de todos estos están cambiando
constantemente, al igual que las lealtades de los grupos políticos. Además,
debido a su aislamiento, por una parte, y de su proximidad a las ciudades
santas en el Hijaz, por otra, el Yemen sirvió como refugio para muchos
rebeldes. Entre estos se encontraban Kharihíes, Shīˁīes,
y muchos otros pretendientes que competían por el poder y los recursos locales,
incluyendo el comercio marítimo internacional. La historia de Yemen está, en
gran medida, compuesta por los conflictos entre todos esos grupos y dinastías,
por una parte, y por otra, por la interacción entre ellos y las estructuras e
instituciones sociales yemeníes preislámicas que sobrevivieron a la llegada del
Islam. Ciertos estudiosos modernos han destacado que, hablando en líneas
generales, el norte tendía a seguir siendo anárquico a través de los siglos,
mientras que las partes meridionales solían ser más manipulables para los
gobiernos. Esta distinción es, en cierto modo, esquemática, pues Hadramawt,
en el sur, era ciertamente anárquica, quizá mucho más que el norte.
II.
El Yemen como parte del Califato desde el siglo VII hasta principios del IX
Las
principales confederaciones tribales mayores en el Yemen en vísperas del Islam
eran Himyar, Hamdan, Madhhij, Kindah, Hashid, Bakil y Azd.
Además, un aristocrático grupo de origen persa, los Abna’ estaban
diseminados a través del país, y eran relevantes en
San‘ā’. Los Abna’ posiblemente se adhirieron al zoroastrismo,
pues junto con el cristianismo se difundió a través del Yemen. En la época del
Profeta, San‘ā’ estaba gobernada por los Abna’ mientras que
el resto del país estaba dividido entre jefes y reyes locales, siendo las
luchas por el poder un rasgo constante. El Islam fue así introducido
en Yemen, y a pesar de todo se convirtió en otro factor en las luchas entre
líderes y grupos locales. Se nos informa de las delegaciones yemeníes
al Profeta, así como de los nombres de los recaudadores de impuestos,
jueces e instructores, que eran enviados por aquel a las regiones y
tribus yemeníes. No puede determinarse la extensión de la conversión durante la
época del Profeta. Las fuentes son tendenciosas, reflejando los esfuerzos
hechos por cada grupo para demostrar su temprana coversión y su contribución
al Islam. También debería destacarse que las fuentes tienen la costumbre
de aplicar los nombres de federaciones enteras a simples partes de ellas. Así,
un informe de que el Profeta envió a alguien sobre Madhhij, por ejemplo, no
debería ser tomado literalmente: la persona puede haber sido nombrada
simplemente sobre un grupo perteneciente a Madhhij. Finalmente, las
fuentes tienden a ignorar el hecho de que, aunque formalmente parte del
dominio islámico, gran parte del Yemen siguió siendo como había sido en tiempos
preislámicos.
Inicialmente,
el Islam contribuyó a las luchas locales, antes que a la unidad del Yemen
y sus tribus. Como en otras partes de la península, ciertos jefes tribales se
adhirieron al Islam para mejorar su posición contra otros jefes. Los rivales
fueron tildados de apóstatas incluso si la rivalidad no giraba en torno a
la religión. El más relevante entre los apóstatas era al-Aswad al-‘Ansī,
quien supuestamente afirmó ser un profeta y reunió un gran apoyo en 10/632. El
hecho de que conquistara San‘ā’ ha llevado a algunos eruditos a creer
que sus esfuerzos estaban dirigidos especialemente contra los extranjeros
Abna’, algunos de los cuales pueden haber sido musulmanes por esta época. Sea
como fuere, una coalición de miembros de los Abna’ y desertores del propio
campamento de al-Aswad lograron matarle ese mismo año. El papel del Profeta en
esta así llamada apotasía fue aparentemente menor. El sucesor del
Profeta, Abū Bakr, jugó un papel más activo al establecer la
autoridad musulmana en Yemen. Reclutó fuerzas locales, las reforzó con tropas
enviadas desde Medina y finalmente consiguió unir Yemen a los
dominios del Islam, al menos formalmente. El centro más importante de su
actividad militar estaba en San‘ā’, Hadramawt y
la Tihāmah. Líderes de los apóstatas, tales como Qays b.
al-Makshuh, ‘Amr b. Ma‘dikarib y el Kindi al-Ash‘ath
b. Qays, arrepentidos, fueron perdonados y jugaron importantes roles en las
conquistas islámicas. Por lo tanto, los yemeníes dejaron su hogar por miles
para participar en las conquistas y establecerse en las nuevas provincias.
Jugaron papeles cada vez más importantes en los ejércitos y en la política. A
pesar del hecho de que fue vaciado de gran parte de sus recursos humanos, el
Yemen no se convirtió en un desierto apartado, como a veces se ha asumido.
Los Rashīdun (término
que designa a los cuatro califas “ortodoxos”, que sucedieron al
Profeta) enviaron gobernadores al Yemen. Ocasionalmente, las fuentes
especifican las asginaciones como San‘ā’, Hadramawt o al-Janad, pero
incluso si la asignación es dada, como “el Yemen”, estos gobernadores nunca
controlaron la totalidad del país. Sin embargo, San‘ā’ a veces fue la
base de un gobernador que controlaba a algunos oficiales subordinados en otras
regiones. Los designados eran en su mayor parte Compañeros de alto estatus,
como Aban b. Sa‘īd b. al-As, al-Mughira b. Shu‘ba y Ya‘la
b. Umayya. Este último gobernó San‘ā’ durante 24
años (632-656), sirviendo a los primeros tres califas, y fue
destituido por el cuarto. Se dice que ‘Umar había intervenido
en los asuntos en San‘ā’ y había pedido cuentas al gobernador cuando
era necesario. Según se informa también, los Rashīdun nombraron jueces e
instructores del Qu‘ran. Todo esto indica que dieron importancia al Yemen,
aunque en los territorios tribales, los jefes preislámicos a menudo retuvieron
susu posiciones, con o sin reconocimiento de los califas. ‘Umar tomó
medidas especiales contra las poderosas tribus cristianas de Najran.
A pesar de los tratados anteriores que habían celebrado con el Profeta y Abu
Bakr, ‘Umar les expulsó del área. A los judios, no obstante, se les
permitió quedarse a cambio del pago del impuesto de capitación.
Los
principales acontecimientos de la primera guerra civil (656-661) tuvieron lugar
fuera de la península arábiga, pero aquellos yemeníes que permanecieron en su
tierra natal, se dividieron, como el resto de musulmanes.
Tanto ‘Alī como Mu‘awiya enviaron tropas al Yemen. Durante algún
tiempo el partido de ‘Alī tuvo la ventaja, pero sus oponentes se
rebelaron contra sus gobernadores en San‘ā’ y al-Janad, y el
general de Mu‘awiya conquistó Najran y San‘ā’ en 660.
Como
sus predecesores, los Omeyas dieron gran importancia al Yemen, aunque su
capital cambió, lejos de la Península Arábiga. Los gobernadores fueron
nombrados directamente por el califa, pero la jurisdicción del Yemen a veces se
adjudicó a la de otras regiones. Así, ‘Abd al-Malik (685-705)
nombró a al-Hajjaj b. Yusuf sobre Yamana, el Hijaz y el Yemen.
Como norma, los gobernadores eran individuos de alto rango, al mando de
Mu‘awiya. No está claro cuánto se extendía el control del gobernador fuera de
la ciudad que era su base, pero con seguridad la aristocracia islámica retuvo
su estatus.
Durante
la segunda guerra civil, el califa de La Meca, ‘Abd Allāh b. al-Zubayr (683-692)
tuvo el control de San‘ā’, pero reemplazó constantemente a sus
gobernadores, nombrando a veces a locales para el cargo. Esto indica, primero,
que no era indiferente a la situación allí, y segundo, que su control no era
firme. La falta de control central también es aparente en los sucesos de 686 y
687. Desafiado por los Kharijíes de Oman y Bahrayn, el pueblo
de San‘ā’ pago a los invasores una fuerte suma de dinero, en el
primer caso, y dio su alianza al invasor, Najda b. ‘Āmir, en
el segundo. En estas informaciones no se hace mención de un gobernador. Fue
el erudito Wahb b. Munabbih quien intentó, en vano,
incitar al pueblo de la ciudad a repeler a los invasores. Que Ibn al-Zubayr no
disfrutaba de un fuerte apoyo yemení se demostró fácilmente en 692,
cuando San‘ā’ no ofreció resistencia a las tropas marwaníes. Después
de la reconquista de Yemen, los califas omeyas continuaron estando implicados
directamente en eus asuntos, y algunos inviertieron grandes sumas en su
infraestructuras, de manera que la economía del país prosperó. Típicamente, ‘Umar
II b. ‘Abd al-Azīz (717-720) se preocupó por reparar
las injusticias cometidas a los yemeníes por los califas y sus gobernadores.
Como en otros lugares, ‘Umar se convirtió en un modelo de justicia,
incluso para los historiadores isma‘īlies y zaydíes.
El
Yemen no estuvo unificado bajo la autoridad del gobierno, a pesar de que las
fuentes no mencionan muchas revueltas. Algunos kharijíes se establecieron allí
después de su derrota por ‘Alī en la batalla de Nahrawan (658),
pero no se registran rebeliones abiertas. Los kharijíes procedentes de
al-Yamama invadieron Hadramawt y San‘ā’ en 687/8, pero no se quedaron
a gobernar. Un rebelde llamado Abbād b. al-Ru‘ayní se alzó en
725/6, y las fuentes están divididas en lo que respecta a su identidad precisa
y afiliación sectaria. Algunos dicen que pretendía ser el mesías himyarí, pero
otros le identifican como un kharijí. El número de seguidores era de
300. Una sublevación mucho más seria ocurrió en 745/7 durante el califato
del segundo omeya, Marwan II. El kindī ‘Abd Allāh b. Yahyā,
juez designado del gobernador en Hadramawt, asumió el título de Talīb
al-Hāqq (“el que persigue la verdad”) y se proclamó califa. Apoyado
por los kharijíes ibadiyya de Omán, logró tomar Hadramawt, San‘ā’, e
incluso La Meca y Medina (a través de su agente Abū Hamza); el número
de sus seguidores es estimado por algunas fuentes en torno a 30.000 (este
número puede ser, por supuesto, un tema de disputa, pues es
concurrente, queriendo expresar un gran número). Se le juró alianza en
Basra también, lo cual es una indicación no solo de su poder sino también del
hecho de que el Yemen no estaba aislado políticamente. Talīb
al-Hāqq fue derrotado en 747 por el general de Marwan, ‘Abd
al-Malik b. ‘Atiyya, quien en esa ocasión eliminó también a otros
rebeldes en la región, Yahya b. ‘Abd Allāh al-Sabaqq y Yahya
b. Karib; ambos eran himyaríes que estaban activos en sus territorios
tribales, en al-Janad y en la áreas costeras respectivametne. Por orden
del califa, Ibn ‘Attiya se fue antes de completar su operación para
dirigir la peregrinación en su nombre. Antes de partir alcanzó un acuerdo
de paz con los ibadiyya de Hadramawt, concediéndoles eld erecho a elegir sus
propios gobernadores. Así, Hadramawt siguió estando bajo gobierno ibadí hasta el
reinado de al-Mansūr (754-775).
Los
primeros ‘abbāsíes continuaron la política de sus predecesoers. De nuevo,
algunas veces el Yemen fue añadido a la jurisdicción del gobernador de Hijaz,
quien designaría a un representante allí. Y de nuevo, la gente de
alta posición recibió gobernoratos, y los califas a veces reemplazaban a
gobernadores a petición de los yemeníes. Miembros de la familia ‘abbāsí
sirvieron como gobernadores, así como también los mawalī de
los califas, miembros de la aristocracia árabe musulmana (ocasionalmente los
mismos yemeníes), e incluso un miembro de la familia Barmakí. En
tiempos de estos últimos, que sirvieron bajo Hārūn al-Rashīd (786-809) San‘ā’ prosperó,
a pesar de que se informa que el número de gente pobre era grande.
El
Yemen sigió estando fragmentado, y los conflictos locales preislámicos
continuaron, a veces, entrelazados con oposición sectaria al gobierno. Por
ejemplo, un gobernador de origen local, ‘Abd
Allāh b. ‘Abd al-Madam, declaró su independencia en 759, lo
que indujo a al-Mansūr a enviar a su general Ma‘n b. Za’ida, a
restaurar el orden. Durante sus nueve años en el cargo (759-768) Ma‘n sofocó
insurrecciones en varias partes del Yemen, incluyendo Sa‘da, al-Janad y
Hadramawt, donde el kharijismo ibadí estaba activo. Aplicó duras medidas que
dieron como resultado miles de damnificados, y llevó a su asesinato. En este
periodo, los ‘Abbāsíes también estacionaron una guarnición
en San‘ā’, pero no fue siempre adecuado. Por ejemplo, alrededor
de 800 un jefe himyarí, al-Haysam b. ‘Abd al-Samad espoleó
una rebelión contra el califa Harūn al-Rashīd, que coincidió con una rebelión
en la Tihāmah. El califa envió refuerzos encabezados por un mawla de
confianza, Hammad al-Barbari, para restaurar el orden. Como
resultado de la actividad de este gobernador (800-810) las rutas de comercio
entre San‘ā’, al-Yamama y La Meca llegaron a ser relativamente
seguras, y la prosperidad económica siguió. El éxito de Hammad, no obstante, se
consiguió a base de tratar a los yemeníes con dureza. Sus quejas al
califa al-Amīn no quedaron desatendidas, y Hammad fue
sustituido en 810, sin embargo, los yemeníes no permanecieron leales a al-Amīn.
Durante el conflicto entre él y su hermano al-Ma’mūn (809-813), el
general de este último, Tahir b. al-Husayn, envió un representante
al Yemen, Yazīd b. Jarīr. Yazīd provocó que los yemeníes
transfirieran su alianza a al-Ma’mūn mediante el empleo de medios no ortodoxos.
Por ejemplo, obligó a los yemeníes de origen persa a divorciarse de sus esposas
árabes. Otra de las personas designadas de al-Ma’mūn actuó contra todo lo
himyarí. Entre otras cosas se informa de que había talado todos los árboles de
albaricoques himyaríes.
Al-Ma’mun
nombró y sustituyó a unos 15 gobernadores. En 815 un pretendiente ‘álīda
procedente de La Meca, Ibrāhīm b. Musa al-Kazīm (hermano del
bien conocido ‘Alī al-Ridā, ocupó San‘ā’ y controló
la mayor parte de las tierras altas al norte; no queda claro si lo hizo en
nombre del rebelde ‘álīda en Kufa, Ibn Tabātabā, o por su
propia cuenta. No obstante, se acuñaron dinares en San‘ā’ en su
nombre, azuzó conflictos tribales, se entregó al asesinato y al robo de
yemeníes, y quizá tomó La Meca también. Chocó con las
tropas ‘abbāsíes en las afueras de La Meca durante la peregrinación
de 815, y poco después fue derrotado por el ejército de
al-Ma’mūn en San‘ā’. Su fortuna cambió, no obstante, con el
cambio de política de al-Ma’mūn. Cuando en 817 el califa decidió nombrar
al 8º imām ‘Alī al-Ridā, como sucesor, también nombró al hermano
de éste, Ibrāhīm b. Musa, primero para La Meca, y luego para el
Yemen. El gobernador de al-Ma’mūn desde 815, Hamdawayh (o Ibn Māhān) se
negó a ceder el cargo y se rebeló contra el califa. Ejércitos enviados desde
Bagdad derrotaron a Hamdawayh en 820 e Ibrāhīm siguió siendo
representante de al-Ma’mūn en el Yemen hasta 828.
San‘ā’ iba
a quedar bajo el control de los califas durante algun tiempo. Hacia finales del
siglo IX, la autoridad califal fue enormemente reducida, debido a las luchas
entre los Zaydíes, los Ismailíes y los contendientes locales. En otras
partes del Yemen fueron establecidas dinastías independientes ya en la época de
al-Ma’mūn. Algunas de ellas surgieron por mera ambición personal,
mientras que otras eran la expresión de ideologías sectarias. A diferencia de
otras partes del imperio, aquí, las dinastías no provocaban la fragmentación,
sino que más bien unificaron partes del país que se habían separado hacía
tiempo.
III.
Las Dinastías independientes yemeníes hasta la conquista ayyūbí (818-1174)
1.
Ziyādíes de Zabīd (818-1018/1050)
Una
consecuencia del año de dominación de Ibrāhīm b. Musa sobre Yemen en
817 fue una fracasada revuelta shī‘í en la Tihāmah, o tierras bajas
de Yemen, quizá instigada por Ibrāhīm desde La Meca. En julio-agosto
de 817, al mismo tiempo que Ibrāhīm b. al-Mahdī, hermanastro de
Hārūn al-Rashīd, fue declarado califa por los habitantes de Bagdad, se recibió
una carta en la capital con noticias de que las dos tribus de ‘Akk y Ash‘ar,
que habitaban en las regiones de los Wadīs Sahām y Maur, al norte de Zabīd, se
habían levantado en rebelión contra el gobierno de Hamdawayh.
Al-Ma’mūn, más compasivo hacia los shi‘ īes, no estaba dispuesto
a permitirles despojarle de su imperio. Cuando las noticias fueron transmitidas
a la corte de Marw, el wazīr Ibn Sahl sugirió al califa que
nombrara al anti-‘alīda Muhammad b. Ziyād, descendiente de ‘Ubayd
Allāh b. Ziyād el Omeya, que había sido traído ante el califa tres
años antes, gobernador de la Tihāmah, como medida preventiva contra estas
rebeliones, un paso que también libraría a al-Ma’mūn de la turbación de
tenerle en la corte. Por tanto, accedió al puesto y poco después de primeros de
año de 819, él y sus compañeros se unieron al ejército envado contra el
anticalifa al-Mahdī en Bagdad. Desde allí viajaron a la Meca con la
caravana de peregrinos, y al cierrre del hağğ entraron en el
mismo Yemen. Sin duda, estaba al mando de un cuerpo de tropas pues en enero-febrero
de 820 la revuelta había sido reprimida y los cimientos colocados para la
ciudad de Zabīd, cuya constitución había sido ordenada por
al-Ma’mūn. Zabīd, situada a medio camino entre el mar y las montañas
y la orilla norte del Wadi Zabīd, era el principal camino costero
desde ‘Aden a La Meca, y por tanto, bien podía servir como sede central para el
gobierno sobre Tihāmah. La pacificación de la campiña continuó, pero
pasaron muchos años antes de que los sucesores de Muhammad, los Ziyādíes
pudieran reclamar la totalidad de las tierras bajas. En 820-1 Ibn Ziyād envió
el excedente de impuestos de la región junto con regalos para el califa, ahora
en Bagdad, y a cambio recibió refuerzos que totalizaban 1000 jinetes incluyendo
700 khurasaníes.
El
nombramiento de Ibn Ziyād dividió la administración de la provincia en
dos distritos administrativos aproximadamente iguales: San‘ā’,
como sede del gobierno y Tihāmah, como centro del mando militar de Muhammad b.
Ziyād; el tamaño y complejidad geográfica de Yemen no permitía un único
conjunto administrativo. La sucesión continua de gobernadores, y la
intervención de Ibrāhīm b. Musa, había debilitado definitivamente la autoridad
de los ‘abbāsíes sobre la costa, y los Banu ‘Akk habían tomado
ventaja de esta impotencia en su levantamiento.
La
provincia se había asentado en una relativa tranquilidad, que siguió a la
captura de Hamdawayh y la llegada de Ibn Ziyad, pero esta calma no duró. La
opresión por los funcionarios locales y la consiguiente pérdida de libertad no
descansaba fácilmente sobre los Banu ‘Akk, de modo que en 821-2
una vez más estallaron en rebelión. La oportunidad para intervenir era
demasiado ventajosa para que los shī‘íes la perdieran, y en consecuencia,
un retoño de la casa de ‘Alī, por nombre ‘Abd al-Rahmān b.
Ahmad, descendió sobre la tribu rebelde clamando por el reconocimiento
de ‘Alī al-Rida como imām. Con rapidez, los habitantes
del área hicieron su bai‘a, a los ‘alīes y al
hacerlo así adquirían un líder en su lucha contra los ‘abbāsies. Cuando
fue informado del levantamiento bajo el liderazgo de ‘Abd
Al-Rahmān, al-Mamun envió un ejército bajo el general Dīnar b. ‘Abd
Allāh para sofocar la rebelión y llevar a su líder a Bagdad. Después
de haber completado el hağğ, Dīnar entró en el país y ofreció su
salvoconducto a ‘Abd al-Rahmān, si no ofrecía resistencia. Esto fue
aceptado de buena gana por el ‘alīda que partió con el general a Bagdad,
en la cual entró en abril de 823. La revuelta de los Banu ‘Akk disminuyó
con la defección de su líder y nada más se supo de ellos durante muchos años.
Desde esta época en adelante no se nombró ningún
gobernador shī‘í sobre la provincia de Yemen, y aunque hubo una
sucesión continua durante el resto del reinado de al-Ma’mūn, el país
estuvo sin levantamientos religiosos hasta la llegada en 897 del imām zaydí Yahyā b.
al-Husayn.
Se
dice que Muhammad b. Ziyād había dado a la ciudad de Zabīd su primera
muralla, pero de acuerdo con al-Dayba, puede haber sido construida por
otro gobernante, al-Husayn b. Salāma, un esclavo etíope que
fue wazīr del joven ziyādi colocado sobre el trono. Cualquiera que fuera el
caso, al-Muqaddasī, quien murió alrededor de 990, nos cuenta que Zabīd estaba
fortificada, de modo que podemos suponer que Zabīd tuvo su primera muralla
durante la dinastía ziyādí y no durante el periodo najāhí, como sugiere el mapa
de Ibn al-Mujawir.
‘Umāra,
cuyo trabajo al-mufīd fī akhbar san‘ā’ wa zabīd sigue
siendo la única fuente textual para la historia ziyādí, inspirado en la obra
hoy perdida de Abū al-Tamī Jayyāsh b. Najāh, uno de
los hijos de Najāh, atribuye a Muhammad b. Ziyād la extensión del
territorio ziyādí a la mayor parte de Yemen, es decir, todos los
territorios costeros desde el sur, entre Hadramawt y ‘Aden, y al norte, a lo
largo del Mar Rojo hasta Hali, ahora en Arabia Saudi. Este gobernante reinó
hasta su muerte en 859, y sus descendientes que son solamente conocidos a
través de las crónicas fueron su hijo Ibrāhim b. Muhammad (859-896),
su nieto Ziyād b. Ibrāhīm, sobre el cual no se sabe casi nada, y su
bisnieto Ibn Ziyād (se desconoce el nombre); en 911 sube
al trono su tío Abū al-Jaysh Ishāq b. Ibrāhīm, quien
murió a edad muy avanzada, atribuyéndosele un reinado de 70 años (911-981),
durante el cual alguna de sus provincias se separaron del reino. Entre estas
estaban el emirato yu’firí de San‘ā’, en 847, fundado por Yu‘fir
b. ‘Abd al-Rahmān, descendiente de los himyaríes; el amīr
recitaba la qutba y acuñaba moneda en nombre de los ziyadíes,
al igual que Sulaymān b. Tarf, gobernante de ‘Aththar,
cuyos dominios se extendían desde Sharjali hasta Hali. Con todo, el reino de
Abū al-Jaysh se extendía desde as-Sliar Jail hasta ‘Aden, y
desde Ġulāfiqa hasta San‘ā’.
Después
del reinado de Ishāq b. Ibrāhīm, ‘Umāra menciona a dos
esclavos etíopes, Rushd y Najāh. Para él, Rushd
estuvo al servicio de Abū al-Jaysh, y se encargó durante un
breve periodo de tiempo del hijo de Ishāq, ‘Abd Allāh, y de su
hermana Hind, tras la muerte de su padre.
Cuando
Rushd murió su mawla etíope, Husayn b. Salāma,
estuvo al cuidado de los ziyadíes. Mientras que la soberanía de estos se estaba
desmoronando, él fue capaz de reforzar y gobernar sobre el territorio original
ziyadí durante 30 años. A él se deben varias fundaciones, como la ciudad
de al-Kadra’, un número considrable de construcciones sobe los dos
caminos desde Hadramawt a La Meca, la fundación de la Gran Mezquita de Zabīd y
la de Ashā’ir. Tras su muerte en 1011-12, otro heredero ziyadí, Ibrāhīm (o ‘Abd
Allāh) fue colocado sobre el trono, mientras que uno de los esclavos etíopes de
al-Husayn, Marjān, estuvo a su cuidado. Marjān tenía a su vez dos
esclavos etíopes, Nāfis y Najāh, entre los que
repartió los deberes de gobierno: Nāfis se hizo cargo de los asuntos de la
capital y Najāh de las cuatro provincias septentrionales de al-Kadra’,
al-Mahjan, Maur y al-Wadiani. Marjan se inclinaba por Nafis y le favoreció a
expensas de Najāh. Cuando le fue insinuado que la princesa Hind mantenía
correspondencia con Najāh, se quejó a Marjān, quien puso en sus manos las vidas
de los dos ziyadíes. Ibrāhīm (II) b. ‘Abd Allāh y su tía Hind
fueron emparedados en vida por Nāfis. Se dice que asumió la dignidad real y
acuño moneda propia, pero hasta hoy no se ha encontrado ninguna.
Al
tener noticia de los acontecimientos de la capital, Najāh marchó sobre Zabīd y
libró las batallas de Rima’ y Fashal, en las llevó
la peor parte, y después la de al-Ukda, en la que reultó victorioso
y, finalmente, la de al-‘Irk en la que Nāfis perdió
la vida cerca de la puerta de Zabīd. Najāh tomó entonces el poder, después de
haber dado una sepultura decente a los últimos ziyadíes, y condenó a Marjān a
morir emparedado vivo, junto con el cadaver de Nāfis, en el mismo lugar que se
hallaron los príncipes.
Este
es el relato transmitido por ‘Umāra, el cual no concuerda con los datos
aportados con los hallazgos numismáticos. En primer lugar, evita
completamente mencionar al sucesor directo de Ziyād b. Ibrāhīm, que solo
es citado por al-Masudī, como Ibrāhīm b. Ziyād, que
estuvo marcado por el levantamiento de los esclavos etíopes, de los cuales
Jāyyash b. Najāh es un descendiente. Luego, el autor najāhí solo menciona
al vástago infante de Ishāq b. Ibrāhīm. Pero, ¿por qué un hombre en
torno a los 80 años de edad deja un niño como cabeza del estado? Por el
contrario, el material numismático nos ofrece una genealogía más plausible.
Se
conocen cuatro dinares de un gobernante llamado ‘Alī b. Ibrāhīm, quizá
hermano o sobrino de Ishāq, datados en 974, 977 y 978-979; el estilo de
las inscripciones es bastante cercano a los últimos dinares del reinado de
Ishāq. No obstante, ‘Alī b. Ibrāhīm es desconocido para las
fuentes escritas y se desconocen aún los datos precisos de su reinado.
El
siguiente gobernante en gobernar, a la luz de los hallazgos numismáticos
fue al-Muzaffar b. ‘Alī. Solo cuatro dinares
acuñados en Zabīd en nombre de este emir llevan una fecha descifrable. La
primera está datada en 980-981; esta fecha está tan cercana a la de los dirhems
de ‘Alī b. Ibrāhīm que podemos asumir que al-Muzaffar
b. ‘Alī es hijo de ‘Alī b. Ibrāhīm. Otra moneda
fue acuñada en 994, una tercera en 996, y una cuarta en 998. Las primera
monedas acuñadas, bajo el reinado del califa al-Tā’i‘ (974-991) siguen
el especimen precedente, pero las que lo fueron en el reinado de al-Qādir (991-1031) son
diferentes: la mayoría de ellas llevan el año 1027, que podemos considerar una
fecha “congelada”, debido a sus inscripciones estilizadas. El nombre del califa
es relegado al anverso, mientras que en el reverso está inscrito “ha
ordenado el amīr / al-Muzaffar b. ‘Alī” dando un lugar más
importante al nombre del gobernante ziyādí y a su título, que aparece aquí por
primera vez. No obstante, las fuentes dicen que fue concedido por el
califa ‘abbāsí sobre Muhammad b. Ziyād.
Después
de al-Muzaffar b. ‘Alī, su hijo ‘Alī b. al-Muzaffar se
convirtió en gobernante. Dos dinares dan el nombre de este en solitario,
siguiendo el tipo que su padre introdujo. Todas las otras monedas
de ‘Alī b. al-Muzaffar dan otros nombres variados, identificados con
los esclavos etíopes que estaban al servicio de los Ziyādíes. La primera
proporciona el nombre de Najāh: el anverso lleva la misma fórmula que las
monedas del predecesor de ‘Alī, con el nombre del califa ‘abbāsí al-Qa’īm
bi’ amr illāh (1031-1075). Aparecen cambios en el reverso: tras
la fórmula “Ha ordenado el amīr ‘Alī b. al-Muzaffar”, el campo lleva
el nombre el nombre de Najāh y sus dos títulos de al-Mu’ ayyad
Nāsir al-dīn, que le fueron concedidos por el califa ‘abbāsí. Uno
de esos dinares está fechado en 1032, otro es de 1042-1043, otros dos dan la
fecha 1045-1046 o 1047-1048, mientras que un dinar es claramente de 1047-1048.
Otro dinar acuñado en 1042-1043 lleva el nombre de al-Fadl b.
al-Mu’ayyad, que es ciertamente uno de los hijos de Najāh ya que
su padre es identificado por este título.
De
1046-1047, 1045-1046 o 1047-1048 y 1050-1051, 3 dinares de ‘Alī b.
al-Muzaffar llevan el nombre de Rushd en el anverso. Nuevos títulos
aparecen en monedas acuñadas en 1042-1043, en 1045-1046 o 1047-1048; el campo
del anverso lleva la palabra leída como al-ma‘ār, y en el
reverso, los títulos Nāsir ’amīr al-mu’mīn (“Ayudante
del Comandante de la Fe”) y al-Sultān hacen un borde
alrededor de la leyenda “Ha ordenado el amīr / ‘Alī b.
al-Muzaffar”. Este título de al-Sultān es la aparición más temprana del
término, pero no sabemos si designa a Najāh, a Rushd, o más
probablemente el gobernante ziyādí, ya que el título no aparece en las
fuentes textuales. No obstante, es el contexto histórico, habría sido usado
solamente en referencia al cabeza del estado, el representante inmediato del
califa en las provincias. Así que aquí, al-Sultān, designa
ciertamente a ‘Alī b. al-Muzaffar, mientras que su poder estaba
desmoronándose y estaba en las manos de su ministro etíope. Por otra parte, el
título de al-Nasīr fue conferido antes sobre Najāh por el
califa y este nuevo título de Nasīr ’amīr al-mu’mīn puede
haber sido un honor adicional. Pero también puede conjeturarse que designa
a ‘Alī b. al-Muzaffar, si consideramos que todas las
inscripciones en el reverso solo se refieren a una persona. Durante este
periodo, las fuentes hablan de la aparición de un nuevo poder político y religioso:
en 1047-1048 ‘Alī b. Muhammad al-Sulayhí comenzó a
proclamarse dā‘ī ismā‘ilí, en nombre del califa fatimí
al-Muntasir (1036-1094) en la región montañosa de Masār y el
Harār. Este nuevo poder había sido un peligro inmediato para el último
ziyādí y el emergente najāhí. El título Nasīr ’amīr
al-mu’mīn inscrito en las monedas quizá ha sido una respuesta a este
nuevo poder, que también usó armas de propaganda ya que los dirhems sudaysíes,
que solo llevan el nombre y título de al-Mustansir, fueron acuñados en Zabīd.
De
todo lo expuesto podemos obtener las siguientes conclusiones: al no mencionar
a ‘Alī b. Ibrāhīm, ‘Umāra consigue dar más
importancia al esclavo etíope al-Husayn b. Maslāma, quien puede
haber incrementado el poder ziyādí y consolidado su territorio. Además pasa por
alto la figura de Rushd con mucho, al atribuirle menos
importancia que a su padre Najāh, que había sido el digno sucesor de los
Ziyādíes, dando un entierro decente al último heredero ziyadí tras su
asesinato. Pero las monedas no dejan dudas: en la última moneda ziyadí
conocida, acuñada en 1048, Rushd es la única figura mencionada
con ‘Alī b. al-Muzaffar y el califa ‘abbāsí. Además, no se ha
registrado ninguna moneda acuñada solo con el nombre de Najāh. Después de los
ziyadíes, las monedas fueron acuñadas en Zabīd en el nombre de los Sulayhíes
shī‘íes (desde 1053-1054 hasta 1059) y luego por el najāhí Jayyāsh b.
al-Mu’ayyad (desde 1073). Finalmente, como las monedas fueron acuñadas al menos
hasta 1050-1051 en nombre del ziyādí ‘Alī b. al-Muzaffar, tendremos
que suponer que Jayyāsh b. Najāh fue un usurpador y escribió su historia
para darse legitimidad.
2. Yu‘ firíes de
Shibām y San‘ā’ (847-997)
En
las tierras altas y septentrionales, un jefe himyarí, Yu‘fir b. ‘Abd
al-Rahmān perteneciente a los Dhū Hiwāl, procedente
de Shibām y del nido de águilas que representaba la fortaleza
de Kawkabām, a unos 40 kilómetros al noroeste de
San‘ā’, desafió la autoridad ‘abbāsí, representada por los
gobernadores de esta ciudad, y que también estaba apoyada por algunos jefes y
tribus. Desde 829 se hizo independiente de manera efectiva en su
territorio de origen. En 844 fue capaz de resistir las fuerzas del
gobernador ‘abbāsí Shār Bamiyān, que intentó desalojarle. Los
siguientes gobernadores no fueron más afortunados, y tras la partida de Ja‘far
b. Dīnar, Yu‘fir fue capaz de atacar la capital misma. A finales
del reinado de al-Wāthiq en 847, el poder abbasi terminó con
la derrota del gobernador Himyar b. al-Harith. La dinastía
yu‘firí acuñó moneda que llevaba el nombre de los califas abbasies, que también
eran mencionados en la khūtba (la oración del viernes).
Hay
pocas noticias del reinado de Yu‘fir b. ‘Abd al-Rahmān, aparte
que la dinastía poseyó vastas áreas de Yemen, desde Sa‘dah y
en Najran en el norte, hasta al-Jannad, cerca
de Ta‘izz y Bayham, en el límite del área controlada por los
ziyadíes, y durante algun tiempo mantuvieron su alianza hacia el exterior
con los ‘abbāsíes. En 871/2 conquistaron Hadramawt también,
aunque las fuentes históricas afirman que pagaban tributo al estado sunní más
fuerte, el de los ziyādíes. En 872, el viejo y débil Yu‘fir entregó
las riendas del poder a su hijo Muhammad b. Yu‘fir.
Muhammad
continuó el aparente reconocimiento de la autoridad ‘abbāsí y y
se dice que al-Mu‘tamid había redactado un diploma formal de
investidura en 870-1, concediendo el gobierno
de San‘ā’, para hacer un frente sunní contra los zaydíes y los
ismā‘īlíes. A partir de entonces, la historia de esta dinastía se desvía
en una extraña dirección. Una inundación que
anegó San‘ā’ sirvió de motivo para
que Muhammad emprendiera la peregrinación a La Meca; por
ello, designó en 876 a su hijo Ibrāhīm para gobernar el
territorio yu‘firí mientras tanto. Cuando regresó a Yemen dejó el
poder en manos de Ibrāhīm, y decidió abdicar en favor de una devoción de por
vida al Islam.
Por
razones no totalmente claras, el retirado Yu‘fir, conspiró con
Ibrāhīm para matar a Muhammad. Pero la ejecución del plan por parte de Ibrāhīm
fue literalmente un exceso: además de matar a su padre y al hermano de
éste, Ahmad, en el minarete de la mezquita de Shibām, también
asesinó a su primo e incluso a la madre de su padre. Este espantoso crimen
llevó el caos extensivo por todo Yemen, con muchas tribus rebelandose contra
el asesino Ibrāhīm. Entre 882 y 886 estalló una revuelta popular
en San‘ā’. Los yu‘firíes fueron expulsados de la ciudad y se
retiraron a Shibām. En 886 el califa nombró un nuevo gobernador de
Yemen, pero pronto fue destituido. Los rebeldes bajo Muhammad al-Du‘am recuperaron
el control de San‘ā’. Después de unos pocos años la rebelión se fue
extinguiendo. En 892 San‘ā’ aceptó un gobernador ‘abbāsí, que
llegó a la ciudad en el mes de sha‘bam (septiembre). Aunque el
gobernador ‘Alī b. Husayn Juftam restableció el gobierno ‘abbāsí en
torno a los alrededores, no persiguió a los yu‘firíes. Como resultado, Juftam
partió en 895 y aquellos recuperaron el poder. En
892 Ibrāhīm murió y fue sucedido por su primo ‘Abd al-Qādir
b. Ahmad, y apenas unos pocos días después por su hijo Abū‘l-Hasān
As‘ad b. Ibrāhīm.
A
principios del siglo X hubo luchas entre los seguidores de la marca del Islam
Zaydiyyah y otras políticas de las tierras altas de Yemen. El primer imán
de zaydí Yahyā al-Hādi ila‘l-Hāqq (897-911) se
apoderó temporalmente de San‘ā’ en 901, pero más tarde se vio obligado a
abandonar la ciudad. En el mismo período, Ibn Haushāb y ‘Alī b.
al-Fadl difundieron el credo de los fatimíes entre las tribus de las
tierras altas y adquirieron un gran número de seguidores. Los dos líderes
generalmente son citados como qármatas, aunque en realidad fueron
nombrados como daīs (líderes) por el gobernante fatimí.
Pudieron conquistar San‘ā’ en 905 y limitar el reino de
los yu‘firíes a Shibām y Kawkabān. Durante largos períodos, el gobernante yu‘firí Abū‘l-Hasān
As‘ad b. Ibrāhīm tuvo que permanecer en la región de Jawf más al norte.
San‘ā’ cambió de manos con gran frecuencia en este período; de 901 a 913
se dice que la ciudad fue conquistada 20 veces, se entregó a través de la
negociación tres veces y fue asediada cinco veces sin éxito. Finalmente, la
dinastía logró derrotar a los seguidores de los fatimíes y recuperar San'a en
915.
Abū‘l-Hasān
As‘ad murió en 944 y fue el último gran líder Yu‘firí. Ibn Khaldūn dice
que fue sucedido por un hermano llamado Muhammad (844-963). A
mediados del siglo X, el declive de la dinastía comenzó cuando los miembros de
la familia se peleaban entre sí. El imām Zaydí al-Mukhtar
al-Qāsim (imām rival, 934-357) logró adquirir
San‘ā’ en 956, pero fue asesinado en el mismo año por un jefe de Hamdān
llamado Ibn al-Dahhak que dominó la política hasta 963 y
reconoció a los Ziyādíes de Zabīd. Un liberto de los
Banū Yu‘fir, ‘Alī b. Wardān, apoyado por Dahhak fue reconocido
como señor de San‘ā’. Apenas pudo soportar la oposición de los Khawlaníes,
liderados por al-Asmar Yūsuf b. Abī‘ l-Futuh, y murió en 961.
Fue sucedido por su hermano Shapūr, con quien Dahhak continuó
aliado. Al años siguiente hizo un ataque infructuoso sobre los Khawlaníes, sus
fuerzas pueron puestas en fuga y mientras trataban de escapar a Dhamār, Shapūr
fue superado por al-Asmar y asesinado. Entonces Dahhak ofreció su sumisión al
amīr de Zabīd, Ishāq. Por otro lado, al-Asmār Yusuf estableció al
príncipe ‘Abd Allāh b. Qahtān en el
trono. ‘Abd Allāh entró en San‘ā’, de donde Dahhak huyó
apresuradamente. A continuación siguió una serie de luchas entre las partes
contendientes, en las que el imām rassidí, Yusuf b.
Yahyā b. an-Nāsir Ahmad ad-Dā‘ī (976-1012) tuvo parte
importante, con el resultado de ser reconocido por un tiempo príncipe soberano
de la ciudad y provincia. ‘Abd Allāh consiguió, no obstante,
recuperar su autoridad y disfrutó de un reinado largo y
turbulento. Atacó con éxito a las Ziyādíes en 989, invadiendo y saqueando
a Zabīd. Luego dejó de mencionar a los ‘abbāsíes en la khutba y, en
cambio, se adhirió al califa fatimí egipcio. ‘Abd Allāh murió en 997
y fue sucedido por su hijo As'ad (II). Sin embargo, la autoridad de
los Yufirids en San‘ā’ ahora desapareció y ya
no tuvieron importancia. El clan es mencionado ocasionalmente en las
crónicas hasta 1280.
3. Najāhíes de
Zabīd (c.1050-1159)
Según
el relato de ‘Umāra, como se dijo más arriba, cuando el último ziyādí hubo
sido ejecutado durante el gobierno del wazir abisinio Marjān,
por uno de sus gobernadores esclavos, Nāfis, el otro, Nājah marchó para
vengarle. Después de luchar, Nafis fue asesinado y Nājah en Dhu’l-Ka‘da de
412/febrero de 1022, entró en Zabīd, donde emparedó vivo al visir, en venganza
exacta por asesinato del ziyādí. Al igual que había hecho su
rival Nāfis, Nājah asumió la insignia de la realeza, acuñó su propia
moneda e insertó su propio nombre en la khutba después del
nombre del califa abbāsí. Este último reconoció bajo el título de al-Mu’ayyad
Nāsir al Dīn. Sus territorios se extendían hacia el norte desde Zabīd hasta
Harād en Tihāmah septentrional, mientras que las tierras altas siguieron
estando divididas entre pequeños gobernantes, de entre los cuales, los
Sulayhíes alcanzaron un poder considerable.
Sin
embargo, recientemente se ha asumido la hipótesis, a tenor de los hallazgos
numismáticos, de que los amīres ziyādies extendieron su gobierno hasta c.1050,
puesto que las monedas en las que aparece el nombre de Nājah, siempre es
acompañando al amīr ziyādí y nunca en solitario, por lo que se deduce que Nājah
ejerció el poder como wazir del último
ziyādí ‘Alī b. al-Muzaffar, y desde c.1050 en adelante, como amīr
independiente.
El
primer sulayhí, Abū Kāmil ‘Alī b. Muhammad consiguió
envenenar a Nājah a través de una joven esclava que le envió como regalo. En la
confusión que siguió, ‘Alī ocupó Zābīd y los hijos de
Nājah huyeron a la isla de Dahlak, en el Mar Rojo. Mientras que el
mayor, Mu‘arik se suicidó, los otros dos más jóvenes
decidieron recuperar el poder en sus tierras: Sa‘īd al-Ahwal y Abū‘l-Tāmī Jayyāsh,
cuya obra perdida, al-Mufīdfī akhbār Zabīd, es muy
citada por ‘Umāra, nuestra mejor fuente histórica. Sa‘īd hizo sus
preparativos en un escondite de Zabīd y preparó la llegada de Jayyāsh más
tarde. Luego, los dos salieron abiertamente, cayeron
sobre ‘Alī al-Sulayhí y lo mataron, cuando se dirigía hacia La Meca
en 1081. enseguida, Zabīd reconoció a Sa‘īd como señor, apelando en particular
al gran número de tropas esclavas abisinias. Pero ‘Asmā’, la
viuda de ‘Alī, a la que se mantenía prisionera en Zabīd, persuadió a
su hijo, al-Mukarram, para que la rescatara en 1083. Los najāhíes
escaparon nuevamente a Dahlak. En 1086 Sa‘īd regresó como gobernante, pero en
1088 fue ejecutado a instigación de la reina sulayhí al-Sayyidah, esposa de
al-Mukarram. Jayyāsh escapó a la India con su visir Khalaf b. Tāhir,
regresó a Zabīd, disfrazado de indio, conspiró con sus compatriotas y
fácilmente recuperó el poder en 1089. Con su muerte en 1105 reinó la confusión.
Él mismo tuvo dificultades domésticas, y su anterior ayudante tuvo que huir y
hubo feroces enemistades familiares entre sus descendientes.
Su
hijo Fātik I, hijo de una muchacha esclava comprada en India, tuvo
que defenderse contra sus hermanastros, Ibrāhīm y ‘Abd
al-Wahhīd, al tiempo que los esclavos de su padre tomaban parte en las
disensiones. Este último fue vencido por Fātik, pero le perdonó y se
reconcilió con él; Ibrāhīm, en cambio se refugió con As’ad b. Wa’il
b. ‘Isa, que le recibió con extremada generosidad. Mientras tanto, los
esclavos de Fātik, habían crecido en número y poder. Murió joven en 1109, dejando
un hijo menor de edad, al-Mansūr. Los esclavos de su padre lo
colocaron sobre el trono, pero su tío Ibrāhīm reclutó tropas e
invadió Tihāmah. Salieron a su paso los esclavos de Jayyāsh y los dos partidos
se detuvieron uno frente a otro cerca de una villa llamada Huwayb, en Wadi
Zabīd. Habiendo sido vaciada la ciudad por los oficiales de
Fātik, que estimaban en poco el poder de Ibrāhīm, se rebeló ‘Abd al-Wāhid,
el cual tomó posesión de Zabīd. Los esclavos y sirvientes del niño al-Mansūr
consiguieron sacarlo de la ciudad y buscó refugio con los partidarios de su
padre Fātik, pero el pueblo se apartó de él y se unió a ‘Abd
al-Wāhid, al ser el preferido del las tropas. Cuando Ibrāhīm se dio cuenta de
que su hermano se le había anticipado en conseguir el poder supremo en Zabīd y
en ocupar las principales fortalezas del país, se unió a Husayn b.
Abi ‘l-Hafat, considerado descendiente de Hamdan. En cuanto a al-Mansūr y
los esclavos de su padre buscaron refugio con al-Mufaddal b.
Abi’l-Barakat, príncipe himyarí de Ta‘kar y en Dhū Jibla, con la reina
al-Sayyidah, hija de Ahmad el Sulayhí. Después de un tiempo los esclavos de
Fātik se comprometieron por medio de un acuerdo a entregar a al-Mufaddal
la cuarta parte del país a cambio de su ayuda contra ‘Abd al-Wahid. En
consecuencia, al-Muzaffar b. Abī’l-Barakat le trajo de vuelta en 1111 como
vasallo de los sulayhíes.
Debido
a que aún era un menor, los visires de la dinastía comenzaron a tomar el
control total. El visir de al-Mansūr, Anīs, incluso asumió honores
reales. Cuando alcanzó la mayoría de edad, al-Mansūr lo asesinó con sus propias
manos en 1123. No obstante, a su vez, fue asesinado enseguida por el siguiente
visir, Man ‘Allāh. Este último hizo gobernante al
niño Fātik II, hijo de al-Mansūr y una esclava, ‘‘Alam.
Esta mujer, que murió en 1150 se esforzó con habilidad por preservar los
derechos de su casa contra las usurpaciones de los visires. Man ‘Allāh fue
asesinado a instigación suya en 1130. Sus sucesores fueron los esclavos Ruyzak y
más tarde al-Muflīh. Contra este último, ‘‘Alam presentó a sus
favoritos, Surūr e Ikbal, quienes, no obstante, no
estaban ellos mismos en buenas relaciones. Durante sus enfrentamientos los
diversos partidos llevaron a otros pequeños gobernantes árabes contra Zabīd.
Ikbal envenenó a Fātik II en 1137, temiendo ser ajusticiado por
haber matado al hijo de al-Muflīh. Fue seguido por su primo, Fātik III.
Surūr, que había estado en el control efectivo desde 1135, fue asesinado en una
mezquita de Zabīd en 1156 por un enviado de los Mahdíes, quienes
presionaban duramente para conquistar el principado najāhí. Cuando
el imām zaydí al-Mutawakkil Ahmad b. Sulaymān fue
convocado para ayudar a los Najāhíes, lo hizo con la condición de que Fātik III
debería ser depuesto y él mismo reconocido como señor de Zabīd. Se acordó
esto, y Fātik III fue asesinado; sin embargo, el imām fue incapaz de
permanecer en la ciudad, y en 1159 los mahdíes entraron en
Zabīd, fundando la dinastía del mismo nombre (1159-1174)
4.
Actividad religiosa y estados sectarios
El
Yemen fue el teatro de una intensa actividad religiosa, tanto
política como literaria. Desde el punto de vista político-religioso era la
Shī‘a, tanto zaydí como ismā‘īlí, la más activa. El ibādismo, eliminado a
principios del siglo VIII, se recuperó en Hadramawt, y la comunidad fue
enormemente autónoma bajo la égida de los ziyādíes. Durante la primera mitad
del siglo X, el ibadismo en Hadramawt se tambaleó, debido principalmente a la
actividad de la Shī‘a. Esta actividad fue introducida por Ahmad
b. ‘Isa, descendiente del imām ‘alīda Ja‘far
al-Sadīq. Ahmad dejó Basra en 930 como resultado de los ataques
qarmatíes y emigró a Hadramawt (posteriormente, los descendientes del Profeta
en Hadramawt llegaron a ser conocidos como Sayyids).
La Shī‘a empezó a ganar adeptos en Hadramawt pero
el ibādismo se recuperó en el siglo XI. La proximidad de este
territorio a Omán (‘Umān) animó seguramente a los ibādíes Hadramī y en el
siglo XI, Hadramawt fue incorporado al imāmato omaní. El colapso de este
último, y la conquista de Hadramawt por el ismā‘ilíes al-Sulayhí, puso fin al
ibadismo allí, tanto que no dejó una huella duradera.
Hacia
fines del siglo IX, el zaydismo y el ismā‘ilismo penetraron en Yemen
simultáneamente, contra los antecedentes de división política: el estado zaydí
en la Tihāmah; los yu‘firíes himyaríes en San‘ā’ y parte la zona
montañosa hacia el sur desde al-Janad; los Manakhíes himyaríes en las
tierras altas meridionales; y las tribus del norte, que estaban ocupadas
luchando unas contra otras y sin pagar lealtad a ningún poder central. Fue en
esta última y fragmentada área donde los zaydíes se establecieron, mientras que
los ismā‘ilíes (llamados Qaramitas por los zaydíes para ser distinguidos
de los Qarmatíes auténticos de Bahrayn) entraron en el sur, así como también en
la parte central de las coordilleras montañosas centrales.
a) Los Imāms Zaydíes
En
897 Yahyā b. al-Husayn al-Hasanī, titulado al-Hādī ila
al-Hāqq (el “Líder de la Verdad”) llegó a las tierras altas del norte
desde el Hijaz. Como descendiente de ‘Alī y Fātima, y respetada
autoridad religiosa, fue invitado por los jefes de las tribus yemeníes en lucha
para restaurar la paz y el orden. Su misión en el área unos pocos años antes
había terminado en fracaso y su partida, pero esta vez se quedó y logró
establecer un régimen zaydí (imāma) basado en la ciudad
de Sa‘da. Esforzándose por extender su influencia sobre San‘ā’, combatió a
los yu‘firíes y otros jefes tribales, así como al
pretendiente ismā‘ilí al poder, ‘Alī b. al-Fadl. Habiendo
fracasado en obtener el control firme sobre San‘ā’, al-Hādī regresó a
Sa‘da, donde murió en 911.
El
periodo entre 897 y 1052 es llamado a veces primer Imāmato Zaydí,
pero los mismos imāms continuaron aumentando su número después de esta fecha también,
aunque no consecutivamente. El propósito inicial por el que el fundador,
al-Hādī, fue invitado al Yemen, en general, no fue conseguido.
Aunque algunos de los imāms eran suficientemente fuertes para unificar la
región septentrional del Yemen, el imāmato no consiguió establecer una paz o
unidad permanentes. De hecho, el régimen zaydí difícilmente puede ser
considerado un estado. No existía un aparato administrativo formal y no
fijó un patrón de sucesión. El principal criterio para la elegibilidad, además
de la descendencia ‘alīda era la actividad militar destinada a establecer
el zaydismo. Esto tuvo varias consecuencias. La primera, hubo muchos
interrregnos. En segundo lugar, los imāms zaydíes estaban constantemente
luchando contra no zaydíes, y ocasionalmente también contra sus propios
seguidores tribales, debido a que estos últimos podían oponerse a la aplicación
del imām de castigos coránicos (hudud) y a la recaudación del zakat
(impuesto de limosnas). De hecho, la ley islámica a menudo chocaba con la
atrincherada ley consuetudinaria. Esto explica por qué los imāmes zaydíes eran
retratados a veces combatiendo el tribalismo como tal. En tercer lugar, a
menudo los zaydíes también estaban en guerra contra ellos mismos. Los miembros
de la familia del Profeta, respaldados por diferentes grupos tribales, luchaban
unos con otros por el liderato. Los imāmes a menudo llegaban a enredarse en
disputas tribales que no tenían que ver con el zaydismo.
Los
imāmes zaydíes estaban asociados con una posición protegida de carácter tribal
y enclaves sagrados, pero su influencia generalmente se extendía más allá de
una tribu. Esta antigua institución yemení sirvió para difundir el zaydismo en
el norte de Yemen (aunque debería destacarse que no todos los enclaves eran zaydíes).
Hubo muchos enclaves a través del territorios tribales que pueden haber sido
independientes unos de otros, pero eran considerados por la historiografía
zaydí como partes de un único estado zaydí. Aunque enredado en la vida y la
política tribales, los imāms, también llamados sayyids, diferían
del resto de líderes tribales (shaykhs) en que ellos llamaban a la jihad,
practicaban la comandancia de la Fe y la prohición del mal, prestaban servicios
educativos y espirituales, dispensaban justicia islámica, y hacían cumplir la
ley islámica en la medida de lo posible. Es destacable que, aunque
considerado santo en virtud de la descendencia del Profeta, los imāms zaydíes
se caracterizaban por el aprendizaje y el conocimiento de la ley, más que
por poderes sobrenaturales. No obstante, no solo se distinguían de los líderes
tribales, sino tambén de la élite religiosa que no descendía del Profeta.
Aunque altamente considerados, y aunque funcionaban como líderes de la jihad, los
imāms zaydíes seguían siendo dependientes de las tribus para su protección, y
por tanto, aunque servían como mentores, jueces, árbitros, líderes políticos y
comandantes militares no podían ser considerados como la élite gobernantes.
El
primer imāmato zaydí era activo en Sa‘da y Najran, ocasionalmente en San‘ā’ y
el Jawf, pero Tihāmah generalmente estaba fuera de su alcance. La primera mitad
del siglo XI fue un periodo de deterioro y división sectaria. Una importante y
nueva secta, liderada por un yemení, Mutarrif b. Shihab, llegó a
ser conocida como Mutarrifiyya. Aunque originándose como un cisma,
esta secta fue beneficiosa para el zaydismo como totalidad, y mantuvo y
difundió la misión cuando los descendientes del Profeta fueron incapaces de
hacerlo. Hacia la mitad del siglo el primer imāmato zaydí había llegado a su
fin a manos de la dinastía ismā‘ilí, los Sulayhíes. Los zaydíes establecieron
su segundo imāmato en 1138, simultáneamente a la desaparición de los Sulayhíes;
duró hasta 1585.
b)
Las dinastías ismā‘ilíes
La
actividad ismā‘ilí (da‘wa) en el Yemen comenzó quizá en la segunda mitad
del siglo IX. Hay una información sobre un misionero, al-Hasan
al-San‘ā’dīqī, que tenía su base en Mudhaykhin, adquirió muchos seguidores
y conquistó el Yemen. Pretendía ser un profeta, cometió muchas atrocidades y
fue la causa de una emigración masiva. Los datos sobre todo esto son escasos,
incluso en las fuentes yemeníes. Tenemos mejor información sobre la misión
organizada y la actividad militar de los ismā‘ilíes hacia el final del siglo
IX. Dos misioneros ismā‘ilíes fueron enviados a la región. Uno de ellos, ‘Abū
al-Qāsim b. Hawshāb logró conquistar todo el macizo de Jabal
Miswar (noroeste de San‘ā’) y llegó a ser conocido como ‘Mansūr
al-Yaman’ (= “el Dios ayudó a uno del Yemen”). El otro, ‘Alī
b. al-Fadl, estaba activo en el sur, tomó la anterior capital
manakhí, Mudhaykhira, en 906, y luego fue a San‘ā’. La ciudad
estuvo disputada durante varios años entre los yufiríes, el zaydí al-Hādī ila
al-Hāqq, y ‘Alī b. al-Fadl, y finalmente cayó en manos de este último en 911.
Animado por su éxito, ‘Alī causó defección de la causa ismā‘ilí, se convirtió
en independiente y se volvió para combatir a su antiguo compañero, Mansūr
al-Yaman. ‘Alī fue asesinado por un agente de yu‘firíes en 915, después de lo
cual su régimen se colapsó. Mansūr al-Yaman siguió siendo leal a la Ismā‘iliyya
y a los Fātimíes, quienes mientras tanto habían tomado el poder en el Maghrib
(909). Continuó enviando misioneros ismā‘ilíes a otras regiones como Oman,
Yamama y Sind. Su régimen llegó a su fin por las querellas internas tras su
muerte en 904. Uno de sus sucesores transfirió su alianza a los ‘abbāsíes, y el
Ismā‘iliyya en Yemen se convirtió, en su mayor parte, en un movimiento
subterráneo hasta el ascenso de los Sulayhíes, una aristocrática familia de la
tribu de Hamdan.
(i)
Los Sulayhíes de San‘ā’ y Dhū Jibla (1047-1138)
‘Alī b.
Muhammad al-Sulayhí, hijo de un juez sunní procedente del distrito de
Harāz (al oeste de San‘ā’), fue elegido como agente para los fatimíes, en el
Yemen. Durante la primera mitad del siglo XI se implicó en la actividad
clandestina, y adquirió fama y apoyo. Hacia mediados de siglo (c.1047) recibió
permiso para actuar en público, y colocó su base en la montaña de Jabal
Maswār, en el distrito de Harāz. Habiendo derrotado al imām zaydí de Sa‘da
y el distrito de Hadur en el norte, ‘Alī procedió a consolidar su autoridad
mediante hazañas militares, diplomáticas e intriga. Después de unos pocos
choques con el gobernante de Zabīd, Nājah, este último murió (en 1060; ver más
abajo), al parecer por envenamiento, ordenado por el mismo ‘Alī. De este modo,
‘Alī obtuvo el control de la Tihāmah, después de lo cual conquistó la parte sur
del Yemen, incluyendo ‘Aden y Hadramawt. Hacia 1063, había unificado Yemen como
lo había sido bajo los himyaríes preislámicos, aunque algunas áreas tribales
siguieron existiendo como pequeñas jefaturas, tales como al-Qahtan, Banu
al-Da‘car y Āl-Faris en Hadramawt. Desde su base en
San‘ā’, ‘Alī nombró personalmente gobernadores locales para las provincias, y
supervisaba su trabajo, así como el trabajo de los misioneros enviados para
difundir la ideología ismā‘ilí. Continuó ligado a la corte de El Cairo, recibía
sus órdenes del califa al-Mustansir, y, a menudo, apeló a él para asesoramiento
y autorización de sus acciones. ‘Alī al-Sulayhí actuó también en el Hijaz en
nombre de sus patronos, aseguró la lealtad de La Meca a El Cairo, y llevó a
cabo renovaciones en los Santos Lugares. No obstante, sus relaciones con
el sharif de La Meca a veces necesitó la mediación del califa
fatimí.
‘Alī
al-Sulayhí estaba constantemente en guerra, bien contra las invasiones etíopes,
bien contra los numerosos enemigos internos, incluyendo jefes tribales,
dinastías y sectas rivales, e ismā‘ilíes que habían ido por el mal camino. Sus
enemigos más acérrimos, como siempre, fueron los najāhíes. La lucha entre estos
dos estados continuó, cambiando Zabīd frecuentemente de manos, hasta que ambas
dinastías llegaron a un fin similar a mediados del siglo XII. Parece que la
cuestión de este conflicto no era solo el sunnismo contra el ismā‘ilismo, sino
también el control de la Tihāmah, la cual aseguraba el control de la vía
comercial del Mar Rojo.
Súbitamente
las fuentes guardan silencio; no estamos seguros de la fecha de la muerte de
‘Alī, 1067 o 1080. En cualquier caso fue asesinado por el gobernante nājahí
Sa‘īd al-Ahwal en al-Mahjam en la Tihāmah septentrional y su esposa Asmā’ fue
tomada prisionera.
‘Alī
fue sucedido por su hijo al-Mukarram Ahmad. Confiados tras asesinar
a ‘Alī y tomar cautiva a su esposa, los najāhíes fueron capaces de recuperar la
mayor parte del territorio que habían controlado anteriormente en Tihāmah, e
incluso presionaron duramente a los Sulayhíes en sus fortalezas de Harāz y
al-Ta‘kar. Es muy posible que en esta época el territorio sulayhí fuera
reducido al área de San‘ā’. En 1068 al-Mukarram Ahmad consiguió rescatar a su
madre de manos de los najāhíes, y los ejércitos sulayhíes comenzaron a luchar
de nuevo en todas partes, llevando al estado sulayhí a su cenit. La extensión
de su poder puede ser estimada a partir del hecho de que en 1068, según se
informa, consiguió derrotar a una coalición tribal que ascendía a 30.000
hombres (este número puede ser una convención, pero expresa un gran número).
Otra indicación de su relevancia es que en 1075, el califa le encargó dirigir
la misión ismā‘ilí a la India.
Una
vez más nos deslizamos por un periodo confuso de la historia sulayhí. En
1069, al-Mukarram Ahmad contrajo matrimonio con una dama que iba a
ser famosa incluso fuera del páis, al-Malika al-Sayyidah bint
Ahmad (erróneamente llamada Arwa, que realmente es el nombre
de una de sus hijas). En 1074 o 1086 él cedió los asuntos de estado a su
esposa, que le había dado cuatro hijos, de los cuales ‘Alī II al-Mukarram
al-Ashgar, fue el sucesor, al menos nominalmente. Es posible que
al-Mukarram Ahmad ejerciera algún tipo de influencia sobre el gobierno hasta su
muerte en la fortaleza de Ashyah en 1091. Quizá en
1087 al-Sayyidah renunció a San‘ā’ como capital del estado
sulayhí y la dejó por una ciudad más pequeña, fundada en 1066, que descansaba
debajo de la imponente montaña de al-Ta‘kar, en las tierras altas meridionales.
Así comienza el periodo de gobierno de los sulayhíes desde Dhū Jibla, periodo
de cierta brillantez, presidido por la famosa reina
yemení al-Sayyidah bint Ahmad, Bilkīs al-Sughra como es conocida en
la tradición yemení.
La
Dama Libre (al-Sayyida al-Hurra) fue reconocida por el Califa en El Cairo, y
continuó las luchas contra najāhíes y sus oponentes. También estuvo envuelta en
el movimiento ismā‘ilí en general. En el cisma que estalló en 1094 se alineó
con los egipcios que apoyaban a al-Musta‘lī bi Allāh (en
contra de su hermano Nizar). Al-Musta‘lī (1094-1101), a cambio
reconfirmó su posición tanto como gobernante como jefe misionero. El misionero
ismā‘ilí ‘Imād al-Dīn († 1468) describe a al-Sayyidah como una
mujer piadosa y estudiosa que llevó a cabo con éxito sus tareas tanto políticas
como religiosas. Pero parece que siendo una mujer, al-Sayyidah no podía ella
misma actuar como misionero, del mismo modo que no dirigía ella misma las
tropas a la batalla. Un juez principal enviado desde Egipto, Lamak b.
Malik, y su hijo actuaron por parte de ella como jefes misioneros.
La
reina nombró a tres funcionarios: el primero, Abū Himyar
Saba’ b. Ahmad, fue famoso por su feroz hostilidad hacia los najāhíes,
contra los que combatió con gran vigor. Aunque se casó con al-Sayyidah tras la
muerte de al-Mukarram Ahmad, a instancias del califa al-Mustansir (1036-1094),
su enlace solo fue un medio de que la reina se mantuviera en el poder, pues
parece que no consiguió persuadirla para consumar el matrimonio. Pertenecía al
línaje sulayhí, al ser primo lejano tanto de al-Mukarram Ahmad como de
al-Sayyidah, y fue titular del estado sulayhí hasta su muerte en 1099; a partir
de dicha fecha la reina quedó gobernando en solitario.
El
segundo funcionario, extremadamente leal, fue al-Mufaddal b.
Abi’l-Barakat, señor de al-Ta‘kar, la elevada fortaleza al sur de Dhū Jibla.
Originalmente había sido designado por al-Mukarram Ahmad, y parece haber estado
bajo su supervisión el traslado de los tesoros sulayhíes al-Ta‘kar por motivos
de seguridad. Al-Mufaddal también participó enérgicamente en las guerras contra
los Najāhíes en Tihāmah.
El
tercer funcionario esterechamene asociado con el gobierno de la reina
al-Sayyidah fue Ibn Najīb al-Dawla. Entró en Yemen en 1119,
enviado, según parece, por los fātimíes en un intento de revivir la agotada
fortuna de los sulayhíes en Yemen. Operando desde al-Janad, hizo mucho por
pacificar la áreas meridionales y controlarlas dentro del redil sulayhí, así
como unir en el esfuerzo principal de mantener a raya a los Najāhíes. Sin
embargo, en 1125, argumentando que la mente de la reina ya no estaba en forma
para gobernar los territorios de la dinastía, intentó expulsarle y ponerla en
aislamiento. Pero al-Sayyidah luchó y sus seguidores asediaron a Ibn Najīb
al-Dawla en al-Janad. Fue llevado, humillado, ante la reina en Dhū Jibla. Su
sentencia fue que debía ser enviado de vuelta a Egipto en una jaula de madera,
y es así como dejó la capital sulayhí. No obstante, nunca alcanzó Egipto,
muriendo en el mar.
Quizá
su género fuese también una de las causas que llevaron al socavamiento de la
autoridad de al-Sayyidah por sus propios subordinados (aunque ‘Imād al-Dīn
niega esto expresamente). Además, fue incapaz de conservar la superioridad
militar sulayhí, y sus ejército fueron sonoramente derrotados por una coalición
de Zaydíes y Najāhíes en 1087. San‘ā’, la cual había estado cambiando de manos
entre los gobernadores sulayhíes y los gobernantes hamdaníes locales, ya en la
época de al-Mukarram, cayó en manos de la familia al-Hātim en 1098. Durante la
crisis de El Cairo de 1130 al-Sayyidah permaneció leal al regente (‘Abd
al-Majīd al-Hāfīz, 1130-1149). Esta crisis le distanció de la corte fatimí
y debilitó aún más al estado sulayhí el cual se contrajo y deterioró. Nuestras
fuentes se agotan; al-Sayyidah murió a la avanzada edad de 88 años en 1138. No
hubo nadie de la dinastía para continuar, los Banu Zuray‘í de ‘Aden tomaron el
control en Dhū Jibla.
(ii)
Hamdāníes de San‘ā’ (1087-1174)
La da‘wa Hāfizī
en Yemen también fue apoyada por, al menos, alguno de los gobernantes hamdāníes
de San‘ā’, quien como los Zuray‘íes habían sido ismā‘īlíes y pertenecían a la
confederación tribal de Hamdān. San‘ā’ y sus alrededores fueron
gobernadas por los extensos e influyentes Banū Hamdān, muchos
de cuyos clanes se adhirieron al shī‘īsmo zaydí o ismā‘īlí. Alrededor de 1087,
cuando el segundo gobernante sulayhí al-Mukarram Ahmad se retiró a Dhū Jibla y
dejó los asuntos de estado a su consorte al-Malika al-Sayyida, San‘ā’ fue
colocada bajo el gobierno de al-Qādi ‘Imrām b. al-Fadl y As‘ad
b. Shihāb, tío de al-Mukarram. ‘Imrām, uno de los líderes de los Banū
Hamdān del clan de Yām, había apoyado al fundador de la dinastía sulayhí en la
mayoría de sus campañas y también emprendido una misión en su nombre a El Cairo
en 1067, urgiendo a al-Mustansir para que permitiera la visita de ‘Alī b.
Muhammad al-Sulayhí a la corte fātimí. Más tarde, ‘Imrām, quien, como los
Sulayhíes se adhirió al ismā‘īlísmo fātimí, se convirtió en el comandante del
ejército sulayhí. El gobierno de ‘Imrām sobre San‘ā’, no obstante, no duró
mucho. Por alguna razón desconocida, pronto ocurrió allí un distanciamiento
entre al-Mukarram e ‘Imrām, quien fue cesado de su cargo. Parece que ‘Imrām
había estado intrigando contra los Sulayhíes, probablemente por resentimiento
por la autoridad jercida por al-Sayyidah. También se había vuelto envidioso del
poder y posición de Lamak b. Mālik al-Hammādi en el estado sulayhí. Mientras
que los sucesores de Lamak se convirtieron en dā‘īs de los
Tayyibíes (partidarios del desposeído hijo del califa al-Āmir, Abū al-Qāsim
al-Tayyib), los descendientes de ‘Imrām estuvieron entre aquellos gobernantes
hamdāníes que apoyaban la da‘wa Hāfizī (partidarios del califa
al-Hāfiz). La fortuna creciente de al-Mufaddal b. Abi’l-Barakāt († 1110),
confidente de al-Sayyidah que luchó contra Najāhíes y Zuray‘íes, fue otro
factor que socavó la lealtad de los estos últimos y de los Hamdāníes hacia los
Sulayhíes. En cualquier caso, debido a la popularidad de la reina sulayhí, por
todo Yemen, ‘Imrām no pudo oponerse a ella abiertamente. De hecho, ‘Imrām
combatió por ella en la guerra sulayhí contra los Najāhíes en 1086.
Entretanto,
los distintos clanes hamdāníes habían estado intentado obtener su independencia
de la autoridad central sulayhí. En 1098-1099, habían separado San‘ā’ del
estado sulayhí. La ciudad y sus distritos circundantes cayeron bajo el gobierno
de Hātim b. al-Ghasīm al-Mughallasī, otro líder hamdāní que fundó
la primera de las tres dinastías hamdāníes de San‘ā’.
Hātim
murió en 1109 y fue sucedido por sus hijos ‘Abd Allāh (1109-1111),
el cual, aunque fue reconocido como un gobernante justo, fue enveneado, y
después Ma‘n; ambos se enfrentaron a una seria oposición desde
dentro de los Banū Hamdān. En 1116, Ma‘n fue formalmente depuesto por el
qādī Ahmad b. ‘Imrām b. al-Fadl, hijo del anterior
gobernador sulayhí de San‘ā’, que había asumido el liderato de los clanes
hamdāníes. Hishām b. al-Qubayb, de otra familia hamdāní y de
tendencia ismā‘īlí musta‘lí, fue ahora instalado como el nuevo gobernante de
San‘ā’. Hishām, fundador de la segunda dinastía hamdāní murió alrededor de
1124, y fue sucedido por al-Humās b. al-Qubayb. Fue durante su
reinado cuando al-‘Āmir murió y al-Hāfiz reclamó el imāmato. Al-Humās fue el
primer gobernante hamdāní en apoyar la causa de al-Hāfiz en Yemen. Murió en
1133, poco después del cisma Hāfizī-Tuyyibī, y su hijo Hātim (II) asumió
el estado hamdāní. Él también se adhirió al ismā‘īlismo Hāfizī.
Cuando
Hātim b. al-Humās murió en 1139, poco después de al-Sayyidah, sus hijos
discutieron sobre su sucesión y apareció la disensión tribal una vez más dentro
de los Banū Hamdān. Fue bajo esta circunstancia que la casa hamdāní de ‘Imrām,
con la aprobación de los líderes tribales, asumió la resposabilidad de gobernar
sobre San‘ā’. El control del área de esta ciudad pasó así en 1138 a manos
de Hamīd al-Dawla b. Ahmad b. ‘Imrām, que fundó la tercera
dinastía hamdāní de San‘ā’, los Banū Hātim. La herencia perdida por
‘Imrām fue así recuperada por su nieto, quien hacia 1150, mantenía bajo su
control todo el país al norte de San‘ā’, con la importante excepción de Sa‘da,
el principal centro zaydí en Yemen. Hātim, como los Banū’l-Qubayb, apoyaban
la da‘wa Hāfizī en los distritos bajo su gobierno. Las
diferencias políticas jugaron su papel en los continuos enredos entre el Hāfizī
Hātim y el imām rassidí al-Mutawakkil Ahmad b. Sulaymān, quien en
1138 había proclamado su liderato sobre los zaydíes yemeníes en Sa‘da. Estos
conflictos comenzaron en 1150, cuando los zaydíes atacaron a las fuerzas de
Hātim y arrebataron temporalmente el control de San‘ā’ de manos de los
Hamdāníes, y continuaron hasta la muerte de Hātim en 1161. Cuando Hātim
recuperó el control de San‘ā’, restauró la inscripción sobre la mezquita de la
ciudad, que contenía los nombres de los imāmes ismā‘īlíes fātimíes, que habían
sido borradas por el imām zaydí al-Mutawakkil Ahmad († 1170).
Hātim
fue sucedido por su hijo ‘Alī, el último miembro gobernante de su dinastía. El
sultán
‘Alī
b. Hātim consolidó su posición y expandió sus territoros hacia el norte,
ganando temporalmente el control, incluso en Sa‘da, y hacia el oeste hasta
Harāz, donde por entonces iban a encontrarse un numero significativo de
hāfizies. El hamdaní ‘Alī b. Hātim, que lideró la causa de la da‘wa Hāfizī
en la región de San‘ā’, libró una prolongada guerra contra Hātim b.
Ibrāhīm al-Hāmidī, que en 1162 había accedido como tercer dā‘ī
mutlaq al liderato de los Tayyibíes. Esto también represetnaba la
más seria competición militar entre los partidos Hāfizī y Tayyibī en Yemen. Las
hostilidades duraron tres años comenzando en 1165 cuando el dā‘ī tuyyibí Hātim,
con el apoyo creciente de un gran número de tribus hamdāníes, se alzó contra
‘Alī b. Hātim y tomó la fortaleza de Kawkabān, cerca de San‘ā’. ‘Alī b. Hātim
tomó represalias y combatió al dā‘ī Hātim, derrotándolo
finalmente. Kawkabān se rindió e 1168-1169, y el dā‘ī se
retiró a Ray‘ān y Lu’lu’a, antes de establecerse en Harāz. Los Hamdāníes
destruyeron la mayor parte del territorio alrededor de Kawkabān y Shibām. El
sultán ‘Alī también jugó un papel destacado al formar una alianza con sus
correligionarios zuray‘íes y algunos clanes hamdaníes contra el gobernante
kharijí de Zabīd, ‘Abd al-Nabī, hijo de ‘Alī b. al-Mahdī († 1159), que había
tomado Zabīd de manos de los Najāhíes y fundó una nueva dinastía allí. ‘Abd
al-Nabī, en su propia campaña de expansión territorial, había puesto asedio a
‘Aden, obligando a los Zuray‘íes a buscar la ayuda militar de los Hamdāníes,
siendo ambas dinastías Yāmíes e Ismā‘īlíes Hāfizīes. El Mahdī fue derrotado en
1173 y expulsado de vuelta a Zabīd por la fuerzas combinadas de las dinastías
ismā‘īlíes y sus guerreros tribales. Por esa época, los Ayyūbíes ya habían
comenzado su penetración en Yemen, la cual iba a dar lugar al colapso de las
dinastías Zuray‘í, Hamdāní y Mahdí. Solamente los imāms Zaydíes que gobernaban
desde Sa‘da escaparon al sometimiento ayyūbí del sur de Arabia.
Poco
después de que ‘Alī b. Hātim regreara a San‘ā’ de su campaña contra los
Mahdíes, los Ayyūbíes, al mando de Tūrān-Šāh, consiguieron alcanzar
las afueras de la ciudad en 1174. ‘Alī huyó a la seguridad de su fortaleza
de Birāsh, mientras que Tūrān-Šāh aseguraba San‘ā’ temporalmente,
abandonada por los Hamdāníes. Esto marcó el fin del gobierno hamdāní, aunque
una serie de hamdāníes continuó controlando varias localidades alrededor de
San‘ā’, después de que Tūrān-Šāh abandonara Yemen en dirección a Egipto en 1175
y opusiera una vigorosa resistencia contra los Ayyūbíes con la ayuda de su
hermano Bīsh b. Hātim y otros parientes. No fue hasta 1189 cuando el segundo
gobernante ayyubí, al-Malik al-‘Azīz Tugh-Takīn b. Ayyūb (1181-1197),
habiendo resuelto los asuntos en el sur, entró en San‘ā’, por entonces aún en
manos de los Hamdāníes Hāzifīes. Sin embargo, los hermanos de ‘Alī b. Hātim y
otros Hamdāníes, dispersos sobre un amplio área alrededor de San‘ā’, continuaron
manteniendo una serie de fortalezas durante el periodo ayyūbí en Yemen
(1173-1229). El mismo ‘Alī b. Hātim siguió en posesión de diferentes fortalezas
hasta su muerte en 1202-1203.
(iii)
Zuray‘íes de ‘Aden (1080-1174)
La
fuente principal para la historia de los Zuray‘íes es ‘Umāra,
que tenía estrechas relaciones con varios miembros de la dinastía. ‘Umāra,
celoso partidario de los fatimíes, escribió la historia de Yemen en el año
1167-1168, a petición de al-Qādī al-Fādil, a la vez secretario
principal del califa al-‘Ādid y, en consecuencia, un estrecho compañero de
Saladino. Más tarde, historiadores árabes del sur, como al-Khazrajī († 1410)
añadieron poco al relato de ‘Umāra sobre la dinastía Zuray‘í. Los Zuray‘íes,
que pertenecían a la rama Yam de los Banū Hamdān, habían llegado a la
prominencia durante el reinado de los últimos sulayhíes. En reconocimiento de
sus servicios a estos y a la causa de la da‘wa fātimí en el
Yemen, el segundo gobernante sulayhí al-Mukarram Ahmad concedió en 1080 el gobierno
de ‘Aden y sus regiones circundantes a los hermanos al-‘Abbās y al-Mas‘ūd
b. Karam (al-Mukarram). Gobernaron conjuntamente y fundaron la
dinastía ismā‘īlí de los Zuray‘íes de ‘Aden. El nombre generalmente aceptado de
la casa, los Banū Zuray‘ o Zuray‘iyya, se
deriva del nombre de un gobernante posterior, Zuray‘ b. al-‘Abbās.
A al-‘Abbās se le entregó el interior de ‘Aden, gobernando desde Hisn
al-Ta‘kar, mientras que al-Mas‘ūd recibió el puerto y la línea costera,
estableciendo su residencia en la fortaleza de al-Khadrā. El
sistema conjunto de gobierno, con rivalidad constante entre las dos ramas de la
familia zuray‘í, continuó durante un tiempo.
Ambas
ramas también poseían, o adquirieron, territorios interiores; de hecho, hacia
1135-1136 o incluso antes ambas ramas residían en el interior y estaban
representados en la ciudad por gobernadores. Los dos gobernantes juntos
pagarían originalmente un tributo de aproximadamente 100.000 dinares a
al-Sayyidah, a quien ‘Alī al-Sulayhí había concedido el derecho a los ingresos
de la ciudad, cuando contrajo matrimonio con al-Mukarram. Los Banu’l-Karam
estaban activos en el servicio de los Sulayhíes tanto antes como después de su
instalación en ‘Aden. Por ejemplo, cuando en 1087 al-Sayyidah envió a su
general y consejero principal al-Mufaddal b. Abi’l-Barakat a Zabīd para
combatir a los najāhíes, los gobernantes zuray‘íes al-Mas‘ūd y Zuray‘,
que había sucedido a su padre al-‘Abbās en 1084 combatieron al lado de los
sulayhíes y perdieron sus vidas en esa campaña. Pero en cualquier momento que
se presentaba la posibilidad dejaban de pagar el tributo a al-Sayyidah. En una
ocasión, después de 1091, al-Mufaddal tuvo que ser enviado con un gran ejército
a ‘Aden para forzar la renovada sumisión de los gobernantes zuray‘íes Abu’l-Su‘ūd
b. Zuray‘ y ‘Abu’l-Gharāt. Después de la muerte de al-Mufaddal
en 1110, al-Sayyida envió a un primo de aquel, As‘ad, contra los
Zuray‘íes, los cuales se habían rebelado de nuevo, rehusando pagar el
acostumbrado tributo. En cada revuelta la cantidad a pagar se reducía a la
mitad de la cifra anterior; pero, finalmente, en 1121, una expedición dirigida
por Ibn Najīb al-Dawla fracasó en restaurar los pagos y el
tributo cesó permanentemente. No obstante, aunque ellos rehusaron pagarlo, los
Banu’l-Karam participaron en el último ataque sobre Ibn Najīb al-Dawla, según
se informa, organizado por al-Sayyidah; pero después de la campaña de Ibn Najīb
al-Dawla contra ellos, habrían tenido suficientes motivos para atacarle a su
vez.
Fue Saba’
b. Abu’l-Su‘ūd, nieto de Zuray‘, quien unió el puerto y el interior bajo su
propio gobierno. De acuerdo con ‘Umāra, las hostilidades se iniciaron alrededor
de 1135-36, por los Banū Mas‘ūd, cuyo gobernador en la ciudad
usurpó los ingresos que se suponía que iban a ir para los zurayíes y espoleó la
oposicion a ellos entre la población de la ciudad. Saba’ dejó que las cosas
siguiesen su curso por algún tiempo, pero justo en el momento crítico reaccionó
al instalar a Bilāl b. Jarīr como gobernador en ‘Aden, con
órdenes de contrarrestar la oposición anti-zurayí por la fuerza si fuera
necesario. El mismo dā‘ī mientras tanto reunió tropas en
al-Dumluwa procedentes de Hamdān y otras tribus. Ocupó una posición en Wadi
Lahj, en la villa de Banū Abbah, enfrentándose a ‘Alī b. Abi’l-Gharāt,
cabeza de los Banū Mas‘ūd, en el pueblo de ar-Ra’ari. Tuvieron lugar algunos
combates serios, pero fue solamente después de dos años cuando Saba’ derrotó
definitivamete a sus primos en Lahj, mientras que en ese mismo día, Bilāl tomó
al-Khadra’, la fortaleza de los Banū Mas‘ūd en ‘Aden. Saba murió solo 7 meses
después de entrar en la ciudad en 1138.
La
unificación de los dominios de los Banū’l-Karam por Saba’ y Bilāl marca el
comienzo del periodo zuray‘í per se en Yemen meridional. En
general, la estructura básica de la administración siguió igual hasta el tiempo
de la conquista de Tūrān-Shāh en 1174. Bilāl, después de la captura de la
ciudadela de ‘Aden, permaneció allí como gobernante semiautónomo hasta su
muerte, y fue sucedido en esta posición por dos de sus hijos sucesivamente,
hasta que el último de estos fue derrotado por Tūrān-Shāh. Los mismos dinastas
residían mayormente en una de sus posesiones tierra ‘Adentro: primero la
fortaleza de al-Dumluwa, luego, por un tiempo, Dhū Jibla, después de su
adquisición por Muhammad, y finalmente de nuevo en al-Dumluwa. Ellos habían
hecho lo mismo antes de que Saba’ unificara el país, de modo que la nueva
situación era análoga a la que había existido previamente, con la posición de
Bilāl en ‘Aden correspondiente a la que anteriormente había sido mantenida por
los Banū Mas‘ūd. Así, el reino continuó bajo un gobierno conjunto, pero en este
caso los zurayies podían visitar o residir en ‘Aden a voluntad, prueba de que
el gobernante de ‘Aden estaba ahora subordinado al de al-Dumluwa. Esta
naturaleza dual del reino, dividido entre las tierras altas árabes y el bajo
país meridional en torno a ‘Aden, puede estar reflejada en el título de ‘Imrām
de dā‘ī, “Rey de los Árabes y Yemen”.
Hacia
el final de su vida, Saba’ había comenzado a ejercer su independencia de
al-Malika al-Sayyida, tomando el control de varias fortalezas en las tierras
altas meridionales de Yemen, que pertenecían a los sulayhíes. Saba’ también
enriqueció el tesoro zuray‘í al prosperar el floreciente comercio entre el
Egipto fātimí e India, que pasaba a través del Mar Rojo y el puerto de ‘Aden.
Cuando el califa fātimí al-Hāfiz proclamó el imāmato en 1132, indudablemente
siguió una amarga lucha en la corte de los Sulayhíes y por toda la comunidad
ismā‘īlí musta‘li en Yemen. Como resultado los ismā‘īlíes yemeníes, siempre
estrechamente conectados con los cuarteles generales de la da‘wa fātimí
en Egipto, se dividieron en dos facciones. La reina sulayhí defendió la causa
de al-Tayyib y se convirtió en la líder oficial de la facción tayyibí en el
Yemen. Por otra parte, los Zuray‘íes se convirtieron en los líderes del partido
Hāfizī (Majīdí), reconociendo a ‘Abd al-Majīd al-Hāfiz, como su nuevo imām tras
al-Āmir. Probablemente fue inmediatamente después del cisma Hāfizī-Tayyibī
cuando el zuray‘í Saba’, bajo oscuras circunstancias, se alió con al-Hāfiz y
asumió el título de dā‘ī en nombre de la da‘wa Hāfizī
en Yemen. Parece que sus sucesores llegaron a ser designados como dā‘īs por
los cuarteles generales de la da‘wa Hāfizī en El Cairo.
Saba’
había sido sucedido inicialmente en 1139 por su hijo ‘Alī al-A‘azz, que
murió al sucumbir por tuberculosis un año más tarde. ‘Alī designó como
herederos a sus cuatro hijos menores de edad, que residían en al-Dumluwa (al
igual que su padre) bajo la tutela del mameluco de ‘Alī, Anīs
al-Habashī, gobernador de la fortaleza. No obstante, Bilāl, rechazó
reconocer esta sucesión, quizá porque temía que Anīs intentara llevar a cabo la
intención de ‘Alī de ejecutarlo. Durante el reinado de ‘Alī, su hermano Muhammad había
tenido que huir de él, junto a al-Mansūr al-Mufaddal en Ta‘izz; entonces Bilāl
llevó a Muhammad a ‘Aden y le hizo el juramento de alianza. Muhammad contrajo
matrimonio con una de las hijas de Bilāl y fue armado con un ejército para
asediar al-Dumluwa. Aunque la fortaleza era considerada inexpugnable, Anīs
pronto fue obligado a someterla por la amenaza de asesinato desde el harem de
‘Alī, que prefería a Muhammad como señor antes que a Anīs.
Mientras, al-Qādī
al-Rashīd Ahmad b. ‘Alī al-Zubayr había partido desde El Cairo con una
carta de investidura emitida por al-Hāfiz, nombrando a ‘Alī b.
Saba’ para el cargo de dā‘ī de la da‘wa Majīdí
en Yemen. Por la época de la llegada de al-Qādī al-Rashīd a Yemen ‘Alī había
muerto, y por consiguiente, el dā‘īato fue transferido al siguiente gobernante
zuray‘í Muhammad b. Saba’. Al-Hāfiz también concedió varios títulos honoríficos
al visir zuray‘í, Bilāl por su lealtad a los fātimíes y a la da‘wa Hāfizī.
Bilāl, que había casado a su hija con Muhammad b. Saba’, fue seguido en el
visirato por sus dos hijos.
Bajo
Muhammad y Bilāl el dominio zurayí alcanzó su mayor extensión y poder, aunque
militarmente era relativamente inactivo. Solo se mencionan en las fuentes dos
campañas: una expedición naval (más bien inusual en la historia yemení) a cargo
de Bilāl contra la costa de Zabīd, que no parece haber tenido otro efecto que
el de interrumpir el comercio entre las dos ciudades durante cuatro años, y una
victoria final sobre los Banū Mas‘ūd, en la que ‘Alī b. Banu’l-Gharāt y dos de
sus parientes fueron muertos.
El
mayor éxito de Muhammad se obtuvo no por guerra sino por la
diplomacia, apoyada por la riqueza que ‘Aden producía para él;
esta fue la adquisición procedente de al-Mansūr al-Mufaddal de las ciudades y
fortalezas, anteriormente sulayhíes, que incluían Ta‘kar, Dhū Jibla e Ibb (pero
no Ta‘izz, que continuó siendo la sede de al-Mansūr). El costo de las
fortalezas fue de 100.000 dinares. La transferencia fue acomopañada por el
divorcio de la esposa de al-Mansūr, Arwa
bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh al-Sulayhí, y su matrimonio con
Muhammad. En virtud de esta transacción, Muhammad no solo ganaba una nueva
esposa y algunos valiosos territorios; también ganaba apoyo para su
pretensión a ser el heredero político de los Sulayhíes, justo cuando podía
reclamar ser su heredero espiritual, debido a su posición como dā‘ī oficialmente
reconocido del califato egipcio.
Durante
los últimos años de su vida Muhamad fue probablemente el príncipe más poderoso
de Yemen; afortunadamente para los otros gobernantes del país, no parece haber
estado inclinado a usar su poder agresivamente. En 1154-5 fue invitado
por ‘Alī b. Mahdī para unirse en una alianza contra los
najāhíes, pero rehusó el trato con ‘Alī e insistó en que ‘Umāra
actuara como intermediario para transmitir el rechazo del ofrecimiento.
Ciertamente, una importante fuente de la fuerza de Muhammad era su acceso a los
ingresos de ‘Aden, pero el éxito de su padre contra los Banū Mas‘ūd
que habían controlado previamente el puerto demuestra que las porciones del
interior del reino zuray‘í también aportaban importantes elementos a su poder.
Estos elementos incluirían su control de las rutas de comercio interiores
desde ‘Aden; los ingresos de las considerables tierras agrícolas en sus
dominios; su posesión de numerosas sólidas fortalezas, entre las que
destaca al inexpugnable al-Dumluwa; y por último, pero no menos
importante, el poder militar de las tribus árabes montañesas que reconocían la
autoridad de los zuray‘íes. El prestigio que se derivaba de la reclamación a la
herencia sulayhí debe haber sido importante a la hora de mantener el
reconocimiento por parte de estas tribus de su supremacía; pero también su
habilidad para distribuir la riqueza de ‘Aden entre ellos en momentos críticos
ayudó a confirmar su lealtad.
Bilāl
b. Jarīr murió a finales de 1150 o 1151, pero la autonomía de ‘Aden continuó
bajo sus hijos que fueron nombrados por Muhammad en su lugar: primero Mudāfi,
y luego al-Shaykh Abu’l-Faraj Yāsir, que retuvo su cargo hasta que
Tūrān-Shāh tomó la ciudad en 1174. El mismo Muhammad residió algún tiempo
en Dhū Jibla antes de regresar a al-Dumluwa para morir allí, probablemente
en 1155.
Muhammad
fue sucedido por su hijo ‘Imrām, que continuó la política de
su padre y mantuvo a Yasīr b. Bilāl como gobernador
de ‘Aden. ‘Imrām fue el primero de su familia en serle concedido
el título al-Malik por los fatimíes. El mayor acontecimiento
de su era, el ascenso al poder de los Mahdíes en Zabīd, parece que no afectó
mucho a su reino durante su vida, excepto por una incursión mahdí, que puede
haber haber penetrado hasta Abyan (justo fuera de ‘Aden), y dio lugar a
una importante batalla en al-Ju‘wa, debajo de al-Dumluwa, en
septiembre-octubre de 1164. ‘Umāra, escribiendo en 1168 o 1169, informa
que los zuray‘íes, en esa época, pagaban tributo a ‘Abd
an-Nabī b. ‘Alī b. Mahdī , pero esto no puede haber
comenzado hasta después de la muerte de ‘Imrām. Murió
en ‘Aden el 12 de febrero de 1165, y su cuerpo fue llevado a La Meca
y enterrado allí. La soberanía titular recayó sobre sus tres hijos menores de edad,
mientras el poder real fue dividido entre Yasīr en ‘Aden y el
guardián de los niños, Jawhar b. ‘Abd Allāh al-Mu‘azzamī en
al-Dumluwa.
Jawhar
y Yasīr continuaron en sus puestos hasta la llegada de Tūrānshāh a Yemen en
1174. Yasīr fue tomado prisionero por Tūrānshāh y más tarde ejecutado, mientras
que Jawhar había reducido sus dominios a la vecindad inmediata de al-Dumluwa,
que poseía a condición del pago de un tributo. En 1189 vendió la fortaleza a
Tugh-Takīn y fue a Etiopía con sus protegidos, Muhammad, Mansūr y Abū’l-Su‘ūd, finalizando
la historia de la dinastía en Yemen. Se informa de que Yasīr y Jawhar habían
cooperado en su gobierno, pero no hay evidencia de esto ni en la campaña de
1163 contra ‘Abd an-Nabī ni en su resistencia a Turān-Shāh. De hecho
ambos parecen haberse adherido a una política defensiva pasiva en su
administración, posiblemente debido a que como mamelucos etíopes no podían
comandar el apoyo de las tropas árabes en una política militar activa. Así, en
1172-1173, cuando ‘Aden estaba asediada por ‘Abd an-Nabī, fue un
miembro de la casa zuray‘í, Hātim b. ‘Alī b. Saba’ b.
Abi’l-Suūd quien fue a San‘ā’ y Dhamar y dirigió a los árabes de
estas regiones en una campaña que rechazó con éxito a ‘Abd an-Nabī a
Zabīd. Con el apoyo del prestigio de su familia y sus conexiones tribalescon
los Hātimíes de San‘ā’, Hātim pudo obtener la colaboración de los árabes donde
Jawhar habría sido ineficaz.
5.
Mahdíes de Zabīd (1159-1174)
El
fundador del estado mahdí, ‘Alī b. Mahdī era nativo de la llanura costera entre
Zabīd y el Mar Rojo, donde fue educado en una atmósfera de piedad y devoción
religiosa. En su peregrinación a La Meca encontró predicadores y eruditos de
Iraq, y asimiló sus enseñanzas. En 1136-1137 comenzó a predicar en los pueblos
y la campiña de su región. Sus sermones defendian una mezcla de regeneración
religiosa y moral con reformas sociales, dirigidas principalmente contra los
Najāhíes y sus mamelucos etíopes que, en esa época gobernaban Zabīd y su área
de influencia. Pronto obtuvo un gran seguimiento entre la población de este
área, y también ganó el favor de la influyente ‘Alam Umm Fātik, concubina de un
gobernante najāhí, madre de otro y tía del amīr titular en
este periodo.
El
patrocinio de ‘Alam hizo que él y sus seguidores fueran eximidos de pagar el
kharaj, el impuesto sobre la tierra, y en poco tiempo llegaron a ser prósperos
y poderosos. En 1143, se sintió lo suficientemente fuerte para atacar la ciudad
najāhí de al-Kadra’, al norte de Zabīd, pero él y sus partidarios fueron rechazados,
teniendo que huir a las montañas, donde permanecieron hasta 1146, cuando
escribió a la reina ‘Alam, pidiéndole regresar y ésta, en contra de la opinión
de sus consejeros, les permitió volver. Durante su vida ella evitó que los
etíopes emprendiera acciones contra él, quien por su parte, refrenó otros
intentos de rebelión. Pero tras la muerte de ‘Alam en 1152, dejó su país de
origen y se instaló en as-Sharaf, un fuerte casi inaccesible en las montañas
que dominan la vista de Zabīd. Allí fue apoyado por las tribus khaulanī del
área y por los de sus seguidorees que subieron a la montaña con él, sobre todo
de las tribus de las tierras bajas, al-Ash‘ar y ‘Akk. Desde este puesto de
defensa, ‘Alī emprendió una serie de incursiones en las tierras de cultivo que
rodean Zabīd, devastando la campiña y obligando a la población a buscar refugio
en la ciudad o incorporándose a su ejército.
En
los primeros años sus incursiones o parecen haber sido más que una molestia
para los etíopes, pues hasta 1155-1156 ‘Umāra muestra a sus tropas
apresurándose de una parte a otra de su reino, sin preocuparse mucho, al
parecer, de las actividades de ‘Alī. El año anterior (1154) ‘Alī había
intentado incrementar su poder a través de una alianza con el da‘i fatimí
Muhammad b. Saba’, pero fue rechazado. En 1156, ‘Alī cambió radicalmente el
equilibrio de poder al instigar el asesinato del general etíope Surūr en la
mezquita de Zabīd. Tras la muerte de este hombre fuerte, que había sido el
soberano real del estado Najāhí, los líderes del ejército se dedicaron a la
lucha política sobre la sucesión a este puesto. Simultáneamente, las
incursiones de ‘Alī se intensificaron hasta que controló toda la campiña fuera
de los muros de la ciudad.
El
asedio así colocado alrededor de Zabīd redujo a sus habitantes a una gran
privación. Finalmente, una facción ofreció la soberanía al imām zaydí
al-Mutawakkil, competidor de ‘Alī por el carismático liderazgo religioso en
Yemen. Al-Mutawakkil logró evitar las tropas de ‘Alī y entró en la ciudad, donde
ejecutó al último de los gobernantes najāhíes, Fātik III b. Muhammad, y purgó a
la clase dirigente militar etíope; pero fue incapaz de proporcionar cualquier
asistencia real contra los sitiadores y se retiró después de ocho días.
Tras
repetidos asaltos, las tropas de ‘Alī lograron finalmente en agosto de 1159
conquistar la ciudad. Entonces, menos de tres meses después de conseguir el
objetivo de su vida, ‘Alī murió en octubre de 1159.
En la
mayoría de las fuentes islámicas, el estado mahdí es descrito como un régimen
kharijí, pero en realidad eran shī‘íes ismā‘īlíes, al menos políticamente, ya
que la mayoría de los líderes yemeníes de la época seguían a los fātimíes. Hubo
dos razones por las que se le califica de kharijí: la primera es que rechazaba
al califa ‘abbāsí y se declaró imām,y la segunda es que adoptó dos
práctica kharijíes, la de ejecutar al pueblo por cometer uno de los “kaba’ir”
(grandes pecados en el Islam) y por legalizar la esclavización de mujeres y
niños musulmanes a quienes había conquistado por ser, desde su punto de vista,
no creyentes.
Los
acontecimientos que siguieron a la muerte de ‘Alī son difíciles de desenmarañar
y nuestras fuentes difieren en sus relatos. Mientras que ‘Umāra nos dice que le
sucedió en solitario el mayor de sus hijos, Mahdī b. ‘Alī, Khazrajī dice que le
sucedieron conjuntamente Mahdī y ‘Abd al-Nabi b. ‘Alī, haciéndose cargo el
primero de los asuntos civiles y el segundo de los militares. En cualquier
caso, ‘Alī fue sucedido por su hijo Mahdī, cuya primera tarea fue el entierro
de su padre, de acuerdo con sus instrucciones, en una mezquita de Zabīd, lo
cual se hizo en una mezquita congregacional (siguiendo el precedente de
al-Sayyidah en Dhū Jibla). En adelante, esta mezquita sustituyó a la anterior
mezquita congregacional etíope, que fue arrasada. La tumba de ‘Alī se convirtió
en centro de peregrinación, reemplazando la peregrinación a La Meca.
Después
de establecer su gobierno firmemente en Zabīd, Mahdī comenzó sus campañas
militares con un ataque sobre Lahj en septiembre u octubre de 1161.
Posiblemente esto está conectado con la campaña mencionada por Ibn Samura en
ese mismo año, en el que Mahdī tomó las fortalezas de al-Hurram, Halana y Raishan de
manos de ‘Alī b. Abi’l-Futuh.
En
1162-1163 Mahdī se hizo con Ta‘izz y su fuerte satélite Sabir que
poseía Ahmad b. la-Mansur al-Mufaddal. Más adelante, en ese año, en
agosto de 1163, hizo una incursión sobre Lahj con gran devastación, matando y
saqueando en su primer ataque. Probablemente, a su vuelta de Kahj tomó al-Janad
en septiembre de 1163. Muchos habitantes de la ciudad fueron muertos, incluidos
los que buscaban santuario en la mezquita. Los cuerpos fueron lanzados en el
pozo de la mezquita, la cual fue entonces incendiada, según Ibn Mujawir, porque
había sido cotaminada por el uso ismailí. Poco después, Mahdī enfermó; murió en
Zabīd en octubre o diciembre de 1163.
Mahdī
fue sucedido por su hermano ‘Abd an-Nabī, que, según ‘Umāra, fue depuesto poco
después, pero luego recuperó el poder, después de un breve intervalo, durante
el cual, al parecer, el poder fue ocupado por un tercer hermano, ‘Abd Allāh.
Alguna información sobre este oscuro periodo se encuentra en la An. Mil.
(una historia anónima de los imāms zaydíes conservada en la Biblioteca
Ambrosiana de Milán), en un contexto que arroja alguna luz sobre la política
interna del régimen y quizá explica el retorno de ‘Abd an-Nabī al
poder. De acuerdo con este texto, se envió una fuerza desde Zabīd, a finales de
1163 o principios de 1164, al territorio de Janbi, alrededor de Dhamār.
Aproximadamente al mismo tiempo al-Mutawakkil llegó a este área para tratar
asuntos que no tienen que ver con los mahdíes. No obstante, los shaykhs de Janb
dijeron a los comandantes mahdíes que el imām había acudido a ayudarles contra
los propios Mahdíes, de modo que como les habían ordenado que no se enfrentaran
al imām, regresaron a Zabīd.
Cuando
los Mahdíes se enteraron sobre las verdaderas intenciones de al-Mutawakkil, su
ejército regresó y derrotó severament a los Janbis. Entonces, estos recurrieron
en serio al imām, quien llegó al país y él les juró lealtad. Las noticias d e
esto provocó en Zabīd que un gran cuerpo de hombres de la tribu ‘Akk, el pilar
de las fuerzas mahdíes, se retirara de Zabīd y entrara en comunicación con el
imām. Una de sus cartas fue traída a la atención de ‘Abd Allāh, que
inmediatamene comenzó a intentar traer de vuelta a la alianza a los renegados
con sobornos y otros incentivos. Una vez que hubo cumplido esto, entonces se volvió
contra ellos y ejecutó a 350 de los líderes ‘Akk y alguno de los etíopes
supervivientes que habían tomado servicio en su ejército. De acuerdo con la
fuente zaydí, los mahdíes debilitaron mucho su poder por esta purga, ya que
estos ejecutados incluían a la mayoría de sus líderes militares y consejeros.
También se dice que habían causado disensión y enemistad entre los hijos de
‘Alī b. Mahdi, y parece posible, si este relato es correcto que fue en esta
situación de disturbios que ‘Abd an-Nabī fue capaz de recuperar el poder.
‘Abd
an-Nabī no perdió el tiempo en volver a asumir la política agresiva de su
familia con incursiones en varias direcciones. Al principio del primer año de
su reinado, el 13 de enero de 1164, atacó y quemó la ciudad de Abyan, un puerto
de alguna importancia al este de ‘Aden. Más tarde, en ese mismo año, atacó de
nuevo los territorios zuray‘íes, derrotando a ‘Imrām y sus tropas en al-Juwwa,
más abajo de al-Dumluwa, al parecer el 29 de octubre. El año siguiente,
1164-1165 hubo una severa sequía en la Tihāmah, la cual impidió a ‘Abd an-Nabī
hacer campaña, pero al años siguiente atacó a los sharifs Sulaymaníes en su
frontera norte. Los Sulaymaníes fueron derrotados. En la fuga que siguió ‘Abd
an-Nabī atrapó y mató a una pequeña partida de ellos que incluían a Wahhās b.
Ghānim, hermano del cabeza de la familia, al-Qāsim (o Hāshim). Aunque ‘Abd
an-Nabī se jactó de esto en unos versos, este suceso, al final, llevó a su
caída, pues la llamada de al-Qāsim en 1172-1173 a Tūrān-Shāh, pidiendo ayuda
para vengar a su hermano, fue un factor que influyó en la llgada de los
Ayyūbíes a Yemen.
En
ese mismo año, ‘Abd an-Nabī envió a su hermano Ahmad a reconstruir la ciudad de
al-Janad. Luego, Ahmad se dirigió a al-Juwwa donde las tropas mahdíes se enfrentaron
de nuevo con las de ‘Imrām b. Muhammad, derrotándolas y quemando la ciudad.
Esta serie de ataques sobre los territorios zuray‘íes, que comenzaron con las
incursiones de Mahdi en 1162, parece contradecir la afirmación de al-Janadi de
que ‘Imrām hizo la paz con Mahdi a cambio de tributo y que los Mahdíes no
molestaron las tierras zuray‘íes. Esta incursión es, sin embargo, el último
ataque mencionado hasta 1173; de modo que puede ser que la afirmación de ‘Umāra
de que los zuray‘íes pagaban tributo en la época de su escrito (c.1173-1174)
sea correcta. El tributo puede haber comenzado después de la muerte de ‘Imrām,
cuando su reino estaba gobernado por mamelucos etíopes.
Al
parecer, las actividades militares de ‘Abd an-Nabī finalizaron durante algún
tiempo con una campaña importante a Mikhlaf Ja‘far, al norte de
Ta‘kar y Dhū Jibla. Entre el 27 de diciembre de 1166 y el 2 de enero de 1167
tomó las fortalezas de al-Majma‘a, Ibb y al-Shamakhi. No se sabe con certeza a
quien pertenecían estos fuertes. En al-Shamaki, ‘Abd an-Nabī tomó prisionero al
sultán Abu’n-Nur b. Abi’l-Futuh, que murió en cautividad en Zabīd,
lo cual no implica necesariamente que fuera el señor de la fortaleza. En 1152
Ibb fue parte de la dote de Asma’ bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh as-Sulayhí, cuando se
casó con el da‘i zuray‘í Muhammad b. Saba’, supuestamene en 1166 era todavía
parte de los dominios zuray‘íes. Al-Majma‘a puede haber sido también isma‘ilí,
ya que un qadi de esa secta, Yahyā b. Ahmad b. Abi Yahyā, fue muerto en su
toma. El 16 de enero de 1166 ‘Abd an-Nabī mató a los Banu’l-Haitham en
al-Janad; esta era probablemente la familia de Muhammad b. Abi’l-Agharr de
la que ‘Umāra dice que fue muerta a traición por “Ibn Mahdi”.
Seis
años de inactividad siguieron a esta campaña. Por esta etapa de su carrera,
‘Abd an-Nabī poseía toda la Tihāmah que estaba al alcance de la mano de Zabīd,
así como alguna regió montañosa arriba de la ciudad; Ta‘izz y las áreas al
noreste de ella, al menos hasta Ibb; y probablemente la mayoría de la región
montañosa situada entre las líneas Ta‘izz-Zabīd y Ta‘izz-Dhamar. Al-Juwwa y los
territorios zuray‘íes alrededor de ‘Aden, incluyendo a Lahj y Abyan no estaban
permanentemente ocupados con probabilidad, y no podía haber sido mientras los
zuray‘íes retuvieran la inexpugnable fortaleza de al-Dumluwa sobre al-juwwa,
que controlaba la ruta principal (en esa época) entre Ta‘izz y ‘Aden. Los
repetidos ataques mahdíes parecen haber obligado a los zuray‘íes a buscar
alivio a través del pago de un tributo. Al norte, del mismo modo, el control de
los Mahdíes debe haber sido limitado, pues los sharifs sulaymaníes
no fueron exterminados, y probablemente restablecieron su gobierno tan pronto
como las tropas mahdíes se retiraron.
A
finales de 1173, ‘Abd an-Nabī terminó su periodo de aparente inactividad
poniendo asedio a ‘Aden. Esta acción llevó a una guerra general que envolvió a
todas las potencias importantes del Yemen central y meridional: los Zuray‘íes,
los Hātimíes, los Mahdíes y los gobernantes Madhhijíes de la región de Dhamar.
La guerra se conoce por una única fuente, el Kifaya de
al-Khazraji, que reproduce para este episodio el perdido Kitab
al-Iqd ah-thamin de Muhammad ibn Hātim. Ya que Ibn Hātim era
descendiente de Hātim b. ‘Alī b. Saba’ es posible que el papel de este ancestro
en la lucha sea en cierto modo exagerado en el Kiyafa, pero, por
otra parte, el relato parece ser correcto y fiable. En cualquier caso no
tenemos eleccion sino seguirlo para describir el curso de los sucesos.
Ya
que las fuerzas de ‘Aden eran incapaces de romper el asedio, un miembro de la
familia zuray‘í, Hātim b. ‘Alī b. Saba’, fue a San‘ā’ para buscar
ayuda de ‘Alī b. Hātim contra los Mahdíes. Llegó allí el 19 de
junio de 1173. ‘Alī le recibió bien, pero acordaría salir de campaña solo si las
tribus Janbi y Madhhjí le prestaban su apoyo. Por tanto, Hātim
fue a Dhamar y obtuvo el acuerdo de ‘Abd Allāh b. Yahya de
Janb y del shaykh Zayd b. ‘Amr de Madhhij.
Entonces escribió a ‘Alī informándole de esto.
‘Alī
partió de San‘a’ el 23 de septiembre de 1173, con tropas extraídas de Hamdan,
Sanhan, Nahd, Banū Shihab y otras. Se quedó en Dhamar tres días y luego
emprendió el camino a Ta‘izz, marchando delante de Zayd y ‘Abd Allāh con
ocasionales paradas para permitirles alcanzarle. El 27 de octubre la fuerzas
combinadas acamparon al norte de Ibb. El ejército mahdí había sido dividido en
tres partes, una en Dhū Jibla, y las otras dos en puntos cercanos. El 11 de
octubre los aliados atacaron y derrotaron a las tropas de al-Kh.bali,
descrito como el mejor del ejército de ‘Abd an-Nabī. Al día siguiente
continuaron hasta Dhū Jibla. Allí encontraron que las tropas del mahdí habían
huido de la ciudad, excepto por unos pocos que habían tomado refugio en la casa
de la sulayhí Arwa bint ‘Alī b. ‘Abd Allāh. A ella y a estas tropas les fue
concedida amnistía y a estas se les permitió partir con sus armas y otras
posesiones. Un poco más tarde, Arwa fue enviada al castillo sulayhí de Qayzam.
El 16
de octubre ‘Alī llegó a al-Janad y encontró que había sido completamente
evacuada por las tropas y por su populacho. Acamparon fuera de la ciudad hasta
el 25 de octubre. Habiendo sabido que ‘Abd an-Nabī había llegado a Ta‘izz y
concentraba sus tropas allí, ‘Alī partió a encontrarse con ellos. Tuvo lugar
una feroz batalla en Dhū ‘Udaina, un suburbio debajo de los muros de Ta‘izz.
Según consta, ‘Alī ganó la batalla, pero, no obstante, fue incapaz, al parecer,
de tomar Ta‘izz; él se retiró a al-Janad.
En
al-Janad, el 26 de octubre, ‘Alī recibió noticias de que la fuerza mahdí se
había retirado de ‘Aden. Sin duda había sido llamada a Ta‘izz para reforzar a
‘Abd an-Nabī. En este punto ‘Alī decidió atacar a los mahdíes en la Tihāmah.
Consultó a las tribus a su mando, que apoyaron su decisión; ‘Abd Allāh y Zayd
también estuvieron de acuerdo. No obstante, cuando ellos consultaron a sus
seguidores, Janb no quiso participar; al-Khazrajī comenta que era el hábito de
Janb rechazar cualquier cosa que sus líderes defendieran.
Por
tanto, ‘Alī partió para San‘a’ el 28 de octubre. Pasó seis días en Dhū Jibla
para arrasar el palacio sulayhí de allí, al-Dar al-Kabir. Estos edificios se
destruyeron para evitar su uso por los mahdíes, de quien, sin duda, se esperaba
que regresaran a estas ciudades tan pronto como las fuerzas aliadas se fueran.
‘Alī llegó a San‘a’ el 9 de noviembre de 1173. ‘Abd an-Nabī se fue de vuelta a
Zabīd.
Así a
pesar del éxito de las tropas aliadas, la guerra de 1173 tuvo poco efecto en la
situación política de Yemen, más que impedir la conquista de ‘Aden por ‘Abd
an-Nabī. Las diversas fuerzas implicadas regresaron a sus respectivos dominios.
El resultado principal fue debilitar al ejército mahdí que iba a tener que
enfrentarse en el mismo año al ejército invasor del ayyūbí Tūrān-Shāh. Quizá,
de no ser por estas derrotas los mahdíes podrían haber opuesto más resistencia
a los ayyūbíes, pero, de hecho, las tropas de estos últimos eran tan
abrumadoramente superiores que poca diferencia habría habido en el desenlace.
Poco
después Tūrān-Shāh llegó a Tihāmah septentrional con sus tropas ayyūbíes desde
Egipto. Uniéndose al sulaymāní al-Qāsim b. Ghānim, que estaba
ansioso de vengar la muerte de su hermano Wahhās, los ayyūbíes se precipitaron
hacia el sur a través de Tihāmah, tomando Zabīd el 14 de mayo de 1174, después
de dos días de combate, y arrestando a ‘Abd an-Nabī y sus hermanos Ahmad y
Yahyā. Nueve meses más tarde, mientras Tūrān-Shāh estaba en Dhū Jibla, al este
de Ibb, durante su campaña de conquista en las montañas de Yemen, tuvo noticia
de intentos de recuperar el control de Zabīd por parte de los Mahdíes, por lo
que hizo ejecutar a los tres hermanos por estrangulamiento (1176).
BIBLIOGRAFÍA:
H. C. KAY: Yaman, its early
medieval history. 1882.
PELI, AUDREY: A history of the
ziyadids through their coinage (203-442/818-1050). Proceedings of the
Seminar from Arabian Studies 38 (2008)
DAFTARY FARHAD: The Isma‘ilis:
Their History and Doctrines (2007)
BATES, M.C.: Yemen and its conquest by the Ayyubids of Egypt (A.D. 1137-1202). 1975
BATES, M.C.: Yemen and its conquest by the Ayyubids of Egypt (A.D. 1137-1202). 1975
E.J. Brill's Encyclopaedia of Islam:
Artículos correspondientes a Ziyadids, Najahids, Sulayhids, Hamdanids,
Zuray'ids, Mahdids y Yu'firids.
Para
la cronología recomiendo, como siempre, la página de Ian Mlajov, donde podrán
encontrar las listas dinásticas sobre el tema en cuestión, genealogías y mapas.
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